Resumen
No es novedad que hay gente que desaparece a diario. Personas con rostro, identidad e historia se vuelven recuerdos en la mente de quienes los conocieron y una cifra en los periódicos. Los desaparecidos enmarcan la pérdida del cuerpo significante, pero evocan la necesidad de que otros miles utilicen el suyo para protestar y revelarlo. Es necesario pensar al arte con potencia de incidencia social y a los cuerpos protestantes como cuerpos danzantes discursivos.
Lo íntimo se vuelve público y cuando se sale a marchar en búsqueda de la visibilización del cuerpo ausente, los cuerpos crean una coreografía incómoda y política que grita que la ausencia no es más que potencia. Esta reflexión va hacia allá, hacia la idea de un cuerpo político.
Palabras clave: cuerpo político, desapariciones, cuerpo, danza, coreografía, política.
Abstract
It is not news that there are people who disappear every day. People with faces, identities and history become memories in the minds of those who knew them and a number in the newspapers. The disappeared frame the loss of the significant body but evoke the need for thousands of others to use theirs to protest and rebel against it. It is necessary to think of art with the power of social impact and of Protestant bodies as discursive dancing bodies.
The intimate becomes public and when they go out in search of the visibility of the absent body, the bodies create an uncomfortable and political choreography that screams that the absence is nothing more than power. This reflection goes there, towards the idea of a political body.
Keywords: political body, disappearances, body, dance, choreography, politics.
Como mexicana, como mujer, como bailarina y como persona sensible ya no se puede ocultar el descontento de la inseguridad nacional. No es novedad que hay gente que desaparece a diario. Personas con rostro, nombre e historia se vuelven recuerdos en la mente de quienes los conocieron y una cifra en los periódicos. ¿Qué hacer?, ¿Cómo involucrarse con la pérdida, la ausencia y el dolor?.[1]
La respuesta para mí, es el cuerpo. Los desaparecidos enmarcan la pérdida del cuerpo significante, pero evocan la necesidad de que otros miles utilicen el suyo para protestar y revelarlo como instrumento de cambio. Es necesario pensar al arte con potencia de incidencia social y a los cuerpos protestantes, activistas y rebeldes como cuerpos danzantes discursivos.[2] Lo íntimo se vuelve público marchando en búsqueda de la visibilización del cuerpo ausente, los cuerpos crean una coreografía incómoda y política que grita que la ausencia es potencia. Esta reflexión va hacia allá, hacia la idea de un cuerpo político que expande la escena de la danza a las calles[3] explorando la coreografía “accidental” como forma discursiva.
Mi cuerpo es político y el tuyo también. Esta materia orgánica que nos da forma y también identidad es aquello, único, que nos pertenece, que nos da voz y presencia. El cuerpo, nos hace únicos, pero también nos identifica como parte de una sociedad y de un sistema volviéndonos, por lo tanto, un cuerpo colectivo. Mi cuerpo no es distinto biológicamente al de otras mujeres, pero sí es distinta la carga que trae tras de sí.
Si yo desapareciera mañana el reporte policial diría lo siguiente:
-Mujer
-Estatura 1.50 ms. de altura
-Tez blanca y ojos verdes
-56 kilos
-4 tatuajes
-Pelo castaño a la altura del hombro
-Vista por última vez en…
Mientras que para las personas que me rodean y conocen, mi ausencia se podría definir más allá de mis particularidades físicas, para ellos esa ausencia tiene personalidad, historia y también forma.[4] Se trata de un cuerpo desaparecido, pero también de una historia robada, coartada y obligada a ser sintetizada para caber en los formatos de registro policiales. Significa entonces que estos formatos no son suficientes y que no abarcan la totalidad de los aspectos de un cuerpo desaparecido y por lo tanto violentado, ¿dónde queda la empatía, la identidad, la historia, la singularidad, la unicidad y la forma misma del ser auténtico? Queda relegado.
Después de escuchar estas historias cientos de veces a diario en nuestro país, escuchar la lucha en Chile, Haití, Bolivia y otros países de América Latina mi cuerpo pregunta, ¿cómo retomar aquello que relega el sistema policial para volverlo visible y políticamente contundente? Mi primera respuesta es: a través del cuerpo danzante.
Cuando salimos a las calles a exigir, yo veo cuerpos danzantes.[5] Cuando salimos a las avenidas con instrumentos a caminar y correr mientras gritamos, yo veo cuerpos siguiendo una coreografía, pero no se trata de sólo lo que yo veo, si no del potencial de las acciones artísticas para generar un cambio en la sociedad civil. Los cuerpos que se movilizan en las calles son cuerpos autónomos con rostro e identidad, pero cuando salen a manifestarse se vuelven un colectivo que piensa en cadena y se visualiza como un todo. Significa entonces, que de manera colectiva la voz de uno se vuelve la lucha de todos, el cuerpo de uno se vuelve el movimiento de todos.[6] Salir a manifestarse implica varios niveles de acción, siendo el más evidente el alza de la voz para exigir ser escuchada, pero también se suma la resistencia a decisiones que no van de acuerdo con los intereses de la mayoría, y es ahí donde el cuerpo se acciona y moviliza.
De acuerdo con Henry David Thoreau,[7] la resistencia de un pueblo a las decisiones de su gobierno se justifica cuando este no representa aquello por lo que fue elegido y es cuando el pueblo, en su potencia masiva se hace escuchar y tiene la razón. Pero ¿no acaso todos o la mayoría de los agentes sociales, que somos todos, pensamos que estas manifestaciones hasta cierto punto no llevan a nada contundente? En México, por ejemplo, hasta el sexenio pasado a cargo de Enrique Peña Nieto las marchas eran agendadas e invisibilizadas ya que empezaron a conformar parte de la cotidianidad, y los cuerpos protestantes empezaron a tomar parte de un espacio donde la inconformidad era de todos, pero de nadie a la vez, porque no tenía rostro singular. Hoy el grito es cada vez más alto y las acciones cada vez más significativas, lo que me lleva a pensar en, ¿qué es lo significativo? ¿Cómo se vuelve visible la resistencia? Al respecto no tengo una respuesta certera, pero todos los días al informarme sobre los acontecimientos socio-políticos y los problemas que enfrentamos como sociedad, me queda cada vez más claro que la incidencia de acciones artísticas es el camino.
Cuando hablo de incidencia me refiero a un cambio en la escucha de los que tienen el poder, pero también un cambio estructural en la forma de visibilizar las carencias y las inconformidades. En Chile, por ejemplo, como mencionaba más arriba, los manifestantes comenzaron a utilizar sus cuerpos danzantes para estructurar un discurso provocativo.[8]
El arte y más particularmente la danza, tiene el poder de transformar realidades, y no lo digo desde un punto de vista naif o soñador, sino con base en la experiencia de entender la Historia del Arte como una disciplina política y transformadora. Entendamos entonces la danza como agente accionante del cultivo a la justicia a partir de entender que el mover el cuerpo, sus afectos y realidades de acuerdo con un discurso propio, lleva a la promulgación de libertad individual y más tarde colectiva.
En palabras de André Lepecki: “Me atrevería a decir que el sujeto político particular que transforma los espacios de circulación en espacios de libertad tiene un nombre específico: el bailarín”.[9] El bailarín tiene el poder del movimiento, tiene el entendimiento de la repetición y por supuesto de la evolución como el mismo concepto de libertad exige, por lo tanto, a mi parecer es necesario que nosotros como sujetos contemporáneos tomemos conciencia del poder político de accionar la carne.
La danza tiene una similitud intransferible con la libertad, estas (ambas) tienen que ser aprendidas, mantenidas y experimentadas, una y otra vez, para que no desaparezcan del mundo. Al hablar de dos formas inaprensibles, pero con potencias similares vemos la necesidad de la experimentación constante y perpetua para comprender los alcances y necesidades de los discursos de los sujetos que las legitiman.
Hoy y desde ayer queremos libertad y justicia como consecuencia de la realidad de que se vive en el día a día en las calles, por ello creo que es momento de cambiar el lugar de la reflexión. Ya es bien sabido que el arte no sólo explora las condiciones políticas de la realidad,[10] sino que las asume, enfrenta y reproduce condiciones, posturas y reflexiones al respecto, pero qué pasa si en vez de ubicarse en los espacios consagrados para ello, como el museo contemporáneo o las galerías, se da ese espacio de reflexión, conexión y confrontación en las protestas.
Tomar el control de lo político a través de otro pensamiento, parece una opción ante la convulsa situación política de América Latina y el mundo. El cuerpo danza, exige y coreografía lo político para mostrar su fuerza ante el mundo. Resiste y persiste a partir de un plan coreográfico que les da rostro y resonancia a las raíces y a las tradiciones, pero también a las demandas de una sociedad que no se cansa, y espero que no se canse nunca, de luchar por la libertad y la justicia.
Cuando hablamos de la incapacidad de la policía para albergar singularidades un tanto abstractas de los individuos desaparecidos, hablamos también de la capacidad de la legislación para entendernos como personas individuales, pero con metas y pensamientos colectivos. Las legislaciones no siempre obedecen a las necesidades de los individuos que representan, pero los individuos siempre deben tomar las riendas y exigir verse representados. Volteemos a vernos el cuerpo, es el reflejo de lo que somos, pero también de lo que la sociedad ha construido de nosotros. Movámonos políticamente y entendamos el poder del movimiento para crear agentes de cambio. La fuerza de un grupo de cuerpos en búsqueda de un mismo fin y con ideales políticos bien fundamentados, es la representación de la lógica del cambio. No conformarse con las medidas que toman los gobiernos para democratizar la violencia, no sentarse a esperar que el cambio surja de la inmovilidad, sino escuchar las demandas del propio cuerpo colectivo para entender que ese todo sí tiene cara, identidad, forma, y sobre todo representación.
Las consignas que se gritan en las marchas se viven en la carne, se lloran con el corazón, pero se luchan con el cuerpo. Hoy la danza nos da la posibilidad de pensarnos otros, a través de la posibilidad de sabernos políticos porque accionamos a través de lo único que realmente nos es propio, la materia. Nuestra circunstancia de existencia, eso que el mismo Descartes[11] llamaba cárcel, es nuestra potencia rebelde, nuestro agente de cambio y el trampolín para discursar nuestras exigencias con mayor fuerza. Necesitamos como sociedades líquidas y cambiantes entender al cuerpo como instrumento de cambio, transformar la idea de la danza como representación y asumirla como realidad. Los cuerpos en protesta visibilizan la falta, la violación, la lucha y la fuerza de la comunidad. Todos tenemos un cuerpo y todos los cuerpos son políticos.[12]
Bibliografía
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- Negishi, Analía, Cuerpo y modernidad. Ensayo. Universidad de Buenos Aires.
- Thoreau, Henry Davis, Desobediencia civil, Grieta. Papeles insurrectos, 2018.
Notas
[1] Ileana, Diéguez, (comp.), Des/tejiendo escenas. Desmontajes: procesos de investigación y creación, ed. cit., pp. 9-20.
[2] Sally, Banes, Democracy’s Body. Judson Dance Theater, 1962-1964, ed. cit., 1993.
[3] Alejandro, Grimson, Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad, ed. cit, p. 266.
[4] Judith, Butler, “El género en llamas”, en Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, ed. cit., 2002.
[5] André, Lepecki, Agotar la danza. Performance y política del movimiento, ed. cit., p.242.
[6] Elina, Matoso, El cuerpo In – cierto, arte/cultura/sociedad, ed. cit., p. 233.
[7] Henry David, Thoreau, Desobediencia civil, ed. cit., 2018.
[8] Acción púbica, El violador eres tú, Colectivo La Tesis, Santiago de Chile, Chile. 2019.
[9] André, Lepecki, Agotar la danza. Performance y política del movimiento, ed. cit., p.184.
[10] Analía, Negishi, Cuerpo y modernidad. Ensayo, ed. cit.
[11] Merleau – Ponty, M, Phenomenology of Perception, ed. cit, p. 463.
[12] Ileana, Diéguez, (comp.), Des/tejiendo escenas. Desmontajes: procesos de investigación y creación, ed. cit., pp. 9-20.