Apuntes postestructuralistas al concepto fenomenológico de expresión

OTTO DIX, “EL VENDEDOR DE CERILLAS”

Resumen

A partir de Husserl, este artículo intenta tematizar el concepto de expresión siguiendo a dos filósofos postestructuralistas: Jacques Derrida y Gilles Deleuze. Para el primero, el concepto de expresión revela el plano de la idealidad donde el querer-decir es una duplicación y efecto de la voz interior; para el segundo, la expresión está en medio de las proposiciones y las cosas, con ello funda una lógica del sentido o una fenomenología de las esencias difusas.

Palabras clave: expresión, signo, sentido, significación, voz, efecto-efecto.

 

Abstract

Starting from Husserl, this article attempts to thematize the concept of expression following two poststructuralist philosophers: Jacques Derrida and Gilles Deleuze. For the first, the concept of expression reveals the plane of ideality where meaning is a duplication and effect of the inner voice; for the second, the expression is in the midst of propositions and things, thereby founding a logic of meaning or a phenomenology of diffuse essences.

Keywords: expression, sign, sense, meaning, voice, effect-cause.

 

Primer apunte

 

Existen dos lugares donde Husserl tematiza el concepto de expresión (Ausdruck): el parágrafo 124 de Ideas I y la primera de las Investigaciones lógicas. En la introducción a ésta, Husserl escribe que la importancia de analizar el lenguaje desde el estrato de la significación y la expresión consiste en que aquél es el umbral entre la “reflexión bruta sobre los pensamientos y su expresión verbal”[1] y “una teoría objetiva del conocimiento[2] . Así, el esclarecimiento de este estrato prepara y fundamenta la “fenomenología pura de las vivencias del pensamiento y del conocimiento[3] a través de expresiones descriptivas de las esencias aprehendidas directamente en la intuición.

 

Hay dos formas de abordar la expresión. La primera, en su relación con la significación, a la manera de un ejercicio descriptivo pre-fenomenológico, el cual establece el puente con una descripción propiamente fenomenológica. La segunda manera es precisamente ésta: la expresión pura de las esencias.[4]

 

Significación y sentido se identifican en Husserl. Una palabra puede tener un significado fijo y connotar un sentido diferente al de su significación. Al identificar ambos conceptos lo que se quiere decir es que una palabra que altera su sentido tendrá que alterar su significación original o verdadera: una palabra con múltiples sentidos es una palabra con múltiples significaciones. La variación de la expresión es la que determina la multiplicidad de la significación/sentido. Sin embargo, no por ello debe confundirse la expresión con la categoría de signo, como nos advierte Husserl en la primera línea de la primera investigación lógica. Para el filósofo, si bien todo signo es signo de algo, no todo signo posee una significación expresada en el signo. Husserl va más allá y escribe que ningún signo expresa nada, únicamente indica algo. Al signo le viene la expresión de la significación como un agregado, se podría decir, como un plus de sentido que parasita en él y que puede ser extirpado, removido o independizado. Acción que realiza el análisis fenomenológico cuando describe las “expresiones de la vida solitaria” donde los signos dejan de funcionar.

 

Hay dos tipos de signos: los indicativos y los significativos. La expresión puede entenderse como signo significativo. Husserl circunscribe el análisis de la expresión al terreno del discurso hablado, por lo que excluye todas las expresiones gestuales, ademanes y demás gestos corporales. La causa de esta exclusión se debe a que este tipo de expresiones no re-presentan pensamientos: ellas, involuntarias, por no decir inconscientes, no comunican nada al otro y ni al sí-mismo que las expresa. Podríamos decir que se trata de expresiones in-intencionales y por ello carecen de significación. Quien observa dichas expresiones a-significativas puede interpretarlas (o traducirlas), en tanto se le presentan como meras señales indicativas. En realidad, el discurso hablado y comunicativo no difiere mucho de esta expresividad a-significativa que ha excluido Husserl: la expresión con función comunicativa actúa como señal del contenido de vivencias psíquicas para el que escucha[5] y presupone un sentido en tal comunicación. “Esta función de las expresiones verbales la llamaremos función notificativa. El contenido de la notificación son las vivencias psíquicas notificadas”.[6] Así como el sentido y la significación se identifican, la notificación y la comunicación lo hacen. En breve: se notifica y/o comunica por medio de una señal expresiva un sentido y/o significación. Husserl pregunta: ¿Diremos acaso que también en la vida solitaria del alma notificamos algo mediante la expresión, bien que sin dirigirlo a otra persona? ¿Diremos acaso que el que habla sólo se habla a sí mismo, sirviéndole las palabras de signos, esto es, séanse de sus propias vivencias psíquicas?[7]

 

El discurso solitario o monólogo interior, dice Husserl, prescinde de los signos. No necesitamos de la palabra hablada o de la voz en su materialidad, debido a que no imaginamos el sonido de la palabra o un signo cualquiera; existe, en cambio y desde la perspectiva de Husserl, la representación imaginativa de un sonido o de un signo. El matiz es sutil. Se trata de un como si repitiéramos la presencia de un signo o de una señal que no son tales. ¿Cómo puede una representación imaginativa apuntar al sentido/significación sin pasar por la señalización, sin la signación designante del sentido? El cuasi-signo de la representación imaginativa, al carecer de materialidad, revela un estrato de la expresión, en tanto significación inmediata de las vivencias psíquicas, anterior a la expresión notificante o comunicativa.[8] Podríamos decir que son estas expresiones las que dan sentido a la expresión notificante. Quizá nos apresuramos al decir que la expresión parasita en el signo, en verdad sería al revés: el signo parasita en la expresión y no es nada sin ella.

 

La dación y el cumplimiento de sentido en tanto actos son las dos últimas distinciones importantes que el filósofo establece. Dejando por un momento la distinción entre una expresión comunicativa y otra del “discurso solitario”, Husserl avanza distinguiendo entre la expresión por sí misma y lo que la expresión expresa como su significación. La expresión por sí misma y sin su correlato significativo es una “mera voz”, si bien física, pero sin sentido. Cuando esta voz se llena de sentido hay que distinguir dos modalidades: una expresión significativa vacía de toda intuición y otra expresión significativa llena o plena de intuición. Al nivel de los actos sensibles de la expresión –es decir, la voz con sentido–, distinguimos entre dos series de actos expresivos: los esenciales y los inesenciales (pero que se implican con los esenciales). La voz plena, o el “sonido verbal animado de sentido”,[9] es esencial para la expresión en tanto acto de dar sentido o acto intencional significativo; por otra parte, los actos inesenciales para la expresión –pero que mantienen un vínculo lógico con los esenciales– son aquellos actos que son independientes de los actos intencionales que dan sentido. Los actos que cumplen con la intención de la significación expresiva son los actos de cumplir el sentido o actos de cumplimiento significativo. Husserl escribe que la relación entre estos dos tipos de actos es como se modifica el “carácter intencional de toda vivencia”.[10] Volveremos a este punto hacia el final de estos apuntes.

 

Segundo apunte

 

Jacques Derrida escribe en la introducción a La voz y el fenómeno que “debemos considerar, por una parte, que el elemento de la significación —o la sustancia de la expresión— que parece preservar mejor a la vez la idealidad y la presencia viviente bajo todas sus formas es la palabra viva, la espiritualidad del soplo como phoné; y que, por otra parte, la fenomenología, metafísica de la presencia en la forma de la idealidad, es también una filosofía de la vida”.[11]

 

El momento expresivo que hemos detectado como anterior o previo a un momento propiamente expresivo, que es discursivo a través de la palabra viva, es señalado por Derrida como el momento de la repetición de la presencia en el plano de la idealidad, es decir, se trata de un estrato de trascendentalidad de “un presente viviente”[12] que posibilita el estrato de la expresión hablada.

 

Derrida afirma que de no quedar aclarada la relación de la expresión con la significación, la posibilidad de toda la fenomenología se ve amenazada.[13] No “puede haber, por esencia, signo sin significación, significante sin significado”.[14] La implicación necesaria del signo y la significación, esenciales para el idioma francés (y para el español), no se mantiene en el alemán de Husserl. Para éste, nos advierte Derrida, la relación de signo (Zeichen) y la significación (Bedeutung) es nítida dado que ambos sintagmas no comparten una raíz común, de ahí que pueda escribirse sin contradicción “un signo sin significación” o con redundancia “un signo significativo” –así como se ha definido a la expresión–. Por el contrario, un signo sin significación es aquel que no transporta una expresión con sentido o intencional, es decir, es un signo indicativo que da una señal. El problema central de la distinción de Husserl radica en esta duplicidad del signo, ya sea en tanto señal o en tanto expresión. Más allá de indicar la cara de Jano del signo entre significante y significado, o entre señal y expresión en el discurso, ambas terminan confundiéndose. En palabras de Derrida, la distinción entre signo y significación se contaminan una a la otra. De hecho, la intención de Husserl, afirma el pensador argelino, es limpiar de toda impureza a la expresión con vistas al establecimiento de una lógica pura, es decir, de una esfera de la expresividad pura.[15]

 

La duplicidad del signo, en señal y expresión, reduce a la señal, porque ella, aunque indique objetos ideales –no empíricos o “señalables con el dedo– continúa funcionando dentro de los actos y las vivencias psíquicas.[16] El modo como la reducción de la indicación se puede realizar es fijándose, no en los contenidos de la indicación sino en cómo estos se relacionan, cómo funcionan en los enunciados que pretenden una demostración (Beweis) evidente contra una simple indicación (Hinweis). El “porque” escapa a la indicación en tanto partícula que enlaza los contenidos indicados o señalados. Cierta formalización de este tipo de expresiones tendría que ser necesaria como puente para establecer la lógica pura a la que aspira Husserl. Para Derrida, en cambio, pese a que Husserl se esfuerza por salvar cierta esfera supraempírica que recorre todos los enunciados y demostraciones, al estar ella motivada indirectamente por los fenómenos, sean asociativos o empíricos, la lógica pura tendrá la marca de este “origen” impuro de lo meramente sensible.

 

En caso de que pudiéramos dejar a un lado a la indicación, a la señalización, queda todavía implicada en el signo la expresión. ¿Qué es la expresión para Husserl según Derrida?

 

En las primeras páginas de La Voz y el fenómeno Derrida advierte sobre la correcta traducción de los términos Bedeutung y bedeuten. Para la Bedeutung, Derrida conserva la traducción convencional de “significación” [signification] mientras que para el verbo bedeuten prefiere la traducción de “querer-decir” [vouloir-dire] en lugar de la “significar”. Todo sujeto, expresándose, “quiere decir” y comunicar un sentido; a la vez, toda expresión siempre “quiere decir” algo. Dicha traducción remarca y señala la posición del sujeto en la enunciación porque realza –para los fines de la deconstrucción– el acto intencional, autónomo, consciente y libre de un sujeto capaz de realizar, expresar y comunicar un sentido. Éste fluye y se disemina en la “vida interior” del alma a través de un discurso o a través de un deseo del “querer-decir” llevado al acto; sería una potencia del sentido que se actualiza y representa mediante el discurso expresivo. Si el discurso expresivo representa, lo hace porque la expresión, previamente, ha presentado o enfocado (según la terminología de Derrida) un objeto ideal. Así, la expresión es una doble exteriorización: primero como acto de un querer-decir, de un deseo; segundo como una exteriorización de este acto ya presentado en la vida interior del sujeto en un discurso significativo. La definición de expresión que nos ofrece Derrida es la siguiente: “salida fuera de sí de un acto, después, de un sentido que no puede entonces permanecer en sí más que en la voz, y en la voz «fenomenológica»”.[17]

 

Es en este punto donde, en palabras de Derrida, se juega más que un comentario, una interpretación de la fenomenología, la cual consiste, entre otras cosas, en el señalamiento de la duplicación de la expresión en tanto reflejo de la expresividad de la voz fenomenológica a una voz sensible. Así, la repetición y reflexión de la voz implica, y a la vez constituye, uno de los puntos de partida y el porvenir del proyecto de la deconstrucción en tanto “crítica”. Enumero tres consecuencias que extrae Derrida del planteamiento de Husserl:

 

  • La intencionalidad queda apresada en una metafísica voluntarista: es la voluntad del sujeto la que constituye el sentido, primero en el acto de sus vivencias, luego por un “querer-decir” que expresa en la voz interior carente de signos, finalmente en una exteriorización de la voz fenomenológica por medio de un discurso sígnico.
  • La expresión fenomenológica se presenta en la vida interior del sujeto, por lo que toda exteriorización expresiva cae en el reino de una no-vida, es decir, cae y es presa de “un proceso de la muerte operando en los signos”.[18]
  • La vida de la expresión, interiorizada desde la tematización de Husserl, se opone a la vida de los signos. Los constituye como meras indicaciones de la muerte de la vivencia subjetiva o como señales que representan y repiten al infinito la presencia, para sí, de la vivencia de la voz fenomenológica. En la esfera de la intersubjetividad, el sí-mismo y el otro interpretan y traducen de manera impura los signos. Esto implicaría la inautenticidad de vivir y comunicarnos a través y por los signos, es decir, “vivir en el efecto —asegurado, resguardado, constituido— de la repetición, de la representación, de la diferencia que sustrae la presencia”.[19]

 

No es casual que este último punto recuerde y utilice la terminología hegeliana. Derrida así lo hace y menciona que esta suerte de mala infinitud sólo es superada por Hegel y que la crítica que hace éste a Kant sirve también para Husserl –posición, dicho sea de paso, que acerca a Derrida con la dialéctica negativa de Adorno–. Por último, es esta vivencia en la efectualidad de los signos la que nos acerca a la posición de Gilles Deleuze.

 

Tercer apunte[20]

 

Es posible entender Lógica del sentido de Gilles Deleuze, aunque sea reduciendo la gama de temas expuestos ahí, como una lógica de la expresión. Esta lógica se esfuerza en subvertir o transvalorar la lógica de la tradición filosófica, a través del sin-sentido de la paradoja, en específico, de las paradojas inscritas en las novelas de Lewis Carroll. Como ya se dijo, para Derrida, el acto intencional de la significación expresiva representa en el discurso una voz y una presencia como efecto causado por un “querer-decir” de las vivencias de la conciencia. Para Deleuze, en cambio, es este efecto el importante y el que hay que transvalorar.

 

La segunda serie de Lógica del sentido lleva por nombre “efectos de superficie”. La relación de causa y efecto queda relevada en tanto jerarquía de la primera sobre la segunda, si seguimos el pensamiento estoico. Para éstos, escribe Deleuze, la relación entre la causa sobre el efecto es inexistente. Más bien, lo que sucede es una relación de causas entre causas –en el sentido de una mezcla de cuerpos, por ejemplo, una gota de vino en el mar o el fuego en el hierro– y una relación de efectos sobre efectos. Si bien las causas son siempre corporales, los efectos de superficie estarán en el plano del lenguaje en tanto incorporales. Son verbos en infinitivo que no afectan ni causan transformaciones corporales, simplemente efectúan su juego paradójico que conjuga efectos sobre o superficialmente en los cuerpos.[21] Los efectos no serían meros accidentes de la sustancia, es decir, un menos-ser que la sustancia que los causa. Siguiendo la inversión estoica, escribe Deleuze, “si los cuerpos, con sus estados, cualidades y cantidades, asumen todos los caracteres de la sustancia y de la causa, a la inversa los caracteres de la Idea caen del otro lado […]: lo ideal, lo incorporal no puede ser más un «efecto»”.[22] De este modo, el estoicismo realiza la primera gran inversión del platonismo: mientras que los cuerpos, aquellos que representaban todo lo accidental, se convierten en la causa y la sustancia; en cambio, la Idea que tendría que pre-formarlos caería en el terreno de los efectos de las causas corporales. Así, los efectos se tornan incorporales y superficiales. Para nuestro comentario sobre el problema de la expresión, podemos decir que la efectualidad inauténtica que se sigue del texto de Derrida, hay que entenderla como una inversión que no pone el acento en la conciencia que “quiere-decir” una significación, sino que lo pone el régimen de signos en relación de simultaneidad con las causas y no de jerarquización o determinación. Es decir, la serie de la causas corporales corre por su cuenta y en paralelo con la serie de los efectos incorporales, los cuales hallan su sitio idóneo, por decirlo de algún modo, en las proposiciones del lenguaje.[23] Se dirá que el juego de las proposiciones de discurso, sin recurrir a ninguna contradicción (porque su fundamento no se halla en lo profundo del ser, en las alturas de la Idea o teniendo como base una sustancia), desarrolla una serie de paradojas que se esfuerzan por expresar el límite de ambas series con el fin de no confundirlas y para, a la vez, fundar en dicha expresión un acontecimiento, un sentido. Del análisis de las relaciones entre las proposiciones es como Deleuze puede extraer y singularizar a la expresión.

 

Son tres los tipos de proposiciones. La primera se denomina de “designación” o “indicativa”; la segunda se llama de “manifestación”, mientras que la tercera es la de la “significación”. La indicativa es aquella proposición que se relaciona con el estado de cosas y cuerpos exteriores. La intuición indicadora se dice bajo la forma del “es esto” o “no es esto”, entre otros indicadores.[24] Estos “designantes puros”, según la terminología de Benveniste, están vacíos. Las proposiciones de manifestación son las que se relacionan no con un estado de cosas sino con un sujeto que habla y se expresa. Estaríamos en el lugar del “querer-decir” derridiano o del acto de significar en Husserl. No resulta casual que Deleuze ejemplifique este nivel de la proposición a través de los modos como se expresan los deseos y las creencias. Por último, las proposiciones de significación son las que están únicamente en el plano del lenguaje y que muestran su relación entre palabras y conceptos universales o generales, a través de implicaciones lógicas, matemáticas, pero también y sobre todo, físicas y retóricas, en el sentido de sus probabilidades de cumplimiento real, efectivo y efectual.[25]

 

Ahora bien, escribe Deleuze: ¿hay algo, aliquid, que no se confunde ni con la proposición o los términos de la proposición, ni con el objeto o estado de cosas que ésta designa, ni con la vivencia, la representación o la actividad mental de quien se expresa en la proposición, ni con los conceptos, o incluso las esencias significadas?[26]

 

El sentido/expresión es esta cuarta proposición que no puede ser encontrada ni producida por las proposiciones anteriores. A Deleuze le interesa mantenerse en el plano de los cuerpos y de los efectos que se sobre imponen, a modo de acontecimientos superficiales, en ellos. Por lo tanto, la motivación intencional, el “querer-decir” que realza Derrida pasa a un segundo plano e, incluso, es reservado únicamente para las proposiciones del tipo de “manifestación” que ha distinguido siguiendo a Benveniste. Según nuestra interpretación de la interpretación de Deleuze sobre Husserl, se dirá que se trata, en cambio, de un “cómo-decir” el atributo superficial expresado en el cuerpo o cosa que escapa tanto a la intención de un sujeto como al mismo cuerpo en tanto cualidad real, física o empírica. Husserl lo presenta “como impasible, un incorporal, sin existencia física ni mental, que ni hace ni padece, puro resultado, pura «apariencia»: el árbol real (lo designado) puede arder, ser sujeto y objeto de acción, entrar en mezclas; pero no el noema árbol”.[27] Como se ha mencionado, según la lógica estoica, la Idea ha sido traída a la superficie de la proposición y únicamente está en ella y no existe fuera de ella, ya sea en la cosa designada o en un sujeto que le designa un supuesto sentido. Es “una unidad ideal objetiva como correlato intencional del acto de percepción”.[28] No se dirá, por ejemplo, “el árbol es verde”, sino “el árbol verdea”. Deleuze escribe que este “verdear” no existe, como tal, más que en la proposición que expresa un sentido y no que únicamente designa, manifiesta o significa; al no existir, por otro lado, insiste o subsiste su expresión en su singularidad, en su estar de efecto, en su estar siendo. El “verdeo”, para seguir con el ejemplo, no se puede señalar con el dedo, ni tampoco es puesto intencionalmente por un sujeto porque es atributo del objeto, es dado por éste; tampoco, por último, el “verdear” es producto de una cadena silogística que, a través de universales y conceptos, haya sido deducido, inducido o excluido. La expresión y el sentido recorren las proposiciones y también las cosas en tanto atributos de ellas, pero no se confunden con las proposiciones ni con las cosas. Por tanto, el sentido y la expresión es: “[…] exactamente la frontera entre las proposiciones y las cosas […] Es «acontecimiento» en este sentido: la condición de no confundir el acontecimiento con su efectuación espacio-temporal en un estado de cosas. Así pues, no hay que preguntar cuál es el sentido de un acontecimiento: el acontecimiento es el sentido mismo”.[29]

 

La expresión posibilita el sentido que está y no está, a la vez y simultáneamente, en las cosas y en las proposiciones: está porque la atribuimos a la cosa, no está porque no es una propiedad, cualidad o dato sensible de la cosa. Esta suerte de espectralidad de la expresión vuelve, finalmente, los signos en a-significativos o sin sentido. En el juego de poder inscribir, escribir y describir estos signos sin sentido estaremos más cerca de la transmisión no comunicativa de las vivencias psíquicas en tanto actos intencionales, objetivos, no productivos ni puestos por el sujeto, pero al final expresables. Se trataría, por último, no ya de dar sentido o cumplir el sentido, sino de lo contrario, dar sin sentido y cumplir el sin sentido. Pregunta retóricamente Deleuze “¿será la fenomenología esa ciencia rigurosa de los efectos de superficie?”[30], es decir, ¿la ciencia de los acontecimientos? Arriesgando una tesis que ya no puede ser demostrada aquí, es posible decir que la posterior analítica esquizoide de Deleuze y Guattari se podría entender como una fenomenología de las esencias difusas expresadas en múltiples regímenes de signos, máquinas abstractas, etc. De ser así, la fenomenología leída desde el problema de la expresión, en coordinación a los diversos aportes posestructuralistas, no tiene más que un porvenir luminoso.

 

Bibliografía

  1. Deleuze, Gilles. Lógica del sentido. Barcelona: Paidós, 2005.
  2. Derrida, Jacques. La voz y el fenómeno : introducción al problema del signo en la fenomenología de Husserl. Valencia: Pre-textos, 1995.
  3. Husserl, Edmund. Investigaciones lógicas. Madrid: Alianza, 2001.
  4. Ramı́rez, Mario Teodoro. “El pliegue y el quiasmo. Merleau—Ponty y Gilles Deleuze.” Revista de Filosofı́a]. Fecha de consulta, 2018: 3-29.

Notas
[1] Husserl, Edmund. Investigaciones lógicas. Madrid: Alianza, 2001, p. 223.
[2] Ibid, p. 216.
[3] Idem.
[4] Se verá que la crítica derridiana a la phoné y a la expresión como tal se mantiene en el primer momento, mientras que la lógica del sentido deleuziana acaso roza el segundo momento. Volveré a ello en los siguientes apuntes.
[5] Aquí podría precipitarse el tema heideggeriano de la “escucha del ser” y la atención que requiere. Desde Husserl se podría decir que sólo podríamos escuchar ese llamado si 1) presuponemos un sentido en aquello que dice o habla el ser, mismo que lo convertiría inmediatamente en expresión y 2), tal ser expresivo sólo podría ser uno que excluye toda una gama de expresividad no tematizada por la descripción fenomenológica, es decir, toda una gestualidad impensada. Así, el lenguaje como la casa del ser dice, fiel a Husserl, que la expresión hablada, discursiva, es la casa del ser. La reflexión de Agamben, siguiendo a Max Kommerell y Deleuze en este punto, podría dar luces para tematizar esta esfera expresiva que ha sido excluida de la fenomenología y de la hermenéutica. No muy lejos de este punto, tendría que repensarse el privilegio de la llamada del ser en tanto el problema político de la interpelación que ya ha analizado Jean-Luc Marion. Se podría apuntar que un modo de salir de la estructura de la interpelación es corrompiendo el esquema de la escucha para establecer una política sorda, intransigente como calificaba la actitud del proletariado revolucionario Lenin. Con otras palabras, una política de la expresión es aquella que desarticula la interpelación porque no la escucha, sigue de largo al llamado del policía, postulando un sin-sentido cuasi originario, superficial y efectual, paradójico, finalmente, una gestualidad sin rostro, un andar cómico, un objeto parcial autónomo devenido cuerpo autónomo, o mejor dicho, ni parcial ni total, simplemente desorganizado. Con ello entraríamos de nuevo a un tema y a un problema viejo: ¿cómo reconocer las expresiones políticas y/o estéticas?
[6] Ibid, p. 240.
[7] Ibid, p. 241.
[8] Para Heidegger, esta expresividad inmediata que apunta al sentido sin pasar por los signos añade elementos a la expresión comunicativa que son imposibles de notificar empíricamente. En un enunciado simple como “la silla es amarilla y está frete a mí”, el “es”, el “y”, el “está” no se encuentran en la notificación material, concreta y objetiva del enunciado, aunque estén expresados. Sin embargo, estas expresiones no deben ser atribuidas a la subjetividad, ella no las pone ni las crea. De tal manera, Husserl en el parágrafo 124 de Ideas I escribe que la expresión no produce nada, no es productiva.
[9] Ibid, p. 243.
[10] Idem.
[11] Derrida, Jacques. La voz y el fenómeno : introducción al problema del signo en la fenomenología de Husserl. Valencia: Pre-textos, 1995, pp. 46-47.
[12] Idem.
[13] Resulta estratégico este posicionamiento teórico de Derrida ahí cuando el estructuralismo, como teoría hegemónica en la década del 60, ha partido de la problematización y conceptualización del signo, del significante y el significado. No se trata tanto de oponer la fenomenología al estructuralismo o de reivindicar una sobre otra, sino de que en el marco de la operación deconstructiva los “avances” de la lingüística estructural, en línea directa con Saussure, puedan iluminar zonas que la fenomenología ha dejado, por lo menos, en la penumbra.
[14] Ibid. p. 57.
[15] No cabe aquí detenerse en cada uno de los detallados comentarios de Derrida a la primera investigación lógica. Para nuestro fin, es suficiente, quedarnos con aquello que Derrida menciona sobre el concepto de expresión y algunos de los problemas que éste suscita.
[16] Escribe Derrida: “se sabe ahora […] que en el orden de la significación en general, toda vivencia psíquica, bajo la cara de sus actos, incluso cuando enfocan idealidades y necesidades objetivas, no conoce más que encadenamientos indicativos” Ibid. p. 72.
[17] Ibid. p. 78.
[18] Ibid. p. 86.
[19] Ibid. p. 100.
[20] Las relaciones entre Husserl y Deleuze han sido poco exploradas. En un artículo reciente, Teodoro Ramírez ha vinculado a Deleuze con la fenomenología vía Merleau-Ponty. Cfr. Ramı́rez, Mario Teodoro. “El pliegue y el quiasmo. Merleau-Ponty y Gilles Deleuze.” Eikasia. Revista de Filosofı́a]. Fecha de consulta, 2018. Pienso que, si bien el puente con éste es necesario, sobre todo tratando de ubicar la filosofía de Deleuze dentro del marco del pensamiento estructuralista y existencialista francés, habría que ensayar un vínculo directo entre Husserl y Deleuze. El concepto de expresión nos ofrece un hilo conductor que puede enlazar dichas filosofías. Por otra parte, el concepto de expresión ha ocupado a Deleuze en varios momentos de su obra filosófica (Spinoza y el problema de la expresión, Proust y los signos, El pliegue. Leibniz y el barroco; así como las mesetas escritas en conjunto con Félix Guattari en Mil mesetas. Esquizofrenia y capitalismo II, “Sobre algunos regímenes de signos”, “Postulados de la lingüística” y “Año cero: rostridad”.) Aquí nos centramos únicamente en Lógica del sentido, publicada en 1969, dos años después de La voz y el fenómeno.
[21] El análisis de los performativos iniciado por Austin tendrá que lidiar con dichos efectos de la discursividad sobre los cuerpos para medir, precisamente, su efecto reflejado o expresado en toda una política, misma que recientemente ha sido trabajada por la denominada “nueva izquierda” de lengua anglosajona. Dichos efectos de superficie en tanto performativos serán retomados por Deleuze y Guattari en Mil mesetas para cuestionar la lingüística estructural.
[22] Deleuze, Gilles. Lógica del sentido. Barcelona: Paidós, 2005, p. 33.
[23] Más tarde, la filosofía de Deleuze en conjunto con la psiquiatría materialista de Guattari, podrá articular una teoría de los cruces de ambas series, y otras muchas, en tanto movimientos, devenires, de territorialización y desterritorialización.
[24] . Otro número importante de indicadores juegan en dichas proposiciones, por ejemplo, “aquello”, “aquí”, “ahora”, “ayer”, etc.
[25] “El valor lógico de la significación o demostración entendida de este modo no es ya la verdad, como lo muestra el modo hipotético de las implicaciones, sino la condición de verdad, el conjunto de condiciones bajo las que una proposición «sería» verdadera. La proposición condicionada o concluida puede ser falsa, en tanto que designa actualmente un estado de cosas inexistente, o no directamente verificado. La significación no funda la verdad sin hacer también posible el error. Por ello, la condición de verdad no se opone a lo falso, sino a lo absurdo: lo que no tiene significación, lo que no puede ser ni verdadero ni falso” Ibid, p. 42.
[26] Ibid, p. 47.
[27] Ibid, p. 48.
[28] Pero si ya hemos dicho que los efectos de superficie ideales sólo se relacionan con otros efectos de superficie, se notará que el acto de percepción se convierte también en un efecto, es decir, el sujeto causa de la percepción de lo expresado es, en cambio, un sujeto efecto de la percepción de lo expresado; con otras palabras, el sujeto no causa un sentido ni el sentido causa un sujeto, más bien el sujeto es efecto de un sentido y el sentido es efecto de un sujeto.
[29] Ibid, p. 50.
[30] Ibid, p. 49.