Judith Butler: lesbiana, mujer, judía, queer, filósofa

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Resumen 

Judith Butler es una de las filósofas estadounidenses más influyentes e innovadoras de la actualidad. En la década de los años ochenta comienza a extenderse su producción teórica y a conocerse internacionalmente. Al comienzo de la siguiente década (1990) publica Gender Trouble. Feminism and the subversión of Identity, texto indispensable para el movimiento feminista y para la teoría queer. La importancia que su filosofía ha ido adquiriendo desde sus primeros escritos hasta la actualidad, extendiéndose por todo el mundo, en el campo del feminismo filosófico, pero también de la política, el arte o la crítica social, justifican este trabajo que tiene por objetivo conocer a la persona que hay detrás del personaje con el fin de comprender tanto su acogida como su rechazo por parte del feminismo filosófico.

Palabras clave: género, identidad, performatividad, queer, feminismo, crítica social.

 

Abstract

Judith Butler is one of the most important American philosophers as well as one of the most influential and innovative structuralist philosophers at present. During the eighties her theoretical production started to spread all over the world and in 1990 she published Gender Trouble. Feminism and the subversion of Identity, an essential text for the feminist movement and queer theory. The influence of her work not only in politics but art or social criticism, justifies my work which has, as main objective, meeting the person who lies behind the character in order to understand not only the reception but also the rejection from a part of the philosophical feminism.

Keywords: gender, identity, performativity, queer, feminism, social criticism.

 

Judith Butler es una de las filósofas postestructuralistas[1] más influyentes e innovadoras de la actualidad. Sus teorías provocan tanto adhesiones como rechazo porque sus propuestas sobre el género y el sexo han creado grandes controversias en el feminismo y en los estudios de género. Por otro lado, el término “adhesiones” queda un tanto frío, teniendo en cuenta la enorme popularidad que ha alcanzado hasta quedar consagrada en algunos círculos como heroína y estandarte de movimientos que han encontrado, en ella, su voz. Hablar, por tanto, de adhesiones, es restarle el entusiasmo y la pasión que su figura suscita entre sus seguidores. Además, teniendo en cuenta que levanta pasiones, no podemos olvidar que también, y con la misma intensidad, levanta rechazo, críticas, incluso odios. Su teoría de la performatividad, por ejemplo, provoca lo que Patricia Soley-Beltrán y Leticia Sabsay[2] llaman “butlerofilia” o “butlerofobia” y se habla del “giro performativo” como antaño se hablaba del giro copernicano kantiano: como un cambio radical en la perspectiva con que se tratan las cuestiones sobre el sexo y el género. Judith Butler es una filósofa cuya influencia abarca —hablamos por ello de interdisciplinariedad y multidisciplinariedad—, desde la teoría y el activismo feminista y queer, hasta los estudios de género, la teoría poscolonial, la sociología, los estudios culturales y visuales (arte y cine), el análisis literario, el derecho, el psicoanálisis, la filosofía política y la teología. Judith Butler es una pensadora y una activista, lo que significa que no se parapeta en su despacho universitario, sino que sale a la calle y grita contra el sistema, exige visibilidad para todas aquellas personas cuyas vidas están en situación precaria, y pide argumentaciones y no falacias. En definitiva, Butler defiende el derecho de las minorías a ser vistas, a ser lloradas, y a ejercer el derecho al pensamiento y a la libertad de obra y expresión, exigencias que a más de una han llevado al paredón, a la guillotina o a la cicuta.

Butler es, por tanto, figura señera y se ha convertido en un icono, una moda, una tendencia o todo a la vez. Su impacto en el feminismo a través de sus investigaciones, análisis, discursos y trabajos, han cambiado el curso del mismo, de tal forma que hoy en día hablamos, con palabras de Elvira Burgos,[3] de un “nuevo feminismo”. Judith Butler es innovadora, es diferente y su manera de reivindicar, de trabajar y de escribir sobre el género y el sexo contrasta con el de otras pensadoras y activistas del momento, sin olvidar la enorme atracción que ejerce sobre las minorías sexuales. Uno de los aspectos más llamativos de Butler es que es una pensadora viva, joven y en continuo proceso de devenir, si se me permite una expresión que a ella le gusta utilizar en su línea más nietzscheana. Y esto hace que su dimensión y su recepción, especialmente en España, resulte, a mi juicio, tan interesante. No investigamos sobre un legado para cuya interpretación solo podemos contar con textos, comentarios e interpretaciones de comentaristas de los que nos ayudamos para hacer nuestra propia interpretación y así hasta completar un círculo vicioso. Nuestra intención es aclarar nuestras dudas y, para ello, podemos echar mano de las propias reinterpretaciones de la autora. Como ella misma afirma, reformula y responde a interrogantes que plantea una y otra vez, atendiendo a las críticas y a otros puntos de vista que le valen para releerse a sí misma y corregir ideas o introducir variaciones que, con el paso del tiempo, han resultado equivocadas o demandan una nueva reformulación y lectura.

Desde El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad[4] (1990), sin duda su obra más emblemática, hasta la actualidad, con la publicación de su último libro en España, Cuerpos aliados y lucha política[5] (2017), han pasado muchos años y su figura ha crecido y se ha convertido en referencia obligada dentro de la teoría feminista. A la par que ha ido aumentando su influencia en los amplios círculos de la vida social y cultural, también se han incrementado las críticas y los rechazos. No podemos hablar de una obra unitaria, ni de una Judith Butler porque son muchas en una. En Literatura, mitos y estrellas,[6] entrevista que le hace Patricia Soley-Beltrán en 2009, Butler afirma que no se considera una postfeminista sino una feminista clásica porque los problemas de pobreza, analfabetismo, atención médica, entre otros, siguen existiendo en el mundo, por lo que la tarea básica del feminismo tradicional sigue hacia adelante. Como afirman Patricia Soley-Beltrán y Leticia Sabsay,[7] tanto para la teoría crítica internacional como para la teoría queer, Gender Trouble de Judith Butler, es un punto de referencia obligatorio, lo que no significa que no haya aspectos controvertidos de esta teoría dentro del feminismo, como sucede con la teoría de la performatividad del género,[8] la subversión crítica o la resignificación radical, por lo que llega a resultar una pensadora incómoda.

PATRICIA SOLEY-BELTRÁN

Reconocida activista, Butler lucha por los derechos de las minorías sexuales y étnicas. Rechaza las guerras, como las de Afganistán e Irak[9] y denuncia la política israelí en relación con la ocupación de Palestina, lo que le ha granjeado numerosos problemas y críticas, principalmente, en Estados Unidos y Alemania.[10] Sus tomas de posición en el campo del género y los ámbitos sexuales progresistas han sido de tal magnitud que han llegado a originar nuevas concepciones del feminismo, fundamentalmente debido a las polémicas y debates surgidos desde los movimientos LGBT y queer.

Pero acerquémonos un poco más al personaje.

¿Está el idealismo alemán ligado al triunfo del nazismo en Alemania? ¿Por qué expulsaron a Espinosa de la Sinagoga? Estas son algunas de las preguntas que Judith Butler, con catorce años, le hacía al rabino Daniel Silver durante sus clases particulares, después de haber sido expulsada del colegio al ser considerada una niña problemática y una delincuente en potencia, como se lo hizo saber la directora del centro a su madre. Judith Butler, nacida en Cleveland, Ohio, en 1956 y de una familia judía comprometida social y políticamente y muy ligada a la industria del cine, cuenta en el documental de Paule Zadjermann,[11] Judith Butler. Filósofa en todo Género, cómo desde pequeña, en la escuela, utilizaba ciertas estrategias para lograr sus fines y cómo su familia se conformaba a algunas normas de género transmitidas por las películas de Hollywood en su afán de asimilarse a la sociedad norteamericana, de tal manera que su madre se transformaba en Joan Crawford y su abuelo en una mezcla de Clark Gable y Omar Shariff. Esto hizo que creciera con el intento de comprender la noción de género y las formas tan hollywoodienses que resultaban de ello, por lo que piensa que tal vez ahí se encuentre el germen que luego dio lugar a El género en disputa.

Así presentan a la filósofa en Arte France:

“Retrato vivo e instructivo de la filósofa americana Judith Butler, inspiración del movimiento queer y singular feminista, que hizo estallar las categorías de sexo y género. Pequeña, muchacho, graciosa, con paso decidido pero tímida, Judith Butler se presta al juego del retrato con generosidad, pero sin dejarse definir… ella, que removió las ideas recibidas sobre el género y el sexo con su ensayo El género en disputa publicado en Estados Unidos en 1990 —traducido al francés hace apenas un año—, narra y precisa sus pensamientos. Habla del shock provocado por el descubrimiento de su homosexualidad — ‘una palabra que parecía médica’, menos horrorosa, sin embargo, según ella, que ‘lesbiana’, término que parecía condenarla—, donde descubre su trayecto de chica indisciplinada, criada en una familia judía americana de Cleveland. ‘Quizás la teoría de Deshacer el Género se deriva de mi esfuerzo por comprender cómo mi familia encarnaba las normas hollywoodienses o no las encarnaba’. Partidaria de un derecho tolerante y de una ética no represiva, su filosofía, no construye un sistema, está más allá de los estudios sobre el género. Además de sus compromisos a favor del matrimonio gay y a favor de la homoparentalidad, abiertamente critica el gobierno Bush, llama a hacer un duelo público por las víctimas del SIDA.”[12]

La información a la que podemos acceder en internet sobre Judith Butler es bastante abundante, porque sobre ella se ha escrito y se sigue escribiendo muchísimo. Su escritura en forma autobiográfica la convierte en una persona real y cercana que vive y escribe sobre su experiencia, y eso quizá explique, en parte, su éxito tanto dentro como fuera de los círculos estrictamente académicos. No obstante, el documental nos ha servido para escucharla hablar sin intermediarios, sin papeles, y atender al lenguaje de los gestos, de la mirada, de los silencios. Es ella quien habla de sí misma, de su infancia como niña difícil, del descubrimiento de su homosexualidad y la repulsión que le provocaba el término por estar asociado a la medicina, de lo que supuso también descubrir la palabralesbiana” aplicada a sí misma, del miedo que le daba sentirse condenada a la estigmatización social, a ser excluida. Como ella misma afirma: “[…] llevo una pasión que lleva ese nombre” (Zadjermann, 2006); hasta se peleó con ese término para mantener sus relaciones vivas porque “lesbiana” parecía querer condenarla. Judith tiene entonces 14 años, había oído hablar de Safo, pero no conocía a ninguna lesbiana, ningún movimiento ni ninguna comunidad lesbiana.

Judith Butler que se muestra en el documental de 2006, habla por sí misma de sí misma. Su discurso llega porque es directo, claro, sencillo y franco. Su testimonio es auténtico, no hay intermediarios, no hay intérpretes; habla de su infancia, de su familia, de sus miedos, de lo que piensa acerca de su propia teoría, pregunta constantemente y no siempre da respuestas. Éstas quedan ahí para ser contestadas, pero una impresión de continuo reproche flota en el ambiente, ya que no responde a las preguntas que formula. El azar, la casualidad, llevan a Butler de mano de una amiga al contexto universitario desde el activismo político. Tiene entonces 34 años y le han pedido que participe en una conferencia feminista. A partir de Beauvoir y de su famosa frase “no se nace mujer, se llega a serlo”, Butler escribe algo sobre la pregunta acerca del devenir, sobre si se terminaba siendo mujer o si el hecho de ser mujer era eternamente un devenir y si la pregunta podría aplicarse en sentido general: “¿no se nace hombre, se llega a serlo?” Ahí se encuentra, según ella, el germen de su futura tesis que después se convertirá en el argumento central de El género en disputa: la noción del devenir podía dispersarse en todas las direcciones.

¿Quién soy? se pregunta Butler. Lesbiana, mujer, judía, queer, filósofa; sí, pero no de manera convencional, puntualiza. ¿Por qué limitarnos a una definición, a un concepto que nos impone fronteras ontológicas? Los ecos de la filosofía griega se dejan oír de nuevo a través de Anaximandro,[13] a quien no nombra, pero cuyo ápeiron se intuye en su discurso. La noción de sujeto, por otra parte, tan controvertida y que tanta polémica ha suscitado en el debate feminista, adquiere aquí sentido porque constriñe el libre juego de las identidades que no tienen que ser una, sino que se afrontan como múltiples.

La Butler de la que hablo y a la que me acerco a través de entrevistas, fuentes impresas de distinta índole, libros y documentales diversos, muestra su vulnerabilidad y habla sin ambages. No es impermeable a las críticas que se ceban con ella, especialmente después de haber recibido el premio Adorno.[14] Butler habla de la ambigüedad del género y esa ambigüedad se refleja en su físico, vestida de negro, cabello cortado a lo garçon, andares masculinos que contrastan con un estereotipo convertido al cabo del tiempo, según ella misma señala, en una segunda naturaleza. Aquí hay que mencionar su manera pausada y tranquila de hablar, una sonrisa perenne en el rostro, expresión lúcida, humilde y cercana de una persona de enorme talla intelectual y moral. Un ejemplo, no ya de su vulnerabilidad sino de su sensibilidad, es cómo le afecta la crítica que le espeta, por ejemplo, Barbara Duden cuando —después de que recibiera el premio Adorno—, afirmara de ella que descarna y desplaza a las mujeres, y que escribía como “una mujer sin bajo vientre”[15], haciendo de ella, en palabras de la propia Butler, un monstruo. Le molesta que saquen a relucir su apariencia física y también que se espere de ella que sea una personificación de su teoría. Según Butler, mucha gente piensa que debería tener un lugar asociado al género, pero no es así porque nunca encontró ese lugar y recuerda que seguramente no lo encontrará ya que no encaja en las categorías preestablecidas.

En su obra Deshacer el género (2004) plantea una pregunta diferente a la que formula en El género en disputa: cómo las normas constitutivas del género pueden hacernos o deshacernos. En nuestras relaciones con los demás, nos hacemos al tiempo que nos deshacemos porque la idea que una persona tiene de sí misma se pone en tela de juicio a lo largo de las relaciones. Sujeto significa, para Butler, abrirse a un futuro desconocido, porque la otra o el otro nos desafía y ante tal desafío hay que asomarse al propio devenir:

“Los ensayos aquí incluidos representan algunas de mis obras más recientes sobre género y sexualidad; todos los ensayos están centrados en la cuestión de qué puede llegar a significar deshacer los restrictivos conceptos normativos de la vida sexual y del género. Sin embargo, de igual forma, estos ensayos tratan de la experiencia de ser deshecho, de formas buenas y malas. En algunas ocasiones, una concepción normativa del género puede deshacer a la propia persona al socavar su capacidad de continuar habitando una vida llevadera. En otras ocasiones, la experiencia de deshacer una restricción normativa puede desmontar una concepción previa sobre el propio ser con el único fin de inaugurar una concepción relativamente nueva que tiene como objetivo lograr un mejor grado de habitabilidad”.[16]

Afirma Butler que tiene la impresión de plantear siempre las mismas preguntas, replantearlas, pero desde diferentes posiciones y perspectivas. No se considera una autora sistemática y no intenta reconciliar sus obras ni los diferentes sujetos de las mismas entre sí. Escribe sobre sexo, género, Israel, la guerra de Irak, Kafka, Espinosa, la melancolía, el duelo, la precariedad, el SIDA, y considera que su trabajo es un proceso que, como todos, implica estar en constante cambio. Por tanto, no consiste en un proyecto cerrado, sino abierto a las posibilidades que otros planos, otros puntos de vista, pueden aportar en una visión lejos de dogmatismos y arbitrariedades.

Lo que Judith Butler refleja y defiende, a mi juicio, por encima de cualquier cosa, es la libertad que todo ser humano tiene, o debería tener, para vivir su vida sin imperativos de ninguna clase, sin ser interrogado, ni justificar sus preferencias ni dar cuenta de ellas. Afirma la sexualidad libre, sin constricciones, sin encasillamientos, sin juicios morales, sin injerencias estatales ni sociales. Defiende la construcción de las subjetividades sin coacciones, amenazas, determinaciones externas y convencionales. El Género en disputa o Cuerpos que importan[17] reflejan las preocupaciones e intereses de gays, lesbianas y transexuales, que también forman parte de la sociedad y parecen no existir más que en los márgenes de los discursos, en los afluentes de las corrientes principales que los excluyen y categorizan como lo abyecto, lo “otro” del universal que es el Hombre y la Mujer con mayúsculas.

Una parte del éxito de Butler se debe, a pesar de las críticas a su lenguaje, a que sabe plantear preguntas e intentar responderlas teniendo en cuenta el amplio espectro que conforma la realidad. Por tanto, no ha de extrañarnos su éxito tanto dentro como fuera de los círculos académicos, primero en Estados Unidos, después en Europa, especialmente en España y Alemania. Con este panorama intelectual y de compromiso ético y político, no nos puede extrañar que Judith Butler despierte tantas reacciones contrapuestas. No es una pensadora convencional, ya lo hemos apuntado en páginas anteriores, y nada de lo que dice deja indiferente a nadie, porque la fuerza de sus argumentos y el carisma de su persona, unidos a su coherencia a la hora de enlazar lo que hace con lo que dice y piensa, la convierten en una de las pensadores más controvertidas, interesantes y lúcidas del siglo XXI.

 

Bibliografía

  1. Burgos, Elvira, “Lecturas de Butler desde la filosofía feminista española”, en Riff Raff, No. 021, 2003.
  2. Butler, Judith, El género en disputa y la subversión de la identidad, Paidós, Barcelona, 2007.
  3. _____, Deshacer el género, Paidós, Barcelona, 2006.
  4. _____, Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo, Paidós, Buenos Aires, 2002.
  5. Castellanos, Belén, “Louis Althusser y Judith Butler: Génesis y actualidad del Postestructuralismo” en Nómadas. Revista de Ciencias Sociales y Jurídicas, No. 24, 2009.
  6. Córdoba, David, et al., “A propósito de las vidas precarias. Entrevista a Judith Butler” en La Torre del Virrey: revista de estudios culturales, No. 10, 2011.
  7. Oñate y Zubia, Teresa, El nacimiento de la filosofía en Grecia. Viaje al inicio de Occidente, Dykinson, Madrid, 2004.
  8. “Performatividad II (según Derrida y Judith Butler)” (http://granerbcn.cat/glosarihto-06-performatividad-ii-segun-jacques-derrida-y-judith-butler/) consultado el 2/09/2017.
  9. Soley-Beltrán, Patricia, et al., Judith Butler en disputa. Lecturas sobre la performatividad, Egales, Barcelona-Madrid, 2012. Formato e-book.
  10. Soley-Beltrán, Patricia, “Entrevista a Judith Butler Literatura, mitos y estrellas en Minerva, No. 13, Madrid, 2010, (http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo) consultado el 7/08/2017.
  11. Zadjermann, Paule, “Judith Butler en todo género”, Arte France, 2006. (http://judithbutlerenespanol.blogspot.com.es/2013/02/documental-judith-butler-filosofa-en.html) consultado el 1/08/2017.

 

Notas

[1] El postestructuralismo designa a una corriente filosófica que se origina en los años setenta y cuya definición es compleja debido a que abarca gran cantidad de pensadores heterogéneos. No rechaza el concepto de “estructura”, pero cambiará las estructuras cerradas por estructuras abiertas. De este modo, podemos definirlo como “una corriente de pensamiento que se desarrolla en, desde y sobre la postmodernidad, tomando el distanciamiento estructuralista respecto de la Dialéctica, para leer al marxismo y al psicoanálisis de un modo diferente a como se había hecho hasta el momento, para tomar a un Marx y a un Freud que, lejos de sus coqueteos con la filosofía hegeliana, contribuyeron con la tarea de ruptura respecto de la misma, no tanto mediante la oposición, como mostrando el modo de salirse de ella por lo tangente, planteando los problemas de otra forma”. Butler, en “El Marxismo y lo meramente cultural” establece una relación entre el marxismo y los movimientos sociales, recogiendo una problemática que Althusser inicia con su lectura crítica del marxismo cuando establece los parámetros que permiten comprender la relación del postestructuralista con el marxismo “tanto en términos de deuda como en términos de reformulación y problematización”. Esto le permite a Butler “deconstruir el marxismo reduccionista, a partir del desarrollo teórico operado en el seno del feminismo, del movimiento de liberación sexual y de otras líneas de combate […] y por otro, deconstruir la política identitaria con la que se habían guiado estos grupos”. Al igual que Althusser, critica la dicotomía económico/político, negando la diferenciación entre vida material y cultural y su distinción en el campo de lo real: “lo que en un momento dado aparece bajo revestimiento cultural, como pueden ser los roles de género, puede haber tenido una génesis económica, e, incluso, puede seguir formando parte, aunque camufladamente, de los modos de producción, y lo que ahora se nos aparece como elemento básicamente material, como puede ser el sistema de abastecimiento eléctrico, puede obedecer a esquemas científicos y tecnológicos, concebidos y estructurados a partir de ciertas representaciones culturales”. Butler afirma que distinguir entre lo material y lo cultural es anacrónico y desalentador para los movimientos sociales potencialmente revolucionarios. Castellanos, “Louis Althusser y Judith Butler: Génesis y actualidad del Postestructuralismo”, ed. cit., pp. 176-185.
[2] Soley-Beltrán et al., Judith Butler en disputa. Lecturas sobre la performatividad, ed. cit., posición 43.
[3] Burgos, “Lecturas de Butler desde la filosofía feminista española”, ed. cit, pp. 85-98.
[4] Texto indispensable para el movimiento feminista en el que la misma autora confesaba en el prefacio a la 2ª edición, en 1999, que nunca había imaginado que iba a tener tantos lectores ni que fuera a convertirse en una obra provocadora para la teoría feminista y uno de los textos fundadores de la teoría queer: “Mientras lo escribía comprendí que yo misma mantenía una relación de combate y antagonista a ciertas formas de feminismo, aunque también comprendí que el texto pertenecía al propio feminismo. Escribía entonces en la tradición de la crítica inherente, cuyo objetivo es revisar de forma crítica el vocabulario básico del movimiento de pensamiento en el que se inscribe. Había y todavía hay una justificación para esta forma de crítica y para diferenciar entre la autocrítica, que promete una vida más democrática e integradora para el movimiento, y la crítica, que tiene como objetivo socavarlo completamente. Es evidente que siempre se puede malinterpretar tanto la primera como la segunda, pero espero que esto no ocurra en el caso de El género en disputa”. Butler, El género en disputa y la subversión de la identidad, p. 7.
[5] Paidós, 2017.
[6] Soley-Beltrán, “Entrevista a Judith Butler: Literatura, mitos y estrellas”.
[7] Soley-Beltrán et al., op. cit., posición 3.
[8] La performatividad, a grandes rasgos, se refiere a la capacidad de tienen algunas expresiones de convertirse en acciones y transformar la realidad o el entorno. En 1955, John L. Austin, dicta una conferencia que llevaba por título ¿Cómo hacer cosas con las palabras? En la que habla de un tipo de expresiones también llamadas “realizativas” que más que describir una situación, parecen constituir, en sí mismas, una acción. Así, verbos como “jurar”, “declarar”, “bautizar”, etc., producen oraciones que constituyen más bien una acción, por ejemplo, en una boda, cuando un sacerdote o un juez dicen “yo os declaro marido y mujer”. Judith Butler, en Performatividad, precariedad y políticas sexuales sostiene que antes de actuar, las normas ya están actuando sobre nosotras sin a veces saberlo. La performatividad no se refiere sólo a actos específicos del discurso sino también a la reproducción de normas vinculada siempre “a una negociación con las formas de poder que condicionan aquellos cuyas vidas serían agradables de vivir y a aquellas cuyas vidas lo serán menos, sino complemente insoportables”. (http://granerbcn.cat/glosario-06-performatividad-ii-segun-jacques-derrida-y-judith-butler/) consultado el 2/09/2017.
[9] Córdoba et al., “A propósito de las vidas precarias. Entrevista a Judith Butler”, ed. cit., pp. 69-72.
[10] Zadjermann, “Judith Butler en todo género”, ed. cit., (http://judithbutlerenespanol.blogspot.com.es/2013/02/documental-judith-butler-filosofa-en.html), consultado el 1/08/2017.
[11] Ibidem.
[12] Ibidem.
[13] “Anaximandro: ápeiron, lo indeterminado, lo indefinido, lo ilimitado porque según él, definir el arjé, el principio originario de todo lo que existe, era imponerle límites, lo que se contradecía con un principio que debía ser inabarcable, infinito, ilimitado.” Oñate y Zubia, El nacimiento de la filosofía en Grecia. Viaje al inicio de Occidente, ed. cit., p. 45.
[14] Premio Adorno: reconoce la excelencia en las disciplinas de filosofía, música, teatro y cine y es otorgado cada tres años por la ciudad de Frankfurt en Alemania. Judith Butler lo recibió en el año 2012 y la polémica se suscitó a causa de su supuesto apoyo a Hamas, Hezbollah y al movimiento Boicoteo, Desinversión y Sanciones (DSB) contra el Estado Israelí, por lo que los grupos sionistas norteamericanos y alemanes organizaron una fuerte campaña en contra de la entrega del premio a Judith Butler. (http://judithbutlerespanol.blogspot.com/2012/08/premio-adorno-2012-i-y-la-polemica.html) consultado el 13/08/2017.
[15] Zadjermann, op. cit.
[16] Butler, Deshacer el género, ed. cit., p. 13.
[17] “El cuerpo postulado como anterior al signo es siempre postulado o significado como previo. Esta significación produce, como un efecto de su propio procedimiento, el cuerpo mismo que, sin embargo y simultáneamente, la significación afirma descubrir como aquello que precede a la propia acción. Si el cuerpo significado como anterior a la significación es un efecto de la significación, el carácter mimético y representacional atribuido al lenguaje –atribución que sostiene que los signos siguen a los cuerpos como sus reflejos necesarios– no es en modo alguno mimético. Por el contrario, es productivo, constitutivo y hasta podríamos decir, performativo, por cuanto este acto significante delimita y circunscribe el cuerpo del que luego afirma que es anterior a toda significación”. Butler, Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo, ed. cit., p. 57.

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