Construirse un cuerpo desde la sexodisidencia y la tierra del vampiro

Oliver Terrones, L12, 2015. Fuente: elaboración propia.

Resumen

El siguiente ensayo juega con el concepto de corpus y el significado de construirse un cuerpo como parte de las reflexiones preliminares a una investigación que hibrida autoteoría y análisis crítico del discurso de representaciones sexodisidentes en la literatura mexicana de ciencia ficción.

Palabras clave: ciencia ficción, cuerpo, autoteoría, sexodisidencia, literatura.

 

Abstract

The following essay mix the concept of “corpus” and the sense of constructing a body as part of the preliminary reflections on an investigation that hybdridizes self-theory and critical discourse analysis of sexodissident representations in Mexican science fiction literature.

Keywords: science fiction, body, autotheory, queer, literature.

 

Construir un cuerpo de representaciones sexodisidentes en textos literarios de ciencia ficción publicados e impresos en México es dialogar con la tradición ciencia-ficcional latinoamericana y los discursos de poder literario, editorial y de género. Construirlo desde Chilpancingo, Guerrero, es hacerlo desde un margen de la modernización que interfiere en la escritura, afectos y corporalidad; delimitando debates e interlocutores volviendo al proceso una casa por la que se cuelan goteras y desbordan los ríos. Llenando a la escritura de dudas contaminadas de crónica, ensayo y suciedades; bloqueos, exigencias de justicia, corrupción, desigualdad, caciquismo y conflictos laborales, pero también solidaridad y cuidados que determinan lo posible e imposibilitan el separatismo fetichizado por las sexodisidencias urbanas. El jotillo de provincia apersonajado “pícaro” y biografiado “picaresco” que afronta estructuras de poder generando preguntas sobre los modos en que lo hicieron el resto. Necesito un cuerpo que dé cuenta de ecologías-otras y cosmotécnicas. Construirse un cuerpo a los treinta cuatro (a veces más, a veces menos) es dialogar con lo que el cuerpo tendría que hacer, haber hecho y no hace ahora; con la culpa. ¿Quién se construye un cuerpo? Quizá quien no lo tiene o quien quiere otro porque el que tiene no es suficiente; entre el expansionismo y la prótesis: la modernidad del Doctor Frankenstein construyendo un cuerpo. Algunos hongos se lo construyen instalándose en otro y tomándolo. Sentir la ausencia de cuerpo en un cuerpo que no siente el espacio; ni el movimiento ni la potencia ni la expansión ni el diálogo con otros. Del cuerpo que no sirve para lo que quiero, formado de fragmentos desarticulados que no necesariamente funcionan volviéndose estorboso. Del estorbo cuando es monstruoso y no deja pensar contraponiéndose ante las palabras con las que lo nombro. Porque las palabras ya no funcionan como operadores descontrolados e indicaciones para rutas erradas. Construirse un cuerpo porque en la ciencia ficción se construye todo el tiempo como si estuviera maldita de modernidad y en permanente obra negra. Un cuerpo que no se reduce a la literatura gay que pareciera, algunas tardes, más cerca de los contratos editoriales. Un cuerpo que no se reduce a encontrar (o no) el amor ni a la novela rosa por donde pasaron, ya, todas las mujeres; ni a reducir su producción imaginaria a los amores. Un cuerpo que se construye después de habitar treinta y tantos años este planeta, como si lo necesitara para tentar y encontrar algo: un reflejo o un gesto. Que de prueba diciendo: es verdad la que sientes; o se acerca mucho a lo que sientes. Un cuerpo que con su duda expanda la biblioteca de afectos y percepciones. Que diga: eres real y no esa especie desconocida. Un cuerpo para ser más cuerpos y afirme que su creación no es informe por desconocer su genealogía. Siempre compartido porque sé lo que significa no tener un cuerpo. Como el personaje de la novela ciberpunk mexicana “Volver a la piel” (2019), de Horacio Porcayo, en donde un sin cuerpo rastrea a su nuevo cuerpo en cada ciclo: reconociéndose y recordándose; entre la memoria y el cuerpo, o entre cuerpo y lenguaje; donde la memoria no es lenguaje. Porque este cuerpo de representaciones sexodisidentes en la literatura mexicana de ciencia ficción amplía lo imaginable. Tuerce al espectro de modo que quienes aún deambulan sin cuerpo tengan donde aterrizar y ser contactades en una ouija textual que como máquina de cristal y memoria permite a la bola comunicarse entre sí y con otras bolas. Porque qué espanto que después de todo por lo que hemos pasado nos sintamos tranquiles teniendo a les nuestres ahí flotando en lo virtual sin cuerpo y esperando el apagón para desaparecer por siempre; como nos tuvo por años el relato cristiano; hoy, cibercristiano, pero igual sin cuerpo. Pienso a este cuerpo para pensar lo rechazado; a lo ineficiente; a las varillas de su construcciones y a quienes las cargan; a quienes se saturan de alcohol para no sentir al cuerpo mientras cargan costales, sol y varillas. Ampliando al espectro porque la ciencia ficción dialoga con la modernidad mientras lo sexodisidente dibuja la densidad de un agujero negro que abre a la rosada literatura gay hacia los mundos posibles en donde no tendría que haber vida y en donde, además de encontrar el amor, los jotos encontramos otras cosas; y en donde además de desear: pos deseamos; porque quizá algún día nos cansemos de depositar deseo en los mingitorios rosas de la ficción y pasemos a depositar deseo antimonio en mingitorios de ficción pimiento. Donde evitamos la muerte de amigues y ayudamos a cumplir sus deseos de desabordar este planeta para visitar otros que quizá ni imaginamos; y ver los mundos en donde los chahuistles caen sobre las señoras que no tienen otra cosa que su puchita wanga y tristona; y sobre los señores que no tienen otra cosa que su pituche wango y tristón. Donde la vida se reproduce con antenas retráctiles y esporas inhalantes; y Kali Uchis consigue (además de coger) un doctorado por telepatía; y donde la familia es un bosque de plantes que aún nadie imagina; y donde la literatura gay se fosiliza en los cristales del silencio institucional de museos de geología resguardados por gnomos monaguillos: barones, ávaros, pazguatos y cacarizos que cuelgan letreros y pintan rayas que prohíben el paso. Un cuerpo que devele el proceso por el que se materializa el deseo en un canon olor a campo de poder y gusto. Que videntice a las exclusiones por venir; a las redes por tejer; al futuro que abortar y a los circuitos por desconectar. Revertir al catálogo que volvió chilango al Vampiro e impide a un chilpancinguense que se identifique con él. Que no sepa, incluso, siquiera que existe. Ver en el vampiro a un migrante provinciano con problemas de migrante provinciano cualquier. De los vampiros cualquier y la migración jota que nos envuelve encontrando en la ciudad al tropo predilecto de la ficción gay; y no en el campo que expulsó al joto primigenio. De los desplazamiento forzados por razón de género durante la modernidad porque, de pronto, la protagonista del “Vampiro de la colonia Roma” es la Colonia Roma sin portar que el vampiro antes de dandi fue una bestia que venía de fuera en forma villana, aldeana y fuereña comiéndose a la propiedad privada que incluía, por supuesto, a las mujeres. El salvaje de otro pueblo que es más salvaje porque acusarlo nos vuelve menos salvajes; un vampiro expiatorio como las putas para la señora cazaputas. Porque nadie reconoce al vampiro en Chilpancingo como pocos reconocen al joto cuando sale de su pueblo dejando a su pasado pueblerino para ser parte de nosotres asumidos como personajes de la ficción urbana; porque pusimos en duda afectos, relaciones, cosas y posibilidades; porque fuimos una especie de ficción y fantasía; a veces terror y a veces weird; inexplicables, disfuncionales e infértiles que se reproducen; o simplemente porque nuestra existencia abre la siempre peligrosa posibilidad de otros mundos; porque “…el vampiro es más que la imago de la desviación, es la metáfora de una profunda disidencia del orden de la creación. Dado que no puede integrarse y no debe ser integrado, debe ser eliminado”[1]. Como los vampiros de Gabriela Rábago y porque:

…la segunda función que debe ser resaltada resulta de la estrecha relación entre el motivo vampírico y la sexualidad desde un enfoque prevalentemente discursivo. Según Brittnacher, las diferentes representaciones de la mordida en el canon vampírico clásico contienen una carga metafórica inmanente erótica, a través de la cual se expresan una gran variedad de transgresiones a las nociones de sexualidad burguesa. El vampiro es, por lo tanto, una manifestación de la sexualidad tabuizada, desde el adulterio y la homosexualidad, hasta el masoquismo, la violencia sexual y la necrofilia (Brittnacher, Ästhetik des Horrors 145-147). Considerando la naturaleza dinámica de este motivo, se debe resaltar que las connotaciones eróticas del vampirismo van modificándose a medida que los tabúes en torno a la sexualidad en cada discurso social cambian. Ambas funciones hacen del vampiro un motivo idóneo para representar figuras sexualmente marginalizadas (Brittnacher, Der Vampir als Aubenseiter 372-373). Esta tesis es sustentada también por Begemann et al., al afirmar que el vampiro se convierte en la representación metafórica por excelencia de todas las deviaciones de la norma sexual establecida alrededor de los discursos científicos de la Scientia sexualis durante el siglo XIX, creando así un vínculo esencial entre el vampirismo y mecanismos de exclusión discursiva en décadas posteriores[2].

Matar al vampiro es defender al statu quo. Buscando en su cuerpo fragmentos de poder que a ratos incluyen a “Eugenia” (1919), la primera novela mexicana de ciencia ficción que rompe con la función reproductiva de la mujer cuestionando a la xaternidad en un desmantelamiento que lleva a las máquinas para el cabello de Rosario Castellanos que son máquinas de comunicación, delirio y farsa del eterno femenino. Y a las máquina femeninas de Arreola. “Eugenia” (1919), aunque vieja, dialoga con “Utopía gay” (1983), que encabeza a este cuerpo; autopublicada porque la ciencia ficción “al margen tanto del sistema editorial como de la academia”. ¿Es este cuerpo en construcción un cuerpo marginal o solo hechizo de fragmentos marginales? Deseo por herramientas de un mundo posible en el que lo marginal sea imposible. Los parámetros de conversación de la ciencia ficción le hacen parecer marginal frente a un canon que dialoga con pocas obras por años. Decir que gracias a “Eugenia” tenemos casi un siglo de disidencia sexual en la ciencia ficción mexicana me parece forzado, sobre todo desde Chilpancingo en donde las olas no llegan y lo subterráneo es solo la sala de un museo de arte de la ciudad de México que se autopercibe nacional. En la necesidad de que este incipiente cuerpo sea abierto y quizá, algún día, tan abierto que incluya al robot de Reinaldo Arenas en “Otra vez el mar” (1982). Al robot satírico con su función ensartada para decir aquello que los humanos y la memoria de Reinaldo no puede. Junto a la fantasía de Fuentes, opositora a la “crónica realista”: donde “la vida cotidiana no está ordenada lógica ni intelectualmente. Entonces, el color uno al lado del otro elementos de la realidad en apariencia no ligados entre sí, crea la fantasía…una realidad cotidiana más evidente que la realidad creada, que es la realidad que construimos mentalmente y que nos permite vivir, nos permite abandonar [la] irreductibilidad lógica que es la vida”[3].

Y pienso en su cuento, “El robot sacramentado”, escrito en Acapulco y publicado en el suplemento cultural de un diario:

La nueva generación de robots actuaría en las áreas de los verbos infinitivos, ser y estar, desear, nacer, vivir, morir, trascender. Ontorobots, Telerobots, Axiorobots: todos estos nombres se barajaron a medida que la nueva generación era fabricada de la misma manera que se enseña a un niño a manipular y reconocer objetos, a caminar y a hablar, pero esta vez con una función metafísica, trascendente, ulterior […] El gusto le entró a los robots por el cerebro programado para el entendimiento filosófico. En ese instante los robots se dieron cuenta de que ellos también tenían un cuerpo y como lo expresó el líder natural 14921992 a sus hermanos y hermanas robóticos: ―No nos olvidemos ni un minuto de que todos nosotros estamos en el mundo, poseemos un cuerpo y conocemos al mundo directamente. No se olviden nunca de que nuestros actos son parte, desde ahora, de la dinámica del mundo”. Y también este fragmento es significativo: “―Por la misma razón que ellos creyeron que podían engañarnos ―reasumió 14921992―. Sabemos razonar porque aprendimos igual que los niños, poquito a poco. Los robots hemos tenido infancia. Ni tú, Señor, ni Adán y Eva, la tuvieron. Nos parecemos más a los hombres que ustedes.
―¿Qué puedo darles en recompensa?
―Un nombre ―dijo el francés 04961789, pensando secretamente en Balzac, gran nombrador de hombres, en Hugo, gran nombrador de cosas, y en Mallarmé y la pureza de las palabras de la tribu.
Y nos solo un nombre, sino la ceremonia que lo convalida ―dijo 14921992 convalidando él mismo su cultura ancestral―. Queremos ser bautizados[4].

Y aunque Gabriel Trujillo lea en “El robot sacramentado” (1992): “…una visión futurista que recrea la polémica del siglo XVI cuando los españoles en particular, y los europeos en general, tuvieron que decidir si los nativos americanos eran seres inferiores o eran seres humanos como ellos. Si contaban con un alma o no…”[5]; yo veo a unos robots que desean un nombre y un cambio de identidad. Unos robots que como dice el cuento “se dieron cuenta de que ellos también tenían un cuerpo”[6], que poseen un cuerpo y conocen al mundo a través de él, que sus “…actos son parte de la dinámica del mundo”[7].

Me siento cómodo en este cuerpo en formación: con fragmentos de cartas de amor a robots, reflejos transmutados, parejas catastrofistas, crónicas de telerrealidad cotidiana, especies desconocidas, fantasías sexuales sobrevirtuales, prácticas sexuales godzílicas y otras más que no digo por miedo de que me roben el cuerpo. Un cuerpo de sentimientos posibles: vegetal, musgal o de barro. De modo que sin dejar de ser un cuerpo estoy dispuesto a ser más cuerpos, porque no hay otra vía vital que la multiplicación. Lejos de Shelley y los sufrimientos de su cuerpo inventado; lejos del cuerpo cristiano que pide ser devorado para transmitir lo que no puede transmitir con la palabra. Y curiosamente, hablando de la tierra del vampiro: no puede haber nada más infértil que un vampiro. El primigenio era parecido a una rata similar a nuestros naguales y pienso que el romanticismo mexicano debió haber convertido al nagual en dandi; pero sobre todo siento, a veces, que la vida que nos dio el vampiro ya no es vida. Es un misterio que seamos aquí, casi todes, hijes d un vampiro infértil, muerto y sin sangre. Contaminados quizá. O quizá es que después de todo, el cuerpo del que hablo no sea más que aquello de lo que hablaba Burroughs cuando decía que el lenguaje es un virus y este cuerpo de lenguaje sea entonces solo eso y todos en esta sala estamos infectados. Y una vez infectados, quizá hace mucho, ayer o hace unos minutos, venimos aquí a buscar a otros infectados.

 

Referencias

  1. Arango Vallejo, Álvaro, “Vampirismo y sexualidades marginalizadas en dos relatos de Gabriela Rábago Palafox”, en América sin nombre, 26, 2022, pp. 37.
  2. Carballo, Emmanuel, Protagonistas de la literatura mexicana, SEP, México, 1986, p. 536.
  3. Fuentes, Carlos, “El robot sacramentado”, en Revista de la Universidad 15, UNAM, Ciudad de México, 2005, pp. 5-9.
  4. Trujillo Muñoz, Gabriel, Biografías del futuro: la ciencia ficción mexicana y sus autores, Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 2000.

Notas

[1] Brittnacher, 1994, como se citó en Arango Vallejo, Álvaro. “Vampirismo y sexualidades marginalizadas en dos relatos de Gabriela Rábago Palaox” en América sin nombre, 26, ed. cit., pp. 32-50.
[2] Álvaro Arango, “Vampirismo y sexualidades marginalizadas en dos relatos de Gabriela Rábago Palafox”, en América sin nombre, 26, ed. cit., pp. 37.
[3] Carlos Fuentes, en Carballo, Emmanuel, Protagonistas de la literatura mexicana, ed. cit., p. 536.
[4] Carlos Fuentes, “El robot sacramentado”, ed. cit., pp. 8-9.
[5] Gabriel Trujillo Muñoz, Biografías del futuro, ed. cit., p. 126.
[6] Carlos Fuentes, “El robot sacramentado”, ed. cit., p. 7
[7] Ibid.