“Palabra, espejo del hombre”: propuestas teóricas y poéticas de la revista “Que” (1928-1930)

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“Palabra, espejo del hombre”: propuestas teóricas y poéticas de la revista “Que” (1928-1930)
MAX ERNST, LE FACTEUR CHEVAL, COLECCIÓN PEGGY GUGGENHEIM, VENECIA, ITALIA.

MAX ERNST, LE FACTEUR CHEVAL, COLECCIÓN PEGGY GUGGENHEIM, VENECIA, ITALIA.

 

Resumen

Este artículo analiza diversos ensayos y poemas de la revista Que (2 números, 1928-1930, Buenos Aires) para dilucidar cuáles fueron sus propuestas en cuanto a temas como la literatura, la palabra, el ‘yo’, el erotismo y el amor. Comúnmente, se ha vinculado a Que con el surrealismo francés y se habla de ella como la primera revista en traer estas ideas a nuestro continente, pero se deja de lado la discusión de sus textos y de lo que éstos proponen. Así, se busca encontrar algunas de las líneas, temas y conceptos que aparecen más recurrentemente en Que y cómo es que éstos funcionan.

Palabras clave: revista, Que, surrealismo, Argentina, vanguardias, siglo XX.

 

Abstract

This article studies several essays and poems from Que (2 numbers, 1928-1930, Buenos Aires) in order to establish what their proposals were about topics such as literature, language, the ‘I’ of the writer, erotism, and love. It has been common to relate this magazine with the French Surrealist Movement, and it has even been said that it was the first publication that printed those ideas in our continent; nevertheless, the analysis of the texts within it is often left aside. Therefore, this essay strives to find what lines, topics and concepts are the most frequent in Que and how do they work in it.

Keywords: magazine, Que, surrealism, Argentina, avant-garde mouvements, twentieth century.

 

El surrealismo es considerado por diversos críticos como el último movimiento de vanguardia, así como el único que vincula de manera estrecha un programa poético con uno político.[1] Su necesidad de abarcar todos los espacios de la vida dificulta la tarea de definirlo y de establecerle límites concretos. Si lo anterior presenta ya varios obstáculos para comprender la profundidad de los planteamientos del surrealismo, el que éstos se desprendan de un grupo no francés[2] —cuyos integrantes, a su vez, abrevan de las ideas que emanaron del círculo parisino— hace surgir otras varias dificultades.

Un caso es el del grupo surrealista de Argentina, liderado por Aldo Pellegrini.[3] Si bien los críticos lo filian al movimiento francés, llegan a dejar de lado su producción para destacarlo como la primera agrupación en suscribir los preceptos teóricos y prácticos de André Breton, aunque en la revista que los agrupó en un primer momento no se haga mención alguna del surrealismo. Por esta razón el presente ensayo propone hacer una lectura cuidadosa de la revista Que (2 números, 1928-1930, Buenos Aires),[4] para analizar sus propuestas, con lo que se obtendrá una síntesis de los planteamientos sobre algunos temas recurrentes, como la relación del individuo con el mundo, la exploración de lo desconocido, la rebelión, el erotismo y la vida.

Una revisión con estas particularidades no se ha realizado del todo. En su análisis, Graciela de Sola[5] trata las relaciones que Argentina estableció con el surrealismo, por lo que, si bien realiza una semblanza de la revista que me interesa, es un libro de carácter general. El ensayo “Los manifiestos del surrealismo en Hispanoamérica”,[6] de Gabriel Ramos, hace un recorrido histórico por algunos de los manifiestos publicados en Que, pero no se aboca a estudiar en detalle sus postulados como revista. Algo parecido sucede con la tesis de Kira Poblete,[7] quien comenta las líneas principales de Que, su diseño y algunos de sus textos, pero no realiza un estudio a profundidad. Así, se tomará distancia de otros análisis en la manera en la que se trabajará el corpus. La nómina de artistas y de textos se ciñe a aquellos que publicaron en Que y a la forma en la que estos escritos se relacionan entre sí.

La revista Que: primeras interrogantes

Que se publica por primera vez en noviembre de 1928 en Buenos Aires. Su segundo número esperaría más de dos años para ver la luz, pues sale en diciembre de 1930. El diseño de ambos es sencillo: a una tinta, sin imágenes ni ilustraciones y a una o dos columnas dependiendo de la importancia de los textos.

El primer número cuenta con dieciséis cuartillas. En la cubierta se presenta el título, un sumario y una cinta con la fecha y el número de la revista. Esta información, más el lugar de edición, se repite en un recuadro en la parte superior de la primera página. La contraportada muestra la fe de erratas y, debajo de ésta, un garabato que podría semejarse a una viñeta o a una firma.[8] El sumario presenta el orden de las secciones. Comienza con una justificación sin autor a la que le siguen seis secciones, cada una firmada por un personaje distinto. Al interior de cada una hay varios textos. Todas las páginas están numeradas.

El número dos es muy parecido, aunque con algunos cambios. En la cubierta sólo aparece el nombre de la revista y el número 2 en una tipografía más grande que la del primer fascículo. La versión digital revisada no cuenta con contraportada. La parte de atrás de la portada muestra nuevamente el título, la fecha y el lugar de edición, junto con el número de la revista. Debajo está el sumario, pero esta vez, dividido en dos partes. La primera está conformada por cinco títulos con sus autores y la segunda, por cinco secciones. En comparación con el número anterior, se disminuye el tamaño de fuente, por lo que da la impresión de que hay más texto por cuartilla. Todas las páginas se encuentran numeradas.

Se debe aclarar que todos los autores usaron seudónimos. Éstos eran: Mario Cassano (Julio Lauretta), Aldo Pellegrini (Adolfo Este y Filidor Lagos), Elías Piterbarg (Esteban Dalid y Felipe Dabernardi), Ismael Piterbarg (Raúl Pembo) y David Sussman (Julio Trizzi). En ocasiones, sólo aparecen las iniciales de los seudónimos.

El que los integrantes hayan preferido la utilización de secciones numeradas y seudónimos puede estar cuestionando la idea de personalidad y, con ella, la de autoría, pues desde el sumario redirigen la atención no al nombre —que resulta ser falso— de un artista, sino a un número. Aunado a ello, cada sección funcionaría como unidad cerrada atribuible a una máscara distinta de cada autor real. Por medio de ello también se podría estar discutiendo el concepto de transformación que tan importante es para esta revista, como se verá más adelante.

Un ejemplo de lo anterior está en el poema “Adolfo Este”, firmado por Adolfo Este, el cual tiene la siguiente nota al pie: “Este poema lo soñé dicho por alguien que es incansable hermano: Filidor Lagos”.[9] La importancia de este gesto radica en que ambos son seudónimos de Aldo Pellegrini, con lo que se entiende que estas dos personalidades del poeta se encuentran en comunicación y que entre ellas existe un lazo fraternal. De tal modo, al ser Filidor Lagos quien, en un sueño, le dicta a Adolfo Este un poema que se llama como el mismo sujeto que sueña, se puede asumir que hay un conocimiento profundo de la psique por medio de la poesía, a partir de la comunicación onírica que establecen dos personajes irreales. Esto, en última instancia, revela el modo en el que Pellegrini comprendía su propia labor creativa, la cual se centraba en el diálogo y el desdoblamiento. Otro autor que firmaba con dos nombres era Elías Piterbarg. En un texto suyo aparece la figura de EL AUTOR, quien le dice a sus creaciones: “Idos, Haced [sic] lo que se os antoje, pero vivid. ¡A costa de vuestras vidas se me dará muerte decente!”[10] Estas palabras revelan la interrelación que hay entre creador y creación, la cual podría también aplicarse a los autores y a sus seudónimos.

MAX ERNST, “RUEDA LUMINOSA”

MAX ERNST, “RUEDA LUMINOSA”

Entre los géneros publicados predominan el ensayo y la poesía, aunque hay variantes, como poemas en prosa y filosóficos, o ensayos a manera de manifiesto, narrativos y teatralizados. Los temas propuestos por la revista atraviesan todas las secciones y pueden dividirse en: el yo como estructura, sus acciones, sus medios, sus ideas y sus intenciones. Éstos podrían ser leídos desde la estética surrealista, aunque con cambios en la perspectiva de su tratamiento; no obstante, primero se deben mostrar y discutir las líneas propias de la revista antes mencionadas.

 

Perspectivas y preguntas: líneas temáticas de Que

Búsqueda de la estructura: La búsqueda del ‘yo’ es una de las principales preocupaciones de Que, no obstante, éste no es su único interés, pues se relaciona también con el querer encontrar la estructura del ser, la cual es caracterizada como “propia y oculta”.[11] Adolfo Este proponía dos posibilidades interrelacionadas del ser. La primera trata la libertad, tanto física (acción) como mental (pensamiento). Ambas necesitan dejar atrás la forma —la cual fija y no permite la mutación[12]— para llegar a “la existencia simultánea de todas las direcciones y de todos los límites”. La segunda es la de la eternidad, con la que se debe aceptar que la “vida es solo uno de los estadios en la evolución ilimitada del ser”. Se puede conjeturar que la estructura del ser es el cambio, a la manera de Heráclito, pues las ataduras físicas, mentales y hasta vitales son características de lo aparente. Lo único que el autor encuentra como cualidad no transitoria de su ser es la inexistencia, por lo que declara: “El fondo real de mi ser es inexistencia. Yo persisto como inexistencia”,[13] lo cual ya había mencionado él mismo unas páginas antes como “la ubicuidad de nuestra ausencia”.[14]

Sin embargo, un tanto de forma negativa, cancela la posibilidad de llegar a tal meta: “Para el mundo de las apariencias (y para nosotros como apariencia, es decir, como vida) no existe la libertad. Podré exclamar, con voz irresistiblemente cierta, que toda acción es un fracaso”.[15] En el número 2 se hace la observación de que “Vivir es sólo una parte de las posibilidades infinitas del hombre”.[16] Si bien la transformación se mantiene y es la clave del ser, lo esencial no se deja de buscar. Bajo la idea del ‘yo’, se presenta la importancia de tal indagación: “sólo existe un valor: ‘yo’”.[17] Uno de los seudónimos de Aldo Pellegrini hace explícita, por medio de una figura, la imposibilidad de llegar a ese valor: “[…] como el que se mira en un espejo encuentra una imagen inalcanzable pero verdadera de sí mismo”.[18]

MAX ERNST, “LA BELLA JARDINERA”

MAX ERNST, “LA BELLA JARDINERA”

Siguiendo con el espejo como metáfora, en la “Justificación colectiva”, la palabra es aquello que refleja al yo del hombre, el objeto en el que éste se ve a sí mismo, aunque nunca logre apreciar su propia representación por completo. Julio Lauretta critica la palabra en esta misma línea, aunque de manera más severa: “Palabras, inútiles alcahuetas de los pensamientos pútridos; emanaciones insalubres del corazón. La comprensión de mi espíritu entre dos palabras produce un esperma infértil”.[19] De esto se puede deducir que la expresión que revela también puede ser engañosa, pues podría llevar, si bien no a una mentira, sí a un callejón sin salida.

En otro texto, Esteban Dalid dice temer que sólo los “individualistas literatuelos y presumidos melenudos leerán estas líneas”, lo cual sería una tragedia, pues están “hundidos en la gozosa contemplación de su mugre”, al igual que los mismos integrantes de Que en algunas ocasiones.[20] El mismo Dalid en el primer número de la revista enjuicia: “Quien de nosotros, mereciera el calificativo de literato habría desahuciado su intención”.[21] Un texto que firman ambos seudónimos de Aldo Pellegrini avala tal propuesta, ya que esperan que se les vea como “algo más que una vana tentativa literaria”, al ser sus intenciones “CONTENER, EXPLICAR Y SI ES POSIBLE RESOLVER, UN ESTADO DE ESPÍRITU EXCEPCIONALMENTE ABUNDANTE EN ESTA ÉPOCA”.[22] Posteriormente, F.L. habla de la literatura como algo “honorable”,[23] aunque no sin un dejo de ironía. Lo más común en Que es encontrar alusiones a la palabra, mas no a la literatura, como si se desligaran sus colaboradores de un sistema cultural despreciable, pero del cual no pueden dejar de participar. Ésta podría ser también una explicación de la mínima cantidad de referencias a otros autores al interior de la revista.

Si se acepta la distinción entre literatura y palabra, la segunda sería una manera de revelar la estructura, de conocerse a sí mismos y al mundo y de llegar a encontrar la vida. Por ello, se dice que las “palabras tienen una vida infinita que escapa al control lógico del hombre. Ellas nutren el sentido mágico de lo que no existe. PALABRA ES MAGIA”.[24] En este texto, se habla de la evolución constante de la palabra, cuya característica invariable es siempre significar algo distinto. Esto puede compararse con lo que se dijo antes sobre el ser y el cambio: “Continua necesidad de moverse para poder permanecer inmóvil”. Por ello, puede decirse que la palabra es tanto un espejo como un reflejo, es parte del ‘yo’ y del mundo a la vez, es conocimiento y permite conocer: “Al pronunciar la palabra más insignificante, los remotos misterios se aproximan, y las concavidades se enderezan para que los hombres conozcan el secreto de las oscuridades aplanadas”.[25]

F.L. dice que la palabra supera al hombre, que se le escapa y que no siempre atiende a su voluntad, sino a lo que ésta quiere revelar.[26] El argentino lo expresa así: “La verdad está en que sólo por la acumulación de incalculables errores se puede llegar a la verdad. ErrorErrorErrorErrorErrorsinvozhorror”.[27] Esto está desde el inicio de la revista: “Este vocablo [introspección] no lo entendemos como planteamiento de problemas estériles, sino como una manera de dejarse poseer por uno mismo, estando lo consciente puramente dedicado a revelar por el signo de cada palabra una profunda realidad constitutiva”.[28]

MAX ERNST, DE LA FEMME 100 TETES, THE MENIL COLLECTION, HOUSTON, USA.

MAX ERNST, DE LA FEMME 100 TETES, THE MENIL COLLECTION, HOUSTON, USA.

Rebelarse contra el mundo: Así como la palabra desobedece al hombre y actúa a voluntad, éste debe emularla. F.L. nos dice que la “vida sólo vale por los actos de rebeldía”, como el no acatar las reglas que impone la sociedad, lo cual le otorga más valía al hombre que no atiende las normas que al que sí: “La única diferencia esencial que separa al honesto padre de familia del tratante de blancas reside en que éste tiene el mérito de estar contra la ley”.[29] De tal modo, el no desobedecer lo establecido o, al menos, cuestionarlo, es visto de forma negativa, ya que se estaría manteniendo un orden que aprisiona al ser humano sin dejarlo desarrollarse acorde a su voluntad. Al romper los límites que establece el mundo, los autores proponen también tratar de obtener lo imposible, “verdadera finalidad” del espíritu.[30]

A partir de esta insubordinación se transforma la escala de valores. En primera instancia, se da más peso a las acciones mortales que a las divinas y se llegan a invertir las características de Satanás y de Dios.[31] No obstante, estas profanaciones de lo divino no son gratuitas, sino que encierran la posibilidad de obtener un mayor conocimiento del mundo por medio de sus secretos. Para Adolfo Este, los espacios santos son donde se esconden las grandes recompensas del mundo: “En los rincones sagrados, en los que los hombres y los animales acostumbran orinar, un perro frenético desentierra un trozo de carne sucia. Si lo dejas escapar, has de saber que lleva entre los dientes la mujer ideal, la sombra que ha respirado el oxígeno de tus sueños”.[32]

La finalidad última del grupo es crear una nueva realidad que sea verdaderamente habitable: “Nuestro entusiasmo está dispuesto además a entregarse a cualquier movimiento que lleve en sí intenciones de nuevo mundo, no esperamos más que la ocasión”.[33] Esteban Dalid, de forma poética, establece una manera de realizarlo, así como lo que con ello se conseguiría: “el hombre encarrilará la locomotora que embista el sol con su miriñaque y le haga volar creando el Nuevo Universo. Cada hombre girará, astro, con luz propia”.[34] De tal manera, no sólo se estaría creando un espacio diferente a partir de la transformación del actual, sino que el hombre adquiriría características astrales o divinas. Sin embargo, todo lo anterior sólo puede ser llevado a cabo por medio de la subversión y cambio de lo existente, lo cual únicamente la voluntad puede lograr.[35]

RENÉ MAGRITTE, COLLAGE, COLECCIÓN PRIVADA, BRUSELAS, BÉLGICA.

RENÉ MAGRITTE, COLLAGE, COLECCIÓN PRIVADA, BRUSELAS, BÉLGICA.

Este nuevo mundo no podría crearse si aquellos que lo van a fundar no destruyeran previamente sus vínculos con el mundo anterior. Es decir, es necesario cierto alejamiento: “nosotros contemplamos la vida (esos mil choques de la realidad exterior) con el mismo desasimiento que observamos para el resto del mundo”.[36] En el caso específico de Que, se destaca la necesidad de desvincularse de la escritura como forma estructurada del pensamiento, para concebirla más bien como una expresión reflexiva, reveladora y descontrolada. Así, por una parte, Eseteban Dalid dice que la “forma cohíbe la espontaneidad” y que “Hablar es el máximo sacrificio de mi ser en pro de la ceguera”.[37] Por otra, Julio Trizzi refiere la creación colectiva como la vía acertada para llegar a la poesía.[38]

Esta actitud ante la realidad, pensaban ellos, causaría sorpresa e incomprensión en los que estuvieran alrededor. Ya sea por lo que se dice o por cómo se dice, habría pocas respuestas positivas. Raúl Pembo lo ejemplifica de la siguiente manera: “Y habló mucho con la velocidad del rayo refrenado y la gente sólo comprendía los puntos y las comas de su loca dicción”.[39] Para los integrantes de Que, tal respuesta es la deseada, ya que, en el mejor de los casos, la incomprensión lleva al cuestionamiento y a la posterior aceptación de lo nuevo; en el peor, a la separación de aquellas personas que no están dispuestas a transformar el mundo. Incluso dice Dalid, atendiendo a un sentido positivo: “Arrojo mis gritos, una bofetada no libre de cariño. Que brote el desconcierto. Subvertir la existencia por la conmoción”. También, en “Pretexto”, apunta: “Me presento con el ilogismo, la incoherencia de un ser vivo. No comprenderéis nada. Es mi pretensión. ¿Podrán mis interrogantes colgaros otros muy adentro?”.[40]

A estos autores les interesaba cambiar el mundo con su labor y adquirir la tan ansiada libertad. Adolfo Este lo plasma de manera clara en un poema:

Afán de construcción o de transformación

Yo subo dos centímetros por cada pensamiento

y estoy más cerca

de la libertad

de la eternidad

todas estas pasiones que tienen color marrón.[41]

Julio Trizzi habla de ello en un texto poético, pero añade una actitud desencantada al no haber una solución total: “Cerrar los ojos y volverse a encontrar en el mismo sitio. Pero; el fenómeno ha de repetirse incesantemente. // Sería mejor perderse para siempre”.[42]

Esta continua repetición o imposibilidad de escapar de un designio se identifica como ‘Destino’, del cual se busca la liberación. Adolfo Este lo define como “predeterminación formal”,[43] siguiendo su idea de que la forma es restrictiva. Sobre este mismo tema se dice: “Si desvalorizamos la vida es por la evidencia de un destino. Vomitamos inconteniblemente sobre todas las formas de resignación a este destino (cualidad máxima del espíritu burgués)”.[44] Ésta es una de las pocas veces en las que se hace referencia a una clase social como especialmente ligada a un tipo de rechazo. Su propuesta es actuar sobre el mundo para cambiar aquello que es fijo y desafiar el destino:

Abandonad el estanque inmóvil

Y en el umbral del bar

Detened la mesa que huye

Recoged la botella que cae

Detrás de un muro de palabras

Estoy yo.[45]

A pesar de ello, y aunque no evita que se opongan al destino, son varias las reiteraciones de lo infructuoso que es luchar contra él: “[…] apenas [la vida] asoma convertida en acto, comprobamos nuestros esfuerzos humillados: la ruina de una tempestad de soles”.[46]

La liberación por medio de lo desconocido: Como ya se mencionó, la forma en la que los integrantes de Que planean desbancar la ley del destino es la transformación de lo que les rodea y, para lograrlo, tienen que hacer uso de la subversión de lo conocido, únicamente posible si se explora lo desconocido. Julio Lauretta afirma que “[…] el verdadero sentido de la vida estaba en las sombras. Desde entonces recorro solo los rincones más oscuros y pestilentes”.[47] Los del grupo de la revista hablan de esta “extraordinaria fuerza centrípeta” que hace que se vean atraídos hacia sí mismos, hacia su interior.[48] De esta manera, lo que se oculta dentro de ellos es también un reflejo de aquello que ignoran del exterior. Bien lo dice Felipe Dabernardi, “torced los ojos y nos veremos espejos”.[49] La técnica usada es ver lo extraordinario que se esconde detrás de los hechos cotidianos; en palabras de Adolfo Este: “Para revelar lo oculto comienza por disipar lo visible”.[50] Julio Trizzi también lo representa de modo enigmático, como una explosión que se lanzara “en el sentido de la profundidad”, lo cual podría ser “el resultado de una fuerza de voluntad proyectada sobre el subconsciente”.[51] La liberación de la parte oscura del ser humano es, entonces, el medio con el que lograrán su cometido: “conocer las complejas filigranas de nuestros motivos, […] iluminarnos por dentro”.[52] Poéticamente, este espacio se configura como oscuro, pero con elementos de transparencia:

Contornos difusos.

Ensueños turbados

por la mirada lívida de los cristales.

Estanques que lloran bajo soles apagados.

Peces que oscilan entre oscuros sonidos.

El barro que escucha la canción de las ruedas”.[53]

El sueño, que permite reconocer aquello que no es consciente, es el espacio privilegiado para esto. Como punto de partida además se utilizan “las fuentes más puras de desconocimiento que tiene el hombre”, como los acertijos, las criptografías y los mitos.[54] Algunos otros elementos que conducen a esto son “[…] todos esos aspectos de una liberación voluntaria o involuntaria: enfermedad, locura, suicidio, crimen, revolución”.[55] Para Julio Trizzi, el dolor también permite encontrar el sentido del mundo, aunque lo que se encuentre sea desalentador: “Las jaquecas habitaban su cráneo como su propia casa. Pero a cada puntada de dolor veía abrirse más profundamente el abismo negro donde se mezclan todos los impulsos. Durante el 3500° dolor de cabeza descubrió que la vida no tenía objeto”.[56]

Ahora bien, de entre las distintas posibilidades de exploración, el erotismo es muy recurrido, ya que es un impulso vital y un modo de conocer los más hondos deseos. No obstante, lo anterior se encuentra en Que como reflexión poética, más que teórica. Por ejemplo, Lauretta presenta, a manera de pregunta, un escenario: “¿Y si los ojos hermosos de alguna prostituta iluminan tus poemas? ¿Podrás sacar del fondo de tu alma algo que no sea barro?”.[57] El mismo autor, en verso, plasma el deseo en su momento más impulsivo:

Deseos no satisfechos que horadan las horas.

Nostalgia de blancos senos

que abren

desmesuradamente

su boca impúdica.

Necesidad imperiosa

de tomar el ómnibus que nunca llegará.[58]

Como si fuera una progresión, se añaden también elementos que remiten a la violencia, al cuerpo y al disfrute en otros poemas, lo que se puede interpretar como una exploración más profunda de la oscuridad en el ser humano para liberar lo que ahí se encuentra.[59] Relacionado con ello, el concepto de amor está ligado a estas intuiciones poéticas. Raúl Pembo, por ejemplo, identifica al amor con la salvación y Julio Lauretta ubica al amor en una posición privilegiada, pues no deja de encontrarse en la oscuridad, aunque la ilumine.[60]

MAX ERNST, “LA CHANSON DU DÉCERVELAGE”

MAX ERNST, “LA CHANSON DU DÉCERVELAGE”

Buscar la vida: oposiciones y conjunciones: Por lo ya explicado, puede verse el juego de oposiciones que plantean los textos de la revista. En cuanto a lo conocido y lo desconocido, a la oscuridad y la luz o a lo revelador y lo cotidiano, se prefiere siempre el término que permita ampliar el panorama de qué es la vida humana. No obstante, los opuestos sirven también para mostrar que ambas partes pertenecen a un todo y que anuncian la eternidad de las cosas. Así, la búsqueda del grupo se centra en las duplas que, en un mismo momento, dan visiones contrapuestas de la realidad para poder unificarlas y para poder decir que el ser humano “De un salto franqueó la puerta de las apariencias”.[61] Adolfo Este dice que “Toda la vida se concentra / en el hombre y en la mujer / Toda la vida busca / la luz que no ilumina y el lenguaje impasible”.[62] Este mismo autor, en “Microcosmos y macrocosmos”,[63] por ejemplo, explora la interrelación de los sujetos y de los objetos y del yo y el mundo.

Del conjunto de oposiciones, la del sueño y la vigilia es una de las más significativas, pues marca un vínculo posible con el surrealismo francés. No obstante, Dalid dice al inicio del segundo número que su grupo no conoce otros partidarios de la “Revolución de los sueños”, aunque es probable que esté hablando del territorio americano. Su intención es hacer esta revolución sin fines prácticos, con la única meta de realizar la “expropiación […] del sentido común, de la rutina y de la mezquindad en el pensar y en la ensoñación”.[64] Con ello, lo onírico puede ser concebido también como parte de la realidad y como revelación de la misma. El mismo Dalid va un poco más allá al final de su texto y dice: “gritaremos y demostraremos la preeminencia del Sueño sobre la realidad y la trascendente realidad del Sueño”.[65]

Todo lo ya dicho hasta aquí sirve para un fin último: apropiarse de la vida. Esteban Dalid lo expone claramente: “Sobreestimamos la vida en sí, desnuda en la risa, que sangra en las palabras rudas, en el chasquido animal del beso, en el gesto suicida, en los focos admirativos de la calle. Es lo único que nos incita: poseer la vida hasta la saciedad, que nunca será”.[66] Así, se le puede buscar en lo carnal o en lo espiritual, pero debe tenerse en cuenta que se trata de un conjunto en el que la parte y la contraparte no pueden ser separadas.

De tal modo, también se entiende que debe sacrificarse lo cotidiano, la tranquilidad del día a día para poder acceder a la totalidad de la vida. Adolfo Este lo explica como un hastío: “Vosotros comprendéis, despertar es ese gesto de asco que cotidianamente hacemos ante la realidad”.[67] Sin embargo, el acto de volver a conocer lo real desde una nueva perspectiva le merece un juicio positivo, pues significa dejar atrás lo que se sabía y transformar el mundo. Por último, esto lleva a la constatación de lo que ya se intuía al observar la estructura del ser: la única constante es la transformación. Tanto el individuo como la vida siempre están cambiando, aunque parte de ellos tema aceptarlo: “La desesperación que nos infunde nuestro complejo orgánico no perturba nuestro incesante fluir, y nuestra íntima constitución trata de explicarnos el fenómeno llamando al primero: extraño propio vivir. Y el eterno fluir, que no tiene conciencia de ser, ni sonríe jamás, ni ilumina, ni dicta, sólo roza con el extremo nevado de su corbata”.[68] De tal modo, la vida se encuentra en la unión de lo variable y de lo invariable, en la entrada de lo consciente en lo que no lo es.

MAX ERNST, SIN TÍTULO, MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA.

MAX ERNST, SIN TÍTULO, MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA.

A manera de síntesis, Que plantea que el individuo tiene una estructura cambiante, lo cual es su única invariable. La palabra sirve para expresar estas transformaciones y para entenderlas, pues ésta se adentra en lo más oculto y lo trae a la luz. El que hace esto es percibido como un rebelde, pues va en contra de los límites morales, espirituales, físicos y sociales. La voluntad de aceptar esta transformación y de generalizarla busca crear un nuevo mundo sin demarcaciones claras ni directrices. Pero, para lograrlo, se tiene que conocer lo oculto e integrarlo a lo visible. Por ello, hay un primer movimiento introspectivo, para, posteriormente, liberarse gracias al conocimiento y desencadenar la parte más oscura del ser, y con ella cambiar la realidad. Los opuestos del mundo son señalados y luego unificados. Con esta visión total, se emprende la búsqueda de la vida.

Si bien en la revista no hay una mención explícita al surrealismo, su programa de transformación del mundo podría ser equiparable a aquel del movimiento de vanguardia francés, aunque hay algunos elementos a los que se les da más peso, mientras otros son dejados de lado. No obstante, aún estaría pendiente realizar un trabajo en el que se confronten textualmente las propuestas francesas y las argentinas para comprobar lo anterior. Analizar los puntos de contacto y las divergencias entre las ideas de ambos grupos excede los objetivos del presente artículo, el cual únicamente pretende hacer visibles las principales directrices de Que. Para que un análisis contrastivo de este tipo fuera pertinente, tendría que evitarse la subordinación de las aportaciones de los americanos a las de los europeos; al contrario, y en todo caso, se tendría que destacar la manera en la que los primeros tomaron un sistema de comprensión de mundo y lo reformularon según sus circunstancias, con el fin de tener un impacto en aquellos que los rodeaban.

 

Nota sobre las imágenes

Las imágenes que acompañan este texto, a pesar de no tener una relación directa con él, permiten observar cómo es el que surrealismo cuestionaba la idea de unidad y de autoría a través de distintos medios, como lo son el collage y el cadáver exquisito. Así, la psique del hombre, la interrelación entre los sujetos y su vínculo con el mundo podían ser explorados gracias a prácticas como la creación colectiva, el desdoblamiento del artista y el sacar objetos o imágenes de contexto. Por esta misma razón, no hay un lugar predeterminado para las imágenes seleccionadas.

 

Corpus (cronológico)

  1. “Pequeño esfuerzo de justificación colectiva”, Que, núm. 1, pp. 1-2.
  2. Esteban Dalid, “Pretexto”, Que, núm. 1, p. 2.
  3. Esteban Dalid, “Manifiesto muy sentimental”, Que, núm. 1, pp. 2-3.
  4. Esteban Dalid, “Pupila, niebla”, Que, núm. 1, p. 3.
  5. Felipe Dabernardi, “Prólogo”, Que, núm. 1, p. 4.
  6. Felipe Dabernardi, “Motivo”, Que, núm. 1, pp. 4-5.
  7. Adolfo Este, “Microcosmos y macrocosmos”, Que, núm. 1, p. 7.
  8. Adolfo Este, “Maneras de hablar de un enfermo viejo lleno de pústulas”, Que, núm. 1, p. 9.
  9. Adolfo Este, “El cielo”, Que, núm. 1, p. 10.
  10. Adolfo Este, “Invitación”, Que, núm. 1, p. 10.
  11. Julio Lauretta, “Decorados sentimentales”, Que, núm. 1, p. 11.
  12. Julio Lauretta, “Continúa la sentimentalidad en prosa”, Que, núm. 1, p. 12.
  13. Raúl Pembo, “Personal”, Que, núm. 1, p. 13.
  14. Raúl Pembo, “Balada”, Que, núm. 1, p. 14.
  15. Julio Trizzi, “Soluciones”, Que, núm. 1, p. 15.
  16. Julio Trizzi, “Flotar”, Que, núm. 1, p. 15.
  17. Julio Trizzi, “Asomar”, Que, núm. 1, p. 16.
  18. E. y F.L., “Por esta puerta abierta los señores pueden entrar en el recinto de los fantasmas”, Que, núm. 2, p. 1.
  19. Julio Trizzi, “Molestia”, Que, núm. 2, p. 2.
  20. Dalid, “Manifiesto”, Que, núm. 2, pp. 3-4.
  21. L., “Libertinaje de los solenoglifos y otras cosas dichas entre dientes”, Que, núm. 2, pp. 4-6.
  22. Esteban Dalid, Sin título, Que, núm. 2, pp. 6-7.
  23. Adolfo Este, “No muere lo que muere”, Que, núm. 2, p. 8.
  24. Adolfo Este, “Sarcástico”, Que, núm. 2, p. 8.
  25. Adolfo Este, “Preferencia por los signos del olvido”, Que, núm. 2, p. 9.
  26. Adolfo Este, “Paisaje”, Que, núm. 2, p. 10.
  27. Adolfo Este, “Adolfo Este”, Que, núm. 2, p. 10-11.
  28. Julio Lauretta, “Persecución del sexo”, Que, núm. 2, p. 11.
  29. Julio Lauretta, “Amor”, Que, núm. 2, p. 11.
  30. Julio Trizzi, “Vomitando en seco”, Que, núm. 2, p. 15.

 

Bibliografía

  1. Becerra, Eduardo (comp.), El surrealismo y sus derivas: visiones, declives y retornos, edición de Raquel Arias et al., Madrid, Abada Editores, 2013.
  2. Durozoi, G., y B. Lecherbonnier, El surrealismo. Teorías, temas, técnicas, traducción de Josep Elias, Madrid, Guadarrama, 1974.
  3. El surrealismo y sus derivas, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid: , consultada el 1 de diciembre de 2018.
  4. Freud, Sigmund, Obras completas. 6: Psicopatología de la vida cotidiana, ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey, con la colaboración de Ana Freud, asistidos por Alix Strachey y Alan Tyson, traducción de José L. Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu, 1991.
  5. Poblete Araya, Kira Inés del Rosario, Trayectoria del surrealismo en las revistas literarias argentinas, tesis, Austin, Universidad de Texas, 1983.
  6. Ramos, Gabriel, “Los manifiestos del surrealismo en Hispanoamérica”, en Osmar Sánchez Aguilera (ed.), Manifiestos… de manifiesto. Provocación, memoria y arte en el género-síntoma de las vanguardias literarias hispanoamericanas, 1896-1938, México, Bonilla Artigas Editores – UAEMex, 2016, pp. 125-157.
  7. Sola, Graciela de, Proyecciones del surrealismo en la literatura argentina, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1967.

 

Notas

[1] Para algunos textos que trazan partes de la historia del surrealismo en general, véase: G. Durozoi y B. Lecherbonnier, El surrealismo. Teorías, temas, técnicas.
[2] Sobre el surrealismo en Hispanoamérica, véase: Eduardo Becerra (comp.), El surrealismo y sus derivas: visiones, declives y retornos.
[3] Sobre el grupo surrealista de Argentina y las revistas en las que participaron, véanse los ensayos de la sección “Argentina” en E. Becerra, op. cit.
[4] Se utilizará la versión facsimilar de la revista que se encuentra en la página web de El surrealismo y sus derivas. Se mantendrá la puntuación y ortografía del original, así como las marcas tipográficas, como mayúsculas o negritas.
[5] Graciela de Sola, Proyecciones del surrealismo en la literatura argentina, pp. 110-115.
[6] Gabriel Ramos, “Los manifiestos del surrealismo en Hispanoamérica”, pp. 125-157.
[7] Kira Inés del Rosario Poblete Araya, Trayectoria del surrealismo en las revistas literarias argentinas.
[8] Agradezco al dr. Rodolfo Mata Sandoval hacerme notar que estos trazos pueden semejarse a los colmillos solenoglifos de algunas víboras, en referencia al texto titulado “Libertinaje de los solenoglifos, y otras cosas dichas entre dientes”, firmado por Filidor Lagos en el número 2 de la revista.
[9] Aldofo Este, “Adolfo Este”, Que, núm. 2, p. 11, n. 1.
[10] Felipe Dabernardi, “Motivo”, Que, núm. 1, p. 5.
[11] “Pequeño esfuerzo de justificación colectiva”, Que, núm. 1, p. 1.
[12] Idem.
[13] Adolfo Este, “Maneras de hablar de un enfermo viejo lleno de pústulas”, Que, núm. 1, p. 9.
[14] Adolfo Este, “Microcosmos y macrocosmos”, Que, núm. 1, p. 7.
[15] Adolfo Este, “Maneras de hablar de un enfermo viejo lleno de pústulas”, Que, núm. 1, p. 9.
[16] A.E. y F.L., “Por esta puerta abierta los señores pueden entrar en el recinto de los fantasmas”, Que, núm. 2, p. 1.
[17] Esteban Dalid, “Pretexto”, Que, núm. 1, p. 2.
[18] F.L., “Libertinaje de los solenoglifos y otras cosas dichas entre dientes”, Que, núm. 2, p. 5. El subrayado es mío.
[19] Julio Lauretta, “Continúa la sentimentalidad en prosa”, Que, núm. 1, p. 12.
[20] E. Dalid, “Manifiesto”, Que, núm. 2, p. 3.
[21] Esteban Dalid, “Pretexto”, Que, núm. 1, p. 2.
[22] A.E. y F.L., “Por esta puerta abierta los señores pueden entrar en el recinto de los fantasmas”, Que, núm. 2, p. 1.
[23] F.L., “Libertinaje de los solenoglifos y otras cosas dichas entre dientes”, Que, núm. 2, p. 4.
[24] Esteban Dalid, “Pupila, niebla”, Que, núm. 1, p. 3, vv. 16-19.
[25] F.L., “Libertinaje de los solenoglifos y otras cosas dichas entre dientes”, Que, núm. 2, p. 4.
[26] La propuesta está muy relacionada con los lapsus de los que hablaba Sigmund Freud, gracias a los cuales se muestra el inconsciente cuando uno menos lo espera. Vid. Sigmund Freud, Obras completas. 6: Psicopatología de la vida cotidiana.
[27] F.L., “Libertinaje de los solenoglifos y otras cosas dichas entre dientes”, Que, núm. 2, p. 5.
[28] “Pequeño esfuerzo de justificación colectiva”, Que, núm. 1, p. 1.
[29] F.L., “Libertinaje de los solenoglifos y otras cosas dichas entre dientes”, Que, núm. 2, p. 5.
[30] E. Dalid, “Manifiesto”, Que, núm. 2, p. 3.
[31] Raúl Pembo, “Personal”, Que, núm. 1, p. 13.
[32] Adolfo Este, “Paisaje”, Que, núm. 2, p. 10.
[33] E. Dalid, “Manifiesto”, Que, núm. 2, p. 4.
[34] Esteban Dalid, Sin título, Que, núm. 2, p. 6.
[35] F.L., “Libertinaje de los solenoglifos y otras cosas dichas entre dientes”, Que, núm. 2, p. 6.
[36] “Pequeño esfuerzo de justificación colectiva”, Que, núm. 1, p. 1.
[37] Esteban Dalid, “Pretexto”, Que, núm. 1, p. 2.
[38] Julio Trizzi, “Vomitando en seco”, Que, núm. 2, p. 15.
[39] Raúl Pembo, “Balada”, Que, núm. 1, p. 14.
[40] Esteban Dalid, “Pretexto”, Que, núm. 1, p. 2.
[41] Adolfo Este, “El cielo”, Que, núm. 1, p. 10.
[42] Julio Trizzi, “Soluciones”, Que, núm. 1, p. 15.
[43] Adolfo Este, “Maneras de hablar de un enfermo viejo lleno de pústulas”, Que, núm. 1, p. 9.
[44] “Pequeño esfuerzo de justificación colectiva”, Que, núm. 1, p. 1.
[45] Adolfo Este, “Invitación”, Que, núm. 1, p. 10.
[46] Esteban Dalid, “Manifiesto muy sentimental”, Que, núm. 1, p. 2.
[47] Julio Lauretta, “Persecución del sexo”, Que, núm. 2, p. 11.
[48] “Pequeño esfuerzo de justificación colectiva”, Que, núm. 1, p. 1.
[49] Felipe Dabernardi, “Prólogo”, Que, núm. 1, p. 4.
[50] Adolfo Este, “Adolfo Este”, Que, núm. 2, p. 10.
[51] Julio Trizzi, “Asomar”, Que, núm. 1, p. 16.
[52] Esteban Dalid, “Manifiesto muy sentimental”, Que, núm. 1, p. 3.
[53] Julio Lauretta, “Decorados sentimentales”, Que, núm. 1, p. 11, vv. 8-13.
[54] A.E. y F.L., “Por esta puerta abierta los señores pueden entrar en el recinto de los fantasmas”, Que, núm. 2, p. 1
[55] “Pequeño esfuerzo de justificación colectiva”, Que, núm. 1, p. 1.
[56] Julio Trizzi, “Flotar”, Que, núm. 1, p. 15.
[57] Julio Lauretta, “Continúa la sentimentalidad en prosa”, Que, núm. 1, p. 12.
[58] Julio Lauretta, “Decorados sentimentales”, Que, núm. 1, p. 11, vv. 17-23.
[59] Adolfo Este, “Preferencia por los signos del olvido”, Que, núm. 2, p. 9.
[60] Julio Lauretta, “Amor”, Que, núm. 2, p. 11.
[61] Adolfo Este, “Sarcástico”, Que, núm. 2, p. 8.
[62] Adolfo Este, “No muere lo que muere”, Que, núm. 2, p. 8.
[63] Adolfo Este, “Microcosmos y macrocosmos”, Que, núm. 1, p. 7.
[64] E. Dalid, “Manifiesto”, Que, núm. 2, p. 3.
[65] Ibidem, p. 4.
[66] Esteban Dalid, “Manifiesto muy sentimental”, Que, núm. 1, p. 3.
[67] Adolfo Este, “Preferencia por los signos del olvido”, Que, núm. 2, p. 9.
[68] Julio Trizzi, “Molestia”, Que, núm. 2, p. 2.

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