Inentendible

Imagen de Susana Blasco

Me costó trabajo reconstruir su rostro, saber quién era. Luego recordé que ese doctor era esposo de una psiquiatra que fue mi alumna. Supe que ese psiquiatra acusó al hospital de no haber puesto un candado en la sala de “Crónicos” y Lázaro escapó. Él acusó al hospital de que lo hubieran dejado escapar.

Lázaro salió como los pájaros que han vivido en jaula incapacitados para la vida, pero al salir Lázaro se dio el lujo de morir vivo, de ser libre para ser atropellado por un carro en la vía donde transitan los hombres normales.

El doctor acusó al hospital y yo acuso al doctor de haber querido encerrarlo. Las cárceles químicas son más poderosas que los candados. Las cárceles químicas matan lentamente a los pacientes para evitar que sean atropellados por los que circulan sin saber que existen.

Me pregunto si el doctor habló algún día con Lázaro, si supo de su deseo de salir, si compartió su vida con él ¿me pregunto si es vida el estar preso, sujeto por un candado, condenado a la soledad, condenado a morir encerrado, condenado a vivir muerto?

Tal vez hoy otro paciente venga a platicar conmigo y sienta por un ratito que estamos en el parque, que podemos ir de aquí para allá. Quisiera esperarlo aquí, en la banca, pero eso es ilusorio, está prisionero en rehabilitación, tendría que ir por él, hacer un papel, pedir permiso a los que lo sujetan.

Un hombre salió con otro prisionero por el agua. Ese otro me dijo que aún le dan electroshocks, ahora cada quince días, y me entristezco ¡es inaudito no poder parar la máquina destructora de almas que se llama “tratamiento psiquiátrico”.

 

Un día de 2012 en el patio del Hospital psiquiátrico