El caso de la lucha por el agua de las mujeres Mazahuas
Magali Iris Tirel[1]
El agua se defiende con la vida
Tal vez porque es la vida
Mujer Mazahua
Para muchos de los grupos étnicos en México, la acción social se dirige a colmar las necesidades inmediatas, ya que los pueblos se encuentran en una situación de supervivencia. Sin embargo, las luchas sociales por la sobrevivencia pueden dar paso a la construcción de una autonomía cultural que implique una ciudadanía activa y directa.
El presente texto tiene como objetivo mostrar cómo los métodos históricos de la lucha no-violenta activa aplicados a la lucha por el agua, permitieron a una etnia indígena empobrecida, marginada y excluida de las posibilidades de acceder a mejores condiciones de vida, convertirse en el arquitecto de su propio destino y su propia cultura.
La autonomía cultural es la exigencia de un grupo generalmente minoritario, que quiere perdurar como pueblo[2], o sea como una comunidad cultural relacionada con una identidad y un territorio. La cultura es la vida, pero en el caso de muchas de las etnias indígenas de México y del mundo, es precisamente la vida amenazada. Los pueblos indígenas de México se enfrentan a procesos inéditos y diversos que han trastocado todos los ámbitos de su existencia: la pobreza como un problema estructural, la globalización económica y sus lamentables consecuencias (muerte del campo, migración), la construcción de megaproyectos en sus territorios, la crisis ambiental, entre otros. Dada la desintegración económica y social que conocen las comunidades rurales indígenas, es casi imposible intentar construir una autonomía cultural, entendida ésta, en primer término, como la capacidad de las propias comunidades de gobernarse a sí mismas y decidir su propio destino. En efecto, ¿cómo construir la autonomía de un pueblo, si el modelo de desarrollo económico característico de la política neo-liberal impuesto por la clases dominantes, está acabando con sus recursos naturales –o sea básicamente, su tierra y su agua– que son las condiciones sobre las cuales se asienta su existencia misma?
Recuperar la cultura, recuperar el agua.
Bajo el intenso frío y la llovizna, la mayoría de las mujeres mazahuas del Estado de México tienen que caminar hasta a veces 4 horas para llevar una cubeta de agua a su casa. El absurdo es enorme:“Nuestras tierras son ricas en agua y nosotras tenemos que acarrearla del río. Solo se busca beneficiar a la gente que vive en las grandes ciudades, sin importar la pobreza que se genera a las comunidades de donde se extrae el vital líquido. ¡Tenemos derecho a vivir: sin nuestras aguas, nos estamos muriendo!” (2005).
Cabe recordar, para ofrecer el contexto de nuestra problemática, que la Zona Metropolitana de la Ciudad de México se volvió una megalópolis en pocas décadas: en un siglo, pasó de menos de 350 mil habitantes a más de 20 millones. De golpe, las autoridades tuvieron que satisfacer una demanda urbana e industrial creciente en energía y en agua. Para responder a ella, la única política fue incrementar la oferta, desplazando el problema del difícil abasto sobre el campo y lo rural. Es así como comenzaron las grandes construcciones de presas hidroeléctricas y de trasvases de cuenca entre la capital y su Estado vecino, el Estado de México. En pocas palabras, la construcción de una decena de embalses y de un sistema de tubos de 140 km de longitud.
Desde la construcción del Sistema Cutzamala[3] que atraviesa su territorio de par en par, los recursos naturales y las condiciones de vida de las comunidades mazahuas no dejaron de deteriorarse. La abundante flora y fauna de la región, así como las plantas medicinales, desaparecieron en poco tiempo. Las mujeres ni siquiera pueden lavar la ropa en el arroyo, aún menos bañar a los niños, pues sus aguas están contaminadas por la central de potabilización Los Berros. Además, debido a la deforestación, ya no llueve como antes para irrigar suficientemente los campos de maíz. El desarrollo que se les había prometido a cambio de la construcción de los embalses nunca llegó. Se les había prometido el pago de las tierras expropiadas, el agua potable, y mejores condiciones de vida. 20 años después, todavía tienen que caminar horas con el chamaco en la espaldapara traer una cubeta de agua a su hogar, mientras que canales inmensos cruzan el Estado de México hasta la Ciudad de México. Y son inclusive más pobres que antes. Hace tiempo que los hombres van a la capital o a los Estados Unidos para trabajar, y muchas de ellas se encuentran solas para cultivar los campos.
El sistema Cutzamala abastece 40% del agua de la ciudad de México y consume tanta energía como una ciudad de 2 millones de habitantes. Sólo necesitó 20 años para revelar la no sustentabilidad de su modelo de red. Este trasvase de cuenca, motivo de orgullo presidencial, ha ido modificando las formas de vida, el paisaje y la economía de los habitantes de la zona rural. No hay duda de que hubo una total preferencia por dar solución a la escasez de agua que tenía la ciudad, sin importar los perjuicios que generaría a todos los habitantes de la zona rural de la cuenca aportante[4].
Un día, la gota derramó el vaso. Cuando en agosto de 2003 el mal manejo de una presa del Sistema Cutzamala inundó su única cosecha del año, los mazahuas no aguantaron más la injusticia social y ambiental que les trajeron los emprendimientos hidráulicos realizados en su territorio, e iniciaron una lucha social donde pidieron una indemnización por sus tierras inundadas y las afectaciones que han padecido desde que comenzó a funcionar el Sistema mismo. Pero las negociaciones se estancaron. Ante la falta de respuesta a las demandas de sus hombres, las mujeres decidieron crear un ejército: el Ejercito de Mujeres Zapatistas por la Defensa del Agua. El 21 de septiembre de 2004, 70 mujeres bajaron en armas a la residencia presidencial de Los Pinos, para pedir justicia.
La violencia es un problema fundamental que ha invadido todos los campos de la vida de la mujer mazahua, y hay quienes tienen que sufrirla en todos sus niveles –por ser mujer, por ser indígena, y por ser campesina. Además de la violencia física que sufren numerosas mujeres y que sólo es un aspecto de las múltiples inequidades de género que existen en sus propias comunidades, tienen que aguantar las violencias raciales en la ciudad (discriminación, segregación), y las violencias psicológicas (hace décadas que los mexicanos les dicen “Marías” a las mujeres mazahuas)[5]. A nivel colectivo, sufren la violencia que se expresa en la dominación política (no representatividad en el gobierno) y económica (explotación, trabajo precario, miseria) que se producen cuando hay gran concentración de poder político y económico en pocas manos, como es el caso de las sociedades neo-liberales. A esta lista podemos añadir las violencias de nuevo tipo, informático, cabría decir (tecnocracia, manejo cibernético de los recursos, de transferencias y de regalías). Otra forma de violencia también es la educación monolingüe impuesta por el Estado a los niños indígenas, y que no tiene en cuenta las particularidades culturales de los pueblos, lo cual acelera la desaparición de las lenguas nativas. En suma, las mujeres sufren una sistemática violencia y negación de sus derechos humanos. En todos sus niveles. Entre estos, el derecho al agua, es el derecho humano individual y colectivo fundamental, y una condición elemental para el goce de todos los demás derechos humanos, ya sean civiles, políticos, económicos sociales o culturales.
Nuestras sociedades son dominadas por lo que podemos llamar la ideología de la violencia necesaria, “legítima y honorable”, que son los calificativos utilizados para legitimar la violencia institucionalizada. Ciertamente, la cultura que domina nuestras sociedades utiliza una retórica que descalifica la violencia (lo sabemos muy bien, toda violencia no institucional es “terrorista”), pero, al mismo tiempo, la cultiva y multiplica sus máscaras. Así que ofrece un gran número de construcciones ideológicas para disfrazarla, y utiliza varios nombres como por ejemplo aquellos de “desarrollo” y de “progreso” con los cuales justifica su intervención “civilizadora” en los territorios indígenas.
En fin, la violencia esencial es la que reside en las relaciones de dominación que niega a la gente el control de sus vidas. Es decir, en el caso de los pueblos indígenas, de decidir autónomamente como desarrollarse, vivir y utilizar los recursos naturales de los lugares en los que habitan desde hace milenios. Las mega-obras hidráulicas resultan per se una práctica de colonización y violencia. Son “reformulaciones exógenas violentas” (Paul-Lévy y Segaud: 1983) que comprometen o afectan los territorios indígenas y sus recursos naturales. Las poblaciones indígenas son especialmente vulnerables al modelo actual de gestión hídrico asumido por el Estado, y a la construcción de infraestructuras que han provocado verdaderos etnocidios[6]. Dichos proyectos se arraigan en consideraciones políticas y económicas extranjeras a la región donde se establece el esquema. Para sostener sus formas de vida y subsistencia, principalmente agrícolas, las comunidades indígenas han debido adoptar estrategias de supervivencia, y entrar en lucha para defender los propios recursos hídricos que necesitan para sus cultivos y su consumo, frente a decisiones gubernamentales que no consideran sus necesidades y derechos. La inundación de pueblos y áreas agrícolas por la construcción de grandes presas, y la transferencia del agua a las grandes ciudades, muchas veces agravada por la sobreexplotación, la contaminación y la desecación de los cuerpos de agua, privan a las comunidades de sus recursos naturales, su identidad, su modo de vida, su manera de percibir su pasado y su historia y, al término último de este proceso, de la dignidad personal y colectiva consecuencia de vivir sobre y a partir de sus tierras ancestrales.
Es comprensible que algunos movimientos alcancen un punto de desesperación en el que no vean otra salida que la de pasar a la lucha armada[7]. En general, la violencia llama a la violencia como respuesta. Además, en la medida en que se trata de luchas por la sobrevivencia, no es tan fácil vencer la tentación de la violencia.O sea que los actores sociales o los movimientos están en el filo de la navaja entre la violencia y la no-violencia, por lo que toca a la defensa de las condiciones de vida sobre las cuales se asientan sus pueblos: su patrimonio cultural y natural colectivo heredado de sus antepasados. El poseer y hacer producir la tierra, el preservar y cuidar el agua, para muchos campesinos e indígenas es el seguro de vida más confiable frente a los vaivenes del mercado y las decisiones gubernamentales en torno al uso de sus recursos naturales. Por ello constatamos hoy a la vez una multiplicación de los conflictos, y una radicalización de los movimientos indígenas y campesinos en defensa de la tierra y del agua. Esta situación conflictiva ha sido atizada por el Estado mexicano, la Comisión Nacional del Agua, la SEMARNAT, los gobiernos del Estado de México y del Distrito Federal por no haberle dado la atención adecuada, pudiendo haber despertado un movimiento armado. De hecho, las mujeres mazahuas crearon un ejército zapatista.
El camino de la no-violencia activa
A pesar del camino de violencia tomado por el Estado mexicano, las mujeres optaron por la paz. Por una paz con justicia. Las mujeres mazahuas, al crear su Ejercito de Mujeres Zapatistas por la Defensa del Agua, se deslindaron del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), asegurando que sólo los une la hermandad y las causas de la lucha, pero que a diferencia del EZLN, su camino es la filosofía de la no-violencia activa: “queremos solución, no tenemos necesidad de armarnos”.Declararon públicamente que luchan al igual que Emiliano Zapata, “por la restitución de nuestras aguas y de nuestras tierras”, y puntualizaron que sólo “si es necesario levantarnos en armas lo haremos llegado el momento” (La Jornada 25-09-2004).
La noción de “no-violencia” fue acuñada por Gandhi en 1920. La Ahimsa, es uno de los más antiguos principios de la religión hindú, “afirmado particularmente por Mahavira, fundador del Jainismo, por Buda y también por los seguidores del culto a Visnú, que tuvieron gran influencia sobre Gandhi.” (Echeverría, 1973: 145-146) Este término sánscrito se compone del prefijo privativo “a” y del sustantivo “himsa” que significa mal, hacer el mal. La Ahimsa es pues la toma de conciencia, el control y la transmutación del deseo de violencia que está en el hombre y que le conduce a descartar, eliminar y destruir al otro. En pocas palabras, significa no dañar vida alguna, no usar la violencia. Se ha intentado descalificar la palabra “no-violencia”, por que es negativa y deja lugar a numerosas ambigüedades. Sin embargo, se considera que el término “no-violencia” es decisivo incluso por su negatividad ya a que a priori permite deslegitimizar la violencia misma en todas sus formas. Es el término más exacto[8] para expresar la denegación de todos los procesos de legitimación y justificación que hacen de la violencia un derecho natural del ser humano. En cuanto a la palabra “activa”, fue añadida por las organizaciones pacifistas de Latinoamérica para diferenciarla de la simple pasividad.
La no-violencia activa es un instrumento organizado de lucha y movilización social de los sectores populares, que brega pacíficamente para reemplazar sistemas de dominación, opresión y dependencia diversos, por estructuras basadas en la participación, cooperación y organización de las comunidades, al ejercer una presión social y política intensa y continua sobre el Estado o cualquier entidad violenta. Se caracterizó por su eficiencia estratégica a lo largo del siglo XX en India con Mahatma Gandhi por la independencia del Reino Unido; en Estados Unidos con Martín Luther King contra la segregación racial; en Chile en contra de la dictadura, la tortura y las desapariciones del régimen de Pinochet; en África del Sur con Nelson Mandela en contra del ‘apartheid’. Han sido innumerables las organizaciones que han empleado esta metodología con éxito. Se considera que constituye una verdadera escuela popular itinerante, formando conciencia de la violencia como estructura e instrumento de dominación. Se busca lograr un cambio profundo de carácter positivo, que tiene como fundamento impedir la violencia del hombre hacia el hombre. Con esta idea, queda establecido claramente el carácter universal que tiene la filosofía de la no-violencia activa. A pesar de la diversidad de las luchas sociales, su teoría y su metodología pueden ser adoptadas por cualquier organización social en el mundo, aunque en cada caso requiere de una adaptación a las culturas de los luchadores sociales, que la enriquecen con su propio quehacer práctico y su cosmovisión. El campo de la resistencia cultural es de crucial importancia en el proceso no-violento.
Hay que precisar que si bien las mujeres mazahuas tomaron la decisión de adoptar el camino de la filosofía de la no-violencia activa a partir de una reflexión colectiva y de consenso, ésta tuvo en el encuentro con el asesor legal de su movimiento, el licenciadoSantiago Pérez Alvarado, un hito fundamental. Pérez Alvarado les dio a conocer diversas opciones de lucha más allá de los Tribunales estatales y federales, y les invitó a considerar detenidamente los pros y los contras de la no-violencia como acción político-cultural. Éste abogado ha sido una figura fundamental para la promoción de estrategias y alternativas no-violentas, y ha fungido como el enlace entre distintos actores y organismos que se acercaron a la lucha de las mujeres. La concordancia entre los fines y los medios es el desafío principal de esta forma de lucha. Si existe una fuerte asociación simbólica entre mujer y paz, entonces es por sólo ser mujeres que las mazahuas decidieron el camino de la no-violencia. Las mujeres consideraron que luchar para heredar a sus hijos recursos sanos y agua limpia que permitan la sustentabilidad de las generaciones futuras y el respeto a sus derechos,es luchar por la vida; y que entonces, habría una contradicción de fondo al defenderla con medios violentos que pueden implicar la muerte. El vínculo estrecho entre el respeto a los derechos humanos y la no-violencia se establece de manera natural; asimismo, la no-violencia activa es un medio político compatible con la democracia, el único que garantiza el marco adecuado para que pueda existir una decisión verdaderamente consciente por parte del Estado (la decisión consciente no puede ser arrancada con violencia). En un país democrático como pretende serlo México, la lucha no-violenta trabaja por la corrección de errores, así como para exigir los derechos de todos los ciudadanos. Las mujeres no decidieron trabajar directamente en contra del Estado, sino en contra de sus errores: reconocieron que si el Sistema Cutzamala no es una solución sustentable al problema del agua en sus comunidades, asimismo es un caso de seguridad nacional, ya que involucra a los millones de personas que actualmente abastece este sistema, y que también necesitan del vital líquido. Por ello dieron a conocer públicamente que: “estamos dispuestas a luchar hasta donde sea necesario, pues nuestras tierras y comunidades no pueden vivir sin agua, y porque también en grandes ciudades como la de México, la gente no tiene acceso a este recurso y sufre tanto como nosotros. Por eso seguiremos luchando, por el derecho a que todos tengan acceso al agua” (La Jornada: 23-06-05).
Cuando intentó definir la no-violencia, Gandhi dijo que “la no-violencia perfecta es la ausencia total de malevolencia en contra de todo lo que vive”; y a continuación, afirmó: “bajo su forma activa, la no-violencia se expresa por la benevolencia respecto a todo lo que vive” (Gandhi, 1924: 286). Formular esta exigencia, es pues pedir al hombre que renuncie a cualquier tipo de violencia, pero también invitarlo al respeto y a la bondad hacia todo lo que vive, o sea tanto el otro hombre como la naturaleza en su totalidad. Podemos decir que las mujeres asumieron al pie de la letra la propuesta de Gandhi sin haber ni siquiera tenido noticia de ella. En efecto, los integrantes del Movimiento Mazahua concibieron desde el inicio de su lucha un Proyecto de “Gran Visión” para la zona, que consiste en sacarla toda de la pobreza y de la crisis ambiental. Una de las primeras demandas del movimiento fue la dotación de agua para las comunidades cercanas al Sistema Cutzamala que no cuentan con este servicio. Sin embargo esto requiere luchar en contra del modelo neoliberal que mira al agua como variable fundamental para el desarrollo financiero.
Es por ello que, como objetivo inicial de su lucha, las mazahuas pidieron al gobierno un proyecto integral de desarrollo sustentable para toda la región. Se trató primero de garantizar el abasto del agua en el futuro, y consolidar la cultura del cuidado y del desarrollo sustentable, para que haya agua “para siempre”[9]. “No estamos peleando el agua, pero si el descuido”, precisaron las mujeres, “nos hemos organizado para exigir al gobierno que ponga de su parte para realizar diferentes actividades que ayuden a recuperar y conservar el medio ambiente. Como punto principal sería la reforestación que nos ayudaría a producir agua para nuestro consumo y recargar las presas, y en parte abastecer la ciudad de México” (2005), añadieron. En una segunda instancia subrayaron que “hay que generar fuentes de trabajo para terminar con la pobreza” (2005). Las mujeres exigieron que se implemente un programa de desarrollo social[10] y que se den apoyos para la creación de proyectos productivos. El último punto del plan constituyó la razón fundamental de su lucha: preservar la cultura mazahua. Si llegaban a realizarse los puntos anteriores del plan, esto garantizaría en gran parte el ejercicio de los usos y costumbres de la cultura mazahua, y se frenaría la migración hacia las grandes ciudades y los Estados Unidos. Se propuso adicionalmente promover la educación bilingüe en las escuelas, el establecimiento de dispensarios médicos que incluyeran la medicina tradicional, el apoyo a ancianos y madres solteras, y la creación de una policía comunitaria.
En síntesis, las mazahuas exigieron que las autoridades implementen una nueva política hidráulica, para cosechar con ésta reivindicaciones culturales: “La Comisión está aplicando una mala política hídrica, que condena a todos los mexicanos a que, en un periodo corto, no tengamos garantizado el suministro. Lo decimos con base en nuestra experiencia, ya que padecemos daños ambientales, sociales y económicos que se generan con la extracción de liquido en las comunidades de la región de Cutzamala.” (Jornada: 4-12-2005). Las mujeres no dejaron de testimoniar esta triste experiencia y dieron a conocer el por qué son inviables los megaproyectos (presas y trasvases) que el Gobierno mexicano está promoviendo. Reivindicaron como eje de lucha el derecho a preservar los ríos y sus ecosistemas y exigieron que el gobierno implemente una verdadera gestión sustentable de los mantantiales.
Como muchas organizaciones civiles nacionales, al ver la preparación del IV Foro Mundial del Agua México 2006, el Movimiento Mazahua incluyó la privatización como uno de los temas de su lucha, ya que ésta va en contra de sus valores fundamentales (el agua como bien común) propiciando su encarecimiento y la consecuente sobreexplotación con fines de lucro. “El agua para los empresarios es negocio y para nosotros los campesinos es fuente de vida. El agua y la tierra no se venden, porque estaríamos vendiendo nuestra vida y nuestra libertad” (2006).Para los pueblos indígenas, no cabe duda de que organismos nacionales e internacionales buscan debilitar la cultura ancestral y dominar a la naturaleza para subsumirlas dentro de la lógica del capital. La privatización es para los mazahuas el ariete de los graves ataques que el Estado mexicano y las empresas transnacionales emprenden sistemáticamente contra sus territorios, sus recursos naturales, sus propios saberes ancestrales, sus derechos colectivos e individuales y su posibilidad futura de existir como pueblo indio de México. Para frenar este modelo de gestión que busca establecer mecanismos de privatización y desaparecer la participación social en el control del recurso, las mazahuas exigieron a las autoridades la directa injerencia de los pueblos indígenas en cualquier acción a desarrollar en sus territorios.
Con la propuesta de su proyecto de “Gran Visión”, en fin, queda claro que esta lucha social indígena con reivindicaciones ambientalistas, aparece en el fondo como una lucha identitaria y de sobrevivencia. “Luchamos contra ese deterioro del medio ambiente, contra la desaparición de nuestra identidad”. “Queremos proteger lo que es nuestro, recuperar lo que nos han quitado” (2005), dicen. En el escenario de violencia que padecen cotidianamente desde generaciones, lo que los mazahuas empezaron a reivindicar, es su derecho a participar y a decidir su presente y su futuro. Buscan alcanzar una interrelación justa y equitativa entre todos los mexicanos a partir de una articulación racional de proyectos de desarrollo respetuosos del medio ambiente. Esperan también que el Estado les confiera una ciudadanía real, sin sacrificar su identidad. Es decir que conciben la autonomía no como competidora ni enemiga del Estado, sino como canalizadora de la libre expresión de su identidad como pueblo. Por ello desde que las mujeres encabezaron el movimiento, decidieron vencer la tentación de la violencia como respuesta, y fomentar la convicción y el convencimiento de que la paz con justicia es el único camino para trabajar con la Nación para encontrar una solución al problema que enfrentan. Por esta razón empezaron a prepararse y organizarse desde el camino de la filosofía de la no-violencia. “Decidimos el camino de la no-violencia activa, nuestra postura es a favor del desarrollo”, aclararon (Reforma, 4-10-2004).
La lucha no-violencia activa como educación popular.
Denunciar lo intolerable, en una situación que empieza a mostrarse desesperada, es en sí mismo un acto importante. Proponer una alternativa, justa y fraterna, es dar un paso más. Darle a la lucha un sentido constructivo para producir cambios positivos y alentadores en la sociedad, es su fin último. Pero si algo se considera intolerable, y si existen alternativas factibles, ha de hacerse algo para que las autoridades cumplan las demandas, y se estimule tanto la responsabilidad social sobre el valor del agua, como la consciencia de la importancia de la sustentabilidad del medio ambiente y del desarrollo cultural. Se trata de agitar la sociedad en su conjunto, despertarla de su modorra, provocar una crisis y una tensión que obliguen a las autoridades a negociar, a no ignorar más los problemas que existen y que han estado ocultos sistemáticamente. ¿Cómo?
El repertorio de métodos de lucha no-violenta es accesible a cualquier persona en el mundo: el texto completo del “sistema de armas no violentas” del profesor Gene Sharp[11], los ensayos de Otto Boye y de Jean Goss, son ilustrativos al respecto[12]. Y basta con colocar el término “no-violencia” en un buscador de internet, para encontrar toda la información existente sobre este método de lucha. Esto es significativo, porque la praxis de la no-violencia requiere de una formación, de una preparación interna y externa, de un entrenamiento. En efecto, para que sea posible la lucha no-violenta, es necesario cambiar de mentalidad y transformar actitudes, es decir, dar una nueva dirección a la vida en su conjunto: aceptar pasar de la violencia a la no-violencia, del individualismo a la solidaridad, del papel de victima a aquel de actor de su destino. Requiere de un intenso proceso educativo y formativo. Como lo explica Gustavo Rayo, la no-violencia se convierte en “una pedagogía teórico-práctica para el ejercicio de la libertad. Busca obrar cambios en la psicología del oprimido, en su propia imagen como sujeto impotente que delega la soberanía de su libertad a la voluntad del poderoso. Las características de la lucha no-violenta permiten incrementar la autoestima del sujeto, reforzar el espíritu de acción colectiva hacia objetivos comunes, en fin, reconstituir la sociedad civil” (Rayo, 1982: 9-10).Claramente, la lucha no-violenta se presenta como una escuela popular. Las mujeres mazahuas explicaron que “aprendimos en la medida que participábamos en las reuniones y en los plantones” (2005). Asimismo, las mujeres diseñaron nuevos métodos para mantener y enriquecer sus propias formas de expresión. En este sentido fueron en extremo creadoras y echaron mano de elementos culturales que clarificaron los mensajes dirigidos tanto a la sociedad civil como a las autoridades.
No es el objetivo aquí revisar con exhaustividad la trayectoria de los métodos pedagógico-formativos desplegados por el Movimiento Mazahua, sino más bien de mostrar cómo la aplicación de la no-violencia activa ayudó a los mazahuas a asumirse ellos mismos como sujetos activos, a ser conscientes de sus cualidades y capacidades, a recobrar su dignidad como indígenas y su poder social como pueblo. En este sentido, existen dos grandes momentos en la acción no-violenta, la ‘preparación’ y la ‘acción’, y una tarea que surge de los dos momentos anteriores, el ‘programa constructivo’.
Primero: la preparación.
Antes de iniciar el movimiento, los mazahuas desarrollaron un proceso de toma de conciencia, con la finalidad de establecer la situación de su propio contexto ecológico y social. Las comunidades cercanas al sistema Cutzamala detectaron los problemas que genera la extracción del agua. Se recopiló información con la idea de que sólo un pueblo informado puede mejorar su situación misma. Asimismo se realizaron recorridos de observación de la zona para generar un correcto planteamiento y articulación del problema[13]. También hablaron con los mayores y se dieron cuenta que la CNA, además de haber inundado sus tierras, no había cumplido con la indemnización prometida por las tierras expropiadas en el momento de construir las presas. Gracias a ello, “hoy tenemos un listado de todas las afectaciones y perjuicios que nos están haciendo con su Sistema Cutzamala”, señalaron. Se superó la parcialidad con la cual estaban vistos los problemas en cada comunidad. Es así que finalmente, se identificó la razón de luchar al reconocer su propia responsabilidad en este conflicto: “¿Por qué suben el agua para México y no la suben para nuestras comunidades? Se llevan el agua porque nosotros lo permitimos. Ya no vamos a permitirlo.”, dijeron. A partir de ello, y a medida que se sumaban más comunidades al Movimiento, se pudo hacer un frente común para exigir el Plan Integral de desarrollo sustentable de la región.
Este recorrido por el territorio y la recuperación de la memoria histórica provocó una reivindicación de la identidad mazahua; y para unirse, éstos, los propios pueblos mazahuas, decidieron regresar a los viejos modos, recuperar el “fuego sagrado” (el lenguaje, el vestido, las tradiciones) que es fundamental para hacer un trabajo político con una dimensión social y cultural. El principio mazahua de ayuda mutua, el nbóxte, que implica un esfuerzo total donde todos dan todo de sí con pleno gusto, sin duda permitió el libre sacrificio que requiere la propia lucha social y el trabajo en común que exige la puesta en marcha de la sustentabilidad. Este concepto tradicional puede explicar también cómo se organizó y sostuvo la solidaridad entre comunidades desmembradas por la marginación y la pobreza. Decidieron que todos tendrían agua al mismo tiempo, o no la tendrían[14]. Que no hay derecho de antigüedad ni privilegios. “El que recibe beneficios es el que se aguanta hasta el ultimo. De aquí en adelante vamos a caminar juntos. Ni un pueblo va a quedar fuera.” (2005). Su lucha en este sentido es noble. Y esto es lo que permitió que cada vez más comunidades se sumen a ella, acepten la estrategia a seguir y los modos para lograr las metas comunes, y se formen en la actitud no-violenta. Una de las fuerzas del Movimiento fue el “ser muchos, todos preparados, y todos listos”. Siempre y en cada acción, el Movimiento mazahua cumplió con este propósito.
Segundo: la acción.
La congruencia entre los fines y los medios es condición de éxito. Como lo apunta Juan Maria Parent Jacquemin, “el diálogo es el método y una meta de la acción no-violenta.” (2001: 43) Ahora bien, para garantizar que el dialogo se lleve a cabo, la acción no-violenta utiliza tácticas. Desde el inicio de su lucha y hasta hoy en día, los mazahuas se han valido todos los mecanismos de resistencia a su alcance para atraer la atención sobre su problema, y obligar a que las autoridades los atiendan. Su arma más poderosa: una gran creatividad y un formidable aguante. Las mazahuas no han dejado de innovar en las protestas que han realizado en el transcurso de su lucha. Las mujeres eran perfectamente conscientes de que crear un Ejército de Mujeres Zapatistas en defensa del agua iba a tener un fuerte impacto en las conciencias tanto de la sociedad civil como de las autoridades, por atraer a los medios de comunicación. Tener una tribuna paracomunicar es esencial para una lucha social. El Movimiento Mazahua supo seducir y utilizar los medios de comunicación para atraer la atención sobre su caso, y hacer que el problema sea conocido por la opinión pública nacional e internacional.
En tres años de lucha, se han llevado a cabo innumerables estrategias para impulsar la resistencia social. De manera general, apoyaron sus demandas sobre las leyes, para hacer que las leyes se cumplan. Paralelamente, abordaron el problema desde el terreno del cabildeo legislativo. Hicieron plantones, bloqueos de carreteras, marchas masivas (impactantes por su escenificación, por su contenido y el número de personas) y ocupaciones pacíficas de oficinas de gobierno. Realizaron tomas de instalaciones hidráulicas como la planta potabilizadora de Los Berros. Por otro lado, demostraron su inconformidad permanente al estar presentes en todas las actividades, mítines, congresos y eventos en torno al agua.
Cada acción, cada manifestación, cada gesto era ampliado con algún símbolo que permitió alcanzar más profundamente las conciencias. Cambiaron las armas de madera por ramas de árboles quemados simbolizando el estado de sus bosques. Las mazahuas aprendieron y se volvieron artistas de la escenificación. Esto no implica que su lucha sea sólo un juego o un teatro. Las demandas son reales, tanto como sus amenazas de endurecer las acciones, o de tomar las armas de verdad si las simbólicas no bastan. Los mazahuas utilizaron en efecto los métodos de las “bombas humanas” para presionar al gobierno, y realizaron huelgas de hambre y de agua, con la idea de que “preferimos morirnos de un solo golpe que seguir esperando que el gobierno nos mate poco a poco” (Jornada: 12-06-05). Un principio es “nunca dejar descansar al gobierno en tanto que no ha cumplido”. La lucha de los mazahuas es permanente; y su decisión es seguir promoviendo manifestaciones y encausando protestas hasta que las promesas se vuelvan acciones reales. El Movimiento logró evitar la represión. ¿Su más grande fuerza? Paradójicamente, su vulnerabilidad. Es muy difícil reprimir mujeres que están bordando con sus niños en los brazos, aunque estén ellas, ‘”muy decididas”, esperando el momento de entrar “en la casa de los diputados”.
Las mujeres mazahuas lograron revertir la vulnerabilidad en el transcurso de su lucha, mediante su franca exposición física a aquellas formas abusivas de poder gubernamental, como cuerpos policiales o el ejército. Veamos algunos momentos emblemáticos de su lucha misma: es difícil para mujeres indígenas quienes en su mayoría no han terminado la primaria, negociar con los funcionarios de gobierno. Ante su manera demagógica de hablar y la carga de autoritarismo de éstos, las mujeres decidieron callarse. “Queremos hechos, y no palabras”, manifestaron. Es por eso que se sellaron la boca durante la negociación con autoridades en varias ocasiones. No hay que interpretar su silencio como un refugio ante las humillaciones o los posibles engaños. Al contrario, para las mujeres mazahuas esa una afirmación de su dignidad y de su valor como seres humanos. “No puede haber negociación”, ya que, señalaron, “hay cosas que no se negocian como los derechos humanos y los recursos naturales. Eso es parte de uno mismo.” (2005)El silencio, en este sentido, es un acto de afirmación directa frente al poder: no se negocia, se exige.
El silencio no fue la única estrategia. Los integrantes del Movimiento Mazahua hicieron una “gira de la verdad”: “interpelaron dos políticos en sus mítines[15] cuando pasaron por su territorio en 2005. Les recriminaron la falta de atención a sus demandas y el incumplimiento de los acuerdos firmados cuando eran funcionarios de gobierno. “¿Como puedes tener la audacia de presentarte como presidente si nunca has cumplido con tu palabra?”, esgrimieron. Los gobernantes pierden su legitimidad cuando no ejercen el poder con sentido de responsabilidad ni tienen como fin último el bien común. El principio de esta labor de increpación: el poder otorgado a un gobernante puede ser revocado por el pueblo. Como lo explica Václav Havel, cuando empieza a predominar una mentira general, la gente empieza a acostumbrarse y adaptarse a ella, y todos en un momento de sus vidas pactan con la mentira o coexisten con ella. “Bajo estas condiciones, afirmar la verdad, comportarse auténticamente rompiendo el tejido de promesas –pase lo que pase– es un acto de extraordinaria importancia política.” (Havel, 1990). En estas acciones radicales, los integrantes del Movimiento Mazahua se volvieron los dignos transmisores del discurso oculto de los marginados.
Ante la desatención, las promesas cumplidas y los engaños, las mazahuas decidieron apretarle al gobierno los tornillos. El 15 de septiembre de 2004, ante la falta de respuesta a lo convenido en la Cámara de Diputados, se realizó el primer cierre de una de las puertas del Sistema Cutzamala. Avisaron al gobierno que “desde la zona del bosque hasta Victoria, tenemos 280 puntos en cuales podemos cerrar el sistema, y gente lista.” En febrero de 2005, repitieron su acción: durante una de sus movilizaciones, burlaron la vigilancia de la Policía Federal Preventiva y cerraron una válvula de suministro, que abastece a la ciudad de México. Asimismo, el 13 de diciembre de 2006 cerraron seis válvulas de control de flujo, por lo que la administración tuvo que suspender totalmente el servicio, dejando sin agua al menos 59 colonias de la capital, o sea afectando a un cuarto de millón de personas. Este es la meta final de la lucha de las mazahuas: reequilibrar el desbalance de poderes. Oponer al poder un poder fundado en la no-violencia. El motor de su acción reside en la idea de que el acuerdo puede prevalecer sólo si se presenta una amenaza suficientemente contundente a la estructura del poder fáctico. Es así que el Sistema Cutzamala se volvió un arma potente en sus manos, encontraron el talón de Aquiles del aparato de gobierno. Al redescubrir la fuerza social, se abre la posibilidad de cambio.
Tercero: el programa constructivo.
De la toma de consciencia del problema y de la denuncia pública, surge la necesidad de asumir la responsabilidad de la transformación. Por ello, los integrantes del Movimiento Mazahua empezaron a desarrollar proyectos sociales y ecológicos alternos. “Debemos rescatar esto, sino el futuro va a sufrir las consecuencias de lo que nosotros no hacemos” (2006), manifestaron. La meta inicial era trabajar con el gobierno, pero por tratarse de sectores menospreciados socialmente, no se le dio la atención debida y los apoyos cayeron por goteo. Por esta razón el pueblo Mazahua inició un proceso encauzado a cumplir por sí mismo sus objetivos yempezó a trabajar solo para impulsar el nuevo modelo que han visualizado para garantizar su futuro. En ese entonces dijeron: “El gobierno no pone de su parte, nosotros sí trabajamos. Tenemos la visión de hacer cosas. Si no nos apoya con los invernaderos, los vamos a hacer” (2005). El reto de la lucha no-violenta activa está en construir una ciudadanía crítica, dinámica, que participe,que gestione su propio quehacer cotidiano. Se trata de asumir la responsabilidad del ser ciudadano, no depositando en mentes de expertos, técnicos y políticos inconscientes el destino de sus vidas, sino rompiendo con toda forma de dependencia. Entrando en esta lógica, empezaron a construir nuevos saberes para resolver los problemas socio-ambientales, y a capacitarse hacia una gestión racional del desarrollo sustentable. Es en este ámbito que desarrollaron una nueva relación con el agua que incluye su defensa, su protección y conservación[16]. Asimismo, empezaron un proceso para valorar sus formas de vida, su lengua, sus usos y costumbres, su historia, su cultura y su cosmovisión. En la construcción de esta nueva sociedad, las comunidades mazahuas trabajan cotidianamente, desde sus perspectivas culturales, sociales, políticas y económicas. Claro, a corto plazo, sólo han logrado una pequeña parte de sus objetivos, pues se enfrentan a la presión de lógicas económicas y políticas perversas de gran envergadura. Sin embargo, su existencia misma como Movimiento, así como sus intervenciones cotidianas, manifiestan que los comportamientos pasivos con relación al recurso agua, las actitudes de “dejar hacer” y de fatalismo con relación a la política y al modelo de desarrollo impuestos por las instituciones federales, y a través de ellas, por los organismos mundiales, han retrocedido. Su existencia misma como movimiento, aún en formación, es ya una victoria.
CONCLUSION
La lucha no-violenta activa se ha centrado en la educación popular, misma que busca poner fin a la resignación y en lugar de ello crear la experiencia de una sociedad participativa, animando a las personas a crear un vínculo entre su futuro y la lucha colectiva por el cambio social. La no-violencia activa, en este sentido, aparece como un proceso original en el que los pueblos indios dan forma a su vida política y cultural. El esfuerzo de organización que hicieron los mazahuas tanto para hacerse entender por el gobierno y por la sociedad civil, como para lograr en sus propias comunidades un cambio en lo concerniente a la ecología y la preservación de su cultura, ha permitido a las comunidades convertirse en su propio arquitecto y empezar a resolver sus problemas desde su microcosmos. De la parálisis se pasa a una organicidad social. El presupuesto para dar nuevos pasos hacia una genuina autonomía cultural queda establecido. Es así como las mujeres del movimiento se convirtieron en promotoras de una nueva sociedad basada en la cooperación, la confianza y el respeto por los valores humanos. Esto les permitió además cuestionar duramente su propias estructuras patriarcales fuente de opresión. Asimismo, durante los levantamientos se vitalizó la lengua, se contactaron las diferentes comunidades, y se recuperaron prácticas culturales tradicionales. Los mazahuas conquistaron nuevos espacios de libertad sin traicionar su identidad. La lucha social, cuando toma como base la filosofía de la no-violencia activa es un proceso irreversible, un mecanismo de autoafirmación de la personalidad étnica y cultural. Como dijo Luis Villoro, “es sin duda la mejor escuela de política y de civismo que pueda impartirse a un pueblo” (1994: 20). La acción no-violenta no es efectiva sino porque alimenta acciones paralelas y esfuerzos por recuperar la relación armoniosa que existe entre el hombre y la naturaleza. En el caso de las mujeres mazahua la sobrevivencia, la emancipación y el desarrollo dependen del restablecimiento de relaciones sustentables con ésta y de la redefinición de las formas de apropiación de los recursos, tanto por parte del Estado como por su parte. La autonomía cultural está estrechamente relacionada con el medio ambiente y desarrollo sustentable que éste exige. Lo que se tiene que destacar, es que al final de esas etapas iniciales de la construcción de un movimiento pensado para el renacimiento de una cultura, los mazahuas ganaron algo importante: la autoestima; asimismo, han sido sembradas las primeras semillas de sustentabilidad, y se perfila el empoderamiento de una etnia indígena hasta la fecha empobrecida, marginada y excluida de la posibilidad de acceder a mejores condiciones de vida. El camino que escogieron: convertirse en arquitecto de su destino, comenzando con sus propias fuerzas e instrumentos.
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[1] Esta investigación fue realizada en 2004 y 2006 con el apoyo del IIS UNAM, en el programa dirigido por la Dra. Luisa Paré sobre “Participación, ciudadanía y co-responsabilidad en la gestión del agua.” Las fechas de las entrevistas están marcadas entre paréntesis.
[2] Un pueblo es una colectividad que “participa de una unidad de cultura (lengua, creencias básicas comunes, ciertas instituciones sociales propias, formas de vida compartida, etc). Se reconozca a sí misma como una unidad, es decir, la mayoría de sus miembros se identifican con esa cultura; comparte un proyecto común, es decir, manifiesta la voluntad de continuar como una unidad y compartir el mismo futuro; esta relacionado con un territorio geográfico específico” (Villoro, 1994: 48).
[3] El Sistema Cutzamala es un sistema de trasvase de cuenca construido para abastecer de agua a la ciudad de México y su zona conurbana. Esta obra gigante inició en los años ochenta, como consecuencia del agotamiento de los recursos hídricos de la cuenca de Lerma donde fue construido el primer trasvase. Se hizo a partir de la infraestructura ya existente del Sistema hidroeléctrico Miguel Alemán construido en los años 40. Es un sistema de 8 presas, tubos, sistemas de bombeo y planta potabilizadora. El abastecimiento de agua a la ciudad de México proveniente del sistema Cutzamala es de 14 litros/seg., y a la zona conurbana de Toluca, 8 litros/seg.
[4] El modelo hídrico asumido por México contempla intereses sobre todo urbano/industriales muy grandes (implantación de agroindustrias, maquiladoras y desarrollo de zonas urbanas). El sistema financiero, la infraestructura socioeconómica y los proyectos de desarrollo han sido planeados y construidos para facilitar la transferencia de lo que equivocadamente fue concebido como recursos naturales excedentes de las zonas y sectores marginales hacia las que gozan de mayor prosperidad. (Barkin, 1972:5). Ello ha provocado un avance de la ciudad sobre el campo con una tendencia al acaparamiento de todos los recursos como son la tierra, el bosque y el agua. De tal manera que la relación de explotación campo-ciudad parecería ser una forma inmanente al modelo de desarrollo económico característico de la época industrial y neo-liberal. Lo rural fue y sigue siendo arrasado por las ciudades que crecen y piden cada vez más agua y más energía.
[5] Sobre este tema, referirse a los excelentes análisis de Arizpe, Lourdes. Indígenas en la ciudad de México, el caso de las marías, SEP-Setentas- Diana, México, 1979. Migración, etnicismo y cambio económico. Un estudio sobre migrantes campesinos a la ciudad de México, CES, El Colegio de México, México, 1978. Y “Migración indígena, problemas analíticos”, en Nueva Antropología, Año II, Núm. 5, julio, ENAH, México, 1976.
[6] Véase Barabas, Alicia y Bartolomé, Miguel. “Hydraulic Development and Etnocide: The Mazatec and Chinantec People of Oaxaca, México”. International Work Group of Indigenous Affaires, Copenhagen, Denmark, 1973. Y La presa cerro de oro y el ingeniero el gran dios, 2 vols., INAH/INI/CONACULTA, México, 1990.
[7] En ocasiones, la credibilidad de un movimiento entre sus propias gentes parece depender de la capacidad militar de dicho movimiento, la cual se identifica con la capacidad de ofrecer algún grado de protección a las comunidades u organizaciones populares.
[8] Hubo varios intentos para encontrar una terminología mejor por parte de Martin Luther King y de otros teóricos y luchadores sociales de Latinoamérica y del mundo, incluso el mismo Gandhi llegó a hacer un concurso para encontrarle un nombre positivo, pero los términos propuestos no lograron suplantar el terminó ya popularizado por Gandhi.
[9] Las mujeres mazahuas solicitaron a las autoridades que se realizaran acciones coordinadas con el Movimiento Mazahua para el cuidado de la cuenca de Balsas, como son la reforestación y la protección de los bosques, la construcción de terrazas y bordos para retener la erosión, el aprovechamiento del agua de lluvia, el desarrollo de la agricultura orgánica, la construcción de obras de infraestructura para filtrar el liquido y contribuir así a la recarga de los mantos acuíferos.
[10] Además del aprovechamiento sustentable de los recursos maderables, pidieron un desarrollo agrícola y pecuario orgánico que incluya agroempresas, el fomento y la promoción de la horticultura y la ganadería de traspatio, así como la creación de cooperativas para los artesanos y los productores locales. Paralelamente, se exige un programa de mejoramiento de vivienda y de construcción de caminos, electrificación, construcción de viviendas de adobe “porque muchos tenemos casas de lámina” con techos para juntar agua de lluvia, construcción de baños secos y rehabilitación de cocinas, ya que más de 70% de las mujeres cocinan en condiciones insalubres (o sea con leña).
[11] Sharp, Gene, La Lucha Política Noviolenta: criterios y métodos, Trad. Jaime González Bernal, Chile América, CESOC, Santiago, 1988
[12] Jean Goss, La no-violencia, sus métodos de acción a partir de experiencias concretas, en: La no-violencia evangélica, fuerza de liberación, Encuentro de Obispos de América Latina, Barcelona 1978, pp. 76-98. Y Boye, Otto, “Desobediencia civil”, en: Análisis Nº 68, 8 al 22 de noviembre de 1983, p. 33.
[13] Se detectaron las fuentes de contaminación de las presas y del sistema de operación de la planta tratadora de aguas de los Berros, se realizaron recorridos por la región del Sistema Cutzamala y Lerma, con el objeto de observar el daño ambiental y el trastoque cultural que han generado estos proyectos, y se hizo un censo para conocer las comunidades que no cuentan con el servicio de agua potable.
[14] Como lo subraya la antropóloga Alicja Iwanska en su ensayo, la decisión de no tener agua hasta que todos la tuvieran involucra profundos valores tradicionales mazahuas (Iwanska, 1971: 167).
[15] Los precandidatos del Pan, Santiago Creel, ex Secretario de gobierno y Alberto Cardenas Jiménez, ex Secretario del Medio Ambiente. Véase. La Jornada (26-08-2005) y Reforma (6-09-05)
[16] El Movimiento Mazahuaimpulsó, entre otras cosas: acciones de reforestación, rehabilitación de ríos, foros de discusión, pozos de recuperación de agua pluvial, siembra de hortalizas orgánicas, construcción de invernaderos, limpieza de cuerpos de agua, etc.; Iniciativas que todas hilvanan un tejido de soporte mutuo.