Jean-Luc Nancy: La comunidad, la producción de muerte masiva y lo irrepresentable de la Shoah

SHOAH (CLAUDE LANZAMANN (1985)

 

Resumen

Las aportaciones que Jean-Luc Nancy nos deja en sus obras permiten cuestionar el ser en común, o la existencia en común, en tanto comunidad que no está dada. Esta inexistencia de comunidad se ve reforzada por la decadencia humana expuesta en la producción de muerte masiva en violencias como la Shoah. En este trabajo se aborda la Shoah como un evento que nos obliga a pensar la violencia y su imposibilidad de representación, por lo que se retoman algunas reflexiones de Nancy que nos orienten a buscar la posibilidad de hacer comunidad en las sociedades contemporáneas, y hacer frente a la destrucción mutua.

Palabras clave: Jean-Luc Nancy, comunidad, Shoah, producción, muerte violenta, irrepresentabilidad.

 

Abstract

The contributions that Jean-Luc Nancy leaves us in his works allow us to question the being-in-common, or existence-in-common, as a community that is not given. This non-existence of a community is reinforced by the human decadence as highlighted by the production of mass death in violence such as the Shoah. In this paper, we approach the Shoah as an event that forces us to think about violence and the impossibility of its representation. To do so, we take up some of Nancy’s reflections that can guide us on a quest for the possibility of making community in contemporary societies and confronting mutual destruction.

Keywords: Jean-Luc Nancy, community, Shoah, production, violent death, unrepresentability

 

Hablar de “sentido” y de “verdad” en medio de la agitación militar, de los cálculos geopolíticos, de los sufrimientos, de gestos de estupidez o de mentira no es ser “idealista”: es tocar la cosa misma.

Jean-Luc Nancy, La comunidad enfrentada

 

Preámbulo

 

El siglo xx es considerado como el más violento de todos,[1] diversos estudios apuntan que por eventos violentos murieron aproximadamente 200 millones de seres humanos.[2] Desde ese contexto, Jean-Luc Nancy reflexionó su realidad a partir de las bases del nihilismo, de la negación de que lo común, el ser en común o la existencia en común, debería ser dada o estructurada por entidades como una Nación, Estado, el clan o los aparatos ideológicos.

 

Términos en emergencia como Segunda Guerra Mundial, holocausto, genocidio, exterminio humano y violencia en masa, no pasaron desapercibidos para el pensador, antes bien, reflejaban la decepción humana, de ahí afirmaciones de Jean-Luc Nancy como las expuestas en La comunidad desobrada, donde quizá la más radical de todas, es que “la comunidad nunca existió”.[3]

 

Desde esa afirmación en adelante, el concepto de comunidad en su obra gira sobre un discurso de pérdida o promesa en la historia de la humanidad. Para comprender esta aseveración hay que situarla en los contextos de postguerra después de 1945, así como en la Guerra Fría. Durante este periodo de tiempo Nancy entra en contacto con una serie de pensadores que forjaron la llamada “comunidad de los sin comunidad”,[4] que en la década de 1980 mantuvieron un diálogo profundo del cual resultaron cuatro libros fundamentales para reflexiones venideras: La comunidad desobrada, de J.-L. Nancy; La comunidad inconfesable, de Maurice Blanchot; Communitas: origen y destino de la comunidad, de Roberto Esposito y La comunidad que viene, de Giorgio Agamben.[5]

 

Entre la amplia obra de Jean-Luc Nancy que desembocó en sus reflexiones sobre la inexistencia de la comunidad, existen dos textos que abordan la imposibilidad de representar la violencia. Después de la publicación de La comunidad enfrentada en 2002,[6] un año después en 2003 publica La representación prohibida y La Shoah, un soplo en 2005.[7] En estas reflexiones sobre deconstrucción de la asimilación de las prácticas eliminacionistas y de extermino sucedidas en el pasado siglo, da elementos para pensar la Shoah.

 

Para Nancy la Shoah es un evento ineludible que apertura una serie de pensamientos sobre la violencia acontecida a la existencia compartida, que brinda elementos para pensar la violencia del ser-en-común. Con ello, reflexiona sobre la imposibilidad de representar los hechos violentos y se cuestiona sobre cómo entender las prácticas del exterminio humano que a su vez definen la vida entre unos con otros. Es así como Nancy se plantea la posibilidad de definir una comunidad frente a la violencia del mundo.

 

Cuando lo sucedió en los campos de concentración se murmuraba por toda Europa y el mundo; del exterminio y sus consecuencias para la humanidad, diversos movimientos teóricos cuestionaban lo que dejaba el siglo xx. Muerte masiva y violencia extrema son los rasgos que definen este momento histórico,[8] por ello, las reflexiones sobre la existencia en común para Nancy se tensaban al grado de pensar el ser-en-común desde el trasfondo de las prácticas eliminacionistas desde las cifras de las víctimas o desde la víctima misma.

 

No sin razón las cifras de los genocidios y otras formas de exterminación se han vuelto, si no propiamente nombres, sí semantemas de la modernidad. «Seis millones» es indisociable de la Shoah. «Seis millones», aquí (y otras cifras para otros exterminios, otras masacres), no quiere en absoluto decir «muy grande», ni «demasiado elevado», excesivo ni desmesurado: ¿sería, de hecho, «mesurado» matar a diez judíos, o a cien armenios, o a veinticinco tutsis? ¿Dejar morir de hambre a dos personas, en lugar de a un millón? Estas cifras no apuntan a un rebasamiento (¿de qué norma?, ¿de qué media?): señalan un orden, un registro propio de compromiso y de responsabilidad, del que ellas mismas forman parte.[9]

 

 

Deconstruir la comunidad  

 

Sin embargo, pensar las cifras y las víctimas como cimientos de la comunidad humana, del progreso moderno, de una época de los grandes números de víctimas colaterales y violencia en masa,[10] es lo que gravita en el pensamiento de J.-L. Nancy que emprende a contraluz de estos eventos una deconstrucción de la comunidad.

 

Según Jacques Derrida define el término deconstrucción como la distinción entre la clausura y el fin. Se trata de marcar la clausura de la historia, no de la metafísica globalmente. De esta manera, afirma en una entrevista de 2004 que para la deconstrucción: “[…] no es que haya una metafísica; esto también es un prejuicio corriente. La idea de que haya una metafísica es un prejuicio metafísico. Hay una historia y unas rupturas en esta metafísica. Hablar de su clausura no conduce a decir que la metafísica haya terminado”.[11]

 

Al no terminar la historia y, por tanto, la metafísica, reaperturamos otros puntos de vista de los acontecimientos. Así enfocar de otra manera la realidad violenta en la que estamos inmersos, permite deconstruir los conceptos en filosofía, nos pone frente a rupturas y otras formas de entender a las categorías del pensamiento. No obstante, para Nancy después de pensar a los seres de la comunidad para dar cuenta del mundo y su co-existir,[12] entiende que hay acontecimientos que son inverosímiles de obviar, si la comunidad es este ser-con, es el ser-los-unos-con-los-otros, ¿qué nos queda decir de las guerras, las revoluciones, las masacres, exterminios y las violencias que acontecen en el mundo? Si recordamos durante los recuentos y los estragos que marcaron a la historia, que al final son la perdida de micro-historias singulares,[13] y los nombres que fueron emergiendo en estas masacres, como: genocidio o uno de los más emblemáticos como la Shoah, holocausto, son nombres de acontecimientos irrepresentables para Nancy, pero puestos al pensamiento.

 

Las reflexiones sobre los campos de exterminio que dejaron la Segunda Guerra Mundial, ante lo cual sobresale un problema que surge por la incomprensión sobre las imágenes y las representaciones del exterminio humano hecho por los nazis.[14] Para Nancy aquí la comunidad está en juego. Pensar una comunidad que aparece como la gran productora de violencia, sostenida por las víctimas y la muerte producida por la misma comunidad, hace afirmar a Nancy en Ser singular plural que una comunidad: “[…] no se da más que en la muerte, y no precisamente en el cementerio, que es un lugar de espaciamiento, de distinción: sino en la ceniza de los hornos crematorios o en las pilas hacinadas de cadáveres”.[15]

 

Dicho de otra manera, para Nancy una deconstrucción de la comunidad piensa a las sociedades contemporáneas, su violencia y la gran producción de muertos y la repetición de esas violencias,[16] bajo el supuesto de un pensamiento de una comunidad por venir o el sueño de regresar a un tiempo y espacio donde todo era mejor,[17] lo cual suponen un nihilismo. El nihilismo de la comunidad no se refiere a ideas de decadencia o degradación que presuponen un estado anterior mejor, “la añoranza del estado anterior es tan antigua como Occidente”,[18] nos dice Nancy en una entrevista de 2013:

 

La Edad de Oro es una invención griega. Solo entre los judíos no existe la Edad de Oro, ya que el estado anterior fue el esclavismo. El retorno de la lamentación por lo anterior es una gran constante en nuestra historia. Ya se ha dicho demasiado, pero jamás se logra superar. […] Si admitimos esto es porque tal vez no se puede hablar ya ni siquiera de una decadencia. El nihilismo, una palabra del siglo xix precisamente, tiene la ventaja de no hablar de un antes, al parecer. Al mismo tiempo, este “antes” no desaparece del todo, ya que, si decimos que no hay nada, se supone que pudo haber algo. Cuando en los siglos xvii y xviii se preguntaban “¿por qué hay tal cosa en lugar de nada?”, el nihilismo decía: “no hay nada donde se sigue creyendo que debe haber algo […].[19]

 

El nihilismo de la comunidad consiste en afirmar que ¡la comunidad nunca existió! Para Nancy la sociedad contemporánea no vino a disolver con el Estado, la industria o el capital, una comunidad anterior, sino que la sociedad se entiende como una asociación dislocadora de fuerzas, de las necesidades y de los signos, que tomó el lugar de algo para lo que no tenemos nombre, ni concepto en particular, porque la

 

[…] sociedad no se ha hecho sobre la ruina de una comunidad. Se ha hecho en la des­aparición o en la conservación que —tribus o imperios— no tenía tal vez relaciones con lo que llamamos comunidad que con lo que llamamos sociedad. De modo que la comunidad, lejos de ser lo que la sociedad habría roto o perdido, es lo que nos sucede —pregunta, espera, acontecimiento, imperativo— a partir de la sociedad.[20]

 

La comunidad al final es lo que permite el encuentro entre los sujetos. Para Nancy no hemos perdido a la comunidad y, por lo tanto, nada está perdido, en cambio, estamos perdidos nosotros sobre los que en aras del vínculo o lazo social (las relaciones de comunicación), nuestra invención, “[…] recae pesadamente como la red de una trampa económica, técnica, política, cultural. Enredados en sus mallas, nos hemos forjado el fantasma de la comunidad”.[21]

 

Sin embargo, este fantasma de comunidad no es propia de lo contemporáneo, Edward Hobsbaum destaca la existencia de un diagnóstico limitado para entender esto desde la frontera entre la guerra y la paz, que dejó de ser claro en su análisis del siglo xx,[22] Hobsbaum recupera registros de violencias anteriores en la historia de la humanidad que impiden replantear el tema de la comunidad como una reconducción a ejemplos del pasado, porque aparecen otras fronteras como las del orden y el desorden, lo común y lo no común, ingresando a una metamorfosis que, junto a la idea de las Naciones o Estados contemporáneos, dio paso también a comunismos y socialismos que hizo más confuso el problema de la comunidad, no obstante, se mantuvo una inercia por la pérdida y búsqueda incesante de la misma.

 

De esta manera no se trata solo del horizonte del orden social y de cómo las distintas violencias afectaron a todo el mundo, porque debemos analizar a las reconstrucciones de la comunidad en tiem­pos de terror, geopoder y metropolítica que evidenciaron las ruinas y la orientación de una vida que se vive supuestamente en común o que hemos entendido de manera común.[23]

 

Lo imposible de representar la Shoah

 

En ese nudo hablar del sentido del ser-en-común, del estar-juntos o de la vida en común, bajo el horizonte de los recuerdos e imágenes violentas que produce la historia de la humanidad,[24] desde la repetición sobre del dolor y sufrimiento, J.-L. Nancy piensa los conceptos de holocausto y Shoah como términos vacíos, porque en el intento de representar lo sucedido en los campos de concentración y exterminio, transforman de la imagen de dolor y sufrimiento a un consumo global. De tal manera, hay un momento clave para entender lo anterior, a saber, cuando se pone en cir­culación la significación del término Shoah, que se incorpora al léxico internacional después de la pelí­cula de Claude Lanzmann en 1985, Shoah usado con una gran carga teórica. En principio este concepto “[…] ha sustituido a otros que podían ubicar el exterminio de los judíos de Europa en contigüidad con otras masacres de las cuales esta situación, precisamente, quería distinguirlo sin reservas”.[25]

 

La preocupación de las distintas reflexiones tienen como intención exponer que esos testimonios y prácticas eliminacionistas y de exterminio nos parezcan contemporáneos bajo el nombre de Shoah (que en español lo entendemos como catástro­fe), pero el concepto en uso para la masacre y exterminio sostiene lo siguiente: este concepto intenta re­presentar lo acontecido, lo cual “[…] no se parece a ninguna otra cosa y es preciso conservarlo y considerarlo firmemente en la desemejanza”.[26]  A saber, el problema de un concepto que se eleva como no semejante a los demás acontecimientos violentos, que evita comprenderlo en su totalidad, es el reciclaje de un término que amenaza con el olvido, porque en la pronunciación de Shoah surge una irrepresentabilidad inefable, que nos traslada y nos acerca al olvido del exterminio acontecido. Lo mismo sucede con llamar a esa violencia intencionada con la significación de holocausto que refiere al sacrificio religioso entre los judíos donde se quemaba la víctima completamente, para fines de este ritual.[27]  Sin embargo, Nancy aborda lo siguiente:

 

No quiero oír hablar de Shoah, pero tampoco quiero escuchar el silencio envolvién­dola. Cuando no se habla de ella, resuena, angustiante, el silencio. Es preciso escuchar la repetición, la machaconería, la discusión sobre lo presentable y lo impresentable, […] sobre la fricción y su carácter inaceptable, y también, todos los debates sobre las asimilaciones fundadas o dudosas, cuando se habla de nuevo holocausto aquí, de nuevo hitlerismo allá, y genocidio un poco en todas partes. Es preciso escuchar, justamente, toda esta aglomeración, este atascamiento y casi esta asfixia de nuestros discursos por una presencia obsesionante, proliferante, totalitaria, podríamos decir. Porque esta presencia es, por cierto, la sombra espesa que se extiende sobre nosotros a partir de un acontecimiento cuyo motivo singular radica en haber sido total, haber puesto en juego la totalidad de la humanidad como tal, integralmente.[28]

 

Y en eso consisten, finalmente, los nombres que tratan de signar a una esencia que escapa, el no poder representar el exterminio realizado por los nazis, y convertirlo en cosa, en Shoah, nos perturba comprender que las cosas también resisten al tiempo, “[…] pero no como un pasado presentificado en el recuerdo: como el presente que va”,[29] como tal, toda la humanidad se expone infame para Nancy, infame quiere decir “desacreditada, indignada de estima, innoble, carente de reputación y dignidad. Infame: lo que no puede decirse, proclamarse, celebrarse”.[30] Porque nosotros nos evidenciamos tan frágiles como una voz, un soplo que es imposible de pronunciar, un soplo entrecortado, esto nos demuestra una miseria en nuestro parapeto continuo de discursos acumulados sobre la comunidad que niega, en ocasiones y reivindica su pasado, por ende, es lo que se instala:

 

[…] en el desprecio de la fragilidad del ser y la discreción del lenguaje. Esta situación indica que nos queda la fragilidad y una palabra entrecortada. Todos nos hemos convertido en Menschen, hombres que no pueden proclamarse y a quienes, por el contrario, se llama uno por uno indiferentemente.[31]

 

Aquí, en las experiencias sobre el exterminio es donde hay una crisis sobre la representación, para Nancy la conceptualización y el intento de representación de un acontecimiento como lo que trata de hacer la Shoah es imposible porque “reduce la realidad del exterminio a un bloque macizo de presencia significante (a un ídolo), como si aún hubiera allí una realidad sensible, forma o figura que remita a una forma inteligible, como si tuviera que haberla”.[32] Esta crítica de Nancy no solo apunta al ejercicio conceptual, también a toda una producción cultural como la serie televisiva norteamericana Holocausto de Gerald Green de 1978. Además de toda otra sarta de producciones gore sobre el extermino o prácticas eliminacionistas contemporáneas,[33] estos a veces con el impuso de conmemorar, donde se limitan a ser señalamientos y pese a ello no hacen señalizaciones estrictas, sino que desdibujan en la brutalidad, lo que para Nancy es imposible de representar.

Dentro de ese marco, existe una cuestión propia de la imposibilidad de representación de la Shoah, para Nancy:

 

[…] o bien no la hay sino a través de un pathos compresible, pero sin rigor— tiene que obedecer a la condición misma que la Shoah impone a la representación, lo cual equivale a decir también: debe tratarse de lo que este acontecimiento representa en el (o del) destino occidental. [… ] Shoah es también una crisis última de la representación (al enunciarlo no hay ninguna abstracción, ninguna fría conversión en el concepto).[34]

 

A través de lo cual por representación no se entiende como repetición, no es la repetición del re- del término, sino como intensivo, que se retoma el término desde el prefijo re- de las lenguas latinas que refieren en lugar de repetición a intensivo o frecuentativo, de ahí que repraesentatio es una presentación recalcada destinada a una mirada determinada, quiere decir exponer con insistencia. Esto sirvió para traducir a las lenguas latinas del griego hypotyposis que designa, esbozo, esquema, es la presentación de los rasgos de una figura, sin idea de repetición, por ello llevado a la filosofía por Nancy, la representación significa: “[…] la constitución del objeto en tanto que tal […], la representación es una presencia presentada expuesta o exhibida”.[35]

 

Con este esfuerzo conceptual, la Shoah no es representación del exterminio, porque la representación “saca la presencia de la inmediatez, en cuanto la hace valer como tal o cual presencia”,[36] porque declara impotencia para representar. Muestra una flaqueza en la compresión que todo concepto quiere representar cuando del exterminio o del exterminado se trata. De este modo cuando la Shoah nos muestra que:

 

[…] el exterminado es aquel que antes de morir, y para morir de conformidad con la representación del exterminador, ha sido vaciado de la posibilidad representativa, es decir, en definitiva, de la posibilidad de sentido, y se convierte así, aún más que en un objeto (que hubiera dejado por completo de ser un hombre, fuera un objeto para un sujeto), en otra presencia, amurallada en sí frente a la de su verdugo.[37]

 

Todo intento de representar a la violencia es imposible, en el caso del exterminio, la Shoah impide mirar que aquello que se enfrenta como verdugo y exterminado es un enfrentamiento entre dos seres-en-común, así, aunque las existencias son acontecimiento y no representación, lo son en la inmediatez del ser-puesto-ahí, violentado y aniquilado.

 

Comunidad enfrentada

 

El exterminio nazi con aproximadamente once millones de muertes, son once millones de asesinados en nombre de un discurso.[38] Un exterminio que buscó el origen de la comunidad en la sangre de los hombres, mujeres, niños y ancianos, es de esos tipos de acontecimientos que obligan en Nancy una reflexión sobre el enfrentamiento de los seres-en-común. Una explicación de aquello que no se trata de una guerra de civilizaciones, sino de una desgarradura interna de la civilización única que civiliza y barbariza el mundo con el mismo movimiento, impulsada por una única destinación del mundo y que se metamorfosea como globalización. Esto para Nancy, ya tocó la extremidad de su propia lógica y se cae en complicidad si no se piensa o toma en consideración los acontecimientos de la violencia alrededor del mundo.

 

Así, atendiendo a estas consideraciones Nancy afirma:

 

Con eso es con lo que hay que trabajar: con la comunidad enfrentada a sí misma, con nosotros enfrentados a nosotros, con el con que se enfrenta al con. Un enfrentamiento que sin duda pertenece esencialmente a la comunidad: se trata a la vez de una confrontación y de una oposición, de un adelantarse a sí mismo para desafiarse y ponerse a prueba, para dividirse en su ser con una separación que es también la condición de este ser.[39]

 

Sin duda, el enfrentamiento es un movimiento de separación radical, nosotros enfrentándonos a nosotros: ahí en la separación se radicaliza aún más, la figura de un individuo que no resiste la carga del con, del ser-con, involucrado en un enfrentamiento que intenta homogeneizar a todos mediante el pensamiento de lo Uno, en este caso Nancy afirma en las primeras líneas de La comunidad enfrentada:

 

Lo que nos está ocurriendo es una extenuación del pensamiento de lo Uno y de una destinación única del mundo, cosa que se agota en una única ausencia de destinación, en una expansión ilimitada de la equivalencia general o bien, inversamente, en los sobresaltos violentos que reafirman la omnipotencia y omnipresencia de un Uno que se ha vuelto —o que ha vuelto a ser— su propia monstruosidad.[40]

 

A este respecto, el hilo conductor de la comunidad enfrentada es la confrontación de los seres en común, del ser-con, de la co-existencia envueltos en la monstruosidad de lo Uno. Atendiendo a estas consideraciones en el diálogo que sostiene Nancy con Maurice Blanchot en la década de 1980, se hace explícita una búsqueda incesante por una representación, que tiene como principio el pensamiento de lo Uno, porque esta tendencia hacia lo Uno dislocada a los hombres, es decir, la comunidad no teje el vínculo de una vida superior inmortal o transmortal, entre sujetos, miembro, “remite a una unidad suficiente (el individuo) que se asociaría según un contrato, o bien por la necesidad de sus menesteres, o más aún por el reconocimiento de un parentesco de sangre o de raza, incluso de etnia. […] encaminada a la muerte de los llamados tal vez sin razón miembros”. [41] En efecto, estos miembros son aquellos que se enfrentan unos con otros (son la comunidad enfrentada) en los lugares más recónditos a la vez tan expuestos por este planeta global.

 

En todo caso:

 

[…] de uno y otro lado de la apertura del mundo que se produce con el nombre de “globalización”, lo que se separa y se enfrenta a sí misma es la comunidad. Otrora las comunidades pudieron pensarse distintas y autónomas sin buscar su absorción en una humanidad genérica. Pero cuando el mundo termina por hacerse mundial y cuando el hombre termina por hacerse humano (es en ese sentido, también, que se vuelve “el último hombre”), cuando “la” comunidad se pone a farfullar una extraña unicidad (como si solo pudiera haber una y como si debiera haber una esencia única de lo común), entonces “la” comunidad comprende que es ella la que está abierta — apertura vacante, abierta sobre su unidad y sobre sus esencias ausentes— y es ella la que enfrenta, en ella, esta fractura.[42]

 

Nancy, quien recorrió todo este contexto marcado de eventos violentos y producción de muerte masiva, permite dar lectura a la pregunta por la comunidad desde tópicos que pueden ser entendidos como un problema que se plantea dentro de la filosofía desde la Antigüedad hasta nuestros días y es el testimonio que tenemos como humanidad de la disolución, dislocación o enfrentamiento de los unos-con-los-otros en comunidad. Para Jean-Luc Nancy el mayor problema que se presenta en la filosofía a finales del siglo xx es el problema de la comunidad y su enfrentamiento esta escena donde la filosofía tiene un interés profundo cuando se trata de poner en entre dicho la base de un sujeto del pensamiento moderno, de un ser ensimismado en conocer el origen de su propia existencia, que tiene como primer plano aludir a la subjetividad y a la individua­lidad donde hay una distancia inquebrantable entre individuos ensimismados en su subjetividad, que aparecen como individuos encerrados sobre sí mismos en nuestras sociedades contemporáneas.[43]

 

Lo que Nancy define y piensa es el ser-en-común, el ser-con, que aparece en su enfrentamiento en común, es decir, ¿Qué pasa cuando las comunidades no tienen un arraigo de sangre y tierra, donde aparecen multitudes de la nada y donde solo comparten la simultaneidad? Aquí no bastan las formas de producción, las guerras o la escenificación política o el resguardo de la comunidad para proteger a la vida supuestamente común. De hecho, lo que erige el sentido de muchas sociedades hoy en día, es la multiplicidad de violencias, así como los millones de muertes producidas por esas violencias y por los conflictos incesantes[44] que demuestran su detrimento. Estos conflictos ponen en crisis nuestras preconcepciones sobre lo humano y los saberes de la comunidad, que se han moldeado a lo largo de la historia.

 

Sin embargo, cabe preguntarse ¿qué puede ser modelado por lo humano? La respuesta es la naturaleza, la sociedad humana, la humanidad. Para Nancy el problema radica en la caída de un inmanentismo totalitario, porque esta base impulsa a diversas promesas comunitarias o reclamos de identidad territorial que terminan por ser partícipe de violencias y sufrimientos. De esta forma, cuando el ser humano aparece como un ser que produce, como aquella entidad que puede moldear todo, nos deja entrever que tanto lo económico, lo tecnológico y la fusión política, para Nancy son  bases que alientan la existencia de un totalitarismo “[…] y que tal vez sería mejor denominar inmanentismo, si no es necesario reservar esta designación a ciertos tipos de regímenes, en vez de ver en ella, por una vez, el horizonte general de nuestro tiempo que engloba también las democracias y sus frágiles parapetos jurídicos”.[45]

 

En la obra de Jean-Luc Nancy la exigencia es replantear la pregunta por la existencia compartida para mirar posibles re-construcciones de un proyecto sobre una nueva comunidad, teniendo siempre en cuenta que el pensamiento es relación con el mundo y el mundo implica una vida con los otros. ­Entonces pensar el enfrentamiento de comunidad contra comunidad, extranjera contra extranjera y familiar contra familiar, de producción de muerte y enfrentamiento fratricida, [46] es pensar que este enfrentamiento de los seres-en-común al “comprenderse a sí mismo, comprende que la destrucción mutua destruye incluso la propia posibilidad del enfrentamien­to, y con él la posibilidad del estar-en-común o del coestar”.[47]

 

Bibliografía

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  16. UNODC, Estudio mundial sobre el homicidio, Viena, 2019.

 

Notas

[1] Véase en E. Hobsbawm, Guerra y paz en el siglo XXI, ed. cit., pp. 23 y 29-30. En el presente, en los últimos 15 años las formas de morir en el mundo han cambiado: el Estudio mundial sobre el homicidio de 2019, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), afirma que 464 mil personas en todo el mundo fueron víctimas de homicidio en el año 2017.
[2] Idem.
[3] Jean-Luc Nancy, La comunidad desobrada, ed. cit., p. 29.
[4] Peter Pál, Filosofía de la deserción: nihilismo, locura y comunidad, ed. cit., p. 21 y ss.
[5] J.-L. Nancy, La comunidad desobrada, ed. cit., pp. 29-35; Roberto Esposito, Communitas: Origen y destino de la comunidad, ed. cit.; Maurice Blanchot, La comunidad inconfesable, ed. cit.; Giorgio Agamben, La comunidad que viene, ed. cit.
[6] J.-L. Nancy, La comunidad enfrentada, ed. cit. La publicación en francés es de 2002 por la editorial Galilée, París.
[7] Véase J.-L. Nancy, La representación prohibida. Seguido de La Shoah, un soplo, ed. cit. La publicación en francés en 2002-2005 por editorial Galilée, Paris.
[8] Cf. E. Anstett y Jean-Marc Dreyfus (eds.), Human Remains and Mass Violence: Mass Violence, Genocide and the Forensic Turn, ed. cit, pp. 4 y ss.
[9] J.-L. Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 194.
[10] Cf. Zygmunt Bauman, Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global, ed. cit.
[11] Véase Jacques Derrida, Le Monde, entrevista, martes 12 de octubre 2004, ed. cit.
[12] “La ciudad no es en principio la «comunidad», como tampoco es en principio «el espacio público»: es al menos tanto como la revelación del ser-en-común como disposición (dispersión y disparidad) de la comunidad representada como disuelta en interioridad o en transcendencia. Es la «comunidad» sin origen común”. J.-L. Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 39.
[13] Cf. Reinhart Koselleck, Los estratos del tiempo: estudio sobre historia, ed. cit., p. 93 y ss.
[14] Marie-José Mondzain, ¿Pueden matar las imágenes? El imperio de lo visible y la educación de la mirada después del 11-S, ed. cit., p. 15 y ss.
[15] J.-L. Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 168.
[16] E. Hobsbawm, Guerra y paz en el siglo XXI, ed. cit., pp. 23 y 29-30.
[17] Véase Rousseau, El contrato social. ed. cit.
[18] J.-L. Nancy, “Cuando el sentido deja de hacer mundo…”, ed. cit., s/p.
[19] Idem.
[20] J.-L. Nancy, La comunidad desobrada, ed. cit., p. 29.
[21] Ibidem., p. 30.
[22] Cf. E. Hobsbawm, Guerra y paz en el siglo XXI, ed. cit., pp. 23 y 29-30.
[23] Véase J.-L. Nancy, La creación de mundo o la mundialización, ed. cit., p. 17 y ss.
[24] Marie-José Mondzain, ¿Pueden matar las imágenes? El imperio de lo visible y la educación de la mirada después del 11-S, ed. cit., p. 15 y ss.
[25] El término holocausto proviene del griego antiguo y significa «quemarlo todo» véase en. J.-L. Nancy, La representación prohibida, ed. cit., p. 9.
[26] Ibidem., p. 10.
[27] Idem. Véase también Brady Stephenson, “The sacrifices”, ed. cit.
[28] J.-L. Nancy, La representación prohibida, ed. cit., pp. 75-76.
[29] Ibidem., p. 77.
[30] Idem.
[31] Ibidem., p. 79.
[32] J.-L. Nancy, La representación prohibida, ed. cit., p. 31.
[33] Idem.
[34] Ibidem., pp. 33-34.
[35] Ibidem., p. 37.
[36] Idem.
[37] Ibidem., p. 59.
[38] A. Aguirre, Nuestro espacio doliente, ed. cit., p. 39 y ss.
[39] J.-L. Nancy, La comunidad enfrentada, ed. cit., pp. 33-34, (el subrayado es nuestro).
[40] Ibidem., pp. 9-10.
[41] M. Blanchot, La comunidad inconfesable, ed. cit., p. 28.
[42] J.-L. Nancy, La comunidad enfrentada, ed. cit., p. 13.
[43] Véase Felix Guattari y Suely Rolnik, Micropolítica. Cartografías del deseo, Madrid, ed. cit., p. 11 y ss.
[44] Sobre los conflictos violentos en el mundo actual véase el Conflict Barometer I Heidelberg, ed. cit., p. 4.
[45] J.-L. Nancy, La comunidad desobrada, Op. cit., p. 16.
[46] Idem.
[47] Ibidem., pp. 13-14.

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