Emergencias punzantes del encierro. Hacia la rebelión de los afectos posibles

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Emergencias punzantes del encierro. Hacia la rebelión de los afectos posibles

PERFORMANCE “UN VIOLADOR EN MI CAMINO”, COLECTIVO LAS TESIS

 

Resumen

La situación de encierro en la cual nos estamos sometiendo debido a la contingencia del COVID-19 ha desplazado este trabajo hacia la práctica e inmersión sobre del cuerpo del encierro, aproximándose desde lo sensible hacia la experiencia del dolor de la perdida y las transformaciones enmarañadas que van derivando de dicha experiencia. En este camino sobre esta nueva rutina de los cuerpos, se va cristalizando un proceso de desposesión, configurando un punto de vista que apunta hacia las afectaciones y la radicalización de las mismas, en búsqueda de lo común, como una forma de resistencia posible, frente a la fisura drástica que surge de la desconfianza, el miedo, la inseguridad y el control que nos subordina, intentando desentrañar las contradicciones de una existencia que se niega al desencuentro de los cuerpos.

Palabras clave: cuerpo, encierro, resistencia, sensibilidad, comunidad, afectaciones.

 

Abstract

The situation of confinement in which we are submitting due to the contingency of the COVID-19 virus has displaced this work towards the practice and immersion on the body of the confinement, approaching from the sensitive to the experience of the pain of loss and tangled transformations that are derived from this experience. In this path of immersion in this new routine of the bodies, a process of dispossession crystallizes, configuring a point of view that points towards the affectations and their radicalization, in search of the common, as a possible form of resistance , in the face of the drastic fissure that arises from the distrust, fear, insecurity and control to which we have subordinated ourselves, trying to unravel the contradictions of an existence that refuses to disagree with the bodies.

 

Keywords: body, enclosure, resistance, sensitivity, community, affectations.

 

Parte 1. Las fracturas de cuerpo del encierro

 

Vaciar-vomitar desde la pandemia, en la restricción del encuentro de los cuerpos, de sus intensidades, sus potencias y sus particularidades, condicionada desde el mandato obligado de lo público hacia lo privado, con suspicacia y contradicción de habitar demasiado lo privado, buscando controlar el desborde de este encuentro con la intimidad, parece una ficción insistente la tentativa de sobrellevarlo, busco no excederme por el miedo al dolor de la muerte, muerte de los cuerpos, muerte de mi fuerza vital ¿muerte de la sensibilidad?  Me niego.

 

Debo activar esta desconfianza automática, como si fuera un botón que estaba esperando apretarse, desconfianza de mi cuerpo, del cuerpo de otros, de nuestras luchas, de nuestras rebeliones, pareciera el desmembramiento de cualquier articulación ilusoria de resistencia, carne de la sumisión, ¿ha llegado el momento de la aniquilación, del desencuentro, de la muerte? El miedo como forma de vida, sin velo. Insignificante parece la existencia en el choque y golpe permanente con las fuerzas gigantes, aplastantes, violentas, enmascaradas y siempre presentes, ¿creí otra vez?, ¿anhelé otra vez?, ¿arriesgué otra vez? Sí.

 

Amor sobrepasado, llanto, fuerza, miedo, odio y temblor, cuando por fin afloró todo ese desborde el 18 de octubre de 2019, acumulación de ardor personal y colectivo durante prácticamente toda una existencia, se abrió una posibilidad, modos de vida opacados, sin lugar, sin espacio se desempañaban, se volvían un poco menos invisibles, a sabiendas de una batalla perdida, pero por la cual valía la pena insistir.

 

Ahora la evidencia de una vida en radical afectación, como forma de resistencia, ¿Cuales son las afectaciones ahora? ¿Me permito el padecimiento del desencuentro, la pérdida del contacto, el duelo de la desconfianza instalada?  Sí, no sin antes saber que es un camino de desposesión.

 

No, no hay porvenir, no hay resultado, no hay producto, no hay certezas, hace mucho que lo conversábamos, pero se hizo carne, existo en el presente acumulando momentos, dando paso a las brevedades.

 

Me vuelco hacia la insistencia en la caída, seguir cayendo hasta deformarnos, dejar la comodidad y volver a hacerlo, una insistencia sobre el sentir, en este cuerpo del encierro, que busca el exceso, que busca aquello que le han quitado, ¿cuanto más se puede despojar? ¿Qué tipo de cuerpo expulsará este experimento social?, ¿para que nos estamos entrenando en el encierro voluntaria e involuntariamente?

 

Expandirse en la posibilidad del descontento, de la rabia, de la tristeza, del miedo, de la ternura, de la afectación ante la separación, haciéndose cargo del dolor por el distanciamiento, donde aparece una posibilidad en el sentir, con todo lo que eso conlleva, Hacerse cargo del dolor[1] porque como último destello esta ahí, se mueve, viaja, se detiene, bloquea, fuga y sigue, en este cuerpo de la contradicción. Seguimos buscando formas infructuosas de rebelarnos contra la atomización, que se siente más patente que nunca ahora, inmiscuyéndose como pregunta insistente.

 

Tiene sabor a derrota, a agotamiento, a dominación-sumisión, pero también a dolor, de ese que paraliza y luego moviliza, una posibilidad de inmersión sobre el dolor haciendo de éste el detonador, un posible atrevimiento, aún no nos han quitado el cuerpo, la sensibilidad, no del todo, me aventuro a creer en ello.

 

Y en este camino me veo invadida por la urgencia del entendimiento, apresurado y torpe, la ansia masiva y funcional por dilucidar lo que pueda llegar a ocurrir con toda esta experiencia personal-colectiva de miedo, control e inseguridad, que hace tiempo venimos oliendo y visualizando como una gran ficción-realidad y, aun así, resulta desconcertante. Queda entonces accionar con premura y riesgo sobre la existencia, hacia una apropiación de la precarización, dejando que la fractura, el caos, el desmantelamiento y la caída sea una posible forma de estar en el mundo. Isabell Lorey afirma que:

 

[…] el mayor peligro para un cuerpo político o social no reside en la sedición, tampoco reside únicamente en la lucha intestina, sino más bien en la ruptura, en la secesión, en la desintegración. Las amenazas que pueden conducir a esto no proceden del exterior en la construcción de las sociedades de seguridad modernas, sino que más bien se desarrollan como un exceso que ya no es gobernable, que crece desde dentro de la regulación protectora. Se trata en este caso de todo aquello que se sale del orden, de un exceso de lo que ha de ser ordenado, un exceso de lo que en cierta medida ya no es regulable, controlable y que por ende ya no parece ser gobernable y supone una amenaza para el orden normal.[2]

 

Podría pensarse que es una invitación al interior, una obligación a la pausa, quizá necesaria, la pregunta es tal vez, sobre cuáles sujetos arriesgan y se fracturan verdaderamente en este confinamiento de virulentos o potenciales, en esta interpelación a la humanidad y su masacre, para quienes esto será atravesado por una ruptura en su existencia, desde la precarización que nos obliga a la diferencia, que nos codifica y fragmenta permanentemente. Nos cobijamos en la precariedad entonces, como el lugar común entre los otros cuerpos.

 

LLAMAMIENTO 2, EMERGENCIAS DE LO COMÚN, CONMEMORACIÓN ASESINATO DE CAMILO CATRILLANCA, COMITÉ DE MAQUINACIONES DEFECTUOSAS. FOTOGRAFÍA PATRICIA PICHUN

 

Parte 2. Cuerpos invisibles/Cuerpos defectuosos

 

¿A qué tipo de encierro me aventuro? ¿A la tentación de una existencia no implicada? Me rehúso. En el camino de la incertidumbre aún quedan varias capas de las cuales despojarse, posiblemente sea un eterno despojo la ruta, probablemente no hay ruta y con esto el miedo como posibilidad, como fuerza, el desequilibrio y su libertad, esa que se desborda, que no tiene camino, que no conduce hacia ninguna parte. ¿Qué tipo de pandemia me y te tocó? Privilegiada la mía, a veces implicada, creativa, de un cuerpo sensible, que a veces se inclina hacia la angustia y desolación, devenir doloroso, sin futuro, ni económico, ni laboral y con tentación hacia el anonimato.

 

¿Qué pandemia experimentan los cuerpos invisibles que en este momento parecen serlo aún más y siguen estando en esa posición de olvido, de desecho, de desplazamiento, de desposesión? Mujeres y hombres privados de libertad, personas en situación de calle, inmigrantes indocumentados, comunidades mapuches desplazadas, mujeres con sus maltratadores, familias en toma de territorios sin agua potable, ni luz eléctrica y así tantas experiencias más.

 

Desposesión forzada, aplastada, dibujada, trazada, dominada y así el deseo de una posible alternativa en la afectación y gestión de la rabia como elemento común, generando estrategias sensibles para no dejar de entretejer los cuerpos desde este motor de furia, reafirmando dolorosamente la certeza de una pandemia clasista, xenófoba y patriarcal: neoliberal-fascista, que no busca ya enmascararse.

 

Una forma de existencia defectuosa desde siempre es aquella que nunca se ha sentido parte, que siempre se sintió diferenciada, una llamada forzada hacia la invisibilidad, siempre en desposesión, no hubo oportunidad de percibir el cuerpo de otra forma, imposibilidad de habitar el otro lado del margen, aquella línea que delimita de forma avasalladora y omnipotente, línea que se formatea una y otra vez adoptando nuevas representaciones y devorando la energía vital de cada cuerpo.

 

Reivindicar el cuerpo del defecto como acto de transformación, como en el habitar este ser defectuoso las intensidades movilizan lo que parece inamovible, hacemos comunidad desde el defecto porque en él encuentro defectuoso se toma fuerza, hay cobijo, nos tejemos en/con otros cuerpos, dentro de esta comunión aparece el despojo de las verticalidades, virtuosidades, moralidades, subjetividades y codificaciones de bailarina-mujer-hetero-sudaka-sensible-incorrecta-victima, dejo de cargar el peso de la identidad,  desde lo que no sabe donde  empieza-termina,  lo que no tiene lugar, ni forma, devenir anónima-defectuosa.

 

Este cruce entre lo corporal y las fuerzas territoriales de desposesión actúa en la exposición de los cuerpos-en-su-lugar y los cuerpos-fuera-de-lugar, los cuales pueden convertirse en la ocasión perfecta para la sujeción, la vigilancia y la interpelación. Pero también se pueden convertir en la ocasión de actos situados de resistencia y confrontación con las matrices de la desposesión, a través de la apropiación de la posesión del propio cuerpo frente a las matrices opresivas.[3]

 

Mi cuerpo del defecto denominado-adjudicado-construido femenino, que bajo esta denominación inmediatamente siempre tuvo que batallar por estar en el mundo, insiste en la afectación, porque es lo que lo moviliza, se desplaza desde ese lugar y esa es su potencia, obliga al riesgo como estrategia de supervivencia y es ahí donde lo releo, porque trae la fuerza del defecto en su historia de vida, siempre consigo. Lo cual no quiere decir que se posiciona por sobre otros, aplasta o devora (o intenta no hacerlo); más bien no se posiciona desde el patriarcado que devasta, ese que se sirve de los otros y de la naturaleza, que destruye toda forma de diferencia a su representación: Hombre-blanco-hetero-capitalista. A sabiendas que existen cuerpos denominados femeninos donde existen hegemonías de representación del poder, porque sí las hay, apareciéndose como una invitación a posicionarnos, buscando hacer comunidad y no necesariamente colectividad. Sin embargo, desde la praxis, en mi quehacer e insistencia en el trabajo con mujeres, sus cuerpos, sensibilidades y relatos de vida, pareciera que la disposición que me hace retornar siempre a ellas es esa posibilidad de transformación intensa desde lo sensible, desde las afecciones, esas historias que permean de exceso, desborde; la vitalidad de los cuerpos y que en este momento añoro con nostalgia.

 

PROYECTO MOCT. MOVIMIENTO, CREACIÓN Y TRANSFORMACIÓN. MUJERES DE LA CASA DE LA MUJER DE PEDRO AGUIRRE CERDA, VÍCTIMAS DE VIOLENCIA DE GENERO, PARTICIPES DE LA OBRA RECURRENTE TEMBLOR CON BASE EN SUS HISTORIAS DE VIDA. FOTOGRAFÍA INTI GAJARDO

 

Parte 3. Posibles, dentro de lo imposible

 

Antes de la experiencia del Covid-19, mi deseo era compartir diversos artefactos sensibles que emergen de las experiencias performáticas, formativas y creativas que he podido ir configurando desde mi quehacer, sin embargo, en este momento me parece infructuoso autoreferenciar experiencias que forman parte de otra realidad social de los cuerpos, previas a este confinamiento.

 

La experiencia de los cuerpos del encierro me/nos está transformando irremediablemente. Me sumerjo en un cuerpo doliente, agotado, fragmentado, que habita la pérdida y el desencuentro, ya que parece una posibilidad permitirse sentir este momento, ante la inminente salida al exterior en la que asumo cuerpos distintos, desconfiados, distanciados, enemistados, habitando el miedo como forma de sobrevivencia para así ir legitimando el control sobre nuestras existencias, por añadidura, como el bien mayor, perpetuando la masa por sobre las subjetividades. Construcción que se venía configurando hace mucho, donde se va armando un puzzle en el que mi cuerpo y su particularidad no encajan.

 

Se van cayendo las certezas y quizá es necesario. Una de éstas pone la atención sobre los dispositivos virtuales de mediatización de los cuerpos, que quiméricamente creí podía utilizar para difundir mi trabajo y experiencias sensibles que insisten sobre la idea de poner el cuerpo, arriesgar, confrontar, afectarse y transformar, sobre todo en el trabajo con mujeres y sus historias de vida.  Ahora me pregunto ¿por qué y para qué? en este momento pierden toda fuerza, me cuestiono hacia donde podré dirigir mi trabajo de implicación radical de los cuerpos si ya no podemos excedernos, si los límites son tan evidentes y es tan poco necesario lo sensible para la funcionalidad de la pandemia y sus consecuencias. Por qué querer viralizar las experiencias, si el virus ya existe, ya nos ataca y nos sumerge en una obligación a individuarse, a competir. Tal como lo ha venido señalando Berardi:

 

La aceleración de los intercambios informativos ha producido y está produciendo un efecto patológico en la mente humana individual y, con mayor razón, en la colectiva. Los individuos no están en condiciones de elaborar consciente- mente la inmensa y creciente masa de información que entra en sus ordenadores, en sus teléfonos portátiles, en sus pantallas de televisión, en sus agendas electrónicas y en sus cabezas. Sin embargo, parece que es indispensable seguir, conocer, valorar, asimilar y elaborar toda esta información si se quiere ser eficiente, competitivo, ganador. [4]

 

La virtualidad no huele a implicación, nos conecta, pero no nos hace envolvernos, coincidir, olernos, arrojarnos y desequilibrarnos, para afectarnos y vincularnos desafiando la forma. Emerge la posibilidad, entonces, de rebelarse ante esa desafectación, aunque sea teniendo que dejar de formar parte tajantemente de la única ventana hacia el exterior; el mundo virtual, que no están imponiendo, mediatizando nuestra particularidad, controlándola, quitándole su fuerza vital, utilizando el dolor por no poder encontrarnos como forma de dominación, ¿Entonces qué queda? Queda el momento de la radicalización de los afectos comunes, fuera de la masa, o el intento recurrente hacía esa incertidumbre libertaria.

 

Por ahora insisto en sentir el frío de la mañana, el viento de la tarde, el sol que se va demasiado pronto, insisto en tejerme con mis compañeras de confinamiento, mirándolas a los ojos, percibiendo sus olores, escuchando sus tonos de voz, tocando su piel, cuidando sus vulnerabilidades, valorizando la potencia de relacionarnos, porque en ese encuentro ocurre lo indescifrable, lo no codificable, lo que no nos pueden quitar.

 

PROYECTO MOCT EN BAMAKO, MALI. MUJERES DE LA ASOCIACIÓN POR LA DEFENSA DE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES MALIENSES. FOTOGRAFÍA FRANCESCA SVAMPA

 

Bibliografía

  1. Berardi, Franco, La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global, Traficantes de Sueños, Madrid, 2003.
  2. Butler, Judith y Athanasiu, Athena, Desposesión, lo perfomativo en lo político, Eterna Cadencia Editora, Buenos Aires, 2017.
  3. Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, Mil Mesetas Capitalismo y esquizofrenia, Pre-textos, Valencia, 2004.
  4. Haraway, Donna, Manifiesto Cyborg, El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado, 1984. Disponible en: http://repositorio.ciem.ucr.ac.cr/bitstream/123456789/81/1/RCIEM065.pdf
  1. Lorey, Isabell, Estado de Inseguridad, Gobernar la Precariedad, Traficantes de Sueños, Madrid, 2016.
  2. Tiqqun, Llamamientos y otros fogonazos, Ediciones acuarela, Madrid, 2009.

 

Notas

[1] Franco Berardi, La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global, ed. cit.
[2] Isabell Lorey, Estado de Inseguridad, Gobernar la Precariedad, ed. cit., p. 56.
[3] Judith Butler y Athena Athanasiu, Desposesión lo perfomativo en lo político, ed. cit., p. 39.
[4] Franco Berardi, La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global, ed. cit., p. 22.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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