Editorial 20

Decididamente los textos que hoy presentamos son un conjunto heterogéneo de ideas, líneas de investigación, preferencias filosóficas, inclinaciones vitales, decisiones personales, apasionamientos de ningún tipo, herejías, definiciones vocacionales. La gama podría ser más amplia si tan solo las personas se decidieran a escribir por pasión, por sus gustos, sin mediarlos premios o los castigos a que se someten los textos mismos. No estoy convencido de que lo que se busque sea la verdad en todo lo que aquí se ha escrito, más bien tiendo a pensar que la composición de este número es tan heterogénea porque cada quien está persuadido, como Novalis, de que la verdad error completo. Creo que en estos breves ensayos que abarcan un enorme abanico de intereses, está puesto el acento en lo no acabado, ni cerrado, en la tentativa, en el arriesgarse, en el intento que puede ser solo la luminosa policromía de lo que late y vive. Los textos aquí presentes tienen esa inmediatez jubilosa que los hace en su lectura gozosos porque al final hay un élan vital de juego subrepticio, quizá como en aquel artículo que Klossowski escribiera en homenaje a Deleuze: todos los aquí presentes saben que de lo que se trata la filosofía es de enseñar lo inenseñable. Esta forma de ver a la filosofía tiene un aire de irreverente porque en cierto modo nos dice que de lo que se trata es de no repetir lo mismo. Se repite y no se repite lo mismo, de dice lo que se ha dicho pero de alguna forma es otro. Algo de no institucional encontramos en estos ensayos, algo asilvestrado, que impide la academia.Este número es comprometidamente estudiantil, en el mejor sentido de la palabra. Aquí hay jóvenes de distintas carreras y de distintos países. Dialogan virtualmente, acaso la última de las formas de romper las fronteras. A todos ellos les damos las gracias por confiar su trabajo a nuestro esfuerzo.

Alberto Constante

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