Pandemia y, ¿el asomo hacia una nueva economía global?

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Pandemia y, ¿el asomo hacia una nueva economía global?

TOMADA DE TIEMPO

 

Resumen

Un detenimiento económico forzoso a nivel mundial causado por la pandemia del COVID-19 limpió los cielos, redujo el calentamiento global pero se está cobrando miles de víctimas fatales. La pandemia está en expansión y toda reflexión sobre ella es provisoria y en progreso. En el artículo que ofrecemos a continuación buscaremos realizar y dejar planteadas algunas preguntas que estimulen el pensamiento asomándonos a las ideas de ambientalistas como James Lovelock quien acuño la hipótesis Gaia y a los estudios de Enrique Leff. ¿Han fracasado los Estados en su marcha hacia el progreso? ¿estamos verdaderamente frente a un hito y cambio de paradigma en la manera en que nos relacionamos entre los hombres y con el medio ambiente o en presencia del tan temido cisne verde?

Palabras clave: COVID-19, recesión económica global, desarrollo sustentable, Enrique Leff, James Lovelock, cisne verde.

 

Abstract

A globally forced economic slowdown caused by the COVID-19 pandemic cleared the skies, reduced global warming but is claiming thousands of fatalities. The pandemic is expanding and all reflection on it is provisional and in progress. In the article that we offer below, we will seek to ask and pose some questions that stimulate thought by looking at the ideas of environmentalists such as James Lovelock who coined the Gaia hypothesis and the studies of Enrique Leff. Have States failed in their march towards progress ?; Are we truly facing a milestone and paradigm shift in the way we relate to men and the environment, or in the presence of the much-feared green swan?

Keywords: COVID-19, global economic recession, sustainable development, Enrique Leff, James Lovelock, green swan.

 

Un detenimiento forzoso a nivel mundial causado por la pandemia del COVID-19,[1] limpió los cielos y redujo el calentamiento global. Según los expertos hubo una baja de hasta un 25 por ciento en la emisión de dióxido de carbono y metano, lo que redundó en un fortalecimiento de la capa de ozono y el descenso de la temperatura global al mismo tiempo que en su costo suma diariamente una catastrófica pila de muertes humanas. La pandemia del COVID-19 está en plena expansión y toda reflexión al respecto es provisoria y está en progreso.

En el presente artículo buscaremos realizar y dejar planteadas algunas preguntas que estimulen el pensamiento y nos asomaremos a las ideas de aquellos ambientalistas como James Lovelock[2] quien acuño la hipótesis Gaia, la cual sostiene que el planeta se autorregula tendiendo por sí, a un punto de equilibrio; asimismo, los estudios de Enrique Leff quien en su profusa obra, enuncia que este proceso de globalización y de expansión de la racionalidad económica culmina con una saturación, topándose la voluntad depredadora del hombre con un límite insalvable, el límite de la naturaleza.

¿Estamos en la antesala de un nuevo orden mundial con epicentro en el medioambiente?, con este interrogante como faro vamos a trazar un camino casi a tientas y que como dijimos es, más provisorio que nunca, dejaremos planteadas dudas que interpelen nuestra capacidad de asombro y de existencia pues lo que está en juego es la condición humana.

La pandemia desatada entre diciembre de 2019 y enero del corriente, en la República Popular China, más precisamente en la región de Wuhan,[3] y que hoy azota a todo el planeta generó una paralización y caída en picada de la economía global como no se tiene registros en esta fase del capitalismo global: cierre de fronteras, fábricas inactivas, puertos clausurados, escasa actividad bancaria y bursátil, rutas y aeropuertos desolados, animales silvestres ganando nuevamente las calles, ríos y mares. La disipación de grandes concentraciones urbanas por el aislamiento preventivo, en algunos casos voluntario y en otros obligatorio, muestra que los alarmantes colores naranja y rojo que exponen las fotos satelitales comenzaron a deslizarse hacia la zona, más optimista, de los azules y verdes como un efecto colateral positivo de esta crisis sanitaria, social y ambiental: la capa de ozono muestra signos de recuperación aunque la pregunta a resolver es si esto se podrá sostener en el tiempo o en el momento en el que los países salgan del estancamiento se observará un rebote tan fuerte que lo que se ganó, se pierda rápidamente.

 

La Hipótesis Gaia

Según la hipótesis de Gaia (acuñada así en honor a la divinidad Griega Gea –la de amplio pecho– deidad femenina principal desde donde surgen todos los dioses y seres humanos), la atmósfera y la parte superficial del planeta Tierra se comportan como un todo coherente y sincronizado donde la vida, su componente característico, se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, composición química y salinidad de los océanos. Gaia se comportaría como un sistema autorregulador (que tiende al equilibrio), no como un organismo vivo que puede arrastrarnos hacia ribetes metafísicos innecesarios sino como el resultante de procesos fisicoquímicos de supervivencia y regeneración.

Esta idea fue desarrollada por James Lovelock en 1969 (aunque publicada totalmente en 1979), en ella, el científico definió a Gaia como una entidad compleja que integra a la biosfera, atmósfera, océanos y tierra; constituyendo en su totalidad un sistema retroalimentado que busca un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta.[4]

Con su hipótesis inicial, Lovelock afirmó la existencia de un sistema de autocontrol global de la temperatura, composición atmosférica y salinidad oceánica para asegurar la supervivencia, el cual al verse amenazado desarrolla mecanismos de reseteo.

Esta hipótesis presta especial atención al entorno en donde se desarrolla la vida y para ello utiliza la categoría de biosfera que designa al sistema que conforma el conjunto de seres vivos interactuando entre sí y con el medio ambiente. En este sentido hace importantes contribuciones a la desantropización de la vida exaltando las virtudes del todo por sobre las partes. ¿Es la pandemia del COVID-19, en última instancia, una reacción del planeta que tiende a un nuevo punto de equilibrio?

 

Una nueva educación y economía sustentable 

Enrique Leff es un economista mexicano experto en ecología política, sociología y educación ambiental, fue Director del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una de las voces más citadas en la materia que plantea la necesidad de poner un freno y lentificar el proceso infinito de apropiación del planeta que convulsiona ante una crisis ambiental sin precedentes, crisis a la que no solo asistimos sino que en distintos grados de participación e impacto todos somos parte, un foco de tensión sin tregua entre la sustentabilidad económica y la sustentabilidad ambiental que debería resolverse en favor de todos; “[…] la racionalidad científica –en su intento por alcanzar la objetividad, la verdad y la certidumbre– ha fallado en su propósito más trascendental: el de construir un mundo predecible, controlable, seguro y transparente”.[5] La tensión gira especialmente sobre el rol de las economías más desarrolladas, el despilfarro de recursos sin mesura y el sofoco que ejercen sobre otras economías menos sofisticadas.

La crisis ambiental irrumpió en los últimos cincuenta años como una crítica a la degradación generada por el crecimiento económico (y en forma más generalizada por la racionalidad moderna), abriendo la discusión por el desarrollo de un futuro equilibrado entre economía, política, tecnología y medioambiente: “La conciencia ecológica emerge como una manifestación de los límites de la economía[6] que en su ADN reproduce una sinergia acumulativa combinada de crecimiento destructivo, afirma el economista citado precedentemente y continúa: “La ciencia humana, siguiendo el modelo mecanicista del origen de las ciencias naturales, se aleja así cada vez más de la condición humana”.[7]

Al parecer, y según Leff, ningún modelo científico es tan poderoso y contundente como el de la economía: un instrumento que elabora su conocimiento a partir de constructos ideológicos, teóricos, políticos y estratégicos donde el espíritu empresarial, la creación de riqueza a partir del egoísmo individual, la falacia del equilibrio ordenador de la oferta y la demanda, la formación de precios y el desguace de los factores productivos (capital, recursos naturales y fuerza de trabajo), generaron un mundo que alteró los equilibrios fundacionales destruyendo ecosistemas, agotando suelos, elevando las temperaturas, produciendo deshielos, todo ello como condición estructural de un capitalismo eugenésico que se refuerza y perpetúa a partir de la desigualdad social y la pobreza extrema.

La idea de progreso que promovió el conocimiento moderno, dominando la naturaleza y justificando la irresponsabilidad socio-ambiental, abrió las puertas a un proceso que se supuso infinito y de golpe, la crisis ecológica muestra los efectos en una degradación (casi) irrecuperable, para mitigarlo, es imperioso ajustar el modo de producción a nuevas condiciones de sustentabilidad con anclaje en la educación, el diálogo entre saberes y el respeto por la naturaleza y sus tiempos.[8]

TOMADA DE MOR.BO

 

Objetivos de desarrollo sustentable

Estamos en condiciones de afirmar que el calentamiento global (que aparece como el síntoma más claro de la crisis ambiental de la globalización económica) es el resultado de un proceso creciente de acumulación destructiva de naturaleza, generada por todos los procesos de producción industrial y de destrucción de los ecosistemas, produciendo emisiones incontrolables de gases de efecto invernadero al tiempo que disminuyen la capacidad del planeta de reabsorberlos debido a la ilimitada desforestación, como dijimos anteriormente, avanzamos hacia un límite insalvable (disponibilidad de energía, agua, alimento) que los Estados tímidamente denuncian: “[…] nos encontramos ante un dilema: por un lado, el crecimiento económico es indispensable para lograr la justicia y, por otro, es insostenible y su continuación tendrá efectos desastrosos para la humanidad”.[9] El modelo que tiene como meta el crecimiento económico como idéntico de expansión de consumo material y energético, es decir: un aumento cuantitativo de las variables económicas que no redunda en mejoras sustanciales de la calidad de vida de todos los seres humanos tarde o temprano colisiona con los límites que le impone la naturaleza.[10]

Hay que replantearse la lógica del desarrollo tradicional, en este sentido, en el año 2015, la Organización de las Naciones Unidas trazó una agenda rumbo al 2030[11] con la meta de sentar nuevas bases para el desarrollo global,[12] que cuenta con diecisiete objetivos sostenibles que incluyen la igualdad de género, la eliminación de la pobreza y erradicación de las hambrunas, nuevos trazados urbanos para optimizar los recursos, reforestación y uso responsable de los suelos, minerales y la defensa del medio ambiente, todo ello como políticas de Estado a largo plazo, pero que sin embargo no fue capaz anticiparse a la crisis que en el primer trimestre de este año nos azota a todos los países y personas, sin distinción de razas o linajes, donde bien podemos incluir los incendios infinitos de Australia, los que recordemos, estuvieron precedidos por sequía y como corolario trajeron lluvias y tormentas de gran porte, dejando en claro que un desastre ambiental sienta las bases del próximo.

Los problemas ambientales están estrechamente ligados a los modelos de desarrollo y a sus estructuras socioeconómicas:[13]

[…] es claro, entonces, que no está en juego simplemente un proceso de acumulación material que se alcanzaría siguiendo rigurosamente pautas de política económica. Del espacio de las cantidades acumuladas destructivamente hay que pasar a otro espacio de calidades adicionales respetando las diversas opciones existentes. Se precisan soluciones amplias y complejas, en las cuales los beneficiarios deben ser los propios actores para la construcción de sociedades sustentables en términos de equidad social, cultura, de género, ecológica, étnica. Solo así quizá se superen aquellas visiones simplistas que todavía dominan en la discusión.[14]

Es imposible aun medir la pila de escombros y cadáveres que dejará esta pandemia que nos interpela y expone a límites insospechados de la condición humana actual pero mientras tanto nos preguntamos: ¿estamos verdaderamente frente a un hito y cambio de paradigma en la manera en que nos relacionamos entre los hombres y con el medio ambiente? o ¿estamos en presencia del tan temido cisne verde?

 

Bibliografía

  1. Alier, Joan, “Hacia un decrecimiento sostenible de las economías ricas”, Revista de Economía Crítica, número 8, segundo semestre 2009, ISSN: 2013-5254.
  2. Bedolla, Carlos y otra, “La ética del cambio climático”, Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM, núm. 110, mayo-agosto de 2011, pp. 121-137.
  3. Gudynas, Eduardo, Ecología, Economía y Ética del Desarrollo Sostenible, Abya Yala, Quito, 2003.
  4. Leff, Enrique, Discursos sustentables, Siglo XXI Editores, México, 2008.

 

Notas

[1]Oficialmente denominada por la Organización Mundial de la Salud, en su Clasificación Internacional de Enfermedades, como COVID-19. Dicha institución puso énfasis en que tal denominación no contenga ningún tipo de referencias a lugares o grupos de personas para evitar estigmatizaciones. Fue declarada como pandemia el 11 de marzo de 2020.
[2]James Ephraim Lovelock es un distinguido científico británico, nacido en 1019, miembro de la Excelentísima Orden del Imperio por sus aportes en el campo de la investigación e invención. Entre 1969 y 1979 formuló y publicó la Hipótesis Gaia, la que puede definirse someramente como: un modelo interpretativo que afirma que la tierra crea sus propias condiciones de regulación mediante un delicado equilibrio entre sus componentes.
[3]Capital de la provincia de Hubei en la zona central del gigante asiático.
[4]La biosfera o biósfera es el sistema formado por el conjunto de los seres vivos del planeta Tierra y sus relaciones. Este significado de «envoltura viva» de la Tierra, es el de uso más extendido, pero también se habla de biósfera, en ocasiones, para referirse al espacio dentro del cual se desarrolla la vida. La biosfera es el ecosistema global. Al mismo concepto nos referimos con otros términos, que pueden considerarse sinónimos, como ecosfera o biogeosfera. Es una creación colectiva de una variedad de organismos y especies que interactuando entre sí, forman la diversidad de los ecosistemas. Tiene propiedades que permiten hablar de ella como un gran ser vivo, con capacidad para controlar, dentro de unos límites, su propio estado y evolución.
Constituye una delgada capa de dimensiones irregulares, lo mismo que es irregular la densidad de biomasa, de diversidad y de producción primaria. Se extiende por la superficie y el fondo de los océanos y mares, donde primero se desarrolló, por la superficie de los continentes, y en los niveles superficiales de la corteza terrestre, donde la vida prospera, con baja densidad, entre los poros e intersticios de las rocas.
[5] Leff, Enrique, Discursos Sustentables, ed. cit., p. 45.
[6] Leff, Enrique, Discursos Sustentables, ed. cit., p. 27.
[7] Leff, Enrique, Discursos Sustentables, ed. cit., p. 45.
[8]“[…] la emergencia de la economía ecológica, que en sus principios planteaba la necesidad de subsumir a la economía como un subsistema sujeto a las condiciones que le impone la biosfera; siguiendo la retórica de las teorías de sistemas, la economía debía ajustarse a las condiciones que le impone el sistema ecológico más amplio y más complejo que lo contiene”. Leff, Enrique, Discursos Sustentables, ed. cit., p. 26.
[9]Bedolla y Otra, “La ética del cambio climático”, en Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM (file:///C:/Users/usuario/Downloads/27922-55405-1-PB%20(1).pdf) consultado el 30 de marzo de 2020.
[10]Para Gudynas, es necesario superar la noción de naturaleza como frontera salvaje y resignificarla como una construcción social cambiante de acuerdo a la relación que el hombre establece con su entorno.
[11]Es importante decir que agendas y declaraciones de este tipo abundan con escasos o nulos resultados: entre ellos podemos citar a la Cumbre de Río (1992), la Cumbre de Berlín (1995), Ginebra (1996), al Protocolo de Kyoto (1997), Buenos Aires (1998), Bonn (1999), Nueva Delhi (2002), Milán (2003), Montreal (2005), La Cumbre de Copenhague (2009), Cancún (2010), Lima (2014), entre otras similares.
[12]Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se gestaron en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada en Río de Janeiro en 2012. El propósito era crear un conjunto de objetivos mundiales relacionados con los desafíos ambientales, políticos y económicos con que se enfrenta nuestro mundo.
Los ODS coincidieron con otro acuerdo histórico celebrado en 2015, el Acuerdo de París aprobado en la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP21). Junto con el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, firmado en Japón en marzo de 2015, estos acuerdos proveen un conjunto de normas comunes y metas viables para reducir las emisiones de carbono, gestionar los riesgos del cambio climático y los desastres naturales, y reconstruir después de una crisis.
[13]“La necesidad de integrar la dimensión ambiental en los procesos socioeconómicos es indiscutible. Pero para ello es necesaria una conceptualización diferente de la vida misma del ser humano, en un esfuerzo de creciente responsabilidad cívica en el marco de una participativa y de una ética de convivencia armónica con la naturaleza. De ahí resulta que la ética ambiental es la bisagra […]”. Gudynas, Eduardo, Ecología, Economía y Ética del Desarrollo Sostenible, ed. cit., p. 4.
[14] Gudynas, Eduardo, Ecología, Economía y Ética del Desarrollo Sostenible, ed. cit., p. 10.

 

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