Resumen
El mayo del 68 sembró el espíritu de lucha de las gentes del siglo XX y XXI como resistencia continua contra las represiones estatales antes los cambios político-sociales y económicos demandados por las gentes. 50 años después, el espíritu del mayo francés sigue tan vivo como siempre porque la lucha de la libertad es el espíritu de nuestro tiempo. El siguiente artículo resume y escoge los momentos más importantes del mayo del 68 y desvela cómo su espíritu revolucionario sigue vivo en otras revoluciones actuales como el 15M español o el Octubre Catalán.
Palabras clave: Mayo 68, libertad, revolución, 15M, 1 Octubre.
Abstract
The May of 68 sowed the fighting spirit of the people of the XX and XXI centuries as a continuous resistance against the state repressions before the politico-social and economic changes demanded by the people. 50 years later, the spirit of French May is as alive as ever because the struggle for freedom is the spirit of our time. The following article summarizes and chooses the most important moments of May 68 and reveals how his revolutionary spirit is still alive in other current revolutions such as the Spanish 15M or the Catalan October.
Keywords: May 68, freedom, revolution, 15M, October 1st.
Han pasado 50 años de la revolución del Mayo del 68, pero su espíritu todavía sigue latente allá donde las estructuras del estado moderno son vigentes. ‘Sed realistas, exigid lo imposible’, ‘Rompamos los viejos engranajes’ o ‘No le pongas parches, la estructura está podrida’ son algunos de los muchos lemas a través de los cuales se descubre cómo el Mayo del 68 fue una revolución contra el establishment del poder económico y estatal. El horizonte era establecer un nuevo origen para una nueva sociedad futura, un espíritu que se ha manifestado reiteradas veces en el mundo occidental, desde la Primavera de Praga o la plaza de Euromaidán en Ucrania, hasta el Occupy Wall Street en Nueva York, pasando por el 15M español o el Octubre catalán. Tras la experiencia de los años, los resultados del espíritu del mayo del 68 han demostrado que, lejos de completar los horizontes finales de la revolución, sus resultados reales fueron la defensa de la libertad y los derechos inalienables del ser humano.
Debido a que la revolución es la capacidad humana para hacer algo de nuevo de manera conjunta, escribía Hannah Arendt que “[…] las revoluciones son los únicos acontecimientos políticos que nos ponen directa e inevitablemente en contacto con el problema del origen”.[1] Es en este tipo de acontecimientos en los que emerge la libertad y la pugna por ella, una pugna compartida de forma gozosa y querida por aquellos que conforman el espacio revolucionario que da lugar a repensar el significado de libertad, concepto del que ya está todo dicho, pero siempre queda todo por decir. Es en estos acontecimientos revolucionarios en los que se tiene la claridad de que se está abriendo la posibilidad de la gestación de un mundo nuevo, siendo la misma revolución un nuevo gestar que modifica también a los agentes opuestos a la revolución. De este modo, podemos hablar de espíritu del mayo del 68 en aquellos acontecimientos que, teniendo como horizonte la revolución, pusieron en jaque las relaciones de poder del establishment al que se enfrenaban. En este artículo nos centraremos en dos acontecimientos recientes que han puesto en entredicho el ejercicio de la soberanía del estado moderno: el 15M español y el Octubre catalán.
El mayo fundacional
Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa vivió una época de crecimiento económico jamás conocida en épocas anteriores, permitiendo el desarrollo de la nueva ‘clase media’. Desde finales de los años 40 hasta finales de los años 60, Europa, y más concretamente Francia, experimentaron una reconstrucción que benefició ampliamente a las clases populares, generando la nueva clase media, también conocida como la sociedad de consumo, gracias a las ayudas económicas y políticas de los Estados Unidos. Sin embargo, en 1967 empezaban a manifestarse los primeros síntomas del estallido de la burbuja económica en la que había vivido Francia durante casi dos décadas, cuando el número de desempleados empezó a aumentar de forma notoria, llegando a alcanzar el medio millón de desempleados en enero de 1968. La juventud y los trabajadores se vieron particularmente afectados, pues entre la crisis industrial que amenazaba a cada vez más a más sectores y la larga huelga de mineros de 1963, en 1968 dos millones de trabajadores cobraban apenas el SMIG (Salaire Minimum Interprofessionnel Garanti), quedando excluidos del progreso económico que les precedía.
El 8 de enero de 1968, el ministro de Juventud y Deporte francés, François Missoffe, acudió a la inauguración de una piscina en la Universidad de Nanterre en la que fue recibido con un sonoro abucheo por parte de los estudiantes a causa de su Libro Blanco, texto acerca del estado de la juventud estudiantil que, sin embargo, no trataba el problema de segregación sexual entre los jóvenes. Dos meses después, el 22 de marzo de 1968, un grupo de estudiantes se encerró en la Universidad de Nanterre en protesta por las normativas internas del centro, especialmente a causa de la segregación sexual, desocupando las instalaciones tras algunas negociaciones y la aparición de la policía. A partir del 22 de marzo, el número de estudiantes en huelga aumentó exponencialmente, y si bien la queja empezó por motivos de segregación sexual, ésta sólo sería la punta del iceberg de un problema mayor: la lejanía moral que existía entre el gobierno y las estructuras del estado francés frente a una nueva generación. Sus reivindicaciones, por lo tanto, no se detuvieron en una denuncia sobre la segregación sexual, sino que se extendieron cada vez más hacia la oposición del sistema capitalista como responsable de las estructuras estatales y sociales, acusando de responsable a las estructuras de poder del estado francés y, por extensión, occidentales. Ante dicha huelga, el rector de la Sorbona abrió las puertas de la universidad para que entraran las fuerzas policiales, siendo este el motivo por el cual tuvo lugar el choque violento entre los estudiantes y la policía, prendiendo finalmente la mecha de la opinión e indignación francesa.
Los enfrentamientos entre policía y estudiantes se extendieron en el tiempo, pero también en el espacio, y el 10 de mayo de 1968 los enfrentamientos llegaron al barrio Latino de París, fecha conocida como ‘La Noche de las Barricadas’. Al ver lo sucedido, los trabajadores franceses, inconformes con la vida capitalista del ‘trabajar y dormir’, vieron una oportunidad para entrar en huelga y el 13 de mayo se convocó una huelga general, seguida por 9 millones de trabajadores en toda Francia, mientras los estudiantes tomaron la Sorbona. Al día siguiente, los trabajadores de Sud Aviation, en Nantes, y los de Renault, en Cleon, Flins, Le Mans y Boulonge Billancourt, ocuparon sus fábricas. A estas huelgas se sumaron otros trabajadores del país, llegando a casi paralizar el país, pero, sobre todo, a cuestionarse la autoridad del Estado, generando un auténtico vacío de poder. Ante esta situación, el gobierno de De Gaulle decidió abrir negociaciones con los representantes de los obreros en huelga el 27 de mayo, pero los acuerdos de incrementar el 35% del salario mínimo industrial y el 12% de media para todos los trabajadores fue rechazado por la mayoría de los trabajadores en huelga.
Durante el mes de junio se vertió sangre en las manifestaciones de los trabajadores a causa de las cargas policiales y el 10 de junio moría un estudiante a causa de los enfrentamientos, hecho que llevó al gobierno de De Gaulle a decretar la disolución e ilegalización de los grupos de extrema izquierda y la prohibición de las manifestaciones callejeras durante dieciocho meses. La situación se hacía insostenible y el 23 y 30 de junio se acabaron celebrando elecciones, obligando al gobierno de De Gaulle a reconocer la necesidad de emprender reformas políticas. Así, en abril de 1969 el presidente de la república francesa planteó un referéndum sobre el proyecto de regionalización y de reforma del Senado en forma de plebiscito sobre su gestión y anunció que, de no salir adelante, dimitiría. El “no” se impuso y De Gaulle dimitió.
Aunque el mayo francés pusiera fin a la generación de líderes políticos que habían dirigido Europa Occidental desde el final de la II Guerra Mundial, no acabó siendo una revolución en el sentido tradicional, como la revolución francesa o la rusa. Sin embargo, ante la represión llevada a cabo por el gobierno de De Gaulle y las estructuras de poder del estado francés, se libró una ardua lucha por la defensa de los derechos inalienables del ser humano, como la libertad de expresión, el derecho a un trabajo digno o la libertad, entre otros. Esta lucha sembró las bases fundacionales de un espíritu revolucionario en protesta contra la represión por parte de los estados y el dominio de las instituciones conservadoras que se extendió por toda Europa, Estados Unidos, América Latina, Oceanía y partes de África y Asia. También fue muy a menudo una protesta en contra de la guerra de Vietnam e inició una nueva oleada de conflictos laborales y sociales en Francia, pero también en otras partes del mundo. Así, el mayo francés fue un acontecimiento fundacional de las revoluciones que le siguieron, pues fue y sigue siendo una revolución que, abriendo un espacio de pensamiento nuevo a nivel social y estatal al poner en entredicho las estructuras de poder de los estados, acabó realizando modificaciones estructurales sustanciales.
15M y el repensar de la gestión socioeconómica
A pesar de que el Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo estaba inspirado en las teorías keynesianas de intervencionismo, el Partido Obrero Socialista Español (PSOE) tomó medidas neoliberales que hicieron de la indignación una manifestación en las calles. Tras estas reformas, los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) convocaron una huelga general el 29 de setiembre de 2010, pero acabaron aceptando la reforma laboral y firmaron poco después la reforma de las pensiones. El pesimismo y la idea de inevitabilidad de los recortes se hacía cada vez más fuerte entre la población española, a la vez que crecía el descontento y la indignación como una fuerza en sentido contrapuesto, cuya necesidad gritaba detener las reformas neoliberales. Gran parte de la representatividad de esta indignación era nula, ya que el PSOE convirtió lo que en principio eran medidas keynesianas en una reforma neoliberal, del mismo modo que los grandes sindicatos no mantuvieron el pulso contra las reformas, motivo por el cual las nuevas luchas sociales aparecidas tras los recortes se desligaban de las organizaciones de izquierda tradicionales.
Así, la convocatoria de la sanidad catalana en contra de los recortes del 14 de abril de 2011 consiguió reunir a más de 10.000 personas en la Plaça Sant Jaume de Barcelona, mientras que la movilización del 14 de mayo de 2011 en contra de los recortes en sanidad y educación en Barcelona, convocada esta vez por grandes sindicatos como CCOO y UGT pero encabezada por Metges de Catalunya, reunió a más de 100.000 personas. Esta manifestación daba lugar a otra para el 15 de mayo, esta vez convocada por el colectivo ¡Democracia Real Ya! y Juventud sin futuro a través de las redes sociales, manifestación que fue especialmente concurrida en ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga, Alicante y Valencia bajo el lema No somos mercancía de políticos ni de banqueros, recogiendo el descontento de la ciudadanía ante las medidas gubernamentales frente a la crisis económica. Tras la manifestación del 15 de mayo en la Puerta del Sol de Madrid, entre 150 y 250 personas extendieron la convocatoria al realizar una acampada de la noche del domingo al lunes, iniciando nuevas acampadas en Plaça Catalunya de Barcelona que reunieron a unas 150 personas, así como en otras ciudades como Málaga, Valencia, Granada, Sevilla, Bilbao y Zaragoza. Al día siguiente, alrededor de 4,000 personas que acamparon en la Puerta del Sol volvieron a manifestarse, así como en diversas ciudades, dando comienzo a una segunda acampada.
El 15M agotó la idea de la imposibilidad del cambio social y político, iniciando toda una reflexión sobre la actualidad del sistema político-social y económico español. De este modo, el acontecimiento del 15M se presentaba como una revolución inexplicable que ponía en sospecha las estructuras del poder político español a partir de la unidad de los revolucionarios, también conocidos como indignados. Esta unión era la representación de una alteridad no reducida a una homogeneidad que quería hablar y hacerse visible, creando un contra-discurso ante el discurso hegemónico de la racionalidad gubernamental. Así, si algo parecía aunar la heterogeneidad propia del movimiento 15M fue la constatación de que la crisis económica occidental estaba redefiniendo el contrato político bajo la permanente excepcionalidad económica en la que los gobernantes invocaron las necesidades de los mercados para justificar los recortes sociales y restricción de derechos civiles: se cedía a las presiones de los mercados, siendo los intereses bursátiles de los mismos los reguladores y correctores de las políticas estatales, en vez de la soberanía popular.
El 15M fue, por lo tanto, un acontecimiento revolucionario que hizo despertar a gran parte de la sociedad española del sueño dogmático económico en el que estaba inmersa, permitiendo la creación de un lugar nuevo de reflexión que puso en tela de juicio la racionalidad gubernamental, tanto en la esfera intelectual como cotidiana, iniciando una revalorización de los conceptos de ciudadanía, democracia, justicia, etc. La inevitabilidad y transversalidad de los recortes se politizaban y el discurso hegemónico hacía los casos individuales —excepciones singularizadas—, como fueran los desahucios o los recortes energéticos, se convertían en comunes en el ágora de Sol y Catalunya. El 15M inició nuevos espacios de interpretación sobre el paradigma político-social del siglo XXI que permitió superar la “[…] insuperable contradicción entre capitalismo y democracia”.[2]
A pesar de todo, y del mismo modo que el mayo francés, el 15M fue incapaz de cambiar todo un paradigma político-social, aunque el gobierno de Zapatero convocara elecciones anticipadas para noviembre de 2011 y las perdiera. No obstante, si bien el 15M no paralizó económicamente el país, sí que lo hizo moral y emocionalmente, pues tal acontecimiento no dejó indiferente a nadie, y permitió abrir una puerta que para muchos parecía cerrada al hacer visible que, mientras se acentuaba la crisis de la economía productiva y de servicios, se entró en lo que comúnmente se conoce como la ‘crisis de la deuda soberana’ basada en una especulación. Así, el 15M hizo visible el hecho que “[…] creando dinero, en realidad crea débito, para después forzar a la gente a tener que pagar, como un ‘pecado’ que debiera ser expiado”,[3] desvelando el intento por parte del gobierno español, y por ende de los estados europeos, de salvar el sistema económico nacionalizando la deuda privada: ajustes, recortes, reformas laborales y de pensiones convirtieron la resignación en indignación. La crisis económica hizo emerger la crisis del sistema político, haciendo posible pensar que “[…] cuando los que están arriba no quieren o son incapaces de realizar los cambios necesarios, entonces si no hay evolución, es inevitable la lucha, la revolución”.[4]
El Octubre catalán y la represión estatal
El 15M no ha sido el único acontecimiento revolucionario del Estado español: el proceso de independencia catalán ha sido, y sigue siendo, una revolución de mayor envergadura que ha logrado sacar a la luz la represión que no se llegó a emplear del todo durante el 15M, a excepción de la acampada de Plaça Catalunya en Barcelona, donde los acampados del 15M fueron desalojados mediante represión policial. Nos referimos a los acontecimientos que tuvieron lugar durante el mes de octubre de 2017 en Catalunya, especialmente el 1 de Octubre, día en el que la población catalana realizó un referéndum de autodeterminación organizado desde la base social y con el respaldo de las instituciones catalanas, pero con la persecución y represión del aparato del Estado español: gobierno, jueces, cuerpos de la policía e incluso ciudadanía iniciaron una pugna para impedir que la población catalana realizara el referéndum, aunque todas sus actuaciones fueron en vano. Sin embargo, para llegar a esta situación, se recorrieron más de 11 años de pugna que trataremos de resumir.
Una amplia parte de la población catalana empezó un proceso de independencia después de que el Tribunal Constitucional del Estado español no reconociera a Catalunya como ‘nación’ en el nuevo Estatut de Catalunya, aprobado por los catalanes el 18 de junio del 2006 con un apoyo del 74% de los votantes. A partir de entonces, la Plataforma pel dret a decidir inició una campaña de recogida de firmas con el objetivo de reclamar al Parlamento español la potestad de convocar un referéndum sobre la independencia de Catalunya, seguida de una manifestación el 1 de diciembre de 2007. Desde entonces, las diadas del 11 de setiembre, fiesta nacional de Catalunya, derivarían en manifestaciones multitudinarias cada vez mayores, reclamando independencia. Tras años de demandas, el 9 de noviembre de 2014 se celebró una consulta, sin consentimiento del Estado español, sobre la independencia de Catalunya en la que el sí obtuvo el 88% de los votos, pero que no sirvió como referéndum. Más tarde, el 14 de enero de 2015 el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, convocó elecciones anticipadas para el Parlament de Catalunya con el objetivo de que fueran plebiscitarias, pero las fuerzas independentistas obtuvieron el 47.8% de los votos frente al 39.11% de los contrarios a la independencia, imposibilitando una declaración unilateral de independencia. Desde entonces, se inició un proceso político-social que culminaría con la celebración de un referéndum de autodeterminación en octubre de 2017.
A pesar de las demandas, el Estado español nunca cedió a Catalunya el derecho de celebrar un referéndum, derecho recogido en la Constitución española, y por ello emprendió la vía jurídica, haciendo intervenir al Tribunal Constitucional. Por su lado, el gobierno de Catalunya junto con los parlamentarios independentistas, que sumaban mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya, se vio constantemente presionado por gran parte de la sociedad civil y de entidades catalanas para llevar a cabo un referéndum de autodeterminación, y en enero de 2017 el gobierno catalán, dirigido por el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, hizo pública la celebración del referéndum en el Parlamento Europeo. El Tribunal Constitucional español anuló la resolución del referéndum y durante el mes de julio de 2017 la Guardia Civil española interrogó a diferentes impulsores de dicho referéndum.
La tensión institucional crecía constantemente y el 20 de setiembre de 2017 la Guardia Civil comenzó una macrooperación policial en Catalunya para detener la celebración del referéndum: los agentes de la Guardia Civil entraron en la Conselleria d’Economia, la de Afers Exteriors, Governació y también en la de Afers Socials de la Generalitat, deteniendo a 14 personas, altos cargos del gobierno y trabajadores de la Generalitat. El mismo día, y sin orden judicial, la Guardia Civil intentó entrar en la sede de la CUP, partido independentista de izquierda, pero ante la cantidad de gente congregada delante de la sede para defenderla, acabaron desistiendo. Por la noche, tras acabar el registro en la Conselleria d’Economia, la Guardia Civil intentó salir de ella, pero nuevamente se encontró con miles de manifestantes en rechazo a las acciones gubernamentales y policiales. Pese a las miles de personas, la Guardia Civil pudo salir sin ningún tipo de incidente gracias a que los secretarios de las dos entidades independentistas de mayor importancia —Jordi Sànchez, de la ANC, y Jordi Cuixart, de Òmnium Cultural— dispersaron la manifestación subidos en un coche de la Guardia Civil para que fueran vistos por la gente, como también lo hicieron periodistas anteriormente. Ambos fueron y siguen encarcelados debido a este acto.
Pese a que las estructuras de poder de la Generalitat de Catalunya se vieron intervenidas, el referéndum del 1 de octubre se acabó realizando gracias a la organización civil. Ésta hizo posible la organización de las escuelas y la validación de las votaciones, tanto electrónica como manualmente, siendo las escuelas de votación custodiadas desde la madrugada por grandes cantidades de ciudadanos, ya que el gobierno español envió alrededor de 20,000 efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional para intervenir las urnas. A pesar de que los efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional entraron violentamente en algunas escuelas de votación causando un millar de heridos, la mayoría pudo realizar las votaciones, contabilizando la participación del referéndum en un 43% de la población, de los cuales el 90% eran favorables a la independencia.
La actuación represiva policial fue denunciada por la ciudadanía el 3 de octubre mediante una huelga general con cortes de carretera y manifestaciones multitudinarias en todas las capitales de comarca, así como por el director de Amnistía Internacional, John Dalhuisen, al afirmar que “[…] la actuación de Policía y Guardia Civil se han saldado con uso excesivo e innecesario de la fuerza contra manifestantes pacíficos”.[5] Los observadores internacionales que asistieron al referéndum no pudieron dar por válido el referéndum pero aseguraron en su informe ILOM (International Limited Observation Mission) que no solamente “[…] es difícil realizar un referéndum en cumplimiento de todas y cada uno de las garantías propias de un contexto normal, sino que el uso de la fuerza de la policía española no tiene lugar en las democracias consolidadas”.[6] Tras la huelga del 3 de octubre se iniciaron encarcelamientos y persecuciones políticas, motivo por el cual el 8 de noviembre se volvió a convocar una huelga general en rechazo a los presos políticos, en la que hubo cortes de carreteras y casi se paralizó Catalunya. Los encarcelamientos y persecuciones continúan en la actualidad, sumando 18 presos políticos y exiliados, entre los que figuran el presidente y vicepresidente de la Generalitat, los Consellers, los secretarios de las dos entidades soberanistas de Catalunya, diputados y población civil.
Si bien el proceso de independencia de Catalunya se ha llevado a cabo, éste finalmente no ha supuesto la independencia de ésta. No obstante, el 1 de octubre puede considerarse como una revolución, pues, utilizando los términos de Hannah Arendt, significó una pugna compartida de forma gozosa y querida por aquellos que conformaron el espacio revolucionario, dando lugar a repensar el significado de libertad dentro del estado moderno. El 1 de octubre empezó como un acontecimiento cuyo objetivo era la celebración de un referéndum de autodeterminación, pero acabó resultando en una lucha por los derechos inalienables de decisión y libertad de expresión, pugna que hoy sigue vigente y que ha traspasado las fronteras de Catalunya y del Estado español.
El espíritu del mayo del 68
Tras la II Guerra Mundial, la libertad y la democracia han sido tanto la condición mínima de los estados para ser reconocidos en la esfera internacional, como la excusa para el desprecio y la guerra. De esta manera, este par de conceptos —libertad y democracia— han adquirido un aura que desconocíamos en el pasado. Sin embargo, el mayo del 68 y las revoluciones posteriores nos permiten poder decir que existe un espíritu que los une, pues siguen existiendo revoluciones cuya defensa última es la libertad y los derechos inalienables que, en teoría, deberían ser defendidos por los estados democráticos tras la II Guerra Mundial. El espíritu de estas revoluciones pone en entredicho las estructuras de poder del estado moderno criticándole su uso de la soberanía popular para acaba ejerciendo a favor de soberanías ajenas a la soberanía popular.
Hoy, el paradigma de estado moderno se tambalea, pues si bien la soberanía del estado moderno reside en el control de su territorio y su población, generando un aparato administrativo que gestiona territorio y población a través de las decisiones del gobierno, los mercados y los intereses bursátiles son capaces de entorpecer los deseos de la población. A raíz de ello, podemos observar cómo, desde los años ochenta con la fundación Pinochet, Thatcher y Reagan, los estados han devenido en grandes empresas que tampoco pueden perder sus territorios a favor de demandas populares, pues el estado es una estructura que sostiene otras grandes estructuras económicas, militares y políticas. Hoy, el aumento de las desigualdades sociales y el sometimiento de la soberanía de los estados a los mercados, comúnmente conocido como neoliberalismo, han sido y siguen siendo la raíz de las manifestaciones que han derivado en revoluciones de resistencia. Y, si algo caracteriza el espíritu del mayo del 68 es la resistencia generada a partir de la alteridad afectada por unas políticas socioeconómicas que impiden generar esperanza en la ciudadanía, pero que, sobre todo, ponen en entredicho su libertad.
La Primavera de Praga, EuroMaidan, Occupy Wall Street, el 15M o el Octubre catalán, entre otros, responden a esa inagotable fuente revolucionaria que, compartiendo el gozo de querer generar un nuevo fundamento para un nuevo mundo, ponen en jaque al enemigo contra el que luchan y se resisten, siendo las consecuencias de la resistencia de dichos acontecimientos revolucionarios las causas de profundos cambios político-sociales que actúan como palanca de cambios sustanciales en las estructuras y relaciones de poder del Estado ante el que se enfrentan. Escribía Goethe que el espíritu de los tiempos no es sino el espíritu de las gentes en quienes los tiempos se reflejan, y es que las luchas llevadas a cabo después del mayo francés han reflejado que el espíritu de las gentes es la defensa de sus derechos inalienables por encima de toda voluntad bursátil, militar o política. Hay esperanza para las revoluciones, pues el espíritu del mayo del 68 es inherente a las estructuras de poder del estado moderno occidental.
Bibliografía
- Amnistía Internacional, “1-O: Amnistía Internacional denuncia uso excesivo de la fuerza por parte de Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña”, en https://www.es.amnesty.org/ (https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/noticias/noticia/articulo/1-oamnistia-internacional-denuncia-uso-excesivo-de-la-fuerza-por-parte-de-policia-nacional-y-guar/). Consultado el 2/10/2017.
- Arendt, Hannah, Sobre la revolución, Alianza Editorial, Madrid, 1988.
- Cabal, Fernando, ¡Indignados! 15M, Mandala Ediciones, Madrid, 2011.
- Chiurazzi, Gaetano, “Los sueños de las finanzas explicados por los sueños de la metafísica” en Crítica y crisis de Occidente. Al encuentro de las interpretaciones, Dykinson, Madrid, 2013.
- International Limited Observation Mission, “Preliminary Statement 3 October 2017 – Barcelona, Spain” en ILOM (http://www.cataloniavotes.eu/wp-content/uploads/2017/10/RESEARCH_GROUP_STATEMpdf), 5 páginas.
- Lozano, Jesús, “Hay señales, futuros ya presentes, posibles diversos, a pie de calle. (¿Qué tienen que decirnos el debolismo kenótico-caritativo de G. Vattimo y la Teología de la liberación acerca de la crisis sistémica?)” en Crítica y crisis de Occidente. Al encuentro de las interpretaciones, Dykinson, Madrid, 2013.
Notas
[1] Arendt, Sobre la revolución, ed. cit., p. 86.
[2] Cabal, ¡Indignados! 15M, ed. cit., p. 98
[3] Chiurazzi, “Los sueños de las finanzas explicados por los sueños de la metafísica”, ed. cit., p. 115.
[4] Lozano Pino, “Hay señales, futuros ya presentes, posibles diversos, a pie de calle. (¿Qué tienen que decirnos el debolismo kenótico-caritativo de G. Vattimo y la Teología de la liberación acerca de la crisis sistémica?)”, ed. cit., p. 278.
[5] Amnistía Internacional, “1-O: Amnistía Internacional denuncia uso excesivo de la fuerza por parte de Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña”, ed. cit.
[6] International Limited Observation Mission, “Preliminary Statement 3 October 2017 – Barcelona, Spain”, ed. cit.
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