La mujer independiente: una lectura del capítulo XIV de Le deuxième sexe de Simone de Beauvoir

SIMONE DE BEAUVOIR

 

Resumen

A lo largo del presente trabajo se pretende mostrar la lectura del último capítulo de Le deuxième sexe de Simone de Beauvoir, La mujer independiente. El presente trabajo se ampara, principalmente, en tres términos que se consideran fundamentales, a saber: independencia, autonomía y libertad. Ello con la finalidad de mostrar que la propuesta de la filósofa francesa consiste en que la mujer debe asumir su rol como independiente, autónoma y libre con respecto al sexo masculino ella puede devenir mujer.

Palabras clave: mujer, hombre, independencia, autonomía, libertad, filosofía.

 

Abstract

 Throughout this work it is intended to show the reading of the last chapter of Le deuxième sexe by Simone de Beauvoir The Independent Woman. The present work is protected, mainly, in three terms that are considered fundamental, namely: independence, autonomy and freedom. This in order to show that the proposal of the French philosopher consists in that women must assume their role as independent, autonomous and free with respect to the male sex, she can become a woman.

Keywords: woman, man, independence, autonomy, freedom, philosophy.

 

Simone de Beauvoir, filosofa francesa del siglo XX, cuyo pensamiento se sitúa dentro de lo filósofos existencialistas escribe, en 1949, su controvertida y popular obra Le deuxième sexe, libro que ha sido catalogado como la obra más importante del movimiento feminista del siglo XIX, pues aborda la diferencia sexual desde el punto de vista biológico, sociológico, antropológico, histórico y psicológico. Mostrando, no sólo la distinción visible entre hombre y mujer, sino la opresión a la cual ha sido sometida la mujer sólo por el hecho de serlo. Sin embargo, el análisis de Beauvoir no sólo se centra en señalar la violencia ejercida por el patriarcado y el machismo, sino en dar una propuesta para devenir mujer; es así que en el último capítulo de ésta obra titulado “La mujer independiente” propone cómo se debe ir desarrollando la libertad de la mujer para que logre ser completamente autónoma con respecto al sexo masculino.

 

En virtud de lo anterior, y para comenzar, es importante que primero definamos los términos más importantes que, desde una lectura personal, utiliza Simone de Beauvoir a lo largo de este capítulo, a saber: independencia, autonomía y libertad, puesto que considero no los está utilizando como sinónimos sino que cada uno adquiere un significado especial bajo la mirada existencialista, por ello, primero daremos algunas definiciones etimológicas y más adelante propenderemos cómo las utiliza Beauvoir dentro del texto.

 

La palabra “independencia” de acuerdo a sus etimologías latinas serían in (sin) dependeré (colgar o estar debajo de…) por tanto, podría entenderse como: acción o efecto de no estar bajo la voluntad del otro. En este sentido podemos decir que la independencia la busca aquella persona que está bajo el yugo de otro que se encuentra en un estadio superior, o sea, la independencia es buscada por un esclavo porque éste ––el esclavo–– es un sujeto que está bajo la ley que ha establecido el sujeto libre. Por otra parte, la palabra “autónomo” que viene del griego αὐτο ––por sí mismo–– y νόμος ––regla–– que podríamos entenderla como la capacidad de regirse por sí mismo o la capacidad de otorgarse a sí mismo la ley. Entender la autonomía desde este punto de vista es importante porque el género humano es el único que puede formular leyes o reglas en favor de hacer visible la justicia; la autonomía, sólo es ejercida por aquella persona cuyo referente de acción es él mismo, por tanto, supone un sujeto libre. Ahora bien, la libertad ––inevitable condena del ser humano–– y toda la complejidad que ella implica bajo la mirada existencialista, podemos decir grosso modo que denota la posibilidad de elección, es decir, capacidad de obrar de una o de otra manera y que cualquier elección que se haga conlleva el peso de la responsabilidad. Establecidas las definiciones analizaremos, ahora, cómo Simone de Beauvoir en el capítulo XIV de Le deuxième sexe utiliza estos términos, primero, en su significado directo y posteriormente le aporta ciertas connotaciones, para que se pueda entender cómo impactan en el Ser mujer.

 

Cualquiera que se haya acercado a la lectura, total o parcial de Le deuxième sexe , puede coincidir que Beauvoir hace crítica, obviamente desde el contexto cultural e histórico en el que se mueve, principalmente al machismo que ejercen los hombres, pero también tiene señalamientos hacia las mismas mujeres; a los hombres porque se da cuenta de que ellos son los que han creado los paradigmas de cómo debe ser y comportarse una mujer, por ejemplo en el ámbito académico señala: “Los misóginos han reprochado frecuentemente a las mujeres intelectuales que se abandonen; pero también les han predicado: Si queréis ser nuestras iguales, dejad de pintaros la cara y las uñas”,[1] ella advierte que el hombre no reconoce en a la mujer como una alteridad, sino como otro,[2] un objeto carente de libertad al cual puede mandar y mover a capricho.

 

Los paradigmas que ha impuesto el hombre para con la mujer, hacen de ella una esclava, en el sentido de que ella está sujeta a la ley de hombre; en otras palabras, no es independiente. La mujer es esclava de la ley impuesta por el hombre y para que su vida logre tener sentido debe someterse a sus normal, sus preceptos y estándares, pues es un otro como podría ser un papel, un vaso, en pocas palabras un útil, que el hombre emplea para manifestar su existencia, pero que ella no se manifiesta a menos que haya cumplido con la norma preestablecida. Otra crítica que hace Beauvoir a los hombres es el desconocimiento de la alteridad femenina, que no es igual, sino semejante a él, con una inteligencia y unas capacidades iguales, pero que ambas son ejercidas de manera diferente e incluso al ser reconocidas la mujer se encontraría a sí misma de un modo más fácil:

 

[…] si aceptasen amar a un semejante en vez de a una esclava –como lo hacen, por otra parte, aquellos que están desprovistos de arrogancia y de complejos de inferioridad–, las mujeres estarían mucho menos acosadas por la preocupación de su feminidad; ganarían en naturalidad, en sencillez, y se encontrarían mujeres sin tanto trabajo, porque, después de todo, lo son. [3]

 

Con respecto a lo anterior Joanna Ortega señala en su ensayo “Simone de Beauvoir”, su aportación a la discusión sobre el género que cuando entendemos al hombre como un individuo, la mujer también se individualiza, más como una extensión del hombre, no como una alteridad. Sin embargo, la mujer es el enves del hombre y el hombre al percibirla de esta manera, la encasilla en una categoría general para que pierda toda identidad que sería fruto de su libertad:

 

Con la individualización del hombre, la mujer también es individualizada como algo extenso, como el otro. Las mujeres encarnan, no sólo lo que los hombres niegan, sino aquello de lo que carecen: sus sueños, sus deseos, sus temores, etc. Dice Beauvoir que esto lleva a percibir la naturaleza de la mujer como algo contradictorio y ambiguo. Los diferentes mitos aparecen relacionados. La mujer siempre es una cosa definida; puede ser el Mal, y al momento el Bien. Bajo cualquier circunstancia, ella es lo inesencial, el Otro. Esto quiere decir que la mujer aparece como ambivalencia, huidiza y mística, no sólo porque a ella no se le permite hacer nada, perdiendo así su identidad concreta. Como el ser humano es nada en sí mismo, esto hace imposible generalizar sobre la mujer.[4]

 

A pesar del señalamiento que Simone de Beauvoir hace a los hombres con respecto a la consideración de la mujer como una cosa, también pone de manifiesto la actitud de sumisión de la mujer frente a esta situación ya que la mujer desde sus primeros años de aprendizaje asume su feminidad como una maldición porque el estándar de inteligencia, éxito y realización es el hombre y ellas al ser féminas se saben siempre inferiores. La mujer al acomodarse al modelo en el que vive pierde su autonomía y la posibilidad de defenderla porque ha caído implícita o explícitamente, en las leyes impuestas por el hombre,[5] y ante cualquier posibilidad de competencia siempre se siente inferior y acepta de antemano una derrota frente a los hombres,[6] ilustro esto con el mismo ejemplo que ponen Beauvoir:

 

Recuerdo a una estudiante que preparaba oposiciones a cátedra y que, con ocasión de celebrarse unos exámenes de filosofía comunes a hombres y mujeres, decía: Ellos pueden lograrlo en uno o dos años; nosotras necesitaremos cuatro, por lo menos. Otra, a quien se le indicó la lectura de una obra sobre Kant, autor incluido en el programa, dijo: Es un libro demasiado difícil: ¡es un libro para normalistas! Parecía imaginarse que las mujeres podían aprobar los exámenes si les hacían una rebaja; al partir vencida de antemano, abandonaba efectivamente a los hombres todas las oportunidades de éxito.[7]

 

Simone de Beauvoir denuncia esto porque sabe que a la mujer se la ha negado la libertad, una libertad concreta, es decir, esa capacidad de emprender una acción positiva dentro de la sociedad;[8] no obstante, este tipo de libertad está enfocada al aspecto económico y sigue dejando a la mujer relegada, porque a pesar de que una mujer trabaje, sigue envidiando la posición del hombre, porque, efectivamente, el hombre goza de privilegios en el aspecto laboral, lo cual le permite más fácilmente estar en una posición de superioridad económica. De esta manera la constante subestimación de la mujer sólo por el hecho de nacer mujer en un mundo que parece diseñado para el hombre es lo que crea la lucha feminista. Lucha que tanto Simone de Beauvoir como Sartre consideran que no está implicada en la anatomía del hombre o la mujer sino en el hecho de defender situaciones que ayudan a cada uno a definirse como tal.[9] Dice Beauvoir al respecto de la actitud que toma la mujer que quiere liberarse frente al hombre:

 

Se dedica a mutilar, a dominar al hombre; le contradice; niega su verdad y sus valores. Mas con ello no hace otra cosa que defenderse; no han sido ni una esencia inmutable ni una elección culpable las que la han condenado a la inmanencia, a la inferioridad. Le han sido impuestas. Toda opresión crea un estado de guerra. Y este caso no es una excepción. El existente al que se considera como inesencial no puede dejar de pretender el restablecimiento de su soberanía.[10]

 

Vemos que hasta ahora el significado de las palabras ha sido utilizado en su sentido “tradicional” ––por llamarlo de algún modo–– sin embargo ya en la conclusión de Le deuxième sexe Simone de Beauvoir comienza a darle un nuevo sentido al significado de éstas palabras, ya que sabe que las mujeres por mucho que busquen la “igualdad” para con el varón siempre seguirán siendo mujeres y que es imposible despojarse de su feminidad, puesto que es algo que las identifica y que, por tanto, se debe afianzar.

 

La empresa que propone es un cambio de mentalidad en la sociedad en pro de la situación de semejanza, para que las mujeres logren manifestar su “ser mujer” y éste sea reconocido por el hombre,[11] debemos ir a la educación, es decir, se debe conducir y alimentar en las niñas y los niños la relación entre semejantes, lo cual, implica que tanto hombres como mujeres presenten esta relación ya sin equívocos, pasando, además por un cambio de mentalidad en la lucha de clases, pues la lucha de la mujeres y la lucha de clases tienen en común el factor de la opresión porque para la filósofa francesa resolver la lucha de sexos posibilitaría, en buena medida, la resolución de la lucha de clases.[12]

 

Para que ambas luchas se lleven a cabo ––o por lo menos la lucha feminista–– es imprescindible replantear los términos de tal modo que la palabra independencia tome un giro cuando la mujer deja de verse como esclava y ya no está bajo la voluntad del hombre o cualquier prescripción posible con respecto a lo que debe ser la mujer, la esclavitud principal no es sólo de que la mujer se vea y asuma como sierva del hombre, sino en la autoesclavitud de medir sus logros, capacidades, y ambiciones, con la regla con la que los varones se han medido unos a otros. Por lo tanto, mientras la mujer esté siempre bajo un yugo prescriptivo no podrá lograr su independencia. Una vez que la mujer haya logrado dejar de medirse en los parámetros impuestos por otra subjetividad, puede decirse autónoma, pues ahora ella o ellas ponen sus parámetros, conscientes de que sus capacidades y aptitudes son diferentes y que desde ahí́ pueden lograr el éxito en todo lo que ellas decidan. Sin embargo, esto no es posible mientras no exista la libertad.

 

Beauvoir como filósofa existencialista, sabe que la vida son decisiones, que son tomadas libremente y por lo cual cuando yo decido, estoy desdiciéndome y respondo por esa decisión; en cada acto libre afianzo la decisión que he tomado ––sea casada, soltera, intelectual u obrera–– y al mismo tiempo comunico a los otros mi ser mujer. Finalmente cabe decir que cualquier feminismo que se proclame como auténtico debe promover la libertad, autonomía e independencia de la mujer dejando de lado el carácter prescriptivo que ha legitimado al machismo y al patriarcado. El problema principal, quizá, no es leer el mundo en términos binarios (hombre–mujer), sino que cualquiera de ellos ––incluso si es una multitud–– se proclame como el modelo de subjetividad prescribiéndole a los demás qué son y cómo deben de actuar. Una vez que esto se entiende es entonces cuando realmente se puede decir:  No se nace mujer, se deviene mujer.

 

Bibliografía

  1. Beauvoir, S., El segundo sexo, los hechos y los mitos, Edit.Siglo XX, México, 1962
  2. __________, Memorias de una joven formal, Sudamérica, Buenos Aires, 1967
  3. __________, The ethics of ambiguity, Edit. Citadel Press. 1948
  4. __________, ¿Para qué la acción? Pláyade, Bueno Aires 1972
  5. Ortega, J.: Simone de Beauvoir, su aportación a la discusión sobre el género, España, Edit. Ateneo Teológico
  6. Sartre, J& Levy, B.: La esperanza ahora, Las conversaciones de 1980. Madrid: Arena Libros, 2006

 

Notas
[1] Cf. Beauvoir, S., El segundo Sexo, Editorial Siglo XX, 1962, p. 328
[2] Ciertamente alteridad y otredad pueden ser sinónimos; sin embargo, en este caso concreto quisiera puntualizar que alteridad haría referencia a otro ser humano, es decir, una subjetividad y otro a un objeto inanimado.
[3] Beauvoir, S., Op. cit., p. 330
[4] Ortega, J., Simone de Beauvoir, su aporte a la discusión sobre el género, Edit. Ateneo teológico, Barcelona España, p. 205
[5] Con referencia a esto podemos encontrar la experiencia misma de Simone de Beauvoir en Memorias de una joven formal texto en el que relata la crianza dada por sus padres a ella y su hermana, la cual, tenía presente la vida intelectual, pero sin aspiraciones al éxito profesional, a pesar de que el padre no las había condenado a una vida matrimonial por falta de dote. La condena sí estaba en el trabajo, máxime porque eran mujeres. Cfr. Beauvoir, S., Memorias de una joven formal, Edit. Sudamérica, Buenos Aires, 1967
[6] Cabe mencionar que históricamente, por lo menos en la historia de la sociedad occidental, la mujer y todo lo que ella implica, es decir, su corporalidad, su manera de habitar en el mundo y trabajar en él ha sido invisibilizada por los estándares masculinos, no siempre de manera maliciosa y deliberada, pero siempre presente. Pues incluso los objetos con los que nos relacionamos están hechos a partir de la corporalidad y las necesidades masculinas, o bien, el estudio de las ciencias en las que está inserta la humanidad como podría ser la medicina general toma como referente el cuerpo masculino como si la masculinidad fuera el universal de lo humano. Estudios como el de Caroline Criado Perez –Invisible Women– han desarrollado conceptos como el gender data gap para visibilizar cómo las mujeres han sido olvidadas y que eso tiene en el mundo en el que vivimos. Cfr. Criado, C., Invisible Women, Harry N. Abrams, 2019
[7] Cf. Beauvoir, S., El segundo Sexo, Editorial Siglo XX, 1962, p. 338
[8] Beauvoir, S., The ethics of ambiguity, Edit. Cita del Press, 1948, p. 147
[9] Cfr. El segundo Sexo, p. 347 y Conversaciones sobre mi mismo, pp. 31-45
[10] Cf. Beauvoir, S., El segundo Sexo, Editorial Siglo XX, 1962, p. 347
[11] La mujer no necesita del reconocimiento masculino para saberse mujer; sin embargo, partir de cero es un hecho imposible, la humanidad se debe a su historia y en este caso el reconocimiento sería más bien un acto de deconstrucción de la masculinidad creada por el machismo y el patriarcado.
[12] Cfr. El segundo sexo, p. 352 y Conversaciones sobre mí mismo pp. 37-40.