Prefacio a la re-publicación de Jacking-off una arquitectura menor

Home #37 Prefacio a la re-publicación de Jacking-off una arquitectura menor
Prefacio a la re-publicación de Jacking-off una arquitectura menor

 

“JACKING OFF UNA ARQUITECTURA MENOR” trata de la mezcla complicada de la promiscuidad, la itinerancia, lo imperceptible, y la ilegalidad que ha sido el sello distintivo de esa erótica aesthesis-en-común particular que es el ligue y el sexo anónimo público. Más específicamente, se trata de la reinvención de esas prácticas y espacios sexuales y eróticos, y su despliegue contra un régimen bio-político en los primeros años de la pandemia del SIDA. Un régimen bio-político que era negligente frente a las poblaciones “en riesgo”, cuando ese mismo régimen no era en realidad completamente genocida en su olvido e intransigencia. Incluyendo en sus invitaciones a la abstinencia y la monogamia, y en su perversa vigilancia policial, la histeria, la revelación en los medios, y la difamación generalizada del sexo no normativo y cuír.  

Escribí la primera versión de “Jacking-off una arquitectura menor” como el trabajo final para un seminario de posgrado sobre la des-domesticación de la arquitectura que estaba tomando en el otoño de 1992 impartido por Georges Teyssot, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Princeton. Aunque todavía era un estudiante de doctorado en Historia del Arte en la Universidad de Chicago, estaba pasando el año académico 1992-93 en Princeton como becario de intercambio, atraído por el nuevo trabajo teórico sobre el género, la sexualidad y la arquitectura que se hacía allí.[1] Una vez más viviendo en Carroll Gardens, Brooklyn, me conmutaba varios días a la semana a Princeton, asistiendo a las reuniones semanales de ACT-UP en el centro de comunidad gay y lésbica en Greenwich Village, y pasando muchas noches en Crow Bar y Wonder Bar -dos de los bares gay recién abiertos en el East Village, ambos de los cuales tenían cuartos traseros.

Al crear espacios donde la intimidad sexual se podía obtener con y entre grupos de extraños anónimos en público, estas salas de jack-off, en su des-domesticación del sexo, ofrecían el más obvio y emocionante ejemplo (para mí) de la des-domesticación arquitectural. En términos más generales, eran testimonios de las relaciones inextricables entre sexo y arquitectura, y como tal me provocaron a pensar más allá de las identidades y los actos críticos hacia los espacios reales y las geografías del deseo sexual y del placer. El dónde de la ética y de la política erótica cuír desde entonces ha permanecido en el primer plano de mi pensamiento y de mi trabajo, en el que cualquier acto o identidad se entiende como el ocurrir del lugar -a menudo no apropiándolo y en maneras que están dedicadas por entero a los cuerpos y a sus diferencias y sus placeres.

Una de las principales razones por las que escribí “Jacking-Off” fue porque vi las recien abiertas trastiendas, y casi todas las noches llenas, en diversos bares y clubes de Nueva York (y en otras ciudades en la América del Norte) -después de casi una década de cierres de tal tipo de lugares de sexo público –llegando de ser nada menos que laboratorios socio-sexuales entrenando hombres-que-tienen-relaciones-sexuales con otros hombres “cómo tener promiscuidad en una epidemia”, y cómo hacerlo de forma segura. Las trastiendas en la década de los años 1990 y mi ensayo de 1993 trajeron juntos espacial y arquitectónicamente la pedagogía activista del sexo y del SIDA del ensayo epónimo del 1987 de Douglas Crimp, y del ensayo de 1992 de John Wagenhäuser “Sexo seguro sin condones.”[2] De hecho, como Leo Bersani recientemente ha notado, en los principios de los años sexo-fóbicos de la pandemia del SIDA, han habido constantes llamadas (incluso de los segmentos de la comunidad gay y lésbica) a “renunciar a las relaciones íntimas… y practicar la abstinencia.”[3] A medida de que, continúa diciendo, “si la abstinencia debe permitir algo de la práctica sexual, esa práctica, por supuesto, será la masturbación, es decir, el amor propio sexual. Así los gays fueron marginados de nuevo”.[4] De hecho lo que el jack-off sumó fue una re-apropiación radical del discurso de la masturbación-como-sexo-seguro, y lo re-dirigió lejos de la abstinencia y del amor propio solitario, por comunizarlo promiscuamente. De tal manera que decenas— y a veces cientos— de chicos en una noche cualquiera, en cualquier número de bares y discotecas, se reunían en cuartos pequeños, oscuros y con los pantalones en los tobillos y sus camisas levantadas sobre sus cabezas y detrás de sus cuellos, se masturbaban entre sí. En ese momento a principios de la década de los años 90, en medio de la crisis del SIDA y aún por lo menos a tres o cuatro años de distancia, desde el descubrimiento y la prescripción generalizada del medicamento llamado “cóctel” (1996), esas arquitecturas de menor importancia -no marginal- de “relacionalidad masturbatoria” fueron espacios tanto políticos así como socio-sexuales increíblemente poderosos.

Así, al escribir el ensayo, estaba respondiendo a una circunstancia histórica muy específica en la coyuntura recién emergente de la evolución económica, cultural y bio-política: el capitalismo tardío, la gentrificación urbana, las redes tele-tecnológicas, el SIDA, y los discursos y las prácticas del sexo seguro. Cualquiera que sea el valor que hay en re-publicar este ensayo hoy, radica en ser capaz, en gran parte, de leerlo como un registro de lo que resultó ser un momento breve en la historia de la sexualidad y de la sociabilidad cuír arquitectónica y urbana. Ese momento histórico incluyó también el surgimiento de la teoría cuír, y en la contribución a ese campo, mi ensayo fue una articulación temprana de lo que, en aquel entonces, yo estaba llamando “teoría cuír del espacio sexual”, a diferencia de lo que más tarde apareció como la historia y la teoría del “espacio cuír.” Lo que quiere decir que hay diferencias significativas entra la teoría cuír, el espacio cuír y la teoría cuír del espacio sexual, y estas diferencias no deben ser omitidas.[5] El “espacio cuír”, en la búsqueda de una alineación del sujeto y del predicado- “espacio” y “cuír” -fue definicional en su intención y sus efectos, mientras que el tipo de la “teoría cuír del espacio sexual” que estaba escribiendo era conceptual: es decir, irreductible a cualquier definición de espacio/ sexual /cuír, y condicionado por su relación con los demás conceptos vinculados a contextos históricos, económicos, sociales y políticos.

La colectividad que se ha generado por masturbar una arquitectura menor fue simultáneamente ontológica, bio-política, arquitectónica y sexual. Lo cual quiere decir que masturbar una arquitectura menor es sobre el ensamblaje específico, la composición o la configuración de los cuerpos, prácticas sexuales, espacios arquitectónicos, de tal manera que esas cosas juntas llegaron a hacer sentido en ese momento y lugar para quienes participaron en su ensamblaje colectivo. Incluso en la existencia del ensamblaje colectivo que se mueve, cambia, se expande, se contrae, se extiende, aparece y desaparece.

Es de esta manera que la masturbación a una arquitectura menor no puede proporcionar una base para la política o lo social, a pesar de que a fondo es completamente política y social. En otras palabras en su historicidad, masturbando una arquitectura menor nunca puede ser el sujeto u objeto de algun movimiento hacia la “generalización”. Sobre todo porque la última es inherente al orden político-económico actual de la equivalencia general, en la cual tales formas inconmensurables de la sociabilidad y la sexualidad como las que poblaron las habitaciones del jack-off a principios de la década de los años 90 -habían sido aplanados según una medida general singular de comunalidad (por ejemplo, la masturbación como sexo solitario-neoliberal, con el smartphone como la forma más débil de tele-dildónica). Al igual que la figura conceptual de Deleuze del “Yo-mediocre”, el idiota del teléfono celular reside en el espectáculo casero del sexo de Internet y de las aplicaciones de interconexion, arraigado en una burbuja masturbatoria completamente domesticada y monetizada, en la cual el (o ella) es imperturbado por el anonimato del a priori Otro, y por lo tanto sufre de una soledad existencial que, según algunas encuestas recientes, es el número uno de los problemas de salud con los que los hombres homosexuales reportan que luchan actualmente.[6]

En efecto, mientras que desde nuestro punto de vista actual podría ser difícil de entender, cuando escribí y publiqué mi ensayo en 1992-93 el Internet no era todavía un fenómeno popular, sino comenzó a entrar en los hogares y en las computadoras personales uno o dos años más tarde.[7] Lo que quiere decir que el momento y la coyuntura histórica a la que mi ensayo pertenece y que esboza sus determinaciones, estaba en la cúspide de una de las transformaciones más importantes en la historia de la comunicación y tal vez de la humanidad. Por lo que cualquier ansiedad o “lucha” contra la contaminación digital (es decir, la pornografía de Internet) está fuera de lugar en este contexto, ya que no podemos subestimar el grado en el cual las condiciones han cambiado radicalmente en el cambio histórico de la tecnología pre- a la pos-digital. Al releer el ensayo, me sorprendí encontrar referencias a “redes telefónicas de línea compartida” que, a raíz de los medios sociales y aplicaciones de teléfonos inteligentes tales como Grindr, no sólo parecen como arcaísmos pintorescos de una época pasada sino habían sido prácticamente borrados de la memoria individual y de la conciencia histórica. Además, no sólo STEAM–la publicación en donde mi artículo apareció -ya no existe (Fig. A) como una publicación trimestral impresa y encuadernada dedicada al sexo anónimo macho-macho en público, con los listados de lugares, perfiles de ciudades, campus universitarios, consejos sobre cómo encontrar parejas y evitar ser atrapados por la policía, dicha publicación es inconcebible hoy en día. Como dije en mi libro, La Lógica de lo señuelo (The Logic of the Lure), y como la historia de las revistas cuír ha hecho evidente, hay una práctica material y una política de publicación aquí que no debe pasarse por alto. El collage que creé para acompañar mi ensayo era enteramente fabricado con folletos impresos de bares y discotecas gay, revistas semanales gratuitas, que fueron una parte vital de la cuír cultura de impresión (analógica) a principios de la década de los 90. Además de Crow Bar, dos fiestas sexuales semanales de Nueva York están mencionadas en el collage: He’s Gotta Have It, y Spunk!

 

FIG.A: Portada.
Vapor; una revista trimestral para los hombres (Invierno 1993)

 

Esto esencialmente se reduce a la diferencia entre la mediación tecnológica y el contacto síncrono cara a cara. También corre en paralelo a las críticas de la sociabilidad y la sexualidad homogénea red-céntrica que han sido escritas en la década de los años 1990 por Bruce Benderson (“Sexo y aislamiento”, 1992) y Samuel Delany (Times Square Red, Times Square Blue, 1996— un libro que Delany, de hecho, dedicó a Benderson) y sus recuerdos críticos de los tipos de sociabilidad heterogénea y las múltiples trayectorias de alteridad encontradas en las calles urbanas de ciudades como Nueva York en las décadas anteriores.[8] Pero es igualmente acerca de la diferencia entre lo físico y lo virtual. Es decir, entre un cierto distanciamiento higiénico gracias a la tecnología digital y los olores, los tactos, los sabores, los sonidos, y la disminución de la vista ineludiblemente intensos, que llenaba un cuarto trasero en una noche cualquiera. Aquellos oscuros espacios pequeños y a menudo llenos de cuerpos, estaban apestosos, pegajosos, sudorosos y sofocantes en su calor insoportable. Salías de allí empapado.

Inextricablemente ligado a (su) actualidad histórica / social “Jacking-off una arquitectura menor,” fue mi primer intento de escribir una conceptualización filosófica especulativa y experimental de la nomadología arquitectónica-sexual cuír. Mientras la nomadología no era un término que he empleado en el ensayo, la desterritorialización y el conjunto colectivo fueron términos tomados de Deleuze y Guattari y su noción de la “literatura menor”, que hice volver a implementar con el fin de teorizar la arquitectura menor.[9] Mi intención principal era especular filosóficamente en otra práctica– y los límites— de la arquitectura, el sexo (seguro), la colectividad, el anonimato público y la intimidad, lo clandestino, la promiscuidad, el exilio y el escape, ya que estos fueron experimentados con –y que yo y los demás estaban experimentando y disfrutando– en bares y discotecas en el centro de Manhattan en 1992. Tomé los conceptos de Deleuze y Guattari de la desterritorialización (es decir, la des-domesticación y el desplazamiento radical del sexo, de la identidad y tal vez de la identidad sexual), y el dispositivo colectivo de enunciación (sujeto anti-individuo; innumerables muchos o multiplicidades de cuerpos y deseos), con el fin de pensar en la conexión del individuo con una inmediatez política (los regímenes bio-políticos y los aparatos de VIH / SIDA, el sexo seguro, y las contra-respuestas radicales y activistas). Todo esto, junto con los espacios, geografías y arquitecturas de las prácticas sexuales anónimas y los movimientos, que constituyen algo así como una máquina de guerra nomadológica cuír opuesta a aparatos de Estado bio-políticos, y tales cosas como el riesgo sexual / exposición, la gentrificación urbana, la fatiga social y la desconfianza de los extraños.

Al referir a estos como escenas de ensamblaje colectivo, también nos damos cuenta de la medida en que no poseemos un vocabulario adecuado para nombrar o describir el grupo-forma particular que se unió en estos cuartos traseros y cuartos oscuros. ¿Qué otros nombres podríamos utilizar: grupo, enjambre, multitud, grupúsculo? Me gusta el último de estos términos, ya que denota una desviación colectiva del grupo-forma, y ​​en este caso, de cualquier cosa que de otro modo podría ser referida como “el sexo en grupo”, o la “orgía sexual.” Más promiscuos que cualquier reunion, organización o cohesión de este tipo, el sexo que sucedió (pasa) en las trastiendas era (es) sexo con, entre y junto con una multiplicidad incalculable de otros. Como una multiplicidad, siguió a dos lógicas de la in-estimación: y, y, y… (de adición, llegada, advenimiento, el recién llegado) y n-1 (sustracción, salida, rechazo y la negación de cualquier totalidad). Mientras en un cuarto trasero, experimentaste “una soledad extremadamente poblada” (Deleuze y Guattari).[10]

Mi conceptualización, como una forma de darle sentido a las cosas, no era idealista o utópica, ni una fantasía política, y tampoco la esperanza de un mañana más brillante. Tampoco se propuso producir pretensiones de verdad o cualquier forma de conocimiento. Más bien, era especulativa, en el sentido propio (filosófico-político) del término. Al igual que los laboratorios de la experimentación social-sexual-arquitectónica que las trastiendas eran, mi ensayo también se dirigía hacia otra cosa: una escena diferente u otra de arquitectura, comunidad y sexualidad. Una que era menor en su arquitectura, promiscua en su ética, anónima en su sexualidad, y no-relacional en su sociabilidad.

En este sentido, el ensayo quería hacer algo más que simplemente señalar el hecho de que el jacking-off occurre en algún lugar, o que hay espacios dedicados a este tipo de prácticas sexuales, o incluso que el jacking-off podría ser concebido como su propia práctica tanto socio-espacial como sexual (no solitaria, no-interiorizante). No es tan simple que, en cualquier lugar que el jacking-off pasa es un cuarto jack-off, y esta distinción implica más que simplemente la necesidad de no perder de vista la especificidad muy arquitectónicα del “cuarto”. Después de Deleuze y Guattari, como cualquier concepto -creación, “jacking-off una arquitectura menor” era geográficamente (y arquitectónicamente) sensible a su entorno (irreductible al “contexto”); que estaba conectada con otros conceptos (por ejemplo literatura menor, sexo seguro, desterritorialización); mientras que cada uno de sus conceptos formativos (por ejemplo público, anónimo, seguro, la promiscuidad, la intimidad) no eran coherentes sino resonaron entre sí.

El ensayo también fue un experimento con la laminación de los géneros: la masturbación, la arquitectura, el ensayo filosófico, la publicación subcultural – en lugar de su división. Con esta re-publicación del ensayo en Keep It Dirty, vol. a “Filth”, estamos llamados a prestar atención a su idioma, formato, medio y circulación; lo que Michael Warner podría describir como estilos de públicos intelectuales. Al igual que la tarea paradójica de “una práctica pública orientada a la redefinición de la práctica pública,” que Warner describe en ese ensayo del mismo nombre, “Jacking-off una arquitectura menor” podría ser visto y re-leído como “una manera de imaginar un habla para lo que no [había] sin embargo ninguna escena, y una escena para la que no [había] habla.” Lo que significa que este tendía menos a proporcionar una solución a un problema, que especular sobre una posible dirección y sentido que vi abriendo en la re -apertura de los espacios de sexo público en Nueva York (y otras ciudades) alrededor de 1992. Una arquitectura por-venir, incluso como otra forma de pensar a la comunidad, jacking-off una arquitectura menor, es la arquitectura no sólo de la comunidad que viene, pero de lo que yo desde entonces he teorizado como la comunidad impropia.[11] La comunidad impropia —sucia— figura: recién llegados, los que salen, los transeúntes, los traidores, los estafadores, carteristas, los desviados, pervertidos, vagos, y cualquier número de otros rechazados. La arquitectura menor es una arquitectura impropia de la comunidad impropia.[12]

 

JACKING-OFF

UNA ARQUITECTURA MENOR

John Paul Ricco / Trad. Maria Konta

 

 

Cuartos traseros, cuartos oscuros, cuartos jack-off: tres términos que marcan las diferentes definiciones de estos espacios cuír específicos que se describirán más a medida que se asignan. Porque, si bien estos términos – una nomenclatura especial- designan actualmente uno en lugar de tres espacios separados, también marcan diferencias en la constitución histórica de estas habitaciones. Cuartos traseros en bares y clubes han sido una parte del espacio gay social-sexual durante décadas, e inscriben sitios posteriores[13] dentro de un plan o diseño arquitectónico más grande, a saber, el bar o el club. En nuestros intentos de mantener uno de una variedad de espacios para la experimentación sexual más segura, en una época de pánico sexual espoleado por la crisis del SIDA, nosotros, como cuír, hemos recientemente re-inventado estos espacios como cuartos jack-off. Si bien en la mayoría de los aspectos “homólogos” a cuartos traseros / cuartos oscuros, los cuartos jack-off no obstante, señalan los cambios en las prácticas y los practicantes que constituyen estos espacios, todo en la cara de la histeria sexual, lo que ha provocado a menudo el abandono en lugar de la re-invención. Una de las principales condiciones físicas de estos cuartos siendo siempre ineludible, son a su vez comúnmente conocidas como cuartos oscuros. En la medida en que este ensayo se ocupa de las condiciones actuales de estos cuartos, utilizo el término (s) cuarto(s) jack-off, a pesar de que el cuarto trasero y el cuarto oscuro poseen la misma importancia dentro de la cultura cuír, – si no a veces más aún -y por lo tanto todos tres términos se deben asignar juntos.

El título que nombra este mapa (ensayo) -Jacking-off un arquitectura menor -transmite mi sentido más fundamental de estos cuartos, es decir, que estos espacios (cuartos jack-off) y estas prácticas (jacking-off) funcionan a través de una reciprocidad pre-supuesta. Pues aunque ambos espacios y prácticas pueden funcionar por separado los unos de los otros, esto no es lo que estoy abordando aquí. Lo que abordo son prácticas que, al hacer conexiones entre los cuartos, los cuerpos masculinos, economías (anti -) – tardias-sexuales, y las políticas pos-identitarias, vienen a constituir lo que entiendo como cuartos jack-off-como-arquitectura-menor.

 

Esta es una arquitectura de (hecho por) jacking-off.

 

Arquitectura menor

 

Al designar los cuartos jack-off como arquitectura menor me permite eludir una apelación a la binaria público/privado paradigmática burguesa (o mayor), un par de términos no sólo insuficientes, sino inadecuados a las condiciones de los cuartos jack-off. La binaria público/privado no sólo obliga a estos espacios en categorías impropias, sino que también excluye la comprensión de la política de estos espacios.

El menor se encuentra dentro de lo mayor / mayoría / magistral, en vez de afuera, como este último término se entiende generalmente. Como ejemplos de arquitectura menor, los cuartos de jack-off articulan y se articulan por cuírs (minorías), cuyas identidades son cualquier cosa menos constantes, unificadas y evidentes por sí mismas, sino que siempre están en el proceso de devenir, cambiar y ser impugnadas. Los cuírs son aquí parte de un conjunto o multiplicidad colectiva de cuerpos anónimos, montados dentro de un espacio pequeño, oscuro, agobiante, tocando, besando, lamiendo, abrazando, acariciando, bombeando… Los bordes entre el yo y el no-yo son radicalmente socavados.

Junto con otros escritores teóricos, mi sentido de una arquitectura menor es como una extensión del concepto de una literatura menor, tal como fue formulada por Gilles Deleuze y Félix Guattari. “Las tres características de la literatura menor son:

  • La desterritorialización de la lengua [para mis propósitos: la desterritorialización de la arquitectura, la sexualidad, las identidades, etc.]
  • La conexión del individuo con una inmediatez política [las arenas impugnadas de sexualidades cuir]
  • El ensamblaje colectivo de la enunciación [o prácticas corporales].”[14]

Los cuartos jack off-como- arquitectura-menor interrumpen los modelos, los imperativos, las lógicas, la política y los espacios heterosexistas, burguesos, conyugales, familiares, domesticantes e interiorizantes, que constituyen la arquitectura (s) mayor.

Como arquitecturas menor, los cuartos jack-off son espacios de exilio en el sentido de escape para los homosexuales. Exilio y rutas de escape de la intimidad institucionalizada, la interioridad, y la domesticidad del heterosexismo, o la sexualidad mayor-es decir la misma cosa. Las rutas de escape abiertas por la arquitectura menor siempre son zonas en-entre, pasillos que nunca son completamente afuera de una arquitectura mayor. Como sitios de cuerpos, prácticas, espacios e identidades desterritorializadas (radicalmente dislocados a través del espacio), los cuartos jack-off des-domestican la sexualidad, sin ser necesariamente espacios de libertad absoluta, privilegio o refugio.

 

 

Mapeo descriptivo

Tan simple, la aparición de la noche en un cuarto lleno de extraños… Es el sentido simple de voltear lentamente, sintiendo el aliento de otro cuerpo en un cuarto tranquilo, el silencio desmezurado por el roce de una uña contra una línea de cuello.[15]

 

Situados en la parte posterior de ciertos bares y clubes gays, los cuartos jack-off se encuentran por lo general después de haber movido a través de uno o varios umbrales, pasillos y cuartos. Conectados integralmente con estos otros espacios, a menudo es difícil decir dónde comienzan y terminan. Estos espacios anteriores (pasillos, vestíbulos) a estos cuartos posteriores (cuartos jack-off) funcionan como zonas en-entre: espacios de espera, de ligue, de anticipación-o incluso (en un bar) una partida de pinball. Porque así como la “lógica interna” de un cuarto jack-off es una de la exterioridad– de los cuerpos, identidades, prácticas, deseos, etc., (véase más adelante) -así también son sus parámetros extendidos en una red mayor: más inmediatamente a los demás cuartos y espacios del bar o del club. Sin embargo hay maneras para distinguir un cuarto jack-off de los espacios restantes del bar o del club. Música interpretada por DJ es una de las pocas cosas que consigue ocupar el espacio de un cuarto jack-off y el resto de los espacios, aunque esta conexión es sólo parcial.

 

Fig. 1: Advertisement.
Steam: A Quarterly Journal for
Men 1:4 (Winter 1993): 239.

Los cuartos jack-off son por lo general los espacios de ocupación en el anonimato y de la relación (“un cuarto lleno de extraños”). Los individuos, como cuerpos-de-deseo, pierden su yo subjetivo individual a medida que se vuelven a constituirse como partes de un dispositivo colectivo, en el que las identidades personales se intercambian por posiciones anónimas dentro de una multiplicidad de cuerpos que desean. Libre de voces que hablan y envueltos en una oscuridad emitida por un solo foco de color oscuro (“sentir el aliento de otro cuerpo en un cuarto tranquilo… La aparición de la noche en un cuarto lleno de extraños…”), los cuerpos operan en un continuo movimiento, mezclándose entre, al lado, y en contra de los cuerpos, o, en un vuelo estacionario: un movimiento mientras se está detenido, como causado por una reacción casi instintiva cuando en un espacio oscuro, para extender las manos y los brazos en la oscuridad, un gesto de auto-exteriorización lo que aquí es un gesto de comunicación a lo largo de los caminos que conducen a vergas, culos, calzones Calvin, torsos, testículos, camisetas, cinturones –cada uno, partes de otros cuerpos que tocan aún otras partes, como las suyas están siendo tocadas. Un cuarto jack-off es un espacio de conexiones, extensiones y exteriorizaciones, todas movilizadas por los deseos. Y la oscuridad opera como una fuerza colectivizante crucial.

Todos los sentidos del cuerpo se activan: olores (colonia, sudor, semen…); gustos (piel, sudor, labios…); sonidos (música, quejidos, cremalleras, susurros, arrastrando los pies…); lugares de interés (rostros, músculos, pitos, ropa, gestos…). Las distinciones del Yo y del Οtro (no-Υο), adentro y afuera, son subsumidos por esta red colectivizante de múltiples deseos, cuerpos, prácticas y duraciones, que llamo jacking-off una arquitectura menor. Esta multiplicidad se efectúa mediante cálculos sencillos (y, y, y…) o de una adición continua o de una sustracción (n – 1).

Se forman grupos, un trío o cuarteto aquí y allá, o un racimo alrededor de un núcleo central [espacio de la eyaculación], abejas vibrando en un peine. Estos grupos se forman y se rompen continuamente durante toda la noche… siempre que el núcleo no disuade afuera de la participación, la acumulación puede crecer como un coral.[16]

Aunque todos los sentidos del cuerpo se activan y se involucran, no es necesario decir que la vista está en gran medida de-prioritizada, mientras no enteramente eliminando el ligue y el voyeurismo. Tal distinción entre las superficies de proyección visual, y los espacios oscuros no-representacionales está realmente construidα en un determinado bar de Nueva York, donde una pantalla de cine de tamaño de una pared divide la zona de bar y de mesa en la delantera del pequeño cuarto jack-off en el posterior (o detrás).

Una cuarto-jack off-como-arquitectura-menor es un espacio de invención, lo que Michel Foucault podría haber referido como un “laboratorio de experimentación sexual,” que aquí se articula colectivamente y a través de una serie de diferencias (tipos de cuerpo, raza, etnia, clase y edad [a veces]).[17]

 

Fig. 2: Collage (John Paul Ricco). Steam: A Quarterly Journal for Men 1:4 (Winter 1993): 23.

Es un espacio político social y sexual; un sitio de la política pos-identitaria, con un objetivo colectivo de orgasmearse.

Los grupos son mis favoritos. Cuatro o más chicos, en un círculo, risas, gruñidos, los dedos atrapados en las axilas, caras en contacto, alcanzando hacia adelante a acariciar vientres-vergas moviéndose al ritmo de su mano o de otro-brazos alrededor del uno al otro, el peso corporal inclinando muslo en muslo, una palma pesando testículos… no pasa nada si alguien se une, incluso si no es tu tipo, incluso si no lo recogerías de cualquier multitud.[18]

Como un estudiante de doctorado, de 27 años de edad, alto y delgado, llevando gafas de hilo de montura, estoy muy lejos de la encarnación de uno de los pocos tipos de cuerpos de hombres homosexuales icónicos que podría describirse como bienvenido en estos cuartos. Por el contrario (!), no sólo son mis “tipos” de cuerpos bienvenidos (es decir, un tanto musculares, más bien cuerpos juveniles sin pelo), pero también lo es el tipo de cuerpo que es el mío. En un cuarto jack-off me conecto con cuates de Puerto Rico, reinas musculares jóvenes, parejas no obstante-monógamas, chicos de cuerpo perforado, tipos pequeños, tipos grandes, chicos maricones y machos hombres… algunos de los cuales están en mi cuerpo tanto como yo estoy en lo suyo. En un cuarto jack-off, soy sólo uno de los chicos.

 

Fig. 3: Advertisement.
Steam: A Quarterly Journal for
Men 1:4 (Winter 1993): 237.

Esta articulación de los cuerpos está movilizada por la fuerza colectiva del deseo, un dispositivo o mecanismo casi tangible, a través del cual se construyen los jack-off –cuartos-como-arquitectura-menor y por el cual se operan. El deseo y el erotismo son potencialmente fuerzas de movilización y articulación enormes, capaces de abrir y vincular espacios particulares, cuerpos y prácticas, y por lo tanto comienzan a acercarse al tipo de la política activista, que muchos de nosotros estamos persiguiendo. Los cuartos jack off-como-arquitectura-menor constituyen esta vinculación de espacio, cuerpos y prácticas. Son sitios para la formulación, la implementación y la reconstitución continua de una política sexual pos-identitaria (una red diferente de identidades).

 

Señorita cosa, no hay lista de invitados esta noche![19]

Los cuartos jack-off, como rutas de escape, abren caminos de la supervivencia, la seguridad relativa, y la educación fundamental: las opciones necesarias en medio de la crisis del SIDA. Mucho de esto se facilita por la forma en que estos cuartos funcionan como “laboratorios de experimentación”, en contra-distinción a otros, como los de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CCPE) en Atlanta, una imaginativa menos-que-importante institución, científicamente investigando el VIH y el SIDA. Tras el cierre de la mayoría de los cuartos traseros, saunas, clubes de sexo gay, e incluso muchos baños públicos (como los de las estaciones de metro) a mediados de los 80, la re-apertura y la re-invención de muchos de estos espacios sexuales durante los dos últimos años, marca un cambio muy importante en las tácticas de las comunidades cuír al abordar de manera responsable los vínculos entre los comportamientos sexuales y los modos de transmisión del VIH, y para afirmar y promover activamente las formas más seguras de prácticas sexuales en estos espacios. En un reciente artículo del New York Times,[20] “clubes de sexo” (un término que homogeniza las diferencias entre bares, clubes de strippers hetero-libertinos, cuartos jack-off, tiendas de pornografía, etc.) se describen como sitios de transmisión de enfermedades “sociales”, tales como las noticias de la “proliferación” de estos clubes está destinado a indicar más de un crecimiento capitalista simple. Como era de esperar, se informa que los funcionarios de salud “pública” de Nueva York “buscan [están buscando] nuevas formas de regular el sexo como la epidemia [sic] continúa propagándose”, mediante el establecimiento de diversas estrategias de monitoreo dentro de estos clubes de sexo. “Clubes de sexo” y enfermedades “sociales” están igualmente lanzados como fuerzas incontrolables, las cuales asumen el estado de una “epidemia”. La (mal) representación habitual de dichos funcionarios “públicos” como protectores de uno necesariamente imaginario “público en general” es una vez más utilizada; un público en general (mayoría) amenazado por su propia relación no participativa de estos caldos de cultivo de enfermedades “sociales”. Los usuarios de los “clubes de sexo” son vistos como algo separado del público en general, y la preocupación por el bienestar de los primeros es retenida en gran medida por el de los últimos.

Sin embargo, estos usuarios del “club de sexo” deben diferenciarse tanto como los clubes particulares, bares o librerías que utilizan. Por ejemplo, uno puede estar seguro de que en los bares y clubes, los homosexuales estaban utilizando condones como medio de sexo seguro, hace más de tres años, a diferencia de algunos heterosexuales estúpidos en “Le Trapeze”, un club de Manhattan “sólo para parejas.” Para una ingenua periodista heterosexista como una tal Sra. Navarro, esto significa no-homosexuales y lesbianas -que, se informa, sólo “comenzaron a usar condones en grandes cantidades hace tres años.”

Dentro de un párrafo de dos reglones, Navarro distorsiona una fiesta VIH + en un club cuír, ya que argumenta que son pruebas: de relaciones sexuales sin protección, del tipo de evento que extenderá la historia de doce años de la crisis del SIDA, de “una rebelión contra las restricciones sexuales,” y de una estrategia de marketing / publicidad “para atraer a las personas infectadas con el virus”— una línea que requiere poco más para completar una lógica circular de nuevo a los otros puntos mencionados. Lo que algunos de nosotros vemos como el reconocimiento y la intervención activa en las vidas reales de los que son seropositivos, se re-alinea en su lugar como “lapsus” en formas presumiblemente más adecuadas de vivir la propia vida. Contrariamente a la historia ignorante de Navarro, los homosexuales o, en sus palabras, las personas con “preferencias sexuales que son difíciles de modificar”, no operan “en negación del riesgo del VIH,” y con un “sentido de inmortalidad.” Todo lo contrario, la mayoría de nosotros vivimos nuestras vidas de manera responsable, inteligente, de manera crítica, y afirmativamente, vidas que demuelen efectivamente historias como la de la Sra. Navarro.

Bares y clubes que patrocinan cuartos jack-off interrumpen muchas de las estrategias de la incorporación del capitalismo tardío del discurso del SIDA, las estrategias que se basan en el pánico sexual, ya que mercantilizan, tecnologizan, privatizan, y domestican a las prácticas sexuales. Las economías sexuales tardocapitalistas y actuales están tan inextricablemente unidas a veces, que es difícil separar el funcionamiento de una del de la otra.

 

Fig. 4: Advertisement.
Steam: A Quarterly Journal for
Men 1:4 (Winter 1993): 241.

Operando sin una política de puerta gravemente discriminatoria, una lista de invitados, o una carga de cubierta (si es que existe, es generalmente mínima), estos bares y clubes interrumpen una economía sexual en la que operan incluso otros establecimientos gays. Una vez a través de la puerta, condones y lubricantes gratuitos se ofrecen a menudo en lugar de los aperitivos habituales. Como Homo Xtra, de Nueva York se describe como ” políticamente incorrecto papel de fiesta totalmente sesgado”, recuerda a sus lectores acerca de un cuarto jack-off: “No se olvide de donde se puede coger con lindos chicos del East Village… gratis!”[21]

Una de las formas más dominantes en la que las economías del capitalismo tardío se han adaptado a la economía sexual actual es a través de la producción, promoción y venta de la mayor variedad de profilácticos sexuales nunca antes comercializados, con los condones en la parte superior de la lista.

El uso de los condones, sin duda, ha demostrado ser eficaz en la lucha para detener la propagación del VIH, y lo que estoy presentando aquí no debe ser tomado como una acusación. Lo que deseo poner de relieve es la forma en que muchos homosexuales han ampliado el re-empleo ya creativo e imaginativo de la promiscuidad sexual-como-sexo-seguro, como practicamos el “sexo seguro sin condones”— prácticas sexuales solamente oximorónicas si no tienes la imaginación continuamente re-ingeniosa a través de la cual la cultura cuír sigue negociando terrenos fuertemente inscritos por los discursos del SIDA. “El sexo seguro sin condones”, además de ser el título de un excelente ensayo sobre los clubes jack-off escrito por John Wagenhäuser, también puede ser entendido como una especie de lema para cuartos jack-off, junto con el “sobre mí, no en mí”, y el “J.O. solamente”. Todas estas son más señales de las formas en que estos espacios interrumpen los principales discursos, es decir, “sexo seguro con condones”, “solo diga No”, y los argumentos de la abstinencia o la monogamia sobre la experimentación y la multiplicidad.

Como insiste [Cindy] Patton, las personas homosexuales inventaron el sexo seguro. Sabíamos que las alternativas –monogamia y la abstinencia— eran inseguras, inseguras en este último caso porque la gente no se abstiene del sexo, y si usted les dice “sólo diga que no”, van a tener relaciones sexuales sin protección. Hemos sido capaces de inventar el sexo seguro porque siempre hemos sabido que [el sexo] no es, en una epidemia o no, limitado a las relaciones sexuales con penetración. Nuestra promiscuidad nos enseñó muchas cosas, no sólo acerca de los placeres del sexo, sino de la gran multiplicidad de esos placeres. Es esa preparación psíquica, esa experimentación, ese trabajo consciente de nuestra propia sexualidad que ha permitido a muchos de nosotros cambiar nuestros comportamientos sexuales, algo que las brutales “terapias de comportamiento” intentaron sin éxito durante más de un siglo de esforzarnos a hacer— muy rápido y de manera muy dramática…

Douglas Crimp, el autor de las palabras que acabamos de citar, termina ese párrafo con la afirmación de que “es nuestra promiscuidad que nos salvará”.[22] Estoy de acuerdo.

El vídeo y y la pornografía impresa, las líneas del sexo-telefónico, bares con bailarines eróticas y desnudistas, y tableros de anuncios de redes informáticas son algunas de las tecnologías y los espacios de la representación constituidas por la economía del capitalismo tardío en los últimos tiempos, en sus intentos de prosperar a partir del pánico sexual generalizado que inhibe a la gente para perseguir más directas, encarnadas, se podría decir arcaicas, formas de práctica sexual. Tomando el ejemplo de las redes de línea telefónica de fiesta, y arrojarlas contra la red de los cuartos jack-off-como-arquitectura-menor, uno es capaz de percibir las formas en que estos últimos operan en contra-distinción a los mecanismos de alta tecnología de “encuentro” sexual.

Por supuesto, comparten estructuras en red que conectan varias personas, de forma anónima y activa. Esta última condición es importante en el sentido de que las distinciones más típicas entre consumidores y productores, patrocinadores y artistas, están deconstruidos por completo, de tal manera que “los usuarios son también el espectáculo”. Esto desmonta la escena de un espectáculo, la pantalla de proyección, y la etapa de rendimiento que establece habitualmente una relación de visualización de sujeto y objeto observado, y una política de representación a menudo con base en cuartos-como-arquitectura-menor y redes telefónicas hacen espacio para la “promoción de una serie de encuentros múltiples considerados no-explotadores en virtud de resistir el modelo de la monogamia, la posesión, el compromiso”,[23] la privatización, y la domesticación (el teléfono como una tecnología de des-domesticación).

Sin embargo, las similitudes están agotadas en este punto, y se pueden citar diferencias importantes. La distinción más significativa es la forma en que los cuerpos-de-deseo en los salas-jack-off no tienen por qué gastar las tasas costosas de estar conectados a una línea telefónica. Con poco o ningún costo de entrada, el requisito de afiliación, etc., las salas-jack-off eluden en gran parte las economías de intercambio, o de pérdidas y ganancias. En una sala jack-off se vinculan los cuerpos con otros cuerpos de una manera inmediata, encarnada, libre de las tecnologías de mediación y desencarnada de las líneas telefónicas. A pesar de que los cuerpos se mueven en la oscuridad en un cuarto jack-off, no son tan ciegos para, e invisibles a, otros cuerpos, como son los que tienen receptores de teléfono colocados en sus oídos. Por último, mientras que en una sala jack-off soy parte de una multiplicidad colectiva, en una línea telefónica sigo siendo un individuo aislado.

 

 

Haciendo un alboroto major sobre los cuartos-jack-off -como-arquitectura-menor 

 

El mayo de 1992, los cuartos de jack-off en Nueva York -espacios de desterritorialización y des-domesticación, operando ausentes de estrategias representacionales- fueron efectivamente re-territorializados, re-domesticados, y mal representados por las redadas de la policia y de los medios de comunicación. Como agentes de la mayoría o del aparato de Estado (jurídico-mediático-médico), la periodista María Civiello y su camarógrafos, (en secreto) armados con equipos para la gestión y el control social, se infiltraron en un club gay y su trastienda, y filmaron la diversión. Televisando este material en Noticias 4, Civiello y su equipo no sólo distorsionan lo que vieron y registraron, intentaron transmitir una arquitectura menor en arquitecturas mayores, es decir, los enclaves homofóbicos en la zona de Nueva York, salones y dormitorios heterosexistas de familia, etc. Jugando sobre su propia pre-concepción de las “lógicas de pánico” (Singer) y las fobias sexuales de sus espectadores, Civiello en un momento dado describió “un hombre vestido retorciendo en el regazo de otro hombre, como ‘lo que podría haber sido el sexo anal’.”[24] Tanto las cámaras y las luces estroboscópicas de Noticias 4, como las tecnologías de representación, operaron durante esta redada como dispositivos de re-domesticación: re-territorialización de estas cuartos jack off-como-arquitectura-menor jack-off, por des-territorializarlos en arquitecturas mayores. No hace falta decir que estas tecnologías, una vez más, hacen que sea difícil discernir o definir donde las esferas de lo “público” y lo “privado” comienzan y terminan, ya que obligan a la necesidad de emprender el vuelo, bajar, o escapar.

 

Fig. 5: Advertisement.
Steam: A Quarterly Journal for
Men 1:4 (Winter 1993): 241.

 

* Publicado por primera vez en Steam: Un diario trimestral para hombres 1: 4 (Invierno 1993): 236-243.

 

 

Notas

[1] Por ejemplo, la colección de los ensayos, Sexuality & Space, editado por Beatriz Colomina, y publicado por Princeton Architectural Press justo habia aparecido. Colomina estaba en la Facultad de Arquitectura, donde continua enseñar hasta hoy.
[2] Douglas Crimp, “How to Have Promiscuity in an Epidemic,” October 43 (Invierno 1987). John Wagenhauser, “Safe Sex without Condoms,” en Flesh and the Word: An Anthology of Erotic Writing (Nueva York: Plume, 1992).
[3] Leo Bersani, Thoughts and Things (Chicago y Londres: Universidad de Chicago Press, 2015), 33.
[4] Ídem.
[5] Más sobre la “teoría del espacio sexual cuír,” incluyendo una teorización del ligue y del sexo anónimo y arte y arquitectura contemporánea, véanse The Logic of the Lure (Chicago y Londres: Universidad de Chicago Press, 2003).
[6] Gilles Deleuze, “Statements and Profiles,” trad. Keith W. Faulkner, Angelaki 8.3 (2003): 85-93
[7] Mosaic, uno de los primeros navegadores web gráficos, fue lanzado en 1993, con Netscape desarrollado fuera de él y lanzado en diciembre de 1994. Este último causó una explosión en la popularidad de Internet en el acceso que proporcionó a la “world wide web”. Sin embargo, en 1992, los microprocesadores más grandes para las computadoras eran de 64 bits, y éstos no se instalarían en ningún sistema informático de marca comercial hasta el 1995.
[8] Bruce Benderson, Sex and Isolation (Madison, WI: Universidad de Wisconsin Press, 2007). Samuel Delany, Times Square Red, Times Square Blue (Nueva York: New York University Press, 1996).
[9] Gilles Deleuze and Félix Guattari, Kafka: Toward a Minor Literature, trad. Dana Polan (Minneapolis: Universidad Minnesota Press, 2007).
[10] Gilles Deleuze and Félix Guattari, What is Philosophy?, trad. Hugh Tomlinson and Graham Burchell (Nueva York: Columbia University Press, 1994).
[11]Para más información sobre las “figuras impropias”, véanse los ensayos recopilados en el número de la revista Parallax que edité sobre el tema conceptual de lo “impropio”: Parallax, número 35, abril-junio de 2005. Para más información sobre la “comunidad impropia”, véanse mi libro, The Decision Between Us: art and ethics in the time of scenes (Chicago y Londres: University of Chicago Press, 2014).
[12] John Paul Ricco, “The Art of the Consummate Cruise and the Essential Risk of the Common,” Feedback, Open Humanities Press, febrero 2016:
http://openhumanitiespress.org/feedback/sexualities/the-consummate-cruise-1/ and http://openhumanitiespress.org/feedback/sexualities/the-consummate-cruise-2/
[13] Sobre el “posterior” en relación con las figuraciones de la sodomía (sexo anal y ano), cuya estructura “absurda” disloca tales “situaciones” espacio-temporales como “pre” y “post”, “antes y detrás” véanse “Lee Edelman, “Seeing Things: Representation, the scene of surveillance and the Spectacle of Gay male Sex”, en Inside / Out: Lesbian Theories, Gay Theories, ed. Diana Fuss (Nueva York: Routledge, 1991), 113. Sobre la cuestión de “tomar el pene en la mano en presencia de otros hombres igualmente comprometidos” -en lo que podríamos llamar la arquitectura mayor del “baño público” “-, véanse Lee Edelman,”Men’s Room”, en Stud: Architectures of Masculinity, ed. Joel Sanders (Nueva York: Princeton Architectural Press, 1996), 154. – Ed.]
[14] Gilles Deleuze y Felix Guattari, Kafka: Toward a Minor Literature, trad. Dana Polan (Minneapolis: Universidad de Minnesota Press, 1986), 18.
[15] David Wojnarowicz, “Losing the Form in Darkness,” en Close to the Knives: A Memoir of Disintegration (Nueva York: Vintage, 1991), 9.
[16] John Wagenhauser, “Safe Sex Without Condoms,” en Flesh & the Word, ed. John Preston (Nueva York: Plume, 1992), 272-281.
[17] Véanse, por ejemplo, Michel Foucault, “Sex, Power and the Politics of Identity” (1982), en Foucault Live: Interviews, 1961-1984, ed. Sylvère Lotringer [Nueva York: Semiotext(e), 1989], 385. —Ed.]
[18] John Wagenhauser, “Safe Sex Without Condoms,” 279-280.
[19] Estas palabras, muestreadas aquí y regularmente por los DJs en los clubes de Nueva York, otoño de 92, anuncian las políticas de puertas más no-hierárquicas y democráticas de los bares y clubes que patrocinan fiestas con cuartos jack-off. (Grabado en la pista de L’il Louis “Club Lonely”).
[20] Mireya Navarro, “In the Age of AIDS, Sex Clubs Proliferate Again,” The New York Times, viernes 5 de marzo de 1993, sec. B, pp. 1, 5.
[21] Homo Xtra, vol. 3, número. 9, 3 de marzo de 1993
[22] Douglas Crimp, “How to have Promiscuity in an Epidemic,” en AIDS: Cultural Analysis, Cultural  Activism, ed. Douglas Crimp (Cambridge: MIT Press, 1988), 237 -270. Las cursivas como en el original; el subrayar mío (John Paul Ricco).
[23] Linda Singer, Erotic Welfare: Sexual Theory and Politics in the Age of Epidemic (Londres: Routledge, 1993), 58.
[24] Robin Hardy, “A Backroom of One’s Own,” Village Voice, June 3-9, 1992: 16.

Leave a Reply