I
Nicol señala que el método y el sistema conforman una unidad en una revolución metodológica; asimismo, esta unidad es propia de toda filosofía sistemática. Se necesita un discurso sobre el método que convierta al propio método en la autoconciencia de la filosofía. Con ello se estaría llevando a cabo una revolución en la filosofía que implica una crítica del método. Dada la unidad orgánica entre método y sistema, toda crítica del método conlleva una crítica del sistema y su tradición filosófica. En ese sentido, se trata de un método no sólo crítico, sino también histórico. El discurso sobre el método ha de recibir, como su carácter propio, los términos de fenomenología y dialéctica.
La necesidad de la fenomenología puede mostrarse en el hecho de que “ningún pensador pudo jamás tomar como punto de partida y fundamento sino una evidencia fenoménica”1. La filosofía se encuentra en crisis. Se requiere de un nuevo método que sea autoreflexivo, pues aun cuando la filosofía ha sido dialéctica y fenomenológica, no lo ha sido de manera consciente. Esto se debe a la base metodológica que la razón misma ha acogido.
¿Qué es fenomenología? La palabra tiene dos raíces: fenómeno y logos. El fenómeno indica un mostrarse, aparecer, ser manifiestamente, es aquello que se encuentra a la vista, lo patente, lo evidente. Nicol parte del hecho de que el primer dato originario es el ser. El ser es fenómeno. A diferencia de la tradición inaugurada por Parménides y que sigue hasta Heidegger, para Nicol el ser no está oculto: “El ser de veras no está oculto detrás del fenómeno en que se manifiesta como algo real. Solamente lo encubren nuestra ignorancia, nuestra conveniencia, nuestros prejuicios. La apariencia es lo más seguro […] El ser no es problema”2. La ocultación del ser tiene como base lo sucedido en los comienzos de la historia de la metafísica: lo que se conoce como la devaluación del fenómeno.
Ontológicamente se dio lugar en la filosofía al descrédito de las apariencias, de aquello que es visible. Esto ha sido el impedimento de que la metafísica se estableciera con un método fenomenológico. No se consideraba al fenómeno como el principio o fundamento del saber, sino tan sólo como una realidad ontológicamente inferior —inferior a la realidad trascendente. Así, se formó la dicotomía entre lo aparente y lo real; entre fenómeno y ser. Esta tradición, que de acuerdo con Nicol comienza desde el Fedón platónico, logró que lo invisible se colocara en un lugar ontológicamente superior y positivo, en tanto que son las Ideas las que constituyen la verdadera realidad. En cambio, lo visible resultaba puramente negativo, pues es tan sólo la mera copia de las Ideas y, por ello, como apariencias no representan el camino que dirige al verdadero conocimiento. Lo fenoménico posee menos ser que lo oculto.
Sin embargo, para Nicol toda investigación debe partir de la aprehensión inmediata, es decir, del fenómeno, y no debe separarse de ese principio. “Y debe llamarse básica a esa experiencia de aprehensión directa porque en el fenómeno es donde está el ser […] El ser viene primero […] El fenómeno es fidedigno respecto del ser”3. El ser, por ser fenoménico, es dato originario, primario e inmediato.
En Ser y tiempo Heidegger afirma que ontología es fenomenología. No se trata de dos disciplinas diferentes pertenecientes a la filosofía, sino que “estos dos nombres caracterizan a la filosofía misma por su objeto y por su método”4. Sin embargo, Heidegger entiende por fenómeno justo lo opuesto de lo que significa la palabra. Fenómeno es lo que, de manera inmediata y regular, no se manifiesta. El ser está encubierto, es justamente ello lo que intima a servirse del método fenomenológico para que el ser se vuelva fenómeno. Este viraje del término, es decir, entender por fenómeno lo que está oculto en lugar de lo que es patente, se remonta a los griegos. Es necesario un cambio de dirección que logre constituir a la filosofía como fenomenología. Se debe revolucionar el método fenomenológico volviendo al significado original de la palabra fenómeno.
De la incomprensión del fenómeno se deriva el problema del ser y el tiempo. Ese ha sido el hilo conductor de toda la tradición metafísica. De acuerdo con Nicol, algunos pensadores griegos llevaron a cabo la ocultación del ser para dar fin al problema de la temporalidad propia del ser, es decir, librarlo del tiempo. El tiempo era propio de las apariencias, de los fenómenos. El pensamiento debía superar los fenómenos para llegar al ser mismo. Así, se consideró que el ser verdadero era intemporal y, por ello, invisible. La nueva postura que Nicol persigue es la que afirma que el ser no es problema, sino dato.
II
La filosofía debe adquirir un método fenomenológico. Nicol señala en su Metafísica de la expresión dos casos en que la fenomenología ha operado a partir de una epojé: Descartes y Husserl. La fenomenología no puede ser cartesiana ni husserliana. Nicol nota que con Descartes ocurre una reforma en la metafísica. Originariamente la metafísica estaba fundada en el principio de no contradicción. La intemporalidad del ser era consecuencia de dicho principio, lo cual dio pie a la “tradición sustancialista”. Descartes, en cambio, trata de dar una nueva fundamentación a la metafísica. A pesar de que no renuncia a la categoría de sustancia, no funda la metafísica en un principio a priori (principio de no contradicción), sino que la implanta en una intuición existencial, en la evidencia de una realidad: la evidencia del cogito. No obstante, “cabe sospechar que lo decisivo en la metafísica cartesiana no sea la evidencia ontológica, sino la duda ontológica”5. Por medio de la duda Descartes busca desechar todas las opiniones recibidas y comenzar desde los fundamentos. Así, suspende no sólo sus opiniones, sino la realidad misma.
Descartes indaga el camino que nos lleve a algo indudablemente cierto y, para ello, parte de la completa incertidumbre. De esta manera, el ser no es patente en la aprehensión inmediata y primaria de lo real. Sólo el método puede acceder a lo indudable. Descartes, pues, también pertenece a la tradición que tiene como eje común la ocultación del ser. Suspende la realidad en aras de su recuperación por medio del método. El ser no es evidente en principio.
Nicol distingue entre la situación cartesiana y la operación cartesiana. La situación refiere al estado de crisis que impulsa a Descartes a “romper con el pasado” y comenzar a partir de fundamentos completamente nuevos. La operación consiste en la duda metódica de lo real. Nicol señaló la semejanza entre su situación y la situación cartesiana; sin embargo, se preguntó si dicha semejanza implica llevar a cabo la operación de suspensión de la duda metódica. Husserl también admite la similitud de la situación cartesiana con su presente, pero no sólo eso, sino que además también llevó a cabo la operación teórica de la suspensión. Al respecto Nicol menciona:
Es el imperativo de atenernos a la realidad misma de las cosas el que nos impide dejar en suspenso ni por un solo momento esta realidad. La fenomenología no puede ser cartesiana […] Estamos en situación cartesiana de crisis y de duda, pero no podemos reiterar la operación suspensiva cartesiana […] la posesión del ser es irrenunciable, y anterior a toda posible operación metodológica.6
Con Descartes y posteriormente con Husserl la fenomenología se constituye a partir de la epojé o suspensión de la realidad, con el fin de conseguir la evidencia apodíctica. Lo primero es la duda. El encuentro de una evidencia verdaderamente real y apodíctica es posterior a la completa inseguridad sobre la realidad. Sin embargo, en la fenomenología que presenta Nicol toda investigación científica y metódica tiene como base la aprehensión apodíctica del ser en la realidad. Además, la realidad es la constituyente del ser del yo y, a su vez, condición de posibilidad de todo conocimientos y pensamiento. “Primero es el Ser, después el pensar […] El pensamiento mismo no es más que una forma de ser, y todo acto de pensar tiene por objeto algo que es”7. Por ello, el sujeto no puede suspender el ser.
Una creencia que ha definido a la tradición es que ésta ve a la metafísica —la ciencia del ser— como la ciencia capaz de liberar el ser, como si el ser fuera algo que tuviera que ser liberado de las capas de lo aparente. En ese sentido, el ser no es dato inmediato. La metafísica, entonces, se aparta del conocimiento precientífico. Esto remite a la doble terminología griega de dóxa y epistéme. Tanto la aprehensión o conocimiento primario como la dóxa se encuentran en un nivel precientífico. Ésta es la razón por la cual, desde la antigüedad, se confundían ambas. A la aprehensión primaria se le consideraba como mera dóxa y era, por tanto, desacreditada por imperfecta. Sin embargo, la dóxa —la opinión— es una toma de posición ante lo aprehendido. Por tanto, la experiencia originaria de captación del ser es condición de posibilidad para la toma de posición. La aprehensión es, pues, previa y la dóxa es derivada. Se puede opinar de todo lo que es: la dóxa es un primer intento de explicar lo dado. La epistéme presupone tanto la aprehensión primaria, como la dóxa. La epistéme surge como corrección de las imperfecciones de la opinión, también implica una toma de posición ante lo dado, pero, a diferencia de la opinión, la ciencia se constituye con un método por medio del cual intenta explicar la realidad con mayor exactitud.
De la filosofía cartesiana hay que aceptar el hecho de que las bases de la metafísica tienen que ser reales; de la de Husserl reconocer la necesidad, para la constitución de la metafísica, de las evidencias apodícticas. Para poder constituir una ciencia del ser es necesaria la fenomenología. La metafísica debe conducirse fenomenológicamente, pero, además, hay que realizar una reforma de la fenomenología. “Esta reforma se centra esencialmente, para Nicol, en proponerse partir verdaderamente de lo dado y atender a los fenómenos sin pre-supuestos teóricos, iniciando de nuevo la búsqueda de la evidencia apodíctica”8. Nicol descubre que la evidencia apodíctica está en la aprehensión primaria e inmediata de la realidad. El ser es evidente de suyo. La experiencia primaria nos muestra que el ser está a la vista; se trata de la captación de que el ser es evidente e indudable. Lo originario es la intuición de que hay ser: “no se requiere de método ninguno para alcanzar el ser: el ser está a la vista”9. Por tanto, “la operación de reforma podría encabezarla este lema: El ser está a la vista. Que quiere decir el ser es fenómeno. Debe constituirse la ciencia metafísica como ciencia fenomenológica”10.
La presencia del ser es permanente. En el ente se encuentra el ser y el ser es absoluto. Etimológicamente lo absoluto es lo des-prendido, lo in-condicionado, lo separado; sin embargo, lo incondicionado ha de tener cierta relación con lo condicionado: lo absoluto y lo contingente —o relativo— no son incompatibles. El ser, en tanto absoluto, es condicionante: el Ser condiciona al ser (del ente). Sin Ser no hay ente y sin ente no hay Ser. El absoluto se constituye como unidad que abarca todo lo relativo, pues el ser es absoluto y todo lo relativo es. El Ser, así, se relaciona con todo, se encuentra en todas partes. “La filosofía es principal porque se ocupa de lo primero, que es el Ser, y su método adquiere por tanto un fundamento absoluto”11. El absoluto se halla en el fenómeno. No hay necesidad de un método para arribar al absoluto: estamos ya en el absoluto. El método tiene que ser fenomenológico porque el Ser es fenómeno. El método, pues, tiene su razón de ser. La razón ha de discurrir en torno al ser dado, es en el ser donde radica el absoluto: “en el hecho puro y simple de que hay Ser”12. El Ser posee atributos no equiparables a ningún otro ser específico. El Ser es presencia total, se presenta como absoluto. El Ser (lo absoluto) es previo a todo método de la razón. El método no lo puede fundar.
III
La aprehensión primaria del ser es común, se realiza en la palabra (logos): “La palabra es apofántica: presenta o hace presente el ser”13. La propiedad apofántica del logos hace que el ser se manifieste ante el hombre por medio del diálogo. La experiencia originaria es dialógica. La presencia real del ser se hace patente con el habla y puesto que el habla requiere al menos de dos individuos, la intuición primaria es compartida, comunicable. Dado que el ser es lo primero y se da en el diálogo, la comunicación no es un problema, es un hecho. Se conoce y se piensa por medio de la palabra. Puesto que el ser se hace presente en los hombres de manera común, conocer no es un acto que corresponde al sujeto solitario, sino que es un acto comunitario, inter-subjetivo. El sujeto solitario es, para Nicol, una ficción.
La metafísica tiene la verdad apodíctica primaria, la cual es una identificación y apófansis del ser por medio del logos. Según Nicol el vínculo del conocimiento consiste en tres términos: los dos sujetos que dialogan y el ente que conciben como común14. De esto se sigue que el otro es condición de posibilidad del conocimiento. No se puede prescindir de la comunicación en la relación del conocimiento. Es a partir del fenómeno de la comunicación como la metafísica fenomenológica se constituye.
En la aprehensión originaria está implicado el logos, pues el hombre capta la realidad con la palabra. La palabra implica una comunicación originaria. Por ello, la fenomenología tiene que ir en contra de la idea de que basta un único sujeto pensante para el acto del conocimiento. La palabra hace patente al ser. El ser está presente y se hace presente con el logos: “la metafísica queda, en efecto, reinstaurada como literal y radical fenómeno-logía: es el logos, la palabra, la que revela el fenómeno del ser”15. Además, se trata de un logos histórico, pues su carácter dialógico no sólo comunica aquello sobre lo que se versa en la actualidad, sino que se trata de una comunicación a través del tiempo. El diálogo es constante, por ello está inmerso en el tiempo, es histórico. La historicidad es propia del logos.
En la metafísica de Nicol el ser del hombre es el ser de la expresión. El hombre es fenoménico por la expresión, es ésta la que lo hace patente. El hecho de que el hombre expresa es un hecho que se concibe de manera inmediata. Mediante la expresión, que es comunicación, el hombre enuncia al ser. El acto de la expresión constituye el ser del hombre. Es en el logos donde se produce la apófansis del ser y el logos es ontológico. El diálogo intersubjetivo otorga al hombre certeza de la realidad; la realidad y el ser son uno y lo mismo, pues la realidad se hace patente en la expresión. El diálogo es posible porque refiere a lo que es común, compartido.
IV
No se requiere un camino que nos permita el acceso al ser: estamos ya en el ser. El ser, a diferencia de la esencia, no tiene velos. El descubrimiento de la esencia es posterior al conocimiento del ser. No se requiere ninguna clase de investigación respecto del ser. El ser es dato, se sabe de él por su sola presencia.
La evidencia del ser es primaria porque es precientífica (no se le debe confundir con la mera opinión que también es precientífica) y porque no hay evidencia anterior a ella. La ciencia introduce el método para rectificar y desarrollar, en la medida de lo posible, la experiencia originaria del ser. La comprensión del ser puede ser vulgar o científica. Sin embargo, la evidencia del ser es condición de posibilidad para ambas comprensiones. “El ser es visible (fenómeno) en todo caso”16. Nicol rompe con la tradición que considera que el ser no es presencia, que no estamos ante él y que, por ello, se requiere de un método que lo haga manifiesto. La fenomenología de Heidegger también forma parte de esta tradición.
La tarea de la fenomenología es poner a la luz todo lo que conlleva el hecho de que el ser sea visible, es decir, aquello que compone el sentido y el fundamento de lo que se presenta. Aquello que es auténticamente fenómeno, que es dado de manera plena sin necesidad de explicaciones, es el ser. Para la fenomenología es un hecho la presencia inmediata del ser; no necesita revelarlo. Por ello, la filosofía ha de convertirse en auténtica fenómeno-logía.
El ser (fenómeno) es accesible a todos. La evidencia primaria es la verdad primaria: hay ser. Ya estamos en la verdad. Hay verdad porque hay ser. El ser es fenómeno y es palabra (logos), es decir, es comunicable; la verdad es comunicación. La reforma de la filosofía —es decir, volverla plenamente fenómeno-lógica— es una cuestión de retornar a las bases mismas de la filosofía como ciencia del ser: reconocer que el ser está a la vista, que el ser es la evidencia primaria. Se trata de seguir el principio de volver “hacia las cosas mismas”. Ya no se ha de indagar un principio del cual partir, ni se ha de suspender la realidad. “La reforma de la fenomenología está en recobrar el significado absoluto, el significado estrictamente metafísico, que tiene la simple presencia del ser asegurado en la palabra”17.
Bibliografía.
– Juliana González, La metafísica dialéctica de Eduardo Nicol, UNAM, México, 1981.
– Martin Heidegger, El ser y el tiempo, trad. José Gaos. FCE, México, 2010.
– Eduardo Nicol, Crítica de la razón simbólica, FCE, México, 1982.
-__________, Ideas de vario linaje, UNAM-FFyL, México, 1990.
-__________, Metafísica de la expresión, FCE, México, 1974.
Notas.
1 Eduardo Nicol, Crítica de la razón simbólica, p. 155.
2 Ibid., p. 158.
3 Ibid., pp. 159-160.
4 Martin Heidegger, El ser y el tiempo, p. 49.
5 E. Nicol, Metafísica de la expresión, p. 100.
6 Ibid., p. 101.
7 E. Nicol, Crítica de la razón simbólica, p. 170.
8 Juliana González, La metafísica dialéctica de Eduardo Nicol, p. 119.
9 E. Nicol, Metafísica de la expresión, p. 102.
10 E. Nicol, Ideas de vario linaje, p. 96.
11 E. Nicol, Crítica de la razón simbólica, p. 161.
12 Ibid., p. 163.
13 E. Nicol, Metafísica de la expresión, p. 114.
14 Cf. Ibid., p. 116.
15 J. González, op. cit., pp. 134-135.
16 E. Nicol, Metafísica de la expresión, p. 117.
17 J. González, op. cit., p. 131.