Bonheur du jour. Escritorio del día

 

Trad. Maria Konta

 

En el idioma francés del siglo XVIII, el “Bonheur du jour“, literalmente la “felicidad del día”, era un pequeño escritoire o escritorio con muchos cajones-e incluso cajones o compartimentos secretos.[1] Era un mueble fino y elaborado, a menudo con delicadas incrustaciones de marquetería, y generalmente usado por las mujeres para escribir, leer u ocultar cartas de amor. ¡O eso nos dicen! ¿Los hombres no tenían o no necesitaban ocultar sus aventuras amorosas también…? Pero no nos vayamos por mal camino; este no es asunto nuestro hoy.

Los idiomas inglés y alemán, así como muchos otros, todavía usan el término francés “escritoire” para referirse a este tipo específico de mueble … como si, en todos los idiomas, algo escondido todavía estuviera presente en él. Y hoy, también descubrimos un secreto dentro del escritorio que nos presentaron nuestros amigos del Instituto Indio de Tecnología.

¿“El presente del día”? ¿Presencia o regalo? Hace mucho tiempo, un filólogo bizantino usó el verbo praesento (en el latín tardío) en el sentido de ofrecer o presentar algo a alguien. En otros idiomas, el doble sentido es igualmente … presente, o en otras palabras praesens, que significa estar frente a alguien o algo (el verbo latino praesum tiene un significado diferente: ser o seguir adelante, marcar el camino, de ordenar…)

En resumen, del latín surgen tres posibles significados: estar al frente, ofrecer u ordenar.

Con el día, algo – o alguien, una “presencia” viene y se presenta. Lo que se presenta como un día es la luz, o más precisamente la luz del sol. Según algunas hipótesis, el “día” puede estar relacionado con la raíz sánscrita dah, “quemar”. El latín dies está relacionado con otro campo semántico diferente (una luz radiante que brilla) y bajo la forma divus, la palabra adquiere una dimensión divina. Tomar dos caminos distintos nos devuelve al entorno de dos nociones: luz y fuego, calidez y visibilidad, acceso e intensidad.

Por lo tanto, el día es el momento de una presencia brillante, de un Ser que se ofrece a sí mismo como estar-ahí, frente a nosotros, como si nos hiciéramos presentes al despertar. Antes y después del despertar, o la “estela” si tomamos la palabra en su sentido irlandés-joyceano, no hay presencia. Hay ausencia, pero ausencia es la falta de presencia, no presenta nada y no tiene nada que presentar.

El presente se presenta de la nada / de ningún lugar y frente a la nada, así como la luz sale de la oscuridad y brilla hacia el borde de la oscuridad. La presencia está relacionada con la ausencia: esto es al menos lo que venimos afirmando en la tradición occidental desde Aristóteles y Agustín, es decir, desde el tiempo en que se perdió la eternidad. La eternidad no significa sempiternidad o un Tiempo eterno-sino significa el tiempo fuera del tiempo o atemporal, que se reduce al puro ser, como es el caso de Parménides y aún en Platón (para quien el tiempo es solo la imagen móvil del puro ser).

El puro ser es lo que no pertenece ni a la presencia ni a la ausencia. No viene ni se va. No aparece ni desaparece. No está ni enfrente de ni delante de la nada.

Cuando se trata no de ser puro, sino de ser, o más bien de “ser” como tal, cuando “ser” significa llegar a, presentarse a algo o a alguien. La movilidad de Platón no puede quedarse quieta como imagen de inmovilidad: tiene que venir (y partir). Viene a…

¿A qué? A la nada, al vacío del ser.

Toda la filosofía occidental ha estado pensando en eso: el “ser” entendido como “ser para nada” y por tanto como una necesidad, un deseo, una voluntad o una búsqueda por algo que llene la nada. Algo parecido a un ser supremo. Pero, por supuesto, un ser supremo no puede ser-venir; no existe sino que muere. No muere después de vivir una vida propia, sino que muere en su propia esencia. Es morir en estado puro. En realidad, todo lo puro es muerte, ¿no es así?

El “ser” como ser hacia (y desde) la nada se convierte a su vez en nada. El “ahora”, el “hoy”, el “instante” es nada, es sólo una relación vacía entre el pasado y el futuro, es decir dos modos de ausencia.

La filosofía en su conjunto ha estado pensando en esto durante siglos, dando como resultado las siguientes palabras:

“Todos los presentes determinan con respeto al futuro el porque y el como de sus ausencias pasadas las que podrían ver de oídas si pudieran una vez oler de gustos por tacto”.

No hace falta decir que esta frase proviene de Finnegans Wake. No por casualidad, porque se puede pensar que este libro se trata esencialmente de la presencia, del enigma de la presencia como presentación, sin ofrecer nada.

Y ofreciéndonoslo, repitiendo “en el lenguaje de su segunda boca tantas verbosas palabras de los grandes tiempos que fabulosamente podía apelar en su memoria”.

No muy lejos del final, hay una visita al “Old Lord”, presumiblemente el Gran Mastrartesano, que fácilmente podría ser la “Deidad Misma” sobre la que se ha dicho en la primera parte del libro:

“Sobre la Biblia Abierta y la del Gran Mastrartesano (¡me quito el sombrero!) y en presencia de la Deidad Misma”

Y ahora uno tiene su sombrero y recordará quitárselo:

Su puerta siempre está abierta. Para un día de la nuevera. Tanto como el tuyo. Le invocaste las Pascuas, así que tiene que hacernos ver veros hechos calientes y eso. Acuérdate de quitarte el sombrero blanco, ¿eh? Cuando estemos en su presencia “.

¿Qué es un «nuevera»? ¿El día de una nueva era? El primer día que abre una nueva era o la nueva era en sí se presenta como un día, irradiando una luz brillante.

Pero “nuevera” en una sola palabra también significa que toda la era por venir está contenida en este mismo día. O que cualquier día es una era en sí mismo o que “abre la puerta” a una nueva era.

Volvamos a la primera cita mencionada anteriormente: la determinación del presente se da con complejas “miradas” al futuro y al pasado mezcladas, y en el conjunto de sus ausencias, haciendo juntas algo que puede apelar a los cinco sentidos mezclados o combinados. Es decir, las “miradas” del presente es la consideración, una mezcla de respeto e interés por todas las ausencias del pasado-futuro por todo y por todos capaces de hacer una señal, decir o indicar, llamar o apelar desde su lejana distancia. El hoy se abre como una consideración por la ausencia no como pérdida o daño, sino como la posibilidad de presentar los signos, los ecos, los sonidos, los gustos y los toqueteos – toda la sensibilidad de lo que no está “ahí” o “presente” como ya dado y postulado (lo que Heidegger llama vorhanden) sino como lo que viene como se presenta.

Las miradas del presente hacen posible una presentación: una venida frente a nosotros.

Y hace la nuestra “felicidad del día”. Así como la carta de un amante se entrega diariamente a su amante, cada nuevo día transmite un mensaje de lo que ha sido y lo que será-de la memoria y la expectativa, de la alteridad e incluso de lo desconocido.

El mensaje no es una significación, no es un significado. Puede contener algunos significados, pero como mensaje, como carta, todo su valor reside en su llegada. Y viene porque es apreciado, considerado, deseado y amado.

Una carta de amor tiene su valor como signo de amor, no como información. Esa es la razón por la que está oculta, incluso si no se disimula a los ojos de un esposo, una esposa o un sacerdote. La esencia del amor está oculta; incluso se podría llegar a decir que está oculta del amor mismo. Por lo tanto, es un regalo, un regalo que se da de la nada a la nada. ¿Hasta cierto punto, de nadie a nadie, porque el amor pertenece a un reino más allá o detrás de cualquiera o de cualquier cuerpo?

El presente es la presentación de un llamado que viene de adentro y de afuera, de atrás (memoria) y va más allá (futuro). La memoria y el futuro no están simplemente ausentes: ofrecen la posibilidad de alguna presencia entre ambos. Una presencia que no se para frente a lo que no se da, sino como un mero regalo, un puro dar, ni ayer ni mañana, pero el espacio abierto donde la presentación se hace posible.

Una presentación significa un venir, avanzar, moverse, continuar, no un estado, ni permanecer ni estar de pie. Y el bonheur du jour se hace, en su delicada marquetería, a partir de una auto-apertura del día a un nuevo sentido, a su sentido propio y singular que es nada más, nada menos que el sentido de abrirse en sí mismo, es decir, abrir un yo en general: porque un yo no es nada más sino una apertura a un infinito y exagerado ser (y no el ser) alguien algún día en algún lugar.

De nuevo con Finnegans Wake:

Tan alegre como húmedo es el día, babeleando, burbujeando, parloteando consigo misma, deluderando los campos en sus

codos apoyándose con ese desliz brlón tan suyo, vertigagiosa, abuelánima, murmuriciosa Anna Livia.

Él levanta la vara de la vida y los mudos hablan.

– ¡Quoiquoiquoiquoiquoiquoiquoiq!

“Quoi” es la palabra francesa para la palabra “qué” y puede usarse como interrogación o exclamación al igual que su contraparte en inglés. Aquí tenemos un signo de exclamación después de una última “q”, que le hace sonar a un lector u oyente francés como el graznido de un pato: coincoincoin … o “couac” que es precisamente una onomatopeya que se usa para referirse a algun error.

 

3.

Ahora, el francés para “ahora” es “maintenant” (un sinónimo de “à presente” / en la actualidad) que a su vez se puede dividir en “main” (la mano) y “tenant” (la forma gerundio del verbo “tenir”, que significa sostener o agarrar) que indica el período de tiempo durante el cual puedo sostener algo en mis manos. Uno bastante breve, ya que también necesito mis manos para muchas operaciones o gestos por venir.

En Finnegans Wake, Joyce usa esa palabra francesa en un pasaje que aparece como una nota marginal escrita íntegramente en francés: “Mai maintenante elle est venuse”. La palabra aquí está feminizada, mientras que una “s” se inserta en “venue” (venir). El “ahora” se convierte en una cualidad de la “ella” que ahora ha venido, y este (ser) venir se transforma en una nueva versión de Venus (la diosa latina del amor).

¿Quién puede ser esta “ella”? En realidad, la frase es una cita del Evangelio de Juan: “Llegó la hora en que el hijo del hombre será glorificado”. El “ahora” feminizado es el “ahora” de la venida de una glorificación de Venus.

“Maintenant” es el presente cuando uno puede tener una glorificación divina en sus manos. En el texto, junto a la nota, se hace referencia a una misa feminizada: “Lammas es conducida por nuestras dos lavesposas”;

Glorificar significa hacer – o mejor dicho, dejar que algo / alguien brille. El amante es glorificado por su amor. Una canción de la cantante francesa Françoise Hardy dice, de la manera más simple e ingenua:

 

La primera felicidad del día

Es una cinta de sol

Que se enreda en tu mano

Y acaricia mi hombro

 

La gloria significa luz, destellos y amanecer. El día tiene lugar entre el amanecer y el atardecer, tanto en el Oriente como en el Occidente. Entre los dos, se expande toda una geografía, geopolítica, globalización y / o “mondialisation” en francés (literalmente “Devenir un Mundo”). Un mundo es un espacio y un tiempo, un área y una era donde es posible producir y hacer sentido. Hacer sentido no significa producir significado, un significado final y global, sino hacer posible una apelación o una llamada que vale la pena ser considerada y apreciada.

Esto es muy banal, pero también es a lo que nos enfrentamos hoy: una falta global de hacer sentido y una realización global de cálculos. Una falta global de un mundo y una producción global de-de nuevo, cálculos: dinero, herramientas, velocidad y energía.

Esta carencia / agotamiento y esta fabricación son visibles a través del proceso acelerado de la producción y del proceso acelerado del enriquecimiento y empobrecimiento.

Pero todo este proceso traspasa lo cotidiano, a lo largo del día, y no permite la presentación del secreto del día.

Sin embargo, la presentación se lleva a cabo. Cada día. No existe sólo el gran proceso en curso con su propio infinito barato como única meta o fin; hay una apertura diaria, una pequeña y casi invisible felicidad del día, que no es ni placer ni deleite, sino que es el Día mismo.

Y este secreto puede ser finalmente más fuerte que el megaproceso en sí-que ya está atrapado en su propio peligro. Ignora el día, todos los días y el día como tal. Computadoras, comerciantes, industrias, aviones y barcos trabajan día y noche. Solo conocen el tiempo de la producción, la inversión, el cálculo y el big data. Y no hay ni día y tampoco secreto en este tiempo cronológico y arduo.

Pero la gente todavía vive de día y de noche, se despierta y duerme, entre la apertura y la clausura. La gente necesita ritmo, que es totalmente temporal y espacial, o territorial, un territorio que es a la vez historia y geografía (incluso a través de las migraciones), pero también una especie del diario, escrito o no, pero siempre personal, confidencial, secreto y seguramente para estar escondido en algún bonheur-du-jour.

Hoy, a su manera, muchas personas están actuando y pensando, en busca de tal secreto: ni para protegerlo ni para hacerlo público, sino para afirmar que hay un secreto y que lo hace y resistirá.

De nuevo:

Bien hemos disfrutado francamente más que cualquier cosa estas secretas obras de las naturaleza (eternas gracias por eso, humildemente rogamos) y, bien, realmente he denochado tanto de estos luces tiempos”.

Este es el secreto de la nada: no es una cosa, pero ¿qué? Alguien (tal vez este “eso” por el que rogamos humildemente, en lugar de cualquier “Mastrartesano”). La llegada de alguien-ninguna cosa que haga algo nuevo, como escribe Joyce, y el algo nuevo no es una cosa, sino que alguien viene. Alguien, él, ella o algo que se presenta a la mera apertura del día.

O tal vez mientras se produce esta apertura, justo cuando el amanecer se presenta para hacer otro atardecer.

El ser se vuelve día.

El día significa suceder. Suceder significa algo ordinari- extraordinario en lo ordinario, al igual que lo que sucede antes del final de Finnegans Wake:

El día. ¡Recordar! ¿Por qué ahí ese momento y nosotros dos solamente?

Todos hemos experimentado ya esta pregunta que no espera respuesta. Sentidos sin sentido. Una sensibilidad abrumadora.

En este último momento de la novela, el lenguaje de Joyce es perfectamente ordinario. No hay nada que interpretar. Nada oculto – sino la cosa misma, la presencia de la cosa – que es “el día” – retirada en su presentación, que es al mismo tiempo – maintenant – memoria y expectativa. La que habla, allaniuvia pulchrabelle, está a punto de pronunciar las palabras que van a revelar su último día:

Las hojas se me han ido a la deriva. Todas. Pero una se aferra todavía. Voy a retenerla. Para que me recuerde de. ¡Lff! Tan suave esta mañana nuestra. Si.

 

Notas
[1] Jean-Luc Nancy presentó esta conferencia en el coloquio “The Present of the Day “en el Indian Institute of Technology, Nueva Delhi, del 22 al 23 de enero de 2018, organizada por Divya Dwivedi, Bijoy Boruah y C.A. Tomy.