Disputas freudianas

Disputas freudianas

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Resumen:

El presente artículo explora algunas aristas de los planteamientos psicoanalíticos de Sigmund Freud a la luz de los diálogos y derivas del pensamiento francés contemporáneo de la posguerra como Jacques Lacan, Michel Foucault, Jacques Derrida, entre otros. Mostrando así, la vitalidad y actualidad del encuentro entre pensamiento filosófico y psicoanalítico y la importancia de recuperar dichas vinculaciones a partir de los temas del mundo contemporáneo. El encuentro entre filosofía y psicoanálisis se mantiene en la indecisión y destinerrancia, para usar el neologismo de la deconstrucción derridiana. El artículo plantea de forma introductoria una problemática compleja y muy amplia.

 

Palabras claves: Psicoanálisis, Freud, Lacan, Filosofía, Derrida, Foucault.

 

Abstract:

This article explores some aspects of Sigmund Freud’s psychoanalytic approaches in light of the dialogues and developments of contemporary post-war French thought such as Jacques Lacan, Michel Foucault, Jacques Derrida, among others. Thus showing the vitality and relevance of the encounter between philosophical and psychoanalytic thought and the importance of recovering these links from the themes of the contemporary world. The encounter between philosophy and psychoanalysis remains in indecision and destinerrancy, to use the neologism of Derridean deconstruction. The article introduces a complex and very broad problem.

 

Keywords: Psychoanalysis, Freud, Lacan, Philosophy, Derrida, Foucault.

 

“Hoy no hay escena, ni espejo, solo pantalla y red”

J. Baudrillard

 

Introducción: un poco de contexto

Desde el descubrimiento de Sigmund Freud (1856-1939), el psicoanálisis ha tenido una interlocución con el gremio filosófico, en ocasiones ha sido un diálogo que se ha tornado rijoso, pero a la vez ha sido necesario e inevitable, ya que, efectivamente, hay problemáticas y temáticas en común. El exilio de psicoanalistas y de filósofos después de la Segunda Guerra Mundial, hizo que se generara una recepción cultural del texto freudiano en América; cabe recalcar que la diseminación del psicoanálisis, tanto teóricamente como la práctica del mismo, se encuentran ligadas a la figura del exilio. Bajo tal contexto, la contracultura norteamericana de los años sesenta, que se fue diseminando hacia el sur del continente, ingenuamente. Trató de unir la idea de revolución extraída de la obra de Marx con los aportes sobre la vida sexual, que Freud desarrolló en Tres ensayos sobre una teoría sexual[1](1905). Dicha propuesta, encabezada por la obra de Wilhelm Reich (1897-1957), fue un intento fallido, pero que, sin lugar a dudas, generó un acercamiento de la obra de Freud a partir de una perspectiva cultural, modelando un “freudo-marxismo” y perdiendo el carácter metapsicológico del psicoanálisis.

Cabe diferenciar los trabajos realizados por la denominada Escuela de Frankfurt (Theodor Adorno, Max Horkheimer, Walter Benjamin, Erich Fromm -este último que radicó en México-) y que utilizaron como inspiración tanto la obra de Freud como de Marx, a partir del espíritu crítico contenido en dichas textualidades. Tanto la interpretación de Reich como la posición de la Escuela de Frankfurt[2], presentaban al psicoanálisis como una teoría emancipadora; el primero por pensar una sexualidad[3] que liberaría al individuo de los prejuicios morales y del conservadurismo de la sociedad, de esta manera e integrando dichos supuestos teóricos, se buscaba llevar a cabo una revolución sexual. Por otra parte, en segundo término, se buscaba que si lo inconsciente se volvía consciente podría entonces surgir una consciencia de clase, dejando en el olvido los supuestos metapsicológicos y clínicos propuestos por Freud. Durante esa época, había un rechazo más o menos generalizado al interior del partido comunista con respecto al uso del psicoanálisis, sobre todo por el tema de la sexualidad, así. Este encuentro de la teoría psicoanalítica con el marxismo generó también un referente, ya que, debido al contexto sociocultural, las ideas de revolución y emancipación se encontraban en boga de acuerdo al espíritu de la época.

Por otro lado, la aparición del texto lacaniano tardará en llegar a América, hacia mediados de los años setenta y se empieza a escuchar el nombre de Jacques Lacan (1901-1981), se inician los grupos de estudio a mediados de los años ochenta, fuera de los espacios académicos[4]. En este sentido, un evento importante fue el Coloquio que realizó el Colegio Internacional de Filosofía en la UNESCO, en al año de 1991, diez años después de la muerte de J. Lacan, ya que dicho evento llevó por título Lacan con los filósofos[5] y daba apertura al problema del psicoanálisis con la filosofía contemporánea. Esta discusión incluía una reflexión para tratar de recuperar una tradición al interior del psicoanálisis, tanto con el referente teórico de Freud, de Melanie Klein, así como con el momento y el estatuto en que se encontraba la obra de Lacan

A pesar de todo, y de los detractores, el psicoanálisis ha ganado un espacio dentro del debate universitario y el panorama cultural, paralelamente, ha ganado territorio dentro de los espacios académicos para su discusión. En Europa, el psicoanálisis se encuentra al interior de las facultades de filosofía, en E.U.A. e Inglaterra en los departamentos de estudios culturales y en América Latina dentro de las facultades de psicología. El mostrar los espacios donde se lee y estudia el psicoanálisis implica una perspectiva y sobre todo una posición epistemológica frente al psicoanálisis.

La recepción cultural del psicoanálisis es un punto inevitable, ya que el contexto sociohistórico y cultural, modela e infiere en la interpretación que se ha tenido de la teoría psicoanalítica y eso implica distintas modalidades dentro de la práctica. También el problema de la recepción cultural depende del trabajo de traducción, en el caso de Freud tenemos dos traducciones[6]:

1) El trabajo de López Ballesteros y de Torres fue de suma importancia, traducción directamente del alemán, y que a partir  de ese trabajo titánico, publicado en el periodo que comprende 1922-1934, en la editorial Biblioteca Nueva (España),  puso al alcance de los hablantes y lectores al menos de América Latina, accedieran a un Freud más cercano a la literatura, dicha iniciativa y petición estuvo a cargo del filósofo Ortega y Gasset, quien escribió el prólogo de esta primera edición al castellano. Para Gasset era de carácter urgente la traducción de la obra de Freud por su cercanía de pensar el problema de las masas, de esta manera, podríamos afirmar que América Latina se encuentra freudianamente Ballesterizada, cuarenta y cinco años tuvieron que pasar para que apareciera otra versión del texto freudiano en nuestra lengua.

2) El caso de José L. Etcheverry, que se publica en 1979 por Amorrortu Editores (Argentina), corre con otra suerte. Esta segunda versión al castellano es una traducción que consta de otros elementos socioculturales que presentan a un Freud, quizá más técnico. Dicha versión es posterior al psicoanálisis propuesto por Melanie Klein, y es una traducción que refiere a ciertos supuestos del psicoanálisis lacaniano, una de las diferencias que hay entre ambas es que cuando aparece la versión de Etcheverry, ya existe un corpus de literatura psicoanalítica traducida al castellano que curiosamente apelan a la versión de López Ballesteros y permitían contraponer las traducciones.

La versión de Etcheverry es lacanizada, ya que utiliza conceptos y textos que Lacan de alguna manera volvió canónicos y refieren al uso teórico propuesto por el modelo lacaniano, por ejemplo: el vocablo trieb que Lacan tradujo como pulsión y así lo introduce Etcheverry (pulsión) a su versión del texto freudiano, mientras que López Ballesteros lo tradujo como instinto. Entre tanto, tenemos distintas versiones, y un contraste teórico en las interpretaciones.

La circulación de los textos, tanto psicoanalíticos como filosóficos, que en un pasado reciente no se encontraban al alcance del lector o eran de difícil acceso, en nuestros días y a partir del uso de internet, se han diseminado, tanto que parecían ser meramente una referencia, sin que se pudiese consultar el original. Lo anterior a causa de la digitalización de los textos y la circulación de los mismos en el ciberespacio. La denominada hipertextualidad ha abierto y mantenido, quizá, la intermitencia de ese diálogo de manera global, casi como una revitalización de la discusión, psicoanálisis versus filosofía, soportada por la tecnología y el uso de plataformas. En nuestro presente, hay una accesibilidad a los textos que nos hace pensar que estamos en la misma sintonía con respecto a algunas problemáticas contemporáneas, de allí radica el engaño de la virtualidad, ya que las batallas culturales de cada lugar geográfico apelan a una propia historia y que pareciese que la internet unifica; en esa unificación se encuentra la trampa y la ilusión de lo común de la comunidad, que propicia el ciber-espacio.

La intermitencia de este extraño embalaje, después de Freud, es latente. La deuda del discurso filosófico tanto en la escritura de Lacan sobre todo su encuentro con M. Heidegger es inevitable, así como lo es también, a la inversa, la influencia del psicoanálisis en las producciones filosóficas contemporáneas y la interlocución con Foucault, Derrida, Deleuze, Baudrillard, Sloterdijk, Jean-Luc Nancy o en otros campos, en los terrenos de la sociología de Lipovetsky o en los textos del historiador Michel de Certeau. La filosofía y el psicoanálisis es un paralelismo inevitable donde hay temáticas en común y que, a partir de dicha problematización, han emergido y surgido problemáticas tan contemporáneas, como: la locura y la violencia. Problemáticas a indagar e investigar impostergables, de allí la relevancia de continuar el diálogo que permanece abierto hasta nuestros días.

 

Lacan después de la metapsicología

(¡Qué no habrá dicho Lacan! Que no habrá dicho)

Derrida

Corría el año de 1966, y en París aparecían libros que iban a inaugurar una tradición, un debate extraacadémico, presentaciones en la radio y la T.V. y hasta en algunos diarios, espacios y lugares abiertos por J.P. Sartre, textos que propiciaban discusiones y hasta enemistades, ya que las posturas teóricas, son posiciones políticas. En dicho año, se publicaron “Las palabras y las Cosas” de Michel Foucault; el siempre controvertido y radical Gilles Deleuze publicaba “La lógica del sentido”; y por su parte Jacques Derrida problematiza la escritura con su obra titulada “De la gramatología”; paralelamente, Jacques Lacan publicaba sus polémicos y complejosEscritos”.

La enseñanza de Lacan tendría dos versiones: la escrita, y en un atisbo Socrático, la oralidad, en eso que solemos llamar Seminarios (por cierto, hay varias versiones de los mismos). El punto de encuentro de dichos textos sería el replanteamiento de otorgarle primacía al lenguaje y a la escritura, más allá de la moda que fue el estructuralismo, la inquietud por problematizar el lenguaje, era una posición frente al antropocentrismo.

Pareciera que una posibilidad de la inserción de la obra de Freud, en un pasado reciente, se encuentra vinculado a los movimientos estudiantiles del 1968 (lo post-freudiano y la obra de J. Lacan, específicamente) y que, a la vez, posicionaron a la universidad en otro ámbito en relación con el espectro social contemporáneo. Movimientos estudiantiles que serían, la incorporación de un discurso del continente americano y sus contraculturas, incluyendo la antipsiquiatría, se emperifollaban de feudo-marxismo por la mezcla errónea de un W. Reich o las auras inspiradoras de los post-frankfurtianos. Entre tanto, en París se vestían ante los ojos del signo lingüístico y se respiraba un marxismo-lacaniano, vía Louis Althusser.

 

Filosofía y psicoanálisis (la intermitencia de un posible diálogo)

Después de 1968, pareciera que el nombre de Freud quedaba suspendido, pero curiosamente inserto en las movilizaciones. Mientras tanto, Jacques Lacan proseguía su enseñanza y su inflexión por pensar la clínica psicoanalítica, en relación con la textualidad que se fragua entre un pensamiento y una palabra postrevolucionaria, que marcaban aquella época; con la diferencia del texto y la práctica psicoanalítica, desde el caso Freud. El psicoanálisis, se encontraba impregnado y texturizado de una radicalidad subversiva, frente a otros saberes ortopédicos tales como: La educación o las psicoterapias conductistas o los métodos filosóficos que regulan las pasiones. Arriesgadamente, podría replicar que el psicoanálisis, ha mostrado la posibilidad de la subversión del sujeto desde la destitución subjetiva del sujeto, al suspender el habla; parte incómoda para el establecimiento del orden y de la cultura, así, de la civilización occidental. El deseo inconsciente y el carácter antifilosófico de la pulsión se revelan frente al fracaso que genera la cultura.

La publicación de los “Escritos” (1966) de Lacan fue un acontecimiento, dentro de la década de los sesenta, que configuró, un documento que permitía replantear algunos de los supuestos freudianos, pero que a la par marcaban un alejamiento del psicoanálisis fraguado y anquilosado por las instituciones y parte del gremio afiliado a la I.P.A. (International Psycoanalitical Asociation). Por su parte, Lacan también se alejaba de Freud teóricamente, por lo tanto, también clínicamente; ese distanciamiento fue también una postura política frente a las versiones oficialistas de la institución psicoanalítica.

Lacan se convirtió en un personaje público de la cultura francesa a partir de su encuentro con los surrealistas -desde 1932- en donde André Bretón publicó un fragmento de su tesis doctoral; y S. Dalí se fascinaba con los supuestos que Lacan planteaba con respecto de la paranoia. El affaire con el surrealismo y el psicoanálisis era algo asumido por las analogías fallidas; entre escritura automática e inconsciente y el problema de los sueños eran el material donde el surrealismo fundaba su manifiesto; como todo affaire solamente fue eso, un encuentro de fascinación donde se trataba de justificar la obra de arte con los conceptos que Freud había propiciado y que Lacan jugaba lucidamente en sus Escritos. La primera edición francesa se editó en un solo tomo, asunto que no emocionó en demasía a Lacan, ya que pensaba que nadie leería más de novecientas páginas, así que la obra se decidió reimprimir en dos volúmenes y en versión pocket book.

La edición en castellano de los Escritos apareció en 1971, la traducción estuvo a cargo del poeta Tomás Segovia, que realizó un trabajo extraordinario para preparar el documento final, digamos que la versión en nuestra lengua no estuvo temporalmente tan lejana de la edición francesa. Por otro costado, se sabe que por cuestiones editoriales y pensando en fines comerciales, aquella primera edición apareció en las librerías como Lectura estructuralista de Freud, dicha edición fue levantada de las estanterías a petición del mismo Lacan, ya que había tomado distancia de la moda y de los supuestos que el estructuralismo trataba de consolidar tanto en la teoría política y estética; donde soportados desde la invención llevada al mito que se volvía canon a partir del Curso de Lingüística General (1905) F. de Saussure.

El episodio Althusser y Lacan no culminó de la mejor forma, todavía en los albores del inicio del Siglo XXI, los discípulos del filósofo y del psicoanalista tendrían una batalla con respecto a el porqué Lacan no había atendido psicoanalíticamente a Louis Althusser, sí, efectivamente, Lacan buscaba y necesitaba un filósofo, el neo marxista no fue el elegido para la interlocución. Lacan tendrá sus diferencias con el marxismo de su época, por su parte Lacan pensaría el capitalismo como un significante y no como una estructura hegemónica. Por su parte, Lacan trataba de sostener su obra, la reinterpretación y apropiación de ciertas categorías las problematiza al interior de sus postulados teóricos.

Lacan y la extensión: Los ensayos, en el sentido de Montaigne, que aparecen en los Escritos, fueron trabajos que se presentaron en congresos, sociedades filosóficas, coloquios psicoanalíticos, auditorios de hospitales, revistas como Critique, Enciclopedias Médicas o en Jornadas Psiquiátricas. Los textos que componen los Escritos son un trabajo minucioso de reinterpretación y de textos que han sido presentados como ponencias, y que han tomado la materialidad del libro, estamos frente a una compilación de textos que tienen la virtud de que ya han sido expuestos y debatidos frente a un auditorio.[7]

En dichos textos, podemos encontrar replanteamientos teóricos sobre lo freudiano y en donde Lacan utiliza categorías que provienen de otros discursos y disciplinas, pero que habría que ubicarlos al interior del psicoanálisis lacaniano y la práctica del mismo, ya que- por ejemplo- la noción de significante no corresponde a la versión de la lingüística que utilizaba el estructuralismo, o elementos provenientes de la antropología de C. Levi-Strauss o del Neo-Marxismo Althusseriano. De tal suerte que categorías como el sujeto o la subjetividad que apelan a cierta tradición filosófica, el uso de estas dentro de la obra de Lacan, no evocan a la filosofía si no es, meramente, un soporte que le permitió a Lacan replantear dichas categorías y conceptos para otorgar otros elementos clínicos al psicoanálisis y su praxis, es decir: Lacan debatió con la filosofía y ciencia de su época. El uso de vocablos de la física por parte de Lacan era una necesidad de no utilizar la jerga oficial del psicoanálisis, que se extraviaba en nociones, psicopatológicas y excesos interpretativos que rayaban en el delirio de algunos psicoanalistas.

Los Escritos de Jacques Lacan son textos que se encuentran atrapados frente al problema de la verdad. El tratamiento de bordear dicho problema es en donde se radicaliza la textualidad lacaniana. La publicación de los denominados “Otros escritos” es otro fragmento de historia alrededor de la escritura de J. Lacan. Los trabajos históricos en relación con la recepción de los Écrits en América Latina es una historia que se encuentra en tránsito, se está escribiendo tanto por psicoanalistas, filósofos e historiadores. La re-interpretación de la obra de Lacan es un comienzo que adviene en la intermitencia de nuestro tiempo. Sí, en efecto Lacan, tomó distancia teóricamente de Freud al introducir los registros:

R.S. I punto nodal en la teoría lacaniana sin este artificio el psicoanálisis lacaniano pierde su operatividad.

Al proponer este modelo, sigue sosteniendo un modelo de tres, que se alejará también de la dialéctica, es decir, hay un desplazamiento teórico y por lo tanto práctico, tiene que ver, en mi parecer, con las siguientes cuestiones:

  1. a) El fin de análisis.
  2. b) La noción de lo inconsciente.
  3. c) Los registros: R.S. I.

El fin de análisis fue un problema que Freud no pudo resolver, seguramente ya no le alcanzó ni el tiempo, ni la vida para poder realizar dicho planteamiento, el inventor del psicoanálisis recomendaba que el psicoanalista se atendiese al menos cada cinco años.

En ese punto teórico donde Freud quedó suspendido, al parecer Lacan inicia su travesía, por complejizar la teoría psicoanalítica. Más que pretender enunciar que Lacan superó el modelo freudiano como tratamiento o a nivel conceptual, prefiero considerar que Lacan produce un desplazamiento teórico precisamente, por los elementos filosóficos, con los que discute y problematiza el psicoanálisis, precisamente lo obra de Heidegger será una interlocución fundamental para la realización de dicho acontecimiento.

Los tres registros operarán como un modelo donde cada registro tendrá un cambio de posición, en el sentido de las manecillas del reloj (dextrógiro) así como teniendo el movimiento contrario (levógiro) este artificio teórico, le permitió a Lacan, poder acomodar sus planteamientos en tanto, la operatividad y función de los registros. Si consideramos a la filosofía como una práctica dialéctica, eso tendría una operación entre el imaginario y lo simbólico, es decir, el mundo donde las palabras alcanzan a las cosas, una función donde pudiésemos ubicar la conciencia y la voluntad.

Al introducir lo real, ya como un ternario, se complejiza el mundo de las correspondencias y de las significaciones, es decir, no todo lo que se dice puede ser pensado, ni todo lo que pienso se puede decir. Esta sentencia es una especie de debate filosófico, ya que interpela el problema del cogito cartesiano: Pienso donde no soy, soy donde no pienso. Sin negar el problema cartesiano, Lacan aborda las experiencias que, por llamarlas de algún modo, anteceden al cogito, es decir, cosas que nos suceden y se le escapan al pensamiento y a la racionalidad. Al menos aquí, se puede encontrar una analogía con la filosofía heideggeriana: hay algo que antecede al cogito, como elemento originario, antes del acto de pensar se encuentran los estados de ánimo, también lo inconsciente.

Sí, el psicoanálisis se ubica dentro de un modelo lógico trivalente, este se antepone al modelo dialéctico. La propuesta lacaniana, tiene una lógica cuaternaria, y por dicho movimiento Lacan también se aleja del modelo freudiano. El tener presente dichos modelos permiten tener una claridad con lo que respecta al problema del lenguaje y porque a partir, en el caso de Freud, el representante de la representación aparece como representación inconsciente y nunca entre la correspondencia entre representación-cosa y representación palabra.

La noción de significante en Lacan no es analógica al sistema de representación freudiana, ya que la noción de significante, en Lacan, tiene que ver con la inscripción de una letra. Entonces tenemos dos versiones distintas de inconsciente. La versión freudiana, que tiene que ver con la percepción visual y acústica, de material psíquico reprimido, representaciones que se desfiguran, y muestran un inconsciente que perturba, porque revela algo que uno no sabía. La versión lacaniana del modelo de inconsciente tendrá que ver con una letra, el significante y el lenguaje, no pasa por una desfiguración de la conciencia, lo inconsciente en la ruta lacaniana, ocurre por los derroteros de las letras y el lenguaje. Mientras la conciencia y la voluntad se aferran a tener un dominio sobre el lenguaje y por lo tanto de la realidad.

 

Heidegger y Lacan: un encuentro

 

No divulgo los acontecimientos que entonces parecieron monstruosos para sumir en la reprobación a las personas. Ni para arrojar descrédito sobre unos dominios a los que me une la costumbre y la sangre. Tampoco para perpetuar el recuerdo de viejos terrores

(Pascal Quignard)

 

Después de las obras teóricas de Martin Heidegger (1889-1976) y Jacques Lacan (1901-1981), obras que se produjeron entre guerras, se vuelve necesario replantearlas, así como el problema del lenguaje; frente a este tiempo donde los estados de ánimo se saturan bajo los signos de la locura y la violencia.  A pesar del silencio de M. Heidegger frente a lo acontecido durante la guerra, su obra sigue siendo relevante para el pensamiento contemporáneo, con la aparición de textos póstumos, su obra tiene otros matices de interpretación, otras claves con respecto a la posición filosófica y política de Heidegger.

El encuentro del psicoanalista Lacan con la obra de Heidegger, inicialmente, fue por la traducción. El mismo Heidegger autoriza a Lacan, en 1956, del texto de Logos, este encuentro es propiciado por Jean Beaufret, quien funcionó como intermediario en algunos encuentros personales que mantuvieron el filósofo y el psicoanalista. Recordemos al respecto que en la década de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado son múltiples las referencias a las tesis heideggerianas tanto en los seminarios y escritos de Lacan[8]. El psicoanálisis lacaniano con el supuesto heideggeriano de los estados de ánimo (Stimmung), radica en que son de naturaleza distinta a la del pensamiento; los estados de ánimo están más cercanos al problema de la voz y del sonido.

Por lo tanto, el tratar de mostrar que el uso de dicha categoría permite plantear otras formas de estar y de nombrar el mundo, también posibilita una ruptura radical con la tradición metafísica, la psicología, la psiquiatrización y la psicologización de lo humano. De esta manera, y desplazando a Freud, la obra de Jacques Lacan también genera un borramiento de la idea de realidad psíquica, aparato psíquico que se encuentran dentro de los postulados de la teoría freudiana. El problema de los Estados de Ánimo permite pensar un modelo no psicopatologizante que cosifique a la persona; de allí la relevancia para el psicoanálisis lacaniano -como teoría- de acudir a la enseñanza heideggeriana y, sobre todo, poder dar apertura a la pregunta ¿Cuál es la relación de los estados de ánimo con el hablar y el decirse?

De esta manera, reconocer la angustia, implica introducir al menos el problema del cuerpo y de la alteridad. Mantener en singular la angustia conlleva un desvelo ante la existencia de otros avatares, que son provocados por la invención de algunas palabras y vociferaciones que se tornan letras y que impactan al cuerpo. Como atributo del lenguaje, el ser es la posibilidad de la invención del cuerpo mismo, nominar las partes del cuerpo sería, sin duda alguna, la ligazón del lenguaje con la corporalidad y la necesidad imperante de decir algo sobre esa sensación que emana, vertiginosamente, y que conlleva otra imagen que será la del sufrimiento. Los estados de ánimo (Stimmung) no son posibles de representar o de definir, es decir, lo afectivo, solamente, matiza irremediablemente la existencia.

Cabe entonces suponer que la angustia haya sido el origen por tratar de saber sobre la existencia, sobre lo que acontece en lugar donde el cuerpo, emite una voz emergente y dolorosa que recae sobre un pathos que modela el existir, así los estados de ánimo revelan un punto originario donde se fragua la existencia. Los estados de ánimo son formas inquebrantables que modifican el transitar por la cotidianeidad azarosa de la vida, donde se desdoblan los párpados frente al levantarse, ponerse de pie, abrir los ojos, caminar, mover las extremidades, y espaciarse a pesar del aburrimiento. La angustia será un punto de cruce entre la obra de Heidegger y Jacques Lacan, dejando de lado el supuesto freudiano, en donde la angustia es generada por la pérdida del objeto.

Dentro de los postulados inscritos en el texto lacaniano, cabe señalar que dicho objeto es como una sustancia porosa, sin atributos, quizá, solamente, el objeto solo sea un signo por la añoranza, aquella producida por el deseo y la ensoñación de un nombre marcado por: cicatrices, guiños, alientos o lo fragmentario del cuerpo y lo siniestro, son atisbos de un paraíso efímero como la belleza. La angustia se genera por la presencia del objeto. Asimismo, la angustia genera elucubraciones y se posiciona con otras palabras que adquieren su materialidad en relación con su espacialidad vacilante al interior de la existencia misma y la forma de nombrar el mundo.

Por su parte, Lacan, siguiendo a Heidegger, llevará el modelo inconsciente frente al problema de la verdad. Entonces, lo inconsciente y los afectos tendrán otro estatuto, como se ha mencionado. Plantear el afecto al interior de la obra de Lacan nos convoca a acudir a la versión del Stimmung[9], propuesto por Heidegger. Los afectos no pasarían, ya, por una cuestión del alma (psique) o del corazón o del aparato psíquico freudiano, ni tampoco por tratar de poner en palabras lo que se siente. Por ende, siguiendo la idea de colocar el afecto en la voz es, precisamente, donde hay un puente o conexión con los estados de ánimo y la disposición afectiva. No se trata de reducir el problema al asunto de la voz; esa voz tiene que ver con el habla, el silencio y la apertura de y performatividad de la existencia.

Desde esta perspectiva, los afectos no tienen que ver con lo estrictamente psicológico, tendrán que ver con la disposición del escuchar y el hablar, el afecto se liga a la tonalidad y las palabras que nos hacen nombrar el mundo.

 

La voz, la letra y el silencio

¿Qué podrían efectivamente detectar su anverso? ¿Su mensaje, como se expresan algunos para regocijo de nuestros domingos cibernéticos? (Lacan)

Así, cuando del fondo de nuestro cuerpo exprimimos las voces y las emitimos rectamente por la boca, la lengua móvil, artesana de palabras, las articula, y la disposición de los labios, por su parte, les da forma. (Lucrecio)

 

Plantear la voz es un primer acercamiento al aparato vocal, es decir, en la voz hablada:

En que la frecuencia media es comúnmente baja, los armónicos del sonido fundamental se cierran y, uno o varios de ellos, caen siempre en las zonas formánticas de las vocales. Así pues, las cavidades de la resonancia son puestas a vibrar satisfactoriamente, cualquiera que sea la frecuencia del sonido fundamental laríngeo. Por otra parte, la homogeneidad de la voz pasa a segundo plano.

Es fundamental reconocer el cuerpo y también su interioridad en el sentido de reconocer ciertos mecanismos que soportan el habla. Como se ha mencionado con anterioridad, el problema de la localización del afecto se ha venido modificando con el devenir histórico:

  • El alma dentro de una tradición metafísica, el corazón a partir de la tradición medieval y por decirlo, de alguna manera, a partir de un conocimiento psicológico, se ha tratado de racionalizar los afectos.
  • La ruptura radical, que propició el psicoanálisis freudiano, de ubicar el afecto en la palabra, ha sido fundamental para desplazar el afecto dentro de los linderos de la racionalidad.
  • Por esta causa, Lacan problematizará el asunto del afecto. En el sentido que radicaliza su postura y cuestiona la existencia de un aparato psíquico y una realidad psíquica.

 

El desplazamiento teórico con respecto al afecto precisamente será un movimiento que coloca el afecto en la voz en tanto hay una relación con el lenguaje, con un lenguaje que otorga temporalidad fragua los estados de ánimo frente con lo que se enuncia, lo que no se dice, pero se interpreta y sobre todo se escucha, como si hablar fuese una caja de resonancia. Si se habla de la letra es una forma de tratar de desarticular las palabras y llevarlas a un estatuto de grafía sonora. Dicha desarticulación abre el problema de la fonética de la letra y también el de la escritura.

Lacan utilizó el modelo de la imprenta, de armar letra por letra el texto, para darle un soporte de la letra a su conceptualización de lo inconsciente; será, precisamente, que el afecto surge de la voz, en tanto se produce un sonido y ya no de la palabra. El modelo de Borges y de Jacques Derrida, mejor conocido como archi-escritura, es distinto, ya que dicho modelo presupone que hubo una palabra originaria, que no se sabe cuál fue, tiene un aspecto enigmático, y a partir de allí surgieron en consecuencia todas las demás palabras.

El cambio radical implica en localizar el afecto en la voz. Dicho problema nos arroja a pensar el silencio, se abre un vacío, entre el lenguaje y la voz, una condición de la disposición afectiva y los estados de ánimo. El silencio es necesario para poder escuchar, es una retirada del ruido del mundo y de las habladurías.

El silencio abre la posibilidad del estado de ánimo, escuchar la propia voz, como un eco del pensamiento. El silencio es necesario para la reflexión filosófica; es un distanciamiento de las palabras, para el psicoanálisis es fundamental, ya que, si el analista no se calla, por una parte, no escucha, sin el silencio, la palabra no emerge. El silencio es parte del lenguaje, es: la pausa, la intermitencia que permite el habla, y a la vez, son los estados de ánimo los que nos permiten situarnos en el mundo.

 

Breve (in)conclusión

Al interior del psicoanálisis, en un pasado reciente, a comienzos de siglo, se abrió la problemática de las cartografías del psicoanálisis, que fue la apertura al debate psicoanalítico con otros agentes, lectores y practicantes del psicoanálisis. Se interpelaba desde la posición de Jacques Derrida, la cual era el estatuto que tenía el psicoanálisis, sobre todo también por la diseminación del hipertexto y no, solamente, a nivel de su práctica, sino también epistemológicamente y hasta políticamente. Derrida trataba de sacar el psicoanálisis fuera de sus dominios y resistencias, es decir, fuera del diván. Las disputas entre la filosofía y el psicoanálisis perduran y se mantienen vigentes entre este vertiginoso tiempo en el que habitamos. Sin ganadores ni perdedores, filósofos y psicoanalistas siguen dialogando, en el umbral de, lo que diría Blanchot, la penúltima palabra, corrección, el diálogo ha fecundado tanto a la filosofía como al psicoanálisis, ambos campos disciplinares han sido ampliamente beneficiados.

 

Bibliografía

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  23. Sosa, Miguel. Freud y Lacan en México el revés de una recepción, Emergente, México, 2016.
  24. Sloterdijk, Peter, Sin salvación, tras las huellas de Heidegger, Akal, Madrid, 2011.
  25. Tamayo, Luis, Del síntoma al acto. UAQ, Querétaro, 2001.
  26. Tamayo, Xolocotzin, Los demonios de Heidegger, Trotta, 2012.
  27. Quignard, Pascal, El odio a la música, Andrés Bello, 1998.

 

Notas

[1] Sigmund Freud, Obras Completas, Volumen 7, ed. cit.
[2] Stefan Gandler, Fragmentos de Frankfurt, ed. cit.
[3] Es relevante destacar que la sexualidad que propone Freud es una sexualidad pulsional ligada a lo inconsciente y no tiene un estatuto sexológico o de carácter identitario.
[4] Miguel Sosa, Freud y Lacan en México el revés de una recepción, ed. cit.
[5] Lacan con los filosófos, ed. cit.
[6] Actualmente Juan Carlos Cosentino y Lionel Klimkiewicz realizan una traducción y edición con algunos de los textos de Freud.
[7] Ahora se está revaluando la compleja relación entre Lacan y Althusser a partir de nueva información.
[8] Ángel Xolocotzi y L. Tamayo, Los demonios de Heidegger, ed. cit., p.184.
[9] Stimmung: estado de ánimo; disposición; humor. Diccionario Herder, ed. cit., p. 289. Cabe señalar que José Gaos en, Ser y Tiempo (F.C.E, 2009) tradujo dicho vocablo como “temple” a diferencia de Jorge Eduardo Rivera, Ser y Tiempo (Trotta, 2003) utiliza “estado de ánimo” y por su parte Ángel Xoloctzi refiere en los Seminarios de Zollikon (Herder, 2013) como “temple de ánimo” como una mezcla de las tradiciones de la recepción cultural de Heidegger en lengua castellana, ya que Stimmung resulta intraducible.