Resumen
El presente artículo tratará de puntualizar una de las posiciones que cumple el psicoanálisis dentro de su práctica como dispositivo y que desde esa posición corre el riesgo de convertirse en una fuente de alienación más al servicio del sistema capitalista desde su práctica despolitizada y psicologizada, así como también tratará de evidenciar lo que significaría el caer como psicoanalistas en dichas posturas o prácticas a la par que se esbozarán alternativas de prácticas que promuevan por un lado la denuncia del capitalismo como sistema de producción creador de una realidad social y material particular y que a se puedan proponer algunas formas de praxis que tiendan a la resistencia, subversión y la emancipación de los sujetos al mismo sistema capitalista.
Palabras clave: Psicoanálisis, ideología, capitalismo, alienación, discurso, emancipación
Abstract
This article will try to point out one of the positions that psychoanalysis fulfills within its practice as a device and that from that position it runs the risk of becoming a source of alienation more at the service of the capitalist system from its depoliticized and psychologized practice, as well as It will also try to show what it would mean to fall as psychoanalysts into these positions or practices, while at the same time alternative practices will be outlined that promote, on the one hand, the denunciation of capitalism as a production system that creates a particular social and material reality and that, on the other hand, can propose some forms of praxis that tend to resistance, subversion and the emancipation of the subjects of the capitalist system itself.
Keywords: Psychoanalysis, ideology, capitalism, alienation, discourse, emancipation
El psicoanálisis y sus distintas aplicaciones o usos desde el método, la teoría y la técnica prácticamente desde su surgimientos fue copado por una suerte aburguesamiento ideológico del mismo, y con aburguesamiento no estamos hablando de las personas que practican el psicoanálisis, ni de Freud en sí, que como sabemos pertenecía a la clase pequeño burguesa de Austria, ni de sus analizantes que pertenecían a la misma clase o incluso a la aristocracia europea, sino que, nos centraremos en que esta captación o acaparamiento del psicoanálisis limitó o desvió el origen subversivo del mismo, así que trataremos de plantear algunas posibilidades para su práctica y su “uso” a forma de tratar de que la práctica psicoanalítica retome este carácter subversivo.
En el ejercicio y experiencia analítica de la clínica se parte desde la premisa de trabajar con el discurso del o la analizante, por lo que considero pertinente adentrarnos un poco en esto, y aclarando de inicio que este escrito no pretende enfocarse ni en las teorizaciones generales ni en la teoría de los discursos propuestos por Jacques Lacan y ni particularmente en el discurso capitalista desde la misma perspectiva lacaniana del mismo, sino que, tratará de analizarse lo que justamente también llamaremos discurso capitalista por considerarlo adecuado, pero añadiendo el análisis desde el materialismo dialéctico y otros puntos concernientes a la subjetivación en la sociedad en la actualidad.
El discurso que del que nos ocuparemos acá es aquel que compartimos, aquel en el que el capitalismo y su ideología habla a través de nosotros y a través de los y las analizantes, discurso que excede el llamado dispositivo analítico y que forma parte esencial de las interacciones sociales, en todas sus modalidades, como relaciones familiares, de pareja, de trabajo, de amistad, académicas y un largo etcétera.
Punto importante, es que cuando hablamos de ideología tomaremos como referencia la definición de Marx parafraseándolo en donde nos dice que la ideología sería “el conjunto de ideas, conceptos y creencias destinados a convencer universalmente acerca de una verdad que obedece a intereses particulares de una clase que se presenta como dominante” y agregamos la definición de ideología que de Ian Parker en su libro la psicología como ideología:
“La ideología – una representación del mundo y de nuestro lugar en el mismo que permite que la explotación y la opresión en la sociedad capitalista se contemplen como algo normal y natural—es reducida por parte de la psicología a una idea que tú, como individuo, tienes acerca del mundo. Por consiguiente, la ideología se transforma en una cuestión concebida exclusivamente como un conjunto de creencias acerca del mundo y los que cometen “errores” se considera que sufren de “falsa conciencia”. El problema se contempla, así, bajo el prisma psicológico, en lugar de dar una explicación social e histórica al modo en que determinadas condiciones en la sociedad capitalista al modo en que determinadas condiciones en la sociedad capitalista conducen a las personas a creer que no existen otras formas de vida posible.”[1]
Desde acá notaremos que el discurso al que nos referimos como capitalista tiene varias connotaciones, es decir, es un discurso que incluye varias “caras o facetas” como una replicación e identificación con la clase capitalista, la ausencia de conciencia de clase, tiene un carácter patriarcal, machista, conservador, neocolonial, individualista, heteronormativo, discriminador y neofascista, Imperialista, misógino y a todas luces violento, dicho sea de paso y atendiendo a un punto medular para nosotros, muchas veces estas diferentes implicaciones en el discurso se encuentran en el campo de lo inconsciente (no por ello justificable).
Esto último representa la posibilidad que se encuentra en el “uso” o posibilidad del psicoanálisis en sus diferentes prácticas o contextos, pero que para fines de este trabajo nos interesa la utilización o trabajo clínico del mismo, ya que para nosotros el psicoanálisis clínico de una forma muy extendida tiene un carácter mercantilizado y aburguesado, en donde la escucha del o las psicoanalistas pasa por una suerte de apolitización y psicologización del discurso de sus analizantes, escucha hecha desde una pretendida y falsa neutralidad analítica.
La opción que encontramos viable para el psicoanálisis es el que este clínicamente escuche y denuncie el discurso capitalista y patriarcal, que atienda la alienación de los sujetos y que no actúe como diría Althusser como un Aparato Ideológico del Estado o del capitalismo, que no sirva para fomentar la replicación de los sistemas de valores y creencias de la clase capitalista, para que las personas conecten o hagan consciente lo que implica vivir en un sistema socioeconómico y de producción como el del capital.
Esto porque como mencioné en otro trabajo y parafraseándome diría que “El psicoanálisis podría ser la herramienta que devele las construcciones ideológicas de las clases dominantes en los distintos momentos históricos” y en la actualidad el psicoanálisis podría entonces develar las construcciones ideológicas del discurso capitalista y su papel subjetivante en la identificación de clase del proletariado o la clase trabajadora con dicha ideología.
Es curiosa la apropiación de la clase obrera del discurso capitalista, y como es que este discurso pareciera inagotable en cuanto a su replicación en los distintos tipos de relaciones humanas como ya decíamos y en cuanto a que cada vez la alienación también parece alcanzar niveles o límites inimaginables, antes los Aparatos Represivos del Estado descritos por Althusser tenían un lugar preponderante en hacer lo que su nombre lo dice reprimir cualquier manifestación, intento o germen de subversión o revolucionario, ahora la profundidad y hasta eficacia de los Aparatos Ideológicos del Estado también descritos por el propio Althusser han alcanzado una profundidad que casi los invisibiliza por completo, y esto no quiere decir que los Aparatos Represivos del Estado no sigan actuando y funcionando, sino que su uso o acción parece cada vez menos importante, ya no se desgastan, sin dejar de lado el análisis de las diferencias que existen entre los gobiernos de América Latina, en donde la represión por parte del estado en algunos países es más visibles que en otros.
Los “tentáculos” o alcances del capitalismo configuran una realidad en dónde sólo cabe su discurso, imposible pensar un discurso heterogéneo, el discurso capitalista es homogéneo en lo que presenta como real o verdadero, su discurso y su verdad son las únicas válidas, impensable el que haya cabida para un discurso político, crítico o antisistema, de un discurso feminista, de un discurso indígena, gay afirmativo, anticolonial, antiimperialista o incluso femenino, esos discursos no caben en el discurso capitalista, y si por alguna extraña razón se les da “cabida” es para acapararlos y transformarlos para mercantilizarlos, es decir para explotarlos y que terminen sirviendo al capital al despojarlos de su carácter subversivo y/o revolucionario, se les termina por despolitizar.
La despolitización antes mencionada va de la mano de la psicologización (procesos íntimamente ligados a la alienación en el sentido propuesto por Marx), cuando la realidad histórico-material se analiza o mejor dicho se presenta como interpretación pasada por el lente de la psicología y/o del psicoanálisis psicologizado, institucionalizado y academicista pierde la posibilidad de cumplir de lleno con una de sus máximas que es hacer consciente lo inconsciente, ya que en el campo de lo inconsciente también se encuentran cuestiones como la lucha de clases, los imperativos ético-morales del judeo-cristianismo, la organización patriarcal de nuestra sociedad y todo lo político que esto implica, y se torna en una práctica psicologizante que tomará en cuenta solo aquello de los fenómenos psíquicos que parecieran concernir a la teoría y la técnica psicoanalítica en un nivel interpretativo es decir aquello que acontece en el conflicto psíquico, formación de compromiso o síntoma de los y las analizantes, pero que cortará con todo lo demás que también forma parte del malestar del o la analizante y que será sobre-simplificandolo el análisis y la interpretación de lo social.
Es por eso por lo que en su libro “Psicoanálisis y Revolución” David Pavón-Cuéllar e Ian Parker analizan y proponen opciones para la práctica del psicoanálisis y describen en lo que este se ha convertido al unirse y trabajar desde la lógica de mercado, lógica que fetichiza y pervierte todo lo que entra en ella.
“Junto al trabajo clínico tenemos la terea política de movilizar fuerzas inconscientes mientras distinguimos qué fuerzas perpetúan la ideología y cuáles tienden a nuestra libertad. Hay que analizar, hablar y actuar para lograr así hacer la historia en lugar de siempre repetir.
La exploración del inconsciente nos conduce a la política. Se trata de un proceso radical de politización que es lo contrario de la psicologización y que hace uso del tratamiento psicoanalítico para lograr la “superación” dialéctica del mismo, dejándolo atrás al llevarlo a cabo, con él para trascenderlo… El psicoanálisis sólo deja de ser imposible en los movimientos de liberación… Nuestro objetivo es construir un mundo en el que el psicoanálisis sea posible, pero innecesario.”[2]
David Pavón e Ian Parker apuntan muy bien a lo que representaría la verdadera opción para la práctica clínica del psicoanálisis, una práctica abiertamente política, una práctica que no psicologice ni funcione como dispositivo replicador de la ideología, y que tampoco sea utilizada como fuente de beneficio económico para él o la psicoanalista sin análisis de la realidad histórica y material del analizante.
Un ejemplo del cómo hay ciertos temas que se omiten o se “esconden” en las formaciones de psicoanálisis, es el hecho de que cuando se habla del cobro de los honorarios de un psicoanálisis el tema presenta tintes de tabú o es abordado desde la lógica del inversor, aquella en la que la persona que estudia por buscar un beneficio económico y no por vocación o “gusto” caería en lo que conocemos como cultura del esfuerzo o en la meritocracia, y se pensaría que dependiendo los años de estudio, los grados académicos y los años de experiencia serían la métrica o el tabulador más confiable para decidir cuál es el cobro correcto de sus servicios, además, hay otras prácticas formativas de las instituciones oficialistas del psicoanálisis que detentan una posición de exclusividad y prestigio ideológico en donde es sus prácticas clínicas y sus colegiaturas aparte de ser excesivamente costosas están dirigidas a un sector poblacional especifico, aquellos que puedan pagar sus altas cuotas, pero que también serían aquellos a los que menos les conviene la desalienación, por lo cual se torna casi imposible el pensar que de ahí pueda surgir una opción emancipatoria o subversiva para el psicoanálisis.
Como ejemplo de lo anterior, aún recuerdo discursos de docentes de la maestría que como ellos/as habían hecho sus formaciones en instituciones adheridas a la IPA, aclaraban que nosotros/as no podíamos ni por error llamarnos psicoanalistas y que nunca haríamos psicoanálisis, que lo que hacíamos era psicoterapia psicoanalíticamente orientada, que para ser psicoanalistas debíamos salir de la IPA con una formación como analistas, pero eso después de haber cursado una maestría y un doctorado previamente, que antes no y solo avalados por la IPA, pagando sus colegiaturas, cubriendo el costo de la supervisión y analizándote con alguien de la misma institución con sesiones dos o tres veces por semana, pregunto ¿Quién puede realmente pagar eso? Y de esta interrogante surge la siguiente ¿Para quién o quiénes estarían dirigidas este tipo de formaciones?
De esto mismo cuestionaba o acusaba Raúl Páramo Ortega a la APM en su libro Freud en México, en el que aborda la cuestión de una forma particular y hasta personal.
“El consuelo que me queda es que con una actitud crítica hacia mí mismo y hacia nuestro gremio podría contribuir a una actitud más crítica hacia respecto a nosotros mismo como psicoanalistas y como mexicanos. Es mi convicción básica que todos los psicoanalistas, incluyéndome a mí mismo, no estamos a la altura de lo que esta profesión nos exige dentro y fuera del consultorio. Simplemente trato de contemplar los aspectos deficitarios de nuestro gremio mexicano a la luz de nuestra historia cultural, de nuestra historia nacional, a la manera –por cierto— de dos distinguidos miembros de la APM: Santiago Ramírez y Francisco González Pineda. Sostengo aquí que, así como es difícil pensar que un buen torero puede surgir en la ciudad de Nueva York, me cuesta trabajo imaginar que un buen psicoanalista, o –para poner otro ejemplo—que el fundador del psicoanálisis pueda haber surgido de la colonia Roma del Distrito Federal”[3].
Lo anterior es “sospechoso” no por las formas o por el imperativo formativo, ya que como bien sabemos el llamado trípode de formación en psicoanálisis se cumpliría si la persona que se quiera adentrar en esta práctica cumpla con llevar un proceso de análisis, con su formación teórica continua, y supervise su práctica clínica estaría formándose como psicoanalista, incluso como decía un expresidente del Círculo Psicoanalítico Mexicano, que ellos/as en sus formaciones revisaban el noventa por cierto de la obra de Freud a diferencia de la de otras adheridas a la IPA que no llegaban al treinta por cierto, pero al estar adheridos a la IPA ya eran certificados/as o avalados/as como psicoanalistas.
Y lo “sospechoso” me parece aún más, porque al privatizar y hacer exclusivo de una institución al psicoanálisis se le estaría descolocando de su carácter subversivo, pero esto no es lo único que le pasa al psicoanálisis, hay otro fenómeno interesante, y es que quién comience a practicarlo clínicamente puede “sufrir” una especie de mimetización ideológica con las prácticas anteriormente denunciadas, pero que no considero que de fondo tenga que ver puramente con la práctica burguesa del psicoanálisis, sino que considero que tiene que ver más con la lógica de mercado del discurso capitalista y su influencia en la subjetivación de nuestra época, en donde la alienación parece haber dado un giro o presenta otras formas, y muchas veces sin abandonar las primeras lo que pareciera convertirla en algo más profundo.
Cuando Marx hablaba de la ideología hacía referencia a la imposibilidad para la obtención de conciencia de clase, lo que implicaría poder ver la lucha de clases entre la clase capitalista y el proletariado (o entre la clase dominante y la clase dominada según el momento histórico), y se cuestionaba la imposibilidad para relacionar la realidad material con la económica, de relacionar la imposición con los estragos de esta reflejados en el propio cuerpo y en la propia vida.
El ya mencionado Louis Althusser vino a abonar un poco más al entendimiento del proceso de dominación, de subjetivación y de alienación cuando describió a detalle el funcionamiento de los llamados por él como Aparatos Represivos de Estado y los Aparatos Ideológicos de Estado, los primeros usarían la fuerza y las fuerzas militares y policiales para mantener la represión del estado y las instituciones del mismo o paralelos al mismo como por ejemplo la Iglesia y que facilitarían formas de subjetivación ad hoc al capitalismo.
En la actualidad vemos que los procesos de identificación ideológica con la clase capitalista y con ello la replicación de los valores y creencias de la misma, además de la también replicación de las interacciones desde la lógica del poder y una tendencia de los sujetos de la clase trabajadora a tratar de personificar al capitalista convirtiéndose en emprendedores, pero sin realmente ser conscientes de la división de clase y la diferencia en la disposición de recursos de una clase y la otra, lo que implica que aquel sujeto de la clase trabajadora que se vuelva emprendedor sólo se convertirá en su propio explotador y pasará tal vez a explotar a otros trabajadores como sus empleados, pero no dejará de servir al capital ni pasará a formar parte de la clase dominante o capitalista, es decir, seguirá dentro de la lógica del mercado pero en una posición diferente.
Esto último sumado a las formas de subjetivación se vuelve interesante pero peligroso porque justamente de acá se desprenderán fenómenos de replicación ideológica desde la forma de vincularse o relacionarse con los demás y que presentarán las características que presenta la psicología como medio o forma de dominación ideológica, es decir los sujetos tendrán actitudes conformistas, al buscar que los demás sujetos se conformen con lo que se presenta como natural, es decir que se conformen con el capitalismo y su forma de producción y división de clases, desmemoriadas, que tiende a tratar de ser ahistórico y empobrezca la posibilidad de conocer y recordar la historia para no repetirla, racistas-discriminadoras, machista-patriarcal, homogenizador-normalizadoras, individualistas-cuantitativas, despóticas, acá aludiendo a la forma de interactuar con el otro, desde la mera posición de poder y desde el privilegio, monológicas-especulares, que enfatizaría la imposibilidad de reconocer la alteridad y por el contrario se apropia del discurso, s y capitalistas mercantilistas, estas últimas englobarían a todas las anteriores y formarían parte de lo que ya hemos descrito.
Todo lo anterior lo abordan de una forma y propuesta interesante David Pavón y Mihalis Mentinis en su libro Zapatismo y Subjetividad. Más allá de la Psicología, y se considera que sería una propuesta viable o emancipatoria al discurso capitalista, los citaremos para explicar el carácter capitalista mercantil que tiene la psicología y al cual yo sumaría al psicoanálisis de muchas maneras.
“De modo más preciso, a veces por sí sola y otras veces a través de las demás psicologías, la capitalista mercantil reduce el psiquismo humano a su funcionamiento económico interesado y estratégico en el mercado y en el contexto capitalista en general. El burgués, empresario, especulador o simple tendero se torna el modelo normativo de subjetividad en psicología. El homo psychologicus termina confundiéndose así con un homo economicus dominado por el cálculo, el interés, la codicia y la ambición”.[4]
A esto le podemos sumar aquello del orden de lo religioso como Aparato Ideológico de Estado en cuanto a su función o participación en la subjetivación y que esto tiene que ver con la “adhesión” a los imperativos de la tradición judeo-cristiana, la cual desde la “implantación” del sentimiento de culpa generaba una forma de entender la moral y la ética de los sujetos, lógica que acababa en el servilismo y la esclavitud, Martín Delgado compañero del Círculo de Psicoanálisis y Marxismo se encuentra trabajando una hipótesis respecto a esto, que parte de la premisa de que el sentimiento de culpa creado por los imperativos religiosos desde el llamado pecado capital se han engarzado o transmutado en el capitalismo con el concepto y sentimiento de deuda que apelaría más a una lógica de mercado y que esto sería base en el proceso de alienación y sumisión al capitalismo como sistema y sería lo mismo que coartaría la posibilidad de rebelión so subversión ante esto.
Y de estos tipo de análisis es que podremos encontrar la opción del psicoanálisis al hacer una propuesta de praxis que enarbole la intervención crítica a partir del análisis del discurso que apunte a la visibilidad de todo aquello que se dice y se expresa en el discurso pero no que logra articularse de forma que cobre sentido respecto a la realidad material del o la analizante, que apunte a la toma de conciencia de clase y tienda a la desarticulación de la alienación al confrontar la ideología y los dispositivos ideológicos con lo que implica formar parte del capitalismo desde la clase obrera y lo que significa para el planeta el capitalismo con su hiperproducción, que logre conjuntar aquello que se vive todos los días con el propio cuerpo, en las relaciones con los otros y desde las posiciones subjetivas y sociales, para que lo que en realidad es el capitalismo como sistema de producción y de organización y división del trabajo se pueda concientizar y que desde ahí se puedan promover posiciones de subversión en lugar de vivir en una alienación esclavizante.
No se intenta acá abarcar o llegar mejor dicho a proponer soluciones metodológicas concretas, sino que solo nos adscribiremos al ejercicio de la denuncia tanto de la alienación en el capitalismo como del psicoanálisis como dispositivo de alienación, para con ello comenzar a cuestionar nuestras prácticas como analistas y la finalidad del método psicoanalítico, que si somos justos con Freud tendríamos que buscar el hacer consciente lo inconsciente hasta sus últimas consecuencias y si en esa tarea desatendemos aquello del orden de lo social que escapa a la conciencia por ser sujetos de la alienación para no formar parte pasiva o activamente, por cinismo o por desconocimiento de aquello que nos determina y nos mantiene alienados y que a su vez nos lleva inevitablemente al abismo de la extinción planetaria aunque difícil sea entender que aunque no lo sepamos participemos de ello y no desde la responsabilidad individual sino desde nuestra falta de colectividad y desde nuestras funciones técnicas que promueven la alienación de los sujetos en nuestra sociedad.
Sin duda nos quedamos cortos, y sabemos que hay muchos y muchas que están trabajando en ello, y no es que nos aventajen o no, sino que por el contrario se busca el aportar desde la suma de esfuerzos para generar lazos para que la unión fortalezca la resistencia y desde la resistencia se promueven o movilice la emancipación, desde el reconocimiento de la alteridad que nos une y no desde el individualismo que nos separa.
Bibliografía
- Páramo, Raúl, Freud en México, Paradiso Editores, Ciudad de México, 2023.
- Parker, Ian, La psicología como ideología, Contra la disciplina, Catarata, Madrid, 2007.
- Parker, Ian, y Pavón-Cuéllar, David, Psicoanálisis y Revolución, Psicología crítica para movimientos de liberación, Editorial Pólvora, Santiago, 2021.
- Pavón-Cuéllar, David y Mentinis, Mihalis, Zapatismo y subjetividad, Más allá de la psicología, Ediciones Cátedra Libre, Morelia, 2021.
Notas
[1] Ian Parker, La psicología como ideología, ed., cit., p. 65
[2] Ian Parker y David Pavón, Psicoanálisis y Revolución, Psicología crítica para movimientos de liberación, ed., cit., p. 44
[3] Raúl Páramo, Freud en México, ed., cit., p. 15 – 16
[4] David Pavón y Mihalis Mentinis, Zapatismo y subjetividad, Más allá de la psicología, ed., cit., p. 83