Los liberalismos de Foucault: de lo disciplinario a lo anti-disciplinario

TOMADA DE REVISTA CAÑAMO.NET

Resumen

En este trabajo analizaremos las divergencias entre el liberalismo clásico del siglo XVIII y el neoliberalismo del siglo XX en relación con la noción de disciplina en la obra de Michel Foucault a partir tres elementos: la seguridad y los mercados del delito y las drogas. Nos interrogaremos por las razones ontológicas y políticas que modifican la preeminencia del costo disciplinario y securitario en la fabricación de libertades en los diferentes liberalismos. En este sentido, evaluaremos la convergencia de la analítica anti-disciplinaria, anti-punitiva y económica de la Escuela de Chicago con la aproximación anti-humanista y libertaria de la filosofía de Foucault.

Palabras clave: liberalismo, neoliberalismo, seguridad, disciplina, anti-punitivismo, anti-humanismo.

 

Abstract

In this paper we will analyze de divergences between the classical liberalism of the eighteenth century and the neoliberalism of the twentieth century in relation to the notion of discipline in the work of Michel Foucault from three elements: the security and the crime and drug markets. We will question ourselves for the ontological and political reasons that modify the preeminence of the disciplinary and securitary cost in the production of liberties in the different liberalisms. In this sense, we will evaluate the convergence of the anti-disciplinary, anti-punitive and economic analytics of the Chicago School with the anti-humanist and libertarian approach of Foucault’s philosophy.

Keywords: liberalism, neoliberalism, security, discipline, anti-punitivism, anti-humanism.

 

Déficit socialista y racionalidad de gobierno

 

Michel Foucault aborda “la cuestión liberal” en el marco de la crisis de los regímenes del “socialismo real” (la Unión Soviética bajo el “efecto Gulag”, el caso de Polonia) pero también del Estado de bienestar (Suecia). Hacia 1977 el filósofo abandona la hipótesis micropolítica y se interroga sobre la deseabilidad de la revolución en una entrevista con Bernard-Henri Lévy[1]. Al mismo tiempo critica la izquierda francesa (la unión electoral del Partido Socialista con el comunismo que no aprueba ni vota) y se vincula con la “Segunda izquierda” (opuesta a Mitterrand) de Michel Rocard, menos estatista, descentralizada y afín al mercado. La investigación de Foucault remite históricamente al ciclo de arribo de las ideas neoliberales tanto en administraciones conservadoras (Giscard d’Estaing) como socialdemócratas (Helmut Schmidt) de Europa Continental, no de Chile, Gran Bretaña y Estados Unidos (estas dos fueron posteriores a las lecciones de 1979), experiencias que no menciona en su obra.

 

En este contexto Foucault instala como acontecimiento fundamental en Naissance de la biopolitique (curso en el Collège de France, 1978-1979) el discurso de Ludwig Erhard (1948) en el CNR dónde se apela a la reconstrucción de un Estado luego del nazismo desde la libertad económica, particularmente centrada en la liberación de los precios. La nueva racionalidad de gobierno en la cual se funda el Estado alemán luego de la posguerra tiene la adhesión de la Democracia Cristiana pero también del Partido Socialdemócrata, que abandona sus presupuestos marxistas en el Congreso de Bad Godesberg en 1959 y se profundiza con el discurso de Karl Schiller, senador económico de Willy Brandt cuando este fuera alcalde Berlín Oeste, que en 1963 hace explícito su alejamiento también del keynesianismo y su adscripción a políticas ordoliberales, algo que Brandt implantará a nivel nacional a partir de 1969 cuando sea electo Canciller. Desde el punto de vista analítico, Foucault opondrá una teoría del gobierno presente en la doctrina liberal clásica (Locke, sobre todo)[2] frente a la ausencia de la misma en la tradición socialista; en el primer caso tenemos una racionalidad de gobierno mientras que en el segundo percibimos una racionalidad histórica que no define un modo de gobierno específicamente socialista:

 

Por mi parte, diré que lo que falta en el socialismo no es tanto una teoría del Estado sino una razón gubernamental, la definición de medida razonable y calculable de la extensión de las modalidades y los objetivos de la acción gubernamental. El socialismo se da o propone, en todo caso, una racionalidad histórica. Los neoliberales de quienes les hablé, como Von Mises, Hayek, etc., negaron en esos años, en particular Von Mises, que hubiera racionalidad económica del socialismo. Digamos que el problema de la racionalidad económica del socialismo es una cuestión sobre la que se puede discutir. Sea como fuera, el socialismo se propone una racionalidad económica así como propone una racionalidad histórica (…) Pero creo que no hay gubernamentalidad socialista autónoma. No hay racionalidad gubernamental del socialismo. De hecho, el socialismo —y la historia lo ha demostrado— sólo puede llevarse a la práctica si se lo conecta con diversos tipos de gubernamentalidad (…) Pero, en todo caso, no creo que haya por el momento gubernamentalidad autónoma del socialismo.[3]

 

La hipótesis de Foucault residirá en que el socialismo no tiene una racionalidad de gobierno autónoma, por tanto, adoptará racionalidades disímiles, sea la gubernamentalidad liberal en Alemania Occidental o la gubernamentalidad de partido en Alemania Oriental:

 

Si les parece, tomemos las cosas una vez más desde otro punto de vista y digamos lo siguiente: cuando se cruza la frontera que separa las dos Alemanias, la de Helmut Schmidt y la de [Erich Honecker], cuando se atraviesa esa frontera, la cuestión que todo buen intelectual occidental se plantea es, desde luego, la siguiente: ¿dónde está el verdadero socialismo? ¿En el lugar de dónde vengo o en el lugar a dónde voy? ¿A la derecha o la izquierda? ¿De este lado, del otro lado? ¿Dónde está el verdadero socialismo? Pero, ¿acaso tiene sentido preguntarse dónde está el verdadero socialismo? ¿No habría que decir, en el fondo, que el socialismo no es más verdadero aquí que allá, sencillamente porque no tiene que serlo? En fin, lo que quiero decir es esto: de una manera u otra, el socialismo está conectado con una gubernamentalidad.[4]

 

En el curso Sécurité, territoire, population (1977-1978) Foucault define al Estado como una “peripecia” de la gubernamentalidad y explicita que no proporcionará una teoría al respecto. Por su parte, en Naissance de la biopolitique extiende y plantea la “fobia al Estado” como principio que vertebra el comienzo de la investigación que busca responder la siguiente pregunta: “¿Cómo se presenta la programación liberal o, como suele decirse, neoliberal en nuestra época?”.[5]

 

Par dar cuenta de esta “programación” será necesario ceñirnos a la noción de “gobierno”, según Foucault: conducir conductas, en otros términos, una actividad que conduce a los individuos bajo una autoridad o director. El gobierno no se opone a la libertad, vale decir, no hay coacción necesaria. En el mismo sentido, el gobierno no proviene solo del Estado. Este acercamiento no estatista al poder requiere que definamos la noción instrumental de “gubernamentalidad” como un campo estratégico de relaciones de poder en movimiento, transformables, reversibles, un ensamble formado por instituciones, procedimientos, tácticas y cálculos aplicados a la población, un mapeo empírico de racionalidades de gobierno y un proceso histórico en el cual el Estado medieval se “gubernamentalizó” a partir de los siglos XV y XVI.

 

En este trabajo nos centraremos en dos clases de Naissance de la biopolitique (24 de enero y 21 de marzo de 1979) a fin de analizar las divergencias entre el liberalismo clásico del siglo XVIII y el neoliberalismo del siglo XX en relación a la cuestión de la disciplina, en el primer caso, en su vínculo con la seguridad, vale decir, los elementos disímiles entre dispositivo disciplinario y dispositivo securitario; en el segundo caso, la aproximación será específicamente sobre la dinámica del mercado del delito y de las drogas según la Escuela de Chicago que de acuerdo a Foucault dejará en evidencia una matriz anti-disciplinaria. ¿Por qué asistimos a esta modificación que va de una contraprestación disciplinaria en el coste de fabricación de libertades en el siglo XVIII hacia su inversión en el siglo XX? ¿A qué se debe esta modificación sustancial y cómo opera en la posición de Foucault?

 

Liberalismo laissez-faire y panoptismo  

 

El liberalismo clásico (siglo XVIII) es definido por Foucault a partir de los siguientes atributos: A) es una práctica o manera de actuar, no una ideología o teoría, B) es un método de racionalización del gobierno, C) es el marco general de la biopolítica, D) implica la ruptura con la razón de Estado del siglo XVI-XVII, E) coloca al mercado —y no el contrato— como test para identificar los excesos del gobierno (régimen de verdad), F) parte del axioma “[…] siempre se gobierna demasiado”.

 

En este sentido, el Estado liberal se limita internamente, no externamente desde el derecho que protege al individuo. La autolimitación de la nueva racionalidad de gobierno apela al “dejar hacer” a los individuos y no obstruirlos. Foucault cita a Robert Walpole que afirma “quieta non movere” (“no hay que tocar lo que está tranquilo”)[6] para ilustrar esta dinámica de gobierno. La cuestión de la autolimitación del gobierno se debe según Foucault más a una idea naturalista ligada a la espontaneidad de los procesos económicos por parte de los fisiócratas y de Adam Smith[7], que a una concepción en términos jurídicos de los individuos; de igual modo en Kant[8] verificamos que la garantía de la paz perpetua entre naciones se apoya más en la naturaleza que en el derecho, es decir, en el comercio. En este aspecto, como dice Foucault: “El gobierno se limita por la evidencia, no por la libertad de los individuos”.[9] Por tanto, el liberalismo clásico del siglo XVIII “[…] es mucho más un naturalismo que un liberalismo”.[10]

 

Asimismo, la gubernamentalidad liberal se constituye a partir de prácticas ligadas a un régimen que fija sus condiciones del decir veraz: el mercado como garante, la economía política como disciplina fundante y el interés del individuo como motivante de las acciones. Por otra parte, de acuerdo a Foucault existen dos nociones de libertad en pugna en el liberalismo clásico: por un lado, la revolucionaria (Revolución Francesa) como derechos de los gobernados, por el otro, la radical (Revolución Estadounidense) como independencia de los gobernados para hacer, es decir, como propiedad. En otros términos, una libertad jurídica y una libertad económica. Según Foucault solo la segunda línea persiste en la tradición liberal y es cuestionada en el marxismo. La racionalidad liberal clásica no se apoyará tanto el imperativo de la libertad (“sé libre”) como en el establecimiento y la administración de las condiciones en que se puede ser libre. Es visible en este aspecto una tensión entre la producción de libertad y la dinámica misma productiva que amenaza con limitarla y destruirla. Desde esta relación de producción/coste de la libertad en el liberalismo del siglo XVIII asistimos a la paradoja de que la producción de libertad requiere controles y coerciones. En palabras de nuestro autor: “La libertad es algo que se fabrica a cada instante. El liberalismo no es lo que acepta la libertad, es lo que se propone fabricarla, suscitarla y producirla con el costo que plantea esa fabricación”.[11] Por ejemplo, para que exista libertad de mercado interno es necesaria la intervención gubernamental en la fijación de una legislación antimonopólica, o bien para la fijación de la libertad de comercio entre naciones es necesario evitar la hegemonía de un país por sobre otros, de allí la necesidad de implementación de tarifas aduaneras.

 

Por consiguiente, el despliegue de mecanismos securitarios y disciplinarios serán la condición y el reverso de la noción de libertad del liberalismo clásico. Como señala Foucault: “El liberalismo participa de un mecanismo en el que tendrá que arbitrar a cada instante la libertad y la seguridad de los individuos alrededor de la noción de peligro”.[12] Esto implicará de acuerdo a la óptica foucaultiana tres consecuencias: A) no hay liberalismo sin cultura del peligro, vale decir, la invasión de una serie de peligros en la vida cotidiana (enfermedad, epidemias, delito, perversiones sexuales, etc.), toda una serie de cuestiones que vemos reflejadas en la literatura policial y el periodismo de crimen de los siglos XVIII y XIX, B) no hay liberalismo sin disciplina, en otros términos, la expansión de técnicas disciplinarias como contrapartida a la producción de libertades, la vigilancia como principio motor del gobierno, C) no hay liberalismo sin intervención, en palabras de Foucault: “introducir un plus de libertad mediante un plus de control e intervención”.[13] Este último elemento implicará según nuestro filósofo un problema de origen para la tradición liberal clásica que llegará hasta la política welfare de Roosevelt a partir de 1932 con la implementación del New Deal. En otros términos, la necesidad de producir la libertad (de trabajo, de consumo, etc.) implica un escalonamiento en el crecimiento de intervenciones artificiales para garantizarla. Esto será lo que progresivamente lleve a una crisis de gubernamentalidad y de identidad en el liberalismo que será replanteado hacia fines de 1930 y comienzos de 1940. El problema será según Foucault que “todos estos dispositivos destinados a producir la libertad (…) llegado el caso, corren el riesgo de producir exactamente lo contrario”.[14]

 

Subsiguientemente, es necesario analizar la relación de la concepción de libertad en el liberalismo clásico con los dispositivos disciplinarios y securitarios. En primer lugar, si la seguridad es un coste de la producción de libertad es relevante definir sus elementos. En Sécurité, territoire, population (clase del 18 de enero de 1978)[15] Foucault describe las características de la seguridad, a saber: es centrífuga (integradora, permite circuitos), deja hacer (permisiva), no codifica (capta la realidad efectiva) y funciona si acepta la realidad como es (factum). En este sentido, es importante diferenciar lo disciplinario de lo securitario ya que el propio filósofo señala en la segunda consecuencia la expansión de las técnicas disciplinaras consustancial al despliegue del liberalismo laissez-faire en el siglo XVIII:

 

De ese liberalismo y del arte liberal de gobernar es la formidable extensión de los procedimientos de control, coacción y coerción que van a construir la contrapartida y el contrapeso de las libertades. He insistido bastante en el hecho de que esas famosas grandes técnicas disciplinarias que se hacen cargo del comportamiento de los individuos diariamente y hasta el más fino de los detalles son exactamente contemporáneas (…) de la era de las libertades. Libertad económica, liberalismo en el sentido que acabo de decir y técnicas disciplinarias también aquí las dos cosas están perfectamente ligadas (…) el panóptico es la fórmula misma de un gobierno liberal.[16]

 

En relación al panóptico, este diagrama arquitectónico-político va a implementarse hacia fines del siglo XVIII. Jeremy Bentham lo introducía teóricamente hacia 1792-1795[17] como el diagrama, el ideal de un procedimiento de vigilancia al interior de instituciones (escuelas, prisiones, cuarteles) a fin de producir la interiorización de la norma en los individuos con el objetivo de aumentar la productividad. Foucault sostiene que: “El panoptismo, para Bentham, es sin duda una fórmula política general que caracteriza un tipo de gobierno”.[18] Este tipo de gobierno será aquel definido por la racionalidad liberal. En esta dirección, la finalidad del dispositivo disciplinario será la producción de cuerpos dóciles y productivos, obedientes y rentables, estos cuerpos individuales lo serán al interior de instituciones disciplinarias. Por su parte, el dispositivo securitario no tendrá como objetivo la producción de este tipo de cuerpos sino la administración del comportamiento de la población no en el sentido de la disciplina que busca la distribución de funciones en el espacio a través de una reticulación jerárquica con fines individualizadores, sino a partir de la observación de las conductas de la población en “el medio”. Si los dispositivos disciplinarios establecen previamente un patrón que define lo normal y anormal que debe ser alcanzado por los individuos, en los dispositivos securitarios, a la inversa, la norma se definirá a partir del análisis de curvas de normalidad empíricas, es decir, de un “hombre promedio” (esto no implica la extirpación de lo más alejado al promedio). Por tanto, la seguridad es un mecanismo que pone en relación elementos naturales y artificiales de un modo no coercitivo, la normalización securitaria no requiere, a diferencia de la normación disciplinaria, una acción coactiva externa.

 

Como vemos, el liberalismo clásico del siglo XVIII para Foucault implica la aparición de ambos dispositivos: disciplinarios y securitarios. Los primeros al interior de instituciones que aseguran la formación de cuerpos productivos y rentables, los segundos al exterior de la población para generar estadísticas sobre tasas y unidades de medición a fin de gestionar sus comportamientos. De acuerdo a nuestro criterio, el liberalismo clásico descansa sobre esta paradoja de fabricación de libertad y destrucción de la misma, de crítica y pastoralización que se verifica en la expansión de las técnicas de vigilancia de los dispositivos disciplinarios. Por tanto, no hay libertad sin seguridad pero tampoco sin disciplina: el liberalismo deja hacer a los individuos en lo personal y económico mientras la seguridad ejerce una administración ambiental de la población y la disciplina vigila los cuerpos individuales con fines de normalización. Estas características del liberalismo del siglo XVIII, sin embargo, se modifican sustancialmente en los neoliberalismos del siglo XX que revisarán los fundamentos naturalistas del laissez-faire y las consecuencias disciplinarias en la fabricación de las libertades.

 

Neoliberalismo y anti-punitivismo

 

La búsqueda de un nuevo liberalismo en el siglo XX tiene según Foucault un punto de partida en el denominado Coloquio Walter Lippmann (París, agosto de 1938).[19] En ese encuentro se realiza una evaluación de la doctrina liberal clásica en vistas a la emergencia de los regímenes socialistas y fascistas, se procura la fijación de una nueva agenda (que ofrezca instrumentos a los problemas sociales y la monopolización) y se impulsa un abandono de las tesis naturalistas del laissez-faire clásico. En la misma dirección, las diferentes intervenciones apelan a la necesidad de un nuevo término que exprese esta renovación de las tesis liberales, allí se acuña, entre otras, la expresión Neoliberalismus[20] (junto a “liberalismo sociológico”, “liberalismo de izquierda”) por el economista alemán Alexander Rüstow para referir un liberalismo del siglo XX distante de los presupuestos liberales clásicos: constructivo y social. Este nuevo liberalismo planteará la economía de mercado como un proceso artificialmente creado que evite su degradación monopólica y oligopólica, al mismo tiempo que atienda al déficit en materia social cuya agenda ha sido cooptada por los colectivismos de izquierda y derecha. En este sentido, los neoliberales frente al orden natural del liberalismo clásico oponen un orden normativo, contra la filosofía naturalista enfrentan una filosofía idealista, versus la centralidad del comercio diseñan un privilegio de la competencia. Foucault en Naissance de la biopolitique marca los elementos centrales de cuatro escuelas neoliberales: la Escuela de Friburgo o el ordoliberalismo alemán, la Escuela Austríaca de economía, el neoliberalismo francés y la Escuela de Chicago.

 

En primer lugar, la Escuela de Friburgo desarrolla un liberalismo constructivista y formalista que busca evitar la monopolización naturalista del liberalismo clásico que distorsiona los precios. El Estado solo debe intervenir en la fijación de la regla de juego pero no en el proceso competitivo. El ordoliberalismo, que toma su nombre de la revista Ordo, fundada en 1936 por Walter Eucken y por el grupo intelectual de la Escuela de Friburgo (Müller-Armack, Röpke, Rüstow), busca una salida liberal (a la inversa de la Escuela de Frankfurt) a los problemas del liberalismo clásico (monopolización y déficit social). Las intervenciones del Estado de bienestar (New Deal) no son consideradas una salida viable y se sostiene una radicalización del principio liberal: el mercado es el articulador del Estado. En este sentido, Rüstow define la noción de Vitalpolitik para dar cuenta de la economía social de mercado, vale decir, un liberalismo social o “sociológico” que interviene en todo el tejido de la sociedad desplegando políticas de seguridad social individualistas (el seguro individual y mutual) y emplazando la forma empresa como lógica organizadora.

 

En segundo lugar, la Escuela Austríaca en general y la figura de F.A. Hayek en particular son consideradas por Foucault para delimitar la siguiente lógica: a mayor intervencionismo jurídico menor intervencionismo económico (Rule of Law). La norma jurídica tiene por finalidad nunca ejercer una coerción a la libertad individual, evitar la monopolización del mercado y el totalitarismo. Esta será solo el marco para el desarrollo de las utopías liberales.

 

En tercer lugar, el pensamiento económico de Raymond Barre en la administración de Giscard d’Estaing (1974-1981) toma como modelo el ordoliberalismo de la gestión socialdemócrata alemana de Brandt y de Schmidt (1974-1982) y marca su diferencia de la escuela de Chicago. Los neoliberales franceses consideran el llamado “impuesto negativo a la renta” (desarrollado por Milton Friedman en 1962) propiciado por Lionel Stoléru a fin de solucionar el problema del umbral mínimo de subsistencia (la pobreza absoluta), no la desigualdad ni la pobreza relativa. Una modalidad de asistencia social, según Foucault, menos burocrática y disciplinaria que no genera dependencia y estimula el interés individual:

 

Y esa manera muy distinta es la de la población asistida, según una modalidad efectivamente muy liberal, mucho menos burocrática, mucho menos disciplinarista que un sistema que estuviera centrado en el pleno empleo e implementara mecanismos como los de la seguridad social. En definitiva, se deja a la gente la posibilidad de trabajar si quieren y de no trabajar si no quieren. Existe sobre todo la posibilidad de no hacerlos trabajar si no hay interés en que lo hagan. Se les garantiza simplemente la posibilidad de existencia mínima en cierto umbral, y así podrá funcionar esta política neoliberal.[21]

 

En cuarto y último lugar, el liberalismo estadounidense de la escuela de Chicago (Milton Friedman, Gary S. Becker, Theodore William Schultz) no será visto por Foucault como una mera racionalidad de gobierno (como el alemán o francés), sino como un principio que funda el Estado por derecha e izquierda. Una programación estratégica de los individuos, una “manera de ser” y un plan de vida que coloca en el centro la noción de homo oeconomicus, el individuo empresario de sí, productor de su propia satisfacción y su competitividad que invierte en sus capacidades, es decir, se capitaliza. Por su parte, la Escuela de Chicago analiza toda conducta humana bajo una lógica económica. Para ello parte del principio de que toda decisión es producto de la evaluación de costos/beneficios en la búsqueda del interés personal. En este sentido, el homo oeconomicus es la interfaz subjetiva entre gobierno y mercado, un sujeto definido por sus elecciones y movido por el principio de interés, un átomo de racionalidad en medio de un proceso económico incognoscible desde un organismo central, vale decir, la economía de planificación sería una contradicción en los términos ya que no se puede concentrar toda la información de las transacciones. El proceso económico, por tanto, será invisible para el soberano y para el sujeto de interés que no sabe a quiénes benefician directamente sus operaciones. El principio de “mano invisible” (Adam Smith) radica precisamente en la imposibilidad de la planificación central, de ahí su “ateísmo” en tanto proceso que no se puede controlar. Por consiguiente, el homo oeconomicus es irreductible y racional pero sus elecciones escapan al control del soberano en un proceso caótico: esta dinámica es al mismo cognoscible e incognoscible. La sociedad civil (según Locke, Smith y Adam Ferguson),[22] en consecuencia, es la sumatoria de intereses individuales (satisfacciones), la síntesis espontánea de las elecciones de los individuos que producen un lazo social sobre el cual se activa la tecnología gubernamental liberal.

 

Ahora bien, un elemento central de divergencia entre el liberalismo clásico y el neoliberalismo será la impugnación del principio de laissez-faire o bien su inversión, así lo plantea Foucault:

 

En otras palabras, en el liberalismo clásico se pedía al gobierno que respetara la forma del mercado y dejara hacer. Aquí, el dejar hacer se invierte para transformarse en un no dejar hacer al gobierno, en nombre de una ley del mercado que permitirá juzgar y evaluar cada una de sus actividades. De ese modo queda invertido el laissez-faire y el mercado ya no es un principio de autolimitación del gobierno, es un principio que se vuelve contra él.[23]

 

Esta expansión de los análisis de comportamientos no económicos a través de una grilla de inteligibilidad económica lo centran a Foucault en dos materias: el crimen y la droga. A diferencia de los análisis de Beccaria y Bentham este acercamiento no se fijará en la figura del homo legalis ni del homo penalis ni del homo criminalis, vale decir, no se trata del establecimiento de una antropología del crimen o de la configuración de un perfil del criminal sino de pensar al criminal (un individuo como cualquier otro) en tanto homo oeconomicus, es decir, analizar los comportamientos en relación al delito y las drogas en términos estrictamente económicos, lo cual no implica que todo sujeto sea un homo oeconomicus (que evalúe sus acciones en términos de costo/beneficio); en otras palabras, no hay una reducción de la antropología a la economía sino que, si bien la grilla de inteligibilidad será económica, la intención particular de los comportamientos de los individuos será producto de decisiones diversas (económicas o no):

 

Solo se toma al sujeto en cuanto homo oeconomicus, lo cual no quiere decir que se lo considere totalmente así. En otras palabras, el abordaje del sujeto como homo oeconomicus no implica una asimilación antropológica de cualquier comportamiento a un comportamiento económico. Quiere decir, simplemente, que la grilla de inteligibilidad que va a proponerse sobre el comportamiento de un nuevo individuo es ésa.[24]

 

Por tanto, Foucault no está planteando que el análisis de la Escuela de Chicago sobre comportamientos no económicos implique la universalización de que todo hombre razona en términos del homo oeconomicus sino en todo caso que la forma de racionalizar los comportamientos (más allá de la racionalidad o irracionalidad particular misma de cada individuo) es económica. La ley para la lectura neoliberal implicará según Foucault la composición de dos elementos: una prohibición y una realidad, el discurso y la institución. Un speech act que tiene un efecto determinado y un costo que tiende a reducir la oferta del crimen. En este aspecto, Foucault detecta a partir de las fuentes de las que se sirve, economistas de la Escuela de Chicago (Gary S. Becker, Isaac Ehrlich, George J. Stigler), que estos dimensionan al delito en términos de costo/beneficio (riesgo versus pena/ganancia). El criminal es pensado como homo oeconomicus al mismo tiempo que la ley lo es en términos de costo de cumplimiento (enforcement) versus costo de externalidades negativas del crimen. En consecuencia, si el costo del cumplimiento de la ley supera a las externalidades del crimen se debería pensar en “índices de ilegalidad” a ser tolerados.

Aquí asistimos a una diferencia importante entre el elemento disciplinario propiciado por el liberalismo clásico respecto de la concepción anti-disciplinaria del neoliberalismo. Foucault lo expresa con claridad:

 

Por lo tanto, una política penal no tendrá por objetivo o punto de mira lo que era el objetivo y el punto de mira de todos los reformadores del siglo XVIII, cuando perfeccionaban su sistema de legalidad universal, a saber, la desaparición total del crimen. La ley penal y toda la mecánica penal con la que soñaba Bentham debían ser de tal manera que, a fin de cuentas, aun cuando en la realidad no pudiera suceder, dejaran de existir los crímenes (…) Esa especie de anulación general del crimen que estaba en la línea de mira era el principio de racionalidad, el principio organizador del cálculo penal en el espíritu reformador del siglo XVIII. Ahora, por el contrario, la política penal debe renunciar de manera absoluta, a título de objetivo, a esa supresión, esa anulación exhaustiva del crimen. La política penal tiene como principio regulador una mera intervención en el mercado del crimen y con respecto a la oferta del crimen. Es una intervención que limitará esa oferta, y sólo lo hará mediante una demanda negativa cuyo costo, desde luego, jamás deberá superar el costo de la criminalidad cuya oferta se procure reducir.[25]

 

La expansión de las técnicas disciplinarias que es consustancial como contraprestación a la fabricación de libertades en el liberalismo clásico producida a través del panoptismo (la interiorización de la norma) queda sin efecto en el marco del análisis de la Escuela de Chicago, particularmente en las miradas de Becker y Stigler,[26] es decir, el contrapeso disciplinario se invierte: se trata de una analítica económica que por añadidura es anti-disciplinaria y anti-normalizadora, por tanto, muy lejos del afán de extirpación del delito como utopía. Foucault lo plantea de esta manera:

 

En consecuencia, la buena política penal no apunta de ningún modo a una extinción del crimen, sino a un equilibrio entre curvas de oferta del crimen y demanda negativa. O bien: la sociedad no tiene una necesidad indefinida de conformidad. La sociedad no tiene ninguna necesidad de obedecer a un sistema disciplinario exhaustivo. Una sociedad está cómoda con cierto índice de ilegalidad y estaría muy mal reducirlo indefinidamente.[27]

 

Aquí se torna evidente la divergencia entre el liberalismo clásico y el neoliberalismo: en el primer caso, la preeminencia del dispositivo disciplinario y la normación de los individuos procura como principio articulador la desaparición total del crimen sea por medio de la disuasión a través de la norma interiorizada panópticamente y la docilidad productiva de los cuerpos “enderezados”, sea por el castigo ejemplificador; en el neoliberalismo, el panóptico (por ende, el dispositivo disciplinario) no se constituye en la forma misma del gobierno (como en el liberalismo clásico), será más bien el dispositivo securitario el que ocupe este lugar, por tanto, el crimen no buscará ser erradicado sino equilibrado en términos de curvas de oferta y demanda negativa. De la condición disciplinaria para la producción de libertad del liberalismo clásico del siglo XVIII nos desplazamos a la condición anti-disciplinaria en la configuración de libertad de los neoliberalismos del siglo XX.

 

La misma lógica verificamos respecto de los análisis del mercado de las drogas en términos de costo/beneficio (riesgo y pena/satisfacción) a partir de la lectura que Foucault realiza sobre artículos de una serie de economistas vinculados teóricamente a la Escuela de Chicago (Frédéric Jenny, Billy J. Eatherly, Mark Moore). El filósofo da cuenta que la política que apuntaba a reducir la oferta de las sustancias desde la década de 1960 en adelante no funcionó. Reducir y controlar la cantidad de droga colocada en el mercado lejos de lograr el resultado buscado produjo lo inverso: en primer lugar, aumentó el precio unitario, en segundo lugar, fortaleció los monopolios y oligopolios de grandes redes de tráfico y, en tercer lugar, al ser la droga un producto altamente inelástico, es decir, en el que la variación del precio no modifica la demanda (sobre todo de los drogadictos y heavy users), hará que la violencia y la criminalidad aumente, sea por el riesgo al que los compradores se exponen, sea por los robos que estos realizan para poder financiar la compra del producto. Como señala Foucault “[…] la legislación, el estilo de legislación o, mejor, el estilo de enforcement de la ley que se había desarrollado durante la década de 1960 demostró ser un fracaso sensacional”.

 

Partiendo de artículos de Eatherly y Moore,[28] nuestro filósofo plantea que el enfoque neoliberal consiste en asumir que es necio limitar la oferta de la droga y en consecuencia facilitar la accesibilidad y la variación del precio. Sobre este último punto la clave será ofrecer precios altos a los nuevos consumidores y bajos a los adictos, de modo que en el primer caso operará como un elemento de disuasión para evitar la dependencia o bien ceñirá su consumo a la eventualidad, es decir, se trata de establecer una demanda elástica a diferencia de la inelasticidad del producto que compra el dependiente bajo cualquier circunstancia:

 

Entonces, hay que dar a los drogadictos drogas a bajo precio, y a los no drogadictos, drogas a precios muy altos. Hay toda una política que, por otra parte, se tradujo como saben en una [actitud] que no buscaba tanto diferenciar entre las llamadas drogas blandas y drogas duras como distinguir las drogas de valor inductivo y las drogas sin valor inductivo, y sobre todo dos tipos de consumo, el elástico y el inelástico.[29]

 

En función de esta lógica la Escuela de Chicago propicia la legalización de las drogas (blandas y duras) con la finalidad de la reducción de los costos penales, jurídicos y de daños en la salud de los consumidores, vale decir, sostiene una intervención ambiental (acción sobre las reglas del juego, no sobre los jugadores) y libertad de acción a los agentes (consumidores) centrada en la variable del precio del producto. Esta aproximación implicará dos consecuencias para Foucault: A) la borradura antropológica del criminal, por tanto, la concepción de cualquier comportamiento como un comportamiento económico, esto conllevará a que la acción penal más que actuar sobre el individuo actúe sobre el “medio”, es decir, sobre el mercado (legal o ilegal), B) un análisis que no tiene como ideal una sociedad disciplinaria ni pretende excluir por medio de un mecanismo de normalización ciertos comportamientos “anormales”, así lo plantea Foucault:

 

Lo que aparece en el horizonte de un análisis como éste no es de ningún modo el ideal o el proyecto de una sociedad exhaustivamente disciplinaria en la que la red legal que aprisiona a los individuos sea relevada y prolongada desde adentro por mecanismos, digamos, normativos. No es tampoco una sociedad en la que se exija el mecanismo de la normalización general y la exclusión de lo no normalizable. En el horizonte de ese análisis tenemos, por el contrario, la imagen, la idea o el tema-programa de una sociedad en la que haya una optimización de los sistemas de diferencia, en la que se deje el campo libre a los procesos oscilatorios, en la que se conceda tolerancia a los individuos y las prácticas minoritarias, en la que haya una acción no sobre los participantes del juego, sino sobre las reglas del juego, y, para terminar, en la que haya una intervención que no sea del tipo de la sujeción interna de los individuos, sino de tipo ambiental.[30]

 

En definitiva, observamos en el análisis neoliberal del delito y las drogas de acuerdo al prisma foucaultiano los siguientes elementos: el diseño de una sociedad anti-disciplinaria y anti-normalizadora, tolerante hacia prácticas minoritarias de los individuos (sexuales, drogas) y que está sujeta a una gestión de tipo ambiental, externa (sobre el medio, la regla del juego, no sobre la forma de jugar de cada agente), vale decir, no interna a través de la normación disciplinaria privilegiada por el liberalismo clásico. En consecuencia, a nuestro juicio existe una convergencia anti-punitivista desde lógicas disímiles entre Foucault y la Escuela de Chicago, particularmente con Gary S. Becker. El formalismo analítico, la elisión de la figura del criminal, la desantropologización y el anti-psicologismo son rasgos compartidos por ambos, en el caso de la filosofía foucaultiana provienen de un anti-humanismo de procedencia estructuralista, en el neoliberalismo chicaguense de una grilla de inteligibilidad económica. Allí detectamos un núcleo libertario común.

 

Consideraciones finales

 

Durante el análisis de la cuestión liberal y neoliberal realizada por Michel Foucault entre 1977 y 1980, y específicamente en los años 1978 y 1979, es posible verificar la modificación de la problemática de lo disciplinario en relación con la dinámica misma de la producción de las libertades en esta racionalidad de gobierno.

 

En el liberalismo clásico del siglo XVIII el naturalismo de origen requiere de la fijación de fuertes pautas de intervención por parte del Estado que permitan precisamente el flujo de los intercambios comerciales del modo más espontáneo posible, sin embargo, los agentes que construyen esta “mano invisible” necesariamente están disciplinados, vale decir, el panoptismo que es la condición de posibilidad de esta racionalidad de gobierno, se constituye a partir del mencionado diagrama privilegiado durante la episteme clásica y el siglo XIX operando como ideal para el diseño de dispositivos disciplinarios en las diferentes instituciones. En otros términos, de trasfondo existe un utopismo visible en Beccaria y Bentham pero también en Hume y Kant, en vistas a la construcción de una sociedad cooperativa, sin crimen, asentada sobre bases naturalistas que requiere la modelación de una subjetividad dócil, productiva y normalizada.

 

En los neoliberalismos del siglo XX, específicamente en la Escuela de Chicago, ya no asistimos a un naturalismo de origen, por el contrario, la inversión de estos principios se verifica en la producción de agentes económicos insertos en un proceso que los excede y en el cuál la subjetividad es leída en términos de funciones en el marco de un “medio” gestionado ambientalmente. Esta desantropologización y carencia de psicologismo implica un acercamiento económico y no sustancial a todos los comportamientos que se rigen por una lógica de evaluación de costos y beneficios en la cual la matriz disciplinaria no es en absoluto privilegiada. En otras palabras, si en el liberalismo clásico lo disciplinario tiene preeminencia sobre lo securitario, en el neoliberalismo, por el contrario, lo securitario tiene preeminencia sobre lo disciplinario. No se trata ya de una intervención para la producción de cuerpos dóciles y normalizados a través de la interiorización de la norma, sino de una intervención ambiental que no requiere la exclusión de lo no normalizable (los “anormales”) y que tolera prácticas minoritarias, no necesariamente rentables, no moralmente mayoritarias. Esta prevalencia analítica anti-disciplinaria y económica es coincidente con los elementos anti-humanistas y libertarios de la filosofía de Foucault. Si bien es claro que en la filosofía foucaultiana la reflexión sobre la cuestión liberal y neoliberal se encuentra inserta en un marco mayor ontológico-político que forma parte del estudio de una serie de regímenes de verdad (cristianismo, socratismo, etc.) no es menos cierto que en lo funcional y táctico hay lazos comunes, desde fundamentos disímiles, con los análisis de la Escuela de Chicago, algo que no sucede respecto del liberalismo clásico cuyas bases naturalistas la alejan.

 

Bibliografía

  1. Audier, Serge, Le Coloque Lippmann. Aux origines du “néo-libéralisme”. Nouvelle édition augmentée. Texte intégral précédé de: Penser le « néo-libéralisme », Éditions Le Bord de L’eau, París, 2012.
  2. Becker, Gary, “Crime and Punishment: An Economic Approach”, en Essays in the Economics of Crime and Punishment, The University of Chicago, 1974, pp. 1-54.
  3. Eatherly, Billy, “Drug-Law Enforcement: Should We Arrest Pushers or Users”, en Journal of Political Economy, Vol. 82, Nº 1, enero-febrero, 1974, pp. 210-214.
  4. Foucault, Michel, “No al sexo rey. Entrevista por Bernard Henri-Levy”, en Un diálogo sobre el poder otras conversaciones, Alianza Editorial, Buenos Aires, 2001, pp. 157-173.
  5. Foucault, Michel, Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France (1977-1978), Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006.
  6. Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979), Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008.
  7. Moore, Mark, “Policies to Achieve Discrimination on the Effective Price of Heroin”, en The American Economic Review, Vol. 63, Nº 2, 1973, pp. 270-277.
  8. Stigler, George, “The Optimum Enforcement of Laws”, en Essays in the Economics of Crime and Punishment, University of Chicago, 1974, pp. 55-67.

 

 

Notas
[1] Foucault, Michel, “No al sexo rey. Entrevista por Bernard Henri-Levy”, ed. cit., pp. 170-171.
[2] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 117.
[3] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., pp. 117-118.
[4] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., pp. 118-119.
[5] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 97.
[6] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 16.
[7] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 81.
[8] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 81.
[9] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 82.
[10] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 82.
[11] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 85.
[12] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 86.
[13] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 89.
[14] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 91.
[15] Foucault, Michel, Seguridad, territorio, población, ed. cit., pp. 45-71.
[16] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., pp. 87-89.
[17] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 88.
[18] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 89.
[19] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 159-162.
[20] Audier, Serge, Le Coloque Lippmann. Aux origines du “néo-libéralisme”, ed. cit., p. 60-65.
[21] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., pp. 247-248.
[22] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., pp. 337-348.
[23] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., pp. 285-286.
[24] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 292.
[25] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 297.
[26] Becker, Gary,“Crime and Punishment: An Economic Approach”, ed. cit., pp. 55-67. Stigler, George, “The Optimum Enforcement of Laws”, ed. cit., pp. 55-67.
[27] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 298.
[28] Eatherly, B. (1974) “Drug-Law Enforcement: Should We Arrest Pushers or Users”, ed. cit., pp. 210-214. Moore, Mark, “Policies to Achieve Discrimination on the Effective Price of Heroin”, ed. cit., pp. 270-277.
[29] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 301.
[30] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, ed. cit., p. 302-303.