Imagen: Yedid Millán Sánchez. Título: Arte, compasión y empatía. Nota : la ilustración fue realizada expresamente para este artículo. La educación artística como camino para prevenir las pandemias
Resumen
La pandemia por COVID 19 nos invita como especie a una consideración sobre su profundo origen cultural, nos obliga a reconocer que las zoonosis están íntimamente conectadas con las condiciones de hacinamiento y violencia a que son sometidos los otros animales y nos motiva a encontrar vías para evitar futuras pandemias.
El camino propuesto es que a través de la educación artística y estética lleguemos al reconocimiento del derecho de los otros animales a una vida digna y floreciente. Educación que nos lleve a percatarnos de la estructura, orden y conexión de los acontecimientos, para advertir relaciones y vínculos omitidos. Una formación integral, que pondere, apreciación, expresión, reflexión y quehacer para relacionarnos de maneras más empáticas, equitativas y justas con toda forma de vida.
Palabras clave: pandemia, educación artística, estética, empatía, animales
Abstract
COVID 19 pandemic invites our species to consider its profound cultural origin, compels us to acknowledge that zoonotic diseases are closely related to violent and overcrowded conditions imposed on the other animal species and moves us to find means to avoid future pandemics.
The proposed way is that through aesthetic and artistic education we can arrive to the recognition of the other animals’ right to have a flourishing and worthy life. Education that takes us to perceive the structure, order and connection between circumstances in order to regard omitted associations and ties. An integral discipline that ponders appreciation, expression, reflexing and work so we may establish more emphatic, equal and fair relationships with every life form.
Key words: pandemic, artistic education, aesthetic, empathy, animals
Om Que todos los seres sean felices
Qué todos sean libres de enfermedad
Qué todos contemplen bendiciones
Y que ninguno participe del sufrimiento
Om Paz,Paz,Paz
Mantra popular
Trad. Carolina Cañas
Introducción
El surgimiento de la pandemia por SARS-CoV-2 (COVID-19) fue el disruptor de la cotidianidad, que trastocó a todo el planeta, abrió una puerta y encendió una luz que han revelado situaciones, condiciones y realidades: algunas ignoradas, unas conocidas, muchas negadas y otras intuidas pero que con la pandemia y el cambio de perspectiva que inició el confinamiento, se ha podido iniciar un ejercicio que busca conocer, difundir, registrar y reconocer todo ello, más abiertamente. No sabemos si algunos de esos reconocimientos serán auténticos y duraderos, si al transcurrir el tiempo se volverá a la negación, a la simulación o si estaremos como individuos dispuestos a asumir los cambios que una nueva realidad nos demanda, si decidiremos corregir el rumbo. Lo que si podemos asegurar es que de las determinaciones que tomemos y las acciones que emprendamos tendremos que asumir las consecuencias y que estas no son opcionales ni enmendables.
Lo anterior, nos invita a reflexionar, a cambiar el enfoque para entender lo que pasa y sobre todo a identificar sus auténticos orígenes y proponer caminos y herramientas para prevenir nuevas pandemias. Mi reflexión y experiencia, me han llevado a descubrir que el mejor camino es a través de la educación, en particular la educación artística.
Puesto que desde hace cerca de 100 años no ocurría una pandemia, [1] las reacciones de perplejidad, miedo, ansiedad y total desconocimiento son comunes, así como la falta de certeza referente a ¿qué es?, ¿de dónde viene?, ¿cuánto durará?, ¿qué hacer? Estas han sido las constantes al transcurrir los días desde el inicio de la emergencia sanitaria.
Ante las evidencias de que las pandemias son resultado de la intervención humana en los ecosistemas, [2] puedo afirmar que una pandemia es una enfermedad que cruza la frontera biológica entre especies como resultado de perpetuar el abismo que hemos construido para mantener el dominio, abuso y explotación ejercido por la especie humana sobre el resto de los animales y sobre toda forma de vida.
De los millones de virus que existen, se estima que al menos 320,000 virus en mamíferos esperan ser descubiertos y estudiados. [3] Cuando un virus presente en una especie animal cruza la barrera biológica entre una especie y otra y se adapta a la nueva especie, surge una nueva enfermedad. Al ser esta de reciente surgimiento, el conocimiento es limitado sobre los posibles medios de contagio, los síntomas, los efectos a corto y largo plazo, se desconoce con que medicamentos es más efectivo tratarla. Cuando el contagio se extiende en la especie humana entre pobladores de una comunidad, ciudad, país y finalmente se dispersa por extensas regiones del planeta se le denomina pandemia.
El SARS-CoV-2 (inglés) o SRAS-CoV-2 (español) es un virus, altamente contagioso aún antes de que quien lo contrae pueda mostrar síntomas y esto sumado a que los virus por su tamaño son invisibles para el ojo humano, nos ha hecho contemplar reacciones que van desde personas que toman escrupulosas y excesivas medidas de desinfección y que viven con pánico la posibilidad de contagio ante ese “enemigo invisible”, hasta personas negacionistas: por un lado los que consideran que la existencia del virus y la posibilidad de enfermarse, dependen de un acto de fe y por lo tanto no creen en él, o bien, los que están convencidos de que el virus no existe y todo es un complot de muy diversos orígenes.
A pesar de que medios de comunicación han hablado de la manera en que la explotación del medio ambiente y de los otros animales genera enfermedades y la difusión que se ha dado a imágenes e historias de como ante la disminución de la movilidad de la especie humana por el confinamiento, se avistaron individuos de especies que se pensaba extintas; de como playas, ríos, bosques manifestaron signos de recuperación al disminuir la contaminación y perturbación provocada por la constante invasión humana. Aun así, también a raíz de esta pandemia, se han dado casos de incremento en los prejuicios respecto a especies como los murciélagos y el pangolín por ser vinculados con el origen de la COVID-19 o el apedreo, tortura y muerte de lechuzas, búhos y tecolotes en el estado de Yucatán, México, causadas por supersticiones que los relacionan con la muerte y el mal agüero. [4]
Las pandemias han diezmado de manera significativa la población y la economía de países y continentes a lo largo de la historia, [5] pero los esfuerzos siempre se han enfocado sólo en querer solucionar, no en prevenir desde el origen. Aun ahora, muchas personas solo desean y a lo único que aspiran es a que surja una vacuna efectiva para regresar a lo mismo, sin ningún interés por indagar qué se puede hacer para evitar que surja una nueva pandemia y si en verdad lo que quieren es volver a lo mismo. Si efectivamente queremos encontrar soluciones a la raíz de las pandemias, no solo a los síntomas, lo que tenemos que cambiar es la manera en que vivimos, intervenimos e interactuamos con las otras especies y en general con toda forma de vida. De otra manera podemos apostar a que cada vez serán mas frecuentes las zoonosis y que muchas posibles pandemias se están incubando ya, en mercados húmedos, en laboratorios de vivisección y en granjas factorías alrededor del mundo.
La cría intensiva de animales para consumo humano que funciona bajo el modelo de maximizar la producción y minimizar el costo, se ha realizado a costa de la salud, integridad, dignidad y bienestar de los animales y ha convertido los lugares donde se cría, sacrifica y procesa los cuerpos de animales, en auténticos campos de tortura y matanza. Ahí, la crueldad, el maltrato, hacinamiento, insalubridad y sufrimiento, son el día a día para miles de millones de animales que son criados para consumo alrededor del mundo cada año. Aunque sí, efectivamente, se ha minimizado el costo económico de la producción, el precio de las inevitables consecuencias ha sido en realidad mucho mas alto. El consumo de carne saturada de hormonas y antibióticos, ha tenido y tienen cada día repercusiones en la salud y calidad de vida de muchas personas.
La incidencia e incremento de obesidad, diabetes, enfermedades sistémicas y el aumento de resistencia a antibióticos, están vinculados al consumo de carne producida en las condiciones descritas y que en 2020 provocó un efecto que ya habían vaticinado varios expertos: una pandemia. El costo de esta pandemia en vidas, en salud física, emocional y mental, en daño a la economía de los países y de los hogares, en repercusiones en los sistemas de educación, en pérdida de calidad de vida ha sido y continuará siendo por un tiempo indefinido, muchas veces más alto que el dinero ahorrado al producir carne para consumo humano a menor costo.
La historia de la relación del ser humano con las otras especies animales pasa por todos los prejuicios, errores de percepción y falsedad de interpretación que podamos enumerar y al mismo tiempo desde nuestros orígenes han existido humanos capaces de empatía y compasión para con las otras criaturas con las que compartimos el planeta y son ellos, quienes han expresado la importancia de replantear nuestra visión como especie respecto a los demás animales, esta nueva visión es un imperativo ético y de justicia elemental. Diferentes ciencias naturales, sociales y aplicadas como la biología, la psicología, la psiquiatría, la sociología, han abordado el tema. Así mismo, la etología ha compartido descubrimientos que nos enseñan que los otros animales tienen capacidad de tomar decisiones en su comportamiento, de cooperar con otro animal para obtener algún beneficio, sin que los una un vínculo de parentesco, así como dar muestras de generosidad hacia individuos de su misma especie o bien de otra especie sin esperar recibir nada a cambio. [6]
Por otro lado, lingüistas, antropólogos, estudiosos de muy diversos campos, han despreciado hallazgos sobre la actividad mental de los animales incluso retorciendo sus propios parámetros para seguir dejando fuera a las otras especies. Apelan incluso a la visión saltacionista de la que habla Franz de Waal, visión que estima que existió un salto inexplicable, cuasi milagroso cuando en la evolución nos separamos de los monos y, eso, nos hizo excepcionales. El único sustento de esta visión es la necedad de una especie que quiere seguir manteniendo un lugar privilegiado por sobre todas las demás especies.
Cada organismo tiene su propio Umwelt, [7] que esta conformado por su universo estructurado a partir de su propia percepción. Nosotros mismos como organismos, vimos alterado nuestro personal Umwelt a raíz de la COVID-19. Los otros animales también vieron modificado su Umwelt. Muchos animales silvestres se atrevieron a acercarse a las ciudades, había menos ruido y movimiento en las calles, se aventuraron a transitar por caminos por donde antes nunca se les vio y eso, lo que hace evidente, es que ahí estaban, pero no los veíamos, porque han vivido siempre ocultos, escondiéndose por terror.
Pensemos por unos instantes, lo que debe ser vivir cada momento con miedo, miedo de salir de tu casa por el peligro de ser atacado o perder la vida sin que hayas hecho nada para provocarlo. Esa sensación ya es conocida por personas en México y otros países con alto índice de violencia, que antes de la pandemia ya tenían miedo de salir por temor a ser asaltados, heridos o incluso asesinados. Durante la pandemia también una sensación de miedo ha sido experimentada por muchas personas al tener que salir a la calle y enfrentarse al riesgo de ser infectadas sumado a la posibilidad de llevar el virus a sus familias y hogares. Vivir en constante miedo y agazapado tiene un alto costo en la salud y el bienestar mental de cualquier ser que lo padezca, solo podemos concluir que es infame que tengamos sometidos a ese régimen de terror a tantos animales, los hemos arrinconado ante el crecimiento desmedido de los asentamientos humanos que devoran cada día el hábitat de incontables especies y no parece que ese crecimiento dé señales de disminuir.
El constante encierro por las medidas de confinamiento ante la pandemia, ha generado en diversidad de personas una sensación de estar encarceladas. Hemos visto comentarios e imágenes en redes sociales comparando ese encierro con el que viven día a día los animales en zoológicos y varias personas expresan la esperanza de que quienes experimentaron ese sufrimiento por el encierro, podrían ser más empáticos con los animales y dejar de visitar zoológicos o cualquier otro lugar que los mantenga encerrados en lugares sin condiciones adecuadas de espacio y carentes de estímulos ambientales. Confiamos en que estas experiencias no se olviden y se deriven cambios a favor de los otros animales.
Es así como dentro de nuestro Umwelt, y a través del proceso perceptivo que implica, se van produciendo los parámetros con los que clasificamos y categorizamos a los otros y se determinan de igual forma nuestras maneras de relacionarnos y el lugar que les concedemos en nuestra jerarquía de respeto y consideración. Melanie Joy nos habla de como al clasificar y con ello darle diferente significado a los seres, nos otorgamos el derecho a tratarlos con crueldad. Llevamos a la práctica una anestesia emocional a través de la cual nos desvinculamos de nuestra experiencia individual y como resultado nos damos permiso de ejercer violencia. [8] Sin embargo, cuando estamos presentes en la experiencia y no nos desconectamos de la misma, damos testimonio, ejercemos la empatía y llenamos el vacío de la conciencia social, no solo el vacío personal de nuestra propia conciencia. Joy esclarece que el dar testimonio históricamente ha sido un acto creativo, pues libera las barreras de la negación y la represión.
En ocasiones la negación y represión llevan a afirmaciones que resultan desconcertantes: sorprende una publicación en el Boletín UNAM-DGCS-679 que hace mención al día del veterinario y afirma: “Veterinarios, esenciales para la salud humana. Gracias a sus cuidados con los animales, se puede consumir alimentos sanos y de calidad”. Evidentemente es una declaración totalmente especista, pareciera que lo importante del trabajo y labor de los veterinarios es cuidar de los animales para que cuando los maten su carne y derivados sean de “calidad” y aunque mas adelante habla de otros aspectos que si consideran el bienestar del animal el encabezado refleja una visión antropocentrista.
Las monografías que desde hace mas de 50 años se siguen vendiendo en las papelerías de México sobre los animales, por ejemplo, la vaca, el borrego, el cerdo, los muestran como objetos de los que solo se describe lo que se aprovecha de sus cuerpos: leche, piel, carne, entre otros. Una representación muy alejada del ser real que cada uno de ellos es: un ser que tiene inteligencia, aptitudes, emociones, que respira, que crea vínculos, que tiene capacidades para sufrir y para disfrutar y que quiere vivir. Podemos entonces comenzar a entender que requerimos evitar la negación, abandonar el trato de inferioridad y cultivar la empatía para conectar con esos seres que hemos confinado física y mentalmente con la intención de evitar reconocer lo que tenemos en común.
Si empezamos a darnos cuenta que están ahí y que viven sus vidas víctimas del sufrimiento provocado por nuestra arrogancia y aceptamos el reto de comprender no solo lo que sienten, sino también lo que piensan a través de, como propone Marc D. Hauser: analizar como resuelven problemas específicos, sociales y ecológicos, entonces podemos iniciar el cambio de nuestra percepción y dejar de verlos como masas en el telón de fondo de nuestras vidas, que existen solo para la finalidad que se nos antoje. Comenzaremos a verlos como individuos en quienes reconocer el ejercicio de la voluntad en sus acciones y lograremos ampliar nuestra visión para contemplarlos y establecer nuestra relación con ellos desde una propuesta antiespecista que reconoce suagentividad.
Cuando somos testigos o víctimas de una injusticia, muchos queremos hacer algo para que la justicia prevalezca o bien para compensar a la víctima. Cuando abrimos la mirada, cuando ensanchamos nuestro horizonte moral y admitimos que nos cegaba nuestro egocentrismo, nuestro antropocentrismo y que hemos vivido arrastrados por la inercia de la costumbre, sin cuestionarla, creyendo que honrábamos verdades cuando tan solo replicábamos creencias que ni siquiera eran nacidas desde nuestro interior, sino prescritas desde fuera y bajo intereses ajenos, entonces descubrimos con horror que hemos sido cómplices del inmenso sufrimiento de incontables vidas, a las que como especie, hemos privado no solo de una vida digna, sino también hemos anulado su capacidad de decidir por si mismos y entonces lo que más deseamos es encontrar la forma de devolverles lo que les arrebatamos y de contribuir a que recuperen su dignidad y derechos. Algunos, comenzamos desde donde si tenemos poder, desde nuestro círculo de acción, dejamos de comer, vestir y divertirnos a costa del sufrimiento o vida de otros animales, nos involucramos en el activismo en favor de los derechos de los animales. Siempre, ante el tamaño de las atrocidades y la profundidad de sus consecuencias queremos encontrar senderos más amplios para poder compartirlos con más personas, queremos encontrar rutas más rápidas porque sabemos de la urgencia del cambio y es desde ahí, donde en lo personal vislumbro un camino así, y ese camino transita primero por el reconocimiento de la agentividad de los animales y se acompaña con el acercamiento de la teoría de las capacidades de Martha Nussbaum, que considera a los animales como agentes que buscan una existencia floreciente.
Nussbaum sostiene que su teoría de las capacidades cuenta con un mejor fundamento teórico que el utilitarismo y el contractualismo en el tratamiento de cuestiones de justicia, derechos y principios políticos fundamentales. Hace también una extensión de su teoría originalmente pensada para la especie humana e incluye las relaciones humano-animal. Establece que ningún animal debe ser privado de la oportunidad de una vida floreciente y todos los animales deben disfrutar ciertas oportunidades positivas para poder florecer. Marca de esa manera, obligaciones directas de justicia para con los otros animales. Adopta del utilitarismo el criterio de la capacidad de sentir como la condición básica para que un ser viviente sea incluido en la comunidad de seres que tienen derechos basados en la justicia, aunque considera que la capacidad de sentir no es lo único importante para la justica elemental. Comparte también la lista de principios políticos básicos que deben guiar a la ley y las políticas públicas en relación con los otros animales y son:
- Vida: todo animal tiene derecho a vivir su vida.
- Salud: todo animal tiene derecho vivir con salud, las leyes deben prohibir la negligencia y maltrato que tengan consecuencias en la salud de los animales.
- Integridad corporal: todo animal tiene derecho a no sufrir abuso o maltrato que afecte la integridad de su cuerpo.
- Sentidos, imaginación y pensamientos: todo animal tiene derecho al acceso de fuentes de gratificación y de movimiento en libertad en un ambiente que estimule positivamente sus sentidos.
- Emociones: los animales tienen un amplio espectro de emociones y tienen derecho a la oportunidad de crear vínculos, cuidar y querer a otros animales (humanos y no humanos).
- Razonamiento práctico: si un animal tiene capacidad de establecer metas, proyectos y planear su vida se le debe apoyar y dar oportunidad de hacerlo.
- Afiliación: todo animal tiene derecho a involucrarse en diferentes formas de unión e interrelación, tiene derecho a ser respetado y tratado con dignidad.
- Vínculo con otras especies: todo animal tiene derecho a establecer relaciones con otras especies que no sean la suya, incluido el ser humano y el resto de la naturaleza. Se formará así gradualmente un mundo interdependiente entre todas las especies donde prevalecerá la cooperación y el apoyo mutuo.
- Juego: capacidad que es fundamental para todo ser sintiente, por lo que todo animal tiene derecho a contar con el espacio, iluminación y estímulos sensoriales adecuados, incluyendo la presencia de miembros de otras especies.
- Control de su ambiente: todo animal tiene derecho a ser parte de una concepción política encaminada a respetarle y comprometida con un trato justo. Tiene derecho de propiedad respecto a la integridad territorial de su hábitat sea doméstico o silvestre.
Esta lista está abierta a su ampliación o modificación, [9] pero establece un valioso punto de partida para empezar a asimilar cuanto les hemos negado, les hemos despojado y cuanto merecen las otras especies.
Ahora toca dilucidar el camino para que la necesidad de reconocer la agentividad, las capacidades y los derechos de las otras especies sea entendida como lo que es, una tarea prioritaria y urgente para nuestra especie. Y es a través de la educación artística y la educación estética el camino que yo propongo.
En su libro, “Not for Profit”, Nussbaum elabora sobre el hecho de que se ha privilegiado en la educación la búsqueda de la ganancia económica, por lo que se ha valorado más las carreras relacionadas con la ciencia y la tecnología y se ha menospreciado las carreras de arte y humanidades al punto de que los padres sufren ansiedad y buscan maneras de hacer cambiar de opinión a sus hijos cuando estos les anuncian sus intenciones de estudiar una carrera en artes o humanidades. Sin darse cuenta, la mayoría de las personas, que con ello, está en riesgo la pérdida de habilidades fundamentales para una democracia sana y para el fortalecimiento de una cultura que sea capaz de abordar los verdaderos problemas urgentes. El arte y las humanidades cultivan el pensamiento crítico, la imaginación y la empatía y estas tres cualidades son clave para poder liberarnos de nuestros prejuicios especistas, para dejar de vivir desde la perspectiva antropocéntrica y no es casualidad que estas capacidades sean también las necesarias para mantener viva una democracia, después de todo, todos los que pertenecemos al reino animal somos eso: animales y estamos juntos en este planeta compartiendo la vida también con el reino vegetal y acompañados por el reino mineral.
La interacción de la vida y la fina urdimbre que conecta todas las acciones y sus consecuencias a corto y largo plazo nos han mostrado nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Ante esto, elegir la respuesta de compasión y respeto en lugar de la de miedo y agresión es lo que rescata nuestra humanidad, y el arte, particularmente la educación artística a través de la imaginación y la empatía nos enseña a ver el mundo de nuevas formas. Si fomentamos a través de la sensibilidad estética y la educación artística, la importancia de la empatía, de la reciprocidad, de la ayuda mutua y cultivamos en el hogar y en el aula que la mejor respuesta a la conciencia de nuestra vulnerabilidad y mortalidad no puede seguir siendo la violencia, la marginación, el exterminio, sino el reconocimiento de nuestras necesidades y que, a través de la cooperación, de la compasión, de la empatía podemos juntos salir fortalecidos.
Si nos atrevemos a descubrir que, en lugar de tener miedo a nuestra animalidad, debemos tenerle admiración por ser fuente de capacidades, oportunidades y fortalezas. Si apreciamos que es un orgullo y privilegio compartir con seres tan diversos, sorprendentes, intrigantes, fascinantes pero todos animales de los que podemos aprender y con quienes tenemos el compromiso de respetar y garantizar la consideración y derechos que por justicia merecen, entonces podremos coexistir, cooperar, convivir, enriquecer nuestra propia vida y acercarnos al logro de desdibujar el abismo que hemos creado entre ellos y nosotros. Si avanzamos en ese camino, no solo la salud emocional y mental de todos los animales incluida nuestra especie, se verá beneficiada, sino también la salud física pues ya no habrá condiciones extremas de negligencia, crueldad, abuso, maltrato como ocurrieron en ese oscuro mercado húmedo de Wuhan, China, donde se inició la propagación de la epidemia de la COVID-19 y que fue caldo de cultivo perfecto para un virus que saltó del murciélago al humano, como una de las teorías especula. Después de todo con los murciélagos compartimos un ancestro en común y nuestra mano es homóloga del ala del murciélago, compartimos la muñeca y las cinco falanges. No estamos tan lejos, como nuestra soberbia nos ha querido hacer creer, de las demás especies animales.
Pero mientras sigan existiendo mercados húmedos, laboratorios de vivisección, tráfico de especies silvestres y crianza intensiva de animales para consumo, podemos estar seguros que seguirán siendo esos, los laboratorios donde se esta gestando la próxima pandemia. Para prevenirla, el cambio tendrá que venir desde nuestro interior, mejorando nuestra percepción y sobre todo la interpretación de la vida que nos rodea y la educación artística nos ofrece la posibilidad de lograrlo.
La teoría del arte ha expresado que la finalidad última de la obra de arte es enriquecer la sensibilidad del ser humano en sus relaciones con la naturaleza. [10] Platón habló del arte como base de la educación, él y Schiller se esforzaron por hacer evidente las virtudes y prácticas ventajas que representa una educación basada en una visión integral del ser humano y que el arte es el método de educación mejor y más natural para los niños, además del único que integra de manera total percepción y sentimientos.
Si además tomamos en cuenta los postulados que desde fines del siglo pasado comenzaron a emerger y se inclinan a hablar ya no solo de una educación artística sino también de una educación estética, reivindicando con esto la importancia de la vida estética es decir la relación con el entorno, no podemos más que aceptar que la educación estética y la educación artística son ese camino que buscamos para suscitar el cambio es, a través de la experimentación, el juego que fomenta la educación artística la que permite desarrollar capacidades sensitivas, emocionales, cognitivas, comunicativas y sociales.
Ese camino de educación debe cultivar en toda persona a lo largo de su vida el desarrollo de su sensibilidad estética para que no se limite solo a expresar impulsos de gusto o rechazo, sino que lo lleve a normas y conceptos racionales y reflexivos que le permitan determinar la causa de su gusto o de su rechazo por medio de una valoración que no se detenga únicamente en el plano sensorial, sino que de igual manera incluya el sentimental y el mental. Después de tal valoración cada uno podrá, como si hubiese ahechado en una criba, separar los impulsos y los raptos de inercia, de las auténticas afinidades. Educación que le oriente para que alcance una auto crítica y una auto gestión y descubra el mayor número posible de respuestas sin limitarse a solo lo que le conforta.
A pesar de que en este siglo XXI hay disponibilidad de una cantidad ingente de información que crece día a día a través del uso de las redes sociales y tecnologías de la información y la comunicación, esto no garantiza que esa información sea verdadera, comprendida, asimilada, procesada y aplicada. Podemos agregar a lo anterior que el acceso ilimitado a la información es solo aparente ya que nuestra huella digital es usada por algoritmos cada momento mas sofisticados que nos manipulan al tomar decisiones de compra, de amistad y de voto. Creemos que tenemos mas libertad, pero no vemos más que lo que estamos preparados para ver.
Por su parte la enseñanza artística estimula a reorganizar los hábitos perceptuales para que no solo percibamos cosas aisladas en el espacio, sino la estructura, orden y conexión de los acontecimientos, a percibir relaciones y vínculos omitidos. Para conocer, tiene que existir una relación epistemológica entre el sujeto que conoce y el objeto conocido, esta relación se produce por medio de la sensibilidad, y eso que vamos conociendo también va estructurando nuestra conciencia, viviendo ahora en un mundo más vasto debemos educar mejor esa sensibilidad para que sea contemporánea.
La educación artística debe equilibrar el quehacer con el conocimiento, la apreciación con la expresión, despertar en el individuo el interés por ejercer una soberanía conceptual, generar conocimiento de su realidad para que sepa decidir que conservar y que cambiar, sepa valorar sin aceptar ciegamente valores impuestos. Estimular su inconformidad, pero al mismo tiempo cuidar que no se desvíe a expresiones de enojo y violencia, sino que se oriente a procesos de conocimiento y creación. Sobre todo, a pasar a través de un tamiz de reflexión, su propio pensamiento, sus creencias y los pensamientos y creencias prevalecientes en su momento histórico y contexto social.
El objetivo de la educación artística no puede ser solo formar productores de obra, el fin último es mucho mas allá de la instrucción sobre técnicas, materiales y procesos, el objetivo esencial es una formación integral que pondere apreciación, expresión, reflexión y quehacer. Contribuiremos así a la formación de ciudadanos críticos, propositivos, que estarán atentos a contribuir al equilibrio social y ecológico, respetuosos de sus conciudadanos de todas las especies animales y de toda forma de vida que comparte este bello planeta.
Se han experimentado instantes de conciencia, pero se requiere que trabajemos para que estos brotes se fortalezcan y no sean frágiles, que todo lo reconocido y redescubierto en cuanto a nuestra relación con los otros animales, nuestra vulnerabilidad, nuestra interdependencia no quede en filosofía especulativa, sino que se convierta en una construcción colectiva. Urge pasar de las razones a las soluciones, ya sabemos que las consecuencias de los abusos son más que claras: el clima cada vez mas extremo, sequias, inundaciones, tornados mas intensos, aumento de enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, todo aparentemente desligado entre sí pero en el fondo entretejido por los hilos de la falta de respeto a otras formas de vida, a los desequilibrios generados por nuestra especie y que a fin de cuentas se están volviendo en nuestra contra.
Es fundamental que nos demos oportunidad de modificar y resignificar lo que nos hemos dicho a nosotros mismos como individuos, como familias, como colectivos, como especie y que erróneamente hemos erigido en verdades absolutas e inamovibles cuando solo son versiones distorsionadas de una mirada miope y una escucha superficial que perpetúan el antropocentrismo sistémico. Empecemos por acercarnos a la educación artística para que nos estimule a ampliar la mirada. Históricamente, podemos darnos cuenta que con la invención de la fotografía se aceleró la hegemonía de lo visual, la vista ha sido privilegiada por sobre los demás sentidos, pero aun así vemos, pero no observamos, conceptuamos a partir de espejismos forjados en las limitaciones de nuestros sentidos. Requerimos estar presentes en cada pensamiento y acción, escuchar, poner atención, como lo hacemos cuando asistimos con todo lo que somos a la experiencia de la vida, cuando nos involucramos con totalidad en lo que estamos haciendo porque es prioridad, como cuando pasamos tiempo con el ser amado o jugando o practicando alguna actividad que nos encanta, esa experiencia de solo estar y disfrutar en la que pueden transcurrir horas que nos parecen minutos es algo cercano a la experiencia estética. El arte y la naturaleza comparten el poder de despertarla en nosotros.
Otro sentido, el tacto, ha sido sujeto de exclusiones y también de variadas connotaciones culturales, por ejemplo, en la mayoría de museos esta prohibido tocar, dentro del sistema social tradicional de la India existe una casta llamada “intocables”. Muchas ocasiones hemos escuchado a algún adulto diciendo al niño pequeño “no toques al perro”, “no toques al gato” algunas veces por precaución ante un animal con el que no están familiarizados pero la mayoría por ignorancia y desprecio a la animalidad. La ciencia ha mostrado como los niños que crecen con animales también crecen con un sistema inmune más fortalecido, el niño que desde bebé toca y convive con uno o varios perros o gatos crea más defensas ante bacterias y virus y se reduce en gran medida la posibilidad de que desarrolle alergias.
Transitar por una calle del centro de una ciudad importante de Europa o de Estados Unidos o hacerlo por una calle del centro de la Ciudad de México o de Nueva Delhi en los tiempos pre pandemia, eran dos experiencias diferentes en cuanto al espacio y el tocar. En una calle de Viena el apenas rozar de brazos entre dos personas, podía ser motivo para que ambas expresaran su disculpa por haber trasgredido el espacio privado del otro, en cambio en una calle de Nueva Delhi podía una persona viajar un trayecto en camión pisando o siendo pisado por alguien más, en un contacto cuerpo a cuerpo muy cercano, sin que ninguna de las dos personas sintiese trasgredido su espacio privado y mucho menos la necesidad de ofrecer una disculpa. Tocamos con el órgano más grande de nuestro cuerpo: la piel, pero no solo con la piel tocamos, tocamos con nuestras palabras, con nuestras emociones y como nos habla Jacques Derrida, también tocamos cuando no tocamos. Con la COVID-19 llegó un nuevo temor: tocar; no debemos tocar nuestra cara, nariz, ojos y boca; debemos evitar el tocar a otros, evitar tocar a los objetos y si tocamos, debemos desinfectarnos y lavarnos para no dejar huella de lo que tocamos sobre nuestro cuerpo. Nos hemos convertido en intocables. Por lo mismo durante el confinamiento muchas personas han manifestado síntomas de depresión y ansiedad por la falta de contacto físico, extrañan enormemente abrazar, tocar a su familia, a sus amigos. Esta es una experiencia nueva, que debemos recuperar como una enseñanza que nos obligue a ser más receptivos a las necesidades y el valor de aquellos a quienes antes de la pandemia marginamos y no queríamos tocar por prejuicios, por ignorancia, por temores injustificados y a quienes con nuestras actitudes y acciones causamos sufrimiento. Cuando poco a poco recuperemos la posibilidad del acercamiento, del tocar, será la oportunidad de recordar y comenzar a incluir a los que aislamos, comenzar a tocar con nuestra mente, emoción y presencia a todos esos otros animales que hemos alejado y confinado física, simbólica y emocionalmente.
Todos hemos en algún momento ejercido la discriminación en sentido negativo, discriminación como exclusión, al dar un trato de inferioridad y ese es el lado nocivo de la palabra, pero discriminar también tiene un lado constructivo, cuando discriminamos estamos practicando una atención concentrada para poder discernir, separar, ver con claridad las diferencias. Discriminar desarrolla la atención al detalle y está vinculada con la experiencia cultural, por ejemplo, esquimales pueden diferenciar más tonos de blanco que personas de otras culturas y el pueblo mixe de Oaxaca, México, tiene varias palabras para referirse al maíz. Puesto que nuestro sistema perceptivo funciona a partir de las diferencias que se producen como cambios que podemos distinguir, si discriminamos a fondo nos damos cuenta de que todos somos diferentes, no existimos dos personas iguales, tenemos diferencias físicas, en ideas, emociones, conceptos y, aun así, seguimos siendo humanos con derechos e igualdad ante las leyes. Si evaluamos porque hemos discriminado, es decir discernido a detalle, entonces podemos dar un trato digno y justo a cada uno, porque lo haremos tomando en cuenta nuestras diferencias. Lo mismo podemos llevarlo al campo de nuestra relación con los otros animales, si discriminamos podemos darnos cuenta de que existen diferencias entre individuos de una misma especie, diferencias entre especies, pero que al final todos somos animales y entendiendo las diferencias, podemos relacionarnos de maneras mas equitativas, justas y dignas entre todas las especies.
Por consiguiente, la educación artística contribuye a hacernos mas receptivos, conscientes y considerados con las diferencias, a desarrollar competencias cultivando la mente y las emociones, a cuestionar y también a proponer, para hacer florecer relaciones más fructíferas entre cada persona y su entorno. La creatividad que desarrolla la educación artística nos deja experimentar la singularidad y la diversidad, nos estimula a generar propuestas innovadoras y soluciones mas eficientes para dar un trato mas justo y a trascender a través de la experiencia estética el tiempo y el espacio para tocar y ser tocados por el otro, desde múltiples dimensiones.
La educación artística contribuye a cerrar la brecha que en muchos entornos de aprendizaje se da entre los procesos cognitivos y emocionales, logrando así una educación que vincula todas las esferas de la persona. Alienta el aprecio y respeto por otras comunidades y otras culturas en condiciones de igualdad e inclusión. Todas esas capacidades que contribuye a sembrar, desarrollar y fortalecer la educación artística, nos permiten como especie avanzar en lo que se irá constituyendo en saberes colectivos para evolucionar y comenzar a incluir también a esos aparentemente silenciosos compañeros que integran el reino vegetal y que desde mi punto de vista hemos erróneamente considerado como pasivos, con vidas sin contenido ya que incluso se usan los términos “vida vegetativa” o “vegetando” para denotar a alguien incapaz de reaccionar o interactuar o a quien es perezoso o carece de intereses e inquietudes. Sin embargo, sabemos que el mundo vegetal vive su vida de manera activa, exuberante, interactiva, solo que en una dimensión de tiempo diferente a los ritmos de nuestra vida animal. Tengo así, la expectativa de que cada vez seamos más incluyente con toda forma de vida.
Y ese camino emprendido desde el reconocimiento de la agentividad y las capacidades y derecho a una vida floreciente de las otras especies a través de la educación artística, irá sellando el abismo que nosotros como especie creamos y que al inicio reconocíamos como origen de nuestra separación del resto de los animales, del surgimiento de pandemias y que además se halla subsumido en las justificaciones que como especie hemos izado ante las graves consecuencias que podemos percibir en el sufrimiento y maltrato extremo de que son víctimas millones de animales cada día, la creciente contaminación de cuerpos de agua, la acelerada pérdida de biodiversidad, la continua destrucción y degradación de hábitats. A pesar de ello, una lección mas que nos deja esta pandemia es el darnos cuenta de que la capacidad de recuperación y regeneración de la naturaleza es mucho mas rápida y eficiente de lo que como especie, nosotros habíamos pensado o calculado, y eso, para mí, es esperanzador.
Bibliografía
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Notas
[1] Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades, ed. cit.
[2] National Geographic, “La interferencia humana en los ecosistemas, origen de las pandemias”, ed. cit.
[3] Center for Infection and Immunity, “First Estimate of Total Viruses in Mammals”, ed. cit.
[4] Tania Araujo, “Por superstición contra el COVID-19 atacan a lechuzas en Yucatán”, ed. cit.
[5] Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades, ed. cit.
[6] Frans De Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?, ed. cit., p. 144.
[7] Òscar Castro García, “Jakob von Uexküll: El concepto de Umwelt y el origen de la biosemiótica”, ed. cit., p. 52.
[8] Melanie Joy, Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas. Una introducción al carnismo, ed. cit., p. 25.
[9] Martha C. Nussbaum, “Beyond “Compassion and Humanity”. Justice for Nonhuman animals”, ed. cit., p. 315.
[10] Hebert Read, Educación por el Arte, ed. cit., p. 23.