Algoritmo: metafísica y libertad dentro de la técnica contemporánea

“ODA A LA ALEGRÍA”, MANUSCRITO DE LUDWIG VAN BEETHOVEN, NOVENA SINFONÍA

 

Resumen

El presente artículo es una reflexión filosófica sobre la técnica. Tomamos como punto de partida dos noticias que involucran un cambio de percepción del mundo con la intención de mostrar que ya no tanto los dispositivos, sino los algoritmos son los que adquieren mayor relevancia en la transformación de nuestro pensar y sentir.  El objetivo es describir como las condiciones actuales expresan una paradoja perenne, entre la destrucción de la vida y la libertad, que nos es originaria como sino. Para llevar a cabo este análisis, tomamos como ejes principales las ideas de Jünger, Virilio, Sloterdijk y Stiegler.

Palabras clave: algoritmo, interoperatividad, sino, solicitar, técnica, sugerencia.

 

Abstract

This paper is a philosophic reflection about technique. We take it two news related to the change of world’s perception, with the intention of showing that it is not so much the devices, but the algorithms that are acquiring greater relevance in the transformation of our thinking and feelling. The goal is to describe how current conditions express a perennial paradox, between life’s destruction and liberty, which is native (original) to us as fate. To do so, the ideas of Jünger, Virilio, Sloterdijk and Stiegler are taken as main axes.

Keywords: algorithm, interoperability, fate, solicit, technique, suggestion.

 

La pregunta sobre nuestro lugar en la existencia y hacia dónde vamos, siempre va ligado con la técnica; en nuestros tiempos, un pequeño cambio en la distribución y operación resulta en una movilización total del mundo (libertad o destrucción). Nosotros podemos vislumbrar dicha afirmación a partir de dos noticias relevantes en el aspecto técnico. La primera noticia es la respuesta del CEO de Netflix respecto al surgimiento de nuevos sistemas de distribución de contenido audiovisual, la cual fue “Sleep is my greatest enemy”.[1] La segunda noticia es la declaración de Mark Zuckerberg en la conferencia virtual Facebook Connect 2021 respecto al metaverso, insinuando un progreso de la manera actual de comunicación e interacción que responderá a la velocidad del desarrollo de la tecnología.[2]

 

La sugerencia no es inocente

 

Respecto a la primera noticia, me parece importante poner en contexto el propio algoritmo de Netflix respecto a las sugerencias. El desarrollo de este algoritmo parte de una catalogación que se retroalimenta de los datos de uso y tiene como fin formar parte de nuestra vida a partir de lo que podemos hacer en la pantalla: “[…] competimos en general por tiempo de pantalla, es decir, no sólo contra un proveedor, sino contra todas las cosas que puedes hacer con esa pantalla”.[3]

 

Podríamos pensar que el algoritmo de sugerencias es una fórmula matemática compleja; pero en realidad es una topología. Cada contenido se incorpora al algoritmo con una serie de etiquetas. Todas las etiquetas se relacionan con otras para poder dar inicio a las rutas de sugerencias. Cuando nosotros escogemos una serie de contenidos, aportamos datos como lugar, horario, e inclusive las secuencias de uso.

 

Lo que parece una cierta transparencia en el algoritmo, en realidad es una caja negra que nos imposibilita entender que sucede. Desconocemos el proceso que da origen a las relaciones que se crean en esta topología. Si lo vemos a partir de la ingeniera inversa tendremos que es una red de flujo que, dadas las dimensiones de datos incluidos, se vuelve un problema de decisión optimizada NP-hard: le es imposible a cualquier computadora moderna encontrar la razón de una relación determinada entre un contenido y otro.

 

Todavía el algoritmo lo vuelve aún más oscuro cuando llaga a mencionar “porque viste X contenido, te sugiero Y1, Y2 y Y3”. No podemos discernir si de X a Y1 se uso el mismo tipo de relación que de X a Y2. Lo que sí podemos decir es que esta caja negra se incorpora en nuestra vida y compite por formar parte de toda nuestra actividad en la pantalla.

 

Me parecen pertinentes las ideas de Jünger para entender la consecuencia de estas líneas. El autor deja claro la necesidad de un cambio de pensamiento y lenguaje que carga con un poder destructivo: “La controversia roza aquí la capa última del poder, la más concreta, la que posee una relación inmediata con la magnitud legitimadora, con la metafísica, es decir, con la figura del trabajador y esto es lo que eleva la controversia al rango de un espectáculo sumamente específico, sumamente apasionado, si la mirada atraviesa sus velos retóricos y aritméticos”.[4]

 

La figura del trabajador o la metafísica es aquel poder destructivo, una celeridad que moviliza al mundo como una totalidad: “[…] aspira a alcanzar la velocidad de los proyectiles […] se ha apoderado de toda la actividad en cuanto tal”.[5] Los medios en que esta fuerza oculta su acción son los velos retóricos y aritméticos. Por el velo retórico, se entiende los signos ya establecidos que se relacionan con el orden burgués, esto es, no se utiliza la técnica como poder que va a modo con su existir. Este velo es el discurso del progreso.

 

El segundo velo es el aritmético, que tiene que ver con la univocidad, un concepto general que es el motor de dicho progreso: “[…] como por una matemática diabólica, a abocar al nihilismo”.[6] Este nihilismo es la abstracción del ser humano, erradicándole su historia, sus relaciones y oposiciones. La raíz de este nihilismo es una caracterología “científica” del tiempo y el espacio como ritmo, repetición del mismo proceso del cual las fórmulas representan esa condición de “seguridad”.[7] El segundo velo es la máscara que conlleva la muerte del individuo.[8]

 

Es claro que Jünger pensaba estos problemas a través del objeto técnico y no en el algoritmo; pero si abordamos estas ideas a partir de la reflexión sobre Netflix, el dispositivo parece quedar en un segundo plano: no importa si estás en la pantalla del televisor, o en la computadora, o en el celular, es exactamente el mismo hecho. El algoritmo se oculta en estos dos velos. El primer velo, el retórico, es preguntarse sobre la técnica por medio de las sugerencias de compra de servicios, o mejor dicho, lenguaje Geek: hablar de técnica ahora es volverse dependiente de los progresos y usos que están sustentados en una cultura paralela al algoritmo.

 

La raíz de este primer velo es el desfase que tenemos respecto a la integración de la técnica a la vida, que es el lugar del propio ser humano respecto a la caja negra. El segundo velo sería pensarse como el ingeniero o programador de estos algoritmos, dándonos la falsa idea de seguridad y control sobre la técnica. Incluso Vilém Flusser, guiado por la lectura de Jünger, menciona al metaprograma como la subordinación del programador, asignándole el papel de funcionario.[9] En realidad el carácter de artífice o maestro está perdido: “Ya no hay una actividad manual, ningún oficio artesanal, que pueda aprenderse a fondo, en el que pueda alcanzarse una maestría completa. […] Lo único constante es la variación y contra ese hecho se estrellan y hacen añicos todos los afanes orientados a la posesión de cosas, a la satisfacción o a la seguridad”.[10]

 

Entonces, esa vieja analogía de Bacon sobre conocimiento y poder queda desfasada por la celeridad que hace surgir constantemente cajas negras. Aún conociendo el proceso de la formación de las relaciones de sugerencias de Netflix, no lograremos la integración orgánica de la técnica como la pensaba Jünger. En primer lugar, porque dicha integración si bien en Jünger se menciona con una analogía respecto al pensamiento aritmético, no busca la utilización de fórmulas para subordinar; debido a que nos situaría sólo en el carácter destructivo de la técnica.[11] En segundo lugar, el cuestionamiento por la técnica nos aleja de la idea del taller: fuera del desarrollo de técnicas, en las que el aprendizaje es la suma cosas particulares, se trata de  abordar a la técnica en su totalidad, incluyendo los casos incalculables.

 

Estamos en el período de lucha en el que se juega la disolución de singularidades debido al proceso de la modernidad y la articulación de la técnica. El comienzo de la integración es dar cuenta de la variabilidad de la técnica, la cual el ser humano no puede determinar, ni frenar. El problema metafísico, para Jünger, es el lugar medio del ser humano respecto a la técnica.[12]

 

Las ideas de Heidegger abonan más cuando distingue entre la verdad dentro de la técnica moderna y la ἀλήθεια. Estamos entre la provocación a la naturaleza y la posibilidad de salir de lo oculto a partir de una poética. El autor apela a una preparación previa: “[…] no podemos esperar precisamente que allí donde hay peligro podamos echar mano de lo que salva de un modo inmediato y sin preparación previa […] no son tipos ordenados, uno al lado de otro […]”.[13]

¿De qué tipo de preparación podríamos hablar respecto a la técnica, y en este caso al algoritmo, si de la estructura de emplazamiento puede ocurrir lo terrible o la libertad? Hay una ambigüedad en la técnica que parte del lugar del ser humano, el cual es solicitar. En estos momentos se hace patente que la técnica supera lo que el alfarero hace con la jarra o el programador con el algoritmo y su despliegue en los dispositivos. El algoritmo se vuelve parte de la estructura de emplazamiento, requiriendo un paso atrás para superar un posicionamiento polarizado respecto a la técnica: “En vistas al advenimiento de la cosa como cosa, un simple cambio de toma de posición no es capaz de nada […]”.[14]

 

Tanto con Jünger como con Heidegger se da una reducción a la determinación del ser humano y se habla de libertad como un sino. Esta paradoja es la que responde a la movilización total del mundo como hoy lo conocemos. El ser humano puede reducirse a ser el usuario o bien puede coordinarse con la técnica, tomar posesión de las instalaciones diría Jünger.

 

El constante intento de incorporación orgánica de la técnica a nuestra vida lleva una condición particular de acuerdo con el pensador de Heidelberg. Si es capaz de superar esa primera fase de destrucción, puede llegar a la paz perenne: “La tarea de la técnica […] consiste en hacerse apropiada para servir a un poder que es el que en última instancia decide de la guerra y de la paz y, con ello, de la moralidad o la justicia de esas situaciones”.[15]  Es menesterosa la idea de que la técnica no es neutra, adquiere un carácter político.

 

El algoritmo, además de abarcar hechos de consciencia, es capaz de establecer legitimidades. Por lo que la lucha y preparación previa de la que habla Heidegger no es por la facultad para calcular cajas negras algorítmicas, sino ver la potencia que tienen estás para generar imágenes y legitimar su uso, ocultando estas acciones por su instrumentalización (la sugerencia). Flusser, leyendo a Heidegger y a Jünger, retoma el papel de la vivienda burguesa, donde los significados son las paredes de dicha casa que encierran el campo visual.[16] La caja negra debe quedar cibernéticamente negra, mas no su potencia; porque se tendería a la reflexión banal.[17]

 

Si volvemos directamente a la noticia, esta incorporación parece tener un límite, al menos en el ejemplo sobre Netflix: el sueño es el único lugar que la técnica no puede abarcar en su totalidad. Incluso si pensamos en el “combate de las figuras”[18] que propone Jünger, y que Flusser extiende como una revolución en el pensamiento, el sueño no sigue al pie de la letra los signos, haciendo, me parece, insuperable la fase destructiva de la técnica. Lo anterior no significa que no se pueda realizar este carácter integrante de la técnica, sólo que la paz no es encontrar aquel hecho inmutable que vuelva perenne la integración.

 

En tanto siga latente el peligro de la técnica y la reflexión no banal sobre ella, podremos superar la polarización e integrarla a la vida: ni ludismo, ni optimismo. Quedan en nuestra reflexión un punto de apertura: si llegamos a la conclusión de que ya no somos los determinantes del devenir técnico ¿qué coordinación con la técnica podríamos imaginar dejando al margen el campo de los símbolos sugerentes? ¿qué tipo figuras y tipos de guerra podemos esperar considerando al algoritmo?

 

El campo de batalla inicia con el sueño

 

Ahora podemos exponer algunos elementos de la noticia del metaverso pertinentes a lo comentado. Empezamos con el tema de la inmersión. La empresa Meta busca pasar por tres aspectos importantes en términos de campo visual: 1) “enriquecer” la experiencia, 2) añadir capaz al mundo y 3) trascender el mundo físico. El límite ya no es la pantalla como en Netflix, sino abarcar todo el campo visual. El mundo y la técnica ahora no son vistos en sí mismos, sino para la constitución de un cine colectivo: “[…] el metaverso no es algo que estamos creando, sino que creamos cosas para el metaverso”,[19] se declaró en esta conferencia.

 

Más que ampliar y erradicar las distancias, parece que la técnica clausura al mundo en dos aspectos: realidad virtual y realidad aumentada. Si bien, no se puede hablar de interiorizar el algoritmo, parece que no hay otra solicitud más que la inmersión. Todo lo centramos en aspectos ópticos, hasta las haptic technologies tienen falsos sentidos de presencia y sensación.[20]

 

El cumplimiento de la inmersión se lograría por la arquitectura de software. La raíz de la idea de trascendencia del mundo físico es superar lo natural, pero también superar por una interoperatividad el trabajo que conlleva tratar al mundo en esfuerzos individuales. Lo que suma a lo ya dicho respecto al algoritmo de sugerencias son: 1) se plantea diseñar una inteligencia artificial en la que todos pueden participar; 2) el motivo es la aceleración de la ¨maquila” moderna, en la que exista una democratización de la realidad aumentada; 3) es necesaria una industria tecnológica unilateral que contenga sensores (del medio y neuromotores), algoritmos de reconstrucción y dispositivos; y 4) se pretende sobrepasar el diseño y desarrollo por aplicaciones y hacerlo por persona.

 

Todos los puntos mencionados suman la pérdida de referencia y de resistencia del mundo. Triunfaría la idea de provocación y se buscaría instaurar un algoritmo acelerado de reconstrucción: al igual que el de sugerencias, es una topología que destruirá toda relación tiempo-espacio. Se hace “visible” aquel velo aritmético de Jünger. La topología reconstructiva pretende eliminar la referencia a la vez que la resistencia del mundo para ser-traído-ahí. Además, se lucha contra la reglamentación por medio del esquema de múltiples desarrolladores y el poder de la aceleración.

 

La creación cada vez abdica más de la asimetría, favoreciendo el control social. Si tratamos de contrastar ambas noticias, podemos encontrar una distinción histórica: una es antes de la pandemia y la otra en pandemia. Sin embargo, esencialmente son lo mismo, ya ni los sucesos catastróficos nos impelen a un cambio. Hay una línea en común para explicar: en ambas el algoritmo se vuelve un nuevo intento de conquista cuyo terreno es el sueño.

 

Virilio aporta ideas que pueden ser importantes a lo comentado. El sueño y la vigilia no son terrenos definidos, el ejemplo de la picnolepsia los problematiza a partir de la cuestión del tiempo. En el capítulo uno de la Estética de la desaparición se desarrolla la idea de la discontinuidad del tiempo que está sugerida en Bergson y que plantea Bachelard. La aportación de Virilio a este tema es la velocidad en las discontinuidades.

 

Aquello que ocurre en los sueños se ve afectado por la discontinuidad en la vigilia, la cual es mencionada como el sueño paradójico y de manera inversa sucede con la vigilia paradójica. Respecto a la picnolepsia o pérdida de continuidad en la consciencia, es un sueño paradójico. El problema emergente es que la picnolepsia parece ceder ante la petición de continuidad del discurso. Es decir, el sueño, lo inconsciente, puede ser domesticado, aunque no en su totalidad.

 

La vía de entrada del dominio de la técnica sobre lo inconsciente se despliega en el campo visual. La velocidad técnica, que posibilita la aceleración de la manera en la que convivimos, tiene como arma predilecta, en el ejemplo de Virilio, el cine que adormece. Netflix y las realidades aumentadas son una continuación de esta misma idea. Tal es el juego de la integración que “[…] la cuestión no consiste hoy en saber si el cine puede prescindir del espacio sino, más bien, si los espacios pueden prescindir del cine”.[21]

 

Con esto en mente, parece que podemos dar elementos tanto del peligro de la técnica, como de su salvación en la reflexión. Las dimensiones de la guerra, que es planteada desde Jünger, adquieren dimensiones mundiales y su peligro se hace más susceptible por medio de los errores técnicos y humanos (¿se puede discernir uno del otro?). No se puede equiparar el accidente del Titanic, ni el del vuelo del avión, al del accidente general como tendencia a la verdadera guerra mundial.[22]

 

El origen de esta guerra es la velocidad industrial, como la planteada en la arquitectura de software del algoritmo de reconstrucción. La persistencia cognitiva de la visión, en los planteamientos de Virilio, es la que deforma la geopolítica hacia una cronopolítica.[23] El constante acercamiento al aniquilamiento de la vida es la que o busca la unilateralidad de la producción técnica (el ser informado) o apuesta a una verdadera interacción.

 

¿En qué actividades podemos hablar del tiempo como experiencia si se nos impele al agujero negro? La interacción con la técnica no es la inmersión que lleva a una “democratización” o “personalización”, sino a los breves lapsos de alejamiento que permiten la crítica, llegar a esa picnolepsia coartada por la velocidad industrial: “No hay democratización de esta cultura técnica. Frente al objeto técnico, sea el que sea, hay que distanciarse de nuevo. Hay que volverse crítico”[24].

 

El concepto de administración del miedo de Virilio no va referido a las gestiones legislativas en sí; porque ya la técnica, como el propio Zuckerberg hace patente en su conferencia y en cada visita que hace al Congreso de su país, legítima su uso en la instrumentalización con falsas pretensiones de seguridad social y orgánica, a través de la “transparencia” del uso de información. La administración del miedo es vivir el vértigo de estar al borde de la extinción y regresar al aquí. El aquí desaparece por los meros datos.

 

En suma, el problema del sueño y el cine no sólo se quedan en un aspecto banal, son el inicio expresivo, desde nuestros tiempos, de una tensión que nos es originaria. Mas, es apremiante, a diferencia de otros tiempos, definir el campo de batalla (el sueño) y los puntos de resguardo (sentir y pensar). Aquella fuerza metafísica puede derivar en el aniquilamiento del pensar: el más allá del combate de figuras es el aniquilamiento real.

 

El modo de vida que “sustenta” la dinámica cine-espectador (servicio-cliente) conlleva una primera contradicción. Se aspira a una “mejor calidad de vida” a través de la mayor distribución de servicios (ser informados) y abarcar más clientes. Sin embargo, el incremento de producción de servicios sugestivos implica tanto menor variedad de solicitudes, como la disminución de recursos mundiales a cambio de mayor capital; además que a mayor acumulación de capital, menor calidad de vida (no hay distribución). Como todos quieren lo mismo, se deja de pensar; por lo que, se impele al fallo (obsolescencia programada) como ausencia de criterio con el fin de iniciar el ciclo de nuevo y obtener nuevas distribuciones de capital.[25]

 

El problema principal es que el error puede costar la vida en el planeta y como problema adyacente está la negación del propio problema a través de la falacia de la ventana rota. Al paso del tiempo se adjudica como un bien al fallo; debido a que parece contribuir para que volvamos al cine. Hay una síntesis pasiva en el doble sentido que tienen ambas palabras: una producción no-activa y un cúmulo resumido de hechos que restan vida al mundo; esto es la cronopolítica. La solución dada en nuestros tiempos es la disolución entre cliente y servidor (interoperatividad), es decir, solicitar y ser solicitado a la vez; pero en realidad es extender la falacia a mayores sectores y pasar la responsabilidad del problema del fallo no al modo de vida, sino a la ejecución individual que nunca logrará su objetivo.

 

Interoperatividad

 

Si pensamos la interoperatividad planteada por Zuckerberg, su fundamento es la idea del despliegue en todo objeto de la arquitectura del software como un hecho total e inminente. Lo que tenemos que observar para continuar con el hilo argumentativo es que esta interoperatividad se pierde en las capas añadidas al mundo como correspondencia a las capas del algoritmo.

Pensemos en los lenguajes de programación: tenemos los lenguajes maquina, se le suma la capa de lenguajes ensambladores, una tercera capa son los lenguajes con estructuras de datos, una cuarta capa son los lenguajes orientados a objetos y una quinta capa son los lenguajes orientados a eventos. La posible sexta capa se instaurará en años futuros con la computación cuántica a nivel comercial. En cada una de las capas ya mencionadas se tenía como objetivo la posibilidad de que todo el mundo pudiera diseñar y operar. Sin embargo, en cada capa se tiene un problema paradigmático.

 

El problema del futuro probablemente sea la decoherencia cuántica. Una vez que el programa corra, no podría existir reversibilidad en el algoritmo. El tiempo entre operación y error es mínimo, se corre a velocidades de microsegundos. Sin embargo, no existe transformada cuántica de Fourier, ni algoritmo de Shor que pueda controlar a la perfección los procesos de la computadora cuántica. Por lo que, los errores pueden ser como una bola de nieve y extenderse a toda la operación. Se superará la obsolescencia programada por una obsolescencia real.

 

La génesis del cambio de obsolescencia lo podemos ver en el carácter unidimensional del objeto que tenemos a la mano o en el dedo índice. En una misma carcasa te pueden vender una computadora de alta calidad o una chatarra. No se niega que existe una diferencia interna de hardware, pero más allá de lo obvio cabe preguntarnos ¿en que momento una computadora deja de ser útil y pasa a ser objeto basura?

 

Un equipo de cómputo bien conservado puede durar más de una década y aún así ser inútil o muy difícil de utilizar en menos de la mitad del tiempo. La dimensión que sirve de criterio para discernir entre computadoras es la de los servicios. La velocidad industrial refiere a la arquitectura de software, no a los objetos. La industria del servicio marca el tempo in crescendo de lo monstruoso: a nivel micro es la disolución de singularidades y a nivel macro es la guerra.

 

La idea de una posible interoperatividad muestra un nexo entre algoritmo y objeto que es el servicio, no como lo pensamos actualmente (cliente-servidor), sino por capas. Por eso el cambio ya no es pensar en el desarrollo por aplicaciones, sino por personas. Podemos utilizar como ejemplo dos tipos conexiones a redes. En la conexión cliente-servidor hay un punto que concentra las solicitudes con la capacidad de dar servicio a todas ellas a partir de su criterio y sus sesgos —piense en Google o el modelo del Estado moderno—.

 

Luego, las conexiones no indexadas (como se piensa la interoperatividad) utilizan un sistema diferente. Supongamos que un cliente T requiere un servicio que provee X, al no existir servidor se depende de rutas entre servicios locales. Una ruta posible sería T-U-V-W-X. La información y servicios se ponen en capas. La solicitud de T se convierte en pedir un servicio a U: U recibe la solicitud, se desprende la primera capa de servicio y desconociendo las capas internas de lo que solicita T, sólo tiene la exigencia de ser solicitante de V. Lo mismo pasa en las capas U-V, V-W y W-X; y se repite el proceso en sentido contrario. Los puntos claves son: al no tener un servidor principal de medios, existe la necesidad de sugerencias, es decir, el gestor ya no utiliza los medios, sino la ruta de vinculación —piense en Hidden Wiki o el modelo del Estado contemporáneo—; se nos impone  una conexión perenne para solicitar y ser solicitado —piense en la conexión TCP-IP o la economía contemporánea—; y más importante, parece indiscernible si nuestra solicitud tiene de origen nuestras autenticas necesidades o es la exigencia de operar y ser operados, que nos viene al estar en red —piense en el difunto programa Ares o en el ciudadano contemporáneo—.

 

Inclusive en nuestros tiempos donde existe la falsa idea de autogestión y autodiagnóstico sucede lo mismo, debido a que pensamos ambos aspectos en términos de crearnos y regularnos servicios; pero estos últimos caducan en los objetos que yacen e impelen a la red para estar al día. Attali tiene razón, los objetos de autogestión y autodiagnóstico nos llevaran a la locura del nomadismo por fases.[26] La obsolescencia del objeto está condicionada por las capas de servicios que alimentan el sentimiento de realización: “El narcisismo será la guía del nómada del mañana”.[27] Sin embargo, hablamos de una dinámica de dos sentidos: el cine es el medio, pero el quid que gestiona nuestro tiempo a través de los servicios son los fallos de cada capa que dejarán de discernir lo micro de lo macro.

 

El primer pensador que reflexiona en términos de cliente y servidor y su futura disipación es Sloterdijk. El autor lo plantea a partir dos situaciones límite que vieron el alba con la intervención quirúrgica: dejarse operar (sistema cliente-servidor), que conlleva una erradicación del sentir y el pensar (dejar de vivir) por medio de una anestesia general; y el operarse a sí mismo como deseo de transformación en el que se afirma la pasión por la vida sin erradicar su tensión.[28] La expresión de dichas situaciones son puestas en términos de líneas: la verticalidad es el operarse a sí mismo y la horizontalidad es dejarse operar.

 

Para la modernidad y su agotamiento en nuestros tiempos hace imposible la mera verticalidad u horizontalidad. La dinámica de la época en que los nuevos contenidos son determinados por una primacía de la acción externa da origen al encorvamiento, una situación medial entre verticalidad y horizontalidad. Se vuelve más confuso la toma de decisión debido a que por un lado, podemos ver un intento de verticalidad al ceder nuestro derecho de acción a un agente externo para un intento de “cuidarse a sí mismo”; por otro lado, parece que el cuidarse a sí mismo ya no puede ser sin la consideración de los elementos externos y la posible interacción con ellos: “El sujeto competente tiene que prestar atención no sólo a la amplificación de radio de sus propias acciones, sino que está obligado así mismo a desarrollar su competencia de ‘ser tratado’ por otros”.[29]

 

En ambos encorvamientos existe un desvanecimiento del sistema cliente-servidor, pero con desarrollos diferentes. Siguiendo a Sloterdijk podríamos enunciar dos tipos de encorvamientos o “extremos de parábola”.[30] Las curvas cóncavas que representarían la interoperatividad como la erradicación de toda crítica respecto a la técnica y en nuestro caso respecto al algoritmo, es decir, el dejarse operar para “cuidarse de sí mismo”. Las curvas convexas son el deseo de transformación y la consideración de las acciones externas.

 

La transición entre cóncavo a convexo y viceversa nunca siguen una suavidad hacia el punto de inflexión: en ambos hay revoluciones. La diferencia es el tratamiento del tiempo. Lo que pide la tendencia hacia lo convexo es el sentido común estético, es decir, modalidades diferenciadas de existencia que, por un imperativo metanoético y estético, conviven en común para revindicar en lo individual y en lo colectivo al pasado, pensar en futuros donde los medios técnicos no domestiquen las percepciones, las relaciones entre seres vivos y las sensibilidades, e instaurar economías diferentes —piense en la economía solar de Bataille—.

 

Se tienen en consideración las palabras de Zuckerberg sobre sus intenciones de mejorar la experiencia, llevar a un estado de igualdad los recursos técnicos al grado de cambiar la economía, e implantar la idea de ser hacedor como conquista de sí mismo a nivel individual y colectivo. Los tres criterios son su definición de democratización. Sin embargo, siguiendo las palabras de Zaid: “[…] la noción moderna de igualdad es la de uniformidad (ser uno como todos) más que de pertenencia comunitaria (ser uno en el todo) [donde] la gratuidad […] no existe [y] la idea de conquistar el poder, hasta para servir a los demás, parece una desmesura, una hubris”.[31]

 

La tendencia hacia lo cóncavo es el progreso improductivo que en el pensamiento de Sloterdijk involucra: una ilusión de avance paulatino (suavidad en términos geométricos) de la técnica que no considera el entre que es el desvanecimiento artificial (la vigilia paradójica o sonambulismo) con el fin de llevar un discurso; y el problema de la temporalización en la diferencia ética que rechaza el pasado y acepta sin más el futuro.[32]

 

En resumen, Sloterdijk nos anticipa las figuras del futuro, cuya confirmación podemos constatar con la noticia de la empresa Meta y su postura hacia la interoperatividad. Desaparecen las figuras del trabajador y el burgués propuestas por Jünger y adoptamos nuevos modelos para entender la tensión de la vida en nuestro tiempo. Cabe la pregunta sobre las consecuencias de lo cóncavo y de lo convexo, en especial porque no hay explicación aparente de que prolifere la tendencia hacia primera; ya que es ilusoria e injusta con el pasado, menesterosa en el presente al punto de ser insoportable y por esto mismo imposible de realizar en un futuro. Se invoca al fallo en las percepciones, en las relaciones entre seres vivos y en las sensibilidades, todas ellas desde los medios técnicos.

 

¿Qué es solicitar?

 

El fallo inminente de las capas de servicios-algoritmos es el preludio de próximas variaciones de obsolescencias, dejándonos siempre, en cada intento de llegar a la interoperatividad, el problema de los objetos basura. Me parece importante señalar la cuestión de la sensibilidad que se da por el exceso de objetos añadidos como parte del organismo, trabajado de manera temprana por Deleuze. Dicho autor toma el problema de las abejas y la variación del comportamiento: al introducir en su modo de existencia algún objeto, tenemos la locura estupefaciente que deriva en actos erráticos de miedo o en una actividad nueva; también está el déficit sensitivo al ignorar lo que se agrega; además el ser humano puede agregar técnicas-servicios a su cuerpo, dejándonos abierta la posibilidad de que lo que ocurre en las abejas nos  pueda ocurrir, nos es originario.[33]

 

La técnica puede ampliar nuestra sensibilidad en sentido basto o reducirla a un grado cero. Los objetos basura y sus fallos, que cargamos de manera incomoda, son los que retroalimentan el narcisismo como carencia indiferentemente entre individuos y sociedad. Incluso Stiegler, en una lectura influenciada por Deleuze, toma de tal manera este indiscernimiento entre lo micro y lo macro, que apela a utilizar la palabra “quien” en lugar de la dinámica instinto-inteligencia; y aún mas importante relaciona esta última directamente a modos de programación.[34]

 

El exceso de producción de objetos es un hecho innegable. La producción en serie siempre responde a la programación ya instaurada en la sociedad a través de los servicios solicitados. Se produce porque solicitamos. Hay un exceso de solicitudes que no van acorde con nuestras necesidades, es más, posponemos lo realmente necesario para sólo “concentrarnos” en solicitudes sugeridas. La solicitud es un automatismo de servicios para el trabajo o el “tiempo libre”.

 

No negamos la parte automática del objeto técnico. Los esfuerzos realizados por Stiegler y antes por Simondon apuntan a que esa dimensión mecánica hay que vincularla exclusivamente para el trabajo; pero la técnica en general abarca más que el trabajo.[35] El cálculo dentro del algoritmo es necesario para darnos tiempo de convivir con los objetos de otra manera: fuera del campo del servicio como exigencia de estar conectado, “el cálculo es necesario para poder eximirse del cálculo”.[36] Sin embargo, ¿por qué si tenemos los medios para crear, distribuir y coordinar interacciones con la técnica, negamos nuestro carácter solícito y absorbemos la velocidad industrial como síntesis pasivas de tiempo (hábitos e ideologías)?

 

Esta segunda manera de solicitar, más cercana a la palabra francesa agencement, impele a desarrollar una nueva economía. Tenemos en la economía actual una asimetría entre las necesidades y los servicios. Se podría invocar a la lógica del consumo básico, deshacerse de los servicios superfluos y centrar los esfuerzos en una integración moderada autogestiva; pero es imposible, hay dependencia a las funciones del algoritmo desplegadas en el objeto, ya no determinadas por el ser humano que las hace y dispone.[37] Incluso así, se puede ver la necesidad que mueve a esta lógica; en una nueva economía se debe buscar una administración de energías.

 

Fuera del aspecto económico actual, donde energía es la implementación de un recurso, energía la entendemos como constituciones propias de vida y por eso mismo de tiempo. Si bien partimos de la administración del miedo, nuestras potencias deben tener un mayor desarrollo para no apelar a la obsolescencia del hombre por no estar al nivel de las circunstancias técnicas, o a la convivencia por el miedo.[38] La propuesta de Stiegler es que nuestro ser para la muerte busca un equilibrio entre la esperanza y el temor; y a su vez entre distracción y previsión.[39]

 

En el Pecado de Epimeteo, encontramos una afirmación interesante sobre estar expuesto al mundo técnico actual: “[…] las rupturas de la temporalización (acontecimientización) que ella provoca y los procesos de desterritorialización que la acompañan, cambios todos ellos que exigen una consideración nueva de la tecnicidad”.[40] Sólo podemos leer este libro, si se tiene Ser y Tiempo y La ontología de la facticidad en las piernas: Stiegler toma en consideración la dinámica entre el Dasein y las circunstancias como constituciones propias de tiempo; mas la velocidad de la industria genera exacerbaciones, locura estupefaciente o insensibilidad, de la distracción y la previsión. Hay menester de expresar el carácter original de la tecnicidad a partir de las nuevas situaciones. La polarización de la distracción y la previsión son respectivamente el ocio (superfluo) y la sociedad de control (topologías).

 

El ocio es la distracción sin la meditación a posteriori, ya que la memoria de lo acontecido puede pasar por una retención artificial (datos estructurados, objetivados y puestos en eventos por el algoritmo) sin afectar a la conciencia. Además, nuestra sensibilidad necesita de fondo algún tipo de retención para desplegarse. Por lo que, la absorción de nuestras circunstancias en tiempos contemporáneos puede ser inconsciente. De manera complementaria, la sociedad de control es la absorción a-racional de las circunstancias; ya que la razón es vista como medio, excede su campo y cerca todo tiempo a lo calculado.

 

A pesar de lo mencionado, podemos afirmar con Stiegler que “El Gestell es un preludio del Er-eignis”.[41] Lo que se manifiesta en el ocio y en la sociedad de control es que la absorción de las circunstancias nos es originariamente artificial y no tiene connotaciones negativas per se: “[…] nosotros empleamos el excedente en multitud de ‘servicios’ que facilitan la vida y somos inducidos a reabsorber una parte por medio del aumento de las horas de ocio […] la existencia del excedente (en ciertos puntos) ha llevado siempre a numerosos seres humanos y grandes cantidades de bienes útiles a la destrucción de la guerra”.[42] La referencia al ocio en el texto es la experiencia estética que no puede ser sometida a una finalidad. Hay una urgencia de experiencias estéticas dentro la técnica actual para desvincular lo superfluo y la parcialidad topológica.

 

Las condiciones previas para llegar a una técnica lúdica es un cambio en la disposición que tenemos frente a la técnica. No podemos discernir los efectos del algoritmo, si desconocemos a tal grado la técnica que sólo nos fijamos en la superficie de ella (servicios y apariencia). Existe un déficit de saber-hacer, que es necesario erradicar por medio de la educación puesta en marcha para el desarrollo de sensibilidades y técnicas propias.[43] Con esta disposición, la lógica de consumo es otra: hay una apropiación de objetos, se reducen las solicitudes superfluas y las producciones en serie; solventando el problema con los objetos y los fallos. La intención es superar la parcialidad puesta por el modo de vida actual, movilizando energías y dándonos nuevos tiempos.

 

La tercera definición de solicitar va en consecuencia a la nueva disposición frente a la técnica. Solicitar también es instar amistades: relaciones entre seres vivos y entre personificaciones dadas en una época (epimeteia-prometeia, burgués-trabajador). Que partiéramos de una situación de guerra, llevando a las noticias sobre Netflix y Meta a un estado de combate en el que se nos va la vida, no significa que vivamos eternamente en toque de queda. Hay menester de reconciliaciones acorde al modo de existencia según su epokhe.

 

El caso de Muzio Clementi es un claro ejemplo de reconciliación en amplio sentido. Despreciado por Mozart y músicos posteriores como Debussy y Satie, Clementi apostó por la técnica como medio para aportar nuevas sensibilidades: la construcción del pianoforte moderno buscaba reconciliar la técnica con la figura del burgués de su época (el clasicismo londinense), llevándolo a un proyecto educativo.[44]

 

Sólo dos músicos entendieron con claridad el proyecto del compositor italiano. Por un lado, Horowitz aclaró con ideas musicales y medios técnicos el proyecto de Clementi: el problema a resolver con la grabación es que si bien todos tienen las partituras de Muzio, pocos las interpretan o las llegan a escuchar. Por el otro lado, está Beethoven que lo admiraba a tal punto que le cedió el derecho a tocar sus piezas, comenzaron una amistad más allá del contrato editorial; y que, en esa instancia amistosa, la Royal Philharmonic Socity, recién fundada por Muzio, solicitó la Novena Sinfonía.

 

Con lo anterior, no tratamos de indicar una subordinación del acontecimiento de la Novena Sinfonía. Sloterdijk narra como es un movimiento independiente (reconciliación desde la figura burguesa), que tiene su propio tiempo.[45] Mas si ampliamos el punto de vista veremos su complementación. En ambos casos existe un equilibrio: la participación de las dos figuras en una instancia de amistad.

 

Centremos el tema en la inauguración de la Novena. Beethoven en esos momentos ya era sordo. El director programado, cuyo apellido era Umlauf, y Beethoven se sentaron juntos frente a la orquesta para dirigirla en conjunto. Quien haya estado frente a una orquesta, sabe que el piso vibra tanto que puede estremecer tu cuerpo y aun así parece insuficiente para que la sensibilidad tome todas las texturas posibles. Por lo que, Beethoven tomó su propia edición de las partituras como medio para ampliar su sensibilidad, y seguir a la orquesta.

 

No había nada más algorítmico en aquel tiempo que una partitura. Si bien ya estaba corriendo el algoritmo (sistema de control) en el Instituto de Egipto por parte de Napoleón y Fourier, y todavía no se instauraban los medios físicos para una ingeniería de control (Maxwell publicó sus tratados de electromagnetismo hasta 1873); ora la partitura representaba en mayor medida la conjunción del lenguaje técnico y el cálculo del tiempo. Dirigir las particelle requiere de una organización y un registro.

 

Aquello que Stiegler narra respecto a Anita Ekberg en la Intervista de Fellini, es decir, el encuentro de ella con su mortandad al verse en el montaje de La Dolce Vita es algo análogo a lo que presenciaron más de cien personas en el Kärntnertortheater en 1824.[46] A partir de sus registros personales del montaje (algoritmo) puestos en marcha sobre el arte, Beethoven tuvo la experiencia estética de su mortandad.

 

A diferencia de Anita, no se ve a sí mismo de manera directa, se sintió a sí mismo por medio del montaje puesto en partitura. Confrontar sus notas y la vivencia de estar frente a la orquesta convirtieron a Beethoven en un entusiasta, como Sócrates en el Banquete. Ludwig permaneció fuera de sí, mientras todos aplaudían y los músicos recibían ovaciones. Al final, la contralto principal, Caroline Unger, de manera amistosa le toca la cabeza y lo trajo al aquí. No ha existido mayor expresión de libertad en cuanto a la técnica; porque no fue directamente la orquesta, sino su partitura la que detonó la experiencia. La Gestell pasó a ser Er-eignis.

 

El algoritmo además de ser cálculo y manifestación de la catástrofe es el rastro mínimo artificial del montaje; así que, al igual que una partitura, se impele a la interpretación para volver a hacer montajes. Los músicos fueron los primeros en saber que en las manos capaces de interpretar se tiene un arma para la muerte o para abrirnos a la vida en común. Se requiere del temple del músico para poder vivir con la técnica contemporánea; porque está última tiende como la curva a la asíntota potencia de la música.

 

Para concluir, la respuesta de conciliación de las antiguas figuras (burgués-trabajador) no es el fin del problema técnico, simplemente es situarnos en nuestra época. La cuestión que se deja en el tintero es cómo perder las personificaciones arquetípicas sin alterar la instancia de amistad. Las figuras geométricas de Sloterdijk son un adelanto hacia las figuras del futuro; ya que deslinda la ideología y pone de manifiesto a la amistad. Sin embargo, aún falta más: erramos con la técnica de igual manera que erramos con la música. Tal vez deberíamos acercarnos a discusiones que involucren al unísono artificio (técnica en amplio sentido) y música -piénsese en Juan Eusebio Nieremberg, Schelling, Deleuze, o Ramón Andrés- y montarlos a nuestra realidad. En fin, las dos noticias que tomamos como motivos para estas reflexiones nos permitieron vislumbrar los problemas de abordar a los algoritmos como meros cálculos. Sólo el constante alejamiento y acercamiento crítico (ontológico, ético y estético) podría llevarnos a la integración de la técnica.

 

Bibliografía

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  22. __________, Estética de la desaparición, Anagrama, Barcelona, 1980.
  23. Zaid, Gabriel, El progreso improductivo, Contenido, México. 1979.

 

Notas

[1] ABC, “El gran competidor de Netflix es el sueño”, en ABCPlay, 19-04-17. https://www.abc.es/play/series/noticias/abci-gran-competidor-netflix-sueno-201704192030_noticia.html [Consultado el 30 de noviembre de 2021]
[2] Cfr. BBC, “Qué es el metaverso y cuáles son las dudas que genera el prometido mundo «gemelo» digital”, en BBC News Mundo, 12-11-2021. https://www.bbc.com/mundo/noticias-59254563 [Consultado el 30 de noviembre de 2021]
[3] ABC, “El gran competidor de Netflix es el sueño”, en ABCPlay, 19-04-17. https://www.abc.es/play/series/noticias/abci-gran-competidor-netflix-sueno-201704192030_noticia.html [Consultado el 30 de noviembre de 2021]
[4] Ernst Jünger, El trabajador. Dominio y figura, ed. cit., p. 269.
[5] Ibidem, p. 98.
[6] Ibidem, p. 50.
[7] Cfr. Ibidem, pp. 137 y 168.
[8] Cfr. Ibidem, pp. 131-136.
[9] Cfr. Flusser, Vilém, Hacia una filosofía de la fotografía, ed. cit., p. 29.
[10]Ernst Jünger, El trabajador. Dominio y figura, ed. cit., pp. 167-168.
[11]Cfr. Ernst Jünger, El trabajador. Dominio y figura, ed. cit., p. 158.
[12]Cfr. Ernst Jünger, El trabajador. Dominio y figura, ed. cit., p. 169.
[13]Heidegger, Conferencias y Artículos, ed. cit., pp. 30-31.
[14]Heidegger, Conferencias y Artículos, ed. cit., p. 158.
[15]Jünger, El trabajador. Dominio y figura, ed. cit., p.178.
[16]Cfr. Flusser,Vilém,  Hacia el universo de imágenes técnicas, ed. cit., p 46.
[17]Cfr. Flusser,Vilém,  Hacia el universo de imágenes técnicas, ed. cit., p. 37.
[18]Cfr. Jünger, El trabajador. Dominio y figura, ed. cit., p. 157
[19]BBC, “Qué es el metaverso y cuáles son las dudas que genera el prometido mundo «gemelo» digital”, en BBC News Mundo, 12-11-2021. https://www.bbc.com/mundo/noticias-59254563 [Consultado el 30 de noviembre de 2021]
[20]El presente trabajo no pretende profundizar en la explicación del error en la presencia. Sin embargo, se recomienda contrastar la conferencia de Facebook Connect 2021 y  el capítulo “The Cultural Construction of Technologized Touch” del libro Archaeologies of Touch del autor David Parisi, ed. cit., pp. 265-321, con textos como La lógica de la sensación, ed. cit., y La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, ed. cit., Si bien el ejemplo de Deleuze es la escultura y el de Benjamin la arquitectura, en ambos lo háptico no es el reordenamiento a través de los dispositivos sensoriales dados en una cultura determinada por el progreso técnico, sino que se crea el medio y la disposición para una interacción concertada.
[21]Virilio, Paul, La estética de la desaparición, ed. cit., p. 72.
[22]Cfr. Virilio, Paul, El cibermundo. La política de lo peor, ed. cit., pp. 98-103.
[23]Cfr. Virilio, Paul, El cibermundo. La política de lo peor, ed. cit., pp. 20-25.
[24]Virilio, Paul, El cibermundo. La política de lo peor, ed. cit., p. 35.
[25]Cf. Zaid, Gabriel, El progreso improductivo, ed. cit., pp. 110-118.
[26]Cf. Attali, Jacques, Milenio, ed. cit., pp. 88-90.
[27]Attali, Jacques, Milenio, ed. cit., p. 79.
[28]Cf. Sloterdijk, Peter, Has de cambiar tu vida, ed. cit., pp. 471-475.
[29]Sloterdijk, Peter, Has de cambiar tu vida, ed. cit., p. 477.
[30]Sloterdijk, Peter, El imperativo estético, ed. cit., p. 17.
[31]Zaid, Gabriel, El progreso improductivo, ed. cit., p. 66.
[32]Cf. Sloterdijk, Peter, Has de cambiar tu vida, ed. cit., pp. 484-489. Sobre la falsa suavidad que conlleva una verdadera barbarie desplegado en la técnica, ya sea en el habitar, en la “hospitalidad” de las universidades estadounidenses,  o en los mapas se remite al lector hacia el libro Sin salvación, tras la huellas de Heidegger de Sloterdijk, ed. cit.
[33]Cf. Deleuze, Gilles, Istinti e istituzioni, ed. cit., pp. 75-79 y 85-86.
[34]Cf. Stiegler, Bernard, La técnica y el tiempo 2. La desorientación,  ed. cit., p. 113.
[35]Cf. Simondon, Gilbert, El modo de existencia de los objetos técnicos, ed. cit. pp. 257-271; Cf. Stiegler, Bernard, La técnica y el tiempo 2. La desorientación, ed. cit. pp. 17, 121 y 144-145 . En especial hay que poner atención en la critica de Simondon a Marx y en la critica de Stiegler a Husserl; ya que de ellas podemos ver que tanto el asir (saber hacer) como el percibir son problemas originarios de nuestra situación frente a la técnica. Son un sino que alcanzó un punto crítico en la modernidad.
[36]Stiegler, Bernard, La técnica y el tiempo 2. La desorientación, ed. cit., p. 145.
[37]Cf. Attali, Jacques, Milenio, ed. cit., pp. 82-84; y Cf. Zaid, Gabriel, El progreso improductivo, ed. cit., pp. 147-149.
[38]Para el desarrollo de estos temas se remite al lector a los textos La obsolescencia del hombre de Günther Anders, ed. cit. y El principio de responsabilidad de Hans Jonas, ed. cit.
[39]Cf. Stiegler, Bernard, La técnica y el tiempo 1. El pecado de Epimeteo, ed. cit.,  p. 35.
[40]Stiegler, Bernard, La técnica y el tiempo 1. El pecado de Epimeteo, ed. cit., p. 36.
[41]Stiegler, Bernard, La técnica y el tiempo 1. El pecado de Epimeteo, ed. cit., p. 22.
[42]Bataille, Georges, La parte maldita. La noción de gasto, ed. cit., p. 60.
[43]Cf. Simondon, Gilbert, Los Modos de existencia de los objetos técnicos, ed. cit., pp. 35-38; y Cf. Zaid, Gabriel, El progreso improductivo, ed. cit., pp. 149-150.
[44]Para mayor desarrollo del tema se remite al lector al libro London und der Klassizismus in der Musik: Die Idee der »absoluten Muzik« und Muzio Clementis Klavierwerke de Anselm Gerhard, ed. cit.
[45]Sloterdijk, Peter, El imperativo estético, ed. cit., pp. 23-35.
[46]Cf. Stiegler, Bernard., La técnica y el tiempo 3. El tiempo del cine y la cuestión del malestar, ed. cit., pp. 29-33.

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