Thus grew the tale of Wonderland:
Thus slowly, one by one,
Its quaint events were hammered out-
And now the tale is done,
And home we steer, a merry crew,
Beneath the setting sun.
Alice! A childish story take,
And, with gentle hand,
lay in where Childhood’s dreams are twined
In Memory’s mystic band.
Like pilgrim’s wither’d wreath of flowers
Pluck’d in a far-off land.
Lewis Carroll.
Muy pocos datos son los que se tienen que agregar acerca de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, máximas obras del autor británico Charles Lutwidge Dodgson (mejor conocido como Lewis Carroll), y es que, pese a las dificultades que su traducción implica, debido a que Carroll inventa palabras y lleva a cabo complejos juegos matemáticos), la obra ha sido traducida a infinidad de lenguas. Tal como afirma Alexander Woolcott:
And there is no telling how many copies of it have been printed and sold. For when it was new, there was no binding law of international copyright and it was as much the prey of all the freebooters in America as was a somewhat kindred work of genious that came out of England a few years later -the nonsensical and lovely thing called Pinafore.
And the Alice books have known no frontier. If you poke about in the bookstalls on the Continent, you wll stumble inevitably on Alice Abenteur im Wonderland or Le Aventeur de’Alice nel Paese Meraviglie (with illustrations, of couse, by Giovanni Tenniel). You might even run into La aventuroj de Alicio en Mirlando which, if you must know, is life down the rabbit-hole as told in Esperanto. And you are certain to come upon Les Aventures d’Alice au pays de Merveilles with one of the puns of the incorrigible Mock Turtle (Fausse- Tortue) rendered thus unrecognisable.
La importancia de la obra de Carroll se extende más allá de la página impresa se ha convertido parte indudable y fundamental del imaginario cultural del mundo entero. A lo largo de los años la obra ha sido objeto de diversas reinterpretaciones y adaptaciones en toda clase de manifestaciones culturales.
Una de dichas manifestaciones es la imagen, y más propiamente dicho: la ilustración.
Como es bien sabido, Carroll se inspiró para la creación de su célebre personaje en la persona de Alice Lidell, una pequeña niña a la que el autor contaba historias durante sus paseos en bote (y a la que, de hecho, fotografió en múltiples ocasiones). Sin embargo son muy pocas las ilustraciones de los libros que toman a Lidell como inspiración. Tanto las ilustraciones realizadas por Carroll así como las de sus colaboradores y las de ilustradores de tiempos más cercanos al nuestro, coinciden, generalmente, en la imagen de una niña que usa vestido y delantal, largas calcetas a rayas y una diadema decorada. El detalle de ser rubia se debe en realidad a la versión cinematográfica de los estudio Disney, pues todas las imágenes de Carroll y de grabadores por él autorizados son en blanco y negro.
Sin importar cuáles sean las variantes, es indudable que la efigie de la niña soñadora que hace sus travesías por mundos mágicos es de sobra conocida. En el presente texto me centraré en comentar brevemente las versiones de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo en tres ediciones, una de la versión primigenia de la obra y una variante contemporáneas; no porque sean las únicas, tal vez hay un par que ni siquiera sean ampliamente conocidas, pero las he seleccionado porque creo que reflejan tanto el espíritu de la obra original, así como su trascendencia. Así pues me referiré primeramente a las 39 ilustraciones realizadas por el propio Carroll y recogidas en la edición titulada Aventuras subterráneas de Alicia la cual si bien representa la versión original de los cuentos que el reverendo Dodgson narrará a las hermanas Lidell durante sus paseos por el Támesis en 1862, la cual estaba destinada a ser un regalo de navidad sólo para las hermanas Lidell, pero que, ante la respuesta de los allegados a la familia de las niñas y de Lewis terminaría sufriendo algunos cambios para convertirse en la popular obra. No es sino veinte años después que Carroll da a conocer, en una versión facsimilar, la primitiva versión de su relato no sin antes consultarlo con la verdadera Alice (quien ya casada llevaba el apellido Hargreaves). Escribe en su misiva Carroll:
Lo que quiero pedir es: ¿tendrías algún inconveniente para que el manuscrito original de <
No cabe duda alguna de que incurriría en el cargo de grosero egoísmo al publicarlo. Pero eso no me preocupa lo más mínimo, sabiendo que no es esa mi intención; simplemente creo que, considerando la extraordinaria popularidad que los libros han tenido (hemos vendido más de 120,000 de los dos), debe de haber muchos a quienes les gustaría ver la forma original.
Siempre vuestro amigo,
C. L. Dodgson
Así pues, la edición aquí comentada reúne importantes documentos que delatan el proceso de escritura y la visión original que Carroll tenía de su obra. Hablando ya específicamente de las ilustraciones de Carroll llama la atención, en primer lugar, el hecho de que su personaje se parezca tan poco a Alice Lidell. Sin embargo, antes que buscar para ello causas demasiado rebuscadas, habría que atribuir la escasa habilidad que el escritor y matemático tenía para el dibujo. Lo que es cierto es que son la imagen definitiva de la célebre viajera de mundos fantásticos y la referencia obligada para futuras interpretaciones físicas del personaje.
Por encima de todo, cabe señalar que las ilustraciones de Carroll cumplen con una función didáctica; es decir, fueron hechas para ilustrar lo que ocurre en distintos momentos del relato. Carroll no repara en otorgar a las imágenes una carga de sentido más allá de la anécdota de la historia. De hecho, en más de un momento se puede comprobar que el rostro de Alicia es distinto de una ilustración a otra y se delatan los problemas que tiene el autor para detallar gestos que expresen las emociones de los personajes (sobre todo en el caso de la protagonista). Sin embargo, lo que las ilustraciones no tienen de técnica o virtuosismo lo ganan en imaginación. En todo momento se evidencia la claridad con que Carroll prefiguraba su país de Maravillas; su amplia galería de personajes está definida en tal forma que no es difícil imaginar por qué en versiones posteriores, otros ilustradores no tenía sino que seguir lo que el autor había intentado. La falsa tortuga y la oruga (tan insertas en el imaginario acerca del relato), por ejemplo, pese a estar dibujadas con tremenda sencillez e imprecisión, no dejan de vislumbrar la cualidad de los personajes dentro del relato.
Es por recomendación de John Ruskin, un importante crítico de arte de la Inglaterra victoriana que Carroll accede a permitir que sea John Tenniel quien haga una nueva serie de ilustraciones para la primera edición de Alicia. El entonces célebre grabador decide respetar las bases planteadas por Carroll en sus ilustraciones originales, pero, aún así, extenderá a nuevos límites la iconografía del País de las Maravillas, sus habitantes y su inesperada visitante. Además Tenniel va a otorgar a cada imagen ya no sólo de un valor anecdótico, sino ya ideológico y alegórico. Es decir, los personajes en las ilustraciones ya no sólo representan un momento del relato, sino que parecen enfatizar las cualidades morales de cada personaje, sus intenciones, su carácter. Alicia tiene ahora toda una variedad de reacciones faciales acordes a las situaciones a las que está haciendo frente, hay una gran abundancia de movimiento, se ponen de manifiesto los peligros que caen sobre el personaje así como sus formas de librarlos. Lo más importante, creo, es que refleja perfectamente el carácter que Carroll buscaba imprimir en su personaje, el cual, al estar inserto en las formas de vida más pesadamente victoriana, halla en su línea de fuga la más adecuada expresión de su espíritu. Considera Román Gubern:
Aunque la Alicia ficticia es rehén de la educación y urbanidad propias de la burguesía victoriana acomodada, a la que pertenecía su amiga, en el relato se manifiesta con sentido de la curiosidad, típica de la edad infantil, con espíritu de iniciativa e incluso cierta audacia exploratoria, e inconformista y respondona desde el formalismo de su educación burguesa.
Estas cualidades son perfectamente registradas por Tenniel. Se ve entonces cómo la ilustración más que una labor de acompañamiento, da un total sentido de unidad al texto. El mundo al que Alicia escapa cuando no puede soportar el tedio que causan las formas de su propio mundo, reproduce y expande dichas formas. Tenniel mantiene en sus ilustraciones el contraste entre las posiciones de los personajes y el entorno general, es decir un orden que trata de mantenerse dentro del caos de la tierra que habitan. Así, el té imposible de beber con el Sombrerero loco y la Liebre de marzo refleja (tanto en escena como en imagen) las sutiles formas de decadencia de la sociedad de la época.
Lo que queda claro al ver las ilustraciones de Tenniel es que, no sólo se van a sentar las bases en la concepción visual de la obra y sus personajes, sino que dichas interpretaciones atienden no sólo a búsquedas estéticas sino a las lecturas que una obra ofrece en un tiempo en concreto. Así pues, es posible contrastar, sin que haya tanta separación, los trabajos de Tenniel de los que ya en fechas más recientes elaboraron Jassen Ghiuselev y Rebecca Dautremer.
Ghiuselev es un ilustrado húngaro nacido en Sofía en 1964, sus trabajos principales tienen relación con obras clásicas no sólo de la literatura, sino del arte en general (ha editado de hecho, un tarot con obras de Leonardo Da Vinci como base). En 2003 da a conocer su versión ilustrada de Alicia en el País de las Maravillas. Fiel a un estilo en el que el movimiento es fundamental, Ghiuselev ofrece una Alicia que flota constantemente en la escena y cuya mirada inocente se ha transformado en una cuidadosa mirada reflexiva (sin mencionar que los rasgos del personaje son similares a los de una mujer nacida en Europa oriental), el completo blanco y negro que caracterizara los trabajos tanto de Carroll, como de Tenniel por el constante uso de imágenes en sepia. En esta versión llama la atención el hecho de que los animales son retratados de manera totalmente (valga la expresión para una obra de tales características) natural. Es decir, su fisonomía no es antropomórfica, se trata de animales de toda clase usando ropas humanas, sí, pero conservando sus formas más propias. Por otro lado, el ilustrador pone especial atención en los decorador (sobre todo de la realeza y del juzgado), los cuales parecen estar devorando a Alicia en todo momento, es de hecho en estos escenarios que la estatura de la protagonista vuelve a parecer la de una niña, mientras que en más de un momento parece como si se tratara de alguien que recién entra a la adolescencia. A diferencia de lo ocurrido en Tinnel, aquí predomina siempre un orden, una elegancia, podría decirse. Incluso en los momentos en que la estatura se ve alterada por posiones o galletas, o bien cuando su cuello parece extenderse al infinito, reina una armonía indudable, mas no por eso menos devoradora. Por momentos Ghiuselev parece estar evocando los escenarios del cine expresionista alemán, cuyos espacios amplios y angulares parecen cerrarse sobre los protagonistas. Las sombras abundantes completan la tarea de integrar a los personajes al voraz paisaje. La condición es, pues, muy distinta a la de Tenniel, ya no se trata de las formas de la burguesía victoriana, sino un sistema que parece guiar inevitablemente a Alicia hacia múltiples trampas, se trata de un entramado totalmente orquestado. Algo así como si más que tener un fondo, la madriguera del conejo se extendiera en una compleja e infinita red.
Por su parte, Rebecca Dautremer (nacida en la ciudad de Gap, Francia, en 1971) hace una aproximación visual a la Alicia histórica: Alice Lidell. Según lo confiesa la ilustradora, tomó las fotografías que de la joven Lidell hizo Carroll como referente principal. Aunque ciertamente por momentos, el rostro de Alicia recuerda en mucho el estilo de ilustración japonés usado en el Manga. A diferencia de todos sus antecesores, la versión es completamente colorida, lo cual contrasta, sin robar sentido, con la expresión melancólica que predomina en todos los personajes. Es indudable que en nuestro días hay una clara tendencia a “oscurecer” historias de sobra conocidas por grandes públicos y, aunque si bien es cierto que es el cine norteamericano el que más ha procurado esta tendencia, ello no significa que ésta sea privativa de dicho medio.
La Alicia de Dautremer se aleja de la inocente figura de Tinnel, pero también de la reflexiva adolescente de Ghiuselev. Se trata más bien de una niña que ciertamente está descubriendo el mundo fantástico al que ha arribado, sin dejar de sorprenderse ante todo lo que contempla, pero con un sentimiento de melancolía siempre acompañándola. De hecho, fuera de la famosa imagen del gato de Chessire parece no haber nadie más capaz de sonreír. ¿Será tal vez que la figura del infante curioso e inocente es ya imposible de pensar en nuestros días? (La versión de Dautremer aparece apenas en 2010). Sea como sea, esta versión vale mucho la pena en tanto ilustra a la Alicia real, la que ha quedado hasta cierto punto olvidada debido al poderoso efecto que ejerce su alter-ego ficticio.
Para cerrar este breve recorrido de conejo encarrerado, me gustaría abarcar una variante. Es decir, no una versión ilustrada de los célebres textos, sino una reinterpretación, una visión de sus efectos en nuestra cultura a partir de la exploración de sus orígenes. Me refiero al cómic documental Alice in Sunderland del autor británico Bryan Talbot. Mejor conocido por su trabajo en cómics como El juez Dredd, Batman, Sandman y Hellblazer, Talbot decide lanzar en 2007 este documental gráfico en el cual explora la relación que Carroll y Lidell tuvieron con la ciudad de Sunderland, ubicada en el condado de Wearside, Inglaterra, afirmando incluso que fue en esta ciudad donde se gestó gran parte del relato.
Todo comienza como una metaficción en la cual el propio Talbot persigue al conejo blanco por las calles de Londres hasta un teatro. El conejo, ya en el escenario, tira su máscara y se descubre como el propio Talbot (en evidente juego con la figura del espejo) que comienza a contar los eventos que llevaron a Carroll a escribir las aventuras de Alicia. Sin embargo no sólo abarca el bien conocido relato de los paseos en bote por el Támesis, las controversiales fotografías y cartas del autor para con Alice Lidell, sino que usa el texto para hacer una profunda exploración de la historia del Reino Unido, de la fuerza y trascendencia de la ficción y sus múltiples juegos y relaciones con la realidad e incluso explora el mito sin fundamento (popularizado por el libro Jack the ripper “light hearted friend” de Richard Wallace, publicado en 1996), que sostiene que Carroll era ni más ni menos que el infame asesino de White Chappel. A partir de dibujos a lapíz, imágenes a crayón e incluso oleos híperealistas, Talbot dialoga con personajes reales y ficticios en esta metaficción repleta de interesantes puntos de quiebre.
Si vale la pena destacar esta obra en un espacio destinado a hablar de versiones ilustradas de Alicia en el País de las Maravillas y Alicia a través del espejo se debe a que justo esta ilustra el factor más importante al que me he referido aquí: toda gran obra es siempre una obra abierta, ofrece múltiples posibilidades de lecturas y encuentros, de imaginaciones e interpretaciones. Así como cada uno de los ilustradores aquí presentados brevemente, ofrecen su particular visión de los trabajos del reverendo Dodgson, así también Talbot, en su cómic, demuestra que los referentes se siguen abriendo, que los hechos reales siguen nutriendo a la obra incluso a la distancia y que, por encima de todo nutren a los lectores que parten al encuentro de estas (y otras muchas) obras.
A lo largo de los años me he dado a la tarea de reunir distintas versiones e imaginaciones de Alicia y, puedo confesar que cada volumen hallado es un feliz hallazgo. Desde las ilustraciones, pasando por traducciones, e incluso tocando los terrenos de la tipografía, se delata que lo que el lector tiene entre manos es una obra compleja que tiene aún mucho que decir en los años por venir. Sea pues, esta apenas una leve invitación al viaje. Que la travesía por la madriguera del conejo sea provechosa…
Bibliografía
Carroll, Lewis, The complete illustrated Lewis Carroll, Wordsworth editions, Londres, 2006. (Ilustraciones de John Tinnel).
Carroll, Lewis, Aventuras subterráneas de Alicia, traducción de Fernando Carbonell, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2000. (Ilstraciones del autor).
Carroll, Lewis, Alicia en el País de las Maravillas, traducción de Francisco Torres Oliver, Siglo XXI, México, 2007. (Ilustraciones de Jassen Ghiuselev).
Carroll, Lewis, Alicia en el País de las Maravillas, traducción de Luis Maristany, Fondo de Cultura Económica, México, 2012. (Ilustraciones de Rebecca Dautremer).
Talbot, Bryan, Alice in Sunderland, an entertaiment, Dark horse books, Milwakee, 2007.
Gubern, Román, Máscaras de la ficción, editorial Anagrama, Barcelona, 2002.