Byung-Chul Han

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Byung-Chul Han: la sociedad de la transparencia, psicopolítica y autoexplotación neoliberal: de lo viral-inmunológico a lo neuronal-estresante.

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1.- Byung-Chul Han: La sociedad de la transparencia y la hipervisibilidad en la era digital.

Byung-Chul Han es el filósofo de moda. Nacido en 1959 en Corea del Sur, este pensador ha desarrollado toda su carrera académica en Alemania en diálogo permanente con un amplio abanico de intelectuales, desde Heidegger hasta Marx, Foucault, Baudrillard y Benjamín. Hay ya quien habla del “Zygmunt Bauman de Oriente”.

Llegó a Alemania tras ser admitido por la Universidad Técnica de Clausthal-Zellerfeld, cerca de Gotinga, para estudiar Metalurgia. A sus padres les había dicho que iba a continuar su carrera de Metalurgia en Alemania. Tuvo que mentirles porque no lo habrían dejado partir. Entonces tenía veintidós años. Estudió Filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura alemana y Teología en la de Múnich. Profesor de Filosofía y Estudios Culturales en la Universidad de las Artes de Berlín lo último que ha publicado en España, y en Herder, la misma editorial que sus anteriores cuatro libros, es Psicopolítica,[1] en el que dirige su mirada crítica “hacia las nuevas técnicas de poder del capitalismo neoliberal, que dan acceso a la esfera de la psique, convirtiéndola en su mayor fuerza de producción”.

En algunos ámbitos se lo compara por eso con Peter Sloterdijk o se lo considera incluso como su sucesor, a pesar de las disputas que ha habido entre ellos. En cualquier caso, su éxito editorial es fácil de comprender. Su prosa, clara y directa, resulta fácilmente accesible para el lector no especializado, con el innegable mérito de que la legibilidad de sus escritos no va en desmedro del uso preciso que hace de los conceptos o del interés que despiertan sus reflexiones.

Los escritos de Byung-Chul Han dialogan, se interpelan y se complementan entre sí, pero eso no impide que ciertas cuestiones despierten previsibles dudas u objeciones en el lector que podrían haber sido dilucidadas en el libro. En este sentido, y pese al elogio expresado más arriba, su forma de escribir, brillante e incisiva, se corresponde a un modo de razonar que a veces peca de ser demasiado directo, sin preocuparse por arrostrar algunas de las dificultades que se desprenden de sus aseveraciones. Eso facilita la lectura pero también va en detrimento de la precisión o de una mayor exhaustividad a la hora de explicar una realidad que no deja de ser compleja, heterogénea y ambivalente.

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Byung-Chul no contesta los mails, señalan sus editores… y ha dado contadas entrevistas. La sociedad de la transparencia es inaugurada por un pasaje de Peter Handke: “Vivo de aquello que los otros no saben de mí”. Es evidente que la frase caló en el filósofo. En ese mismo libro, en uno de los capítulos que refieren a la fotografía, critica duramente aquello que denomina “el valor de exposición” en la sociedad actual. “El imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad actual. En eso consiste su violencia”, sostiene. De su presencia queda la fotografía pixelada de las solapas, de una belleza juvenil exótica.

Byung-Chul Han ha asumido un lugar arriesgado, el de polemista incisivo, sitio ocupado por su maestro Peter Sloterdijk con su Normas para el parque humano.[2] Precisamente, si existe un rasgo que permite poner en una serie todos estos libros de Byung-Chul Han publicados por Herder, es que todos los textos parten de la crítica y el comentario de autores precedentes bien conocidos. Byung-Chul toma autores y teorías que han circulado extensamente, también en nuestro medio. Pone en cuestión los conceptos de sociedad inmunitaria de Roberto Esposito, la sociedad disciplinaria y biopolítica de Michel Foucault, las ideas de Giorgio Agamben sobre la desnudez, el erotismo y la profanación, la teoría de Hanna Arendt sobre el rol del “homo laborans” en la vida moderna.

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Pese a todo, su perspectiva marcadamente crítica del sistema social actual no necesariamente es novedosa. Sus postulados recuerdan a cosas ya escritas en la segunda mitad del siglo XX respecto a la cultura de masas, desde el apocalipticismo de Adorno y Horkheimer hasta las “transparencias” de Baudrillard; o la idea de Richard Sennett de que el hombre público está dejando su lugar al hombre de la intimidad.

En el “nuevo capitalismo”, la concepción del trabajo ha cambiado radicalmente. En lugar de una rutina estable, de una carrera predecible, de la adhesión a una empresa a la que se era leal y que a cambio ofrecía un puesto de trabajo estable, los trabajadores se enfrentan ahora a “un mercado laboral flexible, a empresas estructuralmente dinámicas con periódicos e imprevisibles reajustes de plantilla, a exigencias de movilidad absoluta”.[3] En la actualidad vivimos en un ámbito laboral nuevo, de transitoriedad, innovación y proyectos a corto plazo. Existen dos modalidades (tradiciones) de trabajo radicalmente distintas: el antiguo, en vías de desaparición, un mundo de organizaciones jerárquicas rígidas, donde se esperaba de los trabajadores una identidad firme, una personalidad formada, y el nuevo mundo de empresas en permanente crecimiento y cambio, un mundo de riesgo, de extrema flexibilidad y objetivos a corto plazo, donde se exigen individuos capaces de reinventarse a sí mismos sobre la marcha. Aquí cabría preguntarse si la flexibilidad del capitalismo moderno ofrece un contexto mejor para el crecimiento personal, o es simplemente una nueva forma de opresión.

Han ha elaborado un agudo diagnóstico de la sociedad contemporánea a través de dos ejes fundamentales: la extinción de las negatividades hegelianas (la excepción del eros, el secreto del individuo, la contemplación de la belleza) –frente a la negatividad del erotismo aparece la positividad higiénica de la pornografía– o y la pasteurización de la sociedad a través de la dictadura del capitalismo.[4] Byung-Chul Han en La sociedad de la transparencia, muestra la superación del modelo foucaultiano del panóptico. Byung-Chul Han evidencia cómo las sociedades disciplinarias referidas por Michel Foucault,[5] dan lugar a la culminación del sueño panóptico, al advenimiento del panóptico digital, una vigilancia que opera a través de la transparencia a la que nos exponen las redes sociales, como el espionaje masivo realizado por las agencias de inteligencia de los Estados Unidos denunciado en el caso Snowden (1913), de allí que la idea de un panóptico digital parece no sólo plausible, sino orwellianamente real. La sociedad ha tomado conciencia de los ojos invisibles gracias a algunos grandes defensores del resguardo de la propia intimidad como Edward Snowden,[6] un verdadero héroe global.

¿De qué modo la revolución digital, internet y las redes sociales han transformado la sociedad y las relaciones? Han analiza las diferencias entre la “masa clásica” y la nueva masa, a la que llama el “enjambre digital”.[7] Byung-Chul Han, en este nuevo ensayo, analiza de qué modo la revolución digital, internet y las redes sociales ha transformado la esencia misma de la sociedad. Según el autor, se ha formado una nueva masa: el “enjambre digital”. A diferencia de la masa clásica, el enjambre digital consta de individuos aislados, carece de un nosotros capaz de una acción común, de andar en una dirección o de manifestarse en una voz. La hiper-comunicación digital destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser ella misma. Se percibe solo ruido, sin sentido, sin coherencia. Todo ello impide la formación de un contrapoder que pudiera cuestionar el orden establecido, que adquiere así rasgos totalitarios. Empresas como Facebook y Google trabajan como servicios secretos que vigilan nuestros intereses para extraer beneficio de nuestros comportamientos en internet y las redes sociales. Para Byung-Chul Han, se ha dejado atrás la época biopolítica. Hoy nos dirigimos a la época de la psicopolítica digital, donde el poder interviene en los procesos psicológicos inconscientes. El psicopoder es más eficiente que el biopoder, por cuanto vigila, controla y mueve a los hombres no desde fuera, sino desde dentro.

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El imperativo de la transparencia es un síntoma de un gran proceso de aceleración social, un “exceso de iluminación”, propio de la mercancía: un recurso administrable en los términos del capital. Una consecuencia de este proceso sería el desmontaje de la “negatividad”, un concepto que Han identifica con la diferencia y la alteridad, con los espacios que, por su condición de “punto ciego” en el entendimiento, se manifiestan como distintos de la “positividad” siempre igual a sí misma del capital y sus pretensiones de transparencia —espacios como el encierro, el secreto, la oscuridad.

La idea, por consiguiente, de que hay algo así como una transparencia esencial en ese mundo económico y de que (…) hay (…) un punto donde el conjunto es completamente transparente a una suerte de mirada[8]

El dominio de la transparencia empobrece, afirma Han, porque a través de la comunicación y la información impone un lenguaje carente de misterio y ambigüedad. En la sociedad de la transparencia, la distancia y el pudor (ocultamiento) pierden su antigua relevancia cultural como elementos de la vida, la contemplación estética, la seducción.

De ahí una de las imágenes más recurrentes en el planteamiento de Han: la identificación de la transparencia con lo “obsceno” y la “pornografía”. “La sociedad expuesta, escribe el filósofo, es una sociedad pornográfica.” La transparencia establece una “tiranía de la visibilidad” en la que todo debe estar al descubierto y lo no visible se vuelve sospechoso. (No deja de ser notable la continuidad de las ideas de Han con la tradición de asociar la crítica con la pornografía, tal como sucedía en el siglo XVIII en Francia, cuando los libros licenciosos eran conocidos bajo el mote genérico de “novelas filosóficas”, porque en ellos la representación gráfica de la sexualidad iba de la mano de la crítica política o intelectual).

Es lo que Sloterdijk encuentra en la espuma, un agregado de múltiples celdillas, frágiles, desiguales, aisladas, permeables, pero sin efectiva comunicación. Fragilidad, ausencia de centro y movilidad expansiva o decreciente caracterizan una estructura que mantiene una “estabilidad por liquidez”, divisa posmoderna que refleja la íntima conformación de la espuma, la metáfora que sirve a Sloterdijk “para formular una interpretación filosófico-antropológica del individualismo moderno, del que estamos convencidos de que no puede ser descrito suficientemente con los medios que hay hasta ahora”. A diferencia de la red, la metáfora inevitable desde la abrumadora expansión de Internet, la espuma subraya el aislamiento conectado, la diversidad de las conexiones, la constante movilidad de los puntos conectados y la irregularidad de la estructura total. La primera consecuencia de esta visión “espumosa” del espacio humano es la ruptura de toda representación de totalidad, lo que ya no afecta sólo a la religión o a la filosofía, sino también a la sociología: habitar en la espuma significa que la idea misma de sociedad resulta cuestionable, pues implica la visión, exterior a la burbuja propia, de una totalidad estructurada, organizada e inteligible, idea que es ya, a los ojos de Sloterdijk, un resto de los sueños imperiales de una teoría sociológica heredera de la metafísica.

Sloterdijk quiere describir con su metáfora de la Espuma un agregado de múltiples celdillas, frágiles, desiguales, aisladas, permeables, pero “sin comunicación efectiva”.

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La Esfera deja así de ser la imagen morfológica del mundo poliesférico que habitamos para dar paso a la espuma. Fragilidad, ausencia de centro y movilidad expansiva o decreciente son las características esta nueva estructura que mantiene una “estabilidad –precaria, añado yo- por liquidez”, divisa postmoderna que refleja la íntima conformación de la espuma”.

En Espumas[9] se da cuenta de los círculos de expansión y movimiento de las múltiples esferas en las que –al modo de celdillas de enclaustramiento– los sujetos se trasladan y aglomeran hasta formar espumas evanescentes donde establecen complejas interrelaciones.

2.- En el Enjambre: Panóptico, sociedad del rendimiento y cansancio elocuente.

Byung-Chul Han aplica el método fenomenológico al examen de las cuestiones del presente, no hay que olvidar que se doctoró con una tesis sobre Heidegger. Convierte su aproximación filo-sociológica en una dialéctica constante donde se resalta, por un lado, los efectos que determinada forma de vivir tiene sobre nosotros y, por otra, cuales son los mecanismos que se esconden detrás de dicha ideología. Cuanto más perdemos la capacidad de ser nuestro propio centro, anulamos la posibilidad de ser autónomos y nos tornamos excéntricos, volcados hacia fuera hasta el paroxismo de la acumulación no productiva, la que nos produce desvelos y que nos impide vivir eso que Peter Handke denomina el cansancio elocuente. El cansancio profundo que afloja la atadura de la identidad liberando un aura de cordialidad que nos permite vivir íntimamente conectados con nuestra interioridad, espacio donde radica la auténtica libertad.

Peter Handke

Peter Handke

Con grandes dosis de materia filosófica, pero poniendo el acento en los cambios sociológicos que están teniendo lugar en la sociedad contemporánea, la tesis con la que Han entra en el ruedo filosófico es que estamos viviendo un silencioso cambio de paradigma que nos encamina, sin apenas darnos cuenta, hacia una sociedad del rendimiento. El hombre contemporáneo ha devenido en una fábrica de sí, hiperactiva, hiperneurótica, que agota cada día su propio ser diluyéndolo en un sin fin de actividades, a la postre, vacías de sentido. Por decirlo con las palabras de un autor muy citado por Han, ha estallado el simulacro anunciado por Baudrillard y eso es algo que, obviamente, tiene sus consecuencias. Hemos pasado del éxtasis de la información al exceso de positividad, cosa que ha terminado por ahogar las fuerzas creativas de las sociedades occidentales bajo una falsa promesa, la promesa de la eterna productividad.

Las ideas sobre el poder sostenidas por el filósofo coreano se ocupan de un aspecto menos opresivo que productivo. En La sociedad de la transparencia parte de las conceptualizaciones del utopista Jeremy Bentham sobre el sistema del panóptico para explicar las nuevas formas de la vigilancia en la sociedad de control.

Si Foucault sostenía que los sistemas coercitivos explotaban al ciudadano siguiendo el modelo del panóptico de Bentham (es decir, controlando exteriormente su actividad, observando sin ser observado), ahora han sido sustituidos por un sistema de dominación que, en lugar de emplear un poder opresor, utiliza uno seductor por el que los hombres se someten por sí mismos: gracias a internet las personas se entregan voluntariamente a la observación. Si en el panóptico de Bentham los sujetos estaban aislados, en el digital se comunican entre sí. Estamos, señala Han, ante un “enjambre digital” que lejos de ampliar la participación, implica una despolitización de la sociedad. Después del caso Snowden en 2013 (la denuncia del espionaje masivo por las agencias de inteligencia de los Estados Unidos), la idea de un panóptico digital no sólo no parece descabellada, sino bastante certera, aunque Han tiende a exagerar con sus sospechas: recela de la fotografía digital, Twitter, el teléfono inteligente, el correo electrónico y las Google Glass.

Vivimos en un cierto tipo de sociedad en la que estamos al borde de un embotamiento producido por lo que él llama “el medio digital” y esto podría traer, aparentemente, nuevas formas de alienación y un tipo de comunicación lleno de desencuentros, de pérdida de la sintonía.[10]

Según Han: “la comunicación digital se distingue por el hecho de que las informaciones se producen, envían y reciben sin mediación de los intermediarios. No son dirigidas y filtradas por mediadores. La instancia intermedia es eliminada para siempre […]. Medios como blogs, Twitter o Facebook liquidan la mediación de la comunicación, la desmediatizan.”[11]

Cabe, sin embargo, prevenirse del énfasis marcadamente apocalíptico de la lectura de Han y más bien pensar los medios, con la ponderación de McLuhan, en términos de ambientes y no de contenedores. No cabría tampoco sostenerse que la convivencia entre las especies mediáticas sea predatoria, sino que toda evolución mediática se puede pensar en medio de las tétradas – en continuo movimiento– a las que aludió el profesor canadiense que inaugura la reflexión en torno a la sociedad de la información y acuña el término aldea global. McLuhan hizo famosa su sentencia “el medio es el mensaje”.

Marshall McLuhan

Marshall McLuhan

Con la irrupción de lo digital y la consiguiente pérdida de la distancia, donde el mundo se ha vuelto denso y todo acontece simultáneamente, es la era de la llegada generalizada, donde todo llega en el momento mismo de partir, es la reducción del mundo al espectáculo de su simultaneidad, todo se ha vuelto parte de un espectáculo.

Byung-Chul Han ha planteado que la pérdida de la distancia y la privacidad sumado a la fugacidad del hecho colectivo han cambiado no solo el tráfico y la forma de procesar la información sino que, mas profundamente aún, la misma identidad del sujeto colectivo actual. Ha hecho que se pierda la distancia y todo se haya vuelto parte de un espectáculo general, así como también ha hecho que, desde la instantaneidad de la comunicación, en las redes sociales por ejemplo, lo que aparece en el medio social sea esencialmente no reflexivo, quizás mas bien emocional y afectivo. Byung-Chul Han ha planteado que la pérdida de la distancia y la privacidad sumado a la fugacidad del hecho colectivo han cambiado no solo el tráfico y la forma de procesar la información sino que, mas profundamente aún, la misma identidad del sujeto colectivo actual.

El concepto de telecomunicaciones tiene una gran seriedad ontológica, en tanto que designa la forma procesual de la densificación. La elevada densidad implica, a su vez, una probabilidad cada vez más elevada de encuentros entre los agentes, ya sea bajo la forma de transacciones, o en la de colisiones. La digitalización de las comunicaciones producen una forma de mundo cuya actualización requiere diez millones de e-mail por minuto y transacciones en dinero electrónico por un monto de un billón de dólares diarios, transacciones a distancia.[12] Tan sólo este concepto fuerte de las telecomunicaciones como forma capitalista de la actio in distans es el adecuado para describir el tono y el modo de existencia en el Palacio de Cristal[13] ampliado (figura que apunta al capitalismo integral, y que Sloterdijk lo usa como metáfora de las sociedades del Bienestar – o si se quiere – del Primer Mundo). Sin embargo grandes regiones, los perdedores del juego de la globalización, se separan, en huelgas latentes o manifiestas, del dictado mundial del capital globalizado, dando lugar a destempladas reacciones desinhibitorias (terrorismo). Igualmente, como es posible constatar en muchas regiones, que sectores de población dignas de ser tomadas en cuenta le vuelven la espalda al sistema político con una indiferencia enemiga.”[14] Así, la elevada densidad de la “convivencia” mal avenida genera la resistencia de la periferia contra la expansión unilateral de los negocios, maquillada de intercambios y acuerdos políticos bilaterales de libre comercio.

La transformación global de la cultura y los negocios no es progresista ni está marcada por los equilibrios. Las posibilidades tecnológicas de los nuevos media se inscriben en un marco de relaciones globales que son violentamente desiguales respecto a las capacidades de producción y distribución. Su desarrollo está sesgado por intereses económicos y militares que nada tienen que ver con la cultura en un sentido global, humano.

3.- Psicopolítica y el síndrome burnout. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder.

Su última obra, Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder[15] es un ensayo que arroja una de esas lúcidas miradas sobre el presente a las que este autor nos tiene acostumbrados y que nos ayuda a comprender mejor cuál es el trasfondo que yace detrás de numerosos fenómenos y actos cuya significación oculta suele pasar desapercibida. Y aunque no lo explicite se lo puede ver en este sentido como una ejemplificación más de aquello que Michel Foucault denominó una ontología del presente. De hecho, el título de su obra debe entenderse como una continuación de lo que este pensador francés bautizó como biopolítica. Byung-Chul Han arguye que la biopolítica foucaultiana se quedó anclada en un análisis del cuerpo, de modo que no habría llevado a cabo el viraje necesario para explicar la explotación de la psique, aquello que fundamentalmente caracterizaría a la forma hegemónica de poder en nuestra sociedad contemporánea. La tesis fundamental que recorre el libro se resume cuando escribe que “la psicopolítica neoliberal es la técnica de dominación que estabiliza y reproduce el sistema dominante por medio de una programación y control psicológicos”.[16]

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En la línea de sus primeros ensayos, como La sociedad del cansancio y La agonía del Eros, Byung-Chul Han pone énfasis en que la psicopolítica recurre a un sistema de dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente (smart), que consigue que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de la dominación.

Para Karl Marx, el trabajo conduce a la alienación. Ese es el tema de Byung Chul-han: la nueva alienación. El hombre se ha convertido en el explotador de sí mismo por un propio afán desmesurado de competencia, de éxito, vivido como “realización personal”. Uno se explota a sí mismo hasta el colapso. El sistema neoliberal ha sido internalizado hasta el punto de que ya no necesita coerción externa para existir. Y, por eso, el síntoma de nuestra época es el cansancio.

Como aclara Han no es la multitude cooperante que Antonio Negri eleva a sucesora posmarxista del “proletariado”, sino la solitude del empresario aislado, enfrentado consigo mismo, la que constituye el modo de producción presente.[17] Los otros, nuestros prójimos, se han convertido en competidores o sombras en nuestras pantallas autistas. En nuestra época, el trabajo se presenta en forma de libertad y autorealización. Me (auto)exploto, pero creo que me realizo. En ese momento no aparece la sensación de alienación. Así, el primer estadio del síndrome burnout (agotamiento) es la euforia. Entusiasmado, me vuelco en el trabajo hasta caer rendido. Me realizo hasta morir. Me optimizo hasta morir. Me exploto a mí mismo hasta quebrarme. Esta autoexplotación es más eficaz que la explotación ajena a la que se refería el marxismo, porque va acompañada de un sentimiento de libertad. Esta libertad imaginada impide la resistencia o la revolución. El neoliberalismo nos aísla a cada uno y nos hace empresarios de nosotros mismos. El capitalismo huye hacia el futuro, se desmaterializa, se convierte en neoliberalismo y convierte al trabajador en empresario que se explota a sí mismo en su empresa.[18]

El neoliberalismo, como una forma de mutación del capitalismo, convierte al trabajador en empresario”. El neoliberalismo y no la revolución comunista. Elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa”.[19]

La crítica de Byung-Chul Han –un ataque al corazón de esa ideología del emprendimiento que ha colonizado el Mundo interior del capital[20] desde el centro neurálgico de la tecnología informática, ubicado en el norte de California, Estados Unidos –el Silicon Valley[21]– sirve para comprender las tensiones entre lo privado y lo público, entre el tiempo del trabajo y el tiempo del ocio, y otras oposiciones que marcaron a la sociedad industrial y hoy están en vías de desaparición.

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La sentencia de Han es sombría pero honesta, no todos pueden ser emprendedores exitosos. La revolución digital esconde miles de trabajadores hiperexplotados de la manera más tradicional en las líneas de producción (no solo en China) y una buena cantidad de especialistas flexibles que se auto-explotan y viven al borde del síndrome de burnout,[22]  también llamado síndrome de desgaste ocupacional (SDO) y del que Byung-Chul Han se encarga de reflexionar.

 

4.- El cambio de paradigma en La sociedad del cansancio: de lo viral-inmunológico a lo neuronal-estresante.

La estrategia o microfísica del poder en el sistema neoliberal es la seducción, la misma que ya anunciaba Baudrillard. Pero, como se puede entrever en su libro –La sociedad del cansancio– Han explora la sutil interacción entre el discurso social y el discurso biológico tomando como base la permeabilización que se efectúa entre ambos, para desvelar un cambio de paradigma que podría pasar inadvertido. Su teoría va más allá del trabajo de filósofos como Peter Sloterdijk, Roberto Espósito o Jean Baudrillard, quienes ya habían explorado esta interconectividad y a quienes Byung-Chul Han refuta, preconizando que ya no vivimos en una sociedad inmunológica, sino que la violencia inmanente al sistema es neuronal y, por tanto, no desarrolla una reacción de rechazo en el cuerpo social.

Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de los antibióticos. A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos una época viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica. El comienzo de siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal, escribe Byung-Chul Han.

Han sostiene que el modelo “viral” y la metáfora de la invasión bacterial -que reina en nuestra sociedad desde al menos el siglo XIX- ha ido perdiendo fuerza para ser reemplazada por otras metáforas y enfermedades. Según el filósofo surcoreano ahora domina un paisaje patológico de trastornos neuronales: enfermedades como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste profesional (SDO o “síndrome de burnout”) definen el panorama patológico de comienzos del siglo XXI.[23] Byung-Chul Han ubica en el fin de la guerra fría el momento inicial de esa transición.

La era inmunológica parece haber sido superada. Sin embargo, aún cuando, esta hipótesis puede resultar interesante ella parece no considerar la reciente crisis del ébola en Europa, que puso de manifiesto que el miedo al Otro (en este caso un virus que, además, viene de África) sigue vivo y operante. Pese a ello, habrá que seguir con atención la evolución de estos modelos de control en la sociedad contemporánea. Según Kuhn[24] pueden coexistir, en un período de transición, dos paradigmas aunque sean mutuamente excluyentes. La compartimentación de paradigmas divide -necesariamente- a la comunidad científica, siendo esa circunstancia típica de tiempos de crisis y no de ciencia normal: “hay circunstancias, aunque [Kunh las considera raras] en las que pueden coexistir pacíficamente dos paradigmas en el último período de ciencia normal”.[25]

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En sus ensayos[26] —breves, controvertidos, estimulantes— Han desarrolla una misma idea: el “paradigma inmunológico”, que pensadores como Michel Foucault o Jean Baudrillard han empleado para explicar la sociedad tardocapitalista, ha quedado obsoleto; ahora cabe hablar del “paradigma neuronal”. En consonancia con este cambio, se han producido otros deslizamientos relevantes: la “sociedad disciplinaria” ha sido sustituida por la “sociedad del rendimiento” y al “sujeto de obediencia” le ha seguido un individuo enfermo de Ego al que Han denomina “el emprendedor de sí mismo”.

El “emprendedor de sí mismo”, surge con el paradigma neuronal y destierra al obsoleto “sujeto de obediencia” del que hablaba Foucault (en su sociedad disciplinaria) y que era uno que obedecía a una instancia externa: ese sujeto es ciudadano de un mundo de fronteras y, por consiguiente, distingue un exterior de un interior, un amo que está fuera, que es “otro”, de un esclavo que está dentro, que es “yo”. El primero, el “emprendedor de sí mismo”, sin embargo, solo se obedece a sí mismo: habita un mundo de lo idéntico, sin amo externo, sin otro… pero en su interior aloja a un bicéfalo amo-esclavo o esclavo-amo que le succiona la energía.

La optimización personal es una forma de autoexplotación total. El coaching, la motivación, la competitividad, la optimización… son técnicas que la sociedad abraza para conseguir la productividad ilimitada. Las personas entran en una dinámica de autoexplotación, de autoexigencia, de constante optimización que acaba generando enfermedades como la depresión. En estos casos, no se tiende a pensar que es la dinámica, el sistema, el que ha generado esta ansiedad, sino que se plantea siempre como un fracaso personal. Este tipo de poder inteligente, propio del régimen neoliberal, actúa de forma silenciosa, domina intentando agradar y generando dependencias, “se ajusta a la psique en lugar de disciplinarla”.[27]

El sujeto de rendimiento, como empresario de sí mismo, sin duda es libre en cuanto no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote, pero no es realmente libre, pues se explota a sí mismo, por más que lo haga con entera libertad. El explotador es el explotado”.[28]

Este nuevo tipo de explotación es mucho más eficiente que la anterior porque “va unida al sentimiento de libertad. Con ello la explotación es posible sin dominio”. El neoliberalismo entiende al sujeto como proyecto y no como explotado. De esta forma el fracaso lo asume el sujeto: “no hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso”.[29] Esta idea rebate la concepción de Benjamin (“el capitalismo es una religión”): el capitalismo no es ninguna religión porque “toda religión maneja las categorías de deuda (culpa) y desendeudamiento (perdón). El capitalismo es solamente endeudador”.[30] El resultado es la depresión y el síndrome del agotamiento.

La sociedad disciplinaria de Foucault, que constaba de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con nuestra sociedad, en su lugar se ha establecido desde hace tiempo otra completamente diferente, a saber: una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos. La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento.[31] La topología de la sociedad del rendimiento se compone así de aeropuertos, torres de oficinas, shopping mall, escaparates bien iluminados, grandes ventanales y espacios abiertos. Los espacios de la sociedad disciplinaria son lugares cerrados y en penumbra, sustraídos a la vista, regimientos, centros penitenciarios, manicomios y fronteras. Una vez más el cambio parece positivo: se ha pasado de la opacidad y el secreto de una sociedad basada en relaciones de enemistad (conflicto) a la transparencia de un mundo donde lo otro ha sido transmutado en accesible y cercano. De allí que Han insista en La sociedad de la transparencia, que el problema reside en que la transparencia, que parece (y se presenta como) voluntaria, resulta ser obligatoria.

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Es en la sobreabundancia de lo idéntico, en ese exceso de afabilidad que no crea anticuerpos, que no genera ningún rechazo ni implica ninguna negatividad, donde Byung-Chul Han encuentra las razones para explicar la proliferación de los estados patológicos neuronales. La violencia hoy ha dejado de responder a los esquemas inmunológicos virales de lo propio y lo extraño, como la planteaba Baudrillard.[32] La violencia hoy es neuronal e inmanente al sistema, sentencia el autor, quien atribuye al “superrendimiento”, la “supercomunicación” y la “superproducción” actual las razones que generan un colapso del Yo, en lo que denomina “infartos psíquicos”.

La otredad es la categoría fundamental de la inmunología. Cada reacción inmunológica es una reacción frente a la otredad. Pero en la actualidad, en lugar de esta, comparece la diferencia, que no produce ninguna reacción inmunitaria. (…) A la diferencia le falta, por decirlo así, el aguijón de la extrañeza, que provocaría una violenta reacción inmunitaria. También la extrañeza se reduce a una fórmula de consumo. Lo extraño se sustituye por lo exótico y el turista lo recorre. El turista o el consumidor ya no es más un sujeto inmunológico. Se comprende ahora la metáfora inmunológica: la sociedad es un cuerpo que ha desarrollado un sistema defensivo contra eventuales ataques bacterianos o virales: el cuerpo es el “yo”, el virus es el “otro”.

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La actual es una sociedad aparentemente pacífica de la que ha sido desterrada la violencia basada en la enemistad. ¿Por qué entonces se multiplican en ella las figuras que podríamos considerar correlativas del loco y el criminal de la sociedad inmunológica, a saber, los depresivos y los fracasados?

El “emprendedor de sí mismo” de la sociedad del rendimiento, señala Han en La sociedad del cansancio, está exhausto; sus enfermedades características no son víricas sino neuronales. Padecen depresión y un amplio espectro de trastornos por hiperactividad y fatiga neuro-funcional: TDAH, TLP y SDO. La etiología de estos males solo puede comprenderse a la luz del verbo que gobierna la acción de la sociedad tardocapitalista. Mientras que en la disciplinaria el verbo imperante era deber, en la de rendimiento es poder; mientras que en la primera se obliga al individuo al trabajo, en la segunda se lo motiva apelando a su capacidad: ya no se conjuga tú debes sino tú puedes. Se produce así un aparente tránsito de la coacción a la libertad en tanto en cuanto se elimina la instancia externa que ordena y se estimula la autogestión y autoexigencia de quien se gobierna.

¿Por qué, sin embargo, este paso del deber al poder es solo aparentemente liberador? ¿Cómo podría el estímulo y la motivación conducir, en última instancia, al fracaso? La respuesta parece un acertijo: el “emprendedor de sí mismo” puede poder pero no puede no poder, es decir, poder constituye para él un deber. Han explica que hay dos formas de potencia: la positiva (decir “sí puedo”) y la negativa (decir “no puedo” — que se distingue netamente de la impotencia) y advierte de que si se elimina la segunda, si el individuo no puede decir “no puedo”, se ve coaccionado para tener que poder siempre. El resultado: hiperactividad, agitación, histeria del trabajo y de la producción y, finalmente, cansancio y depresión.

No-poder— poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión. El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y el depresivo es el inválido de esta guerra interiorizada.

5.- Del homo digitalis al Big Data.

Un mundo donde lo que vale no es el ser, sino el aparecer, aunque el placer exige cierto ocultamiento, lo contrario de esta desnudez y transparencia pornográficas, cuyo ejemplo más evidente sería Facebook. Del capitalismo, donde lo esencial era el tener, pasamos a una sociedad neoliberal exhibicionista, donde lo fundamental es “aparecer”.

La sociedad de la transparencia valora la exposición. Cada sujeto “es su propio objeto de publicidad. Todo se mide en su valor de exposición. La sociedad expuesta es una sociedad pornográfica”.[33] Vivimos en un mundo que tiende a la hipervisibilidad, un espacio sin secretos ni misterios ocultos. A la sociedad de la transparencia toda distancia le parece una negatividad que hay que eliminar: constituye un obstáculo para la aceleración de los ciclos de la comunicación y del capital.

La sociedad de la transparencia lleva a la información total, “no permite lagunas de información ni de visión”[34] y acelera el flujo de datos empíricos. De allí que Han concluya que la tremenda cantidad de información eleva masivamente la entropía del mundo, y también el nivel de ruido. “El pensamiento tiene necesidad de silencio. Es una expedición al silencio”.[35]

El mundo no es hoy ningún teatro en el que se representen y lean acciones y sentimientos, sino un mercado en el que se exponen, venden y consumen intimidades. El teatro es un lugar de representación, mientras que el mercado es un lugar de exposición.[36]

9.11

La sociedad de la transparencia también amenaza a la política, un tipo de acción estratégica que incluye una dimensión o esfera secreta. Si toda la política se reduce a una escenificación de la transparencia, el “final de los secretos sería el final de la política”.[37]

Así como en el caso de la producción se sustituye el verbo deber por poder, en el plano del control se pasa de la vigilancia a la transparencia, sin caer en la cuenta de que tanto el verbo poder como la transparencia son coercitivos.

Internet, en lugar de ser presentado como un espacio de libertad y de transformación, aparece, según Byung-Chul Han, como el escenario paradigmático y cómplice de los problemas del presente, allí donde éstos se revelan con mayor claridad e intensidad. En la red se asistiría a una suerte de dictadura de la transparencia que derivaría en un panóptico digital que a la postre, en conexión con lo referido anteriormente, sería más bien un autopanóptico, donde cada uno ejercería al mismo tiempo de policía de sí mismo y de los otros. O por decirlo con sus palabras: “el me gusta es el amén digital. Cuando hacemos clic en el botón de me gusta nos sometemos a un entramado de dominación. El Smartphone no es solo un eficiente aparato de vigilancia, sino también un confesionario móvil. Facebook es la iglesia, la sinagoga global (literalmente, la congregación) de lo digital”.[38]

Comparecemos translúcidos ante los media-data, los entornos virtuales, el registro total de la vida se produce a través de cada clic que pulsamos, cada palabra introducida en el buscador es observada y registrada. Nuestra vida se reproduce totalmente en la red digital. La empresa de datos Acxiom comercia con datos personales de aproximadamente 300 millones de estadounidenses. Los individuos son agrupados en 70 categorías y se ofertan en catálogo como mercancías. Aquellos con un valor económico escaso se les denominan waste, es decir, basura.[39]

Medir el éxito a partir de los ‘Me gusta’ o retuiteos es algo habitual.[40] Empresas e individuos calibran sus fuerzas en las RRSS. También es la manera más directa de perder/vender tu intimidad. Sólo hay que atender al imparable y creciente fenómeno mediático de Facebook y Twitter, sin olvidar Instagram, para ver cómo los usuarios seducidos por la exhibición publicitaria de un sí mismo virtual desnudan sus ideas, y con ello –sin percatarse revelan sus obsesiones, patrones de consumo y psicopatologías. De allí que en este exhibicionismo festivo los grandes beneficiados son las empresas de marketing, con Google a la cabeza.

La época digital totaliza lo aditivo, el contar y lo numerable. Incluso las inclinaciones se cuentan en forma de “me gusta”. Lo narrativo pierde importancia considerablemente. Hoy todo se hace numerable, para poder transformarlo en el lenguaje del rendimiento y de la eficiencia.[41]

9.12 

En el enjambre es un conjunto de individuos aislados e hipercomunicados  —el homo digitalis —, pero sin capacidad para crear un movimiento de cambio real. La comunicación digital hace que se erosione fuertemente la comunidad, el nosotros. Destruye la noción de espacio público y agudiza el aislamiento del hombre.

La sociedad de la información, la era digital, produce un extraño estado de embotamiento, nuevas formas de alienación y un tipo de comunicación lleno de desencuentros, de pérdida de la sintonía.

Según Han:

La comunicación digital se distingue por el hecho de que las informaciones se producen, envían y reciben sin mediación. No son dirigidas y filtradas por mediadores. La instancia intermedia es eliminada para siempre […]. Medios como blogs, Twitter o Facebook liquidan la mediación de la comunicación, la desmediatizan. La actual sociedad de la opinión y la información en esta comunicación desmediatizada.[42]

Han especula acerca de que en esta inmediatez se produce la pérdida de lo político:

En los blogs o las redes sociales [que] hoy en día construyen o reemplazan el espacio público no se produce ningún discurso. No se construye espacio público (Öffentlichkeit) alguno. Los medios digitales hacen que la sociedad se vuelva cada vez más pobre en su discurso. Impiden la construcción de una comunidad en un sentido empático. Sólo producen al azar muchedumbres (An- sammlungen) o multitudes (Vielheiten) de individuos aislados, de ego, sin cohesión alguna (Versammlung), sin lugar de discurso. El individuo ya no es una entidad política capaz de producir un nosotros.[43]

Es posible que el performance haya sustituido a la participación y que esa “memoria política” de las generaciones precedentes esté dando lugar a lujos de apropiación que son cada vez menos estables. Los signos circulan en las redes, las causas van a la velocidad del hashtag y la memoria queda en los archivos que, posiblemente, nunca sean revisitados.

9.13

Ahora bien, las críticas a Internet se concentran además en las retóricas del Big Data tan en boga hoy en día, el cual designa esa forma o ideología del conocimiento según Han que se sustenta en la explotación de la transparencia, donde se confunde la recolección de informaciones y de huellas de todo tipo con el auténtico conocimiento y donde se iría a parar a una especie de Big Brother digital. Así se consumaría una presunta o sedicente segunda Ilustración que anunciaría el fin del reinado de la teoría y cuyo imperativo se sintetizaría en querer convertir todo en datos e información. En realidad, empero, este dataísmo se descubriría más bien como un dadaísmo redivivo por sobredimensionar los datos, sobre todo por culpa de la inmensa cantidad de ellos, al mismo tiempo que se renunciaría a dotarles de un entramado de sentido, cayendo así en un deslumbramiento que sacrifica lo cualitativo en favor de lo cuantitativo. Así pues, los partidarios del Big Data confiarían ilusamente en que los números, como si fueran una especie de manifestación del inconsciente digital, hablan por sí mismos y en que dan cuenta exacta de nuestros patrones de conducta, lo que incluso les otorgaría la capacidad de poder anticipar el futuro. Por añadidura, esta ideología del conocimiento, que en su opinión no sería más que un nuevo rostro de la barbarie, lo que este autor denomina una barbarie de los datos, se revelaría asimismo como un reflejo de los tiempos. Por eso pone de relieve que el Big Data, al hacer del futuro algo predecible y controlable, es “totalmente ciego ante el acontecimiento” y al fin y al cabo lo es de manera necesaria, puesto que más que un conocimiento, esta ideología del conocimiento proyecta en verdad lo que no sería más que la imagen que tiene del sujeto actual: la de un sujeto sujetado, inconscientemente preso de su deseo y prácticamente incapaz de escapar de sí mismo, donde en realidad no se contempla la posibilidad de lo imprevisible, de lo discontinuo, de la interrupción o de la ruptura. De ahí también que vea este dataísmo como una simple moda epocal.

Han ilustra este último deslizamiento recurriendo al célebre panóptico de Bentham. Uno de los lugares representativos de la arquitectura disciplinaria es el panóptico descrito por Jeremy Bentham en el siglo XVIII

Tanto el Big Brother de Orwell como el Panóptico de Bentham (representativo de la arquitectura disciplinaria del siglo XVIII) presentaban un control físico de la población, es decir, sometían a los sujetos a una serie de normas y vigilaban todo lo visible. Pero no tenían acceso al control del pensamiento. Sin embargo, el panóptico digital es una forma de control muy eficiente en la que no existe limitación óptica. “La óptica digital posibilita la vigilancia desde todos los ángulos”[44] es capaz de alcanzar la psique, de actuar desde un nivel prerreflexivo, trabajando con las emociones para influir en las acciones.

9.14

La sociedad globalizada del rendimiento, por el contrario, no necesita de ningún centro penitenciario para ejercer la vigilancia de los individuos puesto que son estos mismos los que, a través de los diversos mecanismos de comunicación a su alcance, se exponen. Los ocupantes del panóptico digital, al desnudarse y exhibirse en las redes sociales, colaboran activamente en la construcción de su celda.

La peculiaridad del panóptico digital está sobre todo en que sus moradores mismos colaboran de manera activa en su construcción y en su conservación, en cuanto se exhiben ellos mismos y se desnudan. Ellos mismos se exponen en el mercado panóptico. (…) La sociedad del control se consuma allí donde su sujeto se desnuda no por coacción externa, sino por la necesidad engendrada en sí mismo, es decir, allí donde el miedo de tener que renunciar a su esfera privada e íntima cede a la necesidad de exhibirse sin vergüenza.

Al igual que la de poder, la exigencia de la transparencia responde a intereses económicos y productivos: estos demandan un ritmo acelerado (aceleración de las operaciones bursátiles y de las transacciones) y, frente a la demora que toda opacidad requiere, la transparencia es garante de celeridad. Un ejemplo claro puede encontrarse al comparar el lenguaje transparente de los medios de comunicación con al lenguaje denso de la poesía.

En sintonía con los argumentos de Eli Pariser[45] Byung-Chul Han denuncia la construcción de burbujas de información personalizadas por los algoritmos. Estos sistemas -como el PageRank[46] de Google- “presenta(n) al participante tan solo aquellas secciones del mundo que le gustan. Así, desintegra la esfera pública, la conciencia pública, crítica, y privatiza al mundo”.[47] Para terminar este volumen Byung-Chul Han se interna en territorios foucaultianos y nos habla del nuevo panóptico digital, un dispositivo que “carece de perspectiva en el sentido de que no es vigilado desde el único centro por la omnipotencia de la mirada despótica. Desaparece por completo la distinción entre centro y periferia, que era constitutiva para el panóptico de Bentham”.[48]

6.- La agonía de Eros.

La sociedad de la transparencia no tiene en cuenta que hay dimensiones del ser humano que sólo pueden tener lugar en la intimidad, nuestras relaciones interpersonales. La intimidad del ser humano necesita esferas en las que pueda estar en sí mismo, sustraído a la mirada del otro.

Por último, en La agonía de Eros, Han añade un tercer apelativo al sujeto de rendimiento: exhausto, pornográfico… e incapaz de amar. El Eros es aquella fuerza que arranca al sujeto de sí mismo, de su interioridad, y lo conduce afuera, al otro, al mundo. Pero, ¿qué sucede cuando no hay mundo, otro, afuera? ¿Qué pasa cuando la alteridad ha sido fagocitada por un yo insaciable? En ausencia del otro, el sujeto narcisista-depresivo “se derrumba en sí mismo”. No tiene a quien amar salvo a sí mismo; los demás actúan como espejo de su propio yo.

Del mismo modo que en el caso de la motivación y la transparencia, el amor cae, en la sociedad del rendimiento, al servicio del capitalismo tardío. El deber ha dado paso al poder, la opacidad a la transparencia y el amor a la pura pornografía: el amor se reduce a una fórmula de disfrute, de modo que ya no se puede amar al otro, solo consumirlo.

El amor se positiva hoy como sexualidad, que está sometida, a su vez, al dictado del rendimiento. El sexo es rendimiento. Y la sensualidad es un capital que hay que aumentar. El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía. El otro es sexualizado como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se puede consumir.[49]

9.15

Hoy todo se convierte en objeto de rendimiento. Ni siquiera el ocio o la sexualidad pueden rehuir el imperativo del rendimiento. Pero el Eros supone una relación con lo otro, más allá del rendimiento y de las habilidades que se tengan. Ser capaz de no ser capaz es el verbo modal del amor. El estar en manos de alguien y la posibilidad de resultar herido forman parte del amor. Hoy se trata de evitar cualquier herida cueste lo que cueste.

La mujer actual sucumbe a los estados depresivos porque está absolutamente agotada, fatigada de sí misma. Toda su libido se dirige contra su propia subjetividad. Por eso no es capaz de amar. Con el narcisismo exacerbado comienza la agonía del “eros”. Y sin eros, no hay pensar. El pensamiento nace del cultivo de la amistad, del contagio erotológico propio la philo-sophia, esta función telecomunicativa es la esencia del humanismo.

7.- Claroscuros del pensamiento de Byung-Chul Han. Consideraciones críticas.

Un debilidad de la obra de Byung-Chul Han es que en sus escritos resuenan ecos múltiples, sus tesis replican algo leído; probablemente porque se ocupó durante más de una década asimilando los ensayos más relevantes sobre estos temas, de allí que casi todas las ideas tocadas por Han fueran ya tratadas por otros pensadores, años antes que él.[50] Es sorprendente que Han recurra para ilustrar nuestra sociedad audiovisual a una metáfora como la de la caverna platónica, que estaba ya casi agotada antes del 2000. También desde 2002 se sabe, vía Jonathan Safran Foer[51], que Todo está iluminado.

9.16

Han incurre, además, en una excesiva dependencia de los textos en que se funda para problematizar ideas ya deslustradas; textos que, además, son a veces problemáticos de por sí, como los de Baudrillard, otro pensador filosóficamente poco riguroso, por momentos falaz y sobrevalorado al que Han amplifica, amplificando también los errores o las obviedades baudrillardianas, como la aplicación de la metáfora pornográfica a cualquier cosa (cuando vivimos en el tiempo en que la pornografía es, en realidad, cada vez más ella misma y más visible como tal): “el porno no solo aniquila el eros, sino también el sexo (…) Hace imposible experimentar el placer”.[52] Aseveraciones anacrónicas.

Por otra parte, “Nuestra sociedad lo es todo (…) menos una sociedad transparente”[53], escribía hace tiempo Anna Caballé comentando al Vattimo de La sociedad transparente.

En realidad la tecnología nunca ha sido tan (deliberadamente) opaca como ahora: “los constructores de aparatos como móviles, ordenadores, consolas de videojuegos y tablets nos presentan objetos perfectamente diseñados y herméticos, en los que una atractiva superficie plástica o de cristal hace que nos olvidemos del cableado y los circuitos integrados. No sólo son incomprensibles las máquinas digitales, a las cuales a cuyo interior en ocasiones ni siquiera se puede acceder físicamente (los últimos modelos de Mac y los iPhone no tienen tornillos, no pueden abrirse salvo en las tiendas oficiales y por sus técnicos), sino que el lenguaje con que está construido su software es inaprensible, es ilegible, salvo para un programador de la marca. Y la escritura misma con la que se programa cuando no esta encriptada, su lenguaje cifrado la hace absolutamente opaca, como opacos e inaccesibles son los circuitos del hardware que permiten funcionar a sus programas. Por lo tanto, nuestra condición no es como pretende Byung-Chul Han una sociedad de la transparencia, sino de la opacidad.

9.17

 

Bibliografía

 

  1. Baudrillard y E. Morin, La Violencia Del Mundo, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires, 2011
  2. Benjamin, Walter, (1921) El Capitalismo como religión, Editorial Herder, Barcelona, 2010
  3. Caballé, Anna, Narcisos de tinta. Ensayo sobre la literatura autobiográfica en lengua castellana (siglo XIX y XX); Megazul, Málaga, 1995
  4. Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, Curso en el Collège de France. (1978-1979). Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2007
  5. Han, Byung-Chul, La sociedad del cansancio. Herder Editorial, Barcelona, 2012
  6. Han, Byung-Chul, La sociedad de la transparencia. Herder Editorial, Barcelona, 2013
  7. Han, Byung-Chul, La agonía del Eros. Herder Editorial, Barcelona, 2014
  8. Han, Byung-Chul, Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Herder Editorial, Barcelona, 2014
  9. Han, Byung-Chul, En el enjambre. Herder Editorial, Barcelona, 2014
  10. Safran Foer, Jonathan, Todo esta iluminado, Lumen, Barcelona, 2002
  11. Kuhn, Thomas, (1962) La estructura de las revoluciones científicas, (SIN EDITORIAL) Santiago,1993
  12. Sennett, Richard, La corrosión del carácter; Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Editorial Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona, 2000.
  13. Sloterdijk, Peter, (1993) En el mismo barco, Siruela, Madrid, 1994.
  14. Sloterdijk, Peter, (2007) El Mundo interior del capital: Para una teoría filosófica de la globalización, Siruela, Madrid.
  15. Sloterdijk, Peter, Normas para el Parque Humano. Una respuesta a la “Carta sobre el Humanismo”, Siruela, Madrid, 2000.
  16. Wolton, D., Informar no es comunicar. Contra la ideología tecnológica. Gedisa, Barcelona, 2010.

Notas

[1] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Herder Editorial, Madrid, 2014.
[2] SLOTERDIJK, Peter, Normas para el Parque Humano. Una respuesta a la “Carta sobre el Humanismo”, Siruela, Madrid, Siruela, Madrid, 2000. Conferencia pronunciada en el Castillo de Elmau, Baviera, en julio de 1999, con motivo del Simposio Internacional “Jenseits des Seins / Exodus from Being / Philosophie nach Heidegger”, en el marco de los Simposios del Castillo de Elmau sobre “La filosofía en el final del siglo” (Philosophie am Ende des Jahrhunderts), que cuentan con la colaboración del Van Leer Institut y el Franz Rosenzweig Center de Jerusalem. El texto fue publicado en Die Zeit el 10 de septiembre de 1999.
[3] SENNETT, Richard, La corrosión del carácter; Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Editorial Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona, 2000.
[4] MOLINA, M., “Zonas de alteridad”. Byung-Chul Han: Filosofía para la edad del caos, (Reseña), Revista de la Universidad de México Nº 140 – 2015.
[5] FOUCAULT, Michel, (1975) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Editorial Siglo XXI. Madrid, 2008
[6] PRISM, el panóptico digital del NSA
[7] HAN, Byung-Chul, En el enjambre, Barcelona, Herder, 2014
[8] FOUCAULT, Michel, Nacimiento de la biopolítica, Curso en el Collège de France. (1978-1979). Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2007
[9] SLOTERDIJK, Peter, Esferas III, Espumas, Editorial Siruela, Madrid, 2005
[10] WOLTON, D., Informar no es comunicar. Contra la ideología tecnológica. Barcelona: Gedisa, 2010.
[11] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Herder Editorial, Madrid, 2014, pp. 33-34
[12] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Sloterdijk: Modelos de comunicación oculto-arcaicos y moderno-ilustrados. Para una época de ángeles vacíos”, En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas – Universidad Complutense de Madrid, NÓMADAS. 26 | Enero-Junio.2010 (II), pp. 229-249. http://www.ucm.es/info/nomadas/26/avrocca.pdf
[13] El Palacio de Cristal, el de Londres en 1850, que primero albergó las Exposiciones Universales y luego un centro lúdico consagrado a la “educación del pueblo”, y aún más, el que aparece en un texto de Dostoievsky y que hacía de toda la sociedad un “objeto de exposición” ante sí misma, apuntaba mucho más allá que la arquitectura de los pasajes; Benjamin lo cita a menudo, pero lo considera tan sólo como la versión ampliada de un pasaje. Aquí, su admirable capacidad fisonómica lo abandonó. Porque, aun cuando el pasaje contribuyera a glorificar y hacer confortable el capitalismo, el Palacio de Cristal –la estructura arquitectónica más imponente del siglo XIX– apunta ya a un capitalismo integral, en el que se produce nada menos que la total absorción del mundo exterior en un interior planificado en su integridad.
[14] SLOTERDIJK, Peter, En el mismo barco, Madrid, Siruela, 1994 (1993).
[15] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Herder Editorial, Madrid, 2014.
[16] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica, p. 117
[17] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica, p. 17
[18] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica, p. 17
[19] Psicopolítica, p. 17
[20] SLOTERDIJK, Peter, (2007) El Mundo interior del capital: Para una teoría filosófica de la globalización, Siruela, Madrid.
[21] Actualmente son miles las compañías de alta tecnología que se localizan en este inmenso parque tecnológico, entre ellas Google, Facebook, Yahoo, Apple Inc., eBay, Intel, Cisco o Linkedin y otras grandes empresas tecnológicas. Desde allí se desarrollan y lanzan a diario muchos de los dispositivos informáticos que se utilizan en todo el mundo.
[22] La definición de síndrome de burnout más consolidada es la de Maslach y Jackson (1981) quienes consideran que es una respuesta inadecuada a un estrés crónico y que se caracteriza por tres dimensiones: cansancio o agotamiento emocional, despersonalización o deshumanización y falta o disminución de realización personal en el trabajo. El cansancio emocional hace referencia a la disminución y pérdida de recursos emocionales, al sentimiento de estar emocionalmente agotado y exhausto debido al trabajo que se realiza, junto a la sensación de que no se tiene nada que ofrecer psicológicamente a los demás.
[23] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica, p. 11
[24] KUHN, Thomas., 1962. La estructura de las revoluciones científicas. Santiago,1993
[25] KUHN, Thomas., p. 16
[26] La sociedad del cansancio, La sociedad de la transparencia y La agonía de Eros, todos publicados por la editorial Herder
[27] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica, 29
[28] HAN, Byung-Chul, La sociedad del cansancio, p.19
[29] Ibid, p. 21
[30] BENJAMIN, Walter, (1921) El Capitalismo como religión, Herder, p. 22
[31] 1. HAN, Byung-Chul, La sociedad del cansancio, p. 25
[32] BAUDRILLARD y E. MORIN, La Violencia Del Mundo, Buenos Aires, Editorial Capital Intelectual, 2011
[33] HAN, Byung-Chul, La sociedad de la transparencia, p. 29
[34] HAN, Byung-Chul, La sociedad de la transparencia, p. 17
[35] HAN, Byung-Chul, La sociedad de la transparencia, p. 75
[36] HAN, Byung-Chul, La sociedad de la transparencia, p. 68
[37] Ibid, p. 21
[38] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica, p. 26
[39] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica, Barcelona, Herder, 2014, p. 99
[40] HAN, Byung-Chul (2014) En el Enjambre, Barcelona, Herder, p. 75
[41] HAN, Byung-Chul, En el Enjambre, p. 60
[42] HAN, Byung-Chul, En el enjambre. Barcelona, Herder, 2014 , pp. 33-34
[43] HAN, Byung-Chul, En el enjambre. Barcelona, Herder, 2014 , p 48
[44] HAN, Byung-Chul, Psicopolítica, p. 86
[45] (Autor de The Filter Bubble)
[46] PageRank es una marca registrada y patentada1 por Google el 9 de enero de 1999 que ampara una familia de algoritmos utilizados para asignar de forma numérica la relevancia de los documentos (o páginas web) indexados por un motor de búsqueda.
[47] HAN, Byung-Chul, La sociedad de la transparencia, p. 69
[48] HAN, Byung-Chul, La sociedad de la transparencia, p. 88
[49] HAN, Byung-Chul, La agonía de Eros, p. 23
[50] MORA, Vicente Luis, “La opacidad, Han, la opacidad, Un acercamiento al pensamiento de Byung-chul Han”, en El Estado Mental, S.L., Artes · 7 Febrero, 2015, Madrid.
[51]  Jonathan Safran Foer, Todo esta iluminado, Lumen, Barcelona:, 2002
[52]  HAN, Byung-Chul, La sociedad de la transparencia, p. 29
[53]  CABALLÉ, Anna, Narcisos de tinta. Ensayo sobre la literatura autobiográfica en lengua castellana (siglo XIX y XX); Megazul, Málaga, 1995, p. 59.

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