Ezcurdia, José, Cuerpo, intuición y diferencia en el pensamiento de Gilles Deleuze, México, 2017.
Partiendo del concepto de rizoma, en tanto método filosófico que Deleuze adopta a su filosofía conjunta con Guattari, ¿no sería contradictorio pensar una totalidad de la obra? ¿un carácter general? ¿una línea principal que guíe este mapa? ¿Es correcto clasificar la filosofía de Deleuze bajo un sólo concepto? ¿Podemos encontrar un carácter general al recorrer los conceptos de diferencia, intuición y cuerpo?
Según David Lapoujade:
“¿Cuál es el problema más general de la filosofía de Deleuze? El pensamiento de Deleuze no es una filosofía del acontecimiento, ni una filosofía de la inmanencia, tampoco una ontología de los flujos o de lo virtual. Demasiado sabias, la mayoría de esas definiciones suponen o prejuzgan lo que está en cuestión. Habría que partir más bien de una impresión de conjunto, a riesgo de corregirla más tarde. ¿Cuál es el rasgo definitivo de su filosofía? Lo que interesa ante todo a Deleuze son los movimientos aberrantes. La filosofía de Deleuze se presenta como una filosofía de los movimientos aberrantes o de los movimientos ‘forzados’. Constituye la tentativa más rigurosa, la más desmesurada, también la más sistemática, de inventariar los movimientos aberrantes que atraviesan la materia, la vida, el pensamiento, la naturaleza, la historia de las sociedades. Clasificar es una actividad esencial en Deleuze como actividad de distinción, pero también como actividad a la vez pedagógica y sistemática. Deleuze no cesa de distinguir y clasificar los movimientos aberrantes. Su obra, y aquella común con Guattari es como su enciclopedia”.[1]
Haciendo de los conceptos de intuición, diferencia y cuerpo, los hilos conductores que atraviesan los ensayos que componen este libro, José Ezcurdia nos regala un estudio que parece hacer un recorrido por diferentes movimientos aberrantes de la compleja obra de Gilles Deleuze. El devenir indio en el último ensayo, la brujería y la alquimia con los renacentistas, son parte de esa concepción de movimientos aberrantes. Lo que está todavía por detrás de ese concepto que Lapoujade corona en su obra es el concepto de límite. En Deleuze habría una preocupación mayor por pensar el límite, ni lo indeterminado ni lo determinado, el entre, el momento en que lo indeterminado se determina. Límite también de la consciencia y la vida, del pensamiento y del cuerpo, una de las preocupaciones que presenta el libro de Ezcurdia al trabajar con especial atención el concepto de “intuición”.
La intuición va ser el método que logra unir la vida y la consciencia, el ser y el pensamiento, va ser justamente aquella que se instaura en el límite. En la introducción, Ezcurdia ya deja claro el peso que tiene la intuición en el libro, presentando la esencial definición de intuición que Deleuze retoma de Bergson y también de Spinoza. Cito:
“La concepción de intuición como vínculo del pensamiento con la vida en tanto afirmación y progresión de la vida en el pensamiento se ha constituido en pieza fundamental de nuestros análisis de la filosofía deleuziana, que, en la propia intuición, como un vaivén entre ser y pensar, entre el cuerpo o la materia viva y el acontecimiento como libertad, tiene, quizá, una de sus divisas filosóficas capitales. La recuperación de la forma y la significación del conocimiento intuitivo en el arco del pensamiento Spinoza-Bergson ha sido la herramienta que nos ha permitido rastrear la caracterización de la filosofía deleuziana en algunos de los momentos de su rico, profundo e indomable pensamiento nómada: su ponderación de la filosofía arcaica griega, su lectura de Nietzsche y Spinoza, sus estudios sobre el Renacimiento, sus reflexiones sobre la emergencia y la potencia de lo menor así como su crítica a la modernidad, al capitalismo y a la filosofía de lo Mismo desde el marco de su concepción del devenir indio; aparecen como momentos que, toda vez que muestran su ruta posible para obtener una panorámica del pensamiento de Deleuze, buscan ahondar en el funcionamiento y la significación de las nociones de cuerpo, intuición y diferencia que recorren trasversalmente el conjunto de su producción filosófica”.[2]
Conforme uno lee el libro, siente que todos ensayos están conectados por ese triple problema cuerpo/intuición/diferencia; tenemos un recorrido por el Deleuze sin Guattari, por el Deleuze con Guattari, por las lecturas de Bergson, Spinoza, Nietzsche, Toni Negri, por los diferentes problemas que la obra de Deleuze navega, tales como el sentido, el acontecimiento, los afectos, el devenir, etc. Como debemos saber, la lectura de Deleuze es algo que siempre arrastra consigo una red de conceptos. Su método rizomático hace necesario que muchos conceptos sean entendidos casi instantáneamente, si es que esto es posible. Hay que crear varias líneas, conexiones para explicar un concepto deleuziano. Hay que enseñar diferentes perspectivas, problemas. Creo que, aunque los ensayos de ese libro parezcan fragmentados, hay una consistencia que los une, aquella que se da a partir de una explicación de los conceptos de intuición, diferencia y cuerpo.
Ezcurdia nos dice que la intuición es el método que une pensamiento y vida, pero dado el principio de inmanencia, vida y pensamiento parecen confundirse en un “pensamiento vital, o vitalista”. Así la intuición aparece definida en el capítulo “Physis e intuición en el pensamiento de Deleuze” como pensamiento mismo, nous; cito: “Cuerpo e intuición, ser y pensar, physis y nous, son los polos de una realidad en la que la intuición misma es el corazón de la materia y en la que la materia en tanto cuerpo se resuelve como horizonte productivo”.[3] Ser y pensamiento se diferencian en el mismo plano. De ahí el vitalismo y materialismo tanto de Deleuze como de Spinoza, Nietzsche y Bergson. La intuición es el nous, el pensamiento, y está directamente relacionada con la physis, con la materia viva, con la vida, con los cuerpos.
Si la intuición se confunde un tanto con el pensamiento, parece que la physis o materia viva se confunde un poco con el plano de inmanencia. Si la materia viva es también un cuerpo sin órganos, este a su vez es definido por Deleuze, en El antiEdipo, como un plano de consistencia/inmanencia del deseo, aquél que hay que construirse (a la vez que ya está dado) si no alguien se lo construirá por usted. El plano de inmanencia es de cierta manera donde serán construidos los territorios, es lo que será también llamado en Mil mesetas de Tierra.
El cuerpo sin órganos no son los cuerpos, tal vez podríamos decir que el cuerpo sin órganos es la condición para todos los cuerpos, para la organización de los cuerpos. Los cuerpos son definidos desde la perspectiva spinozista como la capacidad de afectar y ser afectado. Es un cuerpo vibrátil, un cuerpo en relación, cuerpo poroso, campos de fuerzas. El cuerpo como capacidad de afectar y ser afectado, afecta también el conocimiento, el pensamiento. El pensamiento en Deleuze es pasivo en primera instancia, tiene que ser afectado por el mundo, por las pasiones, por los cuerpos/ideas, para que se vuelva activo. El cuerpo, como José nos explica al hablar de la “Sustancia, cuerpo y amor en la filosofía de Spinoza”,
“[…] hunde su raíz en la propia Idea de Dios. Spinoza encara al platonismo en el que la noción de trascendencia escamotea al cuerpo una densidad ontológica efectiva. El cuerpo es un momento fundamental de la ontología y la epistemología spinoziana, pues se constituye como ámbito de la aprehensión de la Idea que da contenido al Entendimiento Infinito de Dios”.[4]
Es decir, el pensamiento va necesariamente pasar por el cuerpo, por los afectos. Se acaba la pretensión del conocimiento de ser más verdadero que el cuerpo.
Lo que podemos señalar acá también, retomando también las ideas de Lapoujade, es lo que podría ser llamado como un problema clásico que atraviesa todo el pensamiento de Deleuze. En el recorrido que hace Ezcurdia por estos conceptos que ha elegido trabajar de la obra de Deleuze, diferencia/intuición/cuerpo, encontramos en diferentes partes el problema clásico que Lapoujade encuentra en el pensamiento de su ex profesor: a saber, el problema del fundamento.
La trascendencia, aquella la cual combate la inmanencia, tiene que ver con la instauración de un fundamento, sea para el Ser, sea para el Pensamiento. El fundamento es en Deleuze la Ley, el Estado, el Significante, es la Mismidad, aquel elemento que salta fuera de la cadena de signos para codificar, axiomatizar, controlar ese vértigo de los flujos del sin fondo del Ser y del Pensamiento. El fundamento estratifica la Tierra, le da un cielo cuando está en las alturas o un subterráneo profundo cuando se interioriza en el yo.
Es de ahí que viene todo el énfasis en la inmanencia, como aquella que logra desfundar, traer el sin fondo del pensamiento y del Ser a la superficie, y plegarlo en esa misma superficie, evitando así las profundidades o las alturas, la exteriorización o la interiorización de un fundamento del Ser y del Pensamiento. Un espacio liso, en vez de estriado, es esa Tierra que la inmanencia trata de construir. En tanto el Ser y el pensamiento son inmanentes, se despliegan en el mismo plano, sin necesidad de emanación para que se diferencie, para que de lo indeterminando nazca la determinación, para que del caos brote lo diferente, para que las virtualidades se vuelvan actuales, para que el acontecimiento gane cuerpo. Para liberar las fuerzas vitales del pensamiento, hay que desfundar. Para advenir una nueva Tierra, hay que desterritorializar, crear líneas de fuga que adquieran la consistencia de un plano de inmanencia.
De ahí también el embate entre lo Mismo y la Diferencia, punto trabajado en ese libro, principalmente con la reflexión sobre Nietzsche y sus conceptos de Voluntad de poder y eterno retorno, en el tercer ensayo.
Esa ontología que va hasta el sin fondo, que desfunda, tiene sus pretensiones políticas. ¿Porqué alguien funda algo? ¿Cuál es la necesidad de instaurar un fundamento, de dar una razón del Ser? Deleuze nos dice que, si alguien funda, es con la pretensión de dividir lo fundado. Se funda una tierra para dividirla en propietarios. Fundar algo implica dar una razón de ser, implica dar la legitimidad al Ser y al Pensamiento. Se funda para legitimar y deslegitimar. Se funda para elegir pretendientes. Se funda para seleccionar. Se funda para distribuir. De ahí que el problema ontológico del acto de fundar sea desde el principio un problema político.
¿Cómo entonces, no fundar? ¿Quedar en el mundo esquizo? ¿En el sin sentido? No se trata de eso, y regreso a donde empecé. Se trata de estar en el medio, en el entre, en el límite, en el entre el caos y a la determinación, entre el sentido y el sin sentido, instaurarse en el mismo proceso de diferenciación. Por eso el énfasis en el verbo y no en el sujeto en el acontecimiento: Atardecer, amar, andar, pensar. Liberar las fuerzas del sujeto, del dueño de la acción. Hacer con que el acontecimiento, el sentido, las fuerzas atraviesen libremente las formas, humanas y no humanas. Para eso, es necesario todavía un cuerpo, todavía una tierra o territorio. No se trata nunca que quedar en el abismo, en el sinsentido. Sin eso, no hay creación. Pero esa Tierra y ese pueblo no son aquellos que conocemos hasta ahora en esas tierras capitalistas.
A través de la inmanencia pasamos del Ser a la política, a la ética de los cuerpos, a las multitudes como en Negri, al devenir indio necesario en el mundo. A la construcción de un nuevo pueblo. Una nueva Tierra es necesario para que un nuevo pueblo pueda ser inventado. Por eso un énfasis en la inmanencia como principio ontológico de esa filosofía.
Creo que en este libro encontramos elementos que sobran afirmando la importancia de la inmanencia en esa filosofía y en sus despliegues éticos, políticos, etc. Creo que todos estos problemas centrales de la filosofía deleuziana se pueden ver perfectamente a través del recorrido que hace Ezcurdia en estos ensayos.
Solamente para terminar, quisiera mencionar un problema sumamente interesante que Ezcurdia trabaja en un ensayo sobre la designación que Deleuze hace de Spinoza, aquella de Spinoza como el Cristo de los filósofos. Me parece muy claro ahí la importancia de la inmanencia que mencionaba anteriormente. Spinoza, el filósofo ateo, como Cristo de los filósofos. Es el mismo espanto que provoca Spinoza al empezar su gran obra con un capítulo intitulado “De Dios”. ¿Por qué un ateo empieza su obra con el nombre de Dios? Como dice el mismo Deleuze en una de sus clases sobre Spinoza, es desde adentro del concepto que se subvierte, es la propia perversión de la filosofía. Para no repetir las palabras de José en su libro, y así también invitarles a que lean estas interesantes páginas, dejo otra reflexión sobre el tema que resuena en mucho con estos escritos, pero que son fragmentos de una entrevista inventada que Luiz Orlandi, filósofo brasileño, se imagina haciendo a Deleuze. Cito para terminar esa reseña, invitando a todos a la lectura de esa nueva herramienta conceptual que nos regala el profesor Ezcurdia:
“Orlandi: ¿Recuerde que, al pensar principalmente en el prodigioso libro V de la Ética, usted dice que Spinoza es el príncipe de los filósofos? ¿Por qué tan sencillo homenaje?
Deleuze: Usted ha de convenir en que, si fuera posible contar una historia de la filosofía desde el punto de vista de la instauración de un plano de inmanencia, Spinoza sería el responsable por el momento de mayor radicalidad.
Orlandi: Sí, ¿Pero por qué príncipe?
Deleuze: Muy simple: cuando digo príncipe no estoy pensando en la jerarquía que, por un lado, lo sometería a un rey transcendente y, por el otro, lo sobrepondría como transcendente a subalternos. La jerarquía que me atrae no es de ese tipo, dependiente de relaciones entre clases o entre posiciones de mando. La jerarquía que me atrae es la del juego de las singularidades, y de la distribución de las diferencias en correspondencia con problemas, los cuales participan como más o menos ordinarios o notables. Por eso pienso que Spinoza es el príncipe de los filósofos en el mejor sentido de la palabra príncipe: aquel que es el más notable en talento o en otras calidades. Pero rigurosamente, él es el príncipe, porque sabía plenamente que la inmanencia pertenecía solamente a sí misma, siendo ella un plano recorrido por los movimientos del infinito, llenado por las coordinadas intensivas. Príncipe por no haber tenido ningún compromiso con la transcendencia, por haber encontrado la libertad tan sólo en la inmanencia. Como ese príncipe llenó la suposición pre filosófica de la filosofía, sus propios conceptos de sustancia y de modos es que se remiten al plano de inmanencia como a su presupuesto.
Orlandi: ¡Eso es vertiginoso! [Así proferí esa exclamación; sentí que ella vino de una frase con la que Bento Prado Júnior expresó su admiración por la obra ¿Qué es la filosofía? de Deleuze y Guattari: Lo que este libro nos ofrece es la comprensión de lo que hay de vertiginoso en la filosofía –pero también, y siguiendo el mismo movimiento de pensamiento, de lo que hay de vertiginoso en las ciencias y en el arte].
Deleuze: Presupuesto vertiginoso, estoy de acuerdo, pues la doble faceta de este plano de inmanencia se dice como potencia de ser y potencia de pensar. Ahí está el vértigo de la inmanencia, verdadero desafío de la inspiración spinozista. La cuestión es saber si llegaremos a estar maduros para ella”.[5]
Bibliografía
- Ezcurdía, José, Cuerpo, intuición y diferencia en el pensamiento de Gilles Deleuze, México, 2017.
- Lapoujade, David, Deleuze, los movimientos aberrantes, Buenos Aires, Cactus, 2016.
- Orlandi, Luiz, “Conversación de Luiz Orlandi y Gilles Deleuze” en Reflexiones marginales, número especial Dossier Gilles Deleuze bilingüe portugués-español, año 6, 2016.
Notas
[1] David Lapoujade, Deleuze, los movimientos aberrantes, p. 11.
[2] José Ezcurdia, Cuerpo, intuición y diferencia en el pensamiento de Gilles Deleuze, pp. 18-19.
[3] ibíd., p. 22.
[4] ibíd., p. 75.
[5] Luiz Orlandi, “Conversación de Luiz Orlandi y Gilles Deleuze”, Reflexiones marginales, revista electrónica sin paginación.
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