Realidad y cine: el hombre semi-imaginario desdoblado ante una pandemia

GILLES DELEUZE

 Ignoramos todo lo que ignoramos del cine.

Jean Epstein

Resumen

Una pandemia ha sucumbido al mundo, ha retornado al hombre a su hogar y le ha recordado su finitud. Tomando a la pandemia como punto de catarsis que se ha desarrollado en múltiples películas en el cine, Edgar Morin y Gilles Deleuze nos permiten reflexionar ante esta imagen del mundo que hoy se ha escapado de las pantallas. La intención del presente artículo es desdoblar al hombre semi-imaginario en proceso de construcción ante la crisis mundial que vivimos.

Palabras clave: realidad, pandemia, confinamiento, desdoblado, imagen-reflejo, hombre semi-imaginario.

 

Abstract

A pandemic has succumbed to the world, has returned the man to his home, and has reminded him of its finitude. Taking the pandemic as a point of catharsis that has been developed in multiple films in the cinema, Edgar Morin and Gilles Deleuze allow us to reflect on this image of the world that today has escaped from the screens. The intention of this article is to unfold the semi-imaginary man in the process of construction in the face of the world crisis we are experiencing.

Keywords: reality, pandemic, lockdown, unfolded, image-reflection, semi-imaginary man.

 

Me tocó escribir estas letras desde el encierro, desde una realidad que parece sacada de una película de terror donde la idea central del guion es el concepto de muerte y la constante lucha por sobrevivir ante esta pandemia. Nos espanta que esta “visión de realidad” que parece ha traspasado las pantallas, saque los instintos más primitivos del hombre.

 

Vemos en las noticias una lucha constante de fieras que pierden la esencia de su “humanidad” en sus actos y que han caído en una histeria colectiva. La construcción del hombre imaginario que es visible en la pantalla como doble imaginario[1] se está desarrollando en cada acción que ejecuta su actuar, esta visión del hombre inevitablemente estremece al espectador que percibe perplejo su des-in-humanización[2] y —como en el cine—, el receptor espera, cierra los ojos, respira, frunce el ceño y se llena la boca de palomitas en un acto de ansiedad, con la esperanza de que esta realidad sea como una película más de terror que termina en dos horas con un “final feliz” —con bajas expectativas— donde el protagonista favorito —que es Usted— no muere.

 

Como lo dijo Edgar Morin en su libro El cine o el hombre imaginario, “[…] el cine nos ofrece el reflejo no solamente del mundo, sino del espíritu humano”.[3] Pareciera que nos da una “valentía extraña” ver la realidad a través de una pantalla, ordenador o teléfono celular que nos permite alejarnos un momento, aunque en ella estemos sumergidos.

 

Interesante sinopsis tiene esta “película-real”: un virus extraño surge de forma igualmente “inexplicable” en un mercado en Wuhan, China, donde las personas que lo contraen tienen probabilidades de sobrevivir sólo si su organismo sabe contrarrestar el efecto de una bacteria que se almacena en sus pulmones antes de que colapsen. No sabemos si dicho virus sobrevive en el aire o si existe algún medicamento o vacuna que lo contrarreste, pero su facilidad de propagación vuelve peligroso todo contacto humano. No existe una región de inmunidad, es letal para todo el mundo y ha dejado al descubierto varios vicios que hemos humanizado, y a un capitalismo brutal que no podemos ni debemos seguir tolerando.

 

Lo formidable de cada película es la introspección que crea en el espectador la posibilidad de cambiar su realidad a partir del reflejo de la pantalla. “El encanto de la imagen y la imagen del mundo al alcance de la mano han determinado un espectáculo, el espectáculo ha excitado un prodigioso despliegue imaginario, la imagen-espectáculo y lo imaginario han excitado la formación de nuevas estructuras en el interior del film: el cine es el producto de este proceso”.[4]

 

Este espectáculo ha avivado un despliegue imaginario que rebasa las expectativas de nuestra propia fragilidad, la realidad nos confronta mientras abandona las pantallas y confina en sus hogares a aquellos que su trabajo no los obliga a olvidar la letalidad del virus. El problema de esta película que escapa a la proyección es que nos hace sentir que estamos hablando de una “humanidad-imaginaria” que no es la nuestra. Edgar Morin cita: “[…] como dice Jean Epstein, «ignoramos todo lo que ignoramos del cine»”,[5] y más allá del cine, ignoramos todo aquello que no hayamos visto, sentido, olido, degustado, sufrido.

 

Se han hecho varias películas que demuestran el efecto de una pandemia en nuestra fragilidad humana, lo peligroso que son los intereses económicos que no contemplan al mundo que afectan, el olvido del otro en la búsqueda de la propia supervivencia y el eco de los olvidados, los pobres.

 

En el 2002 Resident Evil jugaba con la idea de que un virus creado en la Corporación Umbrella se había esparcido por un “error” humano y había convertido a la mayor parte de la humanidad en zombis. Las siguientes películas de dicha secuela seguirían desarrollando la idea de la supervivencia en un mundo poblado por “zombis” que buscan carne para alimentarse ante una humanidad que trata de sobrevivir sin contagiarse.

 

Lo mismo ocurre con Estación zombi (Train to Busan), donde por otro “error” se propaga un virus que ha convertido a la población en “zombis” y que dicho virus tiene la facilidad de expandirse a través de la mordedura de otro ser humano contagiado. Lo interesante de esta película nuevamente es cómo el protagonista y su hija tratan de sobrevivir en un vagón lleno de zombis donde sólo tienen como aliados a un matrimonio en espera de un bebé, y un par de jóvenes; tratan todos de llegar a un poblado que ha evitado la esparsión del virus con el cierre de sus fronteras, y en el desarrollo de la película vemos que es más peligroso el hombre contra el propio hombre tratando de alcanzar la supervivencia ante un virus letal.

 

Otra película es El hoyo, ésta se desarrolla en el “Centro de autogestión vertical”, lugar donde el protagonista Goreng decide encerrarse voluntariamente seis meses para obtener un diploma; al ingresar es colocado en el piso 48 donde conoce a su compañero de bloque Trigamasi, quien está cumpliendo una condena por haber cometido un homicidio involuntario. En el “Centro de autogestión vertical” le está permitido a toda persona ingresar con un objeto o cosa de valor, Goreng eligió el libro Don Quijote de la Mancha, mientras que Trigamasi ingresó con el cuchillo que utilizó en el homicidio que anteriormente cometió. En este lugar la comida se va distribuyendo sobre una plataforma que desciende por el centro de los bloques colocados de manera vertical. Cada que ésta llega al piso 48, Goreng y Trigamasi comen los restos de comida que han dejado los 47 pisos anteriores, y así continúa descendiendo la plataforma con los restos de comida. Cada mes los cambian de piso y el próximo nivel que conoce Goreng es el 171. La comida es escasa o nula en los niveles inferiores y entonces Trigamasi ve a su compañero Goreng como una ración de alimentos. Lo interesante en esta película es que la comida que se suministra alcanzaría para todos los que se encuentran en dicho centro, sin embargo, cuando la plataforma llega a cada bloque los individuos comen hasta saciarse sin pensar en los que se encuentran en los pisos inferiores. El hombre alberga en sus adentros un hombre irracional que actúa de manera instintiva en la búsqueda de su supervivencia.

 

La purga —o también conocida como La noche de las bestias— es una película que habla de un experimento social en el cual, cada 21 de marzo a partir de las 19:00 horas y hasta las 7 de la mañana del siguiente día, todo delito que se cometa no será condenado; la matanza se vuelve legal por 12 horas y los primeros que mueren son aquellos que viven en situación de calle, los desprotegidos, con el pretexto de ser un día para “liberar esos sentimientos reprimidos de venganza”. Esta película analiza una forma de control poblacional a través de la aniquilación del otro. Los únicos a los que no se les puede hacer nada son aquellos funcionarios del gobierno con “rango 10”, porque se pueden matar los unos a los otros, pero el gobierno tiene que subsistir.

 

Ante estos ejemplos es claro que el cine puede fungir como punto de quiebre, dotarnos del estado de shock del que habla Didi Huberman,[6] este caos que emerge de la complejidad de la propia vida nos permite re-flexionar en arquetipos que hemos normalizado, conductas que hemos asimilado y tolerado en el proceso de adaptación, de civilización que fundamentan una humanidad que se encuentra en detrimento. El cine hace gala de su magia al exponer en el reflector-pantalla, una posibilidad de mundo en una imagen objetiva que nos puede desconcertar pero que al final, puede ocurrir.

 

Gilles Deleuze dice respecto a la imagen que proyecta el cine que “[…] en efecto, tendría que ser posible decir que la imagen es objetiva cuando la cosa o el conjunto son vistos desde el punto de vista de alguien exterior a ese conjunto. Y ésta es una definición posible, pero únicamente nominal, negativa y provisional, porque ¿qué cosa nos dice que aquello que pensábamos primero exterior al conjunto no demostrará luego pertenecerle?”.[7]

 

La imagen objetiva, considerada objetiva por el reflejo de la cosa u objeto, e imagen subjetiva por la interpretación que realiza el receptor de dicha imagen, al final es esa imagen exterior que se proyecta en la pantalla —a pesar de la ficción— transmite un mensaje. El reflejo que hace el cine habla de un mundo que no resulta desconocido del todo, desdobla[8] un sujeto en proceso de construcción-deconstrucción,[9] nos da la posibilidad de re-flexionar en este acto catártico donde lo que vemos es posible.

 

La potencialización de la imagen del cine se logra cuando deja de ser objetiva y la asimilamos subjetivamente, es decir, cuando permite al sujeto ver a través de unos ojos —que no son los suyos— aquello que sólo se dice para sus adentros, mientras es castrado[10] en términos freudianos, y que a pesar de haber contemplado inmóvil la imagen proyectada en la pantalla, ésta le impide volver a ser el mismo. “Entonces, si la imagen-percepción cinematográfica no cesa de pasar de lo subjetivo a lo objetivo e inversamente, ¿no habrá que buscarle más bien un estatuto específico difuso, impreciso, que puede resultar imperceptible pero que se revela a veces en ciertos casos curiosísimos?”.[11]

 

Esta posibilidad de imagen semisubjetiva,[12] este ojo que funciona a través de la cámara, dota al hombre con la posibilidad de ver un reflejo que se mueve, que habla y se articula frente a él. El cine devela al hombre un mundo posible, aún incierto y en muchos casos desconocido, que algunas veces obra en la imaginación del espectador o en la oscuridad de sus pesadillas. 

 

Título de uno de los libros de Edgar Morin, y hoy una pregunta que atormenta nuestros pensamientos de manera cotidiana: ¿Hacia dónde va el mundo? Llevándola hacia nuestros adentros ¿hacia dónde vamos nosotros, Usted y yo?

 

El cine ha tratado de responder en múltiples films esa pregunta, y ha descrito un mundo más allá de la muerte como lo vimos en Más allá de los sueños de Vicent Ward, El sexto sentido dirigida por M. Night Shyamalan o la taquillera película Ghost la sombra del amor de Jerry Zucker. Incluso el cine nos ha permitido observar un mundo postapocalíptico en El libro de los secretos (The book of Eli) después de un “resplandor nuclear”. Como imagen-reflejo, el cine ha llevado la imaginación a explorar terrenos desconocidos, a crear conceptos inverosímiles e incluso, en imágenes, a articular el silencio, a hacer diminutos macro espacios, a hacer visibles los micromundos y a ralentizar-acelerar el tiempo.

 

La naturaleza humana —en la pantalla— parece camuflajeada a través del cuerpo de un animal, por ejemplo, en un simio —en la película El planeta de los simios se percibe sin sonido, como en el cine mudo o adaptada en dibujos animados—. Pareciera objetivo y fin de la imagen-reflejo develar al hombre que se camufla, aquel que es, pero demuestra que no es, aquel hombre catártico que explota en situaciones que escapan a su control, aquel hombre que es fiel a sus instintos, aquel hombre que siente incompleta su existencia, ese que tratamos de conceptualizar y escapa a las palabras.

 

En esta posibilidad que abre el cine a través de la imagen-movimiento-sonoro, el hombre puede emitir una crítica del mismo hombre, su materialización y su perdición en este mundo de consumo. El cine puede transportar a la pantalla una realidad aún no conceptualizada que, sin embargo, se encuentra ahí:

 

Así, lo imaginario no puede disociarse de la «naturaleza humana», del hombre material. Es parte integral y vital. Contribuye a su formación práctica. Constituye un verdadero andamiaje de proyecciones-identificaciones a partir del cual, al mismo tiempo se enmascara, el hombre se conoce y se construye. El hombre no existe totalmente, pero esta media existencia es su existencia […]. La realidad del hombre es semi-imaginaria.[13]

 

En esta mediana existencia que es la nuestra, y mayor aún en los tiempos que estamos viviendo actualmente, el cine y las letras nos permiten un escape-identificación-reflexión de nuestro propio confinamiento. Nuestra vida actualmente transcurre a través de una pantalla, y el contacto humano se limita en ocasiones a emoticonos o gifs que solo dan un pequeño atisbo de lo que estamos sintiendo o pensando. Pasar del contacto físico al contacto virtual ha sido una catarsis para la cual nadie estaba preparado.

 

Han tenido, a bien llamar “nueva normalidad”, al proceso de adaptación que estamos sufriendo y que nos lleva a vivir en constante estado de alerta por la pandemia, pero dicho cambio no puede esperar solo la transformación de los individuos que integran está humanidad planetaria, sino de las mismas estructuras, grupos de poder y sistema económico que hace vulnerables aquellos que han nacido y crecido en la pobreza.

 

La realidad resulta más cruel que la peor película terrorífica que hayamos visto. Esta realidad —que no es la misma para todos— nos debe pre-ocupar, no podemos seguir auspiciando individualidades y sentirnos ajenos a situaciones que vemos detrás de un reflector y que le ocurren al “otro”. Al observar se crea una conexión psíquica con la imagen observada, pero esta conexión no puede ni debe ser ignorada. “Debido a que es espejo antropológico, el cine refleja necesariamente las realidades prácticas e imaginarias, es decir, también las necesidades, las comunicaciones y los problemas de la individualidad humana de su siglo”.[14]

 

La imagen-reflejo es muestra de una realidad o de una ilusión que alguien pensó y que desdobla al hombre en la búsqueda de su propio descubrimiento como ser semi-imaginario en proceso de construcción. Este hombre que escapa al contenido de una palabra, al sonido que espera ser escuchado y a la imagen que espera ser vista, es un hombre que se des-articula, un hombre que no existe —o existe en una realidad alternativa, en otro tiempo como en Dark de Baran bo Odar y Jantje Friese—, un hombre que está en crisis. “Esta crisis no valdría por sí misma, no sería más que la condición negativa para el surgimiento de la nueva imagen pensante, aun si había que ir a buscarla más allá del movimiento”.[15]

 

Esta cuarentena que ha “enfermado” a todos de todas las formas, nos puede servir como punto de inflexión, nos puede permitir des-edificar al hombre semi-imaginario, con-frontar al ser que quería ser con el que soy, el que he construido con el que quería construir. La soledad que resulta, en lo pequeño que se ha vuelto cada hogar ante la imposibilidad de salir, y que es la misma soledad que experimentaba Jep Gambardella —en la película La gran belleza— en medio de una fiesta donde todos bailaban desenfrenadamente y él se detenía, inhalaba su cigarrillo y pensaba en la respuesta que daban sus amigos a la pregunta “¿qué es lo que realmente te gusta más en la vida?”, es el mismo instante que tenemos cada uno de nosotros hoy, un momento para ralentizar el tiempo, detenernos y preguntarnos, simplemente preguntarnos si la imagen que percibimos es lo que somos…

 

Bibliografía

  1. Deleuze, Gilles, La imagen–movimiento, Estudios sobre cine 1, Paidós, Barcelona, 1984.
  2. Lacan, Jacques, La significación del faló en Escritos, Tomo II, Siglo XXI, México, 2009.
  3. Morin, Edgar, El cine o el hombre imaginario, Breve de bolsillo, Barcelona, 1972.

Películas y series citadas

  1. Dark (2017). Dirigida por Baran bo Odar y Jantje Friese.
  2. El hoyo (2019). Dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia.
  3. El libro de los secretros (2010). Dirigida por los hermanos Hughes.
  4. Estación Zombie (2016). Dirigida por Yeon Sang-ho.
  5. La gran belleza (2013). Dirigida por Paolo Sorrentino.
  6. La purga (2013). Dirigida por James DeMonaco.
  7. Resident Evil (2002). Dirigida por Paul W. S. Anderson.

 

Notas
[1] El doble imaginario es está imagen que surge proyectada en las pantallas. Según Edgar Morin: “[…] en el otro, surgirá la imagen de un universo que ha perdido sus sombras y que posee igualmente la virtud cualitativa del doble […] la cualidad de reflejo domina, véase en Morin, Edgar, El cine o el hombre imaginario, ed. cit., p. 48.
[2] Está estructura de la des-composición de las palabras es una forma de ampliar el significado de las mismas que para Edgar Morin, caerán en un bucle complejizante donde el guion integrador y desintegrador amplifica el concepto de las palabras.
[3] Morin, Edgar, Op. cit., p. 233.
[4] Ibid, p. 132.
[5] Ibid, p. 9.
[6] Walter Benjamin y Didi Huberman retoman está idea del shock como la forma en que el arte trasciende al espectador. En este estado de shock es como la experiencia deja una huella en el sujeto que la experimenta. Ver en Didi–Huberman, Georges, Arde la imagen, Serieve, México, 2012.
[7] Deleuze, Gilles, La imagen–movimiento, Estudios sobre cine 1, ed. cit., p 110.
[8] La posibilidad del desdoblamiento se da cuando un objeto es proyectado en la pantalla, pero no es el objeto mismo, sino es la imagen de ese objeto amplificada o disminuida, que cobra su propia esencia en el reflejo de sí.
[9] Deconstrucción es un término del filósofo francés Jacques Derrida, el cual permite construir-deconstruir cualquier idea, paradigma o concepto a través de la separación-unión de estos mismos.
[10] El término castración se retoma del psicoanálisis del Sigmund Freud y se utiliza para representar esta vivencia intensa o momento de impacto en donde el niño renuncia o se separa de su madre o padre y acepta la ley paterna, es el momento de superación del complejo de Edipo. Ver en Lacan, Jacques, La significación del faló en Escritos, ed. cit.
[11] Deleuze, Op. cit., p. 110.
[12] Concepto de Mitry que aborda Gilles Deleuze en su libro La imagen – movimiento, Estudios sobre cine 1, para introducir al ojo de la camára, al respecto dice que “Mitry proponía la noción de imagen semisubjetiva generalizada para designar ese «estarcon» de la cámara: ésta no se confunde con el personaje, y tampoco está fuera de él: está con él”. Ver en Deleuze, Op. cit., p. 111.
[13] Morin, Op. cit., p. 241.
[14] Morin, Op. cit., p. 245.
[15] Deleuze, Op. cit., p. 299.