Sobre el tiempo de la ensoñación poética en Bachelard: el instante

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En este breve trabajo se analizan a grandes rasgos conceptos relevantes en el pensamiento filosófico del francés Gastón Bachelard tales como “movimiento”, “vibración”, “reposo”, “ligereza”, “ensoñación” e “imaginación” teniendo como concepto fundamental y central del ensayo el de “tiempo”.

 

In this essay, I am going to analyse some important concepts in the Gaston Bachelard’s philosophy such as “movement”, “vibration”, “repose”, “lightness”, “reverie” and “imagination”. I am going to connect these concepts with the fundamental and central concept in this essay: the concept of “time”.

 

Palabras clave: movimiento, vibración, reposo, imaginación, ensoñación.

 

“Aión es un niño que juega  y desplaza los dados; de un niño es el reino.”

Heráclito.

 

INTRODUCCIÓN: El instante como el tiempo silencioso, embriagante y de la libertad:

 

Gastón Bachelard fue un filósofo ensoñador de principios del siglo XX. Su mundo fue un mundo de guerras, de escisión y enajenación. Un mundo en donde el tiempo continuo mantiene al mundo dividido. Pero este mundo, un mundo en los límites de la muerte y la destrucción, es un mundo que quiere renovarse y volver a nacer. Es un mundo que pide ser escuchado, pero que pocos se detienen a prestarle oído. Pero esos pocos hablan por el mundo, o el mundo habla a través de ellos. Esos pocos son los poetas –y acaso los filósofos. “Cuando un soñador habla, ¿quién habla, él o el mundo? El poeta escucha y repite.”

El poeta se detiene, por un instante, a escuchar al mundo que le habla: para escuchar, el silencio es algo indispensable. El poeta escucha al mundo y transmite eso que escucha por medio de sus poesías.

En ese escuchar al mundo, el poeta es poseído por el mundo, la sensación es embriagante. Y es que el mundo es ya una copa embriagante, y “el poeta, para que la embriaguez sea verdadera, bebe en la copa del mundo.”

Sólo un instante basta para quedar ebrio del mundo. Para Bachelard, el tiempo del crear poético es el instante: “el tiempo de los florecimientos” o “el tiempo silencioso”:

Entonces la poesía es verdaderamente el primer fenómeno del silencio. Deja, vivo, bajo las imágenes, el silencio que atiende. Construye el poema sobre el tiempo silencioso, sobre un tiempo al que nada martillea, que nada urge, al que nada ordena, sobre un tiempo dispuesto a todas las espiritualidades, el tiempo de nuestra libertad.

 

 

El instante es el tiempo del reposo y la tranquilidad. Me interesa analizar brevemente este concepto del instante como el tiempo de la ensoñación poética ligándolo con otros dos temas importantes en Bachelard: el movimiento y la vibración, y el vuelo y la ligereza.

 

Movimiento, vibración y temblor:

 

El tiempo pasa, corre rápidamente ante nosotros. El tiempo entendido como flujo ha estado ligado siempre con el movimiento: lo que es temporal se mueve. Y es el mundo mismo el que se mueve, el que cambia a través del tiempo. La noción de materia cobra aquí una importancia relevante. Todo lo que existe en el tiempo cambia, se mueve, vibra: así sucede con la materia. “La energía vibratoria es la energía de la existencia […] La materia existe en un tiempo vibrante, y sólo en un tiempo vibrante. Incluso en reposo tiene energía porque reposa sobre un tiempo vibrante.”

La materia vibra, el mundo tiembla desde sus entrañas. Pero en este su vibrar algo deja escapar, algo quiere comunicar: su propia vida. “La tierra está viva” y respira –tiembla, se estremece: “el mundo viene a respirar en mí, participo de la buena respiración del mundo, estoy inmerso en un mundo respirante. Todo respira en el mundo.”

En su temblor, el mundo pide un momento de reposo y tranquilidad, un momento de ensoñación. El mundo pide ser arrancado de este devenir del tiempo transitivo y sofocante, no quiere envejecer y morir, antes bien, quiere renovarse. Y en este respirar, algo al interior de la tierra sale y quiere manifestarse. Algo que vive dentro del mundo fenoménico quiere ser comunicado: lo nouménico.

Con lo anterior tenemos que, como tal, no hay realmente este pasar de un tiempo continuo: pensar al tiempo como continuo es estar en la concepción vulgar del tiempo. Si, como se ha dicho, el mundo respira, cada respiro del mundo es un instante: el verdadero tiempo es el instante, no hay continuidad. Concebir la continuidad del tiempo es unir estos instantes, superponer un instante a otro y ligarlos. Pero este trabajo lo hace el hombre, y en este sentido, el tiempo transitivo es un tiempo fenomenológico, es decir, es sólo la manera en como el tiempo nos aparece a nosotros. “El tiempo visual corre más rápidamente.”

Se trata de buscar la tranquilidad, el tiempo del reposo, el tiempo verdadero. “Soñar es separar los tiempos superpuestos.”

Noumenológicamente, el tiempo es sólo el instante. Ligar esos instantes es ligar cada respiro del mundo, cada vibración. Así pues, “el tiempo es una realidad ceñida al instante y suspendida entre dos nadas. El tiempo podrá sin duda renacer, pero en principio deberá morir. No podrá trasladar su ser de un instante al otro para lograr una duración. El instante es ya la soledad.”

La continuidad del tiempo se da por la superposición de tiempos independientes, pero esta superposición lo hace la misma conciencia humana. El tiempo no es horizontal sino vertical: el tiempo es profundidad.

Bachelard critica del bergsonismo el que sea un estudio mecánico del movimiento, un estudio al que Bachelard llama cinemático y este estudio se centra en un movimiento objetivo o visual. Este movimiento objetivo tiene que ver con la concepción de un tiempo sucesivo y diacrónico. A Bachelard lo que le interesa es hacer un estudio dinámico del movimiento, esto es, un estudio que tenga que ver con una concepción del tiempo sincrónico, del instante, el tiempo en el cual se producen las imágenes: “No podría conocerse la vida mejor que en la producción de sus imágenes.”

Siendo el instante el tiempo que brota y no que corre, lo que brota en cada instante son imágenes: imágenes brotan en cada respiro del mundo. El mundo mismo es el que se ensueña por medio del hombre. El poeta es quien hará de esas ensoñaciones una creación poética. Y ensueña el mundo porque éste quiere renovarse, rejuvenecer, transformarse. La imaginación es, para Bachelard, un dinamismo instantáneo, un dinamismo que conserva y que transforma.

Al ensoñarse el mundo, éste se expresa a sí mismo por medio de las imágenes que hace brotar, expresa todo su ser en una sola imagen ligándose profundidad y expansión:

La imagen es tan luminosa, tan bella, tan activa cuando expresa el universo como cuando expresa el corazón. Expansión y profundidad, en el momento en que el ser se descubre con exuberancia, están dinámicamente enlazadas. Se inducen mutuamente. Vivida en la sinceridad de sus imágenes, la exuberancia del ser revela su profundidad.

 

 

En esta profundidad del tiempo instantáneo se juega el todo, se juega la totalidad y ante eso temblamos: “Basta soñar […] para temblar frente a esta profundidad.”

Basta sentir el temblor del mundo para temblar junto con él. El poeta, soñador del mundo, contemplador activo, capta estas imágenes brotadas del temblor del mundo, las respira y las expresa en su poesía renovando así al mundo, devolviéndole su juventud, su infancia: “Así los poemas vienen en nuestra ayuda para recuperar la respiración de los grandes soplos, la respiración primera del niño que respira el mundo.”

 

 

Vuelo y ligereza:

 

En su respiración, el aire que sale desde el interior del mundo es el espíritu: imaginación y pensamiento. El mundo quiere ser imaginado, pide ser pensado: esto es ya elevación, suspensión, dimensión espiritual. Una imagen lo es de algo material. Los arquetipos, según Bachelard, son las imágenes primordiales, imágenes de la materialidad: agua, tierra, fuego y aire. Mediante estos arquetipos se espiritualiza a la materia: “La ensoñación hablada de las sustancias llama a la materia al nacimiento, a la vida y a la espiritualidad.”

 

No hay renovación sin elevación, no hay transformación sin vuelo. Para este proceso de rejuvenecimiento y transformación, el mundo debe elevarse. Se eleva cuando el poeta ensueña y le brotan imágenes instantáneas. Y el poeta, al hacer poesía, debe elevar el alma de sus lectores para renovar sus vidas, y renovar así la vida del Cosmos: “mientras una imagen […] no inserta el ser imaginante en un universo de belleza, no desempeña su oficio dinámico. Si no levanta el psiquismo no se transforma.”

 

El ser del mundo debe desprenderse de su pura materialidad y elevarse a la espiritualidad, pero no para negar su materialidad, sino para renovarla. Arrancarse de la pura materialidad es arrancarse del tiempo continuo y buscar el tiempo verdadero, el tiempo espiritual y del reposo. “Así pues, por encima del tiempo vivido está el tiempo pensado. Este tiempo pensado es más etéreo, más libre, más fácilmente interrumpido y retomado.”

El tiempo espiritual es el tiempo de la ligereza, el tiempo elevado. Se trata de buscar el reposo en el correr del tiempo. Se trata más bien de buscar el tiempo noumenológico entre el tiempo fenomenológico: éste es el instante, el tiempo suspendido, ligero. Realmente el tiempo diacrónico está compuesto por superposiciones de instantes.

Para Bachelard, hay una superioridad del tiempo del pensamiento (tiempo sincrónico) respecto al tiempo vital (tiempo diacrónico), y es que el tiempo del pensamiento puede incluso ordenar la acción vital y el reposo vital. Por esto mismo “nos vemos confirmados en nuestro deber de buscar los ritmos elevados, raros y puros de la vida espiritual.”

Esto es una lección del pensamiento hegeliano para Bachelard. Según Bachelard, Hegel intenta buscar el tiempo espiritual puro, es decir, el tiempo mismo. La realidad espiritual del tiempo no es la diacronía, no es el tiempo físico newtoniano. El tiempo puro del espíritu es el tiempo de las contradicciones, es decir, el de las sincronías y simultaneidades: el tiempo del enriquecimiento, de la vida y de la victoria. “El honor de pensar” es el buscar el reposo espiritual, el verdadero reposo y salir de las pobres continuidades de una vida inferior.

 

 

CONCLUSIÓN:

 

El tiempo de la poesía es el instante: la poesía es una “metafísica instantánea”, nos da toda una visión del mundo en tan sólo un instante, un instante en el cual se conquista la unidad del ser. “El poeta destruye la continuidad simple del tiempo encadenado para construir un instante complejo, para unir sobre ese instante numerosas simultaneidades.”

El tiempo poético es el tiempo detenido, la profundidad y verticalidad del tiempo y no la horizontalidad o linealidad del tiempo histórico: la poesía no es una historia sino un instante que nos trae una eternidad. De lo que se trata en la poesía es que el tiempo no corra sino que brote, tal y como brota en un instante la imagen en la ensoñación poética.

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

Gastón Bachelard, Poética de la ensoñación, [trad. de Ida Vitale], FCE, México, 1982.

———————–, Dialéctica de la duración, [trad. de Rosa Aguilar], Villamar, Madrid, 1978.

———————–, La intuición del instante, [trad. de Federico Gorbea], Siglo XX, Buenos Aires.

———————–, El aire y los sueños, [trad. de Ernestina de Champourcin], FCE, México, 1958.