Corridos tumbados: farmacopornografía y cultura heterosexual

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Vivac de revolucionarios, Mariana Yampolsky, 1947.

 

 

Resumen

Este texto busca ofrecer una mirada sobre la figura de los corridos tumbados desde la perspectiva de Paul Preciado. El concepto de farmacopornografía se emplea para vislumbrar posibilidades de análisis en distintas caras de la cultura heterosexual. Los corridos tumbados son entendidos como una tecnología de género que norma cuerpos y subjetividades.

 

 

Palabras clave: farmacopornografía, corridos tumbados, cultura heterosexual, Paul Preciado, psicopolítica, tecnologías de género.

 

 

Abstract

This text seeks to offer an insight into the figure of “corridos tumbados” from the perspective of Paul Preciado. The concept of pharmacopornography is used to glimpse possibilities of analysis in different aspects of heterosexual culture. “Corridos tumbados” are understood as a gender technology that regulates bodies and subjectivities.

 

Key words: pharmacopornography, corridos tumbados, heterosexual culture, Paul Preciado, psychopolitics, gender technologies.

 

El presente escrito no es propiamente una propuesta desde la teoría queer, sino que se sirve de su lenguaje para situar la figura de los corridos tumbados como una tecnología de género. Con ello buscamos argumentar que este género musical forma parte del llamado régimen farmacopornográfico que transmite y perpetúa valores asociados a la cultura heterosexual.

 

Los recién nacidos corridos tumbados se han posicionado en los últimos años como uno de los géneros musicales más escuchados en occidente. Se presentan como un subgénero de los corridos que cambia las botas y sombreros por los sneakers y las gorras. Conjuntan las letras y temáticas de los corridos con una estética propia del hip-hop, lo que ha facilitado su popularidad con personas jóvenes en países de habla hispana y los Estados Unidos. Artistas como Peso Pluma, Junior H o Natanael Cano interpretan una evolución de los corridos tradicionales, donde algunas temáticas se ven transformadas y otras se ven exaltadas, con la característica principal de apelar a vida en las calles y los barrios de México y los Estados Unidos.

 

Los corridos se han situado como una forma de expresión artística que da cuenta de figuras, situaciones y revueltas. En este entender, los corridos son una forma de resistencia y lucha en sí mismos, muchas veces reflejando aspectos sociales, económicos y políticos de los contextos en los que surgen. Como productos culturales se muestran cargados de cuestiones ideológicas, políticas, subjetivas y de identidad colectiva, además de que transmiten valores, tradiciones e ideas asociadas a la resistencia, la injusticia social y la protesta. Sin embargo, no podemos ignorar lo obvio. La producción de corridos está fuertemente asociada a la narcocultura. Ya desde la segunda mitad del siglo XX las temáticas revolucionarias y contrahegemónicas se habían transformado para dar cabida a las figuras de los grandes capos de la droga en México. Tras la llamada “Guerra contra el narco” de 2007 en México, se da un cambio en las temáticas y en las figuras que aparecen en el corrido, donde la violencia adquiere un carácter más explícito, las drogas ganan terreno en las letras y las mujeres aparecen como protagonistas de sus propias tramas. Para el caso de los corridos tumbados, las grandes figuras pierden foco, las letras revelan desamor, emotividad y melancolía. La violencia y la vida en las calles se mantienen como el contexto desde donde se enuncian las canciones.

 

¿Por qué pensar los corridos tumbados? La popularidad de este género musical hace imposible mantenerse al margen. Autoras como Sayak Valencia[1] o Guillermo Núñez Noriega y Claudia Espinoza Cid[2], posicionan a los corridos como representantes de una identidad emparentada con la narcocultura, donde se legitima una subjetividad asociada a la criminalidad y se le posiciona como algo deseable entre la población. La autora comprende que la narcocultura es un elemento de supremacía y autoafirmación masculina asociadas a la violencia.

 

La forma en que los corridos tumbados representan a la narcocultura y la relación que esta tiene a su vez con el género y la masculinidad, los posiciona como tecnologías que transmiten valores dominantes sobre la cultura heterosexual. No solo se trata de transmitir identidades deseables, sino que el corrido en sí mismo es una tecnología de género que transmite arquetipos sobre ser hombre o mujer. Al ser una tecnología de género es capaz de transformar subjetividades y homogeneizar sujetos generizados más allá de sus diferencias como la clase, la raza, la sexualidad o la etnia.

 

Paul B. Preciado[3] considera que el género es un producto de dispositivos subjetivantes que parten de lo tecnológico y lo material, los cuales son capaces de reproducir, bajo esta lógica, un régimen heterosexual. Hablar de la heterosexualidad o la heteronorma como un régimen refiere, para Preciado, a una imposición sustentada en una diferencia sexual sociobiológica, donde se acepta que la subjetividad está sexuada y, en un segundo momento, generizada. Esto corresponde de forma directa a las intenciones de los dispositivos tecno-normativos, donde las producciones semióticas buscan la naturalización de los preceptos heterosexuales y la aceptación de los dispositivos técnicos que norman el género. Pensar así la heteronorma, como fenómeno sociocultural normativo, refiere en muchas ocasiones a cuestiones que se encuentran insertas en múltiples y diversos ámbitos de la vida cotidiana como la escuela, el trabajo, la familia, la pareja, la paternidad, el deporte y el arte, por lo que podríamos decir que estas tecnologías se estiran y entrecruzan a través la vida humana en general.

 

En suma, los modos de representación de estas tecnologías, ejemplificadas aquí en los corridos tumbados, buscan imponer y normar. El sistema capitalista-neoliberal trata de extender su influencia normando cuerpos y subjetividades, por lo que, para Preciado, se habla de un régimen farmacopornográfico. Como su nombre mismo lo explica, este concepto se compone de dos partes: lo farmacológico y lo pornográfico.

 

El apartado farmacológico versa de las formas médicas, biológicas y psicopolíticas. El apartado médico y biológico refiere y entiende el papel de las drogas en el capitalismo, las sustancias, los efectos y las intenciones. Por otra parte, la psicopolítica[4] se entiende como un sistema de dominación que emplea técnicas psicológicas para ejercer control sobre los individuos de la sociedad, se trata de un control de la subjetividad y la conducta a través de técnicas como la sobreestimulación, la sobreexposición mediática y el exceso de información. En conjunto llevan al miedo y al narcisismo sin necesidad de una violencia física, la dominación se mantiene por medio de la auto vigilancia y la autorregulación.

 

Por su parte, lo pornográfico implica la transmisión de los valores de la heterosexualidad, la exposición corporal, la socialización de lo íntimo y la normatividad de los cuerpos. Entendamos así, por pornográfico, algo que se exhibe al desnudo, que aparece mercantilizado, íntimo y erotizado. Lo erótico se nombra en forma del deseo, no necesariamente un deseo sexual, sino un fuerte impulso por conseguir un objetivo que puede llamarse fama, dinero o poder. Las personas se desnudan en sentido figurado al exhibirse en sociedad y al desdibujar la privacidad.

 

Este régimen responde al neoliberalismo, exalta las tecnologías de género y tiene por objetivo constituir una masculinidad y feminidad técnicamente producidas, esto a través de un control corporal. No se trata de un ente sólido, es adaptable, transforma el género en algo técnico. Se extiende a través de los medios de comunicación y las técnicas biotecnológicas y farmacológicas que dan pie a la performatividad de la materialidad de los sexos. Facilita subjetivar el intercambio de flujos semióticos, técnicos y biológicos. Domina al cuerpo y lo distorsiona en pos de sujetos alineados con las hegemonías, sujetos que a su vez se encuentran despolitizados e individualizados. Expuestos al espacio común y a ser capaces de colonizar desde la heterosexualidad. Se trata de imponer una congruencia entre el sexo anatómico, la sexualidad y el género. Aquí queda preguntarnos: ¿cómo podemos pensar al corrido tumbado bajo esta mirada?

 

El concepto de régimen farmacopornográfico hace aparecer al corrido desde las dos vías, como algo farmacológico en tanto existe detrás una psicopolítica y como pornográfico al transmitir valores heterosexuales. Las drogas, refiriéndonos al apartado farmacológico, juegan un papel crucial en las letras, su consumo es normalizado y enaltecido, el tráfico a través de la frontera se transforma en un objetivo viable y natural para alcanzar el éxito.

 

La psicopolítica del corrido tumbado se presenta principalmente a través de cinco mecanismos: creación de un sentido de identidad, reflejan tramas y valores desde la cultura popular, se refuerza una identidad colectiva; creación de ídolos, los personajes de las tramas son ejemplos para los oyentes, las tramas versan sobre líderes criminales o personas que se enfrentan a adversidades; el fomento al individualismo, los personajes son retratados como competitivos y como personas que buscan sobresalir a pesar de todo; la estetización de la violencia, los corridos glorifican y justifican la violencia y el crimen; y la promoción de una cultura de la fama, los protagonistas de las tramas buscan admiración y reconocimiento en el espacio público.

 

Ahora bien, en el apartado pornográfico se encuentra lo evidente, los corridos tumbados transmiten y aluden a una cultura heterosexual. Las figuras de la narcocultura poseen características de la masculinidad llevadas al extremo. Dinero, éxito, respeto y parejas sexuales son algunos de los elementos que se aprecian en las letras, donde el objetivo implícito es la dominación sobre otros y otras, donde las cosas se toman por la fuerza ya que, el valor de un hombre radica en su posición socioeconómica. Parte de la trama pornográfica recae sobre la glorificación de la violencia y la delincuencia, desde donde los personajes masculinos ejercen dominación y control. La sexualidad se mercantiliza a través del consumo de mujeres y el uso de drogas se exalta por el efecto que tienen sobre los protagonistas, donde potencian el control y el poder. Aquí se trata, incluso, de una pornotopía. Un espacio donde a través de los corridos tumbados se presenta una realidad en la que los hombres pueden alcanzar dominación y éxito a través de la violencia y el narcotráfico.

 

En conclusión, los corridos tumbados emergen como una tecnología de género que se desprende de un régimen farmacopornográfico. Modulan y guían la conducta de los oyentes a través de la repetición de tramas devenidas de la narcocultura que se encaminan a la violencia, las drogas, la dominación sobre otros y el éxito individual. Este género de corridos presenta mecanismos que se insertan en la realidad individual y fomentan imaginarios propios de una cultura heterosexual.

 

 

Bibliografía

 

  1. Han, Byung-Chul, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Herder, Barcelona, 2016.
  2. Núñez Noriega, Guillermo y Espinoza Cid, Claudia, “El narcotráfico como dispositivo de poder sexo-genérico: crimen organizado, masculinidad y teoría queer”, en Estudios de Género de El Colegio de México, Vol. 3, Núm. 5, 2017, 90-128.
  3. Preciado, Paul, Testo yonqui, Anagrama, Barcelona, 2020.
  4. Valencia, Sayak, Capitalismo gore, Melusina, España, 2010.

 

 

Notas

 

  1. Sayak Valencia, Capitalismo gore, ed. cit., p. 208.
  2. Guillermo Núñez Noriega, et al., “El narcotráfico como dispositivo de poder sexo-genérico: crimen organizado, masculinidad y teoría queer”, ed. cit., pp. 108-109.
  3. Paul Preciado, Testo yonqui, ed. cit., pp. 84-104.
  4. Byung-Chul Han, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, ed. cit., p. 14.