Resumen. El estilo Lolita refiere a una cultura juvenil compuesta principalmente por mujeres entre los 10 a los 17 años (o que buscan aparentar dicha franja etaria) quienes muestran una precocidad sexual notable, además de habilidades para seducir a través de desplegar una ambivalencia -tanto expresiva como funcionalmente- entre las figuras de infancia y adultez. Esta investigación se planteó el objetivo de indagar los modos y maneras concretas a través de los cuales la práctica social Lolita se relaciona con otros contextos de práctica donde la persona suele involucrarse; colocando especial énfasis en la familia, la escuela, el trabajo, y las relaciones de pareja. Para ello, se realizaron cuatro entrevistas semiestructuradas a profundidad a una joven de 18 años practicante del estilo expresivo Lolita. Como resultado de las entrevistas se encontró que los modos de interrelación entre los diversos contextos se basan en una mezcla de elementos fantasiosos, dramáticos, románticos y realistas.
Palabras Clave: lolita, erotismo, sexualidad, dispositivo, mundo intencional, sagrado
Abstract: The Lolita style refers to a youth culture composed mainly of women between the ages of 10 and 17 (or who seek to look like that age group) who show notable sexual precocity, as well as abilities to seduce through displaying an ambivalence -both expressive and functionally- between the figures of childhood and adulthood. This duality is manifested in youth’s attire (costumes, dresses, wigs), their attitude and the gestures they use. There is a distinctive aesthetic component that involves variable levels of eroticism, which makes it conflictive to make an approach devoid of moralizing overtones. However, it is precisely this problematic positioning that highlights Lolita as an interesting cultural option to investigate. This research aimed to investigate the specific ways and means through which Lolita social practice is related to other contexts of practice where the person usually gets involved; placing special emphasis on family, school, work, and relationships. To this end, four in-depth semi-structured interviews were conducted with an 18-year-old girl practicing the expressive Lolita style. As a result of the interviews, it was found that the modes of interrelation between the various contexts are based on a mixture of fantasy, dramatic, romantic and realistic elements.
Key Words: Lolita, eroticism, sexuality, apparatus, intentional world, sacred
La producción antropológica actual manifiesta diferentes tendencias teórico/metodológicas que tienden a sesgar o excluir procesos, problemas e incluso actores sociales[1]. La exclusión de agentes sociales es más evidente conforme más marginal el demográfico que lo compone; paradójicamente, siguiendo la fórmula schmittiana, consideramos que dichas exclusiones son más interesantes que los casos normales, por tanto, que “explica lo general y se explica a sí misma. Y si se quiere estudiar correctamente lo general, no hay sino mirar la excepción real”[2]. El estudio sobre las Lolitas -estilo importado de oriente, compuesto principalmente por población juvenil- se sitúa precisamente en la encrucijada donde el complejo universo de significados y prácticas que engloba puede orientarnos para elaborar teóricamente consecuencias sobre el fondo de relaciones de poder sobre el cual operamos todos los miembros de las sociedades occidentales contemporáneas. Para deducir adecuadamente tales consecuencias, el énfasis habrá de colocarse sobre los contextos locales de práctica de sus integrantes.
Lolitas como cultura juvenil
El término “Lolita” es empleado en la cultura popular en alusión a la novela escrita por Navokov en 1975 para referirse a una niña sexualmente activa e incluso promiscua. Los aspectos psicológicos son que muestra precocidad sexual, ser una niña caprichosa, sin modales y mostrar un afecto por individuos adultos. Pero la cultura juvenil en auge no se sustenta solamente por este principio, pues involucra varios aspectos que se han enriquecido gracias al apoyo de los medios de comunicación, principalmente internet.
El movimiento surgió en Japón alrededor de 1980 como respuesta a la uniformidad, homogeneidad y rigidez de las prácticas sociales, que reducían la posibilidad de mostrar la individualidad a través de la indumentaria. Retoma elementos de los estilos victoriano y rococó para incorporarlos en la vestimenta y mezclarlos con la cultura popular. La difusión mundial inició alrededor del año 2000 al haber un rango muy amplio de personas con acceso a internet, lo que permitió que el estilo fuera incorporado a otras culturas, que se modificara al sincretizar elementos propios del lugar donde era adquirido y surgieran subdivisiones basadas en la estética generada por cada sitio según sus patrones distintivos propios.
Porzio[3] caracteriza este movimiento por emplear marcadores de identidad visuales, referentes a la indumentaria y los ademanes, a diferencia del resto de las culturas juveniles que generalmente se identifican por un estilo musical específico. Una consideración importante por tomar en cuenta cuando se habla de movimientos juveniles es lo concerniente al estilo expresivo[4] , que es el conjunto de patrones estilísticos como la indumentaria, los símbolos, la forma de hablar y las expresiones utilizadas, que conforman una imagen constante en los miembros del grupo. El estilo expresivo es una arista importante para cualquier cultura juvenil, y en el caso de las Lolitas éste es una mezcla entre la moda vanguardista, el sentido de pertenencia a un grupo y la exaltación del sentido de feminidad. En este aspecto, la indumentaria no sigue una misma línea, sino que varía dependiendo el subgrupo al que pertenezca. El término genérico para referirse a la práctica es “Lolita”, sin embargo, se dividen en[5]:
- Sweet: Indumentaria colorida, actitud fantasiosa, apariencia y ademanes infantiles
- Classic: Evoca madurez y seriedad. Esta variedad tiene un fuerte componente erótico
- Punk: Mezcla la estética punk con elementos victorianos, rococó, góticos, y de la cultura pop
- Wa: El estilo tradicional japonés. La indumentaria incluye kimonos y yukatas.
- Shirori: Mezcla la indumentaria gótica, pero emplea sólo colores o tonos blancos.
- Kurori: Involucra vestimenta gótica usando exclusivamente el color negro
- Gurori: Fusiona el estilo Lolita con elementos gore, referentes a laceraciones, sangre, quemaduras, etc.
- Ouji / Kodona / Dandy: Son la variedad masculina del estilo Lolita.
La forma de vestir, los adornos, el orientarse hacia un estilo específico y demás características implican una diferenciación sustancial entre estos subgrupos y entre los miembros que pertenecen a cada uno, pues la participación en éstos y la forma de asumirse como tal, no es algo determinado por el racimo de vida[6], es decir, más que marcos interpretativos o códigos interactivos que se dan por garantizados como prerrequisito para ciertas operaciones -la estetización del atuendo, en este caso-, son una opción culturalmente disponible para las jóvenes en sociedades contemporáneas, que pueden tomar si les resulta congruente con su modo de participación en los demás contextos.
El ser Lolita[7], no necesariamente implica un estilo expresivo constante, puesto que al ser internet un medio fundamental para la distribución y mantenimiento del movimiento, puede que el estilo se muestre únicamente en los sitios virtuales. Aun así, la cultura Lolita trasciende la vestimenta al abarcar aspectos como la forma de caminar, sentarse, comer, mirar y tratar a las personas, etc.; y por ende la indumentaria por sí sola no determina la pertenencia al grupo. Sin embargo, los mecanismos de negociación entre participantes también existen en comunidades virtuales, no tanto a través de la retroalimentación cara a cara sino mediante las herramientas disponibles en foros, blogs, redes sociales y demás plataformas; donde se comparten manuales de estilo, se intercambian comentarios, se organizan reuniones con códigos de vestimenta más o menos rígidos, se distribuyen prendas de marcas específicas, entre otras. El tipo, la calidad y frecuencia de estas interacciones fungen como parámetros para determinar la legitimidad de la participante, situándola bien más cerca de la categoría “aprendiz” o bien más cerca de la “experta”[8]
Lolitas como opción cultural
En “El Laberinto de la Soledad”[9], aparece el miedo a la soledad como un motor respecto al cual se han diseñado instituciones, medicamentos, máscaras, identidades y expertos para curar o combatir a quienes presenten síntomas de aislamiento. Una interpretación burda en esta línea conduciría a hipotetizar que el sentimiento de soledad en las jóvenes Lolitas las lleva a buscar formas de atraer hombres mayores, que les brinden amor, las protejan y exorcicen dicho sentir. Sin embargo, la situación es algo más compleja: incluso concediendo que la soledad sea detonante de miedo por su potencial a fragilizar las presencias, la amenaza no tendría por qué ser tratada de inmediato como objetivo de eliminación, pudiendo ser gestionada mediante dispositivos[10]: modos de fabricar sentidos y sensibilidades, así como de disciplinar el cuerpo, para sostener la percepción de autocontrol y autosuficiencia, neutralizando la crisis.
Proponemos recuperar el concepto de mundo intencional[11] para referirnos a arreglos que no existen en la naturaleza independientemente de las prácticas humanas, sino que son elaborados, construidos, negociados y mantenidos a través de la interacción humanos-humanos y humanos-mundo. Tanto los mecanismos de cura/combate como los dispositivos de gestión funcionan dentro de determinados mundos intencionales, y el interés radica en identificar cómo funciona el estilo Lolita: ¿se trata solamente de un antídoto para la soledad, o están gestionándose además otras cosas?
Recordemos además que la cultura Lolita suele tener un fuerte componente erótico. Si entendemos el erotismo como un dispositivo técnico/estratégico para prolongar la articulación entre personas, entonces emerge la necesidad de cartografiar el cuerpo con el cual la Lolita hace uso de sus variadas herramientas eróticas (maquillaje, vestimenta, apariencia y lenguaje infantiles) a través de contextos locales de práctica[12], en tanto prácticas sociales estructuradas de manera no homogénea. Es decir, la Lolita es otras cosas además de Lolita, pero sus distintas actividades no están desconectadas entre sí, sino que se estructuran alrededor de preocupaciones y propósitos particulares, marcados por relaciones de poder y ámbitos de participación desiguales. Por lo que el erotismo desplegado en un contexto hace eco en los demás, pero de maneras distintivas que no necesariamente se subsidian bajo un rubro uniforme como el “miedo a la soledad”.
Tanto sexualidad como violencia tienen una dirección centrífuga[13]: nunca eligen a sus participantes de entre quienes viven en conjunto. Tanto las reglas matrimoniales para una como las sacrificiales para la otra desplazan el fenómeno hacia fuera de la comunidad para evitar los estragos que generarían si se distribuyesen libremente al interior: al elegir víctimas y parejas externas a nuestro círculo evadimos la indiferenciación, mantenemos direcciones claras en las cuales puede encaminarse la agresión o el deseo. Para el caso de la Lolita, proyectar una apariencia infantil habilita opciones de relación que de otro modo estarían clausuradas en el mundo intencional de la adultez: hace falta mostrarse como joven e indefensa para acoplarse con alguien que se muestra como maduro y protector. En este sentido, diseñar una apariencia infantil puede tener el objetivo de satisfacer alguna necesidad específica, sea del orden económico, higiénico, de vivienda, alimenticio, o cualquier otro. Esta acepción dota de agencia a la Lolita en la conducción de su vida, en lugar de concebirla pasivamente como una víctima de la soledad o un recurso gestionado por los dispositivos.
Consideraciones estéticas respecto a la Lolita contemporánea
La belleza es un término central dentro del fenómeno Lolita. La apreciación estética -y el concepto mismo de belleza- es un mundo intencional, recordemos, una realidad culturalmente constituida que está en continua interacción con las personas y por lo tanto se transforma constantemente. Esta explicación se complementa con el concepto de experiencia moderna de belleza[14], para referir el vínculo entre arte y erotismo: clásicamente, el arte conducía al éxtasis espiritual -independiente del cuerpo-, mientras que, en la experiencia moderna, el goce estético y carnal se mezclan de modo tal que emergen intenciones contradictorias (como placer-culpa o deseo-terror). El mundo Lolita es entonces un intento de unir lo bello con lo erótico, de una manera tan artística como inmersiva ya que precisa del espectador cierto grado de profanación sobre la obra: no ya el aura[15] que conmociona al experimentar una pieza irreproducible (desde la distancia), sino una necesidad de involucrarse, de participar con la obra de manera no exclusivamente estética, sino, precisamente, carnal y por lo tanto transgresora, culposa, aterrorizante. Al ser las Lolitas un fenómeno de índole principalmente femenina, nos enfocaremos en la belleza de dicho género.
La imagen de belleza femenina está estereotipada en una dicotomía que implica producir deseo a través de una imagen virginal e inmaculada que al mismo tiempo comunica amplia experiencia sexual[16]. Una sociedad mediatizada donde los estereotipos producen modos de pensar y de desear orienta a las chicas hacia asumir posturas que cuadren con los socialmente esperado para ejercer su sexualidad. Valiéndose del estilo Lolita para lograr la fusión dicotómica arriba mencionada, las chicas pueden encajar dentro de la estructura del mundo intencional de la belleza al conjuntar lo estéticamente agradable a través de vestir prendas sofisticadas mientras, por debajo de lo visual y en sordina, se insinúa la pericia sexual.
Para que la existencia de la Lolita tenga sentido, hace falta un ninfoléptico, es decir, alguien que experimente un “frenesí causado por el deseo de lo inalcanzable”[17]. Ahora bien, los estándares de belleza humana contemporánea se relacionan con el mantenimiento de una imagen juvenil y saludable, sea contando con esas características, pero también deseándolas “ninfolépticamente”. Este punto permite entender el deseo de un adulto por un cuerpo joven, puesto que al no ser accesible para sí mismo, puede enfocarse en desear a quien lo tiene, convirtiéndolo en un objeto intencional[18] referente al mundo de la belleza. Asimismo, las prácticas sociales están estructuradas de modo tal que incluyen diversos participantes con perspectivas distintas, pero que funcionan en conjunto[19]; en este caso, la ubicación “Lolita” se complementa con la ubicación “ninfoléptico” (o Lolicon, si nos apegamos al japonés) que resulta en los pares relacionales esperados dentro de este mundo: una persona infantilizada balanceada por una persona con adultez contrastante. Vínculos que no necesariamente serían viables en relaciones adultas sin componentes dramáticos o performativos, como señalamos arriba. La Lolita rompe con la barrera estereotípica entre atractivo y sexualidad en la dimensión moral, ya que su presencia funde lo estético y lo placentero en un objeto generalmente prohibido como la infancia. La imagen de la Lolita contemporánea puede caracterizarse por ser (o parecer) una niña que evoca inocencia, pasividad y sumisión a la vez que resulta deseable, sensual y provocativa.
La apariencia infantil entonces adquiere relevancia performativa al conectar con otras prácticas, como lo erótico, lo interprersonal y lo estético. En la presente investigación nos enfocamos en identificar puntualmente cómo el estilo Lolita se relaciona con los demás contextos de práctica de una joven de 18 años.
Metodología
Informante:
L., una adolescente de 18 años, hija menor de una familia de tres integrantes. Vive con su medio hermano y su madre. Su nivel de escolaridad es secundaria trunca. Mide 1.46 m, de tez morena clara, cabello oscuro con las puntas pintadas de azul. Suele vestir de faldas cortas, una playera negra, calcetas (como complemento atávico varían: a veces largas, otras cortas) y botines negros descuidados.
Escenario:
Fase 1. Contacto y Negociación con la informante
Sesión 1. Negociación: Áreas verdes del Instituto Politécnico Nacional Campus Zacatenco
Sesión 2. Renegociación: Jardinera ubicada en la esquina del domicilio de la informante
Fase 2. Entrevistas
Sesiones 3-5: Entrevistas 1-3, dentro del domicilio de la informante, el cual se mantiene oculto para asegurar la confidencialidad, el anonimato y eliminar conflictos de interés (Universidad de Barcelona, 2010; European Commission, 2021)
Sesión 6: Entrevista 4, parque público ubicado cerca del domicilio de la informante
Materiales
Grabadora de celular
Micrófono y adaptador para conectarlo al celular
Computadora personal con el software Atlas.ti 9
Técnicas de recogida de Información
Se efectuaron cuatro entrevistas a profundidad, dirigidas por guiones semiestructurados, con duración promedio de una hora. Todas las sesiones fueron grabadas para ser posteriormente transcritas y analizadas mediante la agrupación de los párrafos en conglomerados semánticamente congruentes, a través del software Atlas.ti 9. Se redactaron distintos tipos de notas[20]: a] de campo, para reportar sintéticamente lo acontecido en cada sesión; b] personales, para capturar las impresiones subjetivas del investigador; c] teóricas, sobre las conexiones entre la información obtenida y la literatura consultada; y d] metodológicas, acerca de las sugerencias y modificaciones técnicas que implementar durante cada sesión. Todas las notas fueron integradas en los apartados de procedimiento, resultados y conclusiones.
Procedimiento
Fase I Contacto y Negociación con la Informante
Sesión 1. Negociación:
Se acordó una cita con L. con el propósito de concertar su consentimiento de participación. El contacto se dio por medio del investigador, quien ya le conocía previamente. En esta primera sesión se dio a conocer a la informante en qué consistiría el proceso de investigación, se aclararon las dudas que le surgieran y se hizo constar el manejo anónimo de sus datos. El encuentro siguió las pautas de una conversación casual. Se señaló la posibilidad de inquirir sobre temas delicados y personales dado el objetivo de la investigación, que de manera particular requeriría abordar situaciones sobre sexualidad e intereses personales, ante lo cual la informante consintió verbalmente. La sesión culminó con el intercambio de datos de contacto con la finalidad de establecer un canal de comunicación.
Sesión 2. Renegociación.
Se llevó a cabo una segunda sesión para confirmar la participación de la informante en la serie de entrevistas. Para esto se acordó vía internet la fecha y el investigador acudió al domicilio de la participante. Se mantuvo la dinámica de conversación casual, se repitieron los puntos acerca de los objetivos de la investigación y la naturaleza de esta, La reunión terminó con la calendarización de cada entrevista posterior y la firma del consentimiento informado.
Fase II Entrevistas
Dos semanas posteriores a la renegociación, iniciaron las entrevistas, que se estructuraron alrededor de temas como el estilo Lolita, erotismo, sexualidad, estilos expresivos, etcétera. Sin embargo, estos temas no se abordaron en una secuencia estricta y rigurosa, sino que funcionaron como núcleos de significado para indagar a profundidad el contenido de las respuestas que L proporcionó. Se llevaron a cabo en un lugar cerrado, a manera de que las grabaciones resultasen lo menos perturbadas posibles por sonidos externos y de esta manera analizar la mayor cantidad del contenido registrado. El lugar donde se llevó a cabo la mayoría de las entrevistas fue el domicilio de la informante, en aras de comodidad para ella, pero también como oportunidad de llevar a cabo una observación naturalista. Esto ayudó a realizar las entrevistas de manera fluida, discreta y con el menor ruido posible.
Sesión 3
Entrevista 1.
En esta sesión L vestía mallones de encaje negro, una playera negra con estampado de un cráneo, una cangurera con un mandil que tenía colgando un llavero de calculadora y unos tenis converse negros, con el cabello suelto y recortado a la altura de los hombros. La entrevista inició solicitando a L que se describiese a sí misma. Le resultó complicado responder a ésta y otras preguntas, sin embargo, mientras que no proporcionó respuestas verbales concretas, lo que hizo fue demostrar conductualmente (a través de gestos, entonaciones, actitudes, devolución de preguntas y comentarios humorísticos) el contenido de dichas respuestas.
Se obtuvo información relevante respecto a la atracción sexual correspondida hacia un tío como pieza clave para la construcción de su autoconcepto como Lolita; la mala relación con su madre y medio hermano, la poca relevancia que su familia le da al hecho de que ella se identifique como Lolita; el papel del estilo Lolita en el trabajo, sus intereses laborales futuros, las cualidades que encuentra atractivas para prospectar a alguien como pareja, así como el uso de diversas prendas de indumentaria y maquillaje para resaltar sus rasgos de “niña estúpidamente erótica”. También resaltó el consumo de sustancias como tabaco, marihuana y alcohol. Se alcanzó fluidez en la conversación, sin embargo, ello condujo a momentos donde las respuestas de la informante desembocaban fuera de los temas propuestos, produciendo datos no relevantes para la investigación. Se decidió llevar una guía con puntos más específicos para abordar las entrevistas subsiguientes.
Sesión 4
Entrevista 2.
El objetivo de esta sesión fue conseguir una descripción de sus diferentes contextos de práctica y cómo se involucran con ser Lolita. La participante describió en qué consistían sus prácticas y su interacción con las demás personas involucradas en la misma. La guía ayudó a evitar desviaciones de los temas significativos y así abordarlos en amplitud. En este caso la entrevista se tornó más formal. Otro problema fue la presencia de familiares de L que inhibieron su fluidez al responder, por lo que se decidió cambiar la fecha de las siguientes sesiones para evitar la presencia de dichas personas. Hasta entonces las entrevistas se realizaron en fines de semana, pero se reprogramaron en días hábiles.
Sesión 5
Entrevista 3.
Para esta sesión el objetivo fue abarcar los aspectos emocionales involucrados en los diferentes contextos de práctica de la informante. Gracias a que L proporcionó datos puntuales sobre cómo involucra emociones dentro de su ambiente familiar, laboral, de pareja, escolar y amistoso, fue posible alcanzar el objetivo de la sesión. El cambio en la fecha de la entrevista, así como la relativa informalidad en el desarrollo de la sesión resultaron de gran apoyo, ya que propiciaron una interacción de confianza para responder preguntas de temas personales delicados y con un grado variable de intimidad. El cambio en la informalidad de llevar la entrevista ayudó para que L aportara datos de gran ayuda para la investigación.
Sesión 6
Entrevista 4.
Como objetivo, esta última sesión buscó retomar algunos temas no abordados en las entrevistas pasadas, así como revelar datos que ayudaran a entender mejor su forma de relacionarse en sus prácticas, en especial el contexto de práctica de parejas y familiar. Como estrategia metodológica se buscó, al igual que en la sesión anterior, desarrollar la entrevista de manera informal para así lograr una charla más fluida, puntualizando para esta ocasión los temas no desarrollados satisfactoriamente con anterioridad.
Resultados
Tras armar los conglomerados semánticos a partir del discurso emitido por la informante, se obtuvieron 4 núcleos de significado principales: 1] Estructura de la práctica Lolita; 2] Influencias culturales; 3] Relaciones familiares y 4] Vinculaciones afectivas. Adicionalmente, se detectaron 4 subcategorías transversales a dichos núcleos: los contextos de práctica a] Trabajo; b] Escuela y c] Consumo de drogas, junto con la expresión de d] Posturas personales. A continuación, presentamos el análisis de los 4 núcleos, mencionando las conexiones con las subcategorías pertinentes dentro de cada apartado
1] Estructura de la práctica Lolita
El primer contacto que L tuvo con el estilo Lolita fue a través de imágenes que vio en el celular de su hermano una ocasión en que lo acompañó a comprar ropa gótica; le gustaron muchas prendas de vestir y comenzó a caracterizarse como una Lolita “mi hermano una vez tenía una imagen en su celular de una chica así y me gustó mucho cómo se veía (…) y entonces como mi hermano fue a comprar ropa a un mercadito (…) de gente Dark, me gustaron varias cosas, varias faldas, (…) y me gustó esa combinación, empecé a hacer combinaciones con ropa de niña fresa, que pudiera verse muy linda” (Entrevista 1). Desde su ingreso en la práctica, hay una mediación relevante de la tecnología que se sostiene más adelante
Entre los 11 y los 12 años comenzó a investigar en internet las reglas del Lolita, coincidiendo con la figura de Mana Sama como directriz para construir una identidad. Éste es un ejemplo claro de participación periférica legítima[21], ya que Mana Sama desempeña la función de veterano al proporcionar las bases para que las chicas se vuelvan Lolitas. Aquéllas interesadas en acceder a tales lineamientos configuran una comunidad virtual de aprendizaje en donde si bien no hay supervisión por parte del experto, hay prácticas de retroalimentación interpares, con su correspondiente componente de exclusión en la forma de elitismo (o “mamonería”, en palabras de L) hacia quienes no llevan el estilo de acuerdo con las reglas. “No convivo mucho con ellas [otras Lolitas], no me caen muy bien, porque suelen ser muy mamonas […] se sienten demasiado cuando la verdad es que nadie lleva el estilo” (Entrevista 2). El grado de convivencia con otros miembros del Lolita equivale al grado de legitimación dentro de la práctica. Dentro de esta comunidad la negociación de significados y artefactos es unilateral, pues se adquiere pasivamente por parte de los aprendices sin intervención directa del experto.
La práctica Lolita, a diferencia de otras culturas juveniles, no tiene una ideología característica que agrupe a sus participantes. Con ello podemos matizar la definición de estilo expresivo[22], señalando que los patrones estilísticos, forma de hablar y de vestir, el significado de símbolos, entre otras, son constantes y congruentes con una ideología, condición ausente en las Lolitas debido a la gran variedad de subdivisiones existentes en esta tribu. Tal hallazgo representa que el estilo expresivo no siempre depende de una ideología definida, pues puede variar en función de muchos factores como la indumentaria, las ideas proyectadas (en este caso erotismo), la cultura e incluso el género del practicante. De esta forma pueden existir diversos estilos expresivos referentes a una misma agrupación general y, por tanto, sería arbitrario buscar una definición generalizable a todas las Lolitas partiendo de una sola vertiente, sobre todo tomando en cuenta que entre las variedades de Lolitas hay algunos elementos contradictorios entre estilos, por ejemplo, entre el Sweet, que evoca actitudes infantiles y el Classic, donde lo importante es la idea de madurez.
Esto concuerda con lo que dice Porzio[23], quien reporta una tendencia de las Lolitas a comentar que la forma de vivir dentro del Lolita varía entre personas, y que no hay una forma definida y universal de caracterizarse como Lolita, ya que se involucran muchos aspectos de indumentaria y comportamentales en función del subgrupo con que se identifique cada persona, de los aspectos que incorpore cada uno y de lo que ella misma considere como relevante para definirse como Lolita. Sobre este aspecto, L puntualizó lo siguiente: “Dije que ciertos aspectos los tomo en cuenta” (Entrevista 2) “Es que más que nada combino lo tierno con lo rudo […] y lo pastel goth” (Entrevista 4)
Adicionalmente, desenvolverse como Lolita en el intersticio de los mundos análogo-virtual demanda de las practicantes el desarrollo de pericias específicas. L mencionó en varias ocasiones el uso de redes sociales para contactar con parejas, lo cual no está exento de riesgos, y que justo por ello debió aprender a lidiar con los acosadores. “Subo fotos mías eróticas [en redes sociales], no desnuda completamente, pero eróticas, pero no por eso me voy a coger a todos los que vean mis fotos […] antes eran muy acosadores y ya me tenían hasta el culo, pero ya, así como me fueron conociendo, los empecé a ignorar, se dieron tinta y pues siguen siendo así como fans” (Entrevista 2). Con todo, el uso de plataformas virtuales configura también un campo para la interacción erótica, como testimonian los siguientes comentarios: “La mayoría [de los mensajes de facebook] son fotos mías de que «¿quieres ver mis pechos? […] y luego de repente nos encontramos en persona y luego, nos invitamos a salir y así»” (Entrevista 3); o bien “Un día te dice un comentario, así como «sí te doy», así, estúpido, que te burlas, y después de cierto tiempo empiezas a coquetear inconscientemente y un día quedan para verse y es así como de «sí ¿por qué no?»” (Entrevista 3) “Me gusta ser llamativa, me gusta gustarle a la gente, me gusta vestirme bonito. Si voy a salir con un chico puedo irme vestida con un súper look así, bien pinche bonito que diga «no, no mames, sí te doy»” (Entrevista 3). Es decir, el estilo Lolita precisa el desarrollo de ciertas habilidades de acceso[24], que abarcan polos disímiles: destrezas para fotografiarse, habilidades para perfilar potenciales parejas, distinción entre acosadores y fans, identificación de situaciones de oportunidad para encuentros sexuales. Tanto más sobresalientes porque L no mencionó contar con una red de apoyo -sea de tipo familiar o amistoso-, por lo que está operando prácticamente en soledad, dependiendo de sus propios recursos para gestionar los riesgos. Tales habilidades se desplegaron en múltiples ocasiones a lo largo de las entrevistas cuando L hizo comentarios humorísticos, muchas veces con implicaciones o dobles sentidos sexuales, en momentos donde la conversación se tornaba muy formal, con lo cual la dirección de la charla recaía en ella, permitiéndole conducir la interacción hacia aspectos semióticos que le resultasen cómodos o seguros.
En los dos empleos que L mencionó, la caracterización de Lolita fue relevante: 1] El primero en la FrikiPlaza, donde se empleó alrededor de los 15 años, y que resumió bajo el epítome “mi cara vende” (Entrevista 1), es decir, usó su apariencia sobre-infantilizada mediante los artefactos del mundo intencional como “faldas, cofias, botas, zapatos de plataforma y moños” (Entrevista 2) para vender. En este contexto, ella emplea el dinero que gana tanto para acrecentar su colección de aditamentos como para mantener a sus mascotas “está bien trabajar para comprarte cosas bonitas… soy responsable de mis gatos… los quiero mucho… como si fueran mis hijos, que no les falte nada…” (Entrevista 4). El significado que L asigna al concepto “madurez” se liga estrechamente con la responsabilidad, en términos de tener seres a su cuidado, ya que respecto a sus mascotas, se ubica como proveedora de alimentación, cuidados higiénicos y juguetes: “Dejé de pensar en tanta estupidez… tener definido mi plan… no ser un desmadre… no estar trabajando todo el día, sino ser más maduro… me gusta ser responsable… soy responsable… de la vida de mis gatos” (Entrevista 4); y 2] El segundo en su aplicación al Lovely Maid Café, donde la temática es que las meseras se presentan uniformadas como mucamas de anime, es decir, chicas muy jóvenes vestidas de manera formal y provocativa.
2] Influencias culturales
Desde los 15 años, L manifiesta gusto por los libros y series de anime que combinan fantasía con realidad, con contenido sexual y que son dramáticos “Libros, no sé, cualquier cosa que sea estúpidamente romántica pero muy dramática, me pone muy feliz…” (Entrevista 3), lo cual se vincula con los acontecimientos ocurridos a lo largo de su trayectoria de vida, pues en sus relaciones existe un fuerte componente dramático, romántico y sexual.
También comentó su afición por consumir pornografía, trazando una red semántica peculiar “Me gusta el porno de […] colegialas, asiáticas, hentai (en voz baja) hardcore” (Entrevista 2) “Soy de las chicas que les gusta que tenga cierta trama, que no sea nada más que «¡no puedo abrir mi frasco!» «¡yo te ayudo!» y terminan tirando”. Resalta que las categorías mencionadas corresponden tanto en la edad que L pretende proyectar a través de su indumentaria, como en el énfasis hacia producciones japonesas (lugar de origen del Lolita). Las anteriores declaraciones ostensionan la inter-referencia entre prácticas a la que alude Dreier[25], cuando observamos que el contexto de práctica “entretenimiento” retroalimenta, así sea de manera vaga o involuntaria, al contexto “sexualidad” mediante el consumo de productos lúdicos acotados dentro de la misma red significante que envuelve la práctica de una joven autodenominada Lolita.
3] Relaciones familiares
En el contexto familiar se tolera, bajo ciertas condiciones, el estilo expresivo de L, pues sus familiares están al tanto de su práctica “que use short… les molesta que no use short” (Entrevista 1). No es exagerado inferir que bajo tal marco de tolerancia reside una desatención generalizada hacia ella. Su condición como hija menor exalta la hipótesis de la desatención, mostrada en el desplazamiento que ejercen los cuidadores respecto de hermano, brindándole mayor atención al último: darle la ración de comida que le correspondería a L, defenderlo y concederle mayor credibilidad, como se ve en la siguiente cita: “… luego me dejan sin comer, porque [el hermano] tenía más hambre” (Entrevista 1). Par de evidencias que delinean con mayor nitidez una situación de vulnerabilidad ya implícita en las habilidades de acceso que L debió desarrollar por su cuenta, navegando en internet.
Derivado de una estructura familiar que la relega, L busca seguridad en otras figuras, como en el novio de su madre, quien ha tomado el rol de proveedor y de sustento económico durante los últimos dos años “dejó su trabajo por nosotras… es la persona que más admiro… se cambió de editorial porque le pagaban más” (Entrevista 1) y en las parejas. La conexión entre la búsqueda de seguridad y de afecto aparece en el contexto mismo en que L consigue parejas: generalmente es en fiestas y bajo efectos de alguna sustancia, colocándose en una situación de vulnerabilidad que requiere de protección inmediata, la cual consigue vinculándose, aunque sea esporádicamente, con algún individuo que suele posicionarse como amigo/amante. Aquí es importante recuperar la experiencia de belleza contemporánea: estamos frente a una obra de arte que combina apariencia infantil con conductas adultas, al tiempo que se apoya en las concepciones culturalmente imperantes de los pares infancia-madurez y masculinidad-feminidad. La interacción esperada por parte del espectador con una obra de dichas características tiende a detonar el comportamiento de un adulto protector frente a una infanta femenina en riesgo. Si la atención no se presenta en el núcleo familiar, L puede desplegar performativamente los signos necesarios para comunicar la falta y obtener un sustituto de alimentación, atención, protección, cuidado o cualquier otro recurso del que carezca. En paralelo a la estética tenemos una dimensión erótica/interpersonal, donde, como señalamos arriba, el estilo Lolita habilita modos de relación que se mantendrían inaccesibles de otro modo. La conexión entre sexualidad y arte es a lo que Girard[26] refiere bajo el rubro de “sagrado”: un elemento desorganizador que al borrar las distinciones produce las condiciones para reorganizar el campo de relaciones sociales; de este modo, una apariencia infantil puede parearse con un ejercicio sexual adulto, y un espectador puede transgredir la barrera contemplativa para interactuar corporalmente con la obra. Todo acotado al interior del campo Lolita, que va apareciendo como un terreno con sus propios dispositivos.
4] Vinculaciones afectivas
Desde los 11 años, L ha experimentado atracción por un tío suyo. En la Entrevista 1 relató un episodio en el que se besaron encontrándose él en estado etílico; y en la Entrevista 4 apareció otro episodio en el cual mantuvieron relaciones sexuales “la persona más grande que me he tirado es mi tío… hace como dos meses…” (Entrevista 4). Esto sucedió en una reunión familiar “toda mi familia alrededor dormida… [él] se despertó y ya me empezó a besar” (Entrevista 4). Un indicio más tanto de desatención como de una actuación problemática en términos de madurez.
La primera experiencia sexual de L fue a los 12 años con un chico de 19 que era amigo de su hermano “mi primera pareja mayor fue a los 11 o 12… por mi hermano” (Entrevista 4). L mencionó que no le gusta relacionarse con coetáneos porque los considera inmaduros y poco interesantes “me molestan los chicos, pon tú de mi edad” (Entrevista 1). Alrededor de la misma época en que inicia una vida sexual activa, también se apoya en internet como medio de socialización para detectar contactos en común entre ella y su hermano, amistades periféricas con potencial de tornarse parejas sí coinciden espacialmente (en fiestas, por lo general) después de hablar por internet, intercambiar fotos y coquetear. Las redes sociales adquieren estatuto de objeto intencional cuando L las emplea para conseguir parejas pese a que no siempre están diseñadas expresamente con tal finalidad.
Su pareja actual, a quien referiremos como R, tras ser contactado como amigo del hermano, pasa a ocupar la ubicación “mejor amigo” para L, y posteriormente la de “pareja”. Inician una relación con tintes de formalidad que se extiende en el período de los 13 a los 16 años. Una vez involucrada con él e inmiscuida en actividades como fiestas y conciertos de rock independientes, L se adentra también en el consumo social de drogas y alcohol: “no lo hago cuando estoy sola… muy rara vez lo hago cuando estoy sola” (Entrevista 3). Como se mencionó arriba, es en la situación de fiestas donde L suele contactar con personas a quienes previamente conoció mediante internet y la interacción deviene en escarceos eróticos: “Casi siempre es por Facebook… llegan un chingo de weyes… de repente me los encuentro en una fiesta y nos terminamos besando” (Entrevista 4). Mientras esté bajo los efectos de alcohol o de alguna droga, y le comenté a su pareja lo sucedido, el contacto erótico con otras personas no es considerado por ella ni por R como infidelidad “no andaba con él… y estábamos muy pachecos… no cuenta” (Entrevista 4). Esta postura demuestra la negociación de la experiencia que tanto L como R hacen sobre a las condiciones que deben de darse para considerar la existencia de una infidelidad, y más aún, importa resaltar que ella justifica, tanto para sí como para su pareja, una forma de conducirse que desde otra perspectiva sería considerada inmadura (y respecto de la cual supuestamente busca distanciarse).
Un evento ilustrativo de la negociación anterior es el frecuentar con un amigo, a quien referiremos como A, cuando L tiene 14 años. “Fue muy chistosa la vez de su casa. Laura había invitado a A… salí con A y me dio cerveza…” (Entrevista 4). Él se convierte en “mejor amigo” a raíz de cuidarla tras vomitar debido a la ingesta excesiva de alcohol; sin embargo, su relación no evolucionó a ser pareja ya que A entabló una relación con otra persona. De acuerdo con L, A es entendido como un chico pervertido, cariñoso y tierno, que la cuida y posee gustos similares a los de ella. “Es pervertido… cariñoso… decía que estaba enamorado de mí… me quería coger… muy estúpido… muy tranquilo” (Entrevista 4). Reaparecen valoraciones enunciadas en el apartado de las pericias propias a desarrollar en la práctica del Lolita: coqueteo, descalificación inicial, vulnerabilidad performativa para detonar actitudes de cuidado, insinuaciones sexuales, evaluación de madurez, y no-reconocimiento de las interacciones como infidelidades.
Hacia sus 17 años, L comienza a tener problemas fuertes con su pareja y también con las parejas de su hermano debido a que ellas esparcen rumores sobre que L tiene otros amantes. Y al no ser información compartida con R, él lo valora como infidelidades, lo cual agrava los conflictos intra-pareja, materializándose en diversos conflictos con variable grado de violencia: “No me siento conforme [con su pareja], porque la cagó [Entrevistador: ¿qué fue lo que hizo?] Insultarme, ponerme una mano encima, cogerme mientras duermo, ligarse a otras chicas, tratarme mierda lo que le sigue durante un año…” (Entrevista 3). Tratando de mantener las extrapolaciones en su justa perspectiva, el episodio previo indica que la identidad de Lolita coloca a L en situaciones de vulnerabilidad incluso con quien se supone que debería entender y tomar en cuenta sus gustos o desagrados.
Actualmente, L tiene 18 años y dedica la mayor parte de su tiempo a navegar en sitios pornográficos, ver shōjo, leer sobre los temas que le interesan (biología, entomología y otras). Perdió su último empleo debido a faltas, pero postuló a un Maid Café y aún mantiene una relación tan distante como conflictiva con R. Siente atracción hacia su mejor amigo H, pero a su parecer no se concretará nada “Me lo dijo así… que no… porque sabía que me iba a apegar más y dije oshh ash…” (Entrevista 4). Finalmente, pretende terminar la secundaria e ingresar a una preparatoria por el examen único del COMIPEMS, para posteriormente estudiar la carrera de entomología, veterinaria o biología.
Conclusiones
El objetivo de la investigación fue identificar puntualmente las maneras en que el estilo Lolita se vincula con otros contextos de práctica en la vivencia concreta de una joven; y a la luz de los resultados, encontramos imbricaciones entre por lo menos cuatro contextos, dentro de los cuales el aspecto erótico y laboral/económico tuvieron apariciones reiteradas. Asimismo, detectamos la desatención generalizada en el contexto familiar como una situación que coloca a la informante en una situación de vulnerabilidad, a partir de la cual precisa desarrollar habilidades para acceder a contextos protectores. Proceso que no es pasivo ni inconsciente, pues hay un diseño activo de la propia imagen para emplearla como dispositivo que atraiga candidatos potenciales a fungir como proveedores de diversos recursos: habitación, alimento, seguridad, atención, cuidado, entre otros. La auto-estetización erótica no está exenta de riesgos, ante los cuales la informante debió pulir simultáneamente destrezas de autopreservación. Más que eludir la soledad, lo que L hace es diseñar sus propias herramientas para sobrevivir, anclándose en los elementos culturales disponibles: el contacto con literatura y animación japonesa le permitió delinear una figura que, insertada estratégicamente en circunstancias adultas latinoamericanas, detona conductas patriarcales de cuidado o protección, al hacer que los varones la conciban como un objeto de apropiación, por lo tanto, susceptible de protección, cuidado y defensa. Es decir, la vulnerabilidad tiene un nivel fáctico y uno performativo que se entrelazan, pero no por ello se confunden: exaltar la fragilidad modifica las disposiciones de los otros alrededor para atenuar esa misma indefensión. Tal exaltación se apoya en tácticas representativas que necesariamente implican algún grado de artificiosidad (lo cual no demerita su veracidad), intencionalmente desplegadas por la persona para producir efectos puntuales. El dispositivo sagrado “Lolita” funciona acotando la crisis para evitar el hundimiento de la presencia[27], protección táctica que permite sobrevivir sin resolver el problema que vulnera en primer lugar: se autoriza a la Lolita ejercer una influencia limitada, resistir lo suficiente para mantenerse viva, pero no mucho más. Es relevante no perder de vista este punto, ya que de lo contrario nos arriesgamos a incurrir en conclusiones simplistas donde el poder fluye prepotentemente en una dirección, sin dejar opciones de resistencia; cuando lo que estamos atestiguando es precisamente todo un campo de poder dentro del cual lo endeble puede defenderse al negociar, transformar, modular las condiciones.
Aquí recordamos las notas de Foucault[28] cuando menciona que los expertos en conocimiento psicológico, psiquiátrico o psicoanalítico suelen pensar la sexualidad dentro de un marco legal donde es más importante producir criminales que proteger víctimas, muchas veces empleando nociones como “vulnerabilidad”, “pudor”, “acoso” o “ultraje” tácticamente, sin definirlas, sino como subterfugios para evitar explicar exactamente qué se está castigando y al mismo tiempo, empleando nociones como “trauma” para controlar el discurso de los afectados, separando las declaraciones que sirvan para armar un caso de aquéllas que no tengan valor legal, censurando estas últimas como enunciaciones derivadas del trauma, la represión o los efectos de la manipulación. Consideramos que devolverle la agencia a las víctimas al enfatizar el manejo estratégico que hacen de su propia vulnerabilidad permite percibir los fenómenos de manera más compleja, aunque no por ello cómoda ni complaciente.
Esta característica problemática de la práctica se manifiesta cuando la informante es confrontada con el conflicto de definirse, pues utiliza varias palabras despectivas hacia sí misma, negándolas poco tiempo después, dejando ver que L está al tanto del juicio cultural de valor negativo que pende sobre ella en tanto mujer con múltiples parejas sexuales, y que sin embargo también aparece como motivo de orgullo en la narración que hace de su texto de vida. Dicha ambivalencia se arraiga en la práctica Lolita, pues por un lado sigue estando cerca de la infancia, pero involucra elementos de conducta adulta como la interacción sexo-emocional con varones mayores. Así, en el aspecto estético se mantiene como una persona joven, pero al mismo tiempo debe operar con el mundo adulto. Navegando este gradiente, los significados de madurez, amor, inteligencia y responsabilidad tal y como se expresan en la acción/interacción se vuelven significativos como herramientas propias del mundo adulto que la ayudan a desenvolverse dentro del mismo. En este sentido la práctica Lolita funciona como un puente o un canalizador hacia la adultez al mezclar paulatinamente ciertos elementos propios del individuo maduro con el mundo infantil.
El flujo entre infancia-adultez de la Lolita puede funcionar como un diagnóstico de la contemporaneidad, en el sentido de la figura que TIQQUN[29] denomina “la Jovencita”, mediante la cual designan una estrategia total para desactivar a los grupos más políticamente reactivos del siglo XX: las mujeres y los estudiantes. Dispositivo que funciona encapsulando los rasgos distintivos de ambos grupos -la juventud y propensión al consumo del estudiante, con la esfera de la reproducción femenina- en un cuerpo que deba manifestar ambos para mantenerse vigente en los circuitos de deseabilidad. Del mismo modo que el trabajo sexual explicita la lógica de todo el trabajo al exponer el intercambio de las disposiciones corporales por dinero; las ambivalencias con que se enfrenta la Lolita son las mismas que interpelan al resto, con la ventaja de estar en la superficie. La Lolita es orillada a ingresar en la adultez sin desprenderse de su juventud, pero conduciéndose tan consumista y sexualmente como cualquier otro sujeto maduro. Más que un caso excéntrico, la Lolita es una figura que desnuda a todas las otras opciones: obligación de actualizarse, de validarse como vigente, de mostrar el conocimiento sobre las nuevas tendencias, de no permitir al cuerpo testimoniar los estragos de la edad, de parearse con alguien cuyo contraste resalte la propia vitalidad.
También se detectó un impacto de la práctica Lolita el contexto laboral, ya que aquí una niña como L puede mezclar el mundo infantil con el mundo adulto, haciéndose responsable de sus acciones, planteándose planes a futuro y cuidando de otros seres, como sus mascotas o parejas, pero también con el conocimiento de que es gracias a su apariencia de niña que puede lograr las ventas en el empleo. En este aspecto, resalta la coyuntura donde el parecer niña se convierte una herramienta útil que además permite mostrar el estilo expresivo propio de la cultura juvenil Lolita en un ambiente donde es bien visto. La infantilización ensamblándose con la producción capitalista a través de un deseo erotizado alrededor de un cuerpo ambiguamente joven, total culminación del proyecto Jovencita.
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Notas
[1] Eduardo Menéndez, “Búsqueda y Encuentro: modas, narrativas y algunos olvidos”, ed. cit., pp. 29-53.
[2] Carl Schmitt, Teología Política, ed. cit., pp. 11-60.
[3] Laura Porzio, “Lolita style and its embodied practices between resistance and urban fashion”, ed. cit., pp. 69-79.
[4] Karsten Hundeide, “Socio Cultural Tracks of Development, Opportunity Situationes and Access Skills”, ed. cit., pp. 241-261.
[5] Pedro Ibáñez, “Gothic Lolitas. Oscura elegancia infantil”, ed. cit., pp. 30-31.
[6] Karsten Hundeide, “Socio Cultural Tracks of Development, Opportunity Situationes and Access Skills”, ed. cit., pp. 241-261.
[7] Laura Porzio, “Lolita style and its embodied practices between resistance and urban fashion”, ed. cit., pp. 69-79.
[8] Jean Lave, & Wegner, Etienne, Aprendizaje Situado. Participación Periférica Legítima, ed. cit., pp. 1-48.
[9] Octavio Paz, El laberinto de la soledad, ed. cit., pp. 9-25.
[10] Amador Fernández-Savater, “Crisis de la presencia. Una lectura de TIQQUN” http://espaienblanc.net/wp-content/uploads/wp-post-to-pdf-enhanced-cache/1/crisis-de-la-presencia-una-lectura-de-tiqqun.pdf , Consultado en mayo de 2024.
[11] Richard Shweder, Psicología Cultural… ¿Qué es?, ed. cit., pp.1-42.
[12] Ole Dreier, Trayectorias Personales de Participación a través de Contextos de Práctica Social, ed. cit., pp. 81-128.
[13] Rene Girard, La Violencia y lo Sagrado, ed. cit., pp. 274-314.
[14] Steven Butler, “Lolita and the Modern Experience of Beauty”, ed. cit., pp 427-437.
[15] Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica, ed. cit., pp. 63-110.
[16] Shari Savage, “The visual rhetoric of innocence: Lolitas in popular culture”, ed. cit., pp. 101-112
[17] Amis, Martín, “Nabokov según Amis” en La Nación, 12 de febrero 2009. https://www.lanacion.com.ar/cultura/nabokov-segun-amis-nid1209277/ Consultado en septiembre de 2024
[18] Richard Shweder, Psicología Cultural…¿Qué es?, ed. cit., pp.1-42.
[19] Ole Dreier, Trayectorias Personales de Participación a través de Contextos de Práctica Social, en ed. cit., pp. 81-128.
[20] William Corsaro, El acceso al mundo infantil. Estrategias de investigación para la entrada al campo y la recolección de datos en un escenario preescolar, ed. cit., pp. 235-275.
[21] Jean Lave, & Wegner, Etienne, Aprendizaje Situado. Participación Periférica Legítima, ed. cit., pp. 1-48.
[22] Karsten Hundeide, “Socio Cultural Tracks of Development, Opportunity Situationes and Access Skills”, pp. 241-261.
[23] Laura Porzio, “Lolita style and its embodied practices between resistance and urban fashion”, ed. cit., pp. 69-79.
[24] Karsten Hundeide, “Socio Cultural Tracks of Development, Opportunity Situationes and Access Skills”, ed. cit., pp. 241-261.
[25] Ole Dreier, Trayectorias Personales de Participación a través de Contextos de Práctica Social, ed. cit., pp. 81-128.
[26] Rene Girard, La Violencia y lo Sagrado, pp. 274-314.
[27] Amador Fernández-Savater, “Crisis de la presencia. Una lectura de TIQQUN”, http://espaienblanc.net/wp-content/uploads/wp-post-to-pdf-enhanced-cache/1/crisis-de-la-presencia-una-lectura-de-tiqqun.pdf Consultado en mayo de 2024.
[28] Michel Foucault, The Danger of Child Sexuality, En Kritzman, Lawrence, (Ed) Michel Foucault: politics, philosophy, culture: interviews and other writings, ed. cit., pp. 2-18. https://www.uib.no/sites/w3.uib.no/files/attachments/foucaultdangerchildsexuality_0.pdf Consultado en mayo de 2024.
[29] TIQQUN, “Primeros materiales para una teoría de la Jovencita”, en Tiqqunium, 2013 https://tiqqunim.blogspot.com/2013/11/jovencita.html Consultado en mayo de 2024