Violencia, crítica y biopolítica

 Bily López, Alejandra Rivera, Rafael Ángel Gómez Choreño [coords.], Nomadismos biopolíticos. Miradas en torno a la producción de vida y muerte en el mundo contemporáneo, México, UACM/Monosílabo, 2020)

 

Para Michel Foucault la pregunta por la crítica, o por las condiciones filosóficas de la misma, se presenta como la elaboración de una estrategia analítica mucho más rigurosa que el simple ejercicio de un escepticismo sesudo. Lo que su pensamiento propone es, antes que una descripción de juicios y valores regulativos, una labor en la que todo intento reflexivo acontece como articulación que hace visibles las condiciones discursivas e históricas que hacen que un problema, obra o fenómeno aparezca acotado por enunciados y elaboraciones específicas.

 

Esto es porque la pregunta por la crítica convoca de inmediato a un cuestionamiento sobre las prácticas y los procesos empíricos en los que se determina el sentido de la verdad, así como a un desasosiego acerca de la dimensión política que tal determinación implica, porque se emplaza desde los marcos de las teorías universalistas hacia las prácticas sociales y políticas hasta llegar a ahondar en la tesitura de todo proceso de subjetivación.

 

Dicha inquietud por el lugar de la crítica encuentra su origen en la lectura que Foucault hizo de la obra de Immanuel Kant, y, en particular, en la respuesta que este dio a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?[1] Más allá de las múltiples exegesis que se han hecho de tan célebre texto, el pensador francés da cuenta de que la pregunta nodal del mismo tiene un carácter histórico-ontológico dado que escudriña la relación entre el presente y la manera en que opera como condicionamiento fundamental en la producción de individuos. En ese sentido, la interrogación kantiana desarrolla un horizonte que reelabora aquello que entendemos por actualidad, así como las estructuras que traman su forma.

 

El planteamiento de un campo de razonamiento libre que da cuenta de sus propios límites en los distintos ámbitos de la realidad deviene en la filosofía foucaultiana como un derrotero en el que la crítica constituye una interrogación por las determinaciones históricas de una política de la verdad que está urdida en interacción con el saber y el poder. Poder y saber son, a su vez, delimitaciones sobre las que se fraguan dominios, estrategias, técnicas y aparatos que modulan la vida según diversos estratos en los que una aproximación crítica no puede ser otra cosa sino un punto de vista que hace traslúcidos los esquemas en los que estos procesos tienen su punto de inflexión.

 

Después de todo, la propia historia del pensamiento nos ha mostrado que el objetivo del trabajo crítico no consiste sólo en objetar un cúmulo de universalismos, sino en cuestionar las lógicas y los órdenes que deliberadamente sostienen esta cosa que llamamos presente. Tanto la pregunta por la actualidad como la pregunta por la crítica pliegan marcos de lectura en torno a los discursos, las prácticas y los saberes que están insertos en los ejercicios de poder que signan a la sociedad.

 

Por ello, para Foucault las determinaciones históricas que condicionan una cierta perspectiva, una lógica y un gobierno de la verdad deben ser examinadas de tal manera que puedan hacerse evidentes también los límites de la relación entre el saber y el poder. Más que describir o valorar dicha relación, la crítica entendida según la interpretación que Foucault hace de Kant elabora una serie de análisis en torno a los sistemas de aceptabilidad de dicha relación y, por qué no, de su naturalización. En pocas palabras, lo que un punto de vista crítico abre es una sensibilidad para meditar tanto las formas de gobierno como las resistencias suele suscitar cualquier status quo.

 

Quiero decir que, en esa gran inquietud en torno a la manera de gobernar y en la investigación sobre las maneras de gobernar, se advierte una cuestión constante que sería: «¿Cómo no ser gobernado de esa manera, por esas personas, en nombre de esos principios, en vista de determinados objetivos y por medio de determinados procedimientos, no de esa manera, no para eso, no por esas personas?»[2]

 

La suspicacia frente a las estructuras y las formas de gobierno es el punto de partida desde el que, según Foucault, nace una actitud crítica. La posibilidad de elegir no ser gobernado de una forma específica no emerge de una rebeldía simplista que alcanza su extremo más radical en un anarquismo fácil, sino que acontece como expresión de una inconformidad despierta que se habilita como tal sólo cuando esta es capaz de incidir como disposición que eclosiona directamente con los mecanismos de coerción, y las lógicas de dominio que saturan la realidad al punto de desvirtuar la experiencia de la actualidad.

 

Más allá de refutar los principios y objetivos de las formas de gobierno, para Foucault la pregunta por la crítica, como actitud política, nace de la necesidad de evidenciar las constelaciones de poder y la formación de saberes que instituyen una serie de prácticas en torno al gobierno de los vivos. En este sentido, la potencia que nace en la pregunta por la crítica no está en su descripción histórica o metafísica del saber o el poder, sino en mostrar cómo estos construyen un nexo que dispone la vida de determinados modos y, en el mismo movimiento, naturaliza dichas políticas de la verdad haciendo inminente su aceptación.

 

Ya bien entrado el siglo XXI, los escenarios dibujados por Kant y Foucault se han movido, se han transformado o, quizá, en América Latina, nunca existieron. Las reflexiones en torno al análisis de los flujos que sostienen los pilares del siglo XXI no han parado, y, sin embargo, han sido a todas luces insuficientes. Tras un largo proceso de violencia grabado en la historia de América Latina, los horizontes epistemológicos y ontológicos se han hecho inasibles para dar cuenta de la actualidad. Nomadismos biopolíticos. Miradas en torno a la producción de vida y de muerte en el mundo contemporáneo[3] es una publicación que nace en medio de la crisis y el desasosiego de los tiempos que proliferan, que reflexiona en torno a la precariedad de la vida y las variables biopolíticas que han diseñado gramáticas de la violencia y lógicas de la muerte, pero, sobre todo, es una publicación que pone el énfasis en las máquinas nómadas que resisten y reorganizan la vida.

 

Este libro, más que una querella abstracta en torno a los grandes relatos que fundamentan la vida contemporánea es una insistencia para regresar y diagramar, así como geolocalizar, los vínculos que sostienen algunos de los procesos de gubernamentalidad que operan en territorio mexicano, es decir, una invitación a recuperar el sentido de una elaboración crítica que reconstruye las condiciones en las que opera nuestra actualidad. En efecto, Nomadismos biopolíticos es una suerte de mapa de algunos de los vértices y las matrices de poder que han configurado la vida como modos de producción del capital, y que, sobre todo, muestra cómo determinados órdenes epistemológicos se han instituido como prácticas de verdad que disponen lo político, lo económico y, por supuesto, lo vital. En este sentido, el libro plantea —mediante una serie de ensayos— horizontes de lectura que operan, sin substancializar ni esencializar, sobre un cúmulo de prácticas y ejercicios explícitos de violencia enmarcados principalmente por la guerra, la precarización de la vida y los no declarados estados de excepción. Así, la escalabilidad de la violencia, o su aplicabilidad mediante sus prácticas, se presenta como elemento capital en la conformación de lo político; es decir, se advierte que la violencia en México, más allá de sólo aparecer como un fenómeno aislado de la sociabilidad —o como un problema a resolver, como una anomalía—, determina el núcleo germinal de la política misma. Nomadismos biopolíticos, a través de sus análisis de la violencia histórica de lo político, pone sobre la mesa como un trascendental histórico del siglo XXI el problema capital de las políticas de la violencia en sus muy variadas manifestaciones y orquestaciones biopolíticas.

 

Ante la cultura del horror que ha emergido como resultado de la violencia sistémica que ha marcado el presente de las sociedades contemporáneas, los autores de este libro prestan, en colectivo, oídos minuciosos ejercitados desde diferentes disciplinas, y son capaces de mostrar que, ante las prácticas de violencia contemporánea, la filosofía se vuelve herramienta operativa en medio de la guerra. Es decir, la filosofía deviene crítica —en el sentido que hemos precisado— en estos textos.

 

Para trazar esta cartografía de la violencia, Nomadismos biopolíticos se vale de tres grandes apartados que se aglutinan, como anuncian Alejandra Rivera y Bily López en el prólogo, a partir de un cuestionamiento fundamental, a saber, “¿cómo afrontar el poder de los dispositivos biopolíticos?”,[4] no para dar una respuesta única y totalitaria, sino para elaborar marcos de lectura de aquello que por momentos se nos presenta como innombrable, o bien, como ellos mismos afirman, para construir una “[…] máquina nómada […] con distintos movimientos que, en su pluralidad, no buscan un asentamiento ni asideros fijos, sino producir movimientos permanentes que nos permitan escapar de la detención, la hipercodificación y el estatismo sedentario de los aparatos de Estado”.[5] Así, los textos en este libro están dispuestos en tres apartados que se comunican entre sí y que tienden numerosas relaciones entre ellos y las situaciones de las que se ocupan.

 

El primer apartado lleva por título “Variaciones biopolíticas”, y en él se desglosan los rostros y los dispositivos que han hecho de la vida un elemento de paso, un elemento sujeto a las administraciones de lo vivo. Los cinco ensayos que eslabonan este primer escenario —un escenario donde se hace evidente que la vida acontece en medio de una serie de lógicas y diseños estratégicamente codificados por el biopoder, la anatomopolítica y la biopolítica—, muestran cómo el biopoder se ha arraigado en la vida de nuestras sociedades en actividades tan cotidianas como lavarse los dientes, tan fundamentales como las legislaciones ciudadanas, y tan cruciales como la transformación de la vida en un escenario de guerra en el que la gubernamentalidad es capaz de trazar una ontología política del dominio de la que difícilmente se puede escapar. A través de estos textos, entre otras cosas, “[…] se descubre la preeminencia del peligro de la totalización de la realidad económica como el factor determinante de la realidad; ya que este determinismo conduce indefectiblemente a los fines de cuantificación de la vida […] como un medio de la producción de cuerpos y el diseño de subjetividades”.[6]

 

El segundo apartado, titulado “Violencia, terror, muerte”, reúne textos que localizan los horrores y la barbarie que les precede y les procede, como práctica represiva, a esos dispositivos de biopoder y necropoder que tienen lugar en el país. Los cuatro textos que componen este segundo momento del libro muestran que la violencia contemporánea no es únicamente un asunto teórico-categorial, pues cada fractura en las agresivas formas de gobierno lleva grabado un nombre, un apellido, un lugar de nacimiento, una vida y, en el mejor de los casos, una muerte que ha quedado en el tintero. En ellos se despliegan análisis en torno a formas extremas y ya paradigmáticas para pensar la violencia en nuestro país, como el narco, el gobierno, el desollamiento y la desaparición forzada —el caso de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa se vuelve aquí crucial para el análisis—. Las reflexiones que aquí acontecen, no obstante, no sólo son análisis de casos, ni, estrictamente hablando, teoría pura, sino mezcla, mixtura, miradas que construyen escenarios capaces de cuestionar categorías previas de análisis y que muestran el desborde, la necesidad apremiante de crear categorías nuevas que nos permitan pensar estas realidades ignominiosas que nos rodean por todas partes.

 

Por último, el libro finaliza con un tercer apartado titulado “Resistencias”. Cuatro ensayos son los que acontecen como máquinas de guerra para hacerle frente a una razón de Estado profundamente violenta, para insistir en la posibilidad de irrumpir en las lógicas y estructuras de hacer lo político, es decir, de reorganizar no sólo la vida sino aquello que la hace posible de otras maneras. Esta posibilidad, es necesario reconocerlo, se encuentra también en los textos que conforman las otras dos secciones del libro, no obstante, es en estos últimos ensayos en donde el leitmotiv está constituido por la resistencia misma. Ya sea desde las prácticas de sí, desde una forma específica de comprender las prácticas universitarias, desde la inmanencia de la propia vida, o bien —incluso— desde la posibilidad de una biopolítica menor, en estos textos se pugna con vehemencia por construir líneas de fuga capaces de subvertir, así sea momentáneamente, el orden y las violencias orquestadas por los bio y necropoderes instalados en nuestras sociedades contemporáneas. Acaso, como afirma Bily López, la finalidad última de estos textos, así como del libro todo, sea “ser nómada, no dejarse axiomatizar, hacerse escurridizo […] generar micropolíticas del deseo que nos disloquen de los agenciamientos capitalísticos”.[7]

 

Nomadismos biopolíticos, podría afirmarse, claramente asume las formas de gobierno como epicentro constitutivo de las formas de vida contemporáneas, pero ya no sólo desde la relación de los mecanismos de coerción y los contenidos discursivos de conocimiento, saber-poder, y determinadas condiciones de aceptabilidad en cuanto a una razón de Estado, sino como una matriz analítica para mostrar cómo la violencia ha operado históricamente como un elemento imprescindible para hacer legítimos determinados regímenes de verdad que operan en la actualidad.

 

Finalmente, podemos decir que interrogarse por la pertinencia de la crítica ya no sólo se trata de una relación entre las formas de poder y sus contenidos de conocimiento. Puesta ahora la pregunta por la crítica en este horizonte también podemos dar cuenta de que la violencia contemporánea podría entenderse, desde múltiples enfoques, como condición de posibilidad de lo político y lo social. Desde los posibles que se pliegan en los contenidos de Nomadismos biopolíticos podemos comprender los epicentros de las prácticas de violencia, pero también en qué momento la violencia se vinculó con los dominios de la razón y, a partir de ahí, hacer de esas prácticas elementos indispensables en materia filosófica. Siguiendo todo lo anterior, y las prácticas de violencia como asunto que atañe a la filosofía, este libro se interroga a cada línea cómo y a partir de qué dispositivos se ha instituido la aceptabilidad de la violencia como factor estructural de las formas de gobierno. Con ello no se asevera que Nomadismos biopolíticos articula la crítica del mundo contemporáneo, mucho menos que sus autores representen una suerte de personajes críticos del presente; este libro devuelve la mirada a la pertinencia de la pregunta por la crítica, es decir, la pregunta por su actualidad y, principalmente, por el papel de la violencia en las formas de gobierno. Bajo las propuestas ensayísticas vertidas en este libro, preguntarnos sobre qué es lo contemporáneo, sobre qué expresiones de la violencia en México sostienen la pregunta por la actualidad y sus regímenes de verdad vinculados a las formas de gobierno, se hace del todo pertinente. Nomadismos biopolíticos devuelve a los lectores la posibilidad de reclamar cómo no ser gobernado de esa manera, por esos principios, para esos fines y mediante esas formas de la violencia.

 

Notas

[1] Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración? Y otros escritos de ética, política y filosofía de la historia. Madrid: Alianza Editorial, 2013.
[2] Michel Foucault, ¿Qué es la crítica? Seguido de La cultura de sí, Siglo XXI, 2018, Buenos Aires p. 49.
[3] Bily López, Alejandra Rivera y Rafael Ángel Gómez Choreño (coords)., Nomadismos biopolíticos. Miradas en torno a la producción de vida y de muerte en el mundo contemporáneo, UNAM, México, 2020.
[4] Ibidem., p. 15.
[5] Idem.
[6] Rodrigo de Ávila, “Diseño y dominio”, p. 41.
[7] Bily López, “La universidad, máquina de guerra frente al Estado”, pp. 318-319.

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