A lo largo de la Crítica de la razón simbólica Nicol propone una revolución en la filosofía. Esto implica que la metafísica ha de preguntarse por su propio método de investigación, debido a que su papel de ciencia primera ha sido puesto en duda en el siglo XX con mayor fuerza que en toda su historia: al lado de los “avances” de las ciencias exactas y de la técnica se cuestiona la importancia y relevancia de la ontología para el mundo contemporáneo y esto lo hacen no solamente disciplinas ajenas a ella, sino incluso otras ramas de la filosofía. Sin embargo, la posición escéptica respecto de la metafísica no es casualidad. Nicol considera que, si bien ha habido fenómenos externos que la han relegado (como la ya mencionada era de la tecnociencia), también el modo en que la tradición se preguntó por el ser contribuyó al abandono de la metafísica: siempre se consideró al ser como trascendente, ausente y separado de lo más inmediato, es decir, la apariencia. En contra de varios autores de la tradición que sostuvieron este tipo de ideas, la propuesta de Nicol nos dice que el ser es el fenómeno primario, la evidencia más patente y absoluta. La ontología, entendida precisamente como fenomenología, no emprende un camino en cuyo final espere al ser puesto a la luz, sino que su proceder es un recorrido interno porque toda investigación parte necesariamente de este fenómeno.
Revolución sobre el método.
¿A qué se refiere Nicol cuando habla sobre la revolución en la filosofía? Deseo comenzar con esta pregunta pues a lo largo de la Crítica de la razón simbólica el autor está buscando un cambio de método, necesario si es que la filosofía desea enfrentar la crisis a la que está sometida. Esta revolución implica cuestionar el proceder predominante de la metafísica occidental y mostrar que la filosofía sólo puede constituirse como fenomenológica y dialéctica.
Nicol considera que si analizamos la forma en que las distintas corrientes de la tradición condujeron su investigación, se pondrán de manifiesto ciertos supuestos en torno a la cuestión del ser. El primero de ellos es que, a lo largo de la historia de la metafísica, algunos filósofos consideraron que se podía acceder a la verdad vía metodológica. Un ejemplo de este tipo de pensamiento es René Descartes, a quien Nicol evidentemente hace alusión con el título del capítulo “Discurso sobre el método”. Descartes, en su escrito sobre el método, enuncia ciertas reglas que la razón debe seguir si es que pretende acceder a un conocimiento verdadero de los objetos. De igual manera, en las Meditaciones Metafísicas el método de la epojé es necesario para hallar la verdad indubitable y el fundamento último necesario para la construcción de la nueva ciencia que tiene en mente el filósofo.1
En última instancia, lo que denotan las ideas filosóficas de este tipo es una búsqueda por algo que no se tiene y que se considera oculto. El discurso sobre el método de Nicol denuncia que la filosofía nunca ha procedido fenomenológicamente, es decir, nunca se ha dado cuenta de que toda investigación necesariamente parte ya de la verdad. Nicol propone que es necesario reflexionar sobre el método en cuanto tal y considerar cómo éste ha determinado el rumbo de la metafísica.
Nicol sostiene que la filosofía debe constituirse como fenomenológica. Para este autor ontología y fenomenología se identifican, al igual que sucede en Ser y Tiempo de Martin Heidegger. Sin embargo, para comprender de manera cabal en qué consiste la fenomenología propuesta por Nicol y comprender también las diferencias que tiene con la de Heidegger, explicaré el análisis etimológico e historiográfico del concepto fenómeno que el propio Nicol desarrolla en el parágrafo veintiseis de la Crítica.
El camino de la fenomenología.
Phainómenon deriva del griego phainesthai, que significa mostrarse, aparecer, ser manifiestamente. La raíz de ambos se halla en el sustantivo que designa la luz. Así el verbo phaino significa poner a la luz, hacer que algo sea visible; y el adjetivo phanerós cualifica lo que es claro y patente. El fenómeno es lo que está a la vista, lo que aparece con claridad manifiesta, o sea lo evidente.2
Nicol se remonta al significado griego de los términos, a pesar de que la palabra fenomenología es un concepto moderno y denota acepciones distintas a lo que Nicol propone (como en el caso de Edmund Husserl). Esto es necesario, ya que es en la filosofía antigua misma donde se comprende la inmediatez del fenómeno y, al mismo tiempo, algunos de los pensadores griegos, como Parménides, construyeron las bases del método tradicional de la metafísica occidental: desconfiar de lo que es más cercano a nosotros y darle el grado de apariencia. No obstante, considero que es apresurado generalizar que todos los filósofos griegos desconfiaron del fenómeno. El ocultamiento del fenómeno es más claro en autores como el propio Descartes, quien considera dudable todo lo aparente, o incluso Heidegger en su búsqueda para poner de manifiesto al ser.
Tomando en cuenta estas precisiones que se le pueden hacer a la tesis de Nicol, lo importante es rescatar la devaluación que se hizo del fenómeno, privilegiando los resultados y las verdades producidas por la razón humana. El método de la razón no fenomenológica llevó a la metafísica a considerar al ser según ciertos atributos como los enunciados por Parménides: Uno, inmutable, eterno, etc. Evidentemente, el conocimiento del ser no podía surgir de manera inmediata, ni considerarse apodíctico, pues las características que se le otorgaron no las encontramos en la realidad inmediata. Fue necesario el despliegue de diversos métodos para llevar a cabo la ontología, bajo el supuesto de que el ser está oculto. Este modo de pensar se repite en el planteamiento fenomenológico de Heidegger en el parágrafo siete de Ser y Tiempo. Heidegger también considera que ontología y fenomenología son idénticas. La ontología debe atender y dar cuenta del fenómeno, por medio del logos.
Heidegger tiene en mente dos conceptos de fenómeno: el formal y el fenomenológico. El concepto formal se refiere a todo aquello que decimos que es y que se nos muestra inmediata y cotidianamente. “Como significación de la expresión ‘fenómeno’, hay por ende que fijar ésta: lo que se muestra en sí mismo, lo patente”3. Según Heidegger necesariamente vivimos con base en una pre-comprensión vaga (pre-teorética) del ser. Todo el tiempo nos relacionamos con lo ente y entendemos vagamente lo que significa que los entes “sean”. Este trato con lo ente es el fenómeno formal, pues es lo que se nos muestra primordialmente. Pero lo que a Heidegger le interesa es el fenómeno del ser. Para él es importante hacer patente lo que se mantiene oculto en la precomprensión y el trato con lo ente; éste es el fenómeno fenomenológico que debe hacerse manifiesto frente al vulgar, que versa meramente sobre lo aparente.
Así, pues, lo que Heidegger nos dice con su acepción fenomenológica del ser es que éste no es una evidencia con la que contemos. El ser está oculto, por lo que es necesario elaborar nuevamente la pregunta por su sentido. La fenomenología tiene la tarea de mostrar el sentido del ser y esto es precisamente lo que critica Nicol. Si bien Heidegger no “entifica” al ser, sí cae dentro del pensamiento que él mismo critica al considerarlo algo oculto. Afirmaciones de ese tipo las encontramos a lo largo de todo el parágrafo siete:
Pero lo que en un señalado sentido permanece oculto, o vuelve a quedar encubierto, o sólo se muestra “desfigurado”, no es tal o cual ente, sino, como han mostrado las consideraciones anteriores, el ser de los entes. Hasta tal punto puede estar encubierto, que se olvida y no se pregunta por él ni por su sentido.4
Para Nicol es preocupante que la filosofía siga el camino de la ausencia del ser, aun más en el siglo XX. Su propuesta, como ya he señalado, es un llamado a que la ontología finalmente reconozca la presencia evidente del ser. Podría decirse que la fenomenología únicamente nos enseña a mirar el fenómeno: “El ser es dato. Esta evidencia primaria y universal no es verdad: es la condición de todas las verdades y errores. Y como el ser es fenómeno, el método de la razón tiene que ser indefectiblemente fenomenológico”.5
Para una gran parte de la tradición el fenómeno fue relegado de toda consideración, al creerse que en él sólo se encontraba el error, la contradicción y la contingencia. Sin embargo, la apariencia no es menor en sentido ontológico que el ser trascendente. El conocimiento o evidencia que nos proporcionan los sentidos es innegable y, si es menester hablar de error, éste sólo puede existir porque hay un fenómeno al que hacemos referencia por necesidad: “La metafísica griega, con su perduración milenaria, ha formado algo así como una costumbre popular, que se cifra en la proverbial desconfianza de las apariencias; la cual no debiera ser sino una desconfianza de nosotros mismos, pues las apariencias son plenas realidades”.6 Con la tesis que resalta la apariencia Nicol quiere decir que es innegable el hecho de que hay Ser y que cualquier afirmación, discurso, teoría científica u otra forma del logos tiene como base la evidencia de algo que permite hacer esa referencia.
La evidencia del ser no es una tesis presta a discusión: el ser está al alcance de todos, es evidente, primario e innegable y es a partir de esa evidencia que se tiene que llevar a cabo la revolución de la metafísica. Por el contrario, una parte de la tradición consideró al fenómeno no como el fundamento y el principio, sino como un saber de menor categoría o un mero dato inestable del conocimiento que, si bien era el comienzo de la ciencia, no constituía propiamente el verdadero conocimiento. Éste se obtenía una vez recorrido el camino hasta la substancia, considerada como el ser auténtico. Para Nicol, “el ser no es problema”.7 No es algo de lo que podamos dudar o algo que no se encuentre a nuestro alcance, sino que es lo más patente. El problema surge de nuestra disposición frente al ser: es el logos el que puede decir errores o falsedades, pero el ser no es falso. El error radica en cómo nosotros nos acercamos y vemos al ser, mas no en el ser propiamente dicho.
El recorrido interno de la filosofía consiste en percatarnos de que el ser no nos espera al final del camino. El ser es el inicio, tanto de la filosofía, como de cualquier forma de referirse a lo real. “Hay Ser”, partimos de ese hecho sin necesidad de la formación teórica. Nicol considera que no se necesita hacer ontología para saber que el ser es y que es inmediato. La ontología únicamente consiste en radicalizar dicha comprensión. Por lo tanto, no habría por qué afirmar que el ser no está presente ni a la luz. “La tesis de la inmediatez del absoluto no es una verdad, ni puede llamarse tesis. No es más que el reconocimiento filosófico de una experiencia común. No se requiere ningún método para llegar al absoluto. No hay que llegar a él: estamos en el absoluto”.8
La necesidad de “decir” el fenómeno.
Es importante señalar algunas consecuencias del planteamiento revolucionario de Nicol, pues esta idea, más que cerrar la discusión metafísica y solucionar el problema, nos abre muchas más preguntas. Incluso puede generar dudas y reservas: parece que el fenómeno del ser, tal y como nos lo presenta Nicol, es un fundamento de tal magnitud que no se puede decir nada sobre él. Cualquier discurso o idea que formulemos al respecto no será suficiente para mostrar el fenómeno en su totalidad y esto lo podemos constatar en la tradición metafísica. Si bien cada autor y cada corriente tuvieron preocupaciones diferentes, fue una tendencia casi general decir algo sobre los principios.9 La variedad de las tesis y planteamientos metafísicos nos muestra que nunca podremos tener una comprensión cabal del fenómeno primario, a pesar de que éste es una evidencia incluso pre-teorética: “El ser es enfático y a la vez aporético: sigue siendo una incógnita, a pesar de que es manifiesto”.10
Podemos reconocer la evidencia que nos señala Nicol, pero la necesidad de un discurso sobre el ser siempre va a estar presente. Por ello, no podemos evitar la práctica discursiva o incluso argumentativa, ya que eso sería negar la propia actividad filosófica. A pesar de que Nicol considere que no es necesario demostrar ni encontrar al ser, sí sostiene que es posible hacer referencia al fenómeno de distintos modos vía el logos. La segunda parte del “Discurso sobre el método” de la revolución en la filosofía pregunta por el papel del logos en la fenomenología: Nicol sostiene que el logos es dialéctico porque se refiere, por necesidad, al fenómeno primario. “Si el logos no se organiza según dialéctica, es incapaz de constituir una verdadera fenomenología”.11
A grandes rasgos, Nicol se refiere a que la razón y la filosofía mismas deben versar sobre la apariencia y el devenir, es decir, el mundo inmediato que nos es dado. El logos debe reconocer que el ser se encuentra de igual manera en todos los entes y que es una evidencia para todos. Afirmar que el logos debe constituirse dialéctico es otra manera de señalar que la ontología debe dar cuenta del fenómeno primario, no del supuesto ser trascendente que no encierra contradicción. La ontología de nuestros días debe asumir el reto de constituirse a partir de la evidencia. Sin embargo, debe seguir diciendo algo sobre ese principio y no dejar de ser una disciplina rigurosa. La tarea no es sencilla, pero sólo de esta manera la metafísica puede salir del olvido del que nos advierte el propio Nicol y que experimentamos aún en nuestros días. Es necesario que la ontología hable sobre el mundo y nuestra realidad evidente y proporcione una explicación que concuerde con ella (a saber, retomando el cambio, el devenir, el tiempo), sobre todo pensando en las objeciones que se le pueden plantear en nuestra época de técnica y satisfacción de necesidades económicas donde “la pregunta que interroga por el ser” realmente parece olvidada.
En conclusión, la discusión debe dar cuenta de la evidencia del fenómeno, pero a la vez debe ser estricta y decir el principio de forma que éste sea comunicable. Si bien no se puede designar en un concepto o en una “ley” la totalidad del principio, éste debe ser lo suficientemente entendible como para que los planteamientos de la ontología circulen entre la comunidad filosófica que se dedica a estudios diferentes a los de la metafísica. La crisis de la filosofía está presente, pero ello no significa que sea insuperable. Si bien hemos tenido que enfrentar fenómenos como el avance y proliferación de las ciencias exactas y la importancia que se le ha dado a la técnica, también ha sido responsabilidad de los filósofos el descrédito de la ontología. Por ello mismo, está en nuestras manos revolucionar la pregunta ontológica y reiterar la necesidad de un principio. Lo que se requiere, como se mostró en este ensayo, es comprender que la realidad más cercana a nosotros debe constituir el objeto de estudio de la ontología, encontrar las limitaciones y ventajas del logos, y trabajar estrictamente con ambos elementos. La metafísica debe ser ciencia fenomenológica para acercarse, al menos, a algún tipo de respuesta que ha sido requerida desde hace siglos.
Bibliografía.
-Aristóteles, Metafísica, trad. Tomás Calvo Martínez, Gredos, Madrid, 1994.
-René Descartes, Discurso del Método y Meditaciones Metafísicas, trad. Manuel García Morente, Tecnos, España, 2002.
-Georg Wilhelm Friedrich, Hegel, Fenomenología del espíritu, trad. Wenceslao Roces y Ricardo Guerra, FCE, México, 1996.
-Martin Heidegger, El ser y el tiempo, trad. José Gaos, FCE, México, 1951.
-Eduardo Nicol, Crítica de la razón simbólica, FCE, México, 1982.
-__________, Ideas de vario linaje, UNAM, México, 1991.
-__________, La idea del hombre, FCE, México, 1977.
Notas.
1 Cf. René Descartes, Meditaciones metafísicas, p. 12.
2 Eduardo Nicol, Crítica de la razón simbólica, p. 156.
3 Martin Heidegger, Ser y Tiempo, p. 39.
4 Ibíd., p. 46.
5 Eduardo Nicol, Crítica de la razón simbólica, p. 163.
6 Eduardo Nicol, “Fenomenología y dialéctica” en Ideas de vario Linaje, p. 91.
7 Eduardo Nicol, Crítica de la razón simbólica, p. 158.
8 Ibid., p. 163.
9 Recordemos la definición aristotélica de la proté filosofía en libro A de la Metafísica: “Es obvio pues, que necesitamos conseguir la ciencia de las causas primeras” (983 a 25). También el sistema hegeliano, en el que la lógica ocupa el lugar de la ontología y pretende dar cuenta del Absoluto, puede ser una referencia (Cf. Fenomenología del espíritu, Introducción, passim.).10 Eduardo Nicol, La idea del hombre, p. 343.11 Eduardo Nicol, “Fenomenología y dialéctica” en Ideas de vario linaje, p. 87.