(FOTOGRAFÍA DE PORTADA: MARCOS TAMARGO)
Trad. Maria Konta
Resumen: Se cometieron nuevas profanaciones de cementerios judíos en Alsacia. Y el fenómeno es demasiado recurrente y antiguo en esta región para ser calificado como “recrudecimiento” de actos antisemitas. No es suficiente condenar: uno no condena las enfermedades, uno las diagnostica y lucha contra ellas.
Tribuna. Esvásticas en un centenar de tumbas judías en un cementerio alsaciano, a principios de este mes.[1] Ya había habido actos similares, siempre en Alsacia, este mismo año. “Recrudecimiento” es un término insuficiente. Uno puede remontarse al siglo XVIII para darse cuenta que el rey tuvo que amenazar con castigar a quienes, en Alsacia, molestaron a los judíos. Uno podría retroceder más, por ejemplo, al pogromo de Estrasburgo de 1349. Tal continuidad, tanta obstinación, habla por sí misma. ¿Por qué en Alsacia más que en otros lugares? Por razones históricas fáciles de detectar, y que no impiden que en cualquier otro lugar en Francia se cometan actos antisemitas.
La indignación y la reprobación no son suficientes. Tampoco las leyes. Se trata de una enfermedad grave. Nuestro cuerpo social europeo ha sido infectado durante siglos con este cáncer. Nada menos que la necesidad de encontrar un culpable de lo que está mal. Estamos tan hechos que pensamos que somos la sociedad del bien, del conocimiento, del poder y del amor. La etiqueta greco-cristiana sería la garantía. Si eso no funciona, el culpable es quién se distingue del greco-cristianismo, y no importa si no contribuyó, y en gran medida, a inventar nuestra sociedad. El judío es el culpable porque parece fácil señalar con el dedo.
Pero entonces él no es medio culpable. Lo es de un extremo a otro: es culpable de todo lo que sale mal (desigualdad, injusticia, exclusión) y, por lo tanto, es culpable por todo su ser. Él mismo es desigual, injusto, infame y, por lo tanto, debe ser excluido. Los nazis lo habían entendido esto sin reservas, y todavía están con nosotros. Así va la enfermedad, brutal, espesa y purulenta. Durante la “peste negra” del siglo XIV, los judíos fueron acusados de envenenar los pozos. Los acusadores fueron envenenados por la rabia de acusar…
Uno no condena las enfermedades sino las diagnostica y lucha contra ellas. Esto es lo que debería inspirar a todos los que hablan de eso, en la escuela, en los medios, en las redes y en las tribunas.
Notas
[1] El original en francés “Le cancer anti-semite” fue publicado en Libération el 18 de diciembre 2019. Véase: https://www.liberation.fr/debats/2019/12/18/le-cancer-antisemite_1769776
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