¿Y no son las cosas más perfectas las menos sujetas
a transformaciones o alteraciones causadas por un agente externo?
Platón
No sabemos qué nos produce contento ni por qué reímos.
Sigmund Freud
Resumen
El artículo contrasta a Platón y Freud a través de dos conceptos fundamentales en cada uno: Polis y Witz (chiste). Se señalan las diferencias y relaciones en torno al trabajo de cada uno sobre el “sentido”, y cómo este permite sostener los conceptos de Polis y Witz. Se muestra que el concepto de Polis en Platón implica escenarios ideales construidos por la idea de un “sentido” estable y trascendental, y que es sobre esa base que se sostiene el mundo de lo público; mientras en Freud el Witz implica la caída de ese sentido ideal por vía del aparecimiento de un “sin sentido” que moviliza el sentido, haciendo aparecer sentidos inesperados y trasgresores que trastocan el orden público a través de las argucias del inconsciente.
Palabras clave: Platón, polis, sentido, Freud, chiste, sinsentido.
Abstract
This article compares Plato and Freud through two fundamental concepts in each one: Polis and Witz (joke). It seeks to point out the differences and relationships around the work of each one about “sense”, and how this allows supporting the concepts of Polis and Witz. The article seeks to point out that the concept of Polis in Plato implies ideal scenarios constructed by the idea of a unique, stable and transcendental “sense”, and that this is the basis of the public life; while in Freud the Witz implies the fall of that ideal sense through the appearance of a “nonsense” that mobilizes the meaning, making appear unexpected and transgressing senses that disrupt the order of the public life through the tricks of the unconscious.
Keywords: Plato, polis, sense, Freud, joke, nonsense.
La Polis y su escenario
El escenario escrito por Platón a modo de diálogo en La República construye una escenificación en la que los personajes, entre ellos Sócrates, el más importante, entran en una acalorada discusión alrededor de las directrices y principios que se deben tomar en cuenta para construir una ciudad (polis) —ciudad-estado para los griegos— de tal modo que las relaciones entre individuos, y del gobierno con ellos, respondan a esos preceptos. Un empedernido debate, relatado por Platón, en el que personajes como Polemarco, Tisias, Eutidemo, Glaucón, entre otros, preguntan y responden a Sócrates sobre cómo construir y sostener eso que en lengua latina se traduciría como Res publica: la red de la vida pública, el orden de la comunidad política. Para ello, la luz es un recurso figurativo que ensalza la razón, la inteligencia y el amor por el saber. La luz señala el camino por el cual transitar y se convierte en la meta; mientras la oscuridad, lo tenue y lleno de sombras se vuelve lo temible, lo que se debe controlar y la antípoda de la atmósfera de sosiego que la luz provee. La luz de la inteligencia en la vida de vigilia es la que orienta, mientras la sombra es sinónimo de extravío y engaño.
En medio del diálogo, el «mito de la ‘caverna’»[1] señala que hay luz, pero también sombras. La vida en común de la polis debe estar regida por la virtud moral y la inteligencia razonable de los individuos, por su disponibilidad a llevar y compartir una vida sana, cuidadosa del cuerpo y del alma, así como cultivadora de un régimen de vida enaltecido por el conocimiento de lo Justo, lo Bueno y lo Bello. Sólo la luz de la razón puede reconocer la idea de Justicia, de la Bondad necesaria para la convivencia y de la Belleza que sólo determinadas artes, como la música, pueden desarrollar en tanto orientadas por la armonía del conjunto sonoro y el orden al que invita. Si se tratara de una pintura, debiéramos imaginar a la ciudad pintada por un claroscuro que acentúa los puntos de claridad en detrimento de las sombras. Sin embargo, estas últimas también componen el cuadro, pero su alcance en el diálogo es reducido y remitido a ese borde que debe ser evitado, expulsado. A la claridad se la coteja con la capacidad de discernimiento que todo humano posee para diferenciar lo verdadero de lo falso, lo verdadero de lo aparente. Siendo esa discreción virtuosa la que dicte el ordenamiento y los valores a seguir en la vida pública.
El carruaje de la polis debe ser empujada por los caballos pertenecientes al mundo de ‘lo verdadero’, hecho con la pureza del discernimiento. No así el mundo falso, que sólo alcanza a las apariencias y no las ideas ‘puras’ de ‘lo que es’ lo Justo, el Bien y la Belleza. Mundo de lo falso correlativo a la ficción donde otros caballos[2] antes habían definido los orígenes del espíritu helénico y sus relatos épicos como creaciones míticas, alimentadas sólo por el genio literario y poético, y no por la sesudez de la razón. La luz figura en el diálogo platónico, la lumbre que tanto los individuos en la polis como sus gobernantes deberían considerar para encontrar la felicidad prohibiendo todo aquello que implique desorden. Por ello los poetas son exiliados; en tanto representantes del mundo de lo sombrío y ficcional son rechazados del mundo ideal, del conocimiento e inteligibilidad cierta que debería primar en las ciudades-estado. Un régimen ordenado bajo la clara disposición y sensatez de “[…] lo que hay que decir y de cómo hay que decirlo”. [3]
La ‘idea’ como universal, eterna e inmutable debe regir a la comunidad pública según Platón. El conocimiento ideal que debe regir la polis es trascendente y tiene un valor universal. Lo Justo, lo Bueno y lo Bello —con mayúscula— como ideas deben ser conocidas en su condición abstracta y no limitada a las particulares versiones que se hagan de ellas. Su ‘esencia’ debe ser comprendida más allá de la opinión (doxa) variada que se pueda construir. Esa esencia que trasciende el tiempo y la vuelve un eidos que no experiencia la muerte ni el cambio. Y los poetas, esos “forjadores de falsas narraciones”[4] invitan al extravío porque no conminan en sus relatos al conocimiento de “lo que es el ser”[5] de la idea, sino a perderse en sus narraciones y construcciones míticas, falsas por ficcionales. Por eso no pueden ser referentes para el orden de la polis, cuya ordenación debe estructurarse como un reflejo de la perfección del mundo de las ideas. En palabras de Platón: “[…] la ciudad no sea pequeña ni parezca grande, sino sea suficiente en su unidad”.[6]
El orden de lo Uno. El Uno ordenando y haciendo Unidad como un círculo o una esfera, bajo la forma y perfección del ser. Para Platón, la razón es la única capaz de conocer la univocidad del Ser, su carácter universal, eterno e inmutable. La poesía es desvío, desvarío que debe ser excluido del orden público. “Prohibiremos que se digan tales cosas, mandaremos que se cante y relate todo lo contrario”,[7] dice Sócrates, haciendo resonar la función de la política para el ordenamiento de lo común en la polis griega. Los poetas resultan cuentistas que yerran cuando quieren apuntar a lo verdadero, pues sus dardos nunca dan en el blanco. Implican un exceso que es necesario controlar y evitar por medio, incluso, de una “terapéutica pedagógica”[8] que indique ‘lo debido’, ‘lo apropiado’, como valores de carácter universal.
Es que la polis debe ser gobernada por lo que no conoce la muerte ni nunca ha nacido, sino siempre ha existido: la idea, cuya esencia no conoce transformaciones, menos aún deformaciones o desfiguraciones. La gente gobernada lo será, no por particulares intereses, sino por el valor inmutable de lo verdadero, de aquello que “[…] siempre se mantiene igual a sí mismo” y que salvaguarda de la amenaza de “andar errando por multitud de cosas diferentes”.[9]
Tal es la indicación proferida por Sócrates en varios puntos del diálogo, en cuyo escenario relatado notamos una seriedad en juego en cada una de las intervenciones hechas por cada personaje. Seriedad que exhorta la validez de las intervenciones por la ausencia de preguntas capciosas, intromisiones chifladas o carentes de sentido. El desatino no tiene lugar en el diálogo. Es un relato en el que sólo se habla de cuestiones trascendentales y que niegan la producción de absurdos, tanto en el mismo diálogo cuanto en lo que allí se indica de lo que debería sostener a la polis y a sus habitantes, a quienes además de ser gente inducida al reconocimiento del Bien, lo Bueno y lo Justo universal por medio de la educación, incluso se les prohíbe que “[…] tampoco tienen que ser gente dada a la risa”.[10]
Resulta risible imaginar que se produzcan chistes o mofas mutuas entre los personajes en medio del diálogo: Sócrates siendo señalado por su fealdad o Trasímaco siendo recordado por las burlas de las que fue objeto en obras de Aristófanes; una broma sobre Glaucón o una alusión de tipo sexual sobre sus preferencias y gustos. Imposible insertar en el diálogo tales discusiones, sobre todo porque fue el mismo Platón quien en el Filebo señaló que la risa representa para el hombre un placer que debe ser limitado. El placer y la risa son excesos concupiscentes, que por pasajeros y cambiantes deben ser evitados, ya que allí es el cuerpo (sōma) el que disfruta sin intervención del alma (psyché), que sitúa lo racional y metafísico por sobre lo físico e irracional. Ese tipo de satisfacciones deben ser controladas y sometidas a educación para evitar que las tinieblas ganen lugar en la polis.
Es risible, pero no por ello menos serio. El hecho de que el diálogo desarrolle en la palabra de los personajes discusiones que no toman al chiste, al absurdo y la comicidad como tema, señala los objetivos de la conversación, pues ese escenario relatado por Platón pone en escena el ideal de la vida pública y los pilares sobre los que se sostendría. Lo público implicaría la claridad y transparencia de los sujetos: toda opacidad debe ser recluida. La vida pública existe apuntalada por el recuerdo de las esencias a cargo del alma y sin olvido que obture la inteligibilidad de lo verdadero y universal. La memoria idealmente surca los tropiezos de las sombras olvidadas y se aclara en el conocimiento de lo esencial. La vida de lo público implicaría “[…] un volverse el alma desde el día nocturno hacia el verdadero; una ascensión hacia el ser”.[11]
Sócrates no se permitiría un disparate, y, de llegar a suceder a su pesar, lo incluiría de seguro en una formidable exposición intelectiva que permita reconocer el sentido de sus palabras. La polis está armada sobre ese pilar, el de lo Uno, del Un sentido que debe ser reconocido. Y el diálogo es el escenario donde ello se recrea, se anima y se sostiene, ese amoroso encuentro cargado de seducción y deseo por saber, entre quienes ven en Sócrates el personaje que conoce la verdad y los conducirá a su reconocimiento. Él lo dice: “Cuidado, amigo, con decirme que doce son dos veces seis, ni tres veces cuatro, ni seis veces dos, ni cuatro veces tres, porque no aceptaré semejante charlatanería”.[12] Y más adelante se dirige al mismo Trasímaco para preguntarle “[…] ¿crees que hay trampa en mis palabras?”[13], posibilidad de la que rápidamente se desembaraza al indicar que las palabras y los nombres, tal como lo indica en el Cratilo, serían imitación de lo verdadero y que lo primario en la elaboración discursiva que implica el diálogo, en su movimiento como discurso, sería reconocer lo estable y permanente, es decir, “la esencia” tras los nombres que son “[…] la exacta expresión de la verdad”.[14] Exacta expresión, mas no la verdad. De ahí que las palabras y su uso en el ámbito de la polis deben estar menos apegadas a lo transformante y más cerca al encuentro con eso inalterable que las llena de Sentido, la esencia propia y no arbitraria de las ideas en los nombres.
El lapsus y la caída del escenario platónico
Cuán lejos, no sólo en tiempo cronológico, sino también en los intereses y percataciones práctico-teóricas, están Platón y Sócrates de Freud y su trabajo sobre El chiste y su relación con el inconsciente. Lejos y cerca quizá sea más pertinente ubicarlos, en la medida en que las elaboraciones trabajadas por Freud en 1905, en relación a los contemporáneos trabajos sobre La Interpretación de los Sueños de 1900 y La Psicopatología de la Vida Cotidiana de 1901, establecen que en el orden de lo público algo irrumpe de modo sorpresivo a pesar de la disposición y voluntad de regirse a los preceptos de la polis. Quizá, y a tono con la sugerencia platónica, de lo que se trata es de considerar que la polis no puede ser entendida sin las sombras, lo opaco, el mundo de lo aparente y del engaño. Y que ello dice de una ‘otra verdad’, la del inconsciente.
En La Psicopatología de la Vida Cotidiana el lapsus y el olvido parecen ser dos mangos de un mismo sartén. Se podría añadir al recuerdo y ya no serían dos sino tres los cogederos desde los cuales se cocina la otra escena de lo inconsciente en la vida cotidiana. La particularidad del primero es su condición relampagueante, podríamos decir, un centelleo de verdad que opaca la luz platónica y la envuelve con lo sombrío, instante de un brillo que enceguece y que, por tal, debe ser escuchado. La segunda formación de lo inconsciente referida anteriormente (el olvido) ocurre, algo desaparece en el hilo del discurso y el tejido que se estaba armando se lo reconoce con lagunas.[15] La trama entonces se ve forzada a trocar en otros colores y otras puntadas. Un desvío es señalado por el recuerdo sustituto (Boticelli, Boltraffio, por ejemplo), ¡y vaya!, si así lo decide, y sigue el curso del discurso, ése que viene del Otro, del Otro del deseo que articula una nueva trama que conduce al descubrimiento del sujeto sorprendido por el deseo inconsciente. Respecto al recuerdo que encubre, ‘recuerdo encubridor’, su condición es cercana a la del sueño, constituido por una urdimbre plástica, con cierta figuración y puesta en imágenes de la que pende, a modo de espejismo, esa otra escena de lo inconsciente.
No obstante, la metáfora del sartén sirve si se considera que, en todo caso, esos mangos distintos están emparentados. Sólo aparentan diferencias, ya que, en tanto formaciones de lo inconsciente, se los puede reconocer en sus mutuas implicaciones: por ejemplo, entre un lapsus y un olvido, entre un lapsus y un sueño, o entre un lapsus y un chiste, debido a que los buriles que les han dado forma son las operaciones de lo inconsciente reconocidas por Freud en la ‘condensación’ y el ‘desplazamiento’, principalmente. Al analizar el lapsus descubrió que algo de la vida anímica ha perturbado la secuencia esperada del decir y ha hecho aparecer otra cosa. Es notable el ejemplo expuesto por Freud en La Psicopatología de la Vida Cotidiana sobre la paciente que tras haber experimentado un ultraje dirigido por una mano que violentó su intimidad, y estando cruzada por la dificultad de recordar la incómoda escena, después de la sesión analítica “[…] va de visita a casa de una amiga y platica con ella sobre residencias veraniegas. Preguntada por la ubicación de su casita en M., responde: ‘En la cadera del monte (Berglende)’, en lugar de ‘ladera del monte (Berglehne)’”.[16] El ‘desliz’ en el habla se muestra y demuestra, como Freud mismo lo señala, que no se trata de un problema lingüístico aislable del sujeto, y menos aún generalizable. Que si bien ciertas facultades del lenguaje están puestas en juego, que la sonoridad como parte del hecho lingüístico podría considerarse —los ‘contactos fonéticos’, como los llama Freud—, estos no tendrían lugar sino a partir de algo que opera en la formación de ese trastrabilleo en la palabra. Eso que opera es algo que, en su condición de aparecimiento, perturba; ‘lo perturbador’, eso que Freud denomina como deseo inconsciente. De ahí que en el lapsus “[…] la permutación de los sonidos es consecuencia de la perturbación producida por un pensamiento inconsciente que proviene de un contexto completamente ajeno”.[17] Entre una c y una l se juega el sujeto en el deseo, el sujeto del deseo inconsciente.
Si algo risible se despierta al leer el ejemplo no es casualidad, pues sobre la cercanía del chiste y el lapsus también da testimonio Freud al hablar de un profesor de anatomía cuyos conocimientos lo habían convertido en un profesor arrogante que solía decir que en su ciudad natal eran pocos los que conocían ‘todo’ lo relativo a las cavidades nasales, tan pocos eran que él podía contarles con los dedos de la mano, ¡no…! con un dedo. Ese mismo profesor en medio de sus clases de anatomía manifestó “En el caso de los genitales femeninos, a pesar de muchas Versuchungen (tentaciones)… Perdón: Versuche (experimentos)”.[18] A partir de ejemplificaciones como estas Freud sostiene que las leyes que rigen las perturbaciones en el habla son la ‘condensación’ y el ‘desplazamiento’, y en su puesta en acto nos remiten al sujeto y su relación al deseo inconsciente.
La hipótesis de lo inconsciente consiste en la suposición de que hay algo que trabaja, opera, construye, forma, transforma y deforma los ‘pensamientos latentes inconscientes’. Una suerte de urdimbre de pensamientos que remiten al deseo inconsciente y que para que pasen la censura yoica deben someterse al trabajo de permutación, y así puedan manifestarse, es decir, pasar a lo fenoménico, a lo manifiesto. De tal manera que, en el caso de un lapsus, los efectos del inconsciente como trabajo aparecen en medio de la oficialidad del discurso sostenido por la instancia del ‘yo’ en quien habla, tomándolo por sorpresa el surgimiento del deseo que empuja (Drang) por representarse. Freud ya en 1896, en algunas de las cartas a su amigo Fliess, empezó a hablar de una ‘Otra escena’[19], y fue en La Interpretación de los Sueños donde estableció paradigmáticamente el mecanismo de aquello que había nombrado en su práctica epistolar como “[…] lo no traducido… de una escena sexual”:[20] los pensamientos inconscientes, en tanto no alcanzan a representarse, obtienen una figuración o puesta en imágenes, o sea, eso no representable, como punto ciego que sostiene la escenificación del sujeto y su relación al deseo. A su vez, aquello ‘no traducido’ insiste y es motor del trabajo del inconsciente, y su carácter repetitivo da forma a la pulsión que incesante busca ver, tocar, oler o palpar el objeto de la satisfacción primaria del deseo, ese que, al decir de Lacan, constituye “[…] el objeto perdido que está en causa en el deseo”.[21]
La ‘Otra escena’, trabajada por Freud desde muy temprano en su elaboración teórica, es una suerte de montaje, un collage hecho de partes, porciones parciales, pegadas, plegadas y repartidas con un orden que rompe la lógica habitual, la clásica, la del habitus de la vida consciente. Se trata de una ensambladura escénica de lo oído, junto con lo visto y lo tocado; una articulación sostenida por lo que no puede ser visto, no puede ser tocado ni oído por su naturaleza negativa: el deseo inconsciente que sólo por vía de la ‘alucinación’ entra en escena. Esa ‘Otra escena’ constituida de recuerdos que no van sin el olvido que los soporta y que han sido “[…] traspapelados y sustituidos mediante fantasías”.[22] La ‘Otra escena’, tal como la trabaja Freud, sirve como índice de reconocimiento del pasaje del sujeto por la castración y la inscripción en la ley de la cultura, la ley del padre que prohíbe el incesto, que proscribe la relación al objeto y que lo constituye como sujeto de deseo, como sujeto en falta.
Esta ‘Otra escena’ es planteada por Freud, en los canónicos textos antes mencionados, como eso que irrumpe en la escena del discurso oficial, la desbarata y hace caer el escenario platónico; y es para Lacan, la escena del ‘discurso del Otro’, lo inconsciente; una escena que se teje del y para el deseo y la demanda del Otro.[23] ‘Otra escena’ que aparece en el discurso hablado y que tiene que ver con ‘eso’ que Freud denominó en La Interpretación de los Sueños como Kern unseres Wesen,[24] y que Lacan se encargó de extraer y reposicionar en su radical significado, señalando la imposibilidad del ‘conócete a ti mismo’, debido a esa alteridad que habita (en) el humano.
Cabe señalar que cuando se habla de ‘Otra escena’ se habla de algo que tiene una consistencia ‘escénica’, pero que lo nuclear allí no es precisamente lo escénico sino su condición de revelación de eso que no está, de algo que cubre con una forma a la negatividad que funda lo humano. Ese objeto ‘a’, como lo nomina Lacan, primordial y para siempre perdido que hace causa para el deseo.
Freud, a fines del siglo XIX, a la par que reconocía la operación de esa ‘escena primordial’ en lo anímico, también desembrollaba los factores de su constitución y los efectos en la subjetividad. En las mismas cartas de 1897 señalaba que hay un factor que hace que dicha escena, la escena del deseo, sea remitida al olvido; pero que aun así retorna e insiste en su pugna por expresarse. Tal remisión al olvido anticipaba lo que posteriormente denominará ‘represión’, que en tanto operación remite a la ley de fundación del sujeto de deseo. Se trata de la ley de prohibición del incesto que funda la cultura y el malestar, es decir, al sujeto marcado por una falta. Ley, que vale decir, no tiene otro material dónde y cómo asentarse que no sea el del lenguaje; por ende, es una ley propia al lenguaje, tal como esclarece Lacan: “[…] el hombre habla pues, pero es porque el símbolo lo ha hecho hombre”.[25] De ahí que el lapsus sea una ocurrencia en el discurso, el aparecimiento en medio del escenario oficial de la polis platónica en la que la conciencia transita, y que tras el aparecimiento de dicha alteridad, escinde y revela la condición del ser en su partición, su no-ser allí.
El Chiste (Witz) y la Otra escena
De modo similar a lo que Platón hace en La República, Freud construye en el libro sobre ‘el chiste’ un escenario que se desarrolla en lo público. Si Platón relata el encuentro post-festivo entre Sócrates y algunos otros que emprenden un diálogo para encontrar el sentido esencial que debe orientar a la vida pública, de modo que la verdad de lo Justo, lo Bueno y lo Bello sea la lumbre que oriente a la polis en tanto haya sido ‘verificada’ en el diálogo y se haya desechado lo ‘verosímil’[26] como todo aquello que tiene apariencia de verdad pero que no es. Freud describe una escena en la que están dos amigos en un restaurante, dialogando y saboreando una exquisita cena, hasta que la presencia de una voluptuosa mesera interviene, deteniendo todo aquello de lo que estaban hablando y siendo el pretexto para que uno de ellos suelte un chiste de tipo sexual: una “pulla indecente”.[27] Se trata de una escenificación relatada para indicarnos que allí, en medio del ordenamiento de la polis como lugar de lo ‘políticamente correcto’, las buenas costumbres y el ‘Sentido’ como factor de intercambio —según leíamos en Platón—, allí ocurre algo que desmonta la escena de lo público y nos señala la función del ‘chiste’ (Witz) en el contexto de la polis.
Lo que un comensal diga al otro puede ir desde un ‘si así como caminas cocinas, yo seré tu lavaplatos’ hasta alguna alusión a la presa, la comida y la satisfacción por incorporación. El contenido de lo dicho no importa, pues lo que es central en el descubrimiento de Freud es la revelación de cómo en ese escenario se pone en juego una ‘Otra escena’, la escena del deseo que rige la pulsión. De hecho, la metáfora de la presa como alimento y el alcance de la satisfacción metaforizada en la ‘incorporación’ de algo, en el ‘engullimiento’, muestra que lo que estaría jugándose es la pulsión alcanzando la oralidad. Claro, no sólo porque se dice el chiste sino también porque el orificio bocal permitiría, metafóricamente, alcanzar el placer de ese objeto, acabar con su ausencia o, en todo caso, extraer un disfrute de esa condición.
Esa ‘Otra escena’ revelada por Freud que hace caer al escenario del restaurante es la del Edipo y señala la incidencia de este en la organización de lo público. Él lo señala: “[…] pulla, es el placer de ver desnudado lo sexual”.[28] La definición de la ‘pulla indecente’, al recaer sobre el placer, considera la ‘economía psíquica’ trabajada por Freud respecto a lo inconsciente, esa que se organiza entre el juego del placer, el displacer y el más allá del principio del placer. Lo inconsciente como economía del placer está involucrado en la pulla al permitir que se produzca una ganancia de placer con poco o mínimo trabajo, como lo señala Freud al hablar de una de las metas del chiste. La ‘pulla’ es una frase elaborada por quien la produce y que tiene como meta la ganancia de placer ante la restricción del mismo por la presencia del otro comensal y de todos aquellos otros presentes; es un rodeo para acceder a tomar contacto con el objeto que ha despertado el ánimo sexual y por ende es deseado (en el caso escenificado, la mesera). Allí es donde interviene el placer de decir, pero también el placer de escuchar de parte del otro comensal que también obtiene una ganancia de placer, pero con un máximo de ahorro, es decir, a expensas del ‘ingenio’ del otro. Esa transformación de una restricción respecto al deseo en una pulla indecente está, también, económicamente sostenida por un más allá del principio del placer a través del goce extraído por lo fallido de la pulla, en tanto no es más que un sustituto producido de aquello que no puede obtener y que al registrase como fallado dispara la repetición del intento nuevamente… Una nueva pulla seguramente se le ocurrirá.
Además, la definición de la pulla planteada por Freud señala que no es un placer indefinido sino un ‘placer de ver’, y ello marca lo que no puede ser visto y sus variantes pulsionales de ‘ver’ y ‘ser visto’ correlativas a las posiciones sexuadas de lo masculino y lo femenino, como lo activo y lo pasivo respectivamente. Por ello la alusión a lo sexual en la misma definición de la ‘pulla’, porque en ésta se implica la castración como algo que determina la diferencia de los sexos, jugándose en la elaboración de la frase y su expresión. La ‘pulla indecente’ implica la expresión del deseo organizado en la pulsión y determinado por la cultura que, en el escenario descrito por Freud, está representada por la presencia y ‘función del tercero’ que impide la relación con el objeto y que impide la obtención del placer por vía directa. Ese tercero es la ley de prohibición del incesto que representa a la cultura y su función que, en relación al personaje marcado por la restricción a la satisfacción, le impide tomar contacto con el objeto. De ahí que la ‘Otra escena’ del Edipo esté jugándose en la pulla indecente: hay algo que se prohíbe y funda el deseo, y hay una elaboración sustitutiva que busca alcanzar lo que ha sido negado primordialmente por la ley de prohibición del incesto, la ley de la cultura, ley del padre.
El escenario descrito por Freud para mostrar la pulla y la ‘Otra escena’ que sostiene la escena del restaurante está compuesto por tres personajes, pero a su vez, por tres lugares. El primero, ‘la primera persona’, quien inventa y dice la pulla. El segundo, la ‘segunda persona’, a quien se dirige el deseo en primera instancia y sobre quien recae una restricción (la mesera en la escenificación, pero que sería equivalente al objeto al que el deseo apunta pero que se topa con un tercero que limita su cumplimiento). Este tercero, ‘la tercera persona’, es por un lado lo que cumple la función de prohibición de la consecución del deseo, pero a la vez y, por otro lado, permite que, a través de él, se alcance un placer sustitutivo, en tanto cómplice. Este tercero, en la esquemática freudiana, puede ser equivalido a la función de la cultura que restringe el placer, pero que a su vez permite elaboraciones sustitutivas de esa falta. La ‘pulla indecente’ implica a ese tercero como función de prohibición, que funda simultáneamente al objeto faltante y la condición del sujeto como malestar.
Si seguimos las elaboraciones freudianas propuestas en El Malestar en la Cultura, la ‘pulla’ es un efecto de este, es decir, del exilio de una satisfacción primordial en la que el sujeto se estructura y que marca ese tiempo y lugar “[…] de ilimitación y atadura con el todo”[29] al que repetidamente el deseo pulsa por volver. Ese exilio fue marcado por la intervención de la cultura que opera su función por medio de la ley universal de prohibición del incesto y que deja en el sujeto ese nostálgico “sentimiento oceánico” que añora restituir lo perdido. Ley que funda a lo perdido y produce al sujeto en falta; que implica en su organización al ‘padre’, y aquello sobre lo que recae la función de prohibición: ‘madre’, y lo que se produce como objeto restringido para alguien (en tanto hombre o mujer). Entonces, la ley de prohibición del incesto opera sobre lugares (simbólicos) del padre, la madre, y que habilitan los del hombre y la mujer. Lugares que ya no serían tres, sino cuatro, y sobre los que se constituye el malestar en la cultura, el sujeto en la cultura producido por haber pasado, estar pasando y no dejar de pasar por esos lugares, el del padre, de la madre, del hombre y de la mujer. El lugar madre pone en función lo prohibido a través de ese otro lugar equivalente a la función de la cultura que es ‘el padre’, de ahí que el deseo en el que el sujeto se funda busca pulsa por reencontrar eso perdido desde el lugar de hombre o de mujer en tanto posicionado en lo masculino o lo femenino. Como hombre buscará algo, como mujer también, pero en su diferencia, en la diferencia marcada por el diferente camino tomado en el pasaje por la castración, en la inscripción en la ley de la cultura.[30] La ley de la cultura operante en la organización del sujeto, se podría leer en los enunciados de que todos los hombres pasan por allí, ellas, las mujeres también, pero algo de ellas, “no-todo” en ellas,[31] pasa por la castración. Allí su diferencia, la diferencia de los sexos que Freud está trabajando en el mismo año de El Chiste y su relación con el Inconsciente y en los Tres ensayos de una teoría sexual.
Ahora bien, la definición de Freud sobre la ‘pulla’ implica cierta paradoja. Dice que es un ‘placer’, ‘placer de ver’, ‘desnudado’ lo sexual. ¿Qué quiere decir Freud con ‘desnudado lo sexual’?, ¿cómo podríamos leer lo concernido en esa expresión traducida como ‘desnudado’?, ¿tiene ropaje lo sexual?, y si fuera así, ¿puede perder esas ropas, caerse y revelar algo sin vestimenta, sin ‘vestidura’?, ¿se puede ver lo que queda en la ausencia de ropaje?, ¿se podría ‘ver’ lo que falta?
Vale recordar que el monumental diálogo platónico República inicia con precisas pero desistidas preguntas sobre la vejez, la muerte y la sexualidad. Su escenario se sostiene del carácter accesorio que adquieren esas interrogaciones. O, más bien, por el aspecto ilusorio con que se tejen las respuestas de modo similar al Fedón cuando Sócrates, a las puertas de la muerte, señala la inmortalidad del alma y la importancia de conocer lo trascendente, lo esencial que no muere y no sufre cambios para ser parte de lo eterno. Podríamos preguntar: ¿acaso el escenario dialógico en Platón implica ese ropaje del que hablábamos?, ¿lo público es eso sostenido de las ropas que encuentran en el chiste algo que cae y revela cierta desnudez?, ¿las formas ideales que dan a luz al diálogo son equivalentes a las ropas que caen cuando el chiste se produce y muestra las ‘sombras’, lo informe producido como mero reflejo impreciso y cambiante?
Para responder estas interrogaciones tenemos que pasar del análisis de la ‘pulla indecente’ como ‘chiste (Witz) tendencioso’, a analizar algo más que nos permita reconocer la particularidad del chiste (Witz) en su diferencia con esta, a través de otras operaciones que no tiene en la ‘grosería’ sexual el factor de producción del chiste.[32]
Freud, en el texto que nos ocupa, dice que el chiste se produce porque en su estructuración están involucrados algunos aspectos técnicos para su elaboración que sirven para impulsar una tendencia que puede ser sexual u hostil. Reconoce dos puntales técnicos que caracterizan al chiste y a su vez a lo inconsciente; primero, que este se produce por un ‘juego de palabras’ que actúa con independencia al contenido de los pensamientos jugados en él, y segundo, que hay chistes que tienen como factor técnico preponderante al pensamiento, sus contenidos y lo que se hace con ellos. Y estos dos aspectos, no obstante, no se excluyen radicalmente entre sí. Respecto al primero, al juego de palabras, sitúa a la homofonía[33] como un aspecto nodal de la técnica del chiste, que además puede también servirse de condensaciones[34] de palabras o marcar una lectura literal en una expresión metafórica.[35] Por otro lado, respecto al juego en el pensamiento, sitúa a la ‘figuración por lo contrario’ o a la ‘falacia lógica’[36] como parte de las técnicas con las que el Witz se produce, entre otras. No obstante, Freud es enfático al señalar que la técnica no es el chiste, mas es una parte fundamental de la estructuración de éste.
El chiste que no implica la ‘pulla indecente’ en su condición de ‘indecencia’ se juega en el registro del juego de palabras y de los retruécanos lógicos. El placer ganado allí no es sólo el de la consecución imaginada de escenificar, vía palabra, el acto sexual —como lo es en la ‘pulla’—, sino del placer ganado en un puro “lenguajeo” en la medida en que pone en juego algo de cierta lógica que cae y cierta semántica trasgredida que hace caer al ‘Sentido’ esperado. Para ello el ‘disparate’ puede ayudar a representarnos cómo se sostiene y se relaciona esta técnica con el chiste y, a su vez, cómo el chiste entra en el escenario de lo público, del Sentido Uno y la Unidad del Ser que revisábamos en Platón, del esencial Sentido que da cuerpo a la polis, según se expone en la República.
Para Freud en El Chiste y su relación con el inconsciente el disparate como técnica implica la presentación de algo desconcertante en el hilo del discurso esperado y su operación conlleva el reconocimiento (inconsciente) de que “[…] el sentido dentro de lo sin sentido convierte al sinsentido en chiste”,[37] en Witz. Es una expresión en la que se reconoce cuatro términos; tres concernientes al sentido, sin sentido y sinsentido, y —por último— el chiste (Witz). De igual manera se puede leer que la expresión inicia escribiendo el ‘sentido’, pasa por el ‘sin sentido’ y se convierte al ‘sinsentido’ para terminar en chiste (Witz), como efecto. De lo que se podría decir que el Witz, en este caso, es efecto del movimiento y no de la estabilización del sentido, del pasaje por diversos modos en los que éste se puede jugar, acompañándose con un ‘sin’ y escribiéndose con ‘espaciado’ o sin él. El Witz es ‘tendencia’ porque es movimiento, y sólo así tiende a algo (al objeto pero sin necesidad de la ‘indecencia’). En ese movimiento además produce diferencias en los diversos pasajes, producto de lo cual, de la producción de diferencias: se produce el Witz.
La ‘figuración por lo contrario’ tiene que ver con esos pasajes en la medida que el chiste se produce por el paso de un sí a un no, como dice Freud en El Chiste y su relación con el Inconsciente, es decir, de la “producción de un nexo insospechado”.[38] Ese sólo hecho produce el chiste, mismo que no cae en el orden de lo que debe ser entendido, menos aún explicado como el epígrafe freudiano de este texto lo atestigua. Se ‘perdería el chiste’ en el caso de que algo de esa técnica no se sostenga, por ejemplo, por intermedio de una explicación del disparate.
“El sentido dentro de lo sin sentido”: así cortado de la expresión de Freud podría definir la mecánica del diálogo platónico. El diálogo sería entonces un empedernido intercambio (¡¿necio a ratos?!) entre los personajes de la escenificación de lo público que toma a Sócrates como el mejor representante y contumaz guía hacia el Sentido. Hacia ese Sentido Único que no se produce sin la cuota otorgada por el sin sentido: las preguntas y la necesidad de responderlas le hacen un lugar. El diálogo como dialéctica promueve esa búsqueda, pero que pugna por Un Sentido que debe valer como universal.
Pero lo que Freud señala es algo muy distinto al plantear que se producirá el chiste como efecto del reconocimiento del ‘sentido dentro del sin sentido’ que ‘convierte al sinsentido en chiste’ (Witz). En vez de sostener y buscar el Sentido, se produce el sostenimiento del sinsentido en el chiste, según Freud. No hay el Sentido, y su vaciamiento expresado en el ‘sinsentido’ produce Witz: “saca a luz la verdad”,[39] dice Freud, y Lacan lo expresa en su aforismo “No hay relación sexual”. ‘La verdad que sale a la luz’, la verdad que hace lugar allí en la polis como espacio de lo lumínico y esencial supuesto, es la verdad revelada por el chiste cuya fugaz presencia del inconsciente “[…] con su flash, lo que ilumina es la división del sujeto consigo mismo”,[40] dice Lacan en Posición del Inconsciente.
Según Platón, la geometría[41] es uno de los saberes capaces de reconocer el Ser, lo ‘esencial’. Tal amor despliega Platón por ella que sostiene “[…] nadie entra a mi habitación sin saber geometría [ya que] es conocimiento de lo que siempre existe”,[42] lo que no conoce de la muerte ni del nacimiento, por ende, tampoco de la sexualidad, podríamos acotar. Si los poetas son exiliados de la polis idealmente trazada por Platón es porque introducirían en ese orden un ahuecamiento del Sentido Único, de esa esfera que debe gobernar. De ahí que lo ‘ingobernable’, que mencionaba Freud en 1937,[43] tenga lugar en la polis y la ahueque. La irrupción del chiste ilumina otra verdad, la de lo ‘inconsciente estructurado como un lenguaje’ que se muestra en su cierre, en ese relámpago que marca el instante que dura su apertura. “Lo que había allí desaparece por no ser ya más que un significante” dice Lacan en Posición del Inconsciente. Ahueca la esfera, escinde al ser y pone entre paréntesis a la lógica clásica proposicional; produce un pasaje a esa ‘otra lógica’ en la que se sostiene la ‘Otra escena’, y como efecto del pasaje: el Witz.
Platón en sus diálogos está sentando las bases de la lógica proposicional que será desarrollada a cabalidad por Aristóteles. Lógica sostenida por la oposición de lo verdadero y lo falso como valores de verdad que reconoce el pensamiento racional. En el diálogo República expresa la posición que la polis y sostiene ante ello: “[…] no hay nada que más se tema que el tener allí arraigada la falsedad”,[44] pues cada individuo debería comportarse y dirigirse según el reconocimiento de lo verdadero. Asimismo, en Platón se lee que respecto al deseo la polis y sus individuos deberían poder identificar con ‘claridad’ la distribución de sus apetitos, las maneras de conocerlos y controlarlos. El ‘deseo’ para Platón está comprendido bajo la lógica de lo que debe ser comprendido como lo verdadero, de modo que excluya la contradicción en su producción; por ello sostiene: “[…] una misma cosa no puede hacer lo que es contrario en la misma parte de sí misma, en relación con el mismo objeto y al mismo tiempo”.[45] Enunciado que sostiene los principios de identidad, no-contradicción y tercero excluido de la lógica proposicional,[46] y que señala lo que —para Platón— concedería a la polis de ese orden ideal: el reconocimiento del “objeto propio”[47] para cada ‘apetito’ que el discernimiento debe aclarar.
Se trata sin duda de una lógica distinta a la que está trabajando Freud cuando relaciona el chiste con el inconsciente. La verdad puesta en juego sin duda también varía, pues en tanto el chiste está sostenido del desvío al que el deseo y su objeto están supeditados, su producción depende de lo que allí se puede extraer como placer sustituto. La verdad del chiste está cercana a la transgresión del Sentido Único que Platón propone como lo orientador de la polis, Sentido Único al que guarda fe y que lo hace proponer como ideal de lo público: “[…] el alma del sediento… en cuanto tiene sed no desea otra cosa que beber y a ello tiende y hacia ello se lanza”.[48] Escenario que resulta risible si consideramos lo descrito por Freud en el ejemplo del restaurante, como ese escenario que cae por la irrupción de la ‘Otra escena’ de lo inconsciente y que se sostiene del desplazamiento de la tendencia a la que el deseo apunta. La satisfacción está restringida por el desvío al que debe someterse el sujeto por el ‘tercero’ que prohíbe. Pero, asimismo, sólo incluyéndole a este tercero puede extraer un placer a través de una ‘formación sustitutiva’. El tercero que ‘castra’ es así mismo la opción que queda para desenvainar la perdida de la satisfacción. Un modo de hacer con el malestar en la cultura implica jugarse en esa verdad, en una “política del sujeto”, dice René Lew.[49] Esa ‘política del sujeto’ que tiene como verdad, que no puede decir todo, que no puede decir el todo de lo que se dice, y que de eso que se suprime en el decir puede convertirlo en un plus, ‘plus de goce’.
Ahora bien, en la expresión freudiana del “[…] sentido dentro del sin sentido convierte al sinsentido en chiste”, el Witz está escrito al final. Y se produce como efecto del pasaje por el vaciamiento: ‘sinsentido’ decíamos. Si para Platón la no-contradicción debe ser sostenida como una afrenta contra la simultaneidad, Freud señala una técnica a la que nomina “la misma palabra plena y vacía”,[50] y que consiste, como técnica, en la producción del pasaje necesario que efectúa el chiste, por lo ‘lleno’ de una palabra y por lo ‘vacío’ de la misma a la vez. “La misma palabra se toma en sentido pleno y vacío”,[51] dice Freud. Un ejemplo que muestre el pasaje entre lo literal y lo metafórico y que colinda con el disparate, sería, ante la pregunta de ‘¿me prestas el baño?’, responder ‘sí, pero no se lo lleve, porque es prestado nomás’. El Witz es producido por el malentendido operado y puesto a trabajar. Sostenido como productor de algo que excede al orden ideal de la polis y que no sirve para nada, sólo para reírse un poco. Es que el sentido de ‘utilidad’ se muestra como sin sentido y ese sin sentido señala el sinsentido de lo dicho, y la particular explosión de algo que escapa a la ley de la cultura como ley simbólica: el Witz, cuyo mayor testimonio de su experiencia podemos registrarla en la risa, eso que no es representable ni significable, que está por fuera de la representación o la significación pero que tuvo que pasar por ella y su transgresión. La risa: un puro ruido.
Para concluir: entre lo literal y lo metafórico, podríamos decir con Freud; como hechos del campo del lenguaje y la función de la palabra, podríamos acotar con Lacan. El Witz se produce como eso que ni es literal ni es metafórico. Como ese pasaje por el vaciamiento de la ley de la cultura, a partir de su sostenimiento. Pasando por lo ‘lleno’ de la palabra, ‘vaciarla’ y producir el efecto que no se dice, sino que se goza. Ese más allá del principio del placer…
Bibliografía
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- Platón, “Cratilo o Del lenguaje”, Diálogos, Ediciones universales, Bogotá, 2005, pp. 310-370.
- _______, República, Alianza, Madrid, 2006.
- _______, Fedón, Gredos, Madrid, 2010.
Notas
[1] El mito de la caverna está planteado en el libro VII de la República. Es una alegoría a través de la que Platón explica que quien no conoce está como en una caverna, envuelto de sombras y oscuridad. Sólo quien puede ver la luz, podría salir de ella. Mas, quién no siga a la luz y sólo se guíe por la poca intensidad que se filtra adentro de la caverna, sólo verá sombras, nunca la realidad verdadera sino sólo su reflejo sombrío, una mera apariencia de la realidad.
[2] En la Odisea se relata la estrategia montada por los griegos en la guerra contra los troyanos para poder hacerse de la victoria: construyeron un caballo de madera enorme como señuelo de que habían perdido en batalla. Los troyanos se lo llevaron como símbolo de victoria. Adentro, estaban escondidos los guerreros griegos, quienes una vez ingresados al fortín troyano salieron y atacaron a las filas enemigas.
[3] Platón, República, ed. cit., p. 192.
[4] Ibídem, p. 156.
[5] Ibídem, p. 341.
[6] Ibídem, p. 236.
[7] Ibídem, p. 187.
[8] Ibídem, p. 208.
[9] Ibídem, p. 350.
[10] Ibídem, p. 174.
[11] Ibídem, p. 418.
[12] Ibídem, p. 85.
[13] Ibídem, p. 92.
[14] Platón, Cratilo o Del lenguaje, ed. cit., p. 328.
[15] Freud analiza en el primer capítulo de La psicopatología de la vida cotidiana el olvido del nombre propio ‘Signorelli’ ocurrido durante un viaje en tren.
[16] Freud, La psicopatología de la vida cotidiana, ed. cit., p. 66.
[17] Ibídem, p. 66.
[18] Ibídem, p. 81.
[19] Carta 46, del 30 de mayo de 1986. Carta 61, del 2 de mayo de 1897. En el mismo año, cartas fechadas el 15 de mayo y 15 de octubre de 1897 comunican el descubrimiento de una “escena primordial” operante en la vida psíquica, la escena del deseo inconsciente que figura (da una forma) que sostiene la pérdida de la constitución subjetiva y su restitución a través de la fantasía.
[20] Freud, Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud, ed. cit., p. 270.
[21] Lacan, “Posición del inconsciente”, ed. cit., p. 827.
[22] Freud, Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud, p. 297.
[23] El aforismo citado de Lacan es sostenido con la precedencia de la siguiente pregunta: “¿Cuál es pues ese otro con el cual estoy más ligado que conmigo mismo, puesto que en el seno más asentido de mi identidad conmigo mismo es él quien me agita?”. Cfr. Lacan, “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, ed. cit., p. 504.
[24] Expresión que podría traducirse en ‘El núcleo de nuestro ser’.
[25] Lacan, “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, ed. cit., p. 265.
[26] Braunstein en el libro Ficcionario de psicoanálisis plantea cuatro modos de leer la verdad: lo verídico, ‘si se dice la verdad’; verosímil, ‘si lo que se dice parece verdadero’; verificar, ‘si uno confirma la verdad de lo dicho’; y verificcionar, ‘se advierte que ese ficare —de verificar— tiene la misma etimología que ficción’. Cfr. Braunstein, Ficcionario de psicoanálisis, ed. cit., p.23.
[27] Freud, en su estudio sobre el chiste, dice que hay dos tipos distintos: 1. Tendenciosos e 2. Inocentes. A su vez, el tipo tendencioso puede ser a) de tipo sexual, o b) de tipo hostil. La “pulla indecente” se ubicaría en tendencioso de tipo sexual.
[28] Freud, El chiste y su relación con lo inconsciente, ed. cit., p. 92.
[29] Freud, El malestar en la cultura, ed. cit., p. 69.
[30] Se puede leer en Freud el trabajo sobre la diferencia de los sexos, en el texto Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica de 1925.
[31] Expresión que escribe la condición lógica del lugar mujer del lado de lo femenino en el cuadro de la sexuación, escrito y trabajado por Lacan. En Lacan se lee la lógica del Edipo, es decir, la lógica que funda la ley de la cultura como ley orden simbólico-establecida a través de la función fálica, y lo que se escapa de esa ley como un exceso. De ahí que se podría leer que ‘todos’ los sujetos están inscritos en ese orden —lo masculino-hombre— y ‘no-todo’ del sujeto depende de él —lo femenino-mujer—. Lacan lo señala en El Atolondradicho , ed. cit., p. 492: “[…]uno flota en el islote falo, uno flota porque uno se atrinchera ahí con lo que de él se sustrae”, y con ello señala que el sujeto está jugándose entre lo masculino y lo femenino, entre lo que opera de la ley de la cultura y lo que queda como resto y exceso de su operación.
[32] Es de René Lew y de su texto Relaciones (Rapports) y no relaciones (non-rapports) en el Witz, en quien asiento buena parte de mi lectura del texto de Freud sobre el chiste. En el texto de R. Lew —con la inherente remisión al texto de Freud— es donde he podido leer esa precisa lectura que hace diferencia entre “la pulla indecente” y “el chiste” jugado con acento en el “juego de palabras”. Remito a ese texto al lector para reconocer esas diferencias tal como Lew las trabaja a partir de los registros propuestos por Lacan: lo real, lo simbólico y lo imaginario.
[33] Cuenta Freud que una ocasión, alguien que se creía descendiente de Jean-Jacques Rousseau y que era pelirrojo, recibió el siguiente comentario: “Vous m’avez fait connaître un jeune homme roux et sot, mais non pas un Rousseau”. Que Freud lo traduce: “Usted me ha hecho conocer a un joven pelirrojo y tonto, pero no a un Rousseau”. En donde se lee la homofonía entre ‘Roux et sot’ y ‘Rousseau’. Cfr. Freud, El chiste y su relación con lo inconsciente, ed. cit., p. 30.
[34] En el mismo ejemplo anteriormente citado, se puede leer que la homofonía está al servicio de la inmediatez que debe tener el chiste en su expresión, y, por ende, la serie de pensamientos condensados y la tendencia hostil presentes en la elaboración del juego homofónico: Rousseau/roux-et-sot. Otro ejemplo de nuestra cosecha: una madre anciana, que vive con su hijo de aproximadamente 40 años, un día dijo que él era el “administragador” de su dinero. En donde se lee la condensación de los pensamientos ligados a “administrador” y “tragador”. Chiste que al instante produce la inmediata percatación de lo aludido como señalamiento, queja, descontento y exigencia jugados en ese chiste formado por condensación.
[35] Por ejemplo, si alguien pregunta “¿me puedes pasar la aguja?” y quién le escucha responde: “sí, claro, pero no tengo anestésico para la piel”. Se trataría de un juego que se mueve entre lo que se dice metafóricamente y lo que se lee en lo literal.
[36] Entre las pp. 58 y 70 de El chiste y su relación con el inconsciente se encuentran varios ejemplos acerca de estas últimas técnicas aludidas juntamente con la denominada “unificación”. Cabe señalar que las técnicas son muchas y que sólo hemos puesto a modo de ejemplo algunas de ellas.
[37] Freud, El chiste y su relación con lo inconsciente, ed. cit., p. 55.
[38] Ibídem, p. 80.
[39] Ibídem, p. 100.
[40] Lacan, “Posición del inconsciente”, ed. cit., p. 819.
[41] Para Platón, la razón se expresa en su pureza, en la geometría, juntamente con la aritmética y la astronomía.
[42] Platón, República, ed. cit., p. 429.
[43] En Análisis terminable e interminable escrito en 1937, Freud señala tres profesiones imposibles (marcadas por lo imposible): educar, psicoanalizar y gobernar.
[44] Platón, República, ed. cit., p. 165.
[45] Ibídem, p. 272.
[46] 1. De identidad, que sostendría que algo no puede ser y no ser.
- De no contradicción, que sostendría que un atributo pertenezca y no pertenezca al mismo sujeto.
- Del tercero excluido, que sostendría que dos proposiciones contradictorias no pueden ser verdaderas ambas.
[47] Ibídem, p. 270.
[48] Ibídem, p. 272.
[49] Lew, Relaciones (Rapports) y no relaciones (non-rapports) en el Witz, ed. cit., p. 2.
[50] Freud, El chiste y su relación con lo inconsciente, ed. cit.,p. 41.
[51] Ibídem, p. 48.
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