El desafío de la compatibilidad

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Para la antropóloga Paula Sibilia, el cruce entre Twitter y literatura dibuja una pregunta cuya respuesta no debería negar el ritmo de nuestra época.

“Twitter representa un desafío para la creación literaria”, señala Paula Sibilia, una de las investigadoras más lúcidas a la hora de pensar las transformaciones del yo en la era digital. Autora de La intimidad como espectáculo El cuerpo postorgánico , ambos publicados por FCE, esta antropóloga y licenciada en Comunicación cree que “en la cultura actual hay cierto ritmo espasmódico, muy visible en la hiperproducción de estímulos, la atención dispersa pero constantemente exigida, el elogio de la velocidad y la conexión a toda hora. Para sobrevivir, hoy tenemos que compatibilizar nuestros cuerpos y subjetividades a ese ritmo, que por cierto conspira contra el dispositivo literario entendido de manera clásica. En ese sentido, es innegable que la época encontró en la brevedad, la rapidez y la interactividad de Twitter una de sus herramientas más adecuadas”.

-¿Se puede decir que las novelas y poemas escritos en Twitter son literatura?

-Da la impresión de que Twitter participa más de la lógica de la información que de la literaria, al menos si entendemos la literatura según los cánones establecidos en los siglos XIX y XX. Entre Twitter y la creación literaria hay más diferencias que similitudes, lo que no significa que al desafiar o ampliar sus características no pueda surgir una literatura más compatible con nosotros -con nuestros ritmos, sensibilidades y modos de ser- que la marcada por la tradición decimonónica.

-¿A qué se refiere exactamente cuando habla de “compatibilidad”?

-Para decirlo en términos foucaultianos, la herramienta libro era compatible con cierta subjetividad, establecida en el siglo XIX, que definitivamente no es la contemporánea. Eso no quiere decir, por supuesto, que hoy no podamos leer libros, o que no conserven su encanto: significa, sí, que ahora para leer a Balzac o a Proust hay que practicar una violencia anticontemporánea, ir en contra del ritmo que nos plantean los tiempos. En cambio, en sus respectivas épocas, no había que ejercer ninguna violencia para leer a Balzac o a Proust. Tal vez el Kindle y el i-Pad, y claro que también Twitter, nos resulten muy próximos porque son compatibles con la relación que actualmente tenemos con las palabras. En ese sentido, el desafío de la creación literaria en Twitter es el de inventar una forma de expresión -no me arriesgaría a llamarla “literatura”- a tono con nuestra manera contemporánea de ser.

-Dice que Twitter pertenece al mundo de la información, que no es precisamente la materia de la literatura. ¿Será por eso que algunas de las primeras novelas ensayadas en Twitter se apoyan en el thriller , que de todos los géneros literarios es aquel en el que la información y su ocultamiento resultan vitales en el estilo y la trama?

-Sin duda. También hay que decir que, como explicó Walter Benjamin en sus ensayos sobre “la muerte del narrador”, la sustancia de la información es radicalmente opuesta a la de la literatura. De hecho, él desconfiaba muchísimo de la lógica de la información, le parecía fatal para la literatura. Pero ni en sus peores pesadillas Benjamin hubiera imaginado que en algo que se llamaría Twitter se podrían difundir autores o recomendar libros a escala global. Nada más benjaminiano que el reclamo por no negar la época, y en esa línea es posible que quien se atreva a entender y desafiar las características de Twitter consiga resultados sorprendentes.

-Dice que Twitter resulta compatible con la subjetividad de nuestra época, mientras que la literatura en su apariencia clásica se corresponde más con el yo de los siglos XIX y XX. De ser así, ¿cuál es el reto que le corresponde a la literatura? ¿Volverse más compatible con estos tiempos o resistir la presión que la invita a transformarse?

-No lo sé. Quizás la respuesta sea literaria. Y quizás no se pueda -o no valga la pena- “twittear” esa respuesta. Tal vez convenga inventarla en los márgenes de ese archipiélago de información. No lo sé, pero de algo estoy segura: una buena respuesta no podrá, de ningún modo, ignorar o negar todo esto, como si nos mantuviéramos inmóviles en aquel otro universo identificado con el dispositivo literario enraizado en otras épocas.

 La Nación