Fenomenismo e indeterminación: implicaciones epistemológicas de la epojé de Pirrón

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Fenomenismo e indeterminación: implicaciones epistemológicas de la epojé de Pirrón

5.0

Cuando se pretende acercar o estudiar la figura de Pirrón, se suele vislumbrar en un primer momento la creencia de toda perspectiva teórica o epistemológica dentro del pensamiento del sabio de Élide.[1] Sin embargo, en un estudio más a fondo, y por ende más preciso, se observa claramente la postura que aquí defendemos, hay un primer momento teórico que se decanta por un momento práctico y vital; de esta manera, afirmamos que Pirrón parte de lo teórico-ontológico hacia lo ético–práctico. La epojé practicada por Pirrón tiene algunas implicaciones muy importantes en el terreno de la epistemología y ahora las mostraremos.

Como señala Ignacio Pajón, desde la perspectiva de Pirrón y del escepticismo[2] hay que tener en cuenta tres puntos para hacer filosofía:

  1. Qué son las cosas por naturaleza.
  2. Qué actitud debemos tomar ante ellas.
  3. Cuáles serán las consecuencias de esa actitud.[3]

Como lo hemos señalado anteriormente, ante la primera cuestión, Pirrón dirá que las cosas, por naturaleza son indiscernibles. Esto es muy importante y se manifiesta ya como un primer momento epistemológico y ontológico dentro del filosofar pirrónico, porque se nota que Pirrón parte de una pregunta con carácter ontológico que busca conocer las cosas y así darles ser. Ante tal hecho, el ser que Pirrón da a las cosas no es ni ideal, ni material, ni inmanente, es lo indiscernible y este ser, por su carácter universal aplica a todas las cosas. Es decir, para el sabio de Elis y padre del escepticismo, las cosas en sí mismas y por naturaleza son indiscernibles, esa es la característica o esencia universal de las cosas, su Ser[4]. Ante tal hecho Pirrón y su filosofar parten de dudar qué son las cosas y, en respuesta darán lugar a un extrañamiento abierto al mundo, un entender la insuficiencia del conocer humano para discernir el indiscernible ser de las cosas. Esto es ya una postura epistemológica que pone entre el sujeto y objeto de conocimiento una ruptura, o al menos una barrera de imperceptibilidad que, además, resulta imposible de romper. Por este hecho precisamente tiene lugar una suspensión del juicio que no quiebra esa barrera, antes bien, la deja de tomar en cuenta y apuesta mejor por la vida[5].

Desde lo epistemológico, si hay un escepticismo pirrónico, consistente en realizar epojé, pero este acto se ve antecedido por un entender que el ser de las cosas es indiscernible. Vemos, por mera consecuencia, que la actitud que debemos tomar ante las cosas es la indiferencia, también caracterizada y acompañada por la epojé. Tomamos la indiferencia como actitud debido a la desconfianza surgida por lo indiscernible de las cosas. Ahora bien, en este punto hay algo que resulta por demás importante: la indiferencia y desconfianza del mundo, así como la epojé, no son a priori en el pensamiento de Pirrón, son a posteriori, el único resultado de indagar qué son las cosas y, así, la consecuente actitud de no saber que son.

He ahí otra importante consecuencia epistemológica y filosófica que arroja el pensamiento de Pirrón, no hay a priori en las cosas, su ser, sea este de cualquier índole, se tiene que investigar subjetiva e individualmente, lo que nos lleva a decir que para Pirrón el conocimiento, o al menos el intento por tratar de conocer las cosas, es un ejercicio estrictamente personal y subjetivo. De ahí el famoso ejemplo que Sexto, uno de los seguidores de Pirrón, nos hace llegar, naturalmente, en sus esbozos pirrónicos:

La miel, por ejemplo, nos parece que tiene sabor dulce. Eso lo aceptamos, porque percibimos el dulzor sensitivamente. Tratamos de saber si, además, literalmente “es” dulce. Lo cual no es el fenómeno, sino lo que se piensa del fenómeno.

Y además, si en público planteamos problemas sobre los fenómenos no los ponemos con la intención de invalidar los fenómenos, sino para hacer ver la temeridad de los dogmáticos; pues si la Razón es tan engañosa que casi nos arrebata hasta lo que percibimos por nuestros ojos, ¿cómo no habrá que mirarla con recelo en las cosas no evidentes, para no precipitarnos cuando la seguimos?[6]

No hay realidad única, así como saber único de la miel, solo experiencia propia y subjetiva, de los fenómenos. Esto nos arroja al punto más importante, visto también como la mayor consecuencia de la epojé en Pirrón, que se sitúa en el terreno epistemológico, y es precisamente el pensamiento. Como bien apreciamos en la cita de arriba, Sexto afirma que se piensa lo dulce, y esto no es el fenómeno, sino lo que se piensa del fenómeno; de esta manera, nos es posible afirmar que el sabio Pirrón, padre del escepticismo, no duda de los fenómenos, sino de lo que decimos de ellos o, mejor aún, pensamos de ellos. Bajo esta consideración Pirrón opta por vivir los fenómenos y no decirlos, esta es la máxima expresión de la epojé, porque se suspende el juicio, no sin antes pensar si, en este caso, lo dulce verdaderamente se puede aplicar a la miel[7]. Ahora bien, se aprecia con claridad que se duda, posteriormente se suspende lo que pienso y digo de las cosas porque no hay certeza de ello, sino indiscernibilidad. Hay luego entonces, un criterio de verdad para Pirrón, y este es el fenómeno entendido como lo que parece y aparece sin ningún tipo de juicio; así, se confronta el fenómeno con lo que pienso del fenómeno, dando lugar a una dialéctica pirrónica donde lo que aparece[8] se yergue sobre lo que pienso de ello. Este es precisamente el fenomenismo, un optar por el fenómeno en vista de que lo que digo saber y pensar de él, resulta poco claro y, en grado máximo, indiscernible. Bajo esta premisa, bajo este fenomenismo pirrónico, la desconfianza así como la epojé, encuentran pleno asidero en torno no a lo que se vive fenoménicamente, sino sobre lo discursivo, gnoseológico y ontológico de eso mismo vivido fenoménicamente. En otras palabras, Pirrón realiza epojé sobre los pensamientos de los fenómenos, no sobre ellos. Epistemológicamente desde Pirrón no se entiende de especulaciones metafísicas ni ontológicas, solo vale la pena atender al fenómeno como criterio que aparece y que se muestra diverso y relativo entre los sujetos. De esta manera, no es poco probable decir que en Pirrón hay un relativismo epistemológico, donde conocer no se hace posible, solo un vivir fenoménica y subjetivamente lejos de toda especulación metafísica con caracteres de universalidad y absoluta certeza.

Aquí parece haber una contradicción de lo especulativo y ontológico, pero aclaremos lo indiscernible es el primer momento, la respuesta a la primer pregunta que realiza Pirrón en su recorrido filosófico; posteriormente viene la desconfianza y la epojé, y ahora sí, se hace patente la vida fenoménica como sostén vital. En otras palabras, partimos de lo ontológico y teórico pero accedemos a lo vital-práctico, es este precisamente el tránsito filosófico de Pirrón, es también la muestra precisa de que el escepticismo es un trabajo consecuente y coherente entre teoría y práctica. El fenomenismo es el resultado de lo indiscernible, es también una implicación epistemológica de la epojé que, parece, en un primer momento no deja lugar a nada sobre lo cual se pueda siquiera vivir, pero arroja a los fenómenos, a lo que aparece. Observamos con claridad el terreno de aplicación de la epojé pirrónica, que es definitivamente lo especulativo, aquellos juicios que arguyen los discursos dogmáticos sobre la verdad y falsedad de las cosas; la epojé de Pirrón es una purga de la turbación originada por lo que cree saber y pensar de los fenómenos, es un privar la voz del pensamiento especulativo para dar lugar a las sensaciones de las cuales estoy seguro (yo estoy seguro que pruebo miel), pero de lo que hay más allá de esa sensación no(¿es dulce la miel? ¿Es amarga? Lo dulce y amargo está más allá de la miel), por eso suspendo el juicio, me libero de toda especulación y simplemente vivo de manera imperturbable.

Pirrón navegando en la tormenta

Pirrón navegando en la tormenta 

En consecuencia, la causa original del verdadero escepticismo es la esperanza de alcanzar la ataraxia mediante la investigación de la verdad de las cosas. Ahora bien investigar no significa dogmatizar: el escepticismo con su obra investiga, pero no dogmatiza; es decir, no afirma o niega nada sobre las cosas que investiga. Cuando al escéptico no le queda más remedio que decir alguna cosa positiva o negativa sobre algo, no será una afirmación o negación en el sentido absoluto de la palabra, sino que en todas las fórmulas escépticas que afirman algo como: No comprendo; no defino; no más esto que aquello otro; tal vez sí, tal vez no; todo es incomprensible; ¿Por qué esto más bien que eso?; suspendo el juicio; siempre habrá que sobreentender “según me parece”.[9]

Hay, por tanto, dos criterios epistemológicos que arroja la epojé: el fenomenismo y la indeterminación. A estos, necesariamente le seguirán dos criterios éticos: la imperturbabilidad o ataraxia y la felicidad. Hay por este hecho, un tránsito en Pirrón que queda conectado por la epojé, consistente en ir de lo ontológico (qué son las cosas) a lo ético (qué consecuencias hay ante mi actitud a las cosas), pasando por la epistemología (qué actitud tomo ante lo indiscernible).

Por complicado que suene y por dogmático que parezca, lo indiscernible deja lugar a la desconfianza, a un camino de duda  hacia el mundo que no se sabe desde otra perspectiva que no sea su irresolución, su misterio y complejidad que ante una especie de nihilismo gnoseológico del hombre sólo da lugar a la epojé, este suspender de juicio que luego posibilitará la ataraxia. El fenomenismo y la indeterminación son criterios epistemológicos que nos muestran y dan lugar precisamente a un escepticismo en Pirrón, consistente en dudar del ser de los objetos, pero sobre todo de la posibilidad de que el hombre pueda conocer verdaderamente las cosas; por un lado este indeterminismo, este acontecer lo indiscernible como la única posibilidad de ser de las cosas deja espacio para que continuamente se realice skepsis, una investigación sobre las cosas pero no para buscarles la verdad, sino para dar cuenta de su indiscernibilidad y su indeterminación, como lo señala, una vez más, Sexto Empírico:

La orientación escéptica recibe también el nombre de Zetética por el empeño de investigar y observar, el de Eféctica por la actitud mental que surge en el estudio de lo que se investiga y el de Aporética bien –como dicen algunos- por investigar y dudar de todo, bien por dudar frente a la afirmación y la negación.

También recibe el nombre de pirronismo por parecernos que Pirrón se acercó al escepticismo de forma más tangible y expresa que sus predecesores. […] Y en absoluto tomamos “proposiciones contrapuestas” como “afirmación y negación”; simplemente como “proposiciones enfrentadas”. Y llamamos equivalencia a su igualdad respecto a la credibilidad o n credibilidad, de forma que ninguna de las proposiciones enfrentadas aventaje a ninguna como si fuera más fiable.[10]

Esta actitud, este pirronismo que antepone proposiciones contra puestas  como un juego subjetivo y dialéctico es justo el que romperá con los dogmas y demostrará que todo es igual, que no hay más o menos en ningún terreno, sólo indeterminación. Ahora bien, esta indeterminación, esa igualdad gnoseológica y cognitiva también toma lugar y da pautas al mismo tiempo, de y para la epojé, porque al suspender el juicio se indetermina lo indiscernible, y también se abre la brecha a permanecer imperturbables pero, siempre y cuando, se siga suspendido el juicio, o lo que es lo mismo, realizando epojé. En otras palabras, sin epojé no hay indeterminación, y sin indeterminación no hay ataraxia, y sin ataraxia no hay felicidad, luego entonces, sin epojé no hay felicidad. La epojé es motor y constante movimiento del raciocinio que implica felicidad, está antecedida por un dudar sobre las cosas, de hecho, es la respuesta a esa duda, se manifiesta conjuntamente con lo indiscernible y da lugar a lo indeterminado, a la igualdad de las cosas y, al suspender todo juicio, al fenomenismo.

La importancia de la epojé, bajo estas consideraciones, se manifiesta epistemológica, gnoseológica y cognitiva. Epistemológica porque enfrenta el problema del puente rompiendo con lo trascendente y con lo inmanente, estableciendo una pregunta infinita en torno al conocimiento de las cosas y, sobre todo, suspendiendo todo juicio especulativo sobre las cosas, la verdad y la certeza. Gnoseológica porque cuestiona la realidad de las cosas y el conocimiento de las mismas, decantándose incluso por una privación del conocimiento o gnosis. Finalmente, cognitiva porque indetermina el conocimiento mismo.

La epojé de Pirrón es un ataque directo hacia el común ejercicio filosófico porque, si atendemos a lo dicho líneas arriba en torno a lo epistemológico, gnoseológico y cognitivo, para el sabio de Elide no hay verdad inescrutable incapaz de ser suspendida; antes bien, sólo existen los fenómenos pero de ellos nada podemos decir, ni verdad ni falsedad, ni más ni menos, sólo su indeterminación y así, su igualdad e indiferencia. De hecho:

Por naturaleza no hay bien o mal, dicen. Pues de haber algo bueno o malo por naturaleza, debería presentarse a todos como tal bien o mal, al modo como la nieve es fría para todos. Pero nada es general bueno o malo para todos. Por consiguiente no hay bien ni mal por naturaleza. Pues o bien o todo lo que a uno le parece un bien debe ser proclamado tal, o no todo. Y todo no puede ser proclamado tal, porque una misma cosa a uno le parece un bien y a otro le parece un mal, como el placer a Epicuro es un bien y para Antístenes es un mal. Ocurre por tanto que la misma cosa es un bien y un mal. Y si decimos que no es bueno todo lo que se lo parece a alguien, será preciso que distingamos entre las opiniones. Lo cual no es posible a causa de la equivalencia de las razones (en favor de lo uno o lo otro). Por tanto el bien por naturaleza es incognoscible […] los dogmáticos afirman que los escépticos tienen conocimientos y expresan creencias. Pues en lo que tratan de rebatir admiten un conocimiento. Y en éste se afirman y dogmatizan. Así, por ejemplo, cuando aseguran que no definen nada y que a todo razonamiento se opone otro, están efiniendo eso y expresan una conclusión dogmática.

A éstos les responden ellos: “Sobre aquello que experimentamos como hombres, estamos de acuerdo en admitirlo. Por ejemplo que es de día, y que vivimos, y admitimos muchos otros fenómenos de la vida. Pero en cuanto a aquellas cosas que los dogmáticos afirman por el razonamiento, asegurando que las han comprendido, acerca de estas suspendemos nuestro juicio en cuanto inciertas, ya que sólo reconocemos nuestras impresiones. Admitimos el hecho de que vemos y de que pensamos; esto lo reconocemos, pero ignoramos cómo vemos o cómo pensamos. Y que un cierto objeto parece blanco lo decimos coloquialmente, aunque no aseguramos que también lo sea realmente. En cuanto a la expresión de “No defino nada” y las otras parecidas, las decimos no como afirmaciones dogmáticas. Porque no son semejantes a afirmar que el mundo es esférico. Pues esto expresa algo oscuro e incierto, mientras que aquéllas son reconocimientos de un hecho. Por tanto, cuando decimos que no definimos nada, ni siquira definimos ese mismo aserto.[11]

No hay certeza universal, o vínculo capaz de establecer relación entre lo que me impresiona y lo que digo en torno a eso que me impresiona, no existe la metafísica o un argumento especulativo que erija una verdad sólida y absoluta, más bien hay fenómenos y sensaciones relativas y subjetivas, por eso se suspende el juicio, por eso también se llega a afirmar que hay que estar sin opiniones, sin ningún tipo de prejuicios atendiendo a los siguientes principios:

  1. Que no más es que no es
  2. O bien que es, que no es
  3. O bien ni es ni no es[12]

Estos principios nulifican el Ser, o al menos lo dejan indiferenciado e indiscernible, sin ningún calificativo o especulación que nos permita dar cuenta y acceder a él, con ellos Pirrón inauguraría el escepticismo como un gesto filosófico que cáusticamente devora la verdad y la certeza para hacer de la imposibilidad un fundamento o más bien, un principio de interpretación privativa del mundo consistente en comprender que no hay verdad o posibilidad de conocimiento alguno, antes bien existen juicios que inseguramente formulamos y al suspender y realizar epojé, nos avientan literalmente a vivir. Si algo no es más que no es, o bien es y no es, o ni es ni no es , no hay certeza de ser, no hay tampoco falsedad, sino unitaria igualdad y ante ella una completa indiferencia que hace del filósofo no ya un ser que categóricamente posee la sabiduría absoluta de las cosas y del ser mismo, sino un eterno buscador preocupado por preguntar antes que por responder, un hombre común que duda y no ve la posibilidad de solventar esas dudas y así, mejor suspender el juicio y alcanzar la ataraxia, la felicidad y el pacífico vivir. Más aún, si no hay afirmación ni negación de algo, no hay acceso al ontos, no hay modo de vislumbrar el Ser sino como algo indiscernible y poco claro.

En otras palabras, no podemos afirmar absolutamente nada en torno a algo, porque resulta imposible afirmar que algo es más que otra cosa; antes bien es más factible, por el hecho de que no hay universalidad de certeza ni de verdad sino sólo relativa sensación, anular, suspender todo tipo de Ser[13]. Bajo esta consideración, Pirrón anula la ontología, o al menos le da un valor privativo, no accesible para el conocimiento humano que resulta insuficiente e incapaz de acercarse al ser universal si es que puede haberlo. Al anunciar que no es más que no es o bien que es y que no es, o que ni es ni no es, Pirrón y el escepticismo rechazan todo dogma y dan lugar a la abierta posibilidad de pensar libres de prejuicios.

El único dogma que pudiese existir y presentar de alguna manera conflicto con la postura de Pirrón es precisamente que se anuncia y confía en lo indiscernible así como en la indiferencia. Ambas características ya implican un ser y, por tanto, una contradicción clara ante los tres puntos anteriores. Frente esta problemática hay que tener en cuenta que la vida necesita asidero, más aún si se quiere feliz e imperturbable; lo más llamativo en el caso de Pirrón, y que se manifiesta diferente o alterno a todo sistema filosófico de su tiempo, es que él se atreve a establecer este sostén vital en la nada teórica o al menos en el vacío ontológico, en una inseguridad de sentido que rompe con los juicios y los suspende. La epojé viene a ser, de esta manera, la propia ruptura con lo especulativo, incluyendo el ser y el sentido de las cosas, la apuesta por la nada teórica pero, como hemos señalado, resultado de tratar de establecer una teoría. La postura de Pirrón y su epojé, al menos desde la epistemología y las implicaciones que en ella se encuentran desde el escepticismo (fenomenismo, indeterminación, indiferencia, ruptura cognitiva y gnoseológica), son el resultado filosófico por excelencia, es decir, el no ver nada claro, el hecho de establecer antítesis capaces de negar lo establecido, el ejercicio constante de indagar, el potente acto de pensar destructivamente para que el propio pensamiento siga fluyendo.

La epojé en Pirrón es un acto reflexivo bastante lúcido, es privativo pero pensante, niega los juicios y todo tipo de especulación pero afirma el hecho mismo de filosofar como acto de constante pensar, de constante preguntar y confrontar; la epojé de Pirrón nos invita a mirar las cosas como una cuestión abierta, pero siempre con la disposición a comprender que experimentamos fenómenos y de ellos nada podemos decir. A fin de cuentas la epojé de Pirrón nos invita a ver que la verdad y la falsedad son cuestiones no resueltas, de ahí la estimación de la indiferencia, de ahí también el constante mirar con cuidado, siempre alertas al engaño de afirmar o negar algo. Es cierto que hay un dogma[14] en Pirrón, consistente en afirmar lo indiscernible, pero insistimos, es un dogma autodestructivo, a sí mismo se anula incluso con la propia epojé porque esta implica suspender todo juicio, y sólo así, se pasa al fenomenismo puro, al simple experimentar los fenómenos de manera indiferente. Es decir, la epojé hunde sus raíces en lo epistemológico, pero es justo ella, su práctica y aplicación, quien permitirá pasar al terreno ético que, sin lugar a dudas, es el que interesa o, al menos, termina por interesar más a Pirrón de Elis.

Cualquier tipo de actividad que lleve a cabo el escéptico es susceptible de ser empleada por el dogmático como argumento contra él. Una de las clásicas objeciones dogmáticas contra el escepticismo es el “argumento de la apraxía”, según el cual, la consecuencia de asumir la tesis de que nada puede ser conocido es no poder decidir qué hacer, y el único modo coherente de actuar si se asume la suspensión del juicio es no actuar en absoluto. Sexto se ve por ello obligado a distinguir entre dos tipos de criterio: uno teórico y otro práctico, y a defender que el escéptico sólo critica el teórico, mientras que asume como criterio práctico la pura representación fenoménica. Además, se ve obligado a justificar cuestiones como que el escéptico satisfaga sus necesidades vitales, que observe las leyes o que aprenda y cultive artes o técnicas.

Lo que con la vida de Pirrón se pretende ejemplificar es que la vida es mucho más fácil de conciliar con el escepticismo de lo que a partir de esto podría parecer. Pirrón es de forma preeminente un educador. Su interés fundamental es formar hombres, educarlos para hacerlos mejores. Y la manera más adecuada que encuentra de educar es con su propio ejemplo. En gran medida Pirrón identifica teoría y práctica. La doctrina que pretende transmitir es sobre todo una actitud vital de tranquilidad y paz que debe ser alcanzada mediante la práctica cotidiana. Por ello, la teoría pirroniana estaría orientada hacia la práctica, y la práctica hacia la teoría. No es, pues, que no haya en Pirrón cuestionamiento teórico como tal, sino que éste se encuentra imbricado en su práctica vital. El problema teórico más importante es, para él, el de la vida del hombre[15].

La epistemología escéptica conducirá a la ética, la epojé, por mera consecuencia, también tendrá consecuencias éticas de suma importancia. El sabio, ya incapaz de afirmar algo sobre algún fenómeno, podrá suspender el juicio, ya que no existe medio alguno para distinguir entre representaciones. Así, no hay criterio de verdad, anulado éste, el conocimiento queda reducido a juicios que se pronuncian de manera que afirmen o nieguen algo de los objetos. Hay que subrayar, entonces, que lo primero es suspender el asentimiento y luego el juicio para dar lugar a la sabiduría.

El juicio es el acto por el cual se afirma o se niega algo sobre una representación. Esta representación se recibe de forma involuntaria[16], pero el juicio es un acto voluntario, estrictamente subjetivo, hecho lingüístico que afirma o niega algo sobre las cosas mismas, pero como proposición no como realidad certera, no como hecho fáctico, sino como enunciación que, lejos de toda certeza, es una opinión. De ahí la suspensión del juicio como un no hacer caso a las enunciaciones que aparentemente nos proveen de absoluta certeza; de esta manera, Pirron decidirá que el sabio no opina nada, en tanto suspende el juicio. Esto implica que el sabio es aquel que suspende el juicio porque éste no es más que opinión, y, una vez suspendido el juicio, atiende a lo razonable, a la razón[17] misma.

La acción requiere dos cosas: una representación de algo conforme a la naturaleza (oikeion y un impulso orme hacia el objeto que aparece conforme a la naturaleza; ninguna de estas cosas está reñida con la suspensión de juicio, porque su razonamiento rechaza la opinión, no el impulso ni la impresión. Luego, cada vez que algo es percibido conforme a nuestra naturaleza no hay absoluto necesidad de ninguna opinión para dirigirse hacia ello, sino que enseguida sobreviene el impulso porque se trata de un movimiento y una tendencia del alma.[18]

En consecuencia se rechaza el juicio que es opinión, no la impresión que, podemos decirlo, se manifiesta verosímil, correcta, siempre y cuando sea acorde a la naturaleza y se manifieste como algo razonable en tanto natural y no contra natural. Con ello se establece la conformidad con la naturaleza mediante el establecimiento de la razón como un instinto natural que recibe impresiones de la naturaleza misma, provoca impulsos que llevan a actuar y, al reconocerse como naturales, se ven como una vía que produce y conduce la felicidad. En otras palabras,  se suspende el juicio pero se regula la vida con la razón, que es un instinto natural, entonces la naturaleza es criterio de verdad. Este modo de actuar, ya es en sí, en tanto racional y natural, motivo de felicidad. Así se une razón y felicidad, la filosofía se conforma por una epistemología y una ética capaces de brindar al ser humano una vida alejada de todo juicio, de toda opinión, y, al mismo tiempo, capaz de vivir razonable y naturalmente. La ataraxia ya no se busca sino como una negación de opinión, y la felicidad no es sino el actuar y vivir acorde a la razón.

Bibliografía

  1. Abbagnano, Nicola, Diccionario de filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
  2. Brochard, Víctor, Los escépticos Griegos, Losada, Buenos Aires, 2005.
  3. Cicerón, Cuestiones Académicas, UNAM, México, 1990.
  4. Chiesara, María Lorenza, Historia del escepticismo griego, Siruela, Madrid, 2007.
  5. Laercio, Diógenes, Vidas de los filósofos más ilustres, Alianza, Madrid, 2008.
  6. Pajón, Leyva Ignacio, Categorías y supuestos del escepticismo pirrónico, Tesis doctoral de la universidad Complutense, disponible en http://eprints.ucm.es/12660/1/T32891.pdf .
  7. Román, Ramón Alcalá, El escepticismo antiguo: posibilidad del conocimiento y búsqueda de la felicidad, Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba, Córdoba, 1994.
  8. _____, El enigma de la Academia de Platón: Escépticos contra dogmáticos en la Grecia Clásica, Berenice, Córdoba, 2007.
  9. _____, Ramón Román Alcalá, El escepticismo antiguo: Pirrón de Elis y la indiferencia como terapia de la filosofía, , Revista de filosofía, n°36, 2005, 35-51, p. 49. Disponible en http://revistas.um.es/daimon/article/viewFile/15811/15251 consultado el 11 de junio de 2014.
  10. Sexto Empírico, Por qué ser escéptico, Tecnos, Madrid, 2009.
  11. _____, Contra los Profesores, Bilblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1997.
  12. _____, Contra los dogmáticos, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 2012.
  13. _____, Esbozos Pirrónicos, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1993.

Notas

[1] Cfr. Rodolfo Mondolfo, Breve Historia del pensamiento antiguo, Losada, Buenos Aires, 2003. Salvador Mas, Sabios y necios, Alianza, Madrid, 2010. Nussbaum, Ibíd.  Brochard, Ibíd.
[2]Sexto Empírico y sus libros Esbozos pirrónicos y Contra los profesores, son el mayor manual u obra que nos lega la antigüedad en torno al quehacer filosófico de Pirrón, ahí precisamente se señala lo siguiente: “La orientación escéptica recibe también el nombre de Zetética por el empeño de investigar y observar, el de Eféctica por la actitud mental que surge en el estudio de lo que se investiga y el de Aporética bien –como dicen algunos- por investigar y dudar de todo, bien por dudar frente a la afirmación y la negación.
También recibe el nombre de pirronismo por parecernos que Pirrón se acercó al escepticismo de forma más tangible y expresa que sus predecesores. […] Y en absoluto tomamos “proposiciones contrapuestas” como “afirmación y negación”; simplemente como “proposiciones enfrentadas”. Y llamamos equivalencia a su igualdad respecto a la credibilidad o n credibilidad, de forma que ninguna de las proposiciones enfrentadas aventaje a ninguna como si fuera más fiable”. Cfr. Sexto Empírico, Esbozos Pirrónicos, Gredos, Madrid, 2006, pp. 53-54. El escepticismo es llamado pirronismo porque Pirrón con su vida, se acerca e inaugura un modo de ser cuyos principios parten de buscar la ataraxia a sabiendas de que no existe certeza ni verdad absoluta. Otro texto que da cuenta del pirronismo y escepticismo es el libro IX de Diógenes Laercio en sus párrafos 61 a 115. Cfr. Diógenes Laercio. No obstante, y  a pesar de que Brochard, Chiesara, Dumont, Mondolfo y García Gual hacen del escepticismo y el pirronismo una misma cosa, Román Ramón Alcalá los divide en sus textos El Enigma de la Academia de Platón y El Escepticismo Antiguo: Posibilidad de Conocimiento y Búsqueda de la Felicidad. En ambos establece que el pirronismo da lugar al escepticismo, pero este se desenvuelve más en la academia de Platón. Cfr. Ramón Román Alcalá, El enigma de la academia de Platón: Escépticos contra dogmáticos en la Grecia Clásica, Berenice, Córdoba, España, 2007. Ahora bien, Sexto Empírico es un médico a quien hoy le debemos las únicas obras conservadas en totalidad en torno al escepticismo; las hipotiposis pirrónicas o esbozos pirronianos; y un compendio de 12 tratados que se agrupan bajo el título Contra los profesores. En este texto, Sexto pasa revista a todas las ciencias conocidas en su tiempo, desde la gramática hasta la filosofía, pasando por la retórica, la música y la astrología, Sexto escribe contra aquellos que se encargan de enseñar y sistematizar algún dogma. Puesto que para él: “Si existe alguna disciplina y es accesible al hombre, en primer lugar habrá que estar de acuerdo en cuatro puntos: la materia enseñada, el maestro, el discípulo y el método de enseñanza, como vamos a mostrar; por tanto no existe ninguna disciplina”.
Y esto debido a que toda disciplina enseña lo verdadero que está completamente inmerso en la duda y de la duda no se puede generar sino una total y completa agoge; más aún, una epojé que nos enseñe que los hombres son convención y que la verdad es impronunciable.
[3] Estas tres premisas según Ramón Román Alcalá las formula un alumno de Pirrón, Timón de Fliunte. Cfr. Román Ramón Alcalá, El escepticismo antiguo: posibilidad del conocimiento y búsqueda de la felicidad, Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba, Córdoba, 1994.
[4] Esta premisa parece ser un dogma en Pirrón, pero como veremos más adelante, es un dogma abierto a la posibilidad de incluso autodestruirse; es decir, no es un dogma cerrado y absoluto.
[5] Pirrón indudablemente está más preocupado por la vida que por la teoría, ello nos lleva hacia una filosofía consagrada a la ética sobre todas las otras esferas que abarca la filosofía como la ontología  o la metafísica. Reiteramos que Pirrón primero indaga sobre estas esferas pero no las percibe claras, por eso apuesta por la vida y por la ética; el mismo texto señala al respecto: “Hemos repasado anteriormente las aporías puestas de relieve por los escépticos en relación con las partes lógica y física de la filosofía, y nos queda añadir las que pueden avanzarse también contra la parte ética, pues de este modo cada uno de nosotros, tras conseguir la perfecta disposición escéptica, vivirá, en palabras de Timón, “De forma fácil sin ningún cuidado, y no tendrá ya más por estas cosas preocupación o falta de sosiego, ni prestará atención al grado verbo de las habladurías de los sabios.” Pero, puesto que casi todos los filósofos han estado de acuerdo en sostener que la teoría ética concierne a la distinción entre los bienes y los males, al igual que también Sócrates, que se cree fue el primero en iniciar su estudio, proclamó como la cosa más necesaria de indagar “todo aquello de bueno y de malo ocurrido en tu casa”. Cfr. Sexto Empírico, Contra los Dogmáticos, Gredos, Madrid, 2012,  V, 1-2, pp. 643-644.
[6] Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 2006, p. 59.
[7] Así lo dice Sexto: “La orientación escéptica recibe también el nombre de Zetética por el empeño de investigar y observar, el de Eféctica por la actitud mental que surge en el estudio de lo que se investiga y el de Aporética bien –como dicen algunos- por investigar y dudar de todo, bien por dudar frente a la afirmación y la negación. También recibe el nombre de pirronismo por parecernos que Pirrón se acercó al escepticismo de forma más tangible y expresa que sus predecesores. […] Y en absoluto tomamos “proposiciones contrapuestas” como “afirmación y negación”; simplemente como “proposiciones enfrentadas”. Y llamamos equivalencia a su igualdad respecto a la credibilidad o n credibilidad, de forma que ninguna de las proposiciones enfrentadas aventaje a ninguna como si fuera más fiable”. Cfr. Sexto Empírico, Esbozos Pirrónicos, Gredos, Madrid, 2006, pp. 53-54.
[8] La apariencia es en griego fainomenón, ahora bien, este fainomenon implica  lo que aparece, lo que a nosotros se muestra; incluso en Grecia es sinónimo de lo evidente, porque lo evidente se entiende como lo que aparece, fainomenón. De esta manera, lo que aparece, que para nosotros es fenómeno, es lo evidente y también, desde la perspectiva escéptica lo que parece, puesto que no hay certeza de nada, lo que aparece, nos parece ser de cierta forma.
[9] Ramón Román Alcalá, El escepticismo antiguo: Pirrón de Elis y la indiferencia como terapia de la filosofía, , Revista de filosofía, n°36, 2005, 35-51, p. 49. Disponible en http://revistas.um.es/daimon/article/viewFile/15811/15251 (consultado el 11 de junio de 2014).
[10] Sexto Empírico, Esbozos Pirrónicos, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 2006, pp. 53-54.
[11] Diógenes Laercio, Vidas de los Filósofos Ilustres, Alianza Editorial, Madrid, 2008, pp. 503-504.
[12] Estos tres principios, los enuncia Ramón Román Alcalá, tomados de Eusebio, que a la vez los cita de Timón. Cfr. Ramón Román Alcalá, El escepticismo antiguo: posibilidad del conocimiento y búsqueda de la felicidad, Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba, Córdoba, 1994, p. 210.
[13] Ramón Román señala al respecto: “Vivimos sobre la base de una creencia fundamentada en la idea de ser, en la metáfora del ser y en el olvido de las cosas que fueron su origen. Ramón Román Alcalá, El escepticismo antiguo: posibilidad del conocimiento y búsqueda de la felicidad, Servicio de publicaciones de la Universidad de Córdoba, Córdoba, 1994, p. 205. Sin embargo, el ser es lo indiscernible e indeterminable: ¿debe entenderse, entonces, que Pirrón afirma que las cosas son, por su propio modo de ser, indiscernibles? Es decir, ¿la indeterminación es, según el de Elis, una propiedad natural de las cosas? Si es así, Pirrón está haciendo una afirmación acerca de la naturaleza de las cosas que necesariamente será una afirmación dogmática”. Ignacio Pajón Leyva, Categorías y supuestos del escepticismo pirrónico, Tesis doctoral de la universidad Complutense, disponible en http://eprints.ucm.es/12660/1/T32891.pdf , p. 128.
[14] Nos referimos a esta palabra tal y como lo hace Platón en la República, donde dice: “Sin duda tenemos desde niños convicciones acerca de las cosas justas y honorables, por las cuales hemos sido criados como por padres, obedeciéndolas  y honrándolas”. Platón, República, 538c. La palabra  es traducida por convicciones que implican una opinión o creencia en torno a algo. Los escépticos oponen a esta opinión la epojé que implica no creer nada de nada. Cfr. Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 2006, p. 330.
[15] Ignacio Pajón Leyva, Categorías y supuestos del escepticismo pirrónico, Tesis doctoral de la universidad Complutense, disponible en http://eprints.ucm.es/12660/1/T32891.pdf , pp. 124-125.
[16] Asentimiento y la aprobación, que los griegos llaman synkatathesis. Asentimiento… Es decir, la aceptación (aprobación) mental de una representación. Cfr.  Cicerón, Cuestiones Académicas, UNAM, México, 1990, p. 38.
[17] Como lo llama Cicerón Este , es el criterio práctico de comportamiento, un equivalente de la verdad en el escepticismo que guía la conducta para designar acciones capaces de ser justificadas con un actuar racional basada en una pluralidad de representaciones bien unidas entre sí. Ahora bien estas representaciones no implican juicio alguno, porque de suyo son racionales; en otras palabras, la postura práctica de Arcesilao del “eulogon”, posibilita una duda en torno a los juicios, pero al mismo tiempo da paso a la acción instintiva, en tanto que la razón es lo único que le queda al hombre para actuar. Lo razonable es semejante a la naturaleza, un instinto que la misma nos ha puesto para poder vivir y más aún, alcanzar la felicidad.
[18] Chiesara, María Lorenza, Historia del escepticismo griego, Siruela, Madrid, 2007,  p. 55.

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