Las plagas

 

 

Martes 4 de julio del 2006

 

Alejandro tiene diecinueve años, está sentado con su madre en una banca. A ella la había yo visto hace unos días cuando, sorprendida de la locura de su hijo; no entendía por qué había tenido que ir al hospital psiquiátrico si cuando él tuvo una actitud extraña, pensaron que estaba enfermo y lo llevaron al centro de salud de su comunidad en la Ranchería Río Viejo, primera sección ¿qué fuerzas se habían desatado sobre ellos? ¿qué estaba pasando?.

 

La madre me dice que su hijo casi no habla, que es muy tímido y cree que en el hospital no ha hablado con nadie. Entonces le ofrezco irlo a buscar y aunque lo intento, pasan algunos días y no lo localizo, pero ese martes, cuando yo ya me había olvidado de su cara, ella me llama y como si continuara la conversación que habíamos iniciado aquel día, me dice: este es mi hijo.

 

Le pregunto a Alejandro (su nombre me impresiona porque mi segundo hijo se llama así) ¿por qué está aquí? fue a causa de una “chicuela”, siente que la ama y el que lo haya rechazado por segunda vez, le hizo trastornarse de tal modo que después de eso ya no se acuerda de nada y empezó a oír voces “voces que me seguían, avisándome de las cosas que pasaban en el mundo como que, cuando respiramos otro se asfixia y que cuando comemos, otros mueren de hambre”.

 

“Yo trabajo en una compañía de control de plagas y ahí trabajando me dio el ataque con la visión de las plagas del mundo.” La empresa se llama Plagas, me dio ese ataque y empecé a delirar por la niña esa que le digo, y vi claramente la forma como uno va muriendo y como uno va naciendo. Así supe que mi parte derecha era el Cristo bueno y era blanca y mi parte izquierda era el Cristo malo y era negra.

 

Yo soy zurdo y el ser zurdo podría obligarme a elegir lo negro, entonces fue cuando las voces me advirtieron de la plaga y perdí el sentido como si estas dependieran de mí.

 

El trabajo se lo consiguió una vecina. Él hace años que pertenece a un grupo juvenil en la Iglesia, ahí canta y en ese lugar conoció a la chica que le puso loco.

 

Le pregunto por sus padres:

 

— “Ellos se juntaron y se casaron. Mamá lavaba ropa ajena, era de otro nivel de sociedad, era de familia humilde y mi papá también, pero más alto un poco ni tan pobre ni tan rico” es campesino.

Somos cuatro hermanos, pero el mayor es medio hermano, solo es hijo de mi madre, se llama Luis y tiene 26 años, yo que tengo 20”.

 

Cuando tenía yo 10 años, un treinta de abril mi hermano mayor hizo un desastre en la casa, rompió una tele y eso no me gustó. Mi padre en ese tiempo tomaba y le pegaba mucho.

 

Alejandro cree que su hermano lo odia pues a él sólo le pegaba por las cosas malas que hacía como no traer agua, gritarle a su mamá y no hacerle caso.

 

De algún modo Alejandro se vive culpable de la suerte del hermano a través de sentirse cómplice de las plagas del mundo. ¿El maltrato a su hermano le correspondía a él?

 

¿Dónde está el mal y cómo se controla?

— ¿Cuáles serían las cosas realmente malas? Le pregunto

— las que tienen que ver con el Cristo negro, ver películas, pornografía, (me dice con mucho trabajo)

Ah, ¡eso es lo que lo atormenta!

 

El rostro de Alejandro cambia, sonríe, pudo situar el pecado que lo enemista con Dios y con su padre, puede situar en palabras, digamos su lado obscuro. Y le digo que sigamos hablando, que estaré ahí para escucharlo.

 

Su locura tiene la vertiente del amor, la filiación, el deseo sexual y la desobediencia. La culpa y el castigo aparecen como elementos centrales de las voces que le hablan de la injusticia de existir, teniendo para vivir aquello de lo que otros (como su hermano) carecen, ¿qué le corresponde a él?, ¿cuál es su lugar?

 

Parece jugarse en su ser una lucha entre el bien y el mal ¿Qué tiene que ver él, con el control de las plagas del mundo? Es como si un destino lo hubiese puesto en el escenario donde las voces le señalan su deber y las consecuencias de no hacerlo, Las voces lo ponen en contacto con la furia de Dios como verdad irrefutable ante la que desfallece. Si la fantasía y el deseo lo alejan del deber, ¿merecería la locura?

 

Alejandro se va sonriente con su mamá, del hospital ese martes, sensiblemente afectado por los neurolépticos, pero también por la pequeña platica de unos veinte minutos que tuvimos en el jardín, que puede abrir una vía, en dirección de la cura.