Panorama general de la revista “La Falange” (1922-1923)

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Panorama general de la revista “La Falange” (1922-1923)
LA FALANGE Nº1, 1º DE DICIEMBRE 1922. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

LA FALANGE Nº1, 1º DE DICIEMBRE 1922. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

 

Resumen

A finales de 1922, los escritores Jaime Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano, con 20 y 23 años de edad respectivamente, publicaron en la Ciudad de México La Falange, una revista que tuvo entre sus colaboradores a notables personajes de la esfera cultural latinoamericana de aquel período. El presente texto busca señalar los motivos y propósitos de su creación, así como las circunstancias en las que llegó a su fin unos meses más tarde, en octubre de 1923. De este modo, se pretende utilizar La Falange para establecer un diagnóstico sobre las preocupaciones intelectuales y políticas que surgieron entre los distintos grupos de renovación estética una vez que el embate de violencia provocado por la Revolución Mexicana menguó y comenzó su etapa de institucionalización.

Palabras clave: La Falange, campo cultural, renovación estética, Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Revolución mexicana.

 

Abstract

By the end of 1922, writers Jaime Torres Bodet and Bernardo Ortiz de Montellano, aged 20 and 23 respectively, published La Falange magazine in collaboration with remarkable people that belonged to the Latin-American cultural society. The present text exposes the reasons and purposes of its publication as well as the circumstances that led to its end a few months later in October 1923. In this way, it is intended to use La Falange as a channel to establish a diagnosis on political and intellectual concerns that the new-aesthetic groups held after the fall of violence rage caused by the Mexican Revolution and right before its institutionalization stage.

Keywords: La Falange, cultural field, aesthetic renovation, Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Mexican Revolution.

 

En diciembre de 1922, Manuel Maples Arce, poeta estridentista, publicó en El Universal Ilustrado un balance de su proyecto literario, una irrupción que generó cierta polémica en los círculos intelectuales de aquel tiempo. Allí escribió que su movimiento, de carácter insurreccional, era “el más significativo de nuestra historia literaria” y una “verdadera expresión revolucionaria”. Sin embargo, también estableció parámetros de lo que no era: “ni escuela, ni tendencia, ni una mafia intelectual como las que aquí se estila” —escribió Maples Arce— “el estridentismo es una razón de estrategia. Un gesto y una irrupción”. Al final del artículo, anotó los bandos en los cuales pretendía que se alinearan los escritores del país: “En México no hay más que dos grandes grupos: la falange estridentista y la falange de los lamecazuelas literarios”.[1]

El discurso aludía a los poetas cercanos a José Vasconcelos y a la Secretaría de Educación, quienes se consideraban herederos de la tradición surgida en el Ateneo de México de 1909, fundado por el propio Vasconcelos y otros escritores como Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes. Las palabras elegidas por Maples Arce para referirse a los polos de la poesía joven mexicana no fueron arbitrarias: la legión de poetas de la Secretaría acababa de publicar el primer número de la revista La Falange y estaba por publicar Ocho Poetas, una antología con poemas de Francisco Arellano Belloc, Ignacio Barajas Lozano, José María Benítez, Rafael Lozano, Miguel D. Martínez Rendón, Bernardo Ortiz de Montellano, Jaime Torres Bodet y Xavier Villaurrutia.[2] A continuación, intentaré trazar un relato de La Falange y situarla como un objeto de mediación entre este y otros grupos de intelectuales que participaron en la pugna por el poder cultural y político de México durante la agitada década de los años veinte.

ANUNCIO DEL LIBRO OCHO POETAS EN LA FALANGE, 1º DE DICIEMBRE DE 1923. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

ANUNCIO DEL LIBRO OCHO POETAS EN LA FALANGE, 1º DE DICIEMBRE DE 1923. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

 

La Falange, revista de cultura latina

La Falange fue una revista de periodicidad mensual, dirigida por Jaime Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano, que se imprimió en los tipos de la editorial Cvltvra. Durante los primeros números Adolfo Best Maugard diseñó la portada y los interiores, en donde incorporó ornamentaciones y márgenes creados a partir del Método de dibujo que publicó en 1923. Entre los colaboradores de La Falange hubo artistas y escritores consolidados como Diego Rivera o Alfonso Reyes, pero también otorgó espacio para noveles como Miguel Covarrubias y Gilberto Owen. Constó de siete números que aparecieron entre diciembre de 1922 y octubre de 1923, meses turbulentos de reajustes políticos y debates públicos al centro de la esfera cultural cuyo tema de fondo era descubrir la identidad del México postrevolucionario.

LA FALANGE Nº2, 1º DE ENERO 1923. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO. 

LA FALANGE Nº2, 1º DE ENERO 1923. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

DISEÑO INTERIOR DE LA FALANGE CON ORNAMENTACIONES DE ADOLFO BEST MAUGARD. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

DISEÑO INTERIOR DE LA FALANGE CON ORNAMENTACIONES DE ADOLFO BEST MAUGARD. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

El nacimiento de La Falange coincidió con la época dorada de las revistas literarias como dispositivo de comunicación alrededor del mundo y con el período que Anthony Stanton ha descrito como “la década de las pequeñas revistas militantes de los grupos de renovación”.[3] Hablar de militancia en La Falange, sin embargo, es complejo. Los propósitos iniciales que firmaron sus directores en el primer número aparentaban un tono conciliador:

Cansados de vivir una vida estrecha y de clamar en el fondo de un pozo sin resonancia en donde la voz se ahoga y el ideal se pierde, varios literatos de México se reúnen hoy en una falange de poetas y de artistas y editan el primer número de una revista sin odios, sin prejuicios, sin dogmas, sin compromisos; una revista que no es el órgano de ningún cenáculo, que no combate en contra de nadie sino en pro de algo, una revista que se llamará La Falange para dar, de lejos y de cerca, a los lectores de América y particularmente de México la idea de cohesión y de disciplina laboriosa. Su revista se propone expresar, sin limitaciones, el alma latina de América.

Líneas adelante, sin embargo, este tono se disipó para señalar con firmeza a los enemigos: la influencia sajona y la ‘civilización del Norte’: “Todos los que en esta revista colaboran creen que ninguna civilización triunfará si no es ateniéndose a los principios esenciales de la raza y la tradición histórica. Desautorizan, por ilógica y enemiga, la influencia sajona y se proponen reivindicar los fueros de la vieja civilización romana de la que todos provenimos […]”.[4]

Esta pugna por la latinidad frente a la cultura anglosajona era herencia del Ariel de José Enrique Rodó y, por supuesto, de José Vasconcelos y las ideas que manifestaba en libros, discursos y declaraciones públicas en México y otros países latinoamericanos. El posicionamiento arielista en La Falange llevó a que la publicación, como ha dicho Evodio Escalante, estableciera posturas desde la escritura: así como hubo oposición al “excesivo progreso industrial y mecánico” de países como Estados Unidos, también lo hubo sobre cualquier intento de innovación literaria que corrompiera el espíritu nacional y la integridad de la raza.[5]

En el segundo número de la revista, Torres Bodet escribió una reseña sobre Poemes de Tendresse de Ernest Prevost, al que puso como un ejemplo sobre cómo deberían conducirse los poetas de América “antes de seguir, sin lógica ni razón alguna, la usanza de pueblos que tienen el oído menos afinado que el nuestro”. Torres Bodet hablaba, por un lado, de la influencia norteamericana y, por otro, de la poética de la vanguardia: “No hay novedad que valga; cuando mucho, habrá evolución de formas desusadas”.[6]

 

Una pausa

Como es natural en toda publicación colectiva, no todos los que colaboraron para La Falange coincidieron con las posturas desplegadas por Torres Bodet respecto a los movimientos literarios de vanguardia. Al reseñar Las nuevas capillas, en el segundo número, Salatiel Rosales calificó a Flavio Herrera como “un poeta de vanguardia en el movimiento literario actual de la América Latina, que todavía no parece haber salido del cielo simbolista iniciado por los poetas del novecentismo” y escribió sobre el uso de “atrevimientos que ‘espantarán’ a nuestra mojigata burguesía literaria”.[7] Del mismo modo, la inclusión en la revista de la “voz satánica”[8] del colombiano Porfirio Barba-Jacob, todavía bajo el seudónimo de Ricardo Arenales, fue señal de que en La Falange hubo interés por las expresiones que se apartaban de la escuela modernista de Enrique González Martínez.[9] En el Índice del primer número se lee: “Queremos hacer una revista joven por el ímpetu y el entusiasmo con que la amamantamos. Buscamos horizontes”.[10] Para el tercer número estas ambivalencias alcanzaron un punto notable cuando el redactor anotó en el índice un elogio del progreso tecnológico: “Los valores de una estética futura serán casi científicos. El cinematógrafo, la radio-telefonía y el fonógrafo van siendo cada día más interesantes medios de expresión y llegarán a influir en los conceptos de arte. Meditemos”.[11]

Tras este número, La Falange desapareció súbitamente del panorama de revistas y concluyó así un primer momento de su trayectoria. Aunque volvió a publicarse en julio, durante los cuatro meses de su ausencia tuvieron lugar acontecimientos importantes en el entorno de la SEP y del grupo de escritores que allí laboraban.

Hay que anotar, antes de repasar el periodo de interrupción de La Falange, la importancia que en sus páginas se otorgó a lo que por entonces se conocía como nueva pintura mexicana. Adolfo Best Maugard, Diego Rivera, Carlos Mérida, Manuel Rodríguez Lozano, Abraham Ángel, Roberto Montenegro y Miguel Covarrubias ilustraron y publicaron obra en La Falange.[12]

TOÑO SALAZAR, JOSÉ VASCONCELOS. CARICATURA PARA LA FALANGE. 1º DE DICIEMBRE 1922. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

TOÑO SALAZAR, JOSÉ VASCONCELOS. CARICATURA PARA LA FALANGE. 1º DE DICIEMBRE 1922. BIBLIOTECA NACIONAL DE MÉXICO.

En sus memorias, Torres Bodet anotó que entre los editores de la revista existía un “fervor por la pintura mexicana, entonces tan discutida”.[13] Dicha discusión cobra relevancia para este estudio a partir de que se concluyeron los primeros murales de la Preparatoria a principios de 1923. En marzo, con La Falange a punto de hacer una pausa, se celebró la ceremonia de inauguración de La Creación, el primer mural de Diego Rivera en el anfiteatro de la Preparatoria. Una crónica en El Universal apuntó que el evento fue presidido por Vasconcelos, acompañado por varios colaboradores de La Falange y el rector de la Universidad, Antonio Caso. En su discurso, Vasconcelos observó a Rivera como “un espíritu inquieto, un buscador de nuevos procedimientos técnicos y un eterno rebelde contra los métodos clásicos consagrados por la tradición y la rutina”.[14] Otro orador en la ceremonia fue Manuel Maples Arce, quien, con una extensa declamación, elogió al mural de Rivera por “su estilo francamente estridentista”, llamó “gallineros literarios” a las revistas que circulaban en la ciudad y calificó a la Escuela de Bellas Artes como “un burdel” de la pintura.[15] Sin embargo, la suya no era una opinión unánime. La animadversión que había hacia la obra de Rivera y los muralistas fue registrada en la prensa y otros testimonios, como el de Jean Charlot.[16]

En este contexto, se convocó al Primer Congreso de Artistas y Escritores en el mes de mayo desde la SEP.[17] Aunque el evento pretendió resolver algunas inquietudes estéticas que surgían desde la plástica y la literatura, las intenciones conciliadoras se desvanecieron con el paso de los días.[18] La controversia alrededor del movimiento muralista se intensificó y se expandió hacia otras direcciones que no sólo involucraron a los muralistas sino a todo el aparato cultural de Vasconcelos. Aunque el grupo comenzó a establecer una defensa de su trabajo desde algunos periódicos, las revistas México Moderno y El Maestro, en las que varios de ellos colaboraron, dejaron de publicarse en junio de 1923.[19] El final de ambas publicaciones pareció facilitar el relanzamiento de La Falange un mes después.

 

La Falange reaparece

Para su reaparición en el mes de julio, La Falange mantuvo casi las mismas características internas y externas. El cambio más notable residió en la portada y esta variación es una de las características que la diferencian de su primera etapa. En lugar del diseño que había hecho Adolfo Best Maugard en las primeras tres entregas, apareció el retrato de un hombre con los brazos cruzados y la mirada esquiva, vestido con lo que parece una camisa de mezclilla, al frente de un entorno urbano que incluye una fábrica y postes de luz. Se trató de El obrero de Manuel Rodríguez Lozano, quien aportó otra pieza, titulada Cuernavaca, para los interiores.[20] Si este cambio buscó ser un nuevo posicionamiento en la revista, se reflejó de forma más bien ambigua en los “Motivos” que anunciaron su reaparición:

[…] la falange reaparece. Con ella, vuelve a la circulación, entre las otras revistas compañeras suyas, a quienes cordialmente saluda, y que se preocupan por la actualidad del cine, del radio, de la escena o de la política, un género distinto de actualidad: la actualidad de las ideas. Desechará las exageraciones literarias: los ismos desmelenados y soberbios que se acondicionarían mejor con el bombo ruidoso de los circos que con la noble actitud del poeta.[21]

La revista anotó además su postura respecto a la discusión sobre la pintura mexicana:

En arte, preferirá, a la elegancia edulcorada y femenina, la fuerza sugestiva de la expresión, sin por esto deleitarse en demasía con el feísmo morboso. La falange cree que lo bello no está reñido con lo sublime y se admira de ver que apenas hace cien años Víctor Hugo insinuaba que algo de interesante podría encontrarse en lo feo. Hoy, a la armonía de la línea, se prefiere el horror de la figura.[22]

Aunque puede notarse un reticente apoyo a la escuela muralista, destaca el deslinde en La Falange de “la elegancia edulcorada y femenina”, un tema que fue central durante las polémicas de años posteriores.[23] Como ha señalado Guillermo Sheridan, en estos “Motivos” estaba prefigurándose un tono nacionalista,[24] sobre todo en líneas como la del siguiente párrafo:

Nuestra literatura se ha desvinculado de la raza del medio, del minuto. Arde en ella un vino extraño: exageraciones ultraístas, modernismos falsos… ¡quién sabe qué cosas más! Pero ¿dónde está el artista humilde capaz de resignarse a las realidades cercanas? ¿Quién —desde Guillermo Prieto— ha cantado nuestras canciones populares y se ha llenado la boca con el agua luminosa del poema mexicano?[25]

Hubo otras peculiaridades que se ajustaron levemente con el cambio de portada y el aparente discurso renovado de la revista. En el glosario se redactó una noticia que ofrecía un resumen general sobre el congreso de artistas y escritores:

Durante los últimos días del mes de mayo último se reunió en México el primer congreso de escritores y de artistas. Inauguró sus sesiones el 16 de mayo, el señor Ministro de Educación Pública, Lic. D. José Vasconcelos. Las clausuró el 30 del mismo mes nuestro colaborador, D. Julio Jiménez Rueda, Presidente de debates durante la última sesión. El Congreso trató tópicos de general interés para los intelectuales de México. A pesar de que no obtuvo el éxito que de él se había esperado, hay que felicitar al grupo que lo organizó presidido por el poeta D. José Juan Tablada; grupo en el que, con actividad y desinterés encomiables, trabajaron nuestros amigos D. José María Benítez y D. Alfonso Fabila.[26]

Francisco Monterde publicó en este número unas “Vislumbres” que parecieron ser reflexiones sobre el clima intelectual que se percibía en aquel momento.[27] También se publicó un texto firmado por Alberto Masferrer titulado “Los peces voladores. Conversación con unos obreros”, un discurso dirigido a despertar en el sector estudiantil la inquietud por la persecución de ideales como “combatir la fuerza excesiva de las armas, moralizar al clero, depurar al comercio, suprimir el monopolio de la tierra para que no acabemos hechos esclavos de unos pocos amos”.[28] Otras peculiaridades fueron la aparición de un poema de Rudyard Kipling y el hecho de que la sección kodak estuvo dedicada por completo al escritor ruso Arkady Averchenko, con un ensayo sobre México que tradujo Rafael Lozano.[29] Xavier Villaurrutia escribió un “Diálogo” muy interesante entre la Educación y la Cultura con elementos melodramáticos[30] y en la sección de libros hizo una glosa sobre El arte en la Rusia actual de Esperanza Velázquez Bringas.[31]

El quinto número del mes de agosto tuvo otra portada, una reproducción del cuadro La chica de la ventana de Abraham Ángel. Allí se publicaron otros “Motivos” y un texto de Diego Rivera titulado “De pintura y otras cosas que no lo son” en el que planteó, en tercera persona, su perspectiva sobre la pintura mexicana y las críticas que su movimiento había recibido: 

Desde hace dos años se perdió en México el contacto entre el público y los pintores […] Así es que cuando el público de estudiantes, empleados, profesores y personas más o menos letradas han visto los muros decorados… se han muerto de risa o han visto sus digestiones un poco turbadas por el asco y la indignación […] Empezaron las críticas por escrito, lo más violentas posible. Se trataba de molestar al que dio posibilidad de ejecutar todos estos trabajos, al Ministro José Vasconcelos, y se procedió como primera providencia a cubrir de insultos a Diego Rivera, que les pareció el más visible de los pintores del “Movimiento”. Siguen trabajando los pintores pero no sin agitarse, discutir, agruparse unos contra otros, e iniciar divisiones lanzándose reproches entre esos grupos. Se alborotó la jicotera. Sonó el despertador.[32]

LA FALANGE Nº 5, AGOSTO DE 1923. COLECCIÓN ARTURO SAUCEDO.

LA FALANGE Nº 5, AGOSTO DE 1923. COLECCIÓN ARTURO SAUCEDO.

Pese a que La Falange pretendió otorgar voz a los muralistas y al grupo de la SEP, lo que se percibe en su estructura es inestabilidad: al comparar estas entregas con los números previos, es atendible el hecho de que Torres Bodet y Ortiz de Montellano comenzaron a ceder la dirección de la revista a otros colaboradores, especialmente a Xavier Villaurrutia, probable responsable de la inclusión de Salvador Novo en el cuerpo de redactores a partir del sexto número, que ilustró Roberto Montenegro.

Colección Arturo Saucedo.] Novo publicó allí un texto antecedente de su nouvelle El Joven utilizando técnicas narrativas experimentales y junto a Rafael Lozano, firmó un texto que meses antes no habría tenido oportunidad de aparecer en La Falange: una Antología Norteamericana Moderna que incluyó un ensayo titulado “Los nuevos poetas de norte-américa” y una serie de traducciones de poetas imagistas que incluían a Amy Lowell, Carl Sandburg y Ezra Pound. La aparición de esta Antología ocurrió en el último número de La Falange, fechado en octubre de 1923, cuya portada fue una Máscara de danzante, obra de Carlos E. González, escenógrafo del Teatro del Murciélago.

En la sección “Poesía de América” de este último número, Torres Bodet publicó el poema “Civilización”, que transcribo aquí completo por tratarse de una conversión a la retórica vanguardista que antes había desdeñado:[33]

Lo que se necesita

es un verso que diga

esta vida mecánica

de las ciudades en que habitan

tantos hombres sin alma

 

Un verso en el que cruja el aire ardiente

que las hélices blancas

de los aviones, locos en su viaje de oro,

arremolinan y desgarran.

 

Un verso en el que irradien zodiacos imprevistos

y luzcan las palabras,

como escritas en focos eléctricos de anuncio,

sobre la noche alucinada.

 

Un verso que se rumie como un trozo de chicle

entre el tumulto de las fábricas

al ritmo del martillo sobre el hierro y su chasquido bajo el agua.

 

Un verso que no hable de rosas, de crepúsculos,

de amor, de fe, de nada

de lo que ya no existe en la vida del hombre

de estas ciudades tumultarias.

 

Un verso que no mienta: un verso sin retórica,

que no tenga pantallas

y que proyecte sobre el mundo,

su luz, toda su luz sangrienta y agria.[34]

En la última página de su historia, La Falange publicó un extraño texto sin firma que pareció ser propaganda en favor de Jorge Prieto Laurens, miembro del Partido Nacional Cooperativista que acababa de arrebatarle el poder al Partido Constitucionalista de Obregón, aunque su inclusión en la revista no resulta del todo claro.

LA FALANGE Nº7, OCTUBRE DE 1923, COLECCIÓN ARTURO SAUCEDO

LA FALANGE Nº7, OCTUBRE DE 1923, COLECCIÓN ARTURO SAUCEDO

 

El grupo sin grupo

A finales de octubre de 1923, Genaro Estrada le escribió a Alfonso Reyes: “ya no tenemos revistas literarias. Desaparecieron México Moderno y La Falange”.[35] La respuesta de Reyes, en diciembre, arrojó un breve examen sobra la revista: “[…] siento de veras su desaparición, pero La Falange confundía un poco los valores y, tratando de hacer literatura mexicana, se quedaba en las buenas intenciones —pavimento de los infiernos— y casi aconsejaba imitar a Guillermo Prieto de ramplona memoria. ¿Por qué no hacen una revista las personas mayores?”[36]

Ese mismo mes, un desacuerdo al interior del gobierno obregonista se manifestó a través de las armas y más de la mitad de los efectivos del ejército se sublevaron junto con Adolfo de la Huerta. Aunque se controló durante el siguiente año, la rebelión fue señal de que México se encontraba todavía inmerso en un escenario turbulento. González Martínez le escribió a Alfonso Reyes en enero de 1924: “Ya ve usted: volvemos a las andadas y estamos de nuevo en revolución. Me ha dolido esto profundamente y descompone mi plan de hacer pasar a nuestro país por país serio. Para colmo, esta revolución no es de las defendibles. ¡Qué desagradable es todo esto!”[37]

Con la renuncia de Vasconcelos ese mismo año para buscar una candidatura al gobierno de Oaxaca concluyó lo que Salvador Novo llamó “la edad de oro de la educación, con un Vasconcelos fogoso, iluminado, continental, a la cabeza de un empeño romántico de cultura auténtica y sin demagogias que encargaba a los mejores de las tareas más generosas”.[38]

Como epílogo a la historia de La Falange cabe señalar la aparición de otras publicaciones en las que sus editores plasmaron acaso con mayor claridad sus inquietudes políticas y estéticas. Los estridentistas publicaron Irradiador. Diego Rivera y algunos de sus colaboradores más cercanos comenzaron a publicar El Machete. El grupo de La Falange, más o menos disgregado, se reorganizó en la revista Antena, en cuyo primer número Xavier Villaurrutia publicó un texto titulado “La poesía de los jóvenes de México”. Allí, construyó un perfil general de la generación de poetas que habrían de formar un grupo sin grupo, al que se adscribió:

[…] por la seriedad y conciencia artística de su labor; porque sintetizan, en su porción máxima, las primeras realizaciones de un tiempo nuevo, es preciso apartar en un grupo sin grupo a Jaime Torres Bodet, a Carlos Pellicer, a Ortiz de Montellano, a Salvador Novo, a Enrique González Rojo, a José Gorostiza y a Ignacio Barajas Lozano. La producción de estos poetas, inconciliables por el alcance diverso, por la distinta personalidad, puede agruparse, sin embargo, ya que se halla precedida por un concepto claro del arte como algo sustantivo y trascendente. Quien más, quien menos, todos han asimilado las conquistas de nuestra lírica; y cada cual muestra ahora, depurada, su propia expresión.[39]

Uno de los objetivos iniciales de este trabajo fue intentar esclarecer las alineaciones que tuvieron los grupos literarios de renovación estética a comienzos de los años veinte del siglo pasado, una vez que el embate de violencia provocado por la revolución mexicana menguó y comenzó su etapa de institucionalización. Los caracteres de quienes enarbolaron estas propuestas renovadoras tendieron a asociarse, en la historiografía posterior, mediante dos criterios. Uno, nacionalista, caracterizado por cierto optimismo revolucionario que pretendió erradicar toda expresión relacionada con el Porfirismo y otro, cosmopolita, que buscó extraer a México del aislamiento geográfico y situarlo en un contexto mundial, casi universal.[40] La confrontación de ambas tendencias estéticas se dio con mayor intensidad a partir de 1925, sin embargo, antes de este momento, la orientación no tan clara en las posturas de sus defensores permitió un tránsito intelectual interesante que es posible percibir en las publicaciones periódicas de aquella década.

El grupo de La Falange, en un principio opositor de toda noción cosmopolita y vanguardista según el argumento de que con su uso se manchaba el origen latino de la raza mexicana, comenzó a desplegar posturas totalmente contrarias, al grado de que varios de sus integrantes fueron acusados por otros grupos que apoyaron posiciones nacionalistas, en años posteriores, de promover una literatura afeminada y extranjerizante, como sucedió con el estridentismo y los muralistas.[41]

La Falange, se sitúa en este panorama como una revista muy importante dado que en sus páginas se encuentra plasmado el retrato de estos tempranos asentamientos ideológicos y sus respectivas divergencias. Su análisis como objeto de mediación entre los grupos intelectuales que se conformaron durante este periodo permite entender mejor la transformación del proyecto cultural de nación que se había establecido a partir del Ateneo de la Juventud de 1909, en otro muy distinto de tonalidades nacionalistas que se afincó a partir de 1925.

 

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Notas

[1] Manuel Maples Arce, “El movimiento estridentista en 1922”, El Universal Ilustrado, no. 294, (diciembre de 1922).
[2] Ocho poetas, ed. cit.
[3] Anthony Stanton, “La aventura de Proa. Punto de convergencia” en Revista de la Universidad de México. Nueva época. Agosto 2017, No. 162, p. 43.
[4] “Propósitos”, La Falange, no.1 (diciembre 1922), 1-2.
[5] Evodio Escalante, “Proto-Contemporáneos en La Falange (1922-1923)”, 57.
[6] “Letras francesas”, La Falange, no.2 (enero 1923): 55.
[7] “Libros”, La Falange, no.3 (febrero 1923): 117.
[8] “Indice”, La Falange, no.1 (diciembre 1922): 64.
[9] Arenales ya había expresado su inconformidad sobre el modo en que la poesía de González Martínez se cernía sobre un país que se encontraba en plena guerra civil. Sheridan, Los Contemporáneos ayer, 96.
[10] “Indice”, La Falange, no.1 (diciembre 1922): 64.
[11] “Indice”, La Falange, no.3 (febrero 1923): 192.
[12] Toño Salazar colaboró con caricaturas de José Vasconcelos y Ricardo Arenales. Carlos Mérida contribuyó con la ilustración India de Panajachel y retratos de Carlos Wyld Ospina y Jesús Castillo. Covarrubias tuvo amplia presencia en la revista y aportó caricaturas de Diego Rivera, Carlos Mérida, Manuel Rodríguez Lozano, Carlos E. González y Genaro Estrada. La Falange. Edición facsimilar, diciembre de 1922-¿octubre? de 1923 (Fondo de Cultura Económica [Revistas Literarias Mexicanas Modernas], México:1985).
[13] Jaime Torres Bodet, Tiempo de arena, 170.
[14] Claude Fell, José Vasconcelos, 427.
[15] Jean Charlot, El renacimiento del muralismo mexicano, (Ediciones Domés, México, 1985), 173. Como ya se ha señalado, el vínculo entre Rivera y Maples Arce comenzó casi desde que el pintor regresó de París en 1921. No obstante, Rivera mantuvo una colaboración cercana con el grupo de La Falange a lo largo de la historia de la revista, cuyo segundo número ilustró. En el índice de esa entrega, los redactores consignaron a Rivera como “el más fuerte pintor de América”. “Índice”, La Falange, no.2 (enero 1923): 128.
[16] Jean Charlot. El renacimiento del muralismo mexicano. 1920-1925. (Domés, México. 1985).
[17] Patricia Funes. Salvar a la nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos. Buenos Aires: Prometeo Libros, p. 314.
[18] Claude Fell, José Vasconcelos, 324.
[19] Como ha señalado Freja Cervantes: “esta revista fue la última manifestación de una comunidad intelectual y artística cohesionada, que después se vería fragmentada y cuestionada por los nacionalismos culturales, las vanguardias y el arte social”. Véase. Cervantes, Freja I. “Semblanza de Editorial México Moderno (1919-1921)” en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra/editorial-mexico- moderno-1919-1921-semblanza-848934/
[20] La Falange, no.4 (julio 1923): 233.
[21] “Motivos”, La Falange, no.4 (julio 1923): 193.
[22] “Motivos”, La Falange, no.4 (julio 1923): 193.
[23] Víctor Díaz Arciniega, Querella por la cultura “revolucionaria” (1925), (: Fondo de Cultura Económica, México, 2010).
[24] Guillermo Sheridan, México en 1932, 41.
[25] “Motivos”, La Falange, no. 4 (julio 1923): 194.
[26] “Glosario”, La Falange, no. 4 (julio 1923): 237.
[27] Francisco Monterde, “Vislumbres”, La Falange, no. 4 (julio 1923): 195-196.
[28] “Glosario”, La Falange, no.4 (julio 1923): 240-244.
[29] “Kodak”, La Falange, no.4 (julio 1923): 233-236.
[30] Xavier Villaurrutia, “Diálogo”, La Falange, no.4 (julio 1923): 212-215.
[31] Nacida en Orizaba, Veracruz, la escritora Esperanza Velazquez Bringas fue Jefa del Departamento de Bibliotecas de la SEP (1924-1928), directora de la Biblioteca Nacional en 1929 y Defensora de Oficio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Diccionario de escritores mexicanos, siglo XX: desde las generaciones del Ateneo y novelistas de la Revolución hasta nuestros días, vol. 9, (México: unam/Centro de Estudios Literarios, 1988), 215.
[32] Diego Rivera. “De pintura y otras cosas que no lo son” en La Falange (1985), pp. 317–319.
[33] Evodio Escalante, “Protocontemporáneos en La Falange (1922-1923)”, 63.
[34] “Poesía de América”, La Falange, no. 7 (octubre 1923): 386-387.
[35] Serge Zaitzeff, Con leal franqueza, 253.
[36] Serge Zaitzeff, Con leal franqueza, 265.
[37] Leonardo Martínez Carrizales, El tiempo de los patriarcas, 168.
[38] Salvador Novo, La vida en México en el período presidencial de Adolfo Ruiz Cortines, 17.
[39] Xavier Villaurrutia, Obras (Fondo de Cultura Económica/CONACULTA, México, 2012), 819.
[40] Luis Mario Schneider, “Los otros Contemporáneos” en Miguel Fernández Félix y Arturo Saucedo (coords.), Los Contemporáneos y su tiempo (Secretaría de Cultura/INBA, México, 2016), 81.
[41] Evodio Escalante, “Convergencias y divergencias en nuestro movimiento de vanguardia”, 353.

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