El arquitecto y evangelizador tecnológico puso en marcha un centro tecnológico de referencia mundial, el MediaLab del MIT, en Boston. Desde hace más de una década ha hecho de la educación su bandera. Su última cruzada fue la creación de un ordenador de reducidas dimensiones y menos de cien dólares para los niños en países pobres. Esta labor ha sido reconocida con un doctorado honoris causa por la Universidad Camilo José Cela de Madrid.
Pregunta. ¿Qué siente al ver el floreciente mercado de netbooks, una invención suya pero con otra finalidad?
Respuesta. El contexto de uso es diferente. Solo se han quedado en la forma, no en el fondo. Cada mañana me planteo si estoy solucionando los problemas como los demás. Si la respuesta es sí, tengo que volver a buscar soluciones. Quiero hacer las cosas al margen del mercado. El mercado nunca se va a preocupar de los más desfavorecidos pero dio difusión al inspirarse en nuestra idea. Me siento halagado por ello.
P. ¿Cómo va su proyecto de ordenador de menos de cien dólares?
R. Aunque en un principio no se pensó así, el 80% de nuestro proyecto se está desarrollando en Latinoamérica. Lo interesante es que ninguno de los países que colaboran están entre los más pobres, que era nuestro objetivo. En África nos está costando más, precisamente porque los Gobiernos son más débiles y no pueden incluirlo entre sus prioridades. En esos casos tenemos que convencer al Banco Mundial y a las organizaciones que colaboran en el proyecto, esto ralentiza mucho el desarrollo. En Perú nos encontramos con el caso contrario. Mucha gente cuestiona que el presidente sea democrático por su firmeza a la hora de tomar decisiones. Sin embargo, hace mucho por el desarrollo del país. Allí se están repartiendo ordenadores a niños que viven en la selva.
P. Una de las decisiones más polémicas fue el uso de Linux como sistema operativo para estos portátiles.
R. No había otra opción. Fue algo natural. No fue por ahorro, sino porque es abierto. El código abierto es lo óptimo. Igual que Wikipedia es la mejor opción para hacer una enciclopedia en la Red.
P. ¿Cree que el software libre ayuda al desarrollo en los países más pobres?
R. Por supuesto. Les permite tener más control.
P. Brasil, India y China se han convertido en viveros de ingeniería de software. ¿Cómo cree que se van a insertar en el mundo?
R. Son tres casos muy diferentes. Por ejemplo, en mi opinión, India está sobrevalorada en este aspecto. Están haciendo mucho menos de lo que se cuenta. Han sabido suplir la falta de infraestructura creando software, cuyo transporte es sencillo, y han invertido en relaciones públicas, pero no se queda nada en el país. Solo piensan en el mercado exterior. Brasil es justo el caso contrario. Son muy creativos y aplican dentro de su territorio. En China tienen un problema laboral. Hacen algunas cosas mal. Ponen a los trabajadores a hacer cosas poco seguras. Les falta todavía originalidad. Explotarán como fuerza tecnológica, pero aún es débil.
P. Si empezase el proyecto de cero, ¿haría una tableta? ¿Quizá un móvil?
R. Un móvil no, conceptualmente es diferente. Pero sí, si empezásemos ahora sería una tableta por niño. De hecho, en la nueva fase del proyecto estamos haciendo algo así. EL iPad se adelantó y ya las ha popularizado. Para los niños es perfecto porque pueden tocar y aprender.
P. Una de sus preocupaciones también ha sido hacer que la tecnología ayude a los discapacitados. ¿Observa progreso en este campo?
R. Mucho. Las personas que no pueden ver, oír, o moverse libremente en el mundo tienen mejor calidad de vida gracias a los adelantos.
P. El modelo del MIT es ejemplar. ¿Cree que se puede exportar?
R. Lo hemos intentado muchas veces. Sin éxito. Una de las razones es que el mundo académico es bastante rígido, vertical, y nuestra organización es transversal. En los países latinos podría funcionar porque son enérgicos e inquietos.
P. Desde que escribió su libro, la forma de hacer política también ha cambiado mucho. ¿Cómo lo ve en el futuro?
R. En las últimas semanas he visto el mayor cambio en mucho tiempo. Pusieron una fotografía de papel delante de una niña de tres años. Para verla mejor, dio un pellizco en ella, como si fuera una pantalla, pero se dio cuenta de que no tenía efecto sobre el papel. La manera de entender el mundo de esa niña no tiene nada que ver con la nuestra. Cuando tenga que votar habrá sido mucho más activa durante toda su vida. Hablarán diferente, se comunicarán de otra manera. En los últimos años la ciudadanía se ha hecho más activa. Da igual que se haga una declaración en una universidad o en un gran acto porque se difunde por Twitter, Facebook, blogs. Cualquier acto público pasa a ser relevante. Es todo un mundo nuevo.
P. En este nuevo mundo también los medios son diferentes. ¿Cómo percibe esta transformación?
R. Sabemos con certeza que el papel va a desaparecer como soporte para los medios por motivos de distribución, producción y coste. La cuestión no es tanto qué pantalla o qué soporte prevalecerá como la credibilidad de las noticias. En mi iPad leo el Wall Street Journal. Por cierto, tiene una gran versión para este soporte. La experiencia es mucho mejor que en papel. Ya sea EL PAÍS, The New York Times o The Wall Street Journal, el compromiso es con los lectores. Si la experiencia es mejor, es ahí donde deben ir.
P. Los medios sociales han afectado a la sociedad. Con Facebook y Twitter casi cualquiera puede emitir un mensaje. ¿Cómo cree que se debe canalizar todo ese flujo?
R. No me preocupan las voces, que sean muchas y pequeñas. No creo que Twitter vaya a durar mucho tiempo, me parece una moda pasajera. Me parece interesante que se puedan emitir pequeños mensajes con facilidad, directamente. Si te interesan las noticias, el reto es llegar a la fuente principal, no a la de tercera o cuarta mano.
P. ¿Por qué cree que Twitter no va a durar?
R. No creo que la gente vaya a estar asombrada por el servicio mucho más. Es un lugar donde se pierde mucho tiempo. Facebook me parece mucho más útil.
P. ¿El arte también ha cambiado con la tecnología?
R. El arte es una expresión humana. Ahora se difunde mucho más gracias a los avances que tenemos. La fotografía, por ejemplo, es mucho mejor. Las fotos de los periódicos de hoy son mejor que las de hace 20 años. No solo por la técnica, sino porque se aprende mucho de otros.
P. El acceso a la cultura es mucho más sencillo, pero no siempre se paga por ello o se respeta el copyright. En España la polémica sobre las descargas es permanente.
R. La liberación de contenidos es muy importante. De hecho, la mayor parte del contenido es libre. En África con cada ordenador que damos a un niño incluimos 100 libros de libre difusión. En cada libro es diferente. Así, el intercambio permite que lleguen a 1.000 títulos fácilmente. El potencial es increíble. El copyright es una solución del pasado. Se hizo para que los artistas pudieran tener fondos y vivir haciendo su labor. Las descargas no les preocupan tanto a los artistas como a los intermediarios, que son los que se siguen beneficiándose del copyright. Me interesa que los internautas compartan su saber y pienso en las posibles formas de hacerlo.
P. ¿Cuáles son sus retos de futuro?
R. Los retos de nuestro centro pasan por hacer de la innovación una preocupación en toda la sociedad. Aunque tradicionalmente nos hemos dedicado a medios y pueda sonar extraño, estamos estudiando cómo funciona el cerebro, cómo se procesan los datos y adquiere información.
El País