“Dar la muerte” es la forma trágica en que Ciudad Juárez se descubre ante el mundo. La muerte, el feminicidio, a 20 años del inicio de estos sucesos que gravan nuestra existencia, poco o nada se ha hecho. Sólo las eternas preguntas de las madres de las desaparecidas, la indolencia, complicidad y corrupción de las autoridades de esa ciudad mantienen el statu quo de la muerte, como si ella se hubiera convertido en el estatuto de la vida. Por ello, la instalación ¡Visite Ciudad Juárez! Exhibidor de postales realizado por Ambra Polidori, artista plástica mexicana que desde hace más de diez años ha expuesto en distintos museos y galerías, es una voz plástica que tiene como motivo visibilizar que en Ciudad Juárez los feminicidios son ya parte del escenario, que las desapariciones de esas mujeres son la muestra más fehaciente del dolor estúpido e inútil. Polidori ha hecho de la fotografía y el video la voz de todas las mujeres que preguntan ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿por qué?, de “Las muertas de Juárez”.
Un exhibidor rosa con portapostales giratorio de cinco niveles exponen cinco tipo de postales que el espectador puede tomar, ver y llevarlas consigo como una suerte de irónico souvenir. La primera vez que se imprimieron estas postales en el 2003 fue para la Galería Fernando Pradilla y las postales traían la dirección a la que se debían mandar las postales: “Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos”, si no él, ¿quién? Posteriormente, las postales que se mostraron en la exposición de “Espectrografías: memorias e historias”, en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), en 2011, contrario a las primeras no estaban dirigidas a nadie, porque lo que se hacía era un acto político: denunciar. Un acto de resistencia, que cada uno de los espectadores debía de tomar en sus manos y hacerse vocero de la misma denuncia.
El juego feroz de la ironía que se establece como parte del arte y del arte político oscila entre el exhibidor de postales de un pálido color rosa, al tiempo que exhibe fotográficamente, el testimonio total de unos restos de esas mujeres que fueron asesinadas en Ciudad Juárez. Insisto, el objeto “exhibidor de postales” apunta a la revelación de esos cuerpos de mujeres escriturados por el asesinato y que de manera temblorosa posee un color socialmente asignado al género femenino: el rosa. Diré que se trata de postales que se le dan al espectador de manera gratuita. La fotografía que revela, que desoculta, que exhibe y denuncia; la fotografía que es un acto político se guarda en el bolso. Ahí llevamos esas fotografías que Ambra Polidori tomó de los archivos del departamento de identificación criminal y medicina legal del estado de Chihuahua. Las fotografías-postales hacen visible y decible lo que todos quieren silenciar, por ello Polidori ha escrito en rosa mexicano sobre la postal: “Recuerdo de Ciudad Juárez”. Fotografía memoria; fotografía-denuncia; fotografía-dolor; fotografía-impunidad; fotografía que no quiere ser monumento, sino marca, muesca, seña y símbolo de la ignominia que esa ciudad desde hace 20 años.
La postal fue un invento de finales del siglo XIX, su antecesor, la litografía tenía como fin que los viajeros se pudieran llevar un recuerdo, de ahí la palabra “souvenir” que significa recuerdo y el recuerdo que viene de “cordis”, corazón, es aquello que se ata al corazón, proviene del corazón, se guarda en el corazón, ese vieja metáfora que aludía a lo más extraordinario del ser humano. En la era de la reproducibilidad técnica las postales se convirtieron en mercancía y ésta en el objeto más preciado por su poder de reproducción: paisajes, retratos, cuadros, edificios, monumentos y todo aquello que se quisiera preservar de ese fatídico lado oscuro del recuerdo: el olvido. Tener una postal que nos recuerda a “Las muertas de Juárez” es una manera de hacer memoria, de recordar estos homicidios pero, al mismo tiempo, de llevarlas en el corazón para nunca olvidarlas. Esta postal hace una doble función como memoria y como monumento a las muertas, en palabras del artista López Cuenca: “el héroe es sustituido por la víctima”, en una sociedad sin héroes, la víctima es la que se recuerda. Víctimas que forman parte de la memoria encarnan el souvenir-postal: “Recuerdo de Ciudad Juárez”.
Estas postales simbolizan un monumento a las muertas de Juárez y no hay mejor forma que poner en libertad cada una de las postales y que cada persona le encuentre su destinatario. Estas postales, como antaño, pueden lograr vencer la geografía y los límites que siempre imponen otra prácticas de denuncia contra la violencia en nuestro país. Las cruces rosas clavadas en las cunetas de la carretera son eventos que se documentan con fotografía y video pero, que al mismo tiempo, se quedan congeladas en el día o en el lugar en donde fueron realizadas, ellas son otra muestra de monumentos que están ahí, sí pero también para ser olvidados. Las postales representan y funcionan como un memorial trashumante, que quiere ser nomádico pues a pesar de que aluden a Ciudad Juárez hoy son expresión de lo que sucede en todo el país; es un discurso que se mueve y circula, tiene ese doble juego de denuncia y “souvenir” que rompe las fronteras y activa la voz de las personas, sean o no mexicanas. Las postales “Recuerdo de Ciudad Juárez” en tanto que son un memorial existe si las personas siguen enviando las postales, deja de tener sentido cuando las personas las guardan.
Ambra Polidori viajó a Ciudad Juárez y tuvo oportunidad de entrevistar a algunas mujeres que trabajan en maquiladoras. Las mujeres mostraron un rechazo hacia las muertas y la gran mayoría expresó que “eso no les puede pasar porque eso sólo les pasa a las mujeres que van a antros nocturnos o que visten de forma inapropiada”.[i] La realidad es que los cuerpos hallados son mujeres de todas las edades, incluso niñas y en su mayoría de un estrato socioeconómico bajo. Las mujeres que asesinan también son trabajadoras de fábricas y maquiladoras que hay a las afueras de la ciudad, en donde tienen que caminar al menos un kilómetro para llegar a la parada del autobús. Muchas de estas mujeres tienen horarios nocturnos, algunas salen de trabajar a las cuatro de la mañana. El poco alumbrado público que hay en las carreteras y avenidas crea las condiciones para que estas mujeres sean las más expuestas a ser víctimas de asesinato.
“La fotografía de la fotografía no muestra la verdad sino que presenta la realidad como una forma de espacio para la crítica política y social” escribe Sergio Rodríguez Blanco en el catálogo de Espectrografías. Esta realidad que se presenta en las postales es un fragmento del horror que vive nuestro país, de un archivo que clandestinamente ha salido a la luz. La selección de las fotografías de estas postales aluden a los asesinatos pero no de manera grotesca ni amarillista como lo podemos ver en la prensa cotidianamente. Las fotografías de Polidori fueron manipuladas para encarnar la postal, el tipo de tipografía rosa y el filtro tienen un objetivo; no son fotografías que muestren las imágenes más violentas que encontró la artista. Las postales tratan de huir de la imagen obvia del horror que, por otro lado, ya tienen viciada la mirada de las personas en las ciudades. Sí, son ominosas en tanto que muestran la cara de lo familiar y amable pero destruido y mutilado, pero esta realidad no está oculta para la sociedad, en todo caso el ocultamiento lo ejerce la autoridad y esto apunta a un problema social y político.
La exhibición de estas postales es la denuncia del artista ante el feminicidio que se lleva a cabo en Ciudad Juárez y de la negligencia de las autoridades. Las citas textuales a los documentos que escriben los peritos del departamento de desaparecidos no están incluidas en la postal de manera fortuita. En cada postal se puede leer la banalización que llevan a cabo los peritos y hace evidente que ante la muerte de estas mujeres se utiliza un lenguaje burocrático que encubre el poco interés de hacer averiguaciones al respecto. Estas postales revelan que en los archivos de las autoridades este registro de muertes carece de sentido, ahí sólo se detallan superficialmente los restos encontrados como el color de una blusa.
La mujer muerta en todos los casos no tiene identidad, sus huellas son una playera con Mickey Mouse, un brasier, unas calcetas blancas. La despersonalización de una interminable lista de mujeres muertas nos habla de que su muerte y su desaparición se reduce a ser simplemente restos, ni siquiera un cuerpo, que tenía una pantaleta negra marca Tania, talla M. ¿Qué sabemos de su talla M, de su pantaleta negra? Sólo que está muerta y que su muerte es nada.
Las postales no tienen un nombre sólo se lee: “Sin título” de la serie ¡Visite Ciudad Juárez! 2003-2010. La parte trasera trae, como todas las postales comunes, un espacio para el remitente, otro para pegar el timbre y un sitio de tres renglones para la dirección. En su descripción, en la parte inferior de la postal, se lee: “A 17 años ininterrumpidos de asesinatos de niñas y de mujeres de Ciudad Juárez”. Esta serie de postales han sido expuestas en distintas galerías y museos, dentro y fuera de México: denuncian la muerte de cientos de mujeres así como la impunidad y negligencia con la que se han llevado los casos. Las postales son fotografías a las fotografías del archivo del Departamento de Identificación Criminal de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Chihuahua.
Bibliografía
Catálogo de la exposición Espectrografías: Memorias e Historia, Museo Universitario Arte Contemporáneo, UNAM, 2011.
López Cuenca, Rogelio, Málaga 1937. Málaga, Diputación de Málaga, Cultura y Educación Cedma, 2007.
[i] En 2011, Ambra Polidori dio una plática en el Museo Universitario Arte Moderno ahí mencionó estas entrevistas que hizo.