Sobre la COVID 19, el antropocentrismo y otras pandemias

 

Resumen                                          

Las actividades antropogénicas juegan un papel importante en la propagación de pandemias; por ejemplo, en pleno siglo XXI la pandemia de COVID-19 está más vigente que nunca. La explicación más probable que han dado los científicos es que esta enfermedad fue transmitida de los animales a los humanos como ha ocurrido con otros virus causantes de epidemias recientes a gran escala (como el SARS-CoV-1 y la influenza aviar H7N9). Estas pandemias surgieron dentro del contexto de explotación animal que representa el comercio de animales silvestres, así como la generación a gran escala de productos de origen animal. Queda en la humanidad reflexionar sobre los alcances de nuestro antropocentrismo moral para dejar de explotar a los animales y también dejar atrás “otras” pandemias mundiales.

Palabras clave: pandemias, antropocentrismo, COVID-19, explotación animal, SARS-CoV-2, virus

 

Abstract

Anthropogenic activities play an important role in the spread of pandemics, for example, in the XXI century the COVID-19 pandemic is more current than ever. Scientists have given the explanation that this disease was transmitted from animals to humans as has been the case with other viruses that have caused recent large-scale epidemics (such as SARS-CoV-1 and H7N9 avian influenza). These pandemics arose within the context of animal exploitation represented by the wildlife trade, as well as the large-scale generation of animal products. It remains for humanity to reflect on the scope of our moral anthropocentrism to stop exploiting animals and mitigate the generation of “other “global pandemics too.

Keywords: pandemics, anthropocentrism, COVID-19, animal exploitation, SARS-CoV-2, virus

 

 

Introducción

¿Qué papel juegan las actividades antropogénicas en la propagación de la pandemia? Conforme a la explicación más plausible, la pandemia de COVID-19, enfermedad causada por el virus del síndrome respiratorio agudo severo tipo-2 –SARS-CoV-2–, fue transmitida de los animales a los humanos como ha ocurrido con otros virus causantes de epidemias recientes a gran escala (como el SARS-CoV-1 y la influenza aviar H7N9 de alta patogenicidad). Estas epidemias surgieron dentro del contexto de explotación animal que representa el comercio de animales silvestres, así como la generación a gran escala de productos de origen animal. [1]

Uno de los principales espacios donde se observa el contacto directo de distintos animales silvestres y considerados domésticos con seres humanos son los llamados “mercados húmedos”, siendo estos el epicentro de la actual pandemia por SARS-CoV-2. [2]] Estos lugares representan una de las mayores concentraciones animales y humanas en espacios reducidos, por lo que los contactos humano-animales se cuentan en miles, haciendo difícil de rastrear el origen de enfermedades como la que azota actualmente a la humanidad.

 

El origen de las pandemias antropocéntricas

La insistencia en observar a los animales como objetos de intercambio, en el contexto cultural capitalista, ha permitido que estos lugares se extiendan en número a lo largo y ancho del planeta, generando así un mayor riesgo de surgimiento de nuevas epidemias por microorganismos de origen animal. Por ello, es también claro que el antropocentrismo puede entenderse como una consecuencia de lo que Sayak Valencia llama “capitalismo gore”, en palabras de la autora:

“[e]l derramamiento de sangre explícito e injustificado (como el precio que paga el tercer mundo que se aferra a seguir las lógicas del capitalismo) […] y los usos predatorios de los cuerpos”.

Es decir, el antropocentrismo es un dispositivo más de “necroempoderamiento”, pues reafirma la “superioridad” humana a través del ejercicio de la violencia en contra de los seres que no pertenecen a nuestra especie. Comprendido esto, observaremos que la manera de asimilar y comunicar la información sobre el surgimiento de esta y otras enfermedades emergentes se ha centrado en señalar a los animales como “culpables” de esta epidemia –véanse, por ejemplo, la serie de chistes, comentarios, descalificaciones e insultos que se han dirigido contra los murciélagos, primer animal encontrado como posible reservorio del virus– y no se han hecho las suficientes observaciones sobre las actividades que propiciaron el encuentro del virus con la especie humana, que en su mayoría son netamente antropogénicas; y como la cultura capitalista permea también en el lenguaje cotidiano, hemos generado conceptos como “zoonosis” para referirnos a estas enfermedades (transmitidas de humanos a animales) y, en el fondo, salvar de responsabilidades a los seres humanos. Aunque el objetivo de este texto no es el análisis a fondo de la compleja relación que existe entre el devenir “gore” del capitalismo y el aumento de actividades donde los cuerpos animales son los productos centrales de explotación, si consideramos necesario tomar estos ejemplos como punto de partida para entender que el problema representa una verdadera “epidemia” de violencia especista, el “brote” incontenible de nuevos espacios como estos “mercados húmedos”, que bajo el manto del argumento de “cubrir necesidades”, aunado a la evasión de responsabilidades por medio de los nuevos conceptos –“zoonosis”–, permiten la perpetuación de actividades de alto riesgo. Las epidemias son para el antropocentrismo, en resumen, un riesgo que hay que asumir para cubrir las necesidades de una especie que crece a la velocidad de un tren bala.

Parece que no hemos aprendido una lección importante: que el origen de esta pandemia, las pasadas y otras por venir, es la forma como nos relacionamos con los animales, por lo tanto, se trata de pandemias antropogénicas. El SARS, la Influenza H7N9, la H1N1 y otras, han sido enfermedades transmitidas a los humanos a través de otros animales, no porque estos animales hayan invadido nuestros espacios y buscado la manera de enfermarnos, sino porque hemos sido nosotros quienes nos topamos de frente con los virus al extender nuestra presencia en la Tierra. Todos estos padecimientos surgieron de contextos de explotación animal, hacinados o en una elevada densidad de población, para su comercialización –legal o ilegal – en el caso de especies silvestres, o la producción de carne, leche o huevo en sistemas intensivos en granjas industriales que muchas veces son ilegales. [3] Por ello, en un sistema jurídico tan permisible en cuanto a temas relacionado con la producción de alimentos de origen animal, la venta de estos, así como su movilización, y ante la pobre gobernabilidad que existe en lugares donde estos sistemas de explotación abundan, el riesgo de estos brotes seguirá latente y, quizá, hasta aumente.

El incremento de incidencia en enfermedades emergentes y reemergentes debe hacernos replantear la relación entre los humanos y los demás animales, ya que ese vínculo ha sido históricamente de dominación del uno sobre el otro, y no se ha planteado como una convivencia interespecífica lineal; y este planteamiento ha incrementado exponencialmente las interacciones interespecíficas por fenómenos como la sobrepoblación humana, el uso de los animales para consumo, la segmentación y explosión demográficas, y las corrientes migratorias, así como la globalización y las llamadas “contrageografías de la globalización” que traen a escena nuevos actores políticos y sociales que históricamente habían sido silenciados y excluidos de la toma de decisiones, acrecentando la diversidad de opiniones  sobre temas que impacten directamente en el devenir de la especie; [4] todos ellos facilitan la aparición y transmisión de viejos y nuevos agentes patógenos.

No menos importante, esta pandemia también ha dañado directamente a los humanos. Lo que se ha descrito y escrito sobre la pandemia COVID-19, el encierro, el distanciamiento social, la disminución solidaria en actividades grupales, entre otros, daña la salud física y mental de quien lo vive. Por otro lado, se sabe que los ancianos, niños y enfermos crónicos son los más vulnerables, vulnerabilidad que se incrementa si la gente no tiene seguridad social o el poder adquisitivo para atender este y otros padecimientos que se presentan como consecuencia del estado de pandemia, o si las personas tienen que migrar por motivos diversos, cosas que ocurren a menudo en países atravesados por grandes desigualdades; en palabras de Norman Daniels:

“Nuestra salud se ve afectada no solo por la facilidad con la que cada quién puede acudir a un médico –aunque esto, evidentemente, importa– sino también por nuestra posición social y la desigualdad subyacente a nuestra sociedad. […] Si los factores sociales juegan un papel importante en determinar nuestra salud, entonces los esfuerzos para asegurar una mayor justicia en salud no deberán enfocarse simplemente en el sector salud tradicional. La salud es producida, no solo por el acceso a la prevención y tratamientos médicos, sino también –y en una extensión mayor medible– por la experiencia acumulada de condiciones sociales a lo largo del curso de la vida del sujeto” [5]]

 

Otras pandemias

Tenemos, también “otras pandemias” adicionales, como la que sale a la luz en forma de violencia contra las mujeres, que van desde agresiones frecuentes de todo tipo hasta violencia feminicida, incrementada también durante la pandemia por SARS-CoV-2. [6]]

Otro aspecto social a tomar en cuenta es la manera particular en que el confinamiento y distanciamiento social sucede en la vida de los niños y los adolescentes, donde las particularidades de cada una de las consecuencias anteriormente mencionadas son diametralmente diferentes.

Por lo anterior, la COVID – 19 no solo ha provocado una pandemia sino también ha dejado al descubierto numerosos problemas previamente existentes y los ha acrecentado. Es momento de que los Estados, las instituciones, la comunidad científica, comunicadores, la sociedad civil, las familias y los propios individuos humanos empecemos a deconstruir la realidad capitalista y antropocéntrica en que nos encontramos, para descubrir nuevas formas de comprender el mundo, nuevos paradigmas, nuevas realidades epistémicas. Si para Jahr y Potter la bioética sería la filosofía del siglo, [7] entonces es momento de ocuparnos de que esta –la bioética– tome el papel central que le corresponde y permee en todas nuestras decisiones políticas, sociales, económicas e, incluso y más importante, científicas; no como una serie de máximas y aforismos vacíos, sino como una realidad epistémica, es decir, una forma nueva de pensar las cosas, de analizarlas y reflexionarlas, siempre a favor de un mayor bienestar y menor daño.

Taylor y colaboradores en 2020 publicaron que, en los últimos 50 años, los científicos han declarado cambios ambientales antropogénicos negativos, expresando una alarma creciente y fomentando en respuesta la necesidad de una transformación socioecológica. Esta transformación debe atender muchos y variados retos, por ejemplo: el experto en vacunas Peter Hotez afirma que adicionalmente al cambio climático, las guerras y las migraciones forzadas, debemos añadir a los movimientos antivacunas y la “anticiencia” como elementos nuevos que surgen como perjudiciales para la humanidad. Varios científicos señalan que “la divulgación científica debe cambiar, no puede quedarse en los extremos, con un lenguaje técnico incomprensible de un lado y del otro un discurso infantil para niños de cuarto grado. Debemos montar una contraofensiva y construir una nueva infraestructura para combatir la anticiencia, tal como lo hemos hecho para estas otras amenazas más ampliamente reconocidas y establecidas.

“Los seres humanos debemos incorporar una visión menos antropocéntrica del planeta donde vivimos. Los humanos somos sólo una especie más de los millones de seres vivos que habitan la Tierra. Si no protegemos a nuestros ecosistemas, los desequilibrios eliminarán especies y promoverán otras. Muchas de las enfermedades humanas vienen del comportamiento sinantrópico (El término sinantropía se usa para señalar la capacidad de algunas especies de flora y fauna que habitan en ecosistemas urbanos, adaptándose a las condiciones ambientales que resultan de la actividad humana)”. [8]

 

La COVID-19 y nuestra relación con los demás animales

La COVID-19 nos ha hecho reflexionar sobre la moral antropocéntrica que nos distingue como humanos y que se deberá dejar atrás junto con la arrogancia que nos ha caracterizado y así poder admitir relaciones horizontales con otras especies, incluso con los microorganismos. En el contexto de la pandemia por COVID-19, es necesario que analicemos detenidamente nuestra relación con los animales, dejar de verlos como meros recursos a nuestra disposición o como cosas sobre las que tenemos derechos absolutos y con las que podemos comerciar sin consecuencias, porque ahora más que nunca las consecuencias están a la vista.

Como humanidad nos conviene poner nuestra mirada crítica y analítica más allá de los mercados chinos –que tanta rabia han despertado– y pensar en las actividades propias de nuestra realidad sociocultural que dañan ecosistemas, promueven relaciones de poder sobre los animales y favorecen la emergencia de nuevas enfermedades, muchas de ellas con potencial pandémico. En cualquier caso, lo ideal será un cambio cultural que deje atrás la visión mercantilista que lleva a entender todo, incluso los cuerpos, la vida, la salud y el bienestar como objetos de consumo; pero este cambio aún no tiene punto de partida más allá de meras teorizaciones, por lo que será, de entrada, lento. Y mientras ese cambio no se dé, es muy probable que sigamos viendo en el futuro cercano nuevas pandemias por enfermedades relacionadas con el comercio (legal o ilegal) de animales silvestres, y que se presenten, además, cada vez con mayor frecuencia.

Para finalizar vienen bien las palabras del consultor ambiental B. Byers: “El coronavirus nos está dando la oportunidad, una vez más, de reconsiderar nuestro antropocentrismo y la arrogancia humana”.  Asimismo, es conveniente recordar las palabras con las que el filósofo coreano Byung Chul-Han cierra su artículo “La emergencia viral y el mundo de mañana”:

“El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”. [9]

Será de nuestra mano que venga el cambio radical de pensamiento que necesita esta sociedad, tan encerrada en su egoísmo y tan obsesionada con generar identidades cada vez más individualizadas que, lejos de incluir en una sola comunidad al resto del mundo, crean una disonancia de pensamientos que alejan y excluyen, llevando a la sociedad al borde de una catástrofe mundial originada en la gente que destruye el ecosistema, explota animales, violenta a otros seres vivos y propaga el virus tras la máscara de “ser libre de pensar y hacer lo que quieran”. Más grande incluso que las crisis abordadas en este texto, es la crisis de identidad que trajo la posmodernidad, que lleva a la ruptura del individuo con los “otros”; por lo que el mayor triunfo del nuevo siglo será lograr de nuevo la unión de esta sociedad rota en una comunidad de seres que entiendan al mundo como su hogar y a los animales como sus compañeros de vida y no como su propiedad.

 

 

Bibliografía

  1. Han, Byung-Chul, “La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín”, trad. Ciria, Alberto, en El País, marzo, 2020. https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html Consultado el 10 de septiembre de 2021.
  1. Holmes, Edward C., et al., “The origins of SARS-CoV-2: A critical review”, en Cell, 184, septiembre, 2021. https://www.cell.com/cell/pdf/S0092-8674(21)00991-0.pdf Consultado el 12 de septiembre de 2021.
  1. Hotez Peter J., “COVID19 meets the antivaccine movement”, en Microbes Infect, Vol. 22, Núm. 4-5., 2020.doi: 10.1016/j.micinf.2020.05.010 Consultado el 1 de marzo de 2021.
  1. Kendrick, Kevin e Isaac, Mohan, “Overview of behavioural and psychological consequences of COVID 19”, en Psychiatry, medicine and the behavioural sciences, 5, Núm. 34, septiembre, 2021. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8373391/ Consultado el 12 de septiembre de 2021.
  1. Lecaros, Juan Alberto, “La bioética global y la ética de la responsabilidad: una mirada fenomenológica a los orígenes y a los desafíos para el futuro”, en Revista Iberoamericana de Bioética. Santiago de Chile. 2016.
  2. Ortiz Millán, Gustavo, “Pandemias, zoonosis y comercio de animales silvestres”, en Rev Bio y Der., Vol. 50, Barcelona, 2020.
  3. Sassen, Saskia, Contrageografías de la globalización. Género y ciudadanía en los circuitos transfonterizos, Traficantes de Sueños. Mapas, Madrid, 2003.
  4. Tapia, Félix J., “Covid-19 y el antropocentrismo”, en Prodavinci, junio, 2021. https://prodavinci.com/covid-19-y-el-antropocentrismo/Consultado el 12 de septiembre de 2021.
  1. Taylor B, Chapron G, Kopnina H, Orlikowska E, Gray J, y Piccolo JJ., “The need for ecocentrism in biodiversity conservation”, en Conserv Biol, Vol. 34, Núm. 5, 2020. doi: 10.1111/cobi.13541 Consultado el 1 de septiembre de 2021.
  1. Valencia, Sayak, Capitalismo gore, Paidós, México, 2016.

 

 

Notas

[1] Gustavo Ortiz Millán, “Pandemias, zoonosis y comercio de animales silvestres”, ed. cit., p.19.
[2] Edward C. Holmes, et al., “The origins of SARS-CoV-2: A critical review”, ed. cit., p. 4848.
[3] Gustavo Ortiz Millán, “Pandemias, zoonosis y comercio de animales silvestres”, ed. cit., p. 19.
[4] Saskia Sassen, Contrageografías de la globalización. Género y ciudadanía en los circuitos transfonterizos, ed. cit., p. 78.
[5] Daniels Norman, Justice, Health, and Healthcare, ed. cit., p. 2.
[6] Kevin Kendrick, y Mohan Isaac, “Overview of behavioural and psychological consequences of COVID 19”, ed. cit., p. 477.
[7] Juan Alberto Lecaros, “La bioética global y la ética de la responsabilidad: una mirada fenomenológica a los orígenes y a los desafíos para el futuro”, ed. cit., p. 3.
[8] Félix J. Tapia, Covid-19 y el antropocentrismo, ed. cit.
[9] Byung-Chul Han, La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín, ed. cit.