¿Refiere el pronombre yo?

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Resumen 

La discusión en torno al “yo” filosófico ha sido clásica e históricamente ubicada en distintas tradiciones y en distintos momentos, en nuestro caso estará instanciada en la temática particular de una lectura referencial de Peter Strawson del pronombre de la primera persona. De igual forma, a la par de revisar una postura favorable a sostener que las expresiones en primera persona refieren, se ofrece la versión de GEM Anscombe que polemiza con dicha conclusión. Ambas posturas, favorable y no a un propósito referencialista, se ubican en la tradición analítica.

 

Palabras clave: ego, persona, expresión, experiencia, sujeto.

 

Abstrac

 

The discussion about the philosophical “I” has been, classic and historically, located in different traditions and at different times, in our case, the discussion will be instantiated in the particular subject of a referential reading of Peter Strawson´s about the first person pronoun. Similarly, at the same time that I review a favorable position that argue that first-person expressions refer, I offer the GEM Anscombe version who rejects that conclusion. Both positions, favorable and not a referentialist purpose, are located in the analytic tradition.

 

Keys: ego, person, expression, experience, subject.

 

Pocos tópicos filosóficos han sido discutidos con sobrada insistencia como el del ego y sus implicaciones con respecto a temas como la filosofía de la mente, del lenguaje y, por supuesto, la metafísica.

Desde distintas tradiciones, la problemática que representa el pronombre personal “yo” puede instanciarse en la discusión  sobre la naturaleza del sujeto de la primera persona. En otras palabras, especificando el objeto de la discusión, la pregunta es si el pronombre de la primera persona refiere, y, si lo hace, a qué clase de sujeto hace referencia.

Propongo discutir brevemente el tema, tomando como pretexto una posición inicial favorable a la versión referencialista del yo, a saber, la de Peter Strawson presentada en su Individuals del año 1959. Como contraparte, revisaré una posición opuesta a la versión referencialista, la postura a revisar será la de GEM Anscombe. De la lectura de la propuesta de Anscombe, es posible concluir que la versión referencialista no logra superar los escollos clásicos cartesianos. No puede, entonces, desde su punto de vista, ofrecerse una versión que dé cuenta del sujeto involucrado en nuestros enunciados, expresados en primera persona, sobre la experiencia.

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En Individuals Strawson se propone, en el contexto de su denominada Metafisica Descriptiva,

observar cuál es la manera que tenemos de expresar a la experiencia y al sujeto de la experiencia, y el lugar que guarda este último dentro de nuestro esquema de conceptos. Para ello, el autor intenta encontrar la idea de un sujeto que realice por lo menos una tarea: la de unificar la experiencia, sugiero denominarle a esta tarea la de ser un poseedor.  La ubicación de un “poseedor” de la experiencia puede sugerir por lo menos dos cuestiones: en primer lugar, sugiere la idea de un sujeto que unifique la experiencia como suya y se distinga de la misma. En segundo lugar, sugiere la necesidad de ubicar un poseedor de experiencia que, al ser distinto de la misma, debe ser también identificable.  El elemento común de esta distinción sostiene que el sujeto es también un elemento del mundo ordinario, sólo que distinto de la experiencia. Un elemento especial del mundo no equivale a un elemento extraordinario, por lo tanto, si ha de ser posible reconocer un poseedor de experiencia ha de ser posible identificarlo como dentro de un mundo estructurado espacio-temporalmente. Con este propósito, Strawson desliza su célebre concepto de persona.

La persona es el concepto de un ente el cual es describible en términos físicos y mentales y que ocupa un mismo plano espacio temporal: “(la persona) es un tipo de ente al cual le son adscribibles tanto predicados mentales como características físicas”.

 

La intención de Strawson, al introducir su concepto de persona al final del parágrafo cuarto del tercer capítulo (Persons),  respecto  de la referencia  en  el  uso del pronombre personal “yo”, puede ser interpretada, insisto, dentro de su interés por formular un concepto de sujeto de la experiencia que sea ubicable espacio temporalmente, y que, a su vez, supere las aporías cartesiano empiristas sobre la experiencia y el sujeto de la misma.

 

Recordemos lo dicho por Strawson: no es posible adscribir estados de consciencia a menos que sea a personas. “En mi propio caso, el pronombre ´yo´ tiene un referente porque soy una persona entre otras”. Cualquier afirmación expresada en primera persona que declare una experiencia, estado o actitud, será una expresión referencial.

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Una lectura crítica influyente acerca de esta postura referencialista del uso del pronombre “yo”, es la de GEM Anscombe. En su artículo The First Person,

Anscombe intenta contradecir la tesis que sostiene que cualquier expresión que eche mano de la palabra “yo” es referencial.

La autora plantea algunas condiciones que debe garantizar cualquier expresión en primera persona para ser una expresión referencial. En primer lugar, el pronombre de la primera persona, en el uso en discusión, deberá garantizar:

 

a) tener un referente,

b) que dicho referente sea el referente correcto,

c) que la referencia hecha sería a un tipo particular de objeto que no es otro que aquel que expresa el pensamiento en primera persona.

La pretensión es que la exigencia por “garantizar” revele algunas características que presenta el uso referencial del pronombre “yo”, que no muestran en su uso otros pronombres, como por ejemplo el de la tercera persona: “él”. Discutamos el caso.

Parece que el uso referencial, que un sujeto competente en el lenguaje, hace del pronombre de la primera persona para referirse a sí mismo es inmune al fallo. Mientras que el caso del uso del pronombre de la tercera persona “él” para referir a otros es susceptible al error. Por ejemplo, decimos en el uso de un pronombre de la tercera persona: “Él me está observando”, señalando a una ventana en donde en realidad los pliegues de las cortinas semejan a una persona parada junto a la ventana. Imaginar un caso parecido o similar en el uso referencial del pronombre “yo” parece remoto, o, al menos, nos parecería ininteligible.

El punto c del listado anterior puede ser aclarado si lo planteamos de la siguiente manera:

El uso referencial del  pronombre de la primera persona estará garantizado si la referencia es a un tipo de objeto adecuado, es decir, si la referencia es al “yo” particular que contempla (piensa) este pensamiento en primera persona, a saber, mi yo.

El viraje visiblemente cartesiano realizado por Anscombe trata de establecer cuál es la manera por la cual un nombre se adhiere a un objeto:

 

 

El uso de un nombre de un objeto está vinculado con la

concepción de ese objeto, de manera que esto nos lleva a

buscar algo que, para cada usuario del pronombre de la

primera persona, sea la concepción vinculada con este

supuesto uso del nombre ´yo´ así como la concepción de una

ciudad acompaña a nombres como “Londres” y “Chicago”, o la

de un río a “Támesis” y “Nilo”, y la de un hombre a “Juan” y “Pedro”

La conclusión de Anscombe sostiene que este tipo de garantía sólo estará dada por un ego de tipo cartesiano. Por tanto, si el uso del pronombre de la primera persona refiere, esta referencia es a un ego cartesiano. El modelo de consciencia cartesiana plantea como sus presupuestos fundamentales la infalibilidad en el conocimiento de nuestros episodios y la consciencia permanente del sujeto de cada uno de esos episodios. Desde este punto de vista, y conforme a las tesis cartesianas del autoconocimiento y la introspección, el sentido que adquiriría una palabra como el pronombre “yo”  sería el que cada persona en cada caso le otorgara, porque cada persona conoce y es consciente infaliblemente de sus episodios.