El tiempo de la Cultura

ANTONIO NIETO, “SIGNOS PERDIDOS” 2020

 

Resumen 

La cultura opera como una membrana simbólica, regula las fluctuaciones y perturbaciones del cuerpo colectivo codificándolas como una serie de signos, hábitos; patrones y productos culturales que se expanden a través del tiempo y el espacio para mantener así una estabilidad conductual de carácter intergeneracional. La comunicación es la coordinación conductual que resulta de esta dinámica ontogénica y filogénica en la que un conjunto de individuos interactúan entre sí y con el medioambiente. A través del lenguaje simbólico las interacciones se transforman en fenómenos como la reflexión y la conciencia, que convierten la propiocepción en subjetividades, identidades y roles.

Palabras clave: cultura, lenguaje, comunicación, autopoiesis, transhumanismo, capitalismo.

 

Abstract

Culture operates as a symbolic membrane, it regulates the fluctuations and disturbances of the collective body encoding them as a series of signs, habits, cultural patterns and products that expand through time and space to maintain intergenerational behavioural stability. Communication is the behavioural coordination that results from this ontogenic and phylogenetic dynamic in which a set of individuals interact with each other and with the environment. Through symbolic language these interactions are transformed into phenomena such as reflection and consciousness, which convert proprioception into subjectivities, identities and roles.

Keywords: culture, language, comunication, autopoiesis, transhumanism, capitalism.

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.

Y todo es una parte del diverso cristal de esa memoria, el Universo.

Everness, Jorge Luis Borges

 

Millones de años de existencia del sistema solar propiciaron las condiciones para que el vapor de agua se condensara por primera vez en nuestro planeta, contribuyendo al desarrollo coevolutivo de organismos protocelulares —como las mitocondrias y las proteínas— después de interactuar distintos elementos atómicos como el Carbono y el Hidrógeno con las variables climáticas del sistema solar y la Tierra.[1] Subsecuentemente emergieron sistemas complejos de carácter orgánico como los organismos micro y macrocelulares que integran el ecosistema actual.

Los organismos vivos son sistemas complejos que se mantienen frente a un contexto adverso e incierto gracias a que su estructura molecular les permite diferenciarse de su entorno y actuar dentro de un flujo temporal:

 

Llamamos complejo a un sistema que para operar se ve forzado a poner en marcha una selección. La complejidad no sólo se determina por el incremento cuantitativo de los elementos, sino por el hecho de que para realizar una operación, estos sistemas se ven coaccionados a seleccionar entre sus propios elementos: un sistema complejo no puede poner todo en marcha, al mismo tiempo.[2]

 

El Tiempo es un elemento integrador de los sistemas complejos, ya que determina su toma de decisiones e interacciones; de esta manera el dominio de interacciones se constituye como un sistema paralelo, ya que para Lennard y Bernstein,

 

un lapso está siempre implícito en un sistema. Por su misma naturaleza, un sistema consiste en una interacción, y ello significa que debe tener lugar un proceso secuencial de acción y reacción para que podamos describir cualquier estado del sistema o cualquier cambio de estado.[3]

 

Nuestro dominio conductual y nuestras interacciones tienen cualidades ontogénicas y filogénicas que corresponden al desarrollo evolutivo de los seres humanos y a la deriva natural que ha propiciado el fenómeno social en el que estamos inmersos, en donde un conjunto de agentes o individuos interactúan entre sí y con el medio que los rodea. En el caso de la especie humana las relaciones se dan entre organismos con un sistema nervioso de los que resulta una fenomenología peculiar o acoplamiento de tercer orden, que denominamos lo social o la Sociedad, que es un agregado de procesos, metasistemas, sistemas y subsistemas a nivel micro y macro celular en el cual el cerebro, la visión (con su corteza), las extremidades prensiles, el sistema nervioso y la laringe proporcionan el marco operativo para que los agentes participantes mediante el lenguaje o los lenguajes realicen operaciones descriptivas de las interacciones con su entorno social y natural obteniendo una ventaja operativa que se traduce en información y conocimiento, ampliando el campo de acción al plano semántico y simbólico generando nuevos fenómenos como la reflexión que traducen la propiocepción en conciencia y subjetividad. Humberto Maturana y Francisco Varela describen que esto sucede ya que, el lenguaje permite al que opera en él, describirse a sí mismo y su circunstancia […] El observador ve que las descripciones pueden ser hechas tratando a otras descripciones como si fueran objetos o elementos del dominio de interacciones. Es decir, el dominio lingüístico pasa a ser parte del medio de interacciones posibles.[4]

 

Sólo cuando se produce esta reflexión lingüística hay lenguaje, surge el observador y los organismos participantes de un dominio lingüístico operan en un dominio semántico. Este proceso lingüístico funciona con el concepto de Sentido como unidad semántica; Luhman entiende el sentido como una categoría prelingüística que funda, a su vez, el lenguaje. Javier Torres Nafarrete amplía la noción de sentido ya que:

 

Husserl había ya apuntalado el concepto de sentido, al entenderlo de manera empírica fenomenológica. En primer lugar, sentido significa sencillamente el trasfondo (hintergrund) de cualquier percepción o experiencia particular. Todo lo que se experimenta está inmediatamente precedido de una pantalla de posibilidad. Lo particular adquiere sentido, porque está precedido de la totalidad, si bien bajo la forma de horizonte. Este horizonte está indeterminado o imperfectamente determinado, pero nunca es completamente vacío.[5]

 

Retomando a Heidegger, Nafarrate concluye que “[…] el sentido no significa ni el conjunto de las cosas materiales, ni la sociedad humana, ni en general una suma de entes, sino la totalidad previamente proyectada de un horizonte indeterminado”.[6] Es de esta manera que el lenguaje hace posibles etapas organizativas o de tercer orden como lo son la vida social, pues:

 

La sociedad es el sistema que engloba todas las comunicaciones, aquel que se reproduce autopoiéticamente mediante el entrelazamiento recursivo de las comunicaciones y produce comunicaciones siempre nuevas y distintas. La emergencia de un sistema tal incluye comunicaciones ya que éstas sólo son susceptibles de continuarse internamente¾ y excluye todo lo demás. La reproducción de un sistema así exige, pues, la capacidad de discriminar entre sistema y entorno. Las comunicaciones pueden reconocer comunicaciones y distinguirlas de otros estados de cosas que pertenecen al entorno, en ese sentido de que es posible comunicarse acerca de ellos pero no con ellos.[7]

 

Con las herramientas conceptuales que confiere la cultura se pueden ir concretando y transformando las interacciones con los espacios físicos, temporales, orgánicos y ambientales; el Tiempo deja de ser algo que “pasa” para ser un concepto que determina nuestras actividades y la complejidad de nuestro sistema social, ya que se gestiona socialmente y condiciona nuestras conductas.

 

La conducta es una dinámica de cambios que incluye dos sistemas operacionalmente independientes que son el organismo viviente y su medio, “[…] por tanto pertenece al dominio de relaciones del organismo, no al organismo como tal”.[8]

 

La comunicación más allá de una mera transmisión de información, permite la posibilidad de procesos de auto descripción y auto observación transitando por un campo semántico que estará articulado por el dominio lingüístico. La información transmitida por la cultura mantiene ciertas configuraciones conductuales que permiten a los individuos adaptarse a sus circunstancias.

 

El eterno presente en el jardín del Edén

 

¿Hubo un Jardín o fue el Jardín un sueño?

Y, sin embargo, es mucho haber amado,

haber sido feliz, haber tocado

el viviente Jardín, siquiera un día.

Adam Cast Forth, Jorge Luis Borges

 

Las personas, como unidades centradoras, son capaces de conectar eventos sucesivos aunque no sucedan simultáneamente “[…] para ello se requiere un ser con una facultad específica para sintetizar que se activa y estructura a través de la experiencia”.[9] Los humanos se orientan por percepciones marcadas por el aprendizaje debido a que esta capacidad para aprender y transmitir de generación en generación experiencias en forma de saber es el fundamento de ampliación y la mejora progresivas de los medios humanos de orientación, a lo largo de los siglos.[10]

 

Los seres humanos percibimos y combinamos nuestras experiencias previas con nuestras percepciones inmediatas para imaginar o pensar hacía adelante; memoria más percepción nos permiten transitar hacia el futuro y relacionar hechos que incluso no han acontecido accediendo a la dimensión de lo posible. Es difícil saber cómo perciben el tiempo otros seres vivos, el Dr. Tetsuro Matsuzawa, presidente de la Sociedad Internacional de Primatología, expuso que “[…] la capacidad de los chimpancés de viajar mentalmente a través del tiempo y el espacio es limitada; viven en el mundo del ahora y el aquí; no se preocupan por el futuro, nunca se desesperan”.[11] Para Matsuzawa la crianza cooperativa, la posición supina, la memoria y la representación son características exclusivas de los seres humanos, pero es el poder de la imaginación lo que marca la diferencia con los chimpancés. De allí que la percepción del tiempo como facultad humana de vincular entre sí dos o más secuencias distintas de transformaciones continuas permita comunicarse mediante signos comunes y señales que no son innatas, sino representaciones simbólicas de todo aquello que vivimos y que, aprendidas como tales, son mejoradas y enriquecidas de generación en generación […] los organismos son capaces de convertir sus propias señales en el principal medio de comunicación con los demás […] se comunican mediante símbolos hechos por ellos que pueden aprenderse, mejorarse y aumentarse.[12]

 

Se considera que gracias a nuestra corteza cerebral se facilita el pensamiento complejo que se manifiesta en la manera en que un agente biológico como el cerebro procesa la información presentando comportamientos caóticos que se manifiestan en el lenguaje con sus signos orales y sus correspondientes signos escritos ya que una de las características de un régimen caótico es que puede generar variedad, mientras que cuando está dentro del régimen periódico, o sea regular se produce la confiabilidad, ambas características necesarias en el lenguaje, la variedad permite que haya innovación, mientras que la confiabilidad permite que haya orden”.[13]

 

El lenguaje verbal se origina por una tendencia a imitar las acciones de los demás; en particular la tendencia a imitar sonidos lo que facilitó que algunas secuencias sonoras se repitieran con más probabilidad que otras. Las canciones eran replicadas por los simios, y dado que a veces morían y en ocasiones se combinaban con otras, podemos considerarlas a muy grandes trazos, como formas de vida. Sobrevivían, se mezclaban, competían entre sí y evolucionaban conforme a su propio criterio de adecuación.[14]

 

Es por esto que sólo se conservaban las canciones con fuerte tendencia a ser repetidas; donde antes de que las canciones empezaran a especializarse a manera de códigos lingüísticos, Hillis únicamente ve parásitos que tomaban la ventaja de los primates a imitar. Los simios obtuvieron ventaja de las canciones a medida que se especializaron al prestar atención a las canciones ajenas y al diferenciarlas. Escuchando las canciones un simio podía obtener información útil, podía inferir que otro simio había hallado comida o que era probable que atacara. Una vez que los simios comenzaron a beneficiarse de las canciones se desarrolló una relación simbiótica entre las canciones y los simios: “Las canciones evolucionaron en conocimiento, moral y mecanismos de pensamiento que en su conjunto constituyen la porción simbólica de la inteligencia humana”[15]. De esta manera se construyó un lecho de conocimiento donde las conductas efectivas eran transmitidas por medio de patrones y productos culturales generando una retroalimentación constante con el entorno espacial y temporal por medio de paradigmas y códigos que establecían relaciones lógicas para las interacciones posteriores. Consecutivamente surgió la escritura como una forma de dejar fósiles del lenguaje oral. Retomando las investigaciones de Morgan y Charles Darwin, Engels nos dice que, gracias a la cooperación de la mano, de los órganos del lenguaje y del cerebro, no sólo cada individuo, sino también en la sociedad, los hombres fueron aprendiendo a ejecutar operaciones cada vez más complicadas, a plantearse y a alcanzar objetivos cada vez más elevados. El trabajo mismo se diversificaba y perfeccionaba de generación en generación extendiéndose cada vez a nuevas actividades.[16]

 

El trabajo se transfiguró en un hábito por las ventajas que daba sobre el medio ambiente facilitando la supervivencia humana. Para Engels, la necesidad de hacer trabajos o empresas colectivas más la ventaja operativa de los órganos del lenguaje y el cerebro favorecieron el desarrollo el lenguaje para compartir informaciones y extenderlas a través del tiempo germinando un proyecto cooperativo colectivo de carácter intergeneracional:

 

Por desgracia, la vida social y lingüística no deja fósiles, y no es posible reconstruirla. Lo que sí podemos decir es que los cambios en los homínidos tempranos que hicieron posible la aparición del lenguaje tienen que ver con su historia de animales sociales; de relaciones interpersonales afectivas estrechas, asociadas al recolectar y compartir alimentos. En ellos coexistían las actividades aparentemente contradictorias de ser parte integral de un grupo muy estrecho y al mismo tiempo de salir y alejarse por periodos más o menos largos a recolectar y cazar.[17]

 

La comunicación humana adquirió un carácter cultural, al permitir que cada individuo pudiera llevar al grupo consigo sin necesidad de interacciones físicas con ellos. La sociedad es un sistema abierto operativamente cerrado en el que los individuos serían subsistemas abiertos jerárquicamente ordenados y molecularmente estructurados por lo que su campo de interacciones se constituye como un sistema paralelo que da soporte y estructura a los procesos sociales utilizando un sistema de signos y registros capaces de expandirse y proyectarse a través del tiempo y el espacio como hábitos, productos y patrones culturales que funcionan como pequeños paquetes de información condensada; esto ocurre porque según Koestler […] un organismo vivo o un cuerpo social no constituye un conglomerado de partes elementales o de procesos elementales; es una jerarquía integrada de subtotalidades semiautónomas, que consisten en subtotalidades, y así sucesivamente. De esta manera, las unidades funcionales en todos los niveles de la jerarquía son, por así decirlo, bifrontes: actúan como un todo cuando miran «hacia abajo» y como partes cuando miran «hacia arriba».[18]

 

La cultura es la estabilidad conductual de carácter intergeneracional que regula las interacciones de los seres humanos con su medio social y ambiental para poder subsistir y desarrollarse de manera individual y comunitaria. Angel Palerm contribuye a esclarecer la noción de cultura de esta manera:

 

Tylor propuso una definición […] al decir que la cultura está constituida por las aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad. Para Kluckhohn cultura son: todos los diseños históricamente creados para vivir, explícitos e implícitos, racionales, irracionales y no racionales, que existen en un momento dado como guías potenciales para la conducta del hombre. Linton propuso otra definición aún más económica que la de Tylor, conservando, sin embargo, su idea cardinal. La cultura, dice Linton, es la herencia social. O sea, lo que el hombre no acarrea en su bagaje genético, sino que adquiere por el hecho de vivir en una sociedad.[19]

 

La cultura es el mundo operativo de la especie humana “[…] pues lo que cultiva a la cultura es siempre la vida compartida. Hay que hablar entonces de «culturaleza humana» por ser extensión de nuestra anatomía que la expresa y se transforma en ella al transformarla”.[20] como animales sociales nuestro hábitat es la culturaleza en la que se desarrolla la vida social y ahí los procesos comunicativos permiten dar soporte y estructura a posteriores y ulteriores procesos comunicativos generando una dinámica de carácter autopoiético[21] en donde unidades molecularmente determinadas se realizan y especifican a sí mismos de manera simultánea; el ser y el hacer de estas unidades son inseparables y constituyen su modo especifico de organización; desde esta perspectiva el cuerpo social ser revela como un macrorganismo autopoiético. Respecto a las estructuras y procesos Ludwig Von Bertalanffy plantea que: “Estructura (orden de las partes) y función (orden de los procesos) pudieran ser la misma cosa: en el mundo físico la materia se disuelve en un juego de energías, y en el mundo biológico las estructuras son expresión de una corriente de procesos”.[22]

 

Designamos como comunicativas las conductas que se dan en un acoplamiento social, y como comunicación la coordinación conductual que observamos como resultado de ella[23], al respecto Luhman propone una definición de comunicación:

 

Aquí puede utilizarse una distinción que se remonta a la antigüedad y que se ha hecho habitual desde Karl Bühler. Yo la reformulo como distinción entre información, participación (Mitteilung) y comprensión. Una comunicación tiene lugar sólo cuando estos tres aspectos pueden ser sintetizados. […] La distinción entre información, participación (Mitteilung) y comprensión es, por consiguiente, una distinción que produce distinciones, y que una vez hecha mantiene al sistema en funcionamiento.[24]

 

La inteligencia es la plasticidad conductual ante un medio en constante transformación por lo que es importante considerar el conocimiento como una manera de obtener ventajas operativas derivadas del manejo de las informaciones obtenidas del contexto, en este caso la información se define “[…] según la teoría matemática de la comunicación (como) un acontecimiento que reduce la incertidumbre respecto a un entorno dado”.[25] Para Luhman esto se corresponde con el concepto de Bateson de información como diferencia que crea una diferencia y la comunicación no es nada más que aquella operación que realiza una transformación de diferencias en diferencias ininterrumpidamente.

 

Con estos antecedentes podemos trabajar con un sentido ampliado de la comunicación entendiéndola como una estructura procesual o proceso estructural que permite la auto regulación y auto observación al mediar las fluctuaciones internas y perturbaciones externas a través de una membrana simbólica, que es la cultura, que procesa las informaciones o diferencias significativas utilizando patrones y productos culturales que confieren sentido a las informaciones adquiridas:

 

Las convenciones culturales son artificios materiales y mentales cuyo uso le proporciona al ser humano la estabilidad necesaria para sobrevivir socialmente. […] Todo grupo humano necesariamente genera un culturoma como cuerpo orgánico colectivo, del bioma en el que habita y del que no se escapa absolutamente ninguna actividad, sea pecuniaria o política, estésica o semiósica, material o mental.[26]

 

La semiosis ilimitada

 

El corazón de todas las cosas: un mismo corazón para todas y para cada una, una manera única de no palpitar –y que no tiene nada que ver con la muerte….
Pero a su vez el pensamiento es una cosa….
El corazón del pensamiento no palpita, él tampoco, corazón inmóvil en el corazón de una movilidad extrema, aturdidora, sin cesar aturdida, desconcertada, capturada por el corazón innumerable de todas las cosas.[27]

Los signos visuales codificaron simbólicamente las múltiples interacciones humanas ya que “[…] este contacto hombre-naturaleza, en el sentido de estímulo (naturaleza)-respuesta (comportamiento adecuado del hombre), ha motivado la aparición y formación de hábitos que al mismo tiempo que eran la pertinente adecuación estimulo-respuesta eran un estereotipo de relación”.[28]

 

Así la escritura y las imágenes complejizaron la comunicación al abstraerla con funciones modelizadoras o icónicas que convierten una imagen en un modelo de la realidad usando procesos de modelización representativa, simbólica o convencional: “En el primero hay una correspondencia estructural entre la imagen y la realidad, en la modelización simbólica implica una transferencia de la imagen a la realidad y en el proceso de modelización convencional la imagen funciona como un signo no analógico”.[29] Eco define al «interpretante» como otro signo (o algo que se considera como un signo) que explica, traduce o sustituye el primer signo, para hacer progresar ilimitadamente el mundo de la semiosis en una especie de movimiento en espiral, sin tocar nunca objetos reales en cuanto tales, pero transformándolos siempre en formas significantes. La cultura es un sistema de signos y “Este proceso de semiosis ilimitada es el resultado de la humanización del mundo por parte de la cultura. Dentro de la cultura cualquier entidad se convierte en un fenómeno semiótico y las leyes de la comunicación son las leyes de la cultura.[30]

 

Los procesos culturales se ven afectados no solo por lo que ocurre en la esfera simbólica, sino que interactúan con una serie de procesos fisiológicos que determinan la conducta humana; Paul Mc Lean y Henri Laborit consideran la existencia de tres zonas cerebrales “encajadas” una dentro de la otra, que reproducen tres etapas fundamentales de la evolución animal en donde la química cerebral determina muchos de nuestros comportamientos: “Los investigadores han descubierto, una serie de hormonas (como las endorfinas) que juegan un papel importante en la modulación del comportamiento, la resistencia al dolor, la regulación de funciones instintivas (hambre, sed, temperatura del cuerpo, sueño, etcétera) se establece así un lazo tangible entre la actividad del cerebro y las grandes funciones corporales”.[31]

 

Desde la perspectiva de Morris y Carnap, Paul Watzlawick[32] nos dice que los procesos semióticos propician que el usuario se apropie de los signos a partir de las relaciones físicas que de estos se derivan, es decir su aplicación pragmática. Se afirma que toda conducta, y no sólo el habla, es comunicación, y toda comunicación —incluso los indicios comunicacionales de contextos impersonales— afecta la conducta. Las personas son signos vivos en constante retroalimentación y producción de significados, Mauricio Lazzarato manifiesta que en las sociedades contemporáneas, los signos y las semióticas funcionan siempre bajo un doble registro, primero el de la representación o el significado que por medio de la lengua producen al “sujeto”, el “individuo” y el “yo”. El segundo registro es el maquínico, “[…] organizado mediante semióticas asignificantes (tales como los signos monetarios o bursátiles, los lenguajes informáticos que hacen que las máquinas funcionen, o numéricos de producción de imágenes, sonidos e información”.[33] Este segundo registro no busca la constitución del sujeto sino la captura y activación de los elementos presubjetivos (afectos, emociones, percepciones y sentimientos) para hacerlos funcionar como engranajes de la máquina semiótica del capital. El sistema capitalista utiliza la representación y el significado para producir y distribuir roles y funciones y nos dota de una subjetividad “[…] de manera que todo el mundo queda atrapado en una trampa semiótica significante y representativa”.[34]

Fernando Broncano[35] define a la tecnología como transformación colectiva de la realidad por lo que el lenguaje, la cultura y el sentido son tecnologías que permiten una alta densidad de iteraciones de los procesos comunicativos:

 

La comunicación de alta densidad se ha desarrollado, dicho de forma muy elemental, en tres estadios: de la comunicación animal al lenguaje, desde éste a la escritura y, finalmente, a la difusión de masas. Cada estadio presupone una población suficiente como una precondición del entorno, y responde a esto incrementando el número de mensajes emitidos, así como intensificando su selectividad.[36]

 

La densidad de la información potencializa su transmisión con marcas o rasgos que funcionan como pequeños paquetes de información condensada:

 

[…] desde la invención de la escritura y de la imprenta, la tecnología de la información se ha enfocado en el problema de crear, y luego propagar, unos registros verbales estáticos y permanentes. […] estos registros fijos conquistan el tiempo y el espacio, por muy brevemente que sea, ya que permiten a una persona compartir información con otras, en distintos lugares y momentos.[37]

 

Xavier Esteinou Madrid,[38] plasma desde una perspectiva diacrónica la importancia política y económica de la comunicación principalmente para integrar a las personas en los ámbitos de la producción como sucede durante la revolución industrial por lo que fue necesario empezar a enseñar a leer para que los obreros pudieran comprender las señales en las fábricas, pero no es sino hasta el siglo pasado que se da una aceleración del cambio y expansión del ámbito comunicativo por el “[…] …desplazamiento de los centros estratégicos del desarrollo y control […] desde la esfera de la producción hacia la de la distribución y el cambio”.[39]

 

Días del futuro pasado

 

When there’s no future
How can there be sin

We’re the flowers i
n the dustbin
We’re the poison in your human machine

We’re the future, your future

Sex Pistols, God save the Queen

 

El tiempo ha sido siempre igual lo que ha cambiado es la manera en la que lo percibimos, el relojero francés le Prince le Jeune escribe en 1782 que “[…] los cingaleses miden el tiempo en verano, con una flor que se abre regularmente cada día antes del anochecer”.[40] Nuestro campo de experiencias fue ampliando el horizonte de expectativas haciendo posible en la modernidad la idea de un progreso lineal y acelerado que se manifestó como una carrera hacia delante que al encontrarse ante el colapso del futuro tuvo que detener la marcha para dar paso a una huida anacrónica plagada de una sucesión ininterrumpida de intensidades puntuales atrapada en una movilidad extrema y aturdidora ocasionada por la apoplejía del pensar y la crisis de la razón instrumentalizada:

 

Así, tras el amanecer de lo contemporáneo o posmoderno, a finales del siglo XVIII, vimos la radiante mañana o mediodía de las primeras décadas del siglo XX, por lo cual, en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, entramos en una tarde madura, quizá ya declinante hacia el crepúsculo: Los estragos de la Segunda Guerra Mundial hicieron que se derrumbara toda confianza en el mundo de unas máquinas que se impusieron mediante verdaderos monstruos de Frankestein ajenos a todo control, ya fueran tanques o aviones bombarderos, por no mencionar la desastrosa manifestación de la existencia de los electrones a través de la fisión del átomo que abrazó los cuerpos y devastó la tierra y los edificios de Hiroshima y Nagasaki.[41]

 

Ante el goce a través de los objetos y las mercancías[42] el consumo se convierte en una forma privilegiada de las relaciones sociales, ya que confiere existencia y visibilidad en la nueva economía del capital; anota Lazzarato que “[…] el primer producto de la economía inmaterial no es la información sino la relación social y su materia prima, la subjetividad”.[43] En esta economía hay una extensión de la relación salarial a los diversos aspectos de la vida social, las mismas relaciones humanas se transforman en cosas que se pueden comercializar y “[…] una de las consecuencias más visible e inmediata del capitalismo cultural es la mercantilización de la «vida privada». […] El capitalismo cultural vuelve trabajo el ocio, comercializa los aspectos que construyen nuestra vida.[44] Como apunta Ernest Mendel:

 

Estamos en una forma más pura del capital en la cual los modos industriales pueden ser vistos para alcanzar esferas (como el ocio, los deportes o el arte) previamente separados de ellos. En la sociedad postindustrial el tardocapitalismo constituye una generalizada industrialización universal por primera vez en la historia. La mecanización, la estandarización, la sobre-especialización y división del trabajo, que en el pasado sólo determinó el reino de la producción de la mercancía, en la producción industrial actual penetra todos los sectores de la vida social.[45]

 

La informática ha contribuido al hecho de que la aceleración del tiempo (cibertiempo) y el espacio que se expande infinitamente (ciberespacio) logren que los empresarios accedan a la fractalización de la explotación laboral para combinar y recombinar fragmentos de tiempo, saberes y conocimientos:

 

Al trabajador (máquina que posee un cerebro que puede ser usado por fragmentos de tiempo) se le paga su prestación puntual, ocasional, temporánea. El tiempo de trabajo se fractaliza y se celulariza. Las células de tiempo están en venta en la red y las empresas pueden comprar tantas como quieran, sin implicarse de ningún modo en la protección social del trabajador. El trabajo cognitivo es un océano de microscópicos fragmentos de tiempo, y la celularización es la capacidad de recombinar esos fragmentos en el marco de un semioproducto singular. El teléfono celular puede ser visto como la cadena de montaje del trabajo cognitivo.[46]

 

La población entera ha devenido en nerviosidad en red, una inmensa red neuronal que reacciona a los estímulos que le son dirigidos. Masumi aclara que no se trata de la transmisión de un mensaje, de un intercambio de información de contenido ideológico, sino de una intervención que actúa “[…] allí donde surge la experiencia”.[47]

 

Es por estas razones que la economía adquiere un carácter inmaterial ya que “[…] la definición clásica de fuerzas productivas es una definición restrictiva”, escribe Baudrillard, “[…] y se debe extender el análisis en términos de fuerzas productivas a todo el campo oculto de la significación y de la comunicación”[48] por lo que algunos pensadores contemplan que podemos hablar de Semiocapitalismo para referirnos al modelo socioeconómico que acontece actualmente. Estamos leyendo nuestra subjetividad en las cosas externas y despojados de los medios para producir nuestra existencia dejamos de ser creadores autónomos de nuestro propio mundo de manera consciente para vivir una realidad en la que “[…] los desmemoriados empiezan a ser legión, y vagan por el mundo como zombies asombrados ante todo cuanto existe, perplejos ante tanta novedad, convencidos de que fundan lo real a cada instante con su mirada, de que cada nueva cosa que descubren son ellos quienes la acaban de inventar”.[49]

 

El trabajo humano creaba las condiciones materiales para la producción de la cultura y por ende la reproducción y existencia de la vida social, pero durante el capitalismo los trabajadores, despojados de los medios de producción y teniendo sólo su fuerza de trabajo y su tiempo para vender, quedan atrapados en la jaula del salario mínimo en una época en que “[…] se produjo una concordancia entre el compás temporal del proceso de las máquinas y el proceso de la vida. Y así se llegó a una transformación completa del tiempo vivencial en el tiempo de las máquinas”.[50]

 

El problema actual es que la cultura y la vida se han mecanizado y automatizado en un mundo en el que la tecnología con sus utopías posthumanas es “[…] la que concibe el desarrollo de lo humano en términos de ruptura. Una ruptura que sacude profundamente lo que hasta hoy hemos concebido como humano. Esta es la visión de los profetas de su llamado transhumanismo”.[51]

 

La matriz neoliberal, que comenzó a surgir plenamente durante los años noventa, se ha desplegado en tres etapas: el capitalismo digital/virtual, el capitalismo genético/de clonación y el capitalismo nanotecnológico/de partículas.

 

Si la biotecnología se ocupa de las moléculas de carbono, la nanotecnología se ocupa de los átomos de carbono. La vida está basada en el carbono “[…] rápidamente cada uno de nosotros se tornará en subproducto de “vitaminas” artificiales de la Nanotecnología molecular, de motores interdependientes de subensamblaje molecular y de “fechas de terminación” vinculadas. Seremos más que replicantes y menos que nada”.[52]

 

La mercantilización de todas las cosas[53] también implica la industrialización de todos los aspectos de la vida cotidiana, el capitalismo pasó de la producción de mercancías hacia los diversos ámbitos del intercambio social debido a la disolución de las jerarquías habituales del capital industrial expandiendo lo laboral a todos los espacios y tiempos por lo que todos y todas nos hemos convertido en “cuerpos de producción”. Para María Ruido[54] las diversidades, los deseos y las sexualidades se presentan ahora como variables económicas fundamentales tanto en la división laboral como en las diferentes formas de consumo. Así el tiempo de no-negocio, el tiempo de ocio, se transforma en tiempo económico.

 

Frente las ruinas de la modernidad causadas por la razón convertida en máquina y ante la aceleración y mecanización cibernética de la vida humana y social es necesario contraponer la virtualidad de la vida, entendiendo lo virtual desde su raíz latina virtus que se entiende como fuerza, poder, potencia; potencia creativa, potencia afectiva, potencia imaginativa y tratar de comprender a la vida misma como un acto creativo con su propio ritmo y temporalidad: “No se trata de predicar otra idea de riqueza, sino de crear un movimiento de ricos, es decir, de personas libres que no posean nada, que tengan necesidades de poquísimo y de disfrutar del propio tiempo como propiedad inalienable. Un movimiento del ocio y del sabotaje, un movimiento de la substracción y de la lentitud, multiplicado por la infinita velocidad de la red”.[55]

 

La Cultura se desarrolla en los márgenes, es periférica, y da soporte y estructura a la sociedad y como la membrana de una célula; desde los bordes filtra y absorbe los elementos para garantizar su permanencia transformándose en estructuras disipativas que van de lo muy concreto a lo altamente abstracto; como la luz y la materia, como los signos y las personas.

 

Los sistemas orgánicos, como el cuerpo social o el corazón, necesitan estar en constante retroalimentación, ya que de otra manera se descomponen, se vuelven rígidos, les da esclerosis y mueren. Por esto se deben de fomentar procesos y estructuras culturales que produzcan glucosa, tejido y oxígeno para nuestro organismo social, estimulando así su desarrollo y permanencia; posibilitando una extensa variedad de expresiones culturales y humanas utilizando tecnologías simbólicas como el lenguaje, la cultura y el sentido; calibradas con una pragmática humanista en la que: “Lo sensible es un modo de conocimiento al cual podemos acceder a través de nuestro cuerpo, el cual afecta y es afectado por otros cuerpos; es la posibilidad de interpretar aquello que escapa al lenguaje común”.[56] Por lo que es necesario plantearse una estética de la vida cotidiana como apunta Katya Mandoki: “Dado que la estética no es una cuestión exclusivamente filosófica sino cultural, social, comunicativa, política, económica, histórica, antropológica, cognitiva, semiótica, y aún neurológica, sería menester abordarla con un trabajo multidisciplinario, puesto que varias de estas disciplinas se traslapan al enfocar esta problemática”.[57]

 

Bibliografía

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  18. Lazzarato, Mauricio, “El Funcionamiento de los Signos y de las Semióticas en el capitalismo contemporáneo”. En Producta 50. Una introducción a algunas de las relaciones que se dan entre la cultura y la economía, YProductions Eds., 2007.
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  20. Mandoki, Katya, Estética cotidiana y juegos de la cultura, Siglo XXI Editores, 2006.
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  24. Nancy, Jean-Luc, Un pensamiento finito, Anthropos, España, 2002.
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  38. Watzlawick, Paul, Janet Beavin Bavelas y Don D. Jackson, Teoría de la comunicación humana. Interacciones, patologías y paradojas, Herder, Barcelona, 1981.

 

Notas
[1] Para tener una aproximación a los procesos de coevolución en el Universo, se recomienda la siguiente bibliografía: Francis Crick, La vida misma. Su origen y naturaleza (FCE, México, 2009) y Joel de de Rosnay, El hombre simbiótico. Miradas sobre el tercer milenio, Catedra, España, 1996.
[2] Torres Nafarrate Jorge, “Sistema y complejidad. La arquitectura de la teoría de Niklas Luhmann”, Metapolítica. Revista trimestral de teoría y ciencia de la política, vol. 2, núm. 8 (octubre-diciembre, 1998).
[3] Watzlawick Paul et al., Teoría de la comunicación humana. Interacciones, patologías y paradojas, ed. cit., Barcelona, España, 1981, p. 117
[4] Maturana Humberto y Francisco Varela, El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano, ed. cit. , Buenos Aires, Argentina, 2003, p. 139.
[5] Torres Nafarrate Jorge, “Sistema y complejidad. La arquitectura de la teoría de Niklas Luhmann”, Metapolítica. Revista trimestral de teoría y ciencia de la política, vol. 2, núm. 8 (octubre-diciembre, 1998) p. 668.
[6] Ibid., p. 669.
[7] Niklas Luhmann, Complejidad y modernidad: De la unidad a la diferencia, ed. cit., Madrid, España, 1998, 56
[8] Ruiz Alfredo B, “Humberto Maturana y su contribución a las ciencias de la complejidad”, Metapolítica. Revista trimestral de teoría y ciencia de la política, vol. 2, núm. 8 (octubre-diciembre, 1998), p. 696.
[9] Norbert Elias, Sobre el tiempo, edit. cit, Ciudad de México, 2010, p. 59.
[10] Ibid.
[11] “El poder de la imaginación marca la diferencia entre humanos y chimpancés. El genoma de ambas especies coincide en 98.8 por ciento”, en Semanario de la UAM, XIX, no. 3 (10-09-2012) p. 9.
[12] Elias, Sobre el tiempo, ed. cit., p. 80.
[13] Braun Eliezer, Caos, fractales y cosas raras, ed. cit., México, 2003.
[14] Hillis Daniel W., “La inteligencia como conducta emergente o la canción del Edén, en Stephen R. Graubard, comp., El nuevo debate sobre la inteligencia artificial. Sistemas simbólicos y redes neuronales, ed. cit., Barcelona, 1999, pp. 203-204.
[15] Ibid.,p. 204.
[16] Engels Fiedrich, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, ed. cit., México, 2006.
[17] Maturana y Varela, El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano, ed. cit. , Buenos Aires, Argentina, 2003 p. 143.
[18] Watzlawick Paul et al., Teoría de la comunicación humana. Interacciones, patologías y paradojas, ed. cit., Barcelona, España, 1981, p. 119.
[19] Palerm Angel, Introducción a la teoría Etnológica, Instituto de Ciencias Sociales-UIA, México, 1967, p. 20.
[20] Mandoki Katya, El indispensable exceso de la estética, ed. cit., México, 2013, p. 189.
[21] Maturana y Varela, El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano, ed. cit. , Buenos Aires, Argentina, 2003 p. 29.
[22] Bertalanffy Ludwig Von, Teoría general de los sistemas, ed. cit., México, 1982, p. 20
[23] Maturana y Varela, El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano, ed. cit. , Buenos Aires, Argentina, 2003 p. 138.
[24] Luhmann Niklas, Complejidad y modernidad: De la unidad a la diferencia, ed. cit., Madrid, 1998, p.54.
[25] Quéau Phillippe, Lo virtual. Virtudes y vértigos, ed. cit., Barcelona-Buenos Aires,1998, p.55.
[26] Mandoki Katya, El indispensable exceso de la estética, ed. cit., México p. 86.
[27] Nancy Jean-Luc, Un pensamiento finito, ed. cit., España, 2002, p. 155.
[28] Puig Arnau, Sociología de las formas, ed. cit., Barcelona, 1979, p. 223.
[29] Villafañe Justo, Introducción a la teoría de la imagen, ed. cit., Pirámide, Madrid, 2009, p. 37.
[30] Eco Umberto, “La vida social como un sistema de signos”, en Xavier Ignacio Ávila Guzmán, “Antología del estructuralismo”, ed. cit., México, 1991, 139.
[31] Rosnay Joël de, Los senderos de la vida. De la sociedad industrial a la cultura de la información, ed. cit., México, 1989, p. 24.
[32] Watzlawick Paul et al., Teoría de la comunicación humana. Interacciones, patologías y paradojas, ed. cit., Barcelona, España, 1981, p. 23.
[33] Lazzarato, Mauricio, “El Funcionamiento de los Signos y de las Semióticas en el capitalismo contemporáneo”, en Producta 50. Una introducción a algunas de las relaciones que se dan entre la cultura y la economía, ed. cit., Barcelona, 2007, p. 105.
[34] Ibid., p. 106.
[35] Broncano Fernando, Mundos artificiales. Filosofía del cambio tecnológico, ed. cit., Facultad de Filosofía y Letras, México, 2000, p. 90.
[36] Luhmann Niklas, Complejidad y modernidad: De la unidad a la diferencia, ed. cit., Madrid, 1998, p. 91.
[37] Landow George P., Hipertexto 3.0. La teoría y los nuevos medios en una época de globalización, ed. cit., Barcelona, 2009, p. 77.
[38] Esteinou Madrid Javier, Sociedad moderna y medios de comunicación, ed. cit., UAM Xochimilco, México, 1995, pp. 7-9.
[39] Chaves Norberto, La imagen corporativa. Teoría y metodología de la identificación institucional, ed. cit., Barcelona, 1988, p. 9.
[40] Attali Jacques, Historias del tiempo, ed. cit., Ciudad de México, 1985, p. 48.
[41] Barilli Renato, Lo posmoderno. Pasado y presente, ed. cit., España, 2018, p. 53.
[42] Pérez Francisco, Crear Crearse. Engendrar y dar vida a una obra viva, ed. cit., México, 2014, p. 37.
[43] Ruido María, “Cuerpo e imágenes de mujeres en la nueva división del trabajo”, Work&Words 1997-2008, ed. cit., México, 2013, p. 5.
[44] Ramírez Pedrajo Eduardo y Alberto López Cuenca. “Los derechos de autor en la era del capitalismo cultural”, en Eduardo Ramírez y Alberto López Cuenca, coords., Propiedad intelectual. Nuevas tecnologías y libre acceso a la cultura, ed. cit., México, 2008, p. 27.
[45] Krauss Rosalind, “The cultural logic of the late Capitalism Museum”, en Richard Hertz, ed., Theories of Contemporary Art, ed. cit., Englewood, 1985, p. 14.
[46] Bifo Franco Berardi, Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, ed. cit., México, 2008, pp. 66-67.
[47] Lazzarato, Mauricio, “El Funcionamiento de los Signos y de las Semióticas en el capitalismo contemporáneo”, en Producta 50. Una introducción a algunas de las relaciones que se dan entre la cultura y la economía, ed. cit., Barcelona, 2007, p. 108.
[48] Bifo Franco Berardi, Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, ed. cit., México, 2008, p. 162.
[49] Cruz Manuel, Ser sin tiempo, ed. cit, España, 2016, pp. 87-88.
[50] Safransky Rüdiger, Sobre el tiempo, ed. cit, España, 2013, pp. 16-17.
[51] Pérez Francisco, “Diseño, Procesos Tecnológicos y Transhumanismo”, Conferencia, 2018, p. 24.
[52] Domínguez Ricardo, “Tras la multitud distribuida, enjambres de partículas”, en Eduardo Ramírez y Alberto López Cuenca, coords., Propiedad intelectual. Nuevas tecnologías y libre acceso a la cultura, ed. cit., México, 2008, pp. 206-207.
[53] Wallerstein Immanuel, El capitalismo histórico, ed. cit., México, 1988, Capítulo 1.
[54]Ruido María, “Cuerpo e imágenes de mujeres en la nueva división del trabajo”, Work&Words 1997-2008, ed. cit., México, 2013, p. 4.
[55] Bifo Franco Berardi, Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, ed. cit., México, 2008, p. 258.
[56] Flores Martha y Sandra Martí, “Reflexionar nuestro método de investigación: pétalos como líneas de conexión entre el cuerpo y la urbe”, en Natalia Calderón y Brenda J. Caro Cocotle, coords, ¿Indisciplinar la investigación artística? Metodologías en construcción y reconstrucción, ed. cit., México, 2020, pp. 124-125.
[57] Ibid., p. 128.