Hacer pornosofística o cómo ensuciarse las manos al pensar

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Hacer pornosofística o cómo ensuciarse las manos al pensar

The only antidote to the magic of images

is the magic of words

Camille Paglia

Resumen

El presente ensayo pretende poner en cuestión una manera de pensar y tratar la pornografía que da por sentado los atributos y los mecanismos sexuales de la misma, paradigma que domina los noveles pero crecientes estudios sobre pornografía. En este sentido se propone un proyecto de estudios pornográficos más lúdico y próximo a la cultura popular que permita pensar la pornografía no como un hecho consumado sino que articule distintas culturas porno.

Introducción

Hay cosas que llegaron para quedarse, la pornografía es una de ellas. Algunos dicen que la pornografía siempre estuvo allí, otros que es muy reciente. Esto ya es un problema de interpretación que hay que afrontar y tiene que ver con la forma en que definimos la sexualidad. Como sea, la porno forma parte de la cultura y por tanto los estudios culturales que no la aborden en sus múltiples dimensiones estarán incompletos.

El reciente anuncio del futuro lanzamiento por la prestigiosa editorial Routledge de un journal llamado Porn Studies, para el cual Feona Atwood y Clarissa Smith realizaron encuestas en internet, me recordó que esta área que me ha interesado por años, en parte por ser terreno relativamente virgen que pocos autores tratan con inteligencia e imaginación, ha dejado de ser marginal.

También es común ver en diarios como Liberation notas sobre las tendencias actuales en consumo y demanda de porno. No deja de resultar curioso que el Vaticano consuma en primer lugar S/M, mientras la porno gay ocupa un lugar preeminente en el ranking de búsquedas en internet de Paquistán (Libération, 2013).

En el caso de estas dos publicaciones (el de Libération y Porn Studies) es notorio que el consumo de pornografía está ahora indisociablemente unido a internet. Pero sobre todo me irrita el enfoque positivista con que el asunto es tratado, la frialdad objetiva que permite al teórico tener bien claro lo que es la pornografía (como representación explícita de la sexualidad) y cierto distanciamiento personal que facilita (saneando el discurso) su tarea.

Hoy día está bien hablar de pornografía pero sin aclarar cuáles son las implicaciones que esto tiene para el sujeto que la investiga. Eliminamos la problemática y evitamos que la porno se hibride con la cultura al reducirla a una manifestación de la sexualidad humana supuestamente natural que pertenece al espacio de lo privado.

En estas páginas propongo no unos Porn Studies mediatizados por el académico desprejuiciado que según promete nos rebelará parte de la naturaleza humana y finalmente a nosotros mismos, sino un discurso porno que mutó con la repetición insistente de una ávida mamada. Es mi convicción que lo primero que debe admitir el teórico porno es que ve porno, es un consumidor y su experiencia hablará tanto como todas las encuestas filtradas y refinadas en las computadoras de universidades de habla inglesa. A este discurso embadurnado hasta las narices lo he bautizado pornosofística, discurso sobre el porno a nivel de la subjetividad y de su propio imaginario.

Camille Paglia gritaba en los noventa que adoraba el porno porque era igual al arte, y que los museos vaticanos eran la colección más grande del mundo. O sea que ella es partidaria de la tesis de que el porno ha existido siempre (idea que, adelantando mi postura, no comparto), pero al compararlo con el arte llevaba el porno al centro de un problema, trataba de pensarlo como ese impulso humano de mirar y degustar con el ojo.

Por otro lado, el libro de Ruwen Ogien, otro intelectual que se vio seducido por el tema, Pensar la pornografía, no encajaría exactamente con un proyecto que haga hablar la pornografía, más bien es un libro sobre ética y pornografía, un circunloquio muy racional por ámbitos extra-porno de la sociedad, los mitos y el discurso alrededor del porno. ¿Entonces dónde queda la experiencia? Decir “me gusta ver porno” es deslegitimador y vuelve cuestionable el discurso, es discurso infecto y contaminado: purulencia porno. Por otra parte esta marginalidad establece la posibilidad de articular un discurso diferente, crítico y problematizador.

Ese es el objetivo de la pornosofística en las reflexiones que vienen.

Pornosofística

La pornosofística[1] es una manera más comprometida de pensar el mundo porno; se trata de la reflexión que como sujetos porno podemos articular sobre el mundo que nos rodea ya sea porno o no.

La pregunta central de la pornosofística no es la relacionada con la estéril dicotomía erotismo-pornografía. Desconfiando de toda definición estable de la pornografía, la pornosofística más bien indaga sobre nosotros mismos, qué dice la pornografía sobre nosotros, qué dice la pornografía sobre el mundo.

La pornosofística ensambla la dimensión estética de la imagen con el del razonamiento del discurso occidental, es por eso que resulta tan potencialmente valioso al resto de las humanidades y las ciencias sociales. Debemos decir que la pornosofística se encuentra en sus albores, y como tal, sólo es posible en un mundo de representaciones post-pornográficas hechas por y para los raros, marcados como sujetos marginales, dispuestos a subvertir los posicionamientos tradicionales que dan origen y validez al conocimiento.

robert mapplethorpe

Sujetos porno

Antes de entrar en materia hagámonos unas preguntas. Situación hipotética: un hombre medieval ve una peli porno de cualquier tipo (piensen en el subgénero de su predilección): ¿tiene una erección? ¿Se excita con las mujeres siliconadas y los hombres descomunalmente testosteronados? ¿Acaso entiende algo de lo que ve? La postura en estas páginas es que tal situación es imposible, no porque el hombre medieval no tuviera un DVD o banda ancha, sino porque las respuestas desencadenadas en el sujeto contemporáneo son el resultado de un proceso histórico en el que la pornografía ha tenido cierto peso. Construccionismo puro en pocas palabras es nuestra postura. La porno es para los porno-sujetos. ¿Tautológico?, así es, pero esta inocente afirmación nos sirve para comprender que la porno tiene su historia, que también es la nuestra y de nuestra manera de mirar.

Otra pregunta en relación con la anterior: ¿Es en verdad la porno la representación explícita del acto sexual o de diversos comportamientos sexuales?

Siguiendo a Foucault, ¿no han tenido que construirse las nociones de sexo y sexualidad con anterioridad para poder representarla por cualquier medio? y si no es así ¿de qué manera confluye el ascenso de la pornografía dentro del dispositivo de sexualidad? En realidad, esta construcción de la sexualidad no se da sola, sino que se acompaña de la construcción de los porno-sujetos. La privatización del cuerpo decimonónico, y el desarrollo de la fotografía, la admiración de los cuerpos jóvenes en postales, se articulan de manera increíblemente eficaz.

Todo esto tiene su reflejo en México, donde como en el resto del mundo se inventa la cuestión homosexual como cuestión de Estado y los maricas son sacados de sus saraos para ser obligados a barrer las calles camino al barco que les llevará a las islas marías. (Monsivais; 2002) Operación tentativa:

privatización de cuerpo + cuestiones de estado (biopolítica) = porno-sujeto.

2. Biopolíticas vs Pornopolíticas

Y una pregunta más. Es verdad que la porno requiere de un sujeto receptor que aquí llamamos porno-sujeto. La pornografía también conlleva por sí misma un proceso de subjetivación, sin embargo ¿diremos siempre que conocemos el resultado de ese proceso? ¿Es toda la pornografía normalización? ¿Es el porno-sujeto un enajenado?

Parece ser que la mayoría de los intelectuales han convenido en este punto al decir que la pornografía como capitalización del cuerpo, visualización y registro del placer es enajenante y normalizadora, hablando de un amplio espectro de escritores y filósofos que van desde Octavio Paz hasta Beatriz Preciado.

Hasta cierto punto estoy de acuerdo con ellos, pero ¿acaso es imposible que nuevos mecanismos de re-subjetivación se pongan en marcha a través de lo porno. Creo sin duda que podemos esperar siempre nuevos resultados. La pornografía no puede ser reducida a un fenómeno corporal. Tampoco tiene efectos meramente masturbatorios. La idea de que el consumidor de pornografía sincroniza su eyaculación con la verga en la pantalla es demasiado inocente. Tantas cosas pueden pasar además de la sístole-díastole orgásmica: de repente una idea surge, un nuevo placer, la liberación de la fantasía, la creación de nuevas fantasías, una inmersión reveladora de lo humano y sus fluidos. ¿Quién puede decir que la identificación siempre se resolverá de forma ortodoxa, y que los varones siempre se identificarán con los varones en la pantalla, más allá de toda orientación sexual? Este es el tipo de problemas que la experiencia de la pornografía genera por sí misma. Beatriz Preciado realiza una interpretación inocente de la pornografía porque no se fija en lo importante, que es la experiencia porno, preocupándose sólo por la industria.

Lo anterior se encamina a un proceso de re-subjetivación por el porno, el primer paso para una porno-política.

Porque la pornografía también tiene sus políticas, he aquí un ejemplo. La porno gang bang[2] ha sido desplazada del ámbito hetero al homo desde que las feministas anti-porno como Andrea Dworkin hicieron oír su voz a partir de la década de los setenta.

El argumento es que la pornografía por sí misma constituía violencia contra las mujeres y la representación de la violación es la invitación a la misma. Por lo tanto la porno gang bang hetero se saneó y excluyó la violencia durante cierto tiempo, pero el S/M lleno de fantasías de violaciones grupales ha regresado. Más que desaparecer como pretendían las activistas anti-porno, la pornografía se ha multiplicado y mutado hasta el cansancio, sin impedimento alguno, todo en nombre de la libertad de expresión. Otro de los resultados de este movimiento neoconservador es la consolidación de las representaciones dominantes del cuerpo: las diferencias del género inscritas en el cuerpo de los actores porno.

Las sombras de este fantasma se ha desplazado al ámbito gay donde cierto gang bang mezcla sadomaso ha marcado sus dominios. Pero ¿Quién es el objeto de esta violación representada? Ya no la mujer, ni siquiera un hombre cualquiera, se trata del hombre heterosexual específicamente. He aquí un diálogo de una película de este subgénero que probablemente podrá considerarse repulsivo:

– Mmm… he´s very tight (dice un actor que introduce su insaciable y ansioso dedo en el orificio anal de otro que se encuentra atado y amordazado)

– He´s suposed to be, he´s heterosexual (dice otro que se masturba observando con fruición)[3]. (Straight´s hell, Billy)

Al escuchar esto río a carcajadas sin darme cuenta inmediatamente de la genialidad que acabo de escuchar: la definición bio-política de la heterosexualidad masculina. Un haz de luz sobre la construcción del cuerpo macho heterosexual. La inversión es digna del mejor ironista: si la vulnerabilidad de la mujer la hacía el objeto de la violación ¿Qué es lo que permite que esta se desplace hacia el hombre heterosexual, su emasculación ritual? Sin duda tal condición de posibilidad no se finca en una presupuesta posición vulnerable.

Sean cuales sean sus condiciones de posibilidad, la fantasía del hombre heterosexual violado en la pornografía gay puede ser interpretada como una ruptura en el modelo integracionista dentro de las políticas maricas a través de la representación, hiperbolizada en gran medida, de las relaciones diferenciales de poder, desenmascarando los mecanismos culturales de ocultamiento de la heteronormatividad, provocando nuevas zonas de oscuridad, pero desafiando los valores que preservan y niegan la importancia de la virginidad del hombre hetero.

La lección que aprendí de estas películas fue que si el heterosexismo funciona a través de la ignorancia de sus mecanismos, no nos vamos a devanar el seso tratando de develarlo a la foucaultiana, es mejor enfrentarse lúdicamente a los anquilosados pilares de la normalidad sexual.

Otro aspecto a subrayar es la inversión de la dicotomía estable sujeto-objeto implantado por los rituales médico-policiacos decimonónicos –es bien sabido que se realizaban exámenes anales para detectar a los homosexuales (Ariès; 1982), tradición que Europa le heredó a países árabes como Líbano–; la sátira de estos mecanismos de objetualización, visualización y fragmentación positivista del cuerpo perverso y anormal es vuelta hacia el descubrimiento y parodia del cuerpo legitimado como normal.

El paralelismo entre ambos cuadros no es tendencioso ni artificial, porque la politización de la pornografía gay obedece a estos mecanismos de naturalización de la heterosexualidad como canon normativo.

Lo mismo sucede en el bondage inverso o femdom, donde el placer se politiza: la furia desatada del cordero, su venganza. Otro caso que habríamos de analizar es el de las películas llamadas “gay for pay” donde la apropiación de los significados de la heterosexualidad se vuelve altamente perturbadora, puesto que surge la pregunta ¿qué tan heterosexual puede ser un chico que coge con otros chicos, aunque sea por dinero? ¿En qué consiste la heterosexualidad entonces, se trata de una estética corporal más? Todas estas son preguntas que posiblemente emergen al explorar la categoría “straight” de cualquier sitio porno.

Se derrumban las explicaciones psicológicas y transluce la verdadera naturaleza política de la heterosexualidad, tal como la caracterizó Monique Wittig, aunque ahora la gestión de cuerpos e identidades heterosexuales ya no se diferencia mucho de las identidades antes consideradas desviadas.

Binomio resultante:

porno mainstream+ normalización/regulación=desplazamiento y re-significación.

Esta dinámica, que es la misma sucesión de reconvenciones que domina las manifestaciones culturales, hizo posible el surgimiento del movimiento post-porno: el hastío y la búsqueda de nuevas representaciones esquivas y politizadas del cuerpo, además de la lucha anti-porno y anti-sexo de ciertas feministas que claman por el proteccionismo y control del Estado.

El movimiento post-porno, al igual que la pornosofística, se propone el desmontaje de los códigos dominantes de representación a través de la búsqueda de ruptura, a través de un incansable trabajo crítico. La pornosofística es la teoría fértil y la creación post-pornográfica la práctica.

3. Género y pornografía

Ya he hablado del género en el apartado anterior. La naturalización del sistema sexo-género es una constante en la pornografía. Mediante un mecanismo de repetición performativa, se “solidifica” el estatuto natural de la complementariedad genital en la porno straight, y de la penetración en general en casi todos los subgéneros porno.

Adopto esta crítica queer, que una vez más supone que siempre la pornografía es normalización y control de la subjetividad… sin embargo debo manifestar mis reservas. Adopto esta postura en cuanto creo que deberíamos dejar de considerar la pornografía como un subproducto cultural, como un terreno yermo y liminar a ésta, del todo despolitizado además. La pornografía constituye un discurso que estamos obligados a analizar en una enorme variedad de niveles.

Sin duda, a partir del análisis podríamos realizar productos culturales que respondan a las inquietudes de minorías sexuales, entendiendo a la teoría como Judith Butler la define, un discurrir sobre lo posible, por lo que no simplemente se puede aplicar como quien calca un modelo, sino que debe servir para abrir posibilidades. (Butler; 2006a)

La pornografía como discurso se articula con otros discursos, además de tener sus propios y autóctonos mecanismos. Esta es otra cuestión de la que debemos estar conscientes si queremos abrir esas posibilidades.

Aquí un ejemplo: el llamado money shot, o eyaculación externa es uno de los principales significantes en el mundo porno, estrictamente no hay película sin ella. Sea en las tetas, en las nalgas, en la cara de una gozosa actriz porno émula de la pasión mística de la Santa Teresa de Bernini, o en la boca de un dotado chico gay, esta eyaculación hipervisible además de simbolizar el flujo de capital y poder del género masculino, refleja una obsesión por la representación de la genitalidad masculina, el fetiche de nuestras sociedades patriarcales.

Pero esta visibilidad de la genitalidad es descontextualizada, el close-up lo hace así: allí está la gran verga erecta de nuestro bello semental, pero más bien hay que imaginarlo, porque este se encuentra fuera de cuadro. Es este elemento sintáctico de lo porno lo que me hace pensar no sólo en una naturalización del sexo por el género (el sexo como un producto del género siguiendo nuevamente a Judith Butler), sino en una normalización de la totalidad de la vida sexual.

Pero cabe hacer el mismo tipo de objeciones que antes hemos hecho: ¿no puede lo porno provocar una ruptura en la subjetividad supuestamente siempre enajenada? La emergencia de nuevos subgéneros porno, contra los que de nuevo, en un futuro muy próximo, habremos de sospechar y quejarnos es sin duda la confirmación de esta posibilidad: el bondage, las she-males movies, películas con máquinas de sexo, etc. En ellas se observa un esbozo para una desarticulación de las mecánicas tradicionales del sexo y el género, aunque su substitución por otras.

Para que una película sadomaso funcione, siempre debe exasperar, además de los genitales, otras partes del cuerpo, aunque las primeras siempre sean prioritarias, pues después de todo estamos hablando de pornografía.

Así como existe porno mainstream[4], también existen discursos mainstream sobre la pornografía que dicen que siempre esta es normalizadora e incapaz de producir efectos innovadores, como si las personas que articularan estos discursos se encontraran fuera del mundo televisual pornificado, como si ellos mismos no fueran porno-sujetos; contraria a la perspectiva pornosofística mantenida en este trabajo: yo hablo en cuanto porno-sujeto, y no pretendo ocultar que vi mucha porno y post-porno para poder escribir estas breves disertaciones, sin embargo pretendo superar esta condición de porno-sujeto porque creo que la subjetividad no debería estar condicionada a los supuestos de ninguna empresa o discurso dominante.

Este proyecto requiere ensuciarse las manos, con temas abyectos y lubricante si es necesario. Hablar, usar la magia de las palabras como lo plantea Paglia, para generar un saber porno diferente y quizá complementario al de los intelectuales profesionalizados de las universidades del mundo.

Tareas pornosofísticas del futuro

¿Cuál es la relación entre cultura popular y cultura pornográfica, y cuál es su específico sitio en la sociedad? Dilucidar la relación entre cine y porno es una tarea pendiente. ¿Entre The Bourne supremacy y The porn supremacy existe una parodización, homenaje, simple pornificación? En definitiva la máxima consagración del gusto del público es que sea factible hacer una versión porno. ¿Será entonces que los remakes porno son un indicador de las ansiedades, inquietudes e importancia cultural?

¿Qué pasará ahora que cada vez hay más actores porno que hacen “gran cultura” (Brent Corrigan, Francois Zagat) y más actores “serios” que hacen porno (Emilio Savinni, James Franco)? ¿Es el cambalache de Discépolo, horizontalización de la cultura, un síntoma convulsivo en momentos de crisis?

Sería particularmente interesante descubrir los medios y mecanismos por los que un actor/actriz porno se convierte en una estrella porno y como difiere de la ascensión dentro de los medios académicos y “culturales”. Esta hagiografía comparada me parece particularmente fructífera.

Bibliografía

  1. Ariès, Philippe: “Reflexiones en torno a la historia de la homosexualidad” en Sexualidades Occidentales. Buenos Aires, Paidós, 1987 [Versión electrónica disponible en http://www.elortiba.org/aries.html].
  2. Butler, Judith: Deshacer el género. Paidós, Barcelona, 2006.
  3. …………………Gender trouble. Feminism and the subversion of identity. Routledge, New York, 2006a.
  4. …………………..Lenguaje, poder e identidad. Síntesis, Madrid, 2004.
  5. Foucault, Michel: Historia de la sexualidad, 3 vols. Siglo XXI, México, 2007.
  6. Girard, Quentin, “Quels pornos regarde le Vatican?en Libération, 10 de Abril de 2013  (http://next.liberation.fr/sexe/2013/04/10/quels-pornos-regarde-le-vatican_895178), consultado el 19 de mayo de 2013.
  7. ………………………Il n’y a pas deux facettes du porno, la bonne et la mauvaiseen Libération, 15 de Mayo de 2013. (http://next.liberation.fr/sexe/2013/05/15/il-n-y-a-pas-deux-facettes-du-porno-la-bonne-et-la-mauvaise_902856), consultado el 18 de mayo de 2013.
  8. ………………………. Pourquoi le porno gay est-il si populaire au Pakistan?, en Libération, 14 de junio de 2013 (http://next.liberation.fr/sexe/2013/06/14/pourquoi-le-porno-gay-est-il-si-populaire-au-pakistan_910918), consultado el 18 de julio de 2013.
  9. Monsiváis, Carlos “Los 41 y la gran redadaen Letras Libres, Abril 2002, (http://www.letraslibres.com/revista/convivio/los-41-y-la-gran-redada), consultado el 30 de julio de 2013.
  10. Paglia, Camille: “The Magic of Images: Word and Picture in a Media Age” en Arion XI, marzo 2010. (http://www.bu.edu/arion/files/2010/03/The-Magic-of-Images-Paglia.pdf), consultado en febrero de 2013.
  11. ……………………… Vamps and tramps. Más allá del feminismo. Valdemar, España, 2001.
  12. Ogien, Ruwen: Pensar la pornografía. Paidós, Barcelona, 2005.
  13. Preciado, Beatriz: Testo yonqui. Espasa, Madrid, 2008.
  14. ……………………. Pornotopía. Anagrama, México, 2010.
  15. Torres Ruiz, Miguel Angel “Sexo inorgánico en el ciberespacio: relaciones entre ciencia y pornografía en Desacatos IX 2002 (http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13900903), consultado en junio de 2013.
  16. Wittig, Monique: El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Egales, Madrid, 2006.
  17. Yeyha, Naief: Pornografía. Sexo mediatizado y pánico moral. Plaza Janés, México, 2006.

Material audiovisual

  1. Video en línea: Solís, Francisco (dir.) Entrevista de Emilio Savinni para alitter.tv, México, 2008. (http://www.youtube.com/watch?v=ZmKI4IrZRd8)
  2. Video en línea: The Tyra Banks Show “Men who are gay for pay”, E.U.A WWOR-TV. Enero 24, 2009, (http://www.youtube.com/watch?v=PQensCD7xcE)
  3. Video en línea: Billy, Straight´s hell, Inglaterra, 2010 (http://www.boyztube.com/gay-videos/watch/257591-straight_billy_part_1.html)

Notas

[1] Si etimológicamente sophistés alude a la sabiduría, pornosofística (porné+sophistés) nos habla de una “prostitución de la sabiduría”. Esta fórmula que al principio sólo me sirvió como recurso retórico, después reclamó autonomía. Más adelante en este ensayo, este uso serio de un juego de palabras se justifica por medio de la definición de teoría de Judith Butler, noción que se puede rastrear en Michel Foucault: la definición de la posibilidad del pensar distinto como condición misma del pensar.

[2] Este subgénero se caracteriza por ser una orgía fetichista en la que un sujeto central tiene relaciones con un grupo, siendo regularmente una mujer dentro de la pornografía heterosexual. Ocasionalmente como su nombre sugiere se representa una violación. La versión japonesa, conocida como bukake, a diferencia del gang bang tradicional, no se centra en la penetración sino en baños e ingesta de semen.

[3] “Mmm… está muy apretado” / “Así debe ser, es heterosexual”

[4] Entiendo mainstream como la tendencia dominante dentro del consumo cultural en amplio espectro.

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