El sacrificio. Una análisis hermenéutico

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El sacrificio. Una análisis hermenéutico

ORAZIO RIMINALDI, “SACRIFICIO DE ISAAC” (1625)

 

Resumen

En el presente ensayo se presentan algunas ideas entorno al sacrificio y la relación con la construcción antropomorfa de los dioses; su relación con la idea del orden universal y la influencia que los sujetos pueden hacer sobre este, generando no solo un tipo de comportamiento religioso, sino un tipo de sujeto particular.

Palabras clave: sacrificio, equilibro, interacción, dioses, sujeto, antropomorfismo.

 

Abstract

In this essay some ideas are presented around the sacrifice and the relationship with the anthropomorphic construction of the gods. Its relationship with the idea of universal order and the influence that subjects can make on it. Generating not only a type of religious behavior but a particular type of subject.

Keywords: sacrifice, balance, interaction, gods, subject, anthropomorphism.

 

Aunque “Sacrificio” es una palabra de origen latino, que proviene del verbo “Sacro” (sagrado) y “Facere” (hacer) que traduciría hacer sagradas las cosas. Hoy en día posee un significado pragmáticamente difuso, ya que se usa para referirse a la pérdida, el dolor, entre otros posibles ámbitos. El uso ha trasmutando su origen, por eso en este ensayo la utilizaremos para referir a la acción que pierde voluntariamente algo en pos de recuperar el favor de la divinidad, o de restablecer el orden. Mediando un significado entre la etimología y el uso. Entre el hacer sagrado y la pérdida actual que contrae el significado de la palabra.

Entre 400 y 500 millones de sinapsis suceden en el cerebro humano por milímetro cúbico. Esto hace del pensamiento humano y de la dimensión simbólica sino un misterio, cuando menos algo fascinante. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Cómo explicar la conducta?

Para cualquier acto humano, entendido como algo intencional, habría miles de razones. Aplicaría la popular frase: Cada cabeza es un mundo. Así el sacrificio como fenómeno particular puede deberse a múltiples factores. Pero como fenómeno general o cultural presenta motivos muy similares en todos los individuos.

La idea del sacrificio se debe a una necesidad epistémica de encontrar regularidades. La idea del orden (puede ser un orden volitivo, como el impuesto por un rey) como un equilibrio que guía al universo, es una de estas regularidades, y es la que está detrás de la idea del sacrificio. El sacrificio es el intento de equilibrar el orden, de retribuir lo sustraído, o en forma de pago o de ofrenda, es la idea de una falta que se compensa para obtener lo que se desea. Es una especie de pérdida voluntaria en pos de agradar o restituir una ofensa. Es la idea de un universo antropomorfo ante el cual puede hacerse cosas para resultar grato. Una potestad delante la cual la auto humillación resulta de agrado. El sacrificio es el dolor escogido o la muerte de algo, en pos de un pago o un gesto de gracia. Las obras realizadas también pueden ser un regalo o presente, que ofrece el sacrificador, el penitente que quiere ser bien visto por los dioses y les ofrecen la pérdida de algo valioso e irrecuperable. Por ello el sacrificio de la vida se convierte en un motivo principal, por su carácter irrevocable. En los casos de la inmolación de animales, algunas culturas creen que el olor a carne quemada les resulta agradable a los dioses. En otras culturas se utiliza el incienso o copal. Ambos bajo la idea de que estos aromas al elevarse, llegan al cielo donde habitan los dioses y seducen con su cualidad aromática el temperamento de las divinidades. Cabe notar que el cielo es un lugar privilegiado y recurrente para ser la morada de los dioses. No por nada el sacrificio y la religión están íntimamente ligadas con el saber que tengamos del cielo, entendido como hogar de los dioses. La palabra cielo en la tradición Occidental cristiana, tiene ya connotaciones religiosas. Además este tipo de sacrificio resalta la idea de que el aroma es algo gustoso a lo seres celestiales. Es la idea de que los dioses pueden ser seducidos o ganar su filia con sabores, olores, colores, actos, bienes materiales y sacrificios. Pero este último es más complejo, pues no es algo que estimule los sentidos sino que exalta la dignidad. Además a pesar de que hay un pérdida evidente, la ganancia no es del todo obvia, pues es simbólica e insertada en el sistema del imaginario que constituye a la persona. Esa translocación de los valores y conductas humanas hacia los dioses, es la cima de la complejidad ideológica religiosa, pues es la idea de que los dioses pueden ser exaltados en su personalidad con honores.

Así como la idea de que el universo no se rige de manera volitiva sino que está sujeto al logos, engendró a la filosofía, así la idea del equilibro que se puede restablecer vía acciones humanas engendró la sacralidad y con ella una de las dimensiones más fundamentales del sujeto. La idea de la acción como fuente de cambio es constitutiva de la subjetividad. El sujeto ante los dioses se plantea como agente de la acción, como originario de las acciones que son reguladoras de este orden. Es un sujeto con una epistemología trunca, pues nunca está seguro de su saber para agradar a las entidades. Ya que siendo entidades volitivas están a merced de su ánimo. La idea del sacrificio es la idea de una pérdida en busca de una ganancia, casi una inversión. Solo que sin estar seguros de que la ofrenda causará los intereses esperados. La política, en su dimensión de adulación, es uno de los sistemas mentales más complejos. La “dimensión social” es la que más ocupa el esfuerzo del cerebro, la mente en lo que más emplea recursos es en entender las filias y fobias de los demás hacia él, si puede confiar y esperar un favor, o por el contrario, si debe cuidarse de una traición. Por ello el mecanismo de la ofrenda es llevado del ámbito social humano: al de las divinidades.

Es en la acción sacrificial donde el sujeto interactúa con el universo, no sólo como individuo, sino como regente del poder, como agente de la acción. No importa que se presente de manera suplicante ante los dioses, la misma dimensión del poder de la acción está presente. El individuo se vive como alguien que puede influir en el mundo divino a través de la suplica, del sacrificio, o de la ofrenda, el rito etc. En esa medida puede hacer algo, influir en el destino.

JAN STEEN, “SACRIFICIO DE EFIGENIA” (1671)

El sacrifico se basa en la idea de que hay un equilibrio que regula los acontecimientos del universo. Es la idea de que hay un orden, y esto es el inicio de la ciencia, como la búsqueda de regularidades, pero antes de entender estas regularidades lógicas y poder manipularlas, se entienden como deseos divinos. Cuando falta el conocimiento, entonces los seres humanos se comportan de manera religiosa, es decir, se comportan ante el universo como si fuese algo conocido, un ser volitivo, una persona. Transportan el mundo conocido al desconocido. Lo más complejo que conocemos es el ser humano y su dimensión simbólica, por lo que no es difícil advertir que esto se llevó a los fenómenos que no podemos explicar, por ello la explicación que les damos es antropomorfa. Los cielos se habitaron con seres humanizados. Si lo propio del sujeto es la idea de ser el generador de la acción, de actuar libremente, esto es sin causas, no es difícil ver que un universo antropomorfizado simbólicamente es un universo libre y volitivo. No por nada el núcleo de la mística es la vivencian, sin el por qué, sin antecedente, sin razón. Un universo que se auto engendra, una rosa que florece como florece, sin razón, sin por qué. Por ello el sujeto como agente de la acción, como inicio de la misma, no puede sino vivirse dentro de la dimensión ética que implica la acción y sus consecuencias, por ello se vive como en un constante juicio, que le da existencia, pues sólo en esta dinámica se hace sujeto de la justicia del otro. La ofrenda es la idea de la retribución de la justicia de manera procedimental.

Los dioses surgen como esos sujetos ante los cuales es necesario compadecer en juicio. Así se cree que Dios es juez y por ello es posible dialogar con él, o establecer mediaciones e intercambios. La idea del sacrificio está sustentada en la idea de que se puede intercambiar una pérdida por otra cosa, o pagar algún mal con un alguna otra cosa.

El sujeto se pone frente a los dioses, y no tarda mucho en complicar la antropología de los dioses con la divinidad de los hombres. Lo hombres al vivirse como origen de la acción, como entes no causales son fundamentalmente epifenómenos. Núcleos lingüísticos girando en la metáfora de la libertad. Por ello son responsables de las acciones no causadas, que no tienen más antecedentes que él mismo, o la llamada voluntad. Son sujetos en la medida en que se creen agentes de la acción no causada y, son referente de ellos mismos. En pocas palabras son porque son libres, y ser libre es no tener causa. El sujeto es porque es, y los dioses no tiene una lógica distinta, son porque son, se han engendrado a ellos mismos. Se han engendrado como origen del universo y de las demás acciones.

Pero al pensarse como entes libres también tiene que enfrentar las consecuencias de sus acciones, esto es la idea de que no todo lo que hicieron lo hicieron correctamente o que pudieron hacer alguna otra cosa. Más aún, es la idea de que se puede hacer algo para ofender a los dioses que son volitivos y personales. Solo un dios excesivamente antropomorfizado puede ser ofendido. Un dios impersonal no aceptaría sacrificio, ni retribuciones de ningún tipo.

Los hombres poco a poco han recorrido la ruta inversa. No sólo han antropomorfizado a los dioses sino divinizado a los hombres, y no han sido pocos los sujetos que han declarado su divinidad, Zoroastro, Ramsés, Dionisio etc. Son sólo algunos de los más conocidos.

Otra idea similar es la de la monarquía que se sustenta en la designación de los dioses de sus representantes. Por ello si es posible sobornar o influir en la voluntad de un representante de dios en la tierra, que es el rey, también es posible influir en los acontecimientos que dependen de este poder supremo a través del sacrificio.

La idea de un bien y su búsqueda ha engendrado al sujeto como agente y principio de la acción. El sacrificio es una acción que pone al sujeto como fuente, como origen de la misma y como perseguidor de un fin. Así se abre la dimensión temporal del sujeto.

El sujeto es libre porque puede y ejerce el poder en la acción, eso lo constituye como un ente presente. Es pasado porque piensa que sus anteriores acciones son la determinación de lo que sucede en este momento, de la situación desfavorable. Así que proyecta esa misma lógica como agente de acciones futuras que determinas los eventos. Hace cosas para manipular el futuro, para que la cosa vaya bien o el resultado sea el esperado. El sacrificio es la acción en pos de determinar los eventos, de cambiar lo que sucede. El sacrificio por esto se vive como una acción temporal. Que le permite al sujeto vivirse cuando menos lingüísticamente en la temporalidad que le permite prever su finitud, o la inconveniencia de la situación futura. Su misma finitud le causa conflicto, culpa, no se perdona el no ser eterno y por ello genera la religión como una manera de volver a unirse con lo eterno, con lo atemporal y por ello con lo prelingüístico. Ya que el tiempo que habita el sujeto es el tiempo narrativo. De ahí también el misterio de lo atemporal, de lo místico, que no puede reducirse a categorías lingüísticas. Falta la palabra para expresar lo que esta más allá de lo humano.

BORIS CORREA, “EL SACRIFICIO” (2014)

En algún momento los sujetos debieron de desprenderse del ámbito animal. La conciencia del ser, algo distinto los formó como individuos. Hoy en día la metafísica está construida sobre el principio de individuación y su disolución. El individuo surge como la conciencia de separación del resto de las cosas, es algo distinto de la naturaleza. Pero algo de esa idea permanece en él. Alguna especie de memoria genética le sigue susurrando al oído la sospecha de que en el fondo, todo es lo mismo, todo es parte de la naturaleza. Así entre la separación propia el lenguaje que le permite nombrar al que nombra, y en esa medida, inventarse como algo distinto de las cosas y de más seres, también se encuentra esa constante búsqueda de volver al origen, de volver a unirse con la totalidad, con el Uno primigenio de Platón o con la Sustancia única de Spinoza. Así nacen las religiones, que no es sino otra forma de decir, unión, religar, volver a poner las ligas. Volver a ser uno con el Uno. Todas las religiones son la manipulación de la reminiscencia primaria, de la unión originaria, y el culto se convierte en una administración de esa idea. Volver al origen, a la patria extraviada, a la casa paterna, a la infancia, al Uno originario que ha engendrado todo y que tanto adora Nietzsche.

 

El sacrificio como acto de afirmación de la individualidad

Al no perdonarse la finitud, el sujeto busca la comunión, la disolución. Por ello el sacrificio del mismo sujeto es el máximo acto de afirmación de la individualidad en pos de la universalidad. El sujeto se inmola, se ofrece en sacrificio para que así, al perderse él como ilusión, aparece la totalidad como verdad. La confesión es un acto de este tipo, es un sacrificio del sujeto, donde de alguna manera renuncia a lo que es, muere para el pecado, “falta” y nace como unidad. Como promesa de ser otro. Pero el Otro radical en lo que late detrás de todo esto, otro quizá sin principio ni causalidad. Por ello Otro irreductible a la explicación y ajeno al sacrificio.

Algunas religiones antiguas aun mantienen formas de unión con el absoluto a través de la danza, las sustancias o los rituales. En esa medida la religión parecería inversa al individuo, pues es inversa al principio de individuación. Sin embargo conforme la naturaleza se va complicado el individuo encuentra formas de comunicación con la unidad que le mantiene en la subjetividad, una de ellas es el sacrificio.

En el sacrificio coexisten las ideas del Uno originario pero en este momento aún mantenemos la individuación por lo cual la comunicación se queda en este nivel humano que necesita el intercambio y los mensajes simbólicos. Los rituales son este acercamiento a la disolución.

Los individuos trasforman las situaciones en eventos, en cuestiones simbólicas. El lenguaje como uso articulado de los signos para crear símbolos, no solamente le permite interpretar cosas, sino que además es el principio de generación de sí mismo. Gracias a esta dimensión simbólica del lenguaje, los humanos han dejado atrás la dimensión animal para constituirse como una nueva raza. Un animal simbólico diría E. Cassirer. Esta dimensión simbólica hace que los individuos reaccionen y se relacionen de manera distinta, generando instituciones y rituales, generado la idea del regreso a la naturaleza animal, como una de las formas más culturales y complejas de actuación, dado que ninguno otro animal pretende regresar a su condición animal. Sólo el hombre es capaz de pensar semejantes laberintos ideológicos para así afirmarse. Uno de ello es la religión, en la cual el individuo busca perder su individualidad y se vuelve parte de una colectividad. (Muero porque no muero)

Pero el sacrificio funciona de manera diferente, ya que está enraizado en la idea bastante ideologizada de que el universo funciona de manera similar a las sociedades humanas. El precepto esotérico de: Cómo es arriba es abajo, no significa más que: el mundo supra natural se comporta con el mundo natural. Así hemos construido la idea de un mundo superior al humano totalmente humano. Y cuando decimos totalmente humano introducimos la dimensión simbólica generadora del lenguaje y de las explicaciones. Por ello decimos que los cielos se generan a sí mismos, por ello decimos que los hombres se crean a sí mismos y sólo por aclarar el punto diremos que los dioses se crean a sí mismo, sin motivo aparente, se crean como se crean, sin principio de causalidad, sin estar sujetos al tiempo. De ahí las contradicciones propias de los humanos y las explicaciones que damos de sí. De ahí que la actual psicología tenga que vérselas con un ser contradictorio. Quizá el universo sea absolutamente contradictorio en sí mismo, o quizá como algo extra humano no puedan aplicársele la idea de lógica o contradicción y menos la de sacrificio.

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