Técnica, Causa y Tragedia

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Técnica, Causa y Tragedia

Also fragend bezeugen wir den Notstand,
das wir das Wesende der Technik vor lauter Technik
noch nicht erfahren, das wir das Wesende der Kunst
vor lauter Ästhetik nicht mehr bewahren.
Heidegger, Vorträge und Aufsätze, pp. 39-40.

(Así, al preguntar damos testimonio de la
emergencia, que ya no conocemos la esencia de la
técnica por exceso de técnica, que ya no atendemos
a la esencia del arte por exceso de estética.)

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En la conferencia “La pregunta por la técnica”, Heidegger nos induce a pensar que no podemos penetrar en la comprensión de la técnica sin haber preguntado también qué es el arte. Más sibilino pero más verdadero sería decir que sólo mediante la comprensión de la tragedia podemos avanzar en la comprensión de la técnica. En la ponencia que escucharán a continuación ensayaré hacer la hermenéutica de esto herméticos pronunciamientos.

El primer paso de esta interpretación consiste en notar que “técnica” y “arte” se dicen con la misma palabra en griego: techne. Sin embargo, para nosotros estas palabras apuntan hacia regiones muy diferentes: Por “técnica” entendemos principalmente los procedimientos de producción de artefactos realizados con conocimiento confiable de las causas. Ya sea que pensemos en fabricación de sillas o de computadoras, hablamos de la técnica de producción cuando consideramos que conocemos y controlamos el ordenamiento artificial de materiales conforme a un propósito o fin. En primera instancia, la técnica se despliega en el ámbito de lo útil: su esencia aparece como instrumento. Heidegger nos ayuda a ver que esta comprensión de la técnica es una primera instancia de su ocultamiento. En breve explicaré este punto.

Fotografía de Franghia Ballesteros

Fotografía de Franghia Ballesteros

Dirijo ahora su atención a la palabra “arte”, la cual tiene un contenido ambiguo: en un sentido también nos remite a la producción de artefactos útiles, en otro, nos encamina hacia la región de lo bello comprendido como lo “inútil”. Su ambigüedad es extrema. Desde el ámbito de la técnica, la nota distintiva de lo bello es su inutilidad. Además, tácitamente suponemos que lo útil es más importante que lo inútil. La ambigüedad apenas oculta la jerarquía. Notemos, así, que en el interior de nuestra comprensión de “arte” aparece ya la tensión entre filosofía y poesía, pues la filosofía parece insistir en “dar razón” con conocimiento de causa, mientras la poesía depende de inspiración divina. Nos encontramos en la región de oposición entre logon didonai y theia mantia La antigua querella entre filósofo y poeta apunta hacia la pregunta por la técnica. La ambigüedad contenida en la palabra “arte” también contiene la esencia del problema teológico político: la relación del hombre con lo sagrado. De hecho, la querella entre filosofía y poesía es la querella sobre el origen y alcance del poder humano frente al poder divino. Con estas observaciones espero haber dado un primer indicio de la relación entre técnica y tragedia.

La conferencia de Heidegger intitulada “La pregunta por la técnica” está estructurada conforme a la tensión implícita en la palabra “arte”, en español: comienza por la exploración de “técnica” como lo instrumental y nos conduce hasta la consideración de “arte” como develación de lo bello. Heidegger, empero, se orienta por una palabra más fundamental: poiesis. Retomar esta orientación nos ayuda a ver que ontológicamente poiesis tiene prioridad sobre techne en cuanto que techne indica una manera de realizar la poiesis. El género es poiesis, la especie es techne. Otra indicación reveladora es que la palabra “poesía” se apropia del nombre del género. La poesía es una modalidad de la poiesis, es decir, es una de las technai; pero se distingue de las otras porque su material es la palabra. Cuando nos percatamos de que poiesis es el género que abarca tanto a las technai que indican nuestra relación poietica con la naturaleza como las technai que indican nuestra relación poietica con lo no natural, es decir, lo divino, comenzamos a penetrar en la cuestión de la esencia de la técnica y también comenzamos a comprender su necesaria vinculación con la poesía. Porque el hombre tiene capacidad de poiesis, es técnico y poeta. Pero esta doble manifestación de la poiesis permanece oculta para el hombre moderno. En efecto, podría decirse que la modernidad es la ocultación de la relación entre técnica y poesía debida, como dice Heidegger al final de su conferencia, a que la estética nos impide el acceso a la esencia de la poesía y la técnica a la esencia de la técnica. Para comenzar a iluminar nuestra propia situación es menester escudriñar en la poiesis.

Inicialmente, Heidegger dirige nuestra atención a la causa, pensándola en griego, es decir, como aitia. Recordemos que aitia significa primero “ser responsable” de algún acto, es decir, reconocer que uno es quien lo origina. Ser “aitios” es ser responsable. Pero esta responsabilidad se entiende originalmente como culpabilidad. Antes de que la comprensión de aitia sea transformada por los phusiologoi, ya contiene la ambigüedad de su doble sentido como culpa y responsabilidad. Basta pensar en Edipo para comenzar a barruntar que en ella se encuentra la esencia de la tragedia. Pero de esto, si Cronos lo permite, hablaré más adelante, pues pretendo apegarme al orden señalado por Heidegger en su conferencia.

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Heidegger dirige la atención a la cuestión de la causa porque al pensarla podemos descubrir cómo ocurre el inicio del ocultamiento en la dualidad indicada por la poiesis. Este ocultamiento se puede esquematizar en los siguientes pasos: La comprensión de causa adquiere una primera orientación desde la actividad del técnico. Esto implica que “causar” se entiende como un hacer aparecer, un traer a la luz de algo que sin la intervención del técnico permanecería oculto. La causa ocurre en el interior de la poiesis. Toda poiesis es causal. Notemos que este paso conlleva una transformación fundamental de la comprensión de la praxis. La aitia entendida como ser responsable o culpable tiene algo de claridad cuando la pensamos en el contexto del actuar humano: cada uno cree que puede distinguir los actos originados voluntariamente por él mismo. Sin la distinción entre lo voluntario y lo involuntario la ética es imposible. La imposibilidad de la ética es consecuencia de la cancelación de la praxis. Cuando interpretamos aitia desde el contexto de la poiesis ya hemos dado un paso crucial para la ocultación de la praxis. En efecto, también podría decirse que la modernidad es la autointerpretación conforme a la cual se confunde la praxis con la poiesis. Esta confusión se vuelve del todo evidente cuando decimos que nosotros los seres humanos no dirigimos ni controlamos los rumbos que sigue el desarrollo tecnológico. Cuando la praxis es comprendida como una modalidad de la poiesis—lo cual, dicho en griego inmediatamente revela su sinsentido—nos ubicamos en dos extremos entre los cuales necesariamente oscilamos: por una parte, se cancelan las condiciones ontológicas de la libertad, pues la acción humano es vista como originada en causas no humanas, las cuales pueden ser naturales o sobrenaturales. En esto coinciden, paradójicamente, la comprensión del hombre de las ciencias modernas, el determinismo teológico y el determinismo histórico. En el otro extremo, nos vemos como dioses capaces de originar toda poiesis. Esto es lo queremos decir cuando hablamos de “conquistar la naturaleza” tanto humana como no humana. Sin embargo, este ocultamiento de la praxis mediante su interpretación como poiesis no ocupa la atención de Heidegger en esta conferencia. Su atención se ha dirigido al ocultamiento acaecido en el interior de la poiesis. Regresemos a ello.

Heidegger ubica la primera etapa del ocultamiento de la doble raíz de la poiesis en la interpretación realizada desde la actividad del artífice o técnico. Esta comprensión encuentra su elaboración filosófica en la doctrina aristotélica de las cuatro aitiai. Las aitiai aristotélicas a su vez son interpretadas como “causas” en el sentido latino, en el cual se privilegia el sentido de “operar” y “efectuar”. Esta interpretación involucra un ocultamiento adicional de la doble raíz de poiesis, pues en la doctrina aristotélica se habla de la relación entre poieo y poiumenon, entre el sentido activo y el pasivo del verbo, como una modalidad de la aitia, mientras que el operatio latino significa “obtener resultados”, contiene, por tanto, la comprensión del operario o técnico. Una tercera etapa se configura en la comprensión escolástica de las causas. El ocultamiento adquiere nuevos velos en la interpretación moderna de causalidad, la cual concentra la atención en la causa eficiente y prohíbe la causa final. Heidegger recorre este camino con gran penetración y originalidad, pero en diez minutos no se puede hablar de todo esto, ni siquiera con la superficialidad consuetudinaria en los congresos de filosofía.

En el resto de esta ponencia concentraré la atención en el primer ocultamiento, el cual ocurre cuando aitia es comprendida desde el interior de la técnica. Para esbozar la magnitud de la cuestión y destacar la superficialidad de mi exposición, me limito a observar que una vía más idónea se abriría si a continuación les pudiese ofrecer una interpretación del Prometeo Encadenado de Esquilo. En vez de ello, hablaré con la profundidad permitida por las circunstancias.

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En su conferencia, Heidegger yuxtapone la comprensión platónica de poiesis con la comprensión aristotélica de la techne. En el primer caso, recurre a un texto del Simposio donde Diótima dice h) ga(r toi e(k tou= mh( o)/ntoj ei)j to( o(()/n i)o(nti o)t%ou=n ai=ti)a pa=sa e)sti poi)hsij. ((La poiesis es la causa o aitia de que, algo cualquiera, vaya del no ser al ser.) Heidegger no cita el resto del pasaje, donde se concluye lo siguiente: “…de tal manera que también las producciones (ergasiai) dependientes de todas las técnicas son poieseis y los productores (demiourgoi) de ellas son todos poetas.”(205b-c). Un poco más adelante, Diótima añade que no todos los que ejercen técnicas son llamados poetas, sino que el nombre de la clase se ha reservado para quienes producen he mousike, lo musical y la métrica. En esta comprensión, poiesis, aitia y techne son tres nombres con los cuales nos referimos a la acción humana en su totalidad, pero también incluye la producción que no se origina en el hombre. Llevar del no ser al ser puede entenderse, por una parte, como lo que hace cualquier técnico; por otra, como lo que sólo hace el poeta por inspiración divina, cual se indica con la palabra “mousike”, y, en el sentido más estricto de “ser” (on), con lo que sólo un dios o la naturaleza puede hacer.

Le Parc Lumière

Le Parc Lumière

La raíz común de todas las técnicas se oculta cuando Aristóteles presenta su comprensión de techne, tanto en el primer libro de la Metafísica como en el sexto de la Etica Nicomaquea. De la primera obra sólo destaco lo siguiente: Aristóteles considera que la capacidad productiva humana, la técnica, es posible por dos razones: porque el hombre tiene logos y porque la naturaleza es un orden, un cosmos, asequible al logos. Si no hubiese orden o si éste no fuera asequible al logos, el hombre difícilmente podría sobrevivir y claramente no podría vivir bien, pues en rigor no podría tener experiencia. El hecho de que hay técnicas da testimonio a que hay orden y que lo podemos conocer indagando sobre sus aitiai y sus archai: sus causas y principios o fuentes. Sin embargo, poco más adelante en el mismo libro primero, Aristóteles considera la posibilidad de que los dioses vean con malos ojos la ambición humana de filosofar. En este contexto es evidente que techne ya no es develación de to kalon. La comprensión de la techne se ha limitado a lo útil. Mediante el desarrollo de la técnica, el hombre puede cuidarse a sí mismo y prescindir de los dioses. Zeus castiga a Prometeo porque sabe esto perfectamente.

En la Etica Nicomaquea (1140ª21—22), se determina así la técnica: “Por consiguiente, como se dijo, la técnica es una disposición para producir (hexis poietike) ordenada conforme a un logos verdadero, mientras que ausencia de técnica (atechnia) es lo opuesto: es una disposición para producir (hexis poietike) ordenada conforme a un logos falso.” Podemos notar que en el interior de la poiesis ha aparecido la dicotomía de la verdad y la falsedad, y la técnica ha quedado exclusivamente del lado de la verdad. Notemos, además, que la téchne, comprendida como hexis poietike, indica que el hombre se constituye en cuanto capaz de disponerse o formarse a sí mismo de tal manera que pueda producir. Su capacidad en cuanto “técnico” es una manifestación de su naturaleza en cuanto zoon logon echon. El hombre es un ser viviente conformado (echon) por el logos y su acceso a la verdad. En suma, la técnica es el modo de ser hombre. Esto implica que con el desarrollo de la técnica y de la tecnología se hace explícito qué es el hombre constituido por el logos. De ahí que Heidegger considere que la modernidad es un destino o Moira y no una vía de muchas otras entre las cuales podríamos elegir.

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En el pasaje de la Etica Nicomaquea donde aparece la definición de técnica que acabo de citar, Aristóteles presenta un análisis mediante el cual distingue praxis y poiesis. Pero ya no tenemos tiempo para adentrarnos en ello. Me limito a indicar que esta distinción constituye la base que le permite afirmar que la praxis debe regir a la poiesis. La excelencia en el ámbito de la praxis es la phronesis, y el phronimos es quien tiene la excelencia de juicio para decidir qué técnicas deben cultivarse y cuáles no. En ello va implícito que el hombre puede dirigir su desarrollo en vista del bien que rige su vida. Pero en la comprensión moderna de praxis se postula que cada individuo tiene suficientes luces para juzgar qué es bueno para él y qué no. Esto es equivalente a negar la posibilidad de la phronesis, y, por consiguiente, permitir el desarrollo irrestricto de la técnica. El logos queda al servicio del deseo, que es lo mismo que decir que la tecnología está regida por “el mercado”.

Puertas del Mercado de Mileto

Puertas del Mercado de Mileto

Para concluir, dirijo su atención al otro aspecto del ocultamiento resultante de la comprensión aristotélica de la técnica, el ocultamiento de lo bello. Concentraré la atención en una sola cuestión: lo bello, pensado en griego es to kalon. En su Poética, Aristóteles nos dice que la esencia de la tragedia es la develación de to kalon. La tragedia es una modalidad de la poiesis y por consiguiente también es una modalidad de la técnica. Pero, a diferencia de las técnicas que explicitan la estructura causal del cosmos conforme el logos las declara y esclarece, la poiesis trágica realiza algo profundamente misterioso: usa el logos para conducirnos al abismo que se abre con su cancelación. Cuando el coro del Agamenón profiere su famoso pathei mathos, “se aprende mediante el sufrimiento”, está dando expresión a lo que la técnica oculta. Pathei mathos implica que la noción técnica de causa o aitia carece de base. Se comienza a experimentar la esencia de la técnica cuando la tragedia devela to kalon. Pero esta experiencia permanece inaccesible para los modernos. La tecnología aspira a evitar todo sufrimiento y hacernos inmortales: es la hybris o soberbia por excelencia y, por consiguiente, la ocultación más profunda de to kalon. Nosotros podemos entender la creencia que la esencia de la tragedia griega suspende la confiabilidad del orden causal, pero, en cuanto modernos, no podemos vivirlo, pues para nosotros Edipo es un mito, y las Erinias (Furias) un símbolo arcaico. La pregunta por la técnica no tiene fuerza poética.

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