Resumen
El profesor ha sido una figura central en el proceso de enseñanza aprendizaje a lo largo de la historia de México. Dada la responsabilidad que conlleva la transmisión del conocimiento, el profesor se concibe como un modelo a seguir. Recientemente, en el documento del Nuevo Modelo Educativo, derivado de la Reforma Educativa, se establece que el profesor deberá estar centrado en el aprendizaje de los alumnos, crear ambientes propicios y estar comprometido con la mejora de su práctica. En este modelo el trabajo del profesor parece reducirse a la de facilitador del conocimiento, incluso un mero gestor de información. Mi intención en el presente artículo es mostrar que la figura del profesor, según la pedagogía crítica de Freire, abre una dimensión teórica, según la cual el educador se educaría a sí mismo, sobre la base de dicha perspectiva sería posible crear una reforma educativa que involucre óptimamente a todos los agentes en el proceso de enseñanza aprendizaje.
Palabras clave: profesor, reforma educativa, pedagogía crítica, revolucionario, Paulo Freire.
Abstract
The figure of the professor has been central in the teaching-learning process throughout the history of Mexico. Given the responsibility involved in the transmission of knowledge, professors are conceived as a role model. Recently, in the New Educational model document —derived from the Educational Reform in Mexico, it has been established that the professor’s task must be focused on three aspects: student’s learning; creating favorable environments for learning; and to be committed in the constant improvement of their practice. In this model, the teacher’s work seems to be reduced to that of knowledge facilitator, even a mere information manager. My intention in the present article is to show that the figure of the teacher, according to Freire’s critical pedagogy, opens a theoretical dimension, according to which the educator would educate himself, based on this perspective it would be possible to create an educational reform that optimally involves all agents in the teaching-learning process.
Key words: Professor, educative reform, critical pedagogy, revolutionary, Paulo Freire.
El rol del profesor en la historia de la humanidad
A lo largo de la historia de la educación se ha cuestionado el quehacer del maestro. La imagen de éste ha variado en cada época histórica, según las estructuras propias de la época de la sociedad. A través del tiempo ha sido el que instruye, forma, tiene privilegios, siempre tiene la razón, ha sido juez y ejecutor, quien otorga castigos o premios; además de que se cree que el oficio del que enseña implica una distinción de jerarquías con el alumno.
Sin embargo, la idea de que haya una persona responsable de transmitir conocimientos, especialmente aquella que pertenece a una generación mayor, existió incluso antes que la escritura y las instituciones educativas formales; empezó por prepararse para la vida diaria, lograr la supervivencia, es decir, se trató de enseñar y aprender lo necesariamente útil para no morir. Posteriormente, las generaciones mayores buscaron mantener la forma de vida comunitaria, afianzar al grupo social en el que se desenvuelven. Sobre esto, Enrique Moreno afirma que:
“[…] a la vista de las magníficas obras posteriores que aparecen en las paredes de las cavernas: grabados, pinturas y esculturas, no podemos menos que creer que éstas fueron realizadas por maestros, por personas especialmente encargadas de ello por asociaciones humanas, quizá tribus enteras; artistas que ocupaban una clase social particular. Obras semejantes no pudieron realizarse así de primer golpe, sino que tuvieron que ser el producto de una larga serie de ensayos, de experiencias, habilidad y aprendizaje”.[1]
Así, se puede entender cómo las generaciones mayores tuvieron la importante función de transmitir lo que se consideraba importante para su cultura. Dicha transmisión podía ser a través del ejemplo, la imitación o de manera oral, de esta forma el hombre logró producir y, sobre todo, difundir una gran variedad de conocimientos.
Con el paso del tiempo se fue haciendo necesario colocar a personas específicas para la enseñanza de ciertas habilidades, tal es el caso de las civilizaciones del tradicionalismo pedagógico,[2] como Egipto, dónde el profesor debía preparar al hombre para una vida laboriosa, con el fin de obtener mayores satisfacciones en este mundo y asegurar, por ritos y ceremonias, el favor de los dioses. Formar un escriba es el ideal educativo en esta civilización, para lo cual se requería de una persona altamente capacitada para transmitir los conocimientos que esto implicaba.
Por otra parte, los griegos valoraban la figura del profesor, se tenía en gran estima a aquel que poseía el conocimiento. Hay quienes consideran que un claro ejemplo de esto es Sócrates, quien para muchos es el símbolo del educador por excelencia, pues valiéndose de la filosofía, intentó aproximar a los jóvenes hacia la verdad del saber, por lo que “[…] nadie le igualaba en agudeza de observación para seguir los pasos a la juventud que se iba desarrollando”.[3]
Por otra parte, con el desarrollo del cristianismo, la educación se transformó, la Iglesia tomó a su cargo la enseñanza y las figuras de autoridad eran los sacerdotes. El maestro era el eje de la educación, existía un protagonismo magisterial puesto que lo que un profesor decía era incuestionable.
Del siglo XVI al XVIII nuevamente los intelectuales, filósofos y educadores de la época como Lutero, Juan Luis Vives, Comenio, Rousseau, Locke, Kant comienzan a cuestionar y reflexionar sobre cuál debe ser el rol del profesor, es decir, se va construyendo un papel para el profesor en la medida de lo posible alejado de los siglos anteriores.
Para el siglo XIX, derivado de la Pedagogía y de la Psicología experimental, surgió un gran interés por el estudio científico del niño y de la infancia, lo que provocó que se multiplicaran las escuelas y el número de niños en el salón de clases, así como los grupos mixtos compuestos por estudiantes procedentes de ámbitos sociales y económicos distintos. Por lo tanto, hubo una exigencia por diversificar los métodos y los principios de la educación, por ejemplo, Fröebel, Montessori, Freinet, entre otros, afirmaron que no todos los niños son iguales y, por lo tanto, no debían ser tratados por igual. En este sentido el profesor es fundamental para el proceso la enseñanza-aprendizaje ya que es quien se involucra de manera directa con los niños, además de elaborar material, hacer planeación de clases, evaluar el avance de cada uno de los alumnos.
En el siglo XX se da otro cambio en la concepción que se tenía del profesor, ya que surgieron muchas teorías y movimientos, como la Escuela Nueva, la Escuela Socialista, la Escuela Crítica, entre otros, que buscaban transformar la escuela desde dentro, mediante la implementación —consensual o acordada— de propuestas viables que le permitieran al alumno cumplir su papel central en el desarrollo humano.
Las contribuciones de la Escuela Crítica cuyos postulados se fundamentan en el pensamiento de autores como Rousseau, Kant, Pestalozzi y Herbart, quienes establecen que se debe partir de la naturaleza e individualidad del niño, respetar su personalidad y los procesos cognitivos y biológicos, así como tomar como método la observación y la experimentación. En este sentido, el papel del profesor es determinante para conocer las habilidades y aptitudes de cada uno de los alumnos y así encauzar las virtudes de los estudiantes. El profesor debe estar capacitado para saber observar, brindar los escenarios propicios para el desarrollo de las diferentes actividades.
Uno de los máximos representantes de la Escuela Crítica es Paulo Freire, quien habla constantemente de los grandes retos de la educación y de la gran responsabilidad que tienen los profesores de transformar la realidad vigente.
Ante todo, el panorama brevemente descrito sobre el papel del profesor en la educación, es importante mencionar que el Sistema Educativo Mexicano se ha visto influido en repetidas ocasiones por las ideas de los autores antes mencionados e, inclusive, algunos de los intelectuales se formaron en instituciones europeas que marcaron la tendencia educativa del país, tal es el caso de Gabino Barreda, Enrique Rébsamen y Melchor Ocampo.
El papel del profesor en la reforma educativa mexicana (2012-2018)
Según el Artículo 3o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos:
“La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente, todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia […] El Estado garantizará […] la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos”.[4]
En el marco de lo establecido por este artículo, la llamada reforma educativa propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto se divide en dos partes; por un lado, la de carácter administrativo realizada en 2013 y, por otro, la pedagógica, es decir, la que corresponde al Nuevo Modelo Educativo, implementada en agosto de 2018. En esta última se ponen en práctica nuevos planes de estudio y libros de texto, así como nuevo perfil del profesor para dicho modelo.
Para dar cumplimiento a lo anterior, el Nuevo Modelo Educativo configura un perfil y una serie de actividades y responsabilidades a los maestros que son descritos de esta manera: “[se] exige maestros mejor preparados para implementar este planteamiento en las aulas […]. En ese sentido, se plantea la consolidación de los procesos de evaluación y del Servicio Profesional Docente, así como el fortalecimiento de la formación inicial, entre maestros y estudiantes, para atraer y retener a los mejores docentes”.[5] Con ello se busca que el profesor sea capaz de enfrentar grandes retos, propiciar la construcción de nuevos conocimientos y maneras de pensar, generar ambientes de aprendizaje, asimismo, diseñar y desarrollar actividades que respondan al contexto en el que se encuentran los alumnos, pero, sobre todo, ser un mediador del aprendizaje. Por otra parte, el documento referido afirma que “[…] el maestro tiene un papel clave para ayudar a los estudiantes a reconocer sus sistemas de motivación y la forma como influyen en su aprendizaje. Para ello, los docentes deben aprender estrategias para reforzar la autoestima de los alumnos, la confianza en su potencial, y el desarrollo de expectativas positivas y realistas”.[6] Además, un buen maestro debe tener altas expectativas sobre el desempeño de sus alumnos y, partiendo del punto en el que los encuentra, llevarlos a que desarrollen su máximo potencial.[7]
Es importarte mencionar que la reforma educativa propuesta por el presidente de la República no es educativa sino, más bien, una reforma laboral, donde la evaluación está ligada a la permanencia en el empleo, además de que considera por igual a los profesores no importando las particularidades de las regiones en donde imparten clase.
En la Reforma Educativa se busca implementar esquemas de control laboral y administrativo docente, un esquema donde se privilegia los buenos resultados en las evaluaciones a los profesores, se vincula la evaluación obligatoria a la permanencia del docente, en lugar de promover la evaluación como medio para identificar necesidades de actualización de los profesores. Las evaluaciones que se realizan a los profesores son parciales sólo valoran la destreza de estos frente a una computadora y su capacidad de memoria, cuando el proceso de enseñanza-aprendizaje es mucho más complejo.
En este panorama, el modelo adolece de un mayor sustento teórico al Nuevo Modelo Educativo, que permita desarrollar con mayor profundidad la figura y el rol del profesor. Una posible reformulación sería la teoría de la liberación de Paulo Freire.
Freire como opción para el Nuevo Modelo Educativo
La teoría pedagógica de Freire fue antiautoritaria, dialógica e interactiva, y colocó el poder en manos de los estudiantes, ubicó el análisis social y político de la vida diaria en el centro del plan de estudios.
Freire plantea el concepto de la educación liberadora, esto implica el desarrollo del conocimiento crítico, cuestionar la situación histórica y social, interpretar la realidad e intervenir en ésta para su beneficio, frente al de la educación bancaria; en esta última, el profesor hace que el alumno memorice los contenidos, es decir, el maestro deposita el conocimiento en la cabeza del estudiante. El autor, también define a la escuela institucionalizada como magistrocéntrica, y afirma que ésta no transforma al mundo, sino que lo acomoda, anula la creatividad y la comunicación del alumno frente al profesor. Freire se rebela contra la escuela institucional y contra la concepción del maestro como “depositario del saber”, que invalida la imaginación, el espíritu crítico, frustra la libertad impidiendo la acción crítica y fomentando la ignorancia del alumno.
Freire defiende que la idea de que haya una relación recíproca, un diálogo entre educando y educador, permite que:
“El educador ya no es sólo el que educa, sino aquel que, en tanto educa es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educando, también educa […] no es sujeto cognoscente en uno de sus momentos y sujeto narrador del contenido conocido en otro; es siempre un sujeto cognoscente, tanto cuando se prepara como cuando se encuentra dialógicamente con los educandos […] el objeto cognoscible deja de ser para el educador una propiedad suya para transformarse en la incidencia de su reflexión y de la de los educandos; de este modo el educador problematizador rehace constantemente su acto cognoscente en la cognoscibilidad de los educandos […] el papel del educador problematizador es el de proporcionar, conjuntamente con los educandos, las condiciones para que se dé la superación del conocimiento a nivel de “doxa” por el conocimiento verdadero, el que se da al nivel del ‘logos’ […] la tendencia tanto del educador-educando como la de educando-educadores es la de establecer una forma auténtica de pensamiento y acción”.[8]
Freire plantea propuestas con respecto al papel del profesor que permiten la transformación de sí mismo, de la sociedad y del alumno. Además, considera que el profesor debe formar hombres críticos, para lo cual diseña una serie de estrategias didácticas que lo ayuden a lograrlo. Manifiesta que se debe tener muy clara la idea del sujeto que se quiere formar, haciendo casi un retrato hablado de éste, por tanto, el sujeto debe tener una idea clara de sí mismo para formarse, pero además se busca que el alumno sea feliz en este proceso de transformación.
Por otra parte, para Freire, es fundamental que el profesor conozca y entienda la realidad, que no es individual ni meramente intelectual. Conocer el mundo es un proceso práctico que involucra consciencia, sentimiento, deseo y voluntad. La práctica educativa debe reconocer lo que los educandos y educadores saben sobre el tema y generar experiencias colectivas y dialógicas para que unos y otros construyan un nuevo saber. Esta idea justamente confirma que los profesores no deben mostrarse como poseedores de todo el conocimiento. Por lo tanto, a diferencia del rol que se le asigna al profesor en el Nuevo Modelo Educativo, según la teoría de Freire el profesor debe interactuar más con el estudiante.
Asimismo, Freire buscaba provocar la movilización necesaria para generar los cambios que cada escenario social amerita, por lo cual se hace indispensable implementar una educación relacionada con la vida real de los educandos. Esto significa que es fundamental que el profesor demuestre a los alumnos que todo lo aprendido debe ser aplicado a la realidad individual y colectiva.
Son muchas y variadas las razones por las cuales Freire, en primer lugar, hace este llamado a los sujetos para una reivindicación de sí mismos y de la sociedad, así como la necesidad de reconocimiento de su entorno. Además, llama a los profesores a la acción política para estar conscientes de la importancia del papel que juegan en la sociedad y cómo repercuten cada una de sus acciones y, sobre todo, ser congruentes entre reflexión y acción.
Se puede decir que, con Freire, la palabra “educador” tuvo un nuevo significado, adaptando el término para que abarcara múltiples perspectivas: intelectual fronterizo, activista social, investigador crítico, agente moral, filósofo radical y revolucionario político.[9]
Como se puede observar, las aportaciones de Freire a la pedagogía son invaluables, transcendentes y, sobre todo, impactaron en el desarrollo de la Pedagogía Crítica; pues su trabajo ha sido difundido en todo el mundo y los autores de dicho movimiento como Peter McLaren y Henry Giroux, consideran fundamental su aportación en ámbitos como, por ejemplo, el del papel del profesor en un contexto social determinado y el del rol de los alumnos en la transformación radical de la sociedad, sobre todo porque logra incluir a la teoría dentro del contexto práctico.
Freire impulsó su propio método de alfabetización que tuvo influencia en las renovaciones pedagógicas de América Latina, África y Europa durante la segunda mitad del siglo XX y se ha seguido utilizando en la actualidad en muchas sociedades del mundo. Él mismo dice: “Mi visión de la alfabetización va más allá del mero ba, be, bo, bu, porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”.[10]
Y es justamente la Pedagogía Crítica la que reúne una gran variedad de elementos para explicar cuál debería ser la principal función de un profesor, sobre todo en la época en que vivimos.
La Pedagogía Crítica tiene una base sociológica y su objetivo fundamental es el desarrollo de la actitud crítica (propositiva, revolucionaria, emancipadora y participativa) donde se propone una investigación analítica mediante una participación que implique la transformación de las prácticas y de los valores educativos y, aún más, el cambio de las estructuras sociales.
La Pedagogía Crítica es una teoría radical que analiza la práctica educativa en su contexto histórico y como obra e instrumento de la clase dominante. Manifiesta una abierta preocupación por la vigencia del enfoque positivista que despoja a lo educativo de su carácter político e histórico, circunstancia que resulta muy conveniente para los intereses de los grupos sociales hegemónicos.
Encuentra sus inicios dentro del contexto de la escuela de Frankfurt, que
“[…] subrayó la importancia del pensamiento crítico al plantearse que es una característica constitutiva de la lucha por la propia emancipación y del cambio social. Además, sus miembros argumentaron que en las contradicciones de la sociedad era donde uno podía empezar a desarrollar formas de cuestionamiento social que analizaran la distinción entre lo que es y lo que debería ser”.[11]
De esto resulta que el papel que desempeña un profesor en un salón de clases es vital, porque es justo en el aula donde se puede comenzar con la transformación.
Freire plantea que las características que debería tener un educador sirven para entender cuál es la verdadera función de éste. Supone, además, que el educador debe tener el compromiso de analizar críticamente sus respectivas funciones sociales y situaciones personales (las relacionadas con la educación), para mejorarlas sustancialmente.
Profesores ante nuevos retos
Uno de los primeros cambios que debería existir en nuestra sociedad es la toma de conciencia por parte de los profesores que en verdad quieran una transformación. Una vez que esto suceda, los cambios vendrán encadenados y está claro que, aunque varios profesores han despertado ya su conciencia, esto no es suficiente para poder obtener los resultados necesarios. Se espera de los profesores mayor acción, práctica, ejemplo y llevar todo esto al salón de clase, para ser un sujeto político.
En el ámbito de la actualización docente se logrará un cambio en la medida en que el profesor tome conciencia de la importancia de contar con una buena formación, cualquiera que sea su disciplina o el campo en el que actúe. La formación del profesor en la actualidad es una labor complicada, a causa de los nuevos desafíos y desarrollos que se experimentan en los ámbitos científico y tecnológico. La formación y la capacitación de nuevos saberes y la adaptación a la tecnología es una de forma estratégica que el profesor del siglo XXI debe asumir como herramienta pragmática y útil para apropiarse de los cambios y transformaciones que experimenta el sector educativo.
Se debe exigir al profesor el dominio de estrategias pedagógicas que le faciliten su quehacer, con ello podrá mejorar su práctica y, en la medida de lo posible, formará mejor a los estudiantes.
Otro cambio es lograr la vinculación de la teoría con la práctica para acercarse mejor a la realidad. Los profesores pueden tener un excelente dominio de los conocimientos teóricos, y, sin embargo, están alejados del mundo de sus alumnos; de las tendencias en el campo de la enseñanza y el aprendizaje, por lo tanto, se espera que tengan una mejor formación pedagógica.
Además de todos los conocimientos y habilidades que el profesor debería transmitir a los alumnos, tendría que realizar una evaluación con criterio, en la cual considere la diversidad cognitiva de éstos y las diferentes realidades a las que pertenecen.
Pero también es obligación del Estado brindar a los profesores las opciones para que estos continúen su formación, no es tarea fácil ya que los contenidos académicos cambian constantemente, por lo cual en algunas ocasiones los planes de estudio no son adecuados, lo que se debería buscar es hacer mucho más flexible la manera de transmitir el conocimiento.
El profesor debe guiar a los alumnos para que cuestionen las prácticas que son consideradas como represivas, a cambio de generar respuestas liberadoras a nivel individual y grupal, dar la mayor cantidad de fuentes, que le permitan al alumno ser crítico. Así es como, a grandes rasgos, la participación de un profesor dentro y fuera de un salón de clases, es fundamental en la construcción de la sociedad.
Es importante decir que en el Nuevo Modelo Educativo no queda claro a qué tipo de sociedad se está dando respuesta. México no es un país homogéneo, por lo tanto, no se puede evaluar y criticar por igual a los maestros o establecer el mismo rol de éstos para todas las regiones del país, ya que cada zona presenta peculiaridades económicas, políticas y de infraestructura.
Con el Nuevo Modelo Educativo se espera mejorar la calidad de la educación en México y dar un papel protagónico a los profesores, sin embargo no se desarrolla a cabalidad el perfil del profesor, ya que según Freire un maestro debe lograr asimilar su contexto y a partir de ahí romper hegemonías, lograr que los alumnos vayan conociendo la realidad que les rodea, siempre será más fácil hacer que un alumno aprenda algo si es parte de lo que le rodea y no de aquello a lo que es ajeno.
Bibliografía
- Moreno y de los Arcos, Enrique, Hacia una teoría pedagógica, México, UNAM/Seminario de Pedagogía Universitaria-Colegio de Pedagogos de México, 1999.
- Freire, Paulo, La pedagogía del oprimido, México, Siglo XXI, 2008.
- Henry, Teoría y resistencia en educación, México, Siglo XXI/UNAM, 1992.
- Jaeger, Werner, Paideia: Los ideales de la cultura griega, México, Fondo de Cultura Económica, 1982.
- Larroyo, Francisco, Historia general de la pedagogía, México, Porrúa, 1982.
- McLaren, Peter, La vida en las escuelas. Una introducción a la pedagogía crítica en los fundamentos de la educación, México, Siglo XXI.
- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, (http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1_150917.pdf). Consultado el 20 de julio de 2018.
- https://www.gob.mx/modeloeducativo2016/. Consultado el 20 de julio de 2018.
- https://www.telesurtv.net/news/legado-educador-brasileno-paulo-freire-historia-20180501-0041.html. Consultado el 21 de julio de 2018
Notas
[1] Moreno y de los Arcos, Hacia una teoría pedagogía, ed. cit.
[2] Larroyo, Historia general de la pedagogía, ed. cit., p. 26.
[3] Jaeger, Paideia: Los ideales de la cultura griega, ed. cit., p. 35.
[4] Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
[5] https://www.gob.mx/modeloeducativo2016/, pp. 16-17.
[6] https://www.gob.mx/modeloeducativo2016/, p. 43.
[7] cfr. https://www.gob.mx/modeloeducativo2016/, p. 53.
[8] Freire, La pedagogía del oprimido, ed. cit., p. 61.
[9] Cfr. McLaren, La vida en las escuelas. Una introducción a la pedagogía crítica en los fundamentos de la educación, ed. cit., p. 31.
[10] https://www.telesurtv.net/news/legado-educador-brasileno-paulo-freire-historia-20180501-0041.html.
[11] Cf. Giroux, Teoría y resistencia en educación, ed. cit., p. 27.
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