Reflexiones Marginales

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En estricto, toda reflexión es marginal. No podría ser de otra manera, si flexionar es consustancial al pliegue que define comarcas diferenciadas. Se trata en realidad de una cisura de orden significante. Flexionar dos veces (re-flexionar) implica entonces adicionar márgenes, multiplicar hendiduras. Categorizar, discurrir, conceptualizar, definir, son modos tentativos de doblegar (de flexionar) lo real. Se falla irremisiblemente pero a fuerza de insistir en el fracaso de doblegar lo que resiste al significante se crea la ilusión de neutralizar lo formulado. Hay entonces una raíz en todo objeto de pensamiento de la que emerge lo que una flexión repetida logre, tal como sucede en la filología donde se declinan (se flexionan) de una raíz desinencias varias.

Y si todo sujeto de lo inconsciente lo es también del lenguaje (hablente), si todo verbo reflexivo presupone que la acción recae en el sujeto que la produce,  no hay entonces re-flexión ajena al sujeto que la instrumenta. ¿Por qué sería entonces marginal toda reflexión si quien la hace operativa está directamente implicado en la acción misma de doblegar (flexionar) aquello sobre lo que cavila? Porque el sujeto (sujetado como está a lo que lo escinde) siempre está al margen de sí mismo, a la orilla de una identidad incesantemente contradicha.
Que sólo lo maleable sea apto para una flexión (para una re-flexión) deja de ser obvio al preguntarse si hay objetos de pensamiento inflexibles. Y si a golpe de lenguaje es que la filosofía ha forjado sus grandes sistemas –aliando categorías de la más variada extracción para moldear conceptos según lo exija la argumentación en turno–, no es ocioso preguntarse si la fragua del significante es susceptible de doblegar cualquier materia sometida a la re-flexión. En cualquier caso, toda flexión en el campo del saber precisa hacer borde (margen) para así definir los espacios en blanco que persisten más allá de lo formulado.
Tampoco hay marginalidad que no sea efecto de una re-flexión pues el doblez al que todo análisis fuerza delinea el margen y sus contornos. Así, una re-flexión marginal presupone que una flexión ha hecho borde; y de ese pliegue en el saber advendrá irrestricto un nuevo margen para la re-flexión. De lo anterior no debería concluirse que los límites de una re-flexión estarían marcados por el margen que su inflexión produce o que la re-flexión está en el margen, sino algo más definitivo: el margen es la re-flexión misma.
Toda re-flexión es antitética de lo que hace cierre pues la cisura inherente al pliegue de una inflexión delinea el margen sin limitarlo: si esto es así, localizar el punto de basta de una flexión baliza al mismo tiempo un nuevo borde que a su vez perfila sus márgenes…
Reflexiones marginales implica una reiteración fecunda si por reiterar se mienta aquello que vuelve a ejecutarse. En términos retóricos, se trata de una repetición elocuente en su literalidad: el margen refleja los puntos de inflexión que lo instituyen. De modo que hablar de reflexiones marginales apuesta por una dilogía, una disemia en la que ambos términos enfatizan espectros de incidencia distintos y, sin embargo, solidarios en su significación. No en balde la Retórica llama reflexio a la dilogía cuando es dialógica, es decir, cuando se retoma un término del interlocutor para darle un sentido nuevo. Para efectos de este escrito, se re-flexiona en los márgenes cuando la re-flexión, siendo un margen en sí misma, posibilita una nueva re(in)flexión.
Reflexión también remite a aquello que emana para volver posteriormente a sí mismo. En su vertiente trascendental esta dispersión que va del sujeto a lo pensado y que luego redirecciona al sujeto mismo no se ocupa, en realidad, de los objetos mismos –según la enseñanza de Kant– sino de las condiciones subjetivas que posibilitan el acceso a los conceptos que de las cosas deriven. Dicho de otra manera, la re-flexión correlaciona las representaciones que hacen las veces de fuente de conocimiento. Bien visto, los márgenes en los que una re-flexión se despliega son también el espectro donde las condiciones de posibilidad que un sujeto tiene de conocer, cristalizan. No habría manera entonces de re-flexionar sino marginalmente en función de in-flexiones categoriales que hacen borde, trenzando (flexibilizando) tramas conceptuales cuyas márgenes diseminan saberes específicos.
Más allá de la vertiente conciencialista en donde toda reflexión supone que el sujeto conoce y sabe que conoce, está el espectro de lo inconsciente donde el sujeto desconoce que sabe. Porque lo inconsciente es, en el decir de Lacan, ese saber que por no saber que se tiene se cree que se ignora. Ese sujeto desconociendo acerca de su saber es correlativo del saber sin sujeto que define a lo inconsciente mismo. Se trata de una re-flexión subvertida que toma a Descartes por el anverso.
Bordear, flanquear, es la función de todo margen en relación al texto que lo re-flexiona. Y a cada flexión corresponde una arista que reduplica las franjas circundantes haciendo del texto margen y del borde, texto. Se trata de márgenes éxtimos que –a un tiempo– son núcleo y periferia. De ahí que un texto no pueda definir sus ejes fundamentales si no es desde las coordenadas de su exterioridad. El carácter tangencial del margen vectoriza lo que la re-flexión no dice y –por evidenciar lo no enunciado– lo marginal confiere a lo efectivamente dicho una densidad manifiesta.
Siendo el espectro de lo aún no dicho, el margen permite calibrar –si alguna– la incidencia de lo re-flexivo. Por lo improferido se justiprecia lo ya enunciado. La marginalidad de lo reflexivo hace evidente todo aquello en lo que no ha habido margen para la reflexión. La re-flexividad, entonces, funge como límite del pensamiento en la medida en que sus márgenes no delimitan lo pensable, sino lo que –hasta ahora– no ha sido objeto del pensamiento.
La genu-flexión que arrostra toda marginalidad enfatiza la dimensión política presente en toda re-flexión. Y si flexionar lo que resiste es concomitante a todo poder en ejercicio, es en los márgenes de la violencia misma donde esa potestad  es más precaria. Acometer una re-flexión desde sus márgenes permite ceñir mejor lo que despunta con mayor relieve, esto es, lo re-flexionado; de la misma manera que re-flexibilizar el marco que circunscribe a la re-flexión misma será efecto de lo –ya para entonces– pensado. Así, toda formalización significante es tal por forzar los justillos que la encorsetan. Sólo en la transfixión de un objeto de pensamiento se autentica una reflexión marginal.