Filosofía de un corazón extranjero: la muerte de Jean-Luc Nancy

FOTOGRAFÍA DE AÍCHA MESSINA

Jean-Luc Nancy se describía a sí mismo como un “superviviente” de las grandes tradiciones filosóficas.[1]

 

Nacido en Bordeux, Francia, en 1940, su amplísimo repertorio del pensamiento incluyó trabajos sobre Hegel, Kant, Descartes o Heidegger, así como una reinterpretación del comunismo que seguía, a su vez, los trabajos de autores como Blanchot y Agamben. No obstante, también su filosofía vio un reflejo de lo íntimo, pues a raíz de su trasplante de corazón (vivió 30 años recibiendo corazones extranjeros), su pensamiento se volcó en una dimensión corpórea que no dejó de estar politizada. Pero ese corazón extranjero dejó de latir el pasado 23 de agosto.

 

En entrevista con María Konta, doctora en Historia y Teoría del Arte que fue, además, gran amiga y traductora de Nancy, hace un recorrido por los grandes tópicos del filósofo francés, alumno, por cierto, de Jacques Derrida, quien lo describió, junto a Aristóteles (gran honor a más de dos milenios de pensamiento de por medio), como “el filósofo del tacto”. Desde su ya clásico concepto de la “comunidad inoperante”, hasta su revisión crítica sobre la pandemia de Covid-19, sobre la cual llamó la atención en el gremio humanístico por su discrepancia frente a las polémicas declaraciones de su también amigo el filósofo italiano Giorgio Agamben.

 

Edgar Morales (EM): Los que nos hemos interesado en el pensamiento de Jean-Luc Nancy conocemos tus traducciones al español de algunos de sus textos, varios de ellos inéditos en su momento. ¿Cómo fue tu acercamiento a Jean-Luc Nancy?

 

María Konta (MK): Comencé a leer a Jean-Luc Nancy en el 2000, durante el primer año de mis estudios de doctorado en el Departamento de Historia y Teoría del Arte de la Universidad de Essex, Inglaterra. Estuve trabajando en el concepto de crítica de arte y el posminimalismo de los años 60. De hecho, comencé mi investigación sobre el arte conceptual y el famoso “fin del arte” hegeliano, pero pronto me di cuenta de que no era el camino correcto. Así que pasé a la estética de Friedrich Schlegel, y para profundizarlo comencé a leer El absoluto Literario (1978) de Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe. ¡Lo leí 20 veces para acostumbrarme a su escritura! Y, por supuesto, me familiaricé con todas las referencias del libro (Walter Benjamin, Jacques Derrida, Roland Barthes, Maurice Blanchot y el resto de los románticos de Jena y otros idealistas alemanes). Lo contacté por primera vez en otoño de 2010, y desde entonces y hasta su muy oportuna muerte estuvimos en estrecho contacto, casi todas las semanas, por correo electrónico. Nos encontramos una vez en Estrasburgo en julio de 2011, cuando me regaló tres libros suyos recién publicados en esos días, y dos veces en París, la segunda en el cumpleaños 60 del pensador judío Georges Didi-Huberman. Lo acompañé en el coloquio organizado en su honor, donde estaba presentando una ponencia sobre él, en el Museo de Arte e Historia Judía.

 

EM: Imagino que estar en contacto con Jean-Luc Nancy fue, a su vez, entrar en relación con un universo vasto. ¿Con quiénes estuvo en contacto? ¿Con quiénes debatió sus ideas?

 

MK: ¡No te imaginas lo vasto de su universo! Philippe Lacoue-Labarthe y Jacques Derrida eran los amigos más cercanos de Nancy. Conoció a Philippe en 1967 en Estrasburgo a través de Lucien Braun. En ese momento tenían muchas afinidades compartidas, como Heidegger, pero sobre todo Derrida y el situacionismo. Nancy venía de origen católico, Philippe era parte de la izquierda protestante. Para ese entonces, ambos sabían que no había un modelo político para una revolución y que el partido comunista no era una alternativa. Nancy, y otros, ya criticaban al estalinismo, y fueron testigos contemporáneos del proceso de desestalinización llevado a cabo por Khrushchev, la autocrítica del partido comunista. En verdad, sentían una falta de comunidad, incluso si vivían en los años del milagro económico francés. Leían libros de Deleuze y Althusser. Pero fue en 1967 cuando leyó La voz y el fenómeno de Derrida cuando sintió que algo nuevo estaba comenzando. Digamos que así es como se juntaron los tres.

 

Por otro lado y en un correo personal (14 de abril de 2021) me dijo algo realmente importante que también tomo como punto de partida para la amistad entre ellos tres:

 

[…] por otro lado, mis amigos más cercanos, Derrida y Lacoue-Labarthe, siempre han dicho que escribir es “póstumo” y nunca he entendido correctamente  —entendí que al escribir/pensar uno se desprende de la propia individualidad, y en este sentido está muerto: escribimos desde un lugar que no es el de la existencia… pero también es allí donde existimos con intensidad (allí y/o enamorados).

 

Así que, en cierto sentido, tomo su afirmación de que no entendía “correctamente” lo que sus amigos le decían como una afirmación de la ejecución ejemplar del ejercicio del diálogo, por ejemplo, en el devenir-palabra del sexo “que nos deja una especie de mareo y deslumbramiento en comparación con qué la comprensión del sexo solo puede parecer delirante”.

 

Nancy ya debatía sus ideas cuando enseñaba filosofía en una escuela militar antes de comenzar su propia carrera filosófica: en ese momento el coronel no le permitió enseñar a Marx allí, y luego tampoco le dio permiso para ir a París a discutir con Althusser, ¡por invitación de la revista Espirit! En 1961 o 1962 participó en una academia de verano del Frente de Liberación Nacional para formar profesores para la futura Argelia, pero ni siquiera allí le permitieron enseñar a ciertos escritores argelinos. En general, estaba desilusionado porque no encontró en ningún partido comunista, o de izquierda, ninguna nueva cosmovisión intelectual o espiritual. El dogmatismo imperante le desagradaba. Incluso el Kibutz israelí en ese momento le falló como modelo. Eso era para principios de los sesenta.

 

Luego, en 1980, Nancy y Lacoue-Labarthe establecieron el Centro de Investigación Filosófica sobre lo Político. El Centro se dedicó a buscar enfoques filosóficos más que empíricos a las cuestiones políticas, y apoyó a filósofos como Claude Lefort y Jean-François Lyotard. Y luego la famosa controversia con Maurice Blanchot sobre el concepto de la comunidad, su desencantado “comunismo” y el siempre engañoso término “democracia”: todo el mundo sabe que La comunidad inconfesable de Blanchot fue, en parte, una respuesta al famoso ensayo de Nancy: La comunidad inoperante. Otros debates, en mi opinión un poco exagerados, se dieron con Alain Badiou en abril de 2011 (el intercambio en Libération sobre la intervención occidental en Libia; también ante el proyecto Homo Sacer de Giorgio Agamben (en París, abril de 2016, con otros filósofos como Étienne Balibar); igualmente con dos filósofas sobre el antisemitismo de Heidegger (nuevamente en Libération, en Noviembre 2017) y por supuesto con la interpretación de Agamben sobre la pandemia de febrero de 2020. Por mencionar algunos. Todos estos textos los traduje y publiqué aquí en México, en la revista del Dr. Alberto Constante, Reflexiones Marginales.

 

EM: Por lo que cuentas, Nancy siempre estuvo atento a sus circunstancias existenciales y políticas, siempre fue consciente del peso de lo real. Sin embargo, pareciera que, conforme transcurren los años, van perdiendo peso los intereses más clásicamente filosóficos y van ganando terreno cuestiones menos académicas. ¿Se podría hablar de un giro en su pensamiento hacia temáticas no sólo más concretas sino más sensibles, como la cuestión del cuerpo, el tacto, el sexo?

 

MK: Bueno, yo no diría “giro” exactamente. Y tampoco algo que podría verse en el avance de la producción filosófica de Nancy. Pero déjame atender las palabras que elegiste para preguntarme: cuerpo, tacto, sexo. Nancy, como afirma precisamente en su diálogo de 2016 con Badiou sobre la filosofía alemana, es un “superviviente” de las grandes tradiciones filosóficas. Ya en su libro Ego Sum (1979) sobre Descartes, dice algo más sobre el sujeto moderno de la filosofía y esto es lo siguiente: en el momento de la fundación de la subjetividad moderna, un fundamento que siempre ya incluía todas las posibilidades de su propio agotamiento, es posible otro pensamiento del “sujeto”: máscaras, retratos, fintas y fábulas pueblan los escritos de Descartes de modo que el yo cartesiano no es el “Sujeto de la metafísica”, sino una boca que se espacia y se distingue.

 

Corpus, el libro, muestra tal fuerza fenomenológica, sociológica, teológica y filosófica en sus múltiples orientaciones y enfoques clásicos sobre el cuerpo, desde Platón, Aristóteles y San Pablo hasta Descartes, Hegel, Husserl y Freud, en contra el horizonte de las conocidas mutaciones tecnológicas, biológicas y políticas de nuestra propia cultura. Pero también uno sabe que algunas partes del libro las escribió en el hospital bajo la influencia de la morfina, la llamada “inconsciencia del dolor y el miedo mezclados en el abandono”, por lo que se comprende claramente el mareo en nuestro esfuerzo por comprender el cuerpo.

 

Sobre el tacto: —es Derrida en el libro dedicado a la supervivencia de Nancy y a su trasplante de corazón: El tocar, Jean-Luc Nancy— quien dice que él es, junto con Aristóteles, el filósofo más importante del tacto, y podrás entender que yo, siendo una mujer griega, estoy agradecida por esta dedicación [risas].

 

Respecto al sexo, de nuevo, tenemos algo muy lejano. Cito las últimas líneas de su entrevista con Irving Goh “La deconstrucción del sexo” (que se publicará en inglés en octubre de 2021 por Duke University Press):

 

En Sexistencia cité muchos textos literarios para aclarar esto: sólo la literatura puede tocar —y esta palabra debe tomarse literalmente— el sexo que toca y es tocado. Pero el filósofo no tiene nada que decir, no más como filósofo que como individuo. Cuando follo o cuando me follan no soy un filósofo, esto es especialmente lo que tengo que decir. Y precisamente esta otredad, esa extrema extrañeza que se da al pensar como ‘Sexistencia’.

 

EM: María, hasta aquí has abordado varios puntos interesantes, pero déjame regresar un poco al tema que, ciertamente, abrió un debate importante en las últimas décadas: la idea de “comunidad desobrada” y la idea de “poder” a ella relacionada. Parece probable que el tema de la “comunidad” haya sido especialmente significativo a una generación que había vivido el entusiasmo político del 68 en el marco general de la guerra fría, pero las cosas han cambiado, en Francia y en el mundo entero. ¿Nancy mantuvo su mirada crítica y tensa respecto a los poderes políticos vigentes en Francia? ¿Y qué decir de los poderes globales? Sobre todo, de frente al actual contexto bio-político provocado por la pandemia.

 

MK: ¡Sí! He hablado del tema de la comunidad inoperante. Es importante porque va incluso más allá del 68. Se remonta a los años 30. En pocas palabras, hoy en día todos sabemos que el totalitarismo no es opuesto a la democracia, sino que proviene de su corazón. La comunidad no es una reunión de individuos. En ese sentido no está ni fundada, ni organizada y tampoco instituida.

Algo sucede en el contexto de su no-ocurrencia. De hecho, nadie, ni Jacques, ni Philippe, ni Jean-Luc querían entender, o entendieron, el libro de Blanchot. Hoy, repito, todos sabemos que esta no-ocurrencia o la sublime absentia, que es la literatura misma para Blanchot, proviene de la lectura de Blanchot de la historia de Marguerite Duras entre el hombre y la prostituta en El mal de la muerte, es decir, de su lectura del cuerpo femenino como cuerpo mítico. Pero Nancy lo expresa de manera algo diferente. Dice que, en su libro, Blanchot se revela como un no-demócrata, pero de forma encubierta. ¿Sabes a lo que me refiero? Confesar / no confesar es la base de toda lealtad honesta a la democracia.

 

Por otro lado, yo diría que Nancy mantuvo no una mirada tensa sino intensa. El centro de investigación sobre lo político en París estuvo activo durante los años de Miterrand en Francia. Y Solidarnosc, la cuna de la frase “sociedad civil” fue fundada en Polonia en agosto de 1980. Pero la gente en el centro, como Rancière, Badiou, Balibar, Ferry, Lefort, Sarah Kofman, estaban interesados sólo en lo político. Además, Derrida y Kofman no participaron directamente en lo absoluto. Precisamente por el contexto político. Y por supuesto, hay referencias críticas a políticos franceses, como a Sarkozy en La verdad de la democracia, o en Identidad. Fragmentos, franquezas y en la pequeña conferencia sobre el amor a los niños. Igualmente, hay varios artículos en Libération sobre Macron y las elecciones (que publiqué aquí en México) y un libro completo sobre él: Mascarons de Macron, que para mí es el más divertido que le he leído, realmente conmovedor, pero me pregunto cuánto de Nancy ya está allí.

 

Sobre las potencias globales todo está dicho en su libro sobre la globalización (La creación del mundo o la mundialización) y en todos sus libros que contienen la palabra ‘mundo’, como El sentido del mundo o La piel frágil del mundo. Y todo esto culmina con sus textos sobre la pandemia del Covid-19. Como en su libro sobre el sexo, estamos en un contexto de posbiopoder, posbiopolítica, posFoucault. Hemos llegado al punto de comprender las características biológicas de los virus y sabemos que se propagan por la interacción social y el movimiento de personas. Lo que solía ser divino se ha vuelto humano, demasiado humano (Nancy aquí usa la frase nietzscheana). Por una parte, los seres vivos son mucho más complejos y más difíciles de definir de lo que habíamos pensado, y también descubrimos que la naturaleza y el ejercicio del poder político (“pobres ejecutores”) son más complejos de lo que pensábamos. La pregunta importante es cada vez más clara: ¿Podemos confiar en las tecnologías cuando el conocimiento mismo incluye incertidumbres? Si este es el caso del poder técnico, lo es mucho más del poder político, incluso cuando se presenta guiado por datos objetivos y respondiendo a expectativas legítimas.

 

El virus es una lupa que revela las contradicciones, limitaciones y debilidades de la condición humana, cuestionando como nunca antes nuestra obstinada creencia en el progreso (y su lado oscuro), y nuestro sentido arrogante de nuestra propia indestructibilidad como especie. ¡He ahí toda la disputa con Agamben! Yo estoy del lado de Nancy con respecto a la polémica con él, porque las ideas de éste parecen ahora metáforas sinsentido que, para alguien como yo, que vengo de la ciudad de San Pablo, y que nací en su día [risas], no son significativas sino en su determinación local. Es decir, algunas de las ideas del pensador italiano revelan a alguien que realmente no piensa en un contexto global sino nacional y que niega lidiar u incorporar las incertidumbres y las inconsistencias.

 

EM: Lo que afirmas me hace pensar en que el virus ha sido contagiado de nuestros problemas globales, nuestra idea de “mundo”, en donde situamos al virus mismo, no puede ser sino humana, demasiado humana. Decir “mundo” afila los sentidos frente a su amenaza. Permíteme plantear mi última pregunta desde una franja especialmente vulnerable del “mundo”, desde la realidad latinoamericana, y en particular desde la circunstancia mexicana. ¿Las ideas nancyanas pueden ser significativas para nosotros? Aún más elemental: ¿Alcanzas a visualizar vínculos explícitos entre el pensamiento de Jean-Luc y la cultura latinoamericana?

 

MK: Sí hay vínculos explícitos, en el sentido de la literatura. Te doy tres referencias. En primer lugar, la novela de 1947 Bajo el volcán de Malcolm Lowry, que aparece tanto en su ensayo La comparecencia como en su libro El nacimiento de los senos. Y luego, en Sexistencia, la novela 2666 de Roberto Bolaño, aunque curiosamente Nancy no cita “La parte de los crímenes” (que está inspirada en los feminicidios de Ciudad Juárez), en cambio, la cita proviene de un episodio ruso. Y tercero, la novela Veracruz de Olivier Rolin. Alcohol, crueldad, abismo, novelas eróticas … ¿Qué captas en eso? Creo, México interesó a Nancy en términos del fondo, el fondo de la imagen, la pulsión como concepto fundamental de la meta-psicología. Por supuesto, hay una inflexión freudiana en todo esto, pero, para mí, si tuviera que pensar a México en términos de Nancy, sería a través de “límites” y, por lo tanto, de “libertad”. Su filosofía nunca es total o exactamente filosofía, sino más bien una filosofía llevada a su límite y expuesta a su exceso sin fundamento. Esto es lo que puedo decir.

 

Notas

[1] Esta entrevista se publicó el 28 de agosto en el periódico El Universal: https://confabulario.eluniversal.com.mx/filosofia-de-un-corazon-extranjero-la-muerte-de-jean-luc-nancy/ Edgar Morales y Maria Konta agradecen el periódico por el permiso de reproducirla en el dossier “Homenaje póstumo a Jean-Luc Nancy” de la revista Reflexiones Marginales no. 66.

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