Muerte y eutanasia en los animales de compañía

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Muerte y eutanasia en los animales de compañía

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La muerte no es lo contrario a la vida, sino que forma parte de ella, le pertenece; es un proceso natural y una característica que compartimos con todos los seres vivientes, y aunque no parece ofrecer ninguna ventaja para los organismos en particular, es necesaria para que la vida en general, pueda continuar y evolucionar.                                           

Pero por más natural que sea la muerte, siempre será difícil y dolorosa, ya que significa una pérdida de continuidad en la existencia de los individuos, ruptura de lazos, interrupción de actividades, relaciones y proyectos. Ante la necesidad de entender y asimilar de una manera más adecuada este proceso, en años recientes surgió la Tanatología (del griego Thanatos, dios de la muerte), que es una disciplina médica que mediante la información y cuidados paliativos, pretende ayudar a los pacientes terminales para que puedan asumir su propia muerte, evitando la obstinación terapéutica; y al mismo tiempo, incluye el acompañar e ir preparando a los seres queridos y a los responsables del paciente, durante la etapa terminal y durante el duelo.[1]

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El proceso biológico de la muerte      

Desde el punto de vista fisiológico, la muerte se ha definido como el cese irreversible de las funciones vitales que, en los animales vertebrados, sucede cuando el sistema nervioso central, el respiratorio y el cardiovascular dejan de funcionar, ocurre la muerte celular y tisular, al tiempo que el individuo pierde la capacidad de relacionarse con su entorno en forma definitiva, a esto se le conoce como muerte somática.[2]

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Muerte somática

Cuando el tallo cerebral deja de funcionar irreversiblemente, se dice que hay muerte encefálica; perdiéndose la capacidad para mantener la respiración en forma espontánea -ya que el centro respiratorio se localiza en el tallo-, y si el sujeto no es conectado a un ventilador, en pocos minutos sobrevendrá un paro cardiorrespiratorio[3] y con ello la muerte somática propiamente dicha. Por lo tanto, la muerte del tallo cerebral y del cerebro, es prácticamente lo mismo que la muerte clínica, a pesar de que el corazón siga latiendo y el organismo pueda seguir oxigenándose con la ayuda de un ventilador mecánico.

Pero hay que distinguir entre la muerte somática, el coma, y el estado vegetativo. El coma se refiere a una situación de pérdida de los ciclos de sueño-vigilia y ausencia de respuestas conscientes ante los estímulos -como si fuera un estado de sueño profundo-. Hay pérdida de los movimientos voluntarios y en algunos casos pueden estar ausentes los reflejos; sin embargo, hay actividad eléctrica en el encéfalo. El coma puede ser transitorio y evolucionar favorablemente hacia la recuperación, o de manera desfavorable, hacia un estado vegetativo o hacia la muerte.

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El estado vegetativo también se conoce como “muerte cortical” o “descerebración”; ocurre cuando hay muerte cerebral por daño grave (hipoxia, trauma, hemorragia o intoxicación) en la corteza cerebral y/o el tálamo. El sujeto pierde la consciencia -no puede “darse cuenta” de lo que sucede en su entorno-, ni tener actividades mentales ni motoras, pero conserva sus funciones “vegetativas” o involuntarias -como la respiración espontánea, el latido cardiaco, los movimientos intestinales e incluso reflejos osteotendinosos-, porque dependen del tallo cerebral. El cerebro está muerto -y por ende también el sujeto-, pues ha dejado de ser quién es y ha perdido toda posibilidad de comunicación con su ambiente,[4] tiene vida orgánica, pero similar a la de un vegetal. La determinación del momento exacto de la muerte, dependerá en parte, de lo que se entienda por vida y por muerte.

Más que como un suceso o acontecimiento aislado, la muerte debe entenderse como un proceso; ya que por un lado, no todo el cuerpo muere al mismo tiempo, sino que lo hace paulatinamente -pudiendo transcurrir hasta 12 horas entre el cese de las funciones vitales y la muerte de los diversos órganos y tejidos-. Por otra parte, a lo largo de la vida, plantas y animales experimentamos continuamente la muerte en diversas partes de nuestro organismo, como es el caso de la muerte celular.

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Muerte celular

Se conocen dos tipos de muerte celular: la necrosis y la apoptosis. Ambas ocurren cuando el organismo o soma, está vivo; la necrosis se considera una muerte patológica, consecuencia de una agresión o accidente; en cambio, la apoptosis (término con el que los griegos designaban la caída otoñal de las hojas), es una muerte celular fisiológica, “muerte celular programada” o también se le llama “suicidio celular”.[5] Se ha comprobado que la mayoría de las células contienen información genética para fabricar moléculas con las que son capaces de autodestruirse.

La muerte de las células no siempre es mala, en ocasiones es necesaria y hasta benéfica para el organismo; por ejemplo: durante el desarrollo embrionario, cuando se eliminan estructuras que no serán útiles en la vida del sujeto; o durante la maduración del sistema nervioso, donde sólo las neuronas que desarrollen más prolongaciones que logren contactar con otras, serán las que sobrevivan, las que no, morirán por apoptosis. La inhibición de la apoptosis en células que deberían morir, puede dar lugar a una neoplasia; por eso, cuando los linfocitos sufren una lesión o una mutación, deben suicidarse y así evitar una proliferación maligna de células linfoides como sucede con los linfomas y leucemias linfoides.

En todos los vertebrados pueden ocurrir estos mismos procesos, pero a diferencia de lo que sucede con los humanos, podemos quitarles la vida en cualquier momento, estén o no enfermos, padezcan o no una enfermedad incurable en etapa terminal, y casi nunca hay cuestionamientos o prohibiciones de índole ético, jurídico o religioso; por ello es importante cuestionarnos ¿por qué es así? ¿sus vidas son menos valiosas y por ello su muerte no tiene importancia?

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La presente reflexión está enfocada a la muerte y eutanasia en los animales de compañía, por lo que es necesario precisar a quiénes se hace referencia con este término. Se puede decir que un animal de compañía es aquél que –independientemente de su especie-, es tratado con afecto y cariño, obteniéndose alguna retribución emocional por medio de las caricias, juegos o relación que se tenga con él. Es un animal que tiene el papel de compañero, e incluye a los animales de trabajo y asistencia (perros guía, perros para terapia de ancianos y enfermos, perros de búsqueda y rescate, équidos de carga, transporte y deporte).

A los médicos veterinarios (MV), se les ha atribuido el “privilegio” de poder decidir sobre la vida y la muerte de los animales, para lo que deberían una adecuada formación que los haga tomar conciencia de la gran responsabilidad que esto implica, así como de sus límites. El MV tiene la tarea de informar, educar y sensibilizar a quienes son responsables de los animales, de que éstos no son meros objetos de posesión, y que al adquirir un animal, también adquieren el compromiso de cuidarlo y no abandonarlo hasta el momento de su muerte, a pesar de las enfermedades, accidentes o problemas que el animal pueda llegar a padecer. También es responsabilidad del MV participar activamente en la toma de decisiones en situaciones críticas, pues tiene la misión de procurar y promover el bienestar de los animales. Debe ser consciente que al brindar consejo a sus clientes o a los “tutores” o encargados de los animales, puede influir de manera importante y positiva sobre el destino de éstos.[6]

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Eutanasia

Eutanasia quiere decir “buena muerte”. En el contexto de la medicina veterinaria, esta palabra ha sido empleada para designar al acto de inducir la muerte de una forma tranquila y fácil, con el mínimo estrés y dolor para el paciente.[7]

Médicamente la eutanasia es considerada como la interrupción de la vida por medio de un método indoloro, que produce una rápida inconsciencia seguida de la muerte. También se ha definido como: “la administración médica de un agente letal con el propósito de aliviar al paciente de un sufrimiento intolerable e incurable”.[8] Cuando nos referimos al acto de quitarle la vida a un animal, comúnmente se emplean términos como: “sacrificio” o “poner a dormir”; sin embargo, estos eufemismos no deben utilizarse, ya que son incorrectos y no corresponden a la realidad; por ejemplo, el sacrificio se refiere a una ofrenda hecha a algún con carácter de expiación o petición; o bien, cuando alguien se ofrece voluntariamente por el bien de los demás.[9] “Poner a dormir” indica una acción de carácter transitorio y temporal, mientras que la muerte es definitiva e irreversible. En hebreo hay un término que podría describir muy bien a la eutanasia: es la frase “mitát jasadím”, que significa muerte misericordiosa,[10] y resulta una forma más adecuada para referirse al acto de interrumpir la vida de un animal, con el mínimo de sufrimiento. Además la palabra “misericordia” quiere decir que se tiene el mismo corazón que “el otro” -sea éste humano o animal-, comprende la bondad, la clemencia y lo más importante, el acompañamiento.[11] La misericordia también es sinónimo de compasión, que es diferente de la lástima; la compasión es padecer o sentir junto con… por lo que darle a un animal una muerte compasiva o con misericordia, va más allá del sólo hecho de quitarle la vida, involucra la responsabilidad de decidir el momento y forma de su muerte, y principalmente el no dejarlo solo durante este proceso, para que al sentir a sus amigos humanos cerca de él cuando su vida termine, disminuya no sólo su dolor físico, sino también su ansiedad y sufrimiento.

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Debe quedar bien claro que la eutanasia no debe ser una solución a los problemas, ni debe servir para deshacernos de quien nos “estorba”, o a quien ya no queremos, eso no se puede justificar. Su finalidad es terminar con un sufrimiento irremediable, cuando no exista una mejor alternativa médica que se le pueda ofrecer. El MVZ como profesionista responsable, está en todo su derecho de rehusarse a aplicar una eutanasia -cuando considere que el caso no lo amerita-, ejerciendo su autonomía y apelando a su objeción de conciencia, sin que nadie pueda obligarlo a hacer algo en contra de sus principios y de su ética profesional; su papel no es ser administrador de la muerte, como tampoco el de luchar contra los límites de la naturaleza, prolongando a toda costa la vida de un paciente terminal; esto sería distanasia –no permitir que un animal muera cuando su organismo ha llegado al límite de sus posibilidades-, hacer esto es tan inmoral como anticipar su muerte.

No hay que olvidar que la lucha por la vida tiene sentido mientras sea posible sanar, pero la lucha contra la muerte a toda costa, es absurda.

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Antes de pensar en la eutanasia para un animal con un padecimiento incurable y que está en fase terminal, una actitud éticamente correcta es proporcionarle máximos cuidados y atenciones, con la mínima terapéutica, evitando procedimientos invasivos; procurando en todo momento, que no tenga sed y que no tenga dolor.

Otros dilemas éticos en torno a la eutanasia en animales de compañía, y sobre los cuáles se debe seguir reflexionando e investigando, son:

  • ¿Bajo qué criterios se establece que un animal es un paciente terminal?
  • ¿En qué casos y cuándo la eutanasia es realmente la única alternativa y no existe una mejor opción?
  • La Comisión holandesa de eutanasia y suicidio asistido (en humanos) –procedimiento que está legalizado en Holanda desde abril del 2001-, establece que la eutanasia “es la terminación activa y deliberada de la vida de un paciente con su consentimiento, y efectuada por un médico”. Es decir, se realiza a petición del propio paciente, pero en el caso de los animales: ¿podemos pedirles a ellos su consentimiento? Si esto no fuera posible, ¿quién debe tomar esta decisión?

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¿Cuándo realizar la eutanasia?

Nunca estamos realmente preparados para despedirnos de un ser querido, y menos aún para tomar la decisión respecto del momento de su muerte; sin duda es una decisión difícil y dolorosa. ¿En qué circunstancias se debe decidir por la eutanasia? ¿qué es lo mejor para el animal que es mi compañero?

Se debe tomar en cuenta la opinión de un médico veterinario calificado, que conozca bien la historia del paciente, y aunque cada caso debe ser evaluado en forma individual, hay algunas situaciones o padecimientos en los que está indicada la “muerte con misericordia” o eutanasia para nuestros animales, algunos de estos criterios son:

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  • Daño encefálico extenso e irreversible.
  • Daño en la médula espinal y parálisis permanente.
  • Trastornos neurodegenerativos avanzados (convulsiones o problemas mentales).
  • Dolor intenso y crónico, que no se pueda controlar con analgésicos convencionales.
  • Insuficiencia renal o uroperitoneo.
  • Neoplasias metastásicas que estén provocando déficit ventilatorio grave o insuficiencia en otros órganos.
  • Politraumatismos y quemaduras graves, extensos y con mal pronóstico.
  • Malformaciones congénitas incompatibles con la vida.
  • Enfermedad incurable en etapa terminal.

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¿Cómo saber que ha llegado el momento de decir “adiós”?

 

  • Para ello, uno puede hacerse las siguientes preguntas:
  • El animal ¿pasa la mayoría de los días “bien”, o casi todos los días han sido “muy malos” para él, desde que empezó su padecimiento?
  • ¿Acepta la comida y el agua, o hay que forzarlo para que coma?
  • ¿Ha perdido peso notablemente y presenta deterioro en su estado corporal y anímico?
  • ¿Todavía le llaman la atención sus juguetes?
  • ¿Mueve su cola o manifiesta interés ante las cosas que normalmente le causan alegría?
  • ¿Tiene ganas de salir a pasear o prefiere no moverse?
  • ¿Llora, gime o aúlla como si algo le doliera constantemente?
  • Por eso, quien finalmente “decide” por la eutanasia es el propio paciente, y quien la lleva a cabo es su amigo médico veterinario.

 

Últimas recomendaciones

  • ¿Cómo se realiza la eutanasia?

La eutanasia en animales, es un acto que sólo debe ser llevado a cabo por un médico veterinario. Consiste en aplicar por vía endovenosa o inhalada una sobredosis de anestésicos (generalmente se emplean barbitúricos o combinaciones de éstos precedidos de algún tranquilizante o sedante), los cuales provocarán que el animal se relaje, pierda la consciencia y no sienta dolor al morir. La muerte se produce en breves instantes, ya que el anestésico deprime los centros nerviosos que controlan la respiración y el ritmo cardíaco, hasta que se produce el paro cardiorespiratorio irreversible.[12], [13]

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Última despedida

Los animales han compartido parte de nuestra vida, han cuidado de nosotros y de nuestra casa, nos brindan su amor y su compañía, nos escuchan cuando es necesario, como lo hacen los verdaderos amigos, por eso, lo menos que podemos hacer es acompañarlos en sus últimos momentos. Se recomienda que los miembros de la familia le hablen y se despidan de él o de ella, antes de que el médico veterinario lleve a cabo la eutanasia.

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La mayoría de las veces se realiza en una clínica veterinaria, donde se cuenta con el equipo médico necesario; sin embargo, lo más conveniente para el animal, es no sacarlo de su territorio ni llevarlo a un lugar extraño para él, sino cuando sea posible, es mejor que la procedimiento se lleve a cabo en su casa, rodeado de un ambiente familiar, con olores, objetos y personas conocidas, esto le dará seguridad1 y ayudará a disminuir su ansiedad antes de morir.

Lo importante es no dejarlo sólo, se recomienda que la familia permanezca junto a él mientras se realiza la eutanasia, ya que al sentirse acompañado estará más tranquilo y morirá con la certeza de que sus amigos no lo han abandonado.

Mientras es canalizado para administrarle los fármacos, debemos agradecerle por habernos dedicado su vida y darnos su afecto, y expresarle lo importante que él o ella es para nosotros. Y así poder despedirnos con el mismo cariño y emoción con que lo recibimos.

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* Miembro del Programa Universitario de Bioética

Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, UNAM

Notas

[1]. Rebolledo-Mota F. Aprender a morir. Fundamentos de tanatología médica. 3ª ed. México, 1999; 315 pp.
[2]. Kumar V, Abbas AK, Fausto N (eds.). Robbins y Cotran: Patología Estructural y Funcional. 7ª Ed., Elsiever: Barcelona, 2005.
[3]. Knight, B. Medicina forense de Simpson. 2ª ed. México: El Manual Moderno;1999.
[4]. Howard RS, Miller DH. The persistent vegetative state. Br Med J 1995; 310: 342-342.
[5]. Slauson DO, Cooper BJ. Mechanisms of disease. A textbook of comparative general pathology. 3rd ed. St Louis Missouri: Mosby; 2002.
[6]. Rollin BE. Veterinary Medical Ethics. Ames: Iowa State University Press, 1999; 417 pp.
[7]. Onions CT. The shorter Oxford english dictionary. 3rd ed. Oxford: Clarendon Press,1987.
[8]. Council on Ethical and Judicial Affairs, American Medical Association: Decision near the end of life. JAMA 1992; 267: 2229-2233.
[9]. Real Academia Española. Diccionario de la Lengua española, 21ª ed. Madrid: Espasa Calpe; 1992, Tomo II, p 1826.
[10]. Kraus A. Eutanasia: reflexión obligada. Rev Inves Clin 1995; 47:217-229.
[11]. Andrade B. El camino histórico de salvación. México, DF: Universidad Iberoamericana; 1989, 296 pp.
[12]. Leary S, Underwood W, Anthony R, Cartner S, Corey D, et al. American Veterinary Medical Association (AVMA) Guidelines for the Euthanasia of Animals: 2013 Edition.
[13]. Humane Society. General Statement Regarding Euthanasia Methods for Dogs and Cats. HIS Electronic Library.   En: http://www.hsus2.org/international/library/euthanasia_statement.html

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