Nozick frente a Dussel: una posible lectura de conciliación política

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Nozick frente a Dussel: una posible lectura de conciliación política

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porque son la lavadura.
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con toda su sabrosura;
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que come con amargura.
Caramba y zamba la cosa ¡Que viva la literatura!
Violeta Parra

 

Resumen 

En el presente texto se reflexiona en torno a las posiciones político-filosóficas de dos de los pensadores más importantes del s. XX: Robert Nozick y Enrique Dussel. Tras analizar las nociones medulares que estructuran dos de sus más importantes trabajos (Anarquía, Estado y utopía y 20 tesis sobre política), proponemos una serie de semejanzas y puntos de choque que, en conjunto, nos ayudan a formular una propuesta de acercamiento a nuestra realidad presente.

Palabras clave: estado mínimo, voluntad de vivir, dominio, contrato social, Nozick, Dussel.

 

Abstract

The present article deals with the political and philosophical positions of two of the most important thinkers of the 20th century: Robert Nozick and Enrique Dussel. After showing the main concepts of Anarchy, State, and Utopia (Nozick) and 20 tesis sobre política (Dussel), we present some affinities and contrasts between both of their positions in order to achieve a better understanding of our own present.

Keywords: Minimal state, will of living, domain, social contract, Nozick, Dussel.

 

El estudio filosófico del quehacer y la teoría política invita por sí mismo al diálogo abierto, crítico y contextualizado entre distintas tradiciones. Hemos aceptado la invitación con la humilde disposición de comprender mejor nuestro acontecer político. Los criterios de selección responden, a lo sumo, a una necesidad de entender lo político a partir de la filosofía y analizar los sistemas que regulan los ejes del acontecer político en México. La incidencia del llamado liberalismo norteamericano, así como su descontextualización en América Latina son claves en nuestro análisis.

En el presente ensayo nos proponemos establecer un diálogo entre el pensamiento de Robert Nozick y el de Enrique Dussel. Del primero nos interesa específicamente Anarquía, Estado y utopía y del segundo 20 tesis de política. Este trabajo consta de tres partes: un esbozo crítico de la noción de Estado Mínimo en Nozick, un acercamiento a las principales tesis políticas de Dussel y una posible confrontación.

Entre la anarquía y la utopía

Parece que entre los más significativos pensadores sajones hay una cierta predisposición epistémica respecto al acontecer social. La situación geográfica, religiosa y cultural pueden darnos una posible respuesta a un problema que sin duda espera solución: ¿la tradición teórico-política del neoliberalismo es de suyo excluyente? Para comprender mejor el pensamiento de Nozick y, a su vez, acercarnos a la pregunta mentada, resulta pertinente, entonces, contextualizar la tradición anglosajona.

VG VENUGOPAL, “UTOPIA”

Lo primero que hay que notar es que esta tradición suele partir, en sus reflexiones teórico-políticas, de un supuesto “estado de naturaleza”. No es extraño, entonces, que las confrontaciones más recurrentes al interior de escuelas como Oxford, Princeton o Harvard giren en torno a divergencias conceptuales sobre este “estado de naturaleza” del hombre que, recordemos, encuentra dos de sus más importantes manifestaciones tanto en el homo homini lupus de Hobbes como en las nociones naturalistas de “libertad” e “igualdad” tal y como fueron planteadas por Locke.

Lo primero que hay que notar es que esta tradición, suele partir, en sus reflexiones teórico-políticas, de un supuesto «estado de naturaleza». No es extraño, entonces, que las confrontaciones más recurrentes al interior de escuelas como Oxford, Princeton o Harvard giren en torno a divergencias conceptuales sobre este «estado de naturaleza» del hombre, que, recordemos, encuentra dos de sus más importantes manifestaciones tanto en el homo homini lupus de Hobbes como en las nociones naturalistas de «libertad» e «igualdad» tal y como fueron planteadas por Locke.

Pues bien, el autor de Anarchy, State and Utopia es heredero de esta historia. La base de su análisis político reposa en este supuesto estado primigenio. La idea de «anarquía» responde a una conciliación entre el deseo individualista, antisocial, del homo homini lupus hobbesiano, el naturismo liberalista de Locke[1] y una visión radicalmente pragmática de la economía. De esta forma, la anarquía es la condición de posibilidad para el Estado. El proceso de construcción del Estado, en Nozick, implica una forma natural anárquica que genera, sin necesidad de violar derecho individual alguno, las condiciones necesarias para lo que llama «Minimal State».[2] En sus palabras: «Frente a esta afirmación sostengo que el Estado surgiría de la anarquía (tal y como es representada en el estado de naturaleza de Locke), aunque nadie intentara esto ni tratara de provocarlo».[3

Para este autor, la incidencia de la economía en el acontecer político ya es trazada desde los principios del liberalismo. El paso de un contrato social con fundamento en lo humano a un contrato social con fundamento en el dinero será uno de los ejes que regulen el movimiento del neoliberalismo. Este último acontecer cancela cualquier tipo de acuerdo o de contrato. Se parte de un supuesto económico: la deidificación del dinero. Si bien es cierto que Locke da cierta relacionalidad al componente crematístico, Nozick le calificará de estulto en materia económica.

“¿Estaba Locke equivocado al imaginar un contrato necesario para establecer la sociedad civil? Equivocado como cuando pensaba (secs. 46, 47, 50) que un «acuerdo» o «consentimiento mutuo» era necesario para establecer la «invención del dinero».”[4]

Una radical pragmática, herencia analítica positivista, y una deidificación crematística inundan la construcción del Minimal State. La defensa del derecho individual respecto a los atentados del Estado regula el paso de la Asociación de Protección Mutua a la Asociación de Protección Dominante. Si concedemos que los derechos básicos (naturales) nos hablan y tienen por objeto fundamental, la vida, la libertad y la propiedad, el ser dueño de uno mismo y de sus posesiones resulta no sólo una filantropía individualista sino (y esto es lo radical en Nozick) una ontología economizada. En otras palabras, el dinero determina el modo de ser con el otro, el componente crematístico en tanto relación de poder determina el ser con el próximo. Tomando esto en cuenta, no ha de extrañarnos por qué, para este autor, la caridad es, de suyo, inmoral.

Paralelamente, Nozick mostrará un profundo rechazo por el llamado «principio de imparcialidad» de la tradición Rawls-Hart y afirmará que su rechazo puede explicarse perfectamente en los marcos de la noción misma de «obligación». A partir de hacer valer los costos y las pérdidas, el autor determinará que no hay ninguna relación de derecho en el bien desinteresado (económicamente) o, en sus propias palabras, «Uno no puede, cualquier cosa que sea lo que se proponga, actuar simplemente en forma que dé beneficios a las personas y después exigir (o forzar) el pago. Tampoco un grupo de personas puede hacer esto».[5] Esta relacionalidad a partir de la economía cancela radicalmente cualquier tipo de deuda pública ya sea moral, espiritual o vivencia, ni con la comunidad, ni con la sociedad, ni con la cultura; mucho menos con el universo. Respecto a los derechos procesales o «deudas históricas», obviamente, Nozick responderá desde los mismos supuestos.

Los límites del Minimal State son precisos. La asociación dominante única no puede generar derechos a partir de la combinación de los derechos individuales preestablecidos. Ante el derecho general de defensa contra procedimientos que no sean confiables o injustos, la Asociación de Protección Dominante determinará y sancionará cualquier intento de aplicación del derecho contra la misma. No existen derechos particulares al Estado, «Sin embargo, su fuerza la conduce a ser el único agente que actúa rebasando los límites para imponer un derecho particular».[6] Esto para el autor cumple con el requisito de monopolio de fuerza en un territorio dado y la protección de los derechos de cualquiera en dicho territorio. Así, Nozick llega a la conclusión de que la Asociación de Protección Dominante es propiamente un Estado, mínimo, pero Estado, a fin de cuentas, que «será capaz, sin sanción, de aplicar aquello que estima correcto. Su poder la hace árbitro de lo correcto».[7]

UMBERTO BOCCIONI, “RIOT AT THE GALLERIA”

La utopía emerge, precisamente, de la necesidad de la tradición de un fundamento mínimo. Si bien apunta el autor que, al abordar la teoría utópica, en buena medida los fines son retóricos,[8] la salvación de ésta respecto a las pretensiones de los llamados visionarios es el Minimal State. De hecho, es el Estado Mínimo «el que mejor realiza las aspiraciones utópicas de incontables soñadores y visionarios. Conserva lo que todos podemos conservar de la tradición utópica y abre el resto de la tradición a nuestras aspiraciones individuales».[9]

Pues bien, el Estado Mínimo está delineado y sin riesgo de caer en absurdos, frente a este panorama sugerimos una confrontación analéctica entre las distintas delegaciones del poder al interior de la tradición política anglosajona: el poder absoluto del soberano → El poder absoluto ejecutivo, legislativo y federativo → El poder absoluto crematístico. En otros términos: Hobbes, Locke, Nozick.

 

Seis tesis fundamentales para comprender la política

Parece que, entre los más significativos pensadores no eurocentristas, analécticamente a la primera tradición abordada, hay una predisposición epistémica con respecto al acontecer social. La misma contextualización en el primer apartado es pertinente en este caso. El problema es, sin embargo, completamente opuesto: ¿la tradición religioso-política de la «teología de la liberación» es de suyo incluyente? Resulta claro que, en el segundo caso, una respuesta afirmativa ofrece una solución más plena al reto del presente siglo.

De las veinte tesis ofrecidas por el maestro Dussel (2006), pondremos en juego tan sólo la primera: «La corrupción de lo político. El “campo político”. Lo público y lo privado». El poder político de la comunidad como potentia; el poder institucional como potestas; el poder obediencial; fetichización del poder y la trasformación de las instituciones de la esfera de la factibilidad, ¿disolución del Estado? No: liberación.[10]

La primera tesis refiere a lo sumo a una característica inherente a lo político. La corrupción es entendida como distorsión de una función esencial.[11] El campo refiere a la vida cotidiana, un campo práctico de interacciones que se acerca más al «pensamiento complejo» (à la Morin) que a un estructuralismo; más a un ser vivo que a una máquina. Aunque la noción dual «público-privado»,[12] responde al criterio clásico, el esbozo filológico de lo público deja abierto algún espectro interpretativo.[13]

En resonancia directa con la tesis del poder institucional como potestas (segunda tesis[14]) aparece el leit motive dusseliano. La potentia, entendida como el poder político de la comunidad, alcanza tres tesituras fundamentales: la voluntad-de-vivir, el consenso racional y la factibilidad del poder.

FREDERIC A. CHAPMAN, “RAISING THE LIBERTY POLE”

La voluntad-de-vivir es formulada, en principio, en radical enfrentamiento contra el eurocentrismo necrofílico heideggeriano. El ser-para-la-muerte da un giro completo hacia un vitalismo comunitario: «La voluntad-de-vida es la tendencia originaria de todos los seres humanos —corrigiendo la expresión trágica de A. Schopenhauer, la dominadora tendencia de “voluntad-de-poder” de Nietzsche o de M. Heidegger».[15] La voluntad nos arroja a postergar la muerte inexorable. Esta sencilla tendencia hace de la política un acontecer que regula y genera la vida de todos sus integrantes, siguiendo a Rousseau, como el propio Dussel señala, de forma más radical y precisa en tanto «voluntad general».[16] El «consenso» racional[17] refiere a una razón práctico-discursiva, al poder de comunicación que cualquier comunidad posee intrínsecamente. La factibilidad estratégica responde a la acción empírica del poder, de modo que, al final, la potentia regula todos los sistemas estructurales de lo político.

El movimiento ontológico del poder está regulado por las tesis dos y tres. El ser del ente, en tanto poder, camina del Sein al Dasein a partir de la delegación. La potentia como fuente de todo poder, informa, configura, la potestas. El poder institucional es informado a partir del primer movimiento ontológico. Es decir, el ser del ente de poder deviene en un ser-ahí del ente en tanto poder. Vayamos al texto: «El ser deviene del ente, y entra a la historia de la justicia y sus opuestos».[18] Es pertinente señalar que este leit motive dusseliano ofrece dos claves de posibilidad. La positiva está determinada por el poder obediencial, la negativa por el poder fetichizado.

Ahora bien, si el paso de la potentia a la potestas está determinado por la delegación, esto implica una actualización del poder. No en sentido aristotélico como potencia-acto, sino más bien en el sentido del ser es posibilidad. La potentia es la posibilidad del ser de devenir en la historia y es precisamente aquí donde la delegación en tanto totalidad participa a su vez tanto de la potentia inicial (Sein) como de la potestas actualizada (Dasein).

La cuarta tesis abarca una de las nociones más recurridas en la tradición judeocristiana: saber escuchar al Otro, el Otro que, en la mayoría de los casos, nos habla en el silencio. Esta consigna ha resultado para el autor en una de las formas clave del poder. La obediencia, a saber, del latín ob-tener algo adelante y audere-escuchar, resulta precisa al modelar el poder una vez delegado de forma positiva. «El poder obediencial sería así el ejercicio delegado del poder de toda autoridad que cumple con la pretensión política de justicia».[19] Baste poner como ejemplo la referencia bíblica que sugiere el autor, (Mateo 10, 43-44 y nos atrevemos a sugerir hasta 45), su uso resulta un claro ejemplo del quehacer político judeocristiano. La obediencia no sólo es un pilar de sabiduría en tanto escucha, sino uno de los ejes que regulan el acontecer del ser del ente de poder en relación con el Otro.

No es en absoluto coto vedado el profundo conocimiento del Dussel respecto a Marx. Pues bien, la quinta tesis retoma la noción de «fetiche» del joven descendiente de rabinos judíos de Tréveris. Como bien lo apunta el autor, la palabra «fetichismo» viene del portugués fetico-hecho, es decir, lo hecho por la mano de los hombres. «Fetichismo e idolatría es semejante. Es un hacer “dioses” como producto de la imaginación dominadora del ser humano; dioses “hechos”, que luego se los adora como lo divino, lo absoluto, lo que origina el resto».[20] El fetichismo del poder resulta una inversión, en sentido de cambio contrario total, de la potestas. En otras palabras, el delegado responde no a la voluntad general sino a la imagen tautológica del sí mismo, o, en las palabras de Marx refiriéndose a la cosificación de la persona, a partir de la fetichización del componente crematístico: «Volvemos a encontrar aquí la inversión de los términos que, al estudiar la esencia del dinero, hemos calificado como el fetichismo de la mercancía»).[21] Así pues, el fetichismo resulta una tergiversación de los movimientos esenciales del poder, ocultando el movimiento real del devenir político.

“Fetichismo es esta inversión espectral: lo fundado aparece como fundamento y el fundamento como fundado. Este es el “misterio fetichista del capital”, es decir, un modo de ocultamiento que distorsiona la interpretación, el conocimiento de la realidad invirtiéndola.”.[22]

La última tesis dusseliana que abordaremos refiere a la disolución del Estado,[23] si bien es cierto que el autor da justo lugar a la factibilidad del poder en tanto institución, la historia nos ha mostrado que éstas también se fetichizan, por lo que, una constante observación crítica del Estado nos llevaría a una permanente disolución-renovación modelada conforme a las necesidades de la comunidad política, es decir, del pueblo.

A partir del desmesurado avance de los medios de telecomunicación, la intervención del pueblo en el acontecer político puede ser no sólo más rápida sino más plausible en tanto participación. El autor sugiere la idea de un «Estado Virtual»[24] en un tono más sintomático que filosófico. En cambio, la participación como fuente de la liberación está en una tesitura de praxis de la liberación, ante un contexto excluyente y opresor. No es, pues, un obtener libertad con, sino un, liberarse de, en tanto proceso. Proceso de liberación, no libertad.

 

Confrontación y conciliación

Proponemos una noción para regular el diálogo entre ambos pensadores: comunidad actual. Es decir, partimos de un supuesto comunitario no nacionalista que subsuma el acontecer social planetario en el presente entendido como ahora. Para entender lo público en el ahora, es necesario tomar en cuenta no sólo al prójimo cercano, sino a la totalidad del ser del ente político al interior de un modelo de historicidad no lineal. El acontecer político, ya sea de México, Camboya o Australia, no puede simplemente deslindarse de los movimientos sociales próximos en una dimensión más incluyente que abrace una totalidad, no en sentido utópico sino en sentido vivencial (seres vivos en un planeta).

Si bien es cierto, como apunta Chomsky, que los medios de «comunicación masiva» no alcanzan el grado prístino de la Comunicación Humana, la relación informática de los que compartimos la vida en este planeta, cada día es más contundente, nos orilla a reconsideración del campo de lo público-privado de forma más incluyente. Es decir, no sólo son «públicas» las elecciones de un Estado Nación determinado, sino las inter-relaciones con los otros. La guerra religiosa contra Irak nos incluye a pesar de no ser protestantes o musulmanes. La guerra es de todos, por ejemplo.

Esta sencilla disposición contextualiza tanto a Nozick como a Dussel en una plataforma común, la cual inunda el acontecer político en el México de ahora. La estrecha relación, no sólo geográfica sino cultural, entre México y Estados Unidos, se cristaliza cuando intentamos atrapar el fenómeno político. Esta división sólo puede ofrecer confusión y ambigüedad. El diálogo entre nuestros autores va más allá de cualquier forma de dialéctica reduccionista, si bien es cierto que Dussel califica de «anarquismo de derecha»[25] la concepción de Nozick en tanto «Estado Mínimo» y que Nozick descalifica radicalmente cualquier lectura positiva de Marx[26] en tanto compromiso histórico con el pueblo. Sugerimos así una lectura ambidiestra, es decir, con pleno dominio de la izquierda y de la derecha.

HORACE VERNET, “BARRICADE RUE SOUFFLOT”

La vida, el derecho-voluntad a la vida, es un punto de encuentro entre nuestros autores. Las divergencias están zanjadas por las nociones de voluntad y derecho. Nozick concedería a Dussel que la vida es fundamento del acontecer social en tanto derecho natural de todo individuo, mas no como voluntad y mucho menos como voluntad común. Por el otro lado, Dussel concedería a Nozick que la vida es un derecho individual, pero agregaría las categorías de comunidad y voluntad.

La distancia se hace más radical cuando contraponemos las instancias mínimas que los autores modelan. A la derecha tenemos que lo mínimo que ha de garantizarse a un miembro de la comunidad es la voluntad de poder sobre sí mismo y sus respectivas posesiones, un atentado, ya sea interno o externo, contra este mínimo derecho es para Nozick síntoma de no-eficacia de cualquier Asociación de Protección Dominante, por lo cual debe ser remplazada por una que lo garantice. Una profunda lógica binaria regula esto. Es decir, la relación oferta-demanda. La misma que domina la optimización del Minimal State.

A la izquierda tenemos que lo mínimo que ha de garantizarse son la condiciones para el buen desarrollo de lo que Dussel llama «voluntad-de-vivir». Para Dussel, lo básico y común radica en ésta. El poder de posesión resulta superfluo ante una urgencia tan radical como la de postergar la muerte. Esta condición social marca una distancia abismal entre nuestros autores. Dussel no estaría dispuesto a conceder el Estado Primigenio de Anarquía con claras reminiscencias del homo honini lupus hobbesiano. No. La voluntad-de-vivir nos hermana, nos hace trabajar en conjunto, podemos optimizar (en términos de Nozick) las condiciones de vida en conjunto, desde cazar un mamut hasta sobrevivir a la Shoah. Si funcionamos mejor en conjunto debemos actuar en conjunto. Ni la libertad codificada (Nozick) ni la propiedad tienen primacía política ante tal fundamento.

Por el otro lado, Nozick no concedería la potentia como fundadora ni de la potestas ni de ningún acontecer fuera de lo individual. En dado caso que existiera algo como el poder del pueblo (potentia) éste sólo debería garantizar la protección del derecho individual en tanto Asociación de Protección Dominante. Respecto al consenso racional como fundador de los acuerdos sociales, Nozick sólo concedería aquellos acuerdos, racionales o no-racionales, que garanticen la dialéctica oferta-demanda. Es decir, si el mejor postor demuestra que su acuerdo sea cual sea optimiza el derecho de propiedad sobre uno mismo y sus pertenencias, bienvenido sea. Esto, paradójicamente, da cabida a un pensamiento marginal, si llevamos hasta sus últimas consecuencias la teoría de Nozick, al marxismo tan sólo le falta un buen promotor de ventas.

Dussel perfectamente concedería a Nozick que el acontecer económico, en tanto campo, se encuentra estrechamente relacionado a la política, no obstante, marca con mucha precisión cuáles son sus relaciones y, a diferencia de lo que ocurre en el caso del segundo, éstas no son en ningún momento fundadoras. Agregaría, además, plausiblemente, que existen diversos modelos económicos que no sólo difieren del presupuesto por Nozick, sino le superan: «No hay que confundir el campo económico con el sistema económico capitalista, uno de los posibles, finito y que, necesariamente, tendrá un final y será remplazado por otros más eficaces para la sobrevivencia de la Humanidad»[27]. La pertinencia de pensar el acontecer político en términos económicos está regulada por una fetichización del poder en su modalidad de voluntad-de-poder-dominadora, en tanto condición de poder social crematística. Si el papel del componente crematístico al interior de cualquier Asociación de Protección Dominante, sea Estado Mínimo o no, deviene en una sacralización, el ser del ente de poder se deforma. En otras palabras, para Dussel, una ontología economizada es el non plus ultra de la fetichización del poder.

Precisamente aquí están las más profundas diferencias teóricas entre nuestros autores. El primero parte de un posible sistema de economía como fundamento de lo social y el otro parte de una milenaria ética como fundamento de este. Pues bien, las incompatibilidades teóricas saltan a la vista. Por un lado: deuda, igualdad, libertad, privatización, utopía, mercado de competencia. Y por el otro: obediencia, alteridad, liberación, delegación, proceso de liberación, noble oficio.

Tomemos, por ejemplo, la primera de las nociones contrarias: deuda-obediencia. Desde la plataforma de pensamiento que nos ofrece Nozick, resulta totalmente absurdo pensar en una obediencia a cualquier ente que no sea el inself, cualquier saber escuchar, al estilo de Dussel, tendría que pasar primero por el tamiz del derecho de la «voluntad de poder» sobre uno mismo y sus pertenencias y sólo en un segundo momento, si se garantiza algún tipo de ganancia, podría tener lugar la obediencia a otro. En cambio, la noción de deuda desde la plataforma de Dussel va más allá de lo puramente económico: la deuda histórica con pueblos al margen, resulta no sólo un giro de la política sino una fuente de dignificación del noble oficio de la política.

Quizá podamos acercarnos con mayor acierto a estas ideas si tomamos prestados algunos elementos de la Teoría de Conjuntos. Teóricamente hablando, el conjunto Dussel, incluye al subconjunto Nozick. El subconjunto Nozick no incluye, sin embargo, al conjunto Dussel. Esto es, el pensamiento implícito en la filosofía política de Nozick es de suyo excluyente, en cambio, el pensamiento implícito en la filosofía política de Enrique Dussel es incluyente.

Una lectura del acontecer político desde la comunidad actual esboza la conciliación de los contrarios. La preocupación filosófica por el Estado y sus respectivas soluciones, responden no sólo a una necesidad de entender la política sino a una profunda decepción del Estado actual. Tanto el Minimal State como la disolución del Estado presuponen dicha decepción. Las formas políticas hasta ahora conocidas no regulan cabalmente el ser del ente de poder en relación con el próximo.

Tanto Nozick como Dussel contemplan y asumen una apertura al diálogo fundada en una intención de ayudar. Refiriéndose a Anarquía, estado y utopía y en el sentido de lo antes expuesto, Nozick afirma: «Quizá este ensayo estimule a otros a ayudar».[28] Y vaya que ha estimulado. ¿A qué? A la transformación del ideal de la revolución francesa: ¡Igualdad, Fraternidad, Libertad!, a su suplantación y resignificación en aras del no menos poderoso «¡Alteridad, Solidaridad, Liberación!»,[29] de igual forma responde a un profundo compromiso de la filosofía con la política. Si la filosofía no ayuda, no es filosofía, y los dos autores, por lo menos intencionalmente, responden al llamado de un mundo que necesita ser ayudado.

 

Bibliografía

  1. Dussel, Enrique, 20 tesis de filosofía política, Siglo XXI, México, 2006.
  2. Marx, Karl, Obras fundamentales, Vol. 1, Fondo de Cultura Económica, México, 1982.
  3. Nozick, Robert, Anarquía, estado y utopía, Fondo de Cultura Económica, México, 1988.
  4. Rawls, John, Teoría de la justicia, Fondo de Cultura Económica, México, 1979.
  5. Vallentyne, Peter, “Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia” en The Twentieth Century: Quine and After (John Shand ed.), Peter Vallentyne, Acumen Publishing, 2006, pp. 86-103.

 

Notas

[1] En esta retrodiscursividad entrarán en juego Herbert Hart y John Rawls, de forma negativa en tanto principle of fairness y justicia distributiva respectivamente.
[2] Mírese también, para este tema, Vallentyne, “Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia”, ed. cit., p. 10.
[3] Nozick, Anarquía, estado y utopía, ed. cit., p. 8).
[4] Ibid., p. 30. Énfasis nuestro.
[5] Dussel, 20 tesis de filosofía política, ed. cit., p. 100.
[6] Nozick, op.cit., p. 113.
[7] Ibid., p. 121.
[8] Cfr. Para este punto, el prefacio que el mismo Nozick, op.cit, hace para su texto.
[9] Nozick, op.cit., p. 319.
[10] Los criterios de selección son netamente dialógicos.
[11] Dussel, op.cit., p. 13.
[12] Ibid., p. 19.
[13] Que, como veremos más adelante, resulta fundamental para acceder a la noción de comunidad actual. Véase para ello, dentro del propio texto de Dussel ahora analizado, p. 19, n. 12.
[14] Dussel, op.cit., pp. 23-28.
[15] Ibid., p. 23. Énfasis nuestro: nótese la expresión frente a la ironía de Nozick al referirse a Locke.
[16] Ibid., p. 41.
[17] Ibid., p. 25 y ss.
[18] Ibid., p. 30.
[19] Ibid., p. 37.
[20] Ibid., p. 40.
[21] apud ibid., p. 41. El texto original proviene del texto «Personifisierung der Sache und Versachlichung der Person» (Segunda redacción de El capital, 1861-1863), 1980, p. 363.
[22] Ibid., p. 42. Es pertinente mencionar que, para este autor, la fetichización del poder puede tener siete derivaciones: fetichización como voluntad-de-poder-dominadora; fetichización autorreferencial, fetichización recompensativa, fetichización burocrática en tanto élite política, fetichización tribal al interior de los partidos (corrientes, divergencias, candidatos, etc.), fetichización popular y fetichización nacional.
[23] Dussel, op.cit., pp. 151-159.
[24] Ibid., p. 153.
[25] Ibid., p. 59.
[26] Nozick, op.cit., pp. 246-254.
[27] Dussel, op.cit., p. 60.
[28] Marx, Obras fundamentales. Volumen I, ed.cit., p. 11.
[29] Dussel, op.cit., p. 158.

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