¿Qué encierra el mito del Arca de Noé?

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¿Qué encierra el mito del Arca de Noé?

Título: Noé. 2014. Director Darren Aronofsky. English. 138 Minutos. Regency Enterprise, Estados Unidos.

Revisado por Maximiliano E. Korstanje

International Society for Philosophers

Sheffield UK

Vivimos en un mundo donde nuestras necesidades básicas, a pesar de la tecnología de bienestar abocado a nuestra seguridad, no se encuentran garantizadas. La precariedad laboral, la explotación sistemática de ciertos grupos y la exclusión hacen del sistema capitalista el objeto de diversas críticas nacidas del corazón de las Ciencias Humanas. Ciertamente como explica el profesor Keith V. Thomas, los desastres han históricamente condicionado las formas culturales de diversas civilizaciones y también sus estructuras religiosas. Después de todo, se trata de poder comprender los designios de Dios cuando las cosas no funcionan como queremos que lo hagan. Existe la creencia de que las catástrofes son infligidas por Dios debido a los “pecados del hombre” (Thomas, 1978). Esta es precisamente una de las ideas representativas del mito del Arca de Noé, empero como veremos en esta reseña, hay un mensaje mucho más perverso que no ha sido comprendido con claridad y que explica la tendencia posmoderna en hacer de Noé casi un héroe.

Uno de los éxitos taquilleros de Hollywood, Noé dirigida por Darren Aronofsky y protagonizada por Jennifer Connelly, Anthony Hopkins y Russell Crowe ejemplifica en forma evidente cómo funciona la ideología capitalista. El argumento se encuentra estructurado acorde a la narración bíblica donde se cuenta el mandato que Dios le da a Noé. La humanidad descendiente de la línea de Caín se ha pervertido hasta el punto que deber ser exterminada. No obstante, Dios no quiere terminar con el hombre y es por ello que le dice a Noé que debe construir un arca y en ella deben incluir a una pareja por especie con el fin de que la vida vuelva a florecer una vez sucedido el diluvio planetario. Hoy la ciencia moderna ha demostrado que un evento de este tipo ha sido realmente imposible, no obstante el diluvio universal continúa siendo un mito que impone un mensaje ideológico bien definido. Si bien este film adopta nuevas formas del relato original como ser la presencia de los “vigilantes” (ángeles caídos de la gracia divina) con un Noé que se debate entre el mandato de Dios y su libre albedrío como sujeto, el punto en cuestión es que contiene dos de los aspectos constituyentes del orden capitalista. La paradoja del sustrato ideológico del capitalismo se refiere a una tendencia que instala en la mente del sujeto su necesidad de ser “único”, pero al hacerlo lo pone en igualdad de condiciones respecto a otros con el fin de que demuestren esa ejemplaridad.

El primero de esos aspectos y el más importante, es la prohibición de matar a los hijos. Noé escucha que Dios le pide que sacrifique a las hijas de Lla para poder eliminar a la humanidad del plan original. Noé en un primer momento no muestra duda, pero a último momento no puede asesinar a sus nietas. Como se ha demostrado en otros trabajos, esta misma escena se encuentra presente en el sacrificio de Abraham y en la rebelión misma de Lucifer, quien no es asesinado por Dios a pesar de haber incurrido en una gran ofensa. A diferencia de la mitología grecolatina en donde padres e hijos se asesinan por poder, el judaísmo y posteriormente el cristianismo han vedado esa posibilidad (Korstanje, 2012; 2011ª; 2011b; 2013).

Particularmente, el destierro se transforma en el mecanismo político sustituto del sacrificio. Si el rey griego Agamenón mata a su hija porque puede, Abraham, aun decidido a hacerlo, recibe la advertencia de un ángel que le impide el acto. El mensaje ideológico que transmite la “prohibición” de la muerte del hijo es que Dios se reserva para sus hijos amados la vida eterna. Desde el momento en que la falta lleva al arrepentimiento y al perdón, se asume que la muerte no es necesaria, y al hacerlo se niega una de las realidades de este mundo, que la progenie puede ser extinguida sin razón aparente. Para el capitalismo moderno, la muerte de los hijos no solo representa uno de los grandes terrores, sino que adhiere a que “los hijos de Dios no mueren jamás”. Esta forma de insertarse en el mundo ha resultado en una cosmología donde se intente retrasar los efectos degradantes de la muerte.

El segundo elemento que emula el mito del Arca de Noé es la competencia eterna del mercado capitalista moderno. A diferencia de otros sistemas de producción donde las relaciones humanas eran más o menos estables, el capitalismo ha instalado la idea de libertad para que la fuerza de trabajo pueda ser fácilmente manipulable. Con el avance del industrialismo, el capital ha desdibujado las relaciones productivas precarizando el vínculo del hombre con sus instituciones. Si una persona hace décadas se jubilaba en la misma empresa que su padre, hoy puede mantener su trabajo apenas un par de años. Transformado en un commodity, el trabajador se encuentra en constante competencia consigo mismo y con otros bajo el tutelaje de una ideología que sólo valora la gloria de “un solo ganador” (convirtiéndose en un gestor de sí y de otros). No solo reality shows como Gran Hermano sino también la Copa del Mundo FIFA World Cup afirman esta lógica eugenésica de la supervivencia de los más “fuertes”. Al igual que en el mito donde Dios sólo confiere a un elegido la posibilidad de seguir existiendo, destruyendo toda la humanidad, una competencia de este tipo proclama un solo ganador mientras el resto de las naciones se declaran abiertamente perdedoras y se subsumen en el olvido. Todos comienzan la competencia pues el velo de la ignorancia los lleva a suponer que tienen posibilidades de ganar, esa dialéctica de la competencia los condena finalmente a convertirse en despojos de la lógica productiva. Ideológicamente lo que subyace en el mito del Arca de Noé, es que la gloria de pocos es mucho más importante que el sufrimiento de la mayoría. Su importancia para el capitalismo moderno es tan vital como la obsesión por rememorar cuan virtuoso ha sido Noé.

Nuestra tesis apunta al siguiente axioma. La era industrial y pre-industrial se han caracterizado por una constante en la línea productiva en donde sus juegos ofrecen una multiplicidad de ganadores. Una de las cuestiones más importantes de la era industrial es la competencia entre varios agentes con grandes posibilidades de triunfo. En perspectiva, los Juegos Olímpicos han sido el evento matriz de una cosmología donde se ofrece a las naciones intervinientes varias medallas, puestos y posibilidades de triunfar. Cada disciplina pone a consideración tres puestos, primero (oro), segundo (plata) y tercero (bronce). Por el contrario, la era postindustrial ha instalado una nueva forma de competencia extrema donde “sólo hay un ganador”. A pesar de la cantidad de grupos en pugna, el triunfo de un único ganador implica la ruina del resto. Esta forma de pensar post-capitalista encuentra su arquetipo más representativo en el reality show Big Brother, donde gradualmente los competidores observan la caída de sus “hermanos”. La alegría por la “caída del hermano” recuerda la propia superioridad y que después de todo uno se encuentra todavía en carrera. La supervivencia de los más fuertes se ve legitimada propia del darwinismo social, se combina con la destrucción de los más débiles.

Referencias

  1. Korstanje, M. “Decodificando la esencia del mal, o del terror a la muerte del hijo”, Revista Mad, (24), 2011ª, 76-92.
  2. Korstanje, M. “Rebelión: una aproximación teórica”, International Journal of ZizekStudies. Vol. 5 (4): 2011b, 1-43
  3. Korstanje, M. E. “La significación del mal, antropología, economía y subsistencia”, Sincronía, (2), 2012, 7-28.
  4. Korstanje, M. E. “Hansel&Gretel, Cazadores de brujas”. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas37(1), 2013, 307-312.
  5. Thomas, K. Religion and the Decline of Magic. NY, Penguin Books, 1978

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